Capítulo 18
Presley estaba emocionada mientras corría hacia su casa desde el estudio. No había tenido demasiados masajes aquella semana. Las citas habían ido disminuyendo desde el día de la inauguración. Pero ya se lo esperaba, porque las personas que no eran verdaderos candidatos solían perder el interés. Los clientes que regresaban le dejaban buenas propinas, de modo que, en general, iba por buen camino. Bill Hunsacker, el propietario de la joyería, acababa de dejarle veinte dólares de más.
Mientras estaba intentando calcular mentalmente cuánto había ganado y decidiendo qué facturas pagaría con ese dinero, metió la llave en la cerradura y se dio cuenta de que la puerta no estaba cerrada.
Whiskey Creek era un lugar seguro, pero Alexa solo tenía catorce años. Presley no quería correr riesgos después de haber vivido en un barrio tan peligroso de Fresno.
—¡Eh! ¿Por qué está cerrada la puerta? —preguntó mientras entraba—. ¿Habéis salido a dar un paseo y os habéis olvidado de cerrar al volver?
La sillita estaba en el porche, donde normalmente la dejaba. Así que no habían salido. La televisión estaba encendida, pero Alexa y Wyatt no estaban en el cuarto de estar, y Alexa no contestó.
—¡Hola! ¡Lex, estoy en casa!
Se oyeron pasos en el pasillo. Presley dejó el bolso de lona sobre la mesita de la entrada, alzó la mirada… y se quedó helada. Aaron estaba en el pasillo, sosteniendo en brazos a su hijo.
—¿No deberías haber llegado hace diez minutos? —le preguntó secamente.
Wyatt tenía los pantalones bajados y el pañal torcido. Aunque Aaron estaba muy gracioso con aquella expresión de agobio tras su primer cambio de canal, Presley no se rio. No podía. El miedo se apoderó de ella, sellándole prácticamente la garganta.
¿Por qué estaba en su casa? ¿Y dónde estaba la cuidadora del niño?
—No he visto tu camioneta.
—Está ahí fuera, y es enorme.
—No estaba en el camino de la entrada.
—La he dejado en la calle de enfrente.
Asintió. Estaba tan concentrada haciendo cálculos que ni siquiera se había fijado.
—¿Dónde está Alexa?
—Su madre ha venido a buscarla hace una hora.
—Porque…
—Porque yo estaba aquí. He pensado que no nos necesitabas a los dos.
El hecho de que hubiera tomado aquella decisión por sí mismo indicaba que tenía buenas razones para preocuparse. Se le llenaron los ojos de lágrimas y pestañeó rápidamente, intentando reprimirlas, pero no pudo evitar que escaparan de sus ojos y cayeran rodando por sus mejillas.
—¿Por qué lloras? —le preguntó él.
A pesar del esfuerzo que estaba haciendo Presley por disimular la culpa y el miedo, aquellas lágrimas reforzaron las sospechas de Aaron. Y las sospechas le hicieron enfadarse todavía más. Y justificablemente.
Presley había descubierto una acusación velada en la voz de Aaron desde la primera vez que le había dirigido la palabra. Sabía por qué estaba allí. El miedo a aquel encuentro, y a sus posibles consecuencias, era sobrecogedor.
—Yo… no lo sé.
—¿De verdad?
—Aaron.
—¡Mamá!
Wyatt le echó los brazos a su madre e intentó ir con ella, pero Aaron no se lo permitió.
—¿Es verdad? —continuaba manteniendo a Wyatt fuera del alcance de su madre—. ¿Wyatt es hijo mío?
En muchas ocasiones, generalmente a última hora de la noche, Presley había imaginado aquel enfrentamiento. Pero jamás había imaginado un escenario que empezaba con ella tan llorosa y sin poder hablar.
Por un breve instante, estuvo a punto de continuar apoyándose en sus mentiras, de intentar mantenerlas, pero era inútil. Siempre había sabido que en cuanto Aaron comenzara a sospechar, el juego se acabaría. Lo único que tendría que hacer él sería pedir una prueba de paternidad. En cuestión de tres o cuatro semanas, el ADN resolvería las dudas.
—Estaba intentando hacerte un favor —su voz se había convertido en un susurro y tenía problemas hasta para respirar.
—¿Un favor? ¿Teniendo un hijo mío y fingiendo que era hijo de algún imbécil de Arizona que, supuestamente, te había utilizado durante un par de horas? ¿Eso era hacerme un favor?
Si Aaron hubiera sabido lo que había soportado Presley en Arizona, lo cerca que había estado de ser engullida por las arenas movedizas de la droga, quizá habría mostrado un mínimo de comprensión.
—No intenté quedarme embarazada a propósito, Aaron. No quería estar en esta situación.
—¿Entonces cómo ocurrió?
