Veintitrés
La mañana siguiente parecía que no se iba a acabar nunca. Se suponía que debía estudiar pero, en vez de hacerlo, Allie se dedicó a tomar nota de lo que Christopher le había dicho. Lo repasó en la cabeza una y mil veces.
Se lo había contado a los demás durante el desayuno. Mientras ella hablaba, Sylvain tenía la mirada perdida en el horizonte. Lo único que le indicaba a Allie que no estaba tan tranquilo como parecía era un músculo que se le contraía en el mentón.
Cuando terminó el relato, Carter estaba visiblemente furioso.
—Hay vigilancia por todas partes y tu hermano se cuela en tu habitación tan campante. ¿Se puede saber qué demonios le pasa a esta gente?
—Es imposible vigilar este sitio —dijo Nicole—. Todo el mundo lo sabe. Es demasiado grande. Tiene demasiados recovecos. Si alguien se esfuerza lo suficiente…
—Entra. —Rachel terminó la frase. Estaba pálida—. Mi habitación está justo al lado y no me enteré de nada. Oh, Allie, lo siento mucho.
Allie negó con la cabeza.
—No es culpa tuya, Rach. Tampoco grité para pedir ayuda. De todos modos, había un guardia en el pasillo todo el rato.
Todos se pusieron a hablar al mismo tiempo.
—Tendrían que…
—Isabelle…
—¿Y si intentáramos…?
La voz de Sylvain se alzó por encima del barullo:
—Esto es demasiado peligroso. —Se volvió hacia Allie. La luz que se colaba por los ventanales volvía sus ojos de lavanda.
—Isabelle tiene que tomar medidas.
—Ya ha puesto un guardia en el tejado, encima de mi habitación —dijo Allie—. Y otro en la puerta. No va a entrar nadie. Ni a salir. —Rio con amargura—. Estoy presa por mi propio bien.
—Esto es un desastre —musitó Rachel.
Después del desayuno, cuando iba de camino a la clase de Química, Sylvain alcanzó a Allie en las escaleras.
Él la miró detenidamente.
—¿Seguro que estás bien?
—Estoy bien, en serio —dijo ella—. No me hizo daño.
Sylvain la cogió de la mano y entrelazó sus dedos con los de Allie.
—Pudo haberlo hecho. Estuviste sola con él.
Ella sintió en su mano la calidez de la mano de Sylvain. Una mano firme. Allie le apretó los dedos.
—Ya lo sé. Pero es mi hermano y supongo que… —Suspiró—. No creo que fuera capaz de hacerme daño.
Ya habían llegado al aula y estaban parados delante de la puerta mientras los demás estudiantes se apresuraban para ir a clase. Muy cerca había un vigilante vestido con un uniforme oscuro, impecable. Miraba hacia otro lado, simulando que no oía lo que decían.
Por la mañana los guardias también la habían seguido hasta el desayuno.
Sylvain echó un vistazo al guardia y tiró de Allie para susurrarle algo al oído.
—Si te llegara a pasar algo… no sé qué haría.
Estaba hermoso a la suave luz de la mañana, era todo ojos azules y piel morena.
—No me va a pasar nada —dijo ella—. Te lo prometo. —Algunas puertas empezaron a cerrarse a su alrededor. El vigilante se situó un poco más cerca de ellos.
Allie sintió los ojos del guardia clavados en ella y se echó para atrás.
—Deberíamos entrar.
Sylvain no replicó.
Tras ocupar los asientos de siempre, se pusieron a cuchichear sobre el personal de seguridad hasta que Jerry Cole hizo acto de presencia y los mandó callar con su amabilidad habitual.
El profesor de Ciencias estaba más despistado que de costumbre. Llevaba los papeles arrugados y desordenados, tenía el pelo tieso sin peinar y las gafas torcidas, como si hubiese llegado al aula a la carrera.
—Hoy vamos a hablar de… —Jerry rebuscó entre sus papeles, como si no tuviera ni idea de cuál iba a ser la lección de aquel día. Al final encontró el papel que estaba buscando y lo sostuvo en el aire con aire triunfal—. La ley de la gravedad de Gauss y… —Volvió a interrumpirse y se puso a buscar otra hoja—. Vaya por Dios, ¿dónde lo habré metido?
La confusión del profesor provocó risitas nerviosas entre los estudiantes. Él sonrió, mirándolos por encima de las gafas.
—Anoche no dormí nada, muchachos —dijo—. Puede que esta sea una de esas clases en las que vosotros me explicáis la teoría de las cuerdas a mí y yo os puntúo según la imaginación que le echéis.
Allie miró de soslayo a Sylvain. Él chico sonreía sin darse cuenta, viendo cómo intentaba arreglárselas Jerry.
Cuando sonreía estaba todavía más guapo. Ella debía corresponder a su amor.
Aquella tarde el grupo se reunió en el césped para comparar notas. Era julio y oscurecía más tarde.
Había un par de vigilantes montando guardia a unos tres metros de distancia.
A aquellas alturas Allie apenas se daba ya cuenta de su presencia. La habían seguido durante todo el día.
Después de quitarse los zapatos y aflojarse las corbatas, se sentaron en círculo sobre el mullido césped.
La excitación que había producido la repentina aparición de Christopher ya se había disipado, y esta vez, para variar, no hablaban de Nathaniel o de Christopher. Se quejaban de la carga de trabajo que tenían.
—Y luego dijo: «Seguro que puedes leer cincuenta páginas para mañana, ¿no?» —contaba Nicole con manifiesta irritación—. Y yo le dije: «Por supuesto. Como esta es la única asignatura que tengo…».
Los demás asintieron con empatía.
—¿Son imaginaciones mías o Zelazny se está volviendo un poco majara? —dijo Allie—. Fijaos en esto. —Con ojos acusadores, sacó la lista de tareas para que todos vieran lo larga que era—. Si él es el espía, parece que quiere matarnos a deberes.
—Todos los profes están un poco pesados —dijo Carter—. Es como si notaran que… pasa… algo.
La voz se le había ido apagando mientras miraba por encima del hombro de Allie. Todos se giraron para ver qué había llamado su atención.
Los guardias que había plantados detrás de ellos echaron a correr hacia el colegio. Hablaban por unos micrófonos que Allie no podía ver.
Empezaron a llegar guardias de todos lados y, tras deliberar en el césped, salieron a la carrera hacia el interior del edificio. Allie oyó a lo lejos el rugido de varios coches que subían a toda velocidad por el camino de entrada.
—¿Pero qué diablos…? —dijo Allie, al tiempo que sus músculos comenzaban a contraerse.
—Oh, oh —musitó Rachel.
Sylvain, Zoe y Carter se pusieron en pie de un brinco. Las demás se apresuraron a imitarlos.
Un vigilante que Allie recordaba haber visto antes en la Night School atravesó a toda prisa el césped en dirección a ellos. Les gritaba algo, pero no entendieron qué les decía hasta que estuvo junto a ellos.
—Todo el mundo adentro. Ahora.
Echaron a correr por el césped sin siquiera pararse a recoger los libros y los zapatos. Allie vio que otros alumnos a su alrededor también salían a toda prisa. Todos fueron en tropel hacia el colegio. Había algunos guardias apostados en las puertas que los urgían a correr más rápido. Nadie gritó. No hubo ninguna escena de pánico. Al fin y al cabo, aquello era Cimmeria. Aunque todos corrieron muy rápido.
La hierba era suave y fría bajo los pies de Allie. Sobre sus cabezas el cielo lucía azul e inocente. En otras circunstancias aquello habría parecido algún tipo de juego.
Pero no lo era.
Allie no sabía adónde iba ni de qué huía, pero estaba alerta y concentrada. Echó la vista atrás en busca de Rachel, y comprobó que Nicole ya estaba junto a ella.
Carter y Sylvain flanqueaban a Allie, caminando a su mismo paso. Delante de ellos, Zoe llegó a las escaleras delanteras y se coló en el edificio.
—¡Vamos, vamos! —gritaban sin cesar los vigilantes de las puertas.
Cuando llegó al hall de entrada, Allie iba tan rápido que los pies le patinaron en suelo de piedra. Recuperó el equilibro sin perder el paso. Al fondo del pasillo, vio que guardias y profesores conducían a los alumnos a la sala común.
Había empezado a seguirlos cuando alguien la llamó. Se dio la vuelta y vio a Raj en el umbral del despacho de Isabelle, llamándola por señas.
Corrió hacia él junto con Carter y Sylvain.
Raj tenía una expresión tensa y fría que Allie recordaba de otras tardes funestas.
—Pasad adentro.
Cuando todos hubieron entrado, Raj cerró la puerta y cruzó la habitación hacia donde se encontraba Isabelle, de pie junto al escritorio. La directora sostenía en la mano un teléfono móvil. Allie reparó en que la mujer iba toda despeinada, como si hubiese llegado corriendo. La vio asentir a lo que Raj le decía y le pareció que las manos le temblaban cuando se presionaba las sienes con los dedos.
El despacho era pequeño y estaba repleto de alumnos y guardias de la Night School. Aun así, había silencio. Nadie hablaba.
Como eran muchas personas en un espacio muy reducido, casi de inmediato el ambiente se hizo caluroso y sofocante. Allie estaba apretujada entre los dos chicos. Veía a Zoe, pero no tenía espacio suficiente para girarse y cerciorarse de que Rachel y Nicole estaban allí. Dio por sentado que las tenía detrás.
—No sé qué estará pasando —susurró Carter—, pero nada bueno.
Allie oyó que Zoe mascullaba:
—No veo nada.
Acto seguido vio cómo la chiquilla se abría paso a codazos hasta el frente, con una violencia que parecía totalmente innecesaria.
—Por favor, mantened la calma —dijo Isabelle.
Se hizo un silencio sepulcral.
—Sucede lo siguiente —prosiguió la directora—: Hemos identificado a la persona que ha estado trabajando para Nathaniel.
Allie contuvo la respiración.
Un murmullo recorrió la sala e Isabelle aguardó a que se desvaneciera para continuar.
—Ahora mismo no puedo daros más detalles de cómo lo hemos conseguido, pero sí os puedo asegurar que las pruebas son irrefutables. Se ha dado a la fuga. Él sabe que lo estamos buscando. Creemos que está escondido en el edificio, o muy cerca. ¿Raj?
Él, pensó Allie, un poco aturdida. No es Eloise.
Raj se inclinó hacia adelante y apoyó las manos en el escritorio.
—Necesitamos que ayudéis al personal de seguridad a peinar el edificio y encontrar al espía. No hay tiempo que perder. Os dividiremos en tres equipos. —La mirada de acero de Raj los recorrió uno a uno, como si le estuviera hablando directamente a cada uno de ellos—. Seguid los protocolos habituales, pero sabed que el individuo que estamos buscando es muy peligroso. Está altamente preparado. Si lo encontráis, no intentéis capturarlo por vuestra cuenta; esperad a los guardias. ¿Ha quedado claro?
Los alumnos asintieron en señal de conformidad.
—La persona que buscáis es Jerry Cole.