Treinta

Cuando finalizó la reunión, salieron juntos y en silencio, sorprendidos por la rapidez de los acontecimientos. Solo les quedaban unos cuantos días para prepararse.

Allie no paraba de mirar de reojo a Carter. Había estado muy apagado durante toda la reunión y evitaba mirarla.

En cuanto llegaron al rellano de la primera planta, vio cómo se quedaba atrás y se retiraba. Allie se apresuró a seguirlo, pero él caminaba muy rápido. Cuando Allie llegó al final de los estrechos peldaños que conducían al dormitorio de los chicos, gritó:

—¡Eh!

Carter se detuvo.

—¿Podemos hablar? —preguntó ella.

—Claro. —Su voz era tranquila, pero no se dio la vuelta.

Allie alargó la mano hasta el brazo de Carter. Aunque la camisa estaba fría, sintió a través del tejido la calidez de la piel del chico.

Poco a poco, él se volvió a mirarla. Su cara era deliberadamente inexpresiva.

—Oye… —titubeó Allie. Ya no sabía qué decir—. Quería… Quería explicarte mi decisión.

—No pasa nada —la interrumpió él antes de que pudiera terminar—. Ya sé por qué has escogido a Sylvain. Y lo entiendo. Yo habría hecho lo mismo.

Allie parpadeó sin comprender.

—¿Ah sí?

—Claro. Se ha enfrentado a Gabe más de una vez. Y a Nathaniel. —Carter bajó la vista—. Yo nunca lo he hecho. Seguramente no sería capaz. Así que Sylvain es la mejor elección. Necesitas a alguien que pueda protegerte.

A pesar de su obvio intento por parecer imparcial, el tono rezumaba aversión por sí mismo.

Allie estaba horrorizada con la forma en que había interpretado su decisión.

—Carter, no he escogido a Sylvain porque crea que es mejor que tú —dijo, esperando que la creyera—. No es nada de eso.

—Pues debería serlo —dijo él bruscamente y con las mejillas cada vez más encendidas—. Lo importante ahora es escoger al que pueda luchar mejor junto a ti. Nada más. Y ese es Sylvain.

—No es verdad —dijo ella agarrándole el brazo con más fuerza. Carter la estaba mirando fijamente a los ojos de un modo tan intenso que le costaba respirar.

—Entonces, si ese no es el motivo… ¿cuál es, Allie? ¿Por qué lo has elegido a él?

Se miraron de hito en hito y ella advirtió en sus ojos lo dolido que se sentía. Aun así no sabía qué responder. ¿Porque es mi novio? ¿Porque me quiere?

Eran motivos bastante estúpidos para elegir a un luchador.

Tenía la horrible sensación de que había cometido un error.

Allie soltó el brazo de Carter y lo miró, desamparada.

—¿Es que no te das cuenta? Tenía que hacerlo. Lo que yo quiera no importa. —La sorpresa destelló en los ojos de Carter. Pero antes de que él pudiera preguntarle cualquier cosa, Allie se alejó trastabillando y se dio de bruces contra una estatua de mármol que había olvidado que tenía detrás. Se agarró al pedestal para recuperar el equilibrio, algo aturdida.

—Perdona… Debería… Tengo que irme.

Luego bajó las escaleras a toda prisa, como si alguien la persiguiera.

Durante los días siguientes estuvieron todos tan ocupados con los preparativos que el tiempo pasó volando. Isabelle insistió en que continuaran yendo a clase, a pesar de que el entrenamiento físico se alargaba cada vez más por las noches. Cuando llegó el miércoles estaban exhaustos, y todavía faltaban dos días.

Sin embargo, Allie estaba encantada con tanta presión y con la obligación de esforzarse tanto; era lo único que le impedía pasarse el día preocupada. Acababa tan cansada que podía dormir toda la noche. Y la ayudaba a no comerse el coco con todas las cosas que podían salir mal.

Sylvain y ella iban cada día después de clase a ver a Isabelle, Raj y Dom, por si tenían que informarlos de cambios de última hora en el plan para el parlamento.