—¡No tengo ni idea! Cuando dejó de bajarme el periodo, me sorprendió tanto como a ti ahora. Siempre utilizábamos preservativos, así que, a lo mejor no eres el padre…
Si era capaz de crearle la duda, ¿se marcharía? ¿Por qué no? Él no tenía por qué abrir la caja de Pandora.
—¿Quién más podría ser?
Presley no tenía ningún candidato que ofrecer. Aaron conocía a todas las personas con las que Presley se había relacionado en la zona y si volvía a decir que era alguien de Arizona, no se lo creería. Además, era absurdo esperar que Aaron se conformara con que señalara a alguien sin exigir pruebas, y ella no podía ofrecerle ninguna. Cuando se había enterado de que estaba embarazada, habían pasado unos seis meses desde la última vez que había estado con otro hombre. Llena de pánico y desesperación, se había comportado terriblemente tras enterarse de su embarazo. Cuando analizaba el pasado, se daba cuenta que había sido para demostrar lo indeseable y despreciable que era. Pero eso no cambiaba en nada la paternidad de Wyatt.
—No sé su nombre.
Aaron dio un paso hacia ella.
—¿Y cuándo ocurrió?
—Eso tampoco puedo decírtelo.
Aaron soltó una maldición y se pasó la mano por el pelo.
—¿Entonces estabas embarazada antes de marcharte? ¿No es posible que te quedaras después? —al ver que Presley vacilaba, Aaron arqueó las cejas—. Estoy dispuesto a pedir una prueba de paternidad, así que será mejor que me digas la verdad.
Presley ya se lo había imaginado. Se secó las mejillas.
—En parte, esa es la razón por la que me fui. Pero si te ayuda en algo pensar que podría ser hijo de otro hombre, piénsalo.
—¿Ayudarme? —repitió Aaron—. ¿Cómo se supone que puede ayudarme si no es verdad?
—¡No importa que no sea verdad! Yo he asumido toda la responsabilidad. No te he pedido nunca nada ni pienso hacerlo. Así que, ¡márchate!
—¿Cómo me voy a ir? ¡La cuestión es que me has engañado!
—Sabía que no te haría ninguna gracia enterarte de la noticia —le espetó, suficientemente recuperada por fin como para replicar—. En todo momento, he intentado hacer lo que pensaba que era mejor para todos.
—¿Pensabas que lo mejor para mi hijo era crecer sin su padre? —parecía dolido y eso la sorprendió—. No soy perfecto, Presley, ¿pero de verdad soy tan malo?
—Podría haber abortado y, de hecho, estuve a punto de hacerlo. Si al final hubiera seguido adelante, no estaríamos teniendo esta conversación. Así que, ¿te parece peor el que lo haya mantenido en secreto? ¡Tú no habrías querido tener un hijo aunque te lo hubiera contado!
Wyatt ya había tenido más que suficiente. Comenzó a retorcerse y a protestar para escapar de Aaron.
Aaron le dejó en el suelo, pero cuando Presley se agachó para agarrarlo, Aaron la interceptó.
—No, de ningún modo. Déjale donde está.
—¿Por qué?
Aaron le tendió a Wyatt el bate.
—Porque no quiero que le abraces y me mires como si fuera una especie de ogro. ¡Tengo derecho a estar enfadado, maldita sea!
Wyatt se asomó a través de la pierna de Aaron como si, una vez liberado, no supiera si debería estar enfadado o no. No continuó llorando, pero le temblaba el labio mientras miraba alternativamente a los dos adultos.
—Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadado —reconoció Presley—. ¿Pero qué opción tenía yo? ¿Debería habértelo dejado en la puerta? ¿Cuidarle yo misma pero pedirte que me pasaras una pensión para vestirle y darle de comer a pesar de que había sido yo la que había decidido tenerlo? ¿O debería haberle dado en adopción? Ya te he dicho que estuve a punto de abortar. Fui a una clínica de Arizona, ¿sabes? —se le quebró la voz cuando Wyatt consiguió rodear a Aaron.
Cuando llegó a ella, pareció muy complacido consigo mismo. Pero Presley no se atrevió a levantarle en brazos. Estaba demasiado ocupada luchando contra los intensos sentimientos que Wyatt y Aaron le evocaban.
Aaron la miró durante varios segundos.
—¿Qué te detuvo cuando ibas a abortar?
Aquel había sido el momento más difícil, pero también el punto de retorno, el momento en el que había decidido luchar por una vida mejor. Wyatt había sido su motivación. Y también había ayudado que fuera parte de Aaron, una parte que quería conservar. Pero no tenía motivo para profundizar en ello. Un hombre que nunca había estado enamorado no lo comprendería.
—No pude —respondió—. Y no sabes cuánto me alegro de no haberlo hecho.
Presley no supo si fue aquella declaración o el hecho de que estuviera de nuevo a punto de llorar, pero el caso fue que algo pareció quebrarse en la dura armadura de Aaron. Presley le sintió suavizarse. Tras suspirar, Aaron frunció el ceño y comenzó a andar.
—¡Podrías haberte puesto en contacto conmigo! Podrías habérmelo dicho. ¡Deberíamos haberlo decidido juntos! ¡Yo jamás te habría animado a abortar o a renunciar a él si tú no hubieras querido!
—¿Y qué me hubieras ofrecido? ¿Una paternidad compartida? ¿O me habrías enviado un cheque al mes?
—¡Habría hecho lo que hubiéramos acordado hacer!
Presley negó con la cabeza.
—Enfréntate a ello, Aaron. No estabas preparado para tener un hijo. Podrías haberme ayudado económicamente, pero no te habría hecho ninguna gracia verme llegar con una nueva responsabilidad. Entonces qué, ¿vas a enfadarte conmigo porque no quise cargarte con ese compromiso?
Aaron la miró disgustado.
—¡No tenías una bola de cristal! Deja de hablar como si supieras cómo habría reaccionado.
—No necesitaba una bola de cristal. Sabía lo que sentías por mí, lo cansado que estabas de tener una relación como la nuestra. Así que dejé que continuaras viviendo libremente. Yo quería tener a nuestro hijo aunque tú no quisieras. En ese momento, me pareció lo más justo.
—Ya estás diciendo otra vez que yo no lo habría querido. Pero no me diste oportunidad de decidirlo. ¡Por eso estoy enfadado! Por no hablar de que me has mentido descaradamente. ¡Preferiría no haber sabido la verdad!
Tenía razón, por supuesto. Había sido el miedo, más que ninguna otra cosa, el que la había llevado a hacer lo que había hecho. El miedo a que pudiera intentar asumir el control de la situación. ¿Qué pasaría si reclamaba la custodia del niño? Quizá no en aquel momento, pero sí más adelante. Teniendo en cuenta lo poco que le importaba ella, era una posibilidad muy real.
Se agachó para apartarle a Wyatt el pelo de la frente.
—¿Qué te ha hecho sospechar?
Aaron dio media vuelta en el extremo más alejado de la habitación y hundió las manos en los bolsillos, pero no protestó cuando Presley levantó al niño en brazos.
—La bocazas de la madre de Riley ha estado yéndose de la lengua por todo el pueblo.
—¿La señora Stinson? ¿Pero cómo…?
—Ha ido a la peluquería esta mañana y le ha dicho a todos los que estaban en Shearwood Forest que el niño era mi viva imagen.
¿Sería él capaz de ver el parecido? No había dado ninguna indicación ni en un sentido ni en otro. Demasiado cansada, tanto física como emocionalmente, como para continuar de pie con su hijo en brazos, Presley se sentó en su butaca favorita.
—¿Y con eso ha bastado?
—En cuanto he empezado a preguntarme… —se dejó caer en el sofá—. Sencillamente, lo he sabido.
El fatalismo que reflejaba su voz la hizo esbozar una mueca.
—Lo siento, Aaron.
Como no contestó, Presley comenzó a colocarle a Wyatt el pañal para que pudiera cumplir con su función. Intentar ajustar las tiras le dio algo en lo que pensar que no fuera el abrumador silencio de Aaron. Pero lo único que consiguió fue destrozar el pañal. Podría haber bromeado con Aaron sobre su incapacidad para cambiar adecuadamente a un bebé, pero dudaba de que pudiera sentarle bien en aquel momento. Por lo menos, lo había intentado.
—Y ahora que ya lo sabes, ¿qué piensas hacer?
Aaron alzó la mirada, que hasta entonces tenía clavada en la alfombra.
—¿Dylan estaba al tanto del secreto?
—No, él cree lo mismo que tú.
El recelo volvió a su mirada.
—¿Y Cheyenne?
Presley pensó en el favor que estaba a punto de hacerle Aaron a su hermana y rezó para que su respuesta fuera suficientemente creíble y no le hiciera cambiar de opinión.
—No se lo he dicho a nadie.
Aaron se levantó de un salto.
—¡Y una mierda!
Presley se sintió fatal al no ser capaz de defender mejor los intereses de Cheyenne, pero nada de lo que pudiera decir convencería a Aaron en aquel momento. Cheyenne y ella estaban demasiado unidas.
—Tienes razón. Pero… ella quería decírtelo. Me suplicó que te lo dijera.
—¿Antes o después de pedirme que fuera su donante de semen? ¿A ninguna de las dos le importaba que yo tuviera dos hijos? —se pasó la mano por la cara—. ¡Mierda! Para ser alguien que siempre ha tenido tanto cuidado con los métodos anticonceptivos, ahora resulta que voy dejando hijos por todas partes.
Wyatt comenzó a retorcerse en el regazo de Presley y fue a buscar el bate.
—No vas a tener dos hijos, Aaron