20
Tenía que pensar en ello. Tenía que pensar en todo ello. De algún modo todo se correspondía: el espacio, la muerte, el Gorrión, los cadáveres, Céline, Cindy, Bass. Pero no podía conseguir que las piezas del rompecabezas encajaran del todo. Aún no. Me empezaron a latir las sienes. Tenía que salir de allí.
Las paredes de mi oficina no albergaban respuestas. Me estaba atontando, empecé a imaginarme que estaba en la cama con la señora Muerte, con Cindy y con Jeannie Nitro, todas a la vez. Demasiado. Me puse el sombrero y salí por la puerta.
Llegué al hipódromo. Al de Hollywood Park. Los caballos no corrían allí, sino en Oak Tree, pero retransmitían las carreras por unas pantallas y se apostaba como siempre.
Cogí las escaleras mecánicas para subir. El tipo que iba detrás tropezó y me rozó el bolsillo de atrás del pantalón.
—Lo siento —dijo—. Perdone.
Yo siempre llevo la cartera en el bolsillo delantero izquierdo. Uno aprende, uno aprende. Después de cierto tiempo.
Pasé por delante de la zona exclusiva para miembros del Club Hípico. Miré dentro. Nada más que un grupo de viejos, con dinero. ¿Cómo lo conseguirían? ¿Y cuánto se necesitaba? ¿Y qué significaba eso? Todos moríamos sin blanca y la mayoría vivíamos así. Era un juego agotador. Simplemente conseguir ponerse los zapatos por las mañanas era toda una victoria.
Seguí hasta la zona del club de socios corrientes, empujé la puerta y entré. Y allí estaba el cartero, de pie, sorbiendo un café. Me dirigí hacia él.
—¿Quién coño te ha dejado entrar aquí? —le pregunté. Su rostro tenía un aire desencajado. Hinchado.
—Voy a matarte, Belane —me dijo.
—No deberías tomar café —le dije—, eso impide dormir por las noches.
—Te voy a quitar de en medio, Belane, tus días están contados.
—¿Cuál te gusta en la primera? —le pregunté.
—Orejas de Perro.
—Ten —le dije, alargándole un par de pavos—, que tengas suerte.
—Oh, gracias, Belane.
—Olvídalo —le dije. Luego me alejé.
A los hombres siempre les persigue algo que nunca pueden evitar. Sin descanso, siempre.
Me dirigí al bar y pedí un café largo.
—¿Cuál te gusta en la primera, Belane? —me preguntó la camarera.
—Si te lo digo, mis ganancias se reducirán a cero.
—Gracias, imbécil —me contestó.
Volví a coger la propina que había dejado sobre el mostrador y me la metí en el bolsillo. Encontré un sitio cerca de la pantalla, me senté y abrí el Form. Y entonces escuché una voz detrás.
—Esos dos billetes no te librarán, Belane. Estás liquidado. Era el cartero. Me puse de pie y me di la vuelta.
—¡Pues entonces devuélveme los dos jodidos billetes!
—Para nada, hombre.
—¡Te voy a reventar tu jodida saca! —le dije.
Sonrió y vino hacia mí. Sentí el filo de la navaja contra mi barriga. Era sólo la punta, el resto lo tenía cubierto con los dedos.
—Esto tiene 15 centímetros y me encantaría metértelos en ese estúpido barrigón.
—¿Cómo es que hoy no estás trabajando? ¿Quién coño está repartiendo el correo?
—¡Cállate! Estoy intentando decidir si te mato o no.
—Amigo, aquí tengo 10 pavos para que apuestes a Orejas de Perro.
—¿Cuánto?
—20 dólares.
—¿Cuánto?
Sentí la punta de la navaja rasgándome la piel.
—50 dólares.
—Muy bien, coge tu cartera, saca los 50 dólares y métemelos en el bolsillo de delante de la camisa.
Sentí cómo el sudor me resbalaba por detrás de las orejas. Logré sacar la cartera de mi bolsillo delantero izquierdo, saqué los 50 dólares y los metí en su bolsillo delantero. Sentí que se retiraba la punta de la navaja.
—Ahora, siéntate ahí, abre el Form y empieza a leerlo.
Lo hice. Después sentí la punta de la navaja en la nuca.
—Has tenido suerte —me dijo. Luego se fue.
Seguí allí sentado y me acabé el café. Luego me puse de pie y salí. Bajé por las escaleras mecánicas, llegué al aparcamiento, entré en mi coche y me largué de allí. Simplemente hay días que no son tu día. Hice todo el camino hasta Hollywood, aparqué en el primer sitio que vi y entré en un cine. Compré palomitas de maíz y un refresco. Me senté. Ya estaban pasando la película pero yo no miraba. Simplemente masticaba las palomitas y sorbía el refresco. Y me preguntaba si Orejas de Perro habría ganado.