Era una labor interminable. Habían estudiado y analizado una y otra vez cada elemento de la ruta que tomarían en el parque y del trayecto hasta Parliament Hill, tanto que al final Allie conocía tan bien el barrio de Hampstead como Cimmeria.

El miércoles por la tarde se reunieron en un pequeño despacho del sótano que había enfrente de la Sala de Entrenamiento Uno. Se apiñaron en torno al ordenador de Dom y miraron el mapa de Hampstead Heath y la maraña de calles que lo circundaban. El parque era una masa verde oscura y las calles aledañas estaban representadas con líneas blancas, curvas y angulosas.

Era pleno verano, por lo que sabían que de día el parque estaría abarrotado de gente haciendo picnic, ciclistas y turistas. Por la noche, sin embargo, se quedaría totalmente desierto.

—La zona que rodea el parque es muy exclusiva. Es donde se encuentran algunas de las viviendas más caras de Londres, y además es un área densamente poblada —explicó Raj, señalando las líneas blancas que había más allá del cuadrante sur del parque—. Podemos dejaros en el parque sin que nadie nos vea. El problema es cruzar el parque y llegar de forma segura hasta la cima de la colina de Parliament Hill.

Raj hizo un gesto a Dom para que tomara el relevo.

La informática siguió una línea oscura y curva con el cursor.

—Si os dejáramos aquí, podríais llegar a pie fácilmente, pero creemos que en esta ruta estaríais excesivamente expuestos. Es el camino que prefieren los turistas porque la pendiente es menos pronunciada. —El cursor se desplazó hacia un recorrido más largo que se adentraba en el parque desde otro punto—. Esta es más empinada y atraviesa una zona boscosa. Como está más tapada, resulta más segura. Lo malo es que caminaríais durante más tiempo, lo cual incrementaría el riesgo; eso si los hombres de Nathaniel están donde creemos que estarán. —Dom los miró a través de los cristales de sus gafas alargadas—. En cualquier caso, creemos que hay más ventajas que peligros y que este es el mejor camino.

Sylvain frunció el ceño.

—¿Creéis que podremos esquivar a los guardias de Nathaniel?

—No tendréis más remedio —dijo Dom.

Raj tomó el relevo y señaló una línea blanca que había en un extremo de la línea verde.

—Os dejaremos aquí, en Tanza Road. Una vez ahí, tendréis que caminar quinientos metros en dirección este hasta que lleguéis a este sendero de aquí. —Golpeteó una fina línea negra en la pantalla—. A partir de ahí el camino debería ser bastante sencillo. Apostaré guardias en el bosque a lo largo de todo el camino, pero hay casi un kilómetro hasta el punto de encuentro. Tendréis que ir con mucho cuidado.

—¿Y qué pasa con la policía? ¿Y los civiles? —preguntó Sylvain.

—Si veis a algún policía, solo sois dos chavales buscando un sitio donde intimar —dijo Raj sin incomodidad aparente. Allie se ruborizó.

—¿Y los civiles? —insistió Sylvain—.

—Por norma general, si os encontráis con gente, evitadla —dijo Raj.

—¿Lucinda estará con nosotros todo el rato? —preguntó Allie.

Raj negó con la cabeza.

—Tomará una ruta distinta. Sería demasiado peligroso que estuvierais todos juntos. Os encontraréis con ella en lo alto de la colina. —Golpeó la pantalla con un dedo—. Ahora bien, en el parque no solo van a estar nuestros guardias. Los de Nathaniel también andarán por allí. Para salir de esta dependeréis de vuestra preparación física y de vuestro intelecto. Porque sea lo que sea lo que ha planeado Nathaniel, no es ningún parlamento.

—Estaremos preparados —prometió Sylvain.

Allie era incapaz de despegar los ojos del mapa verde y blanco que refulgía en la pantalla del ordenador. Ojalá ella estuviera igual de segura.

Cuando salieron de la reunión, se encontraron a Rachel esperando en el pasillo, cargada con una pila enorme de papeles.

Al verla, Allie sintió un inesperado subidón de felicidad. Justamente en aquellos momentos lo que más necesitaba era ver una cara amiga.

Corrió hacia ella.

—¡Hola! ¿Me buscabas? —Le echó un vistazo a los papeles—. ¿Cómo te has enterado de que necesitaba una tonelada de papel?

Rachel miró por encima del hombro de Allie.

—No exactamente —contestó—. A ver, siempre me alegro de verte, pero en este apocalipsis particular que vive Cimmeria vengo a ver a otra persona.

—Rachel. Ya has llegado. —Allie y Sylvain oyeron la voz de Dom a sus espaldas.

Rachel, entusiasmada, pasó de largo de Allie y alzó los documentos en el aire para mostrárselos a Dom.

—Recibí tu mensaje. Aquí tienes la información que me pediste.

Rachel estaba casi pletórica.

Allie la observó con interés; hacía tiempo que no la veía tan animada.

—Fantástico. —Dom cogió los papeles y le tendió a Rachel la bolsa de su ordenador portátil. Sin pensárselo dos veces, ella se la echó al hombro y siguió a la informática por el angosto corredor, dando saltitos para seguirle el ritmo.

—Tenemos que trazar unas cuantas rutas a pie —oyó Allie que decía Dom en tono enérgico—. Vamos a necesitar los mapas de la agencia cartográfica y volveremos a calcular el tiempo y la velocidad.

La voz se fue atenuando a medida que se alejaban por el pasillo, concentradas en sus planes.

—Rachel encaja muy bien con Dom. —Sylvain se había acercado a Allie sin que ella se diera cuenta.

—Sí —dijo Allie, viéndolas desaparecer escaleras abajo—. Son como dos gotas de agua superlistas en el mar de la sabiduría.

Allie se metió por el lúgubre pasillo de la última planta y Sylvain le fue al paso. Todo estaba muy tranquilo.

Mientras caminaban, Allie le echó una mirada al chico.

—¿Qué opinas de esto? ¿Crees que estamos preparados?

Él la miró, un destello turquesa en la penumbra.

—Vamos bien, supongo. Aunque tenemos que concretar hacia dónde iremos cuando entremos en el parque, cómo vamos a comunicarnos… Todo.

Una sombra cruzó el rostro de Sylvain. Durante los entrenamientos siempre demostraba una confianza inquebrantable. Pero en aquel momento Allie advirtió lo preocupado que estaba, y eso la puso más nerviosa.

Sylvain tenía razón. El encuentro los sacaría de su elemento. Los alejaba de Cimmeria, donde jugaban con ventaja, para llevarlos a Londres: el territorio enemigo.

—Todo está sucediendo muy rápido —dijo Allie—. A veces tengo la sensación de que nos estamos metiendo de cabeza en algo que no acabamos de entender.

Sus miradas se encontraron.

—Supongo que nos darán más información esta noche. Creo que Rachel y Dom se están ocupando de eso ahora mismo.

—Sí, pero… no queda tiempo.

Al ver la preocupación de Allie, Sylvain la cogió de la mano y la atrajo hacia sí. Ella se lo permitió y sintió la calidez de la piel del chico a través de la ropa.

—Todo saldrá bien —dijo Sylvain—. Te lo prometo.

Estaba tan cerca que podía oler la familiar fragancia de Sylvain, un aroma de café y jabón de sándalo. Vio cómo la luz se fracturaba en los dos zafiros que eran sus ojos.

Era hermoso, amable y valiente. Cualquier idiota sería capaz de darse cuenta.

En ese momento oyeron un estruendo de pasos en la escalera que se dirigían directos hacia ellos. Pasos rápidos. Urgentes. Como si alguien corriera presa del pánico.

Ambos se dieron la vuelta al mismo tiempo.

Nicole corría hacia ellos, con la falda plisada azul y el cabello oscuro revoloteando tras de sí.

—Sylvain —dijo Nicole con una voz rara. Estaba blanca como el papel—. Ha ocurrido algo.

Allie notó que el cuerpo de Sylvain se tensaba.

—¿Qué pasa? —La voz del chico era un témpano.

Una lágrima corrió por la mejilla pálida de Nicole, y Allie reparó en que estaba temblando.

—Es tu padre.