Capítulo 19

 

Amanda...

Estelle intentó parecer normal cuando contestó al teléfono. Tenía la mirada fija en la fotografía que les habían hecho en la boda de Donald, intentando comprender a aquel hombre que se negaba a amar.

—He intentado llamarte al móvil.

—Lo siento.

Estelle comenzó a contarle que se había dejado el cargador en San Sebastián hasta que se dio cuenta de que Amanda no parecía muy animada.

—¿Qué ha pasado?

—He intentado llamar a Raúl, quería que fuera él el que te diera la noticia. Estamos en el hospital y los médicos dicen que operarán mañana a la niña.

—¿Ha ganado peso? —preguntó Estelle con el corazón en un puño.

—No, lo ha perdido. Pero, si no la operan ya, podríamos terminar perdiéndola.

—Iré para allí.

—Por favor.

—¿Cómo está Andrew?

—Ahora está con ella. Y parece que está bien. Está seguro de que Amanda superará la operación. Pero yo no estoy tan segura.

Amanda, siempre tan fuerte, tan positiva, al final se derrumbó. Estelle le dijo de todo para consolarla, pero sabía que eran solo palabras, que su cuñada la necesitaba a su lado.

—Ahora mismo cuelgo y me iré en el primer avión que encuentre —le prometió—. E intentaré cargar el teléfono de alguna manera.

—No te preocupes por el teléfono. Ven cuanto antes.

Estelle agarró la maleta y empezó a guardar ropa. El objetivo era llegar cuanto antes al aeropuerto, pero pensar en Cecilia siendo sometida a una operación tan seria, era demasiado abrumador y terminó rompiéndose. Lloró como no había llorado jamás en su vida, consciente de que aquel era el momento de dar rienda suelta a las lágrimas para poder mostrarse fuerte delante de Amanda y Andrew.

Raúl la oyó llorar al llegar al apartamento y no fue capaz de soportar el daño que le había hecho.

—Estelle... —vio la maleta y comprendió que Estelle se marchaba.

—No te preocupes —ni siquiera le miró—. No lloro por ti. Cecilia está en el hospital. Ya no pueden seguir retrasando la operación. Necesito estar junto a ellos.

—Yo lo arreglaré todo ahora mismo.

Le resultaba imposible no retenerla. No podía soportar la idea de que tuviera que enfrentarse sola a ese dolor, de no poder estar a su lado.

—Saldremos inmediatamente.

—No.

Estelle intentaba recordar los motivos de su enfado, pero se sentía demasiado bien dejándose abrazar.

—Estelle, sé que he hecho las cosas mal, pero ahora sé lo que quiero. Sé...

Estelle lo percibió en ese momento: el olor a perfume barato. Se apartó bruscamente de él y le miró con atención. Notó entonces el olor a whisky y vio el lápiz de labios en el cuello.

—No es lo que estás pensando —se disculpó Raúl.

—¿Ahora eres tú el que va a decirme lo que pienso? ¡Has ganado, Raúl! —su expresión revelaba su disgusto—. ¡Me voy ahora mismo de aquí!

Las lágrimas cesaron. Se volvió y continuó llenando la maleta.

—Estelle...

—No quiero oírlo, Raúl —ni siquiera alzó la voz.

—Muy bien, lo dejaremos por ahora, hablaremos en el avión.

—No vas a venir conmigo, Raúl.

—A tu hermano le resultará extraño que no te apoye.

—Estoy segura de que mi hermano tendrá otras cosas en mente —le dirigió una mirada de desprecio—. No hagas las cosas más difíciles, Raúl.

Raúl intentó agarrarla del brazo, pero ella le detuvo.

—¡No me toques!

Raúl advirtió su dolor, causado no solo por lo que le iba a ocurrir a su sobrina, sino también por la agonía de su traición.

—No puedes marcharte así. Estás muy afectada...

—¡Estoy así por mi sobrina! Jamás lloraría por un hombre que ni siquiera me quiere. No soy tu madre, Raúl, no voy a conducir hasta el borde de un acantilado porque el hombre con el que estoy casada me ha engañado. Lo único que quiero es estar al lado de mi sobrina.

La había perdido, Raúl lo sabía. Discutir con ella sería peor que inútil, porque Estelle necesitaba estar con su familia urgentemente.

—Llamaré a mi chófer y pediré un avión.

—Puedo conseguir un billete de avión por mi cuenta.

Comenzaron entonces las lágrimas por Raúl, pero Estelle no quería que él las viera.

—Si vas en mi avión, llegarás antes —le aconsejó Raúl.

Y podría alejarse de su lado antes de confesar lo del bebé, antes de perder las fuerzas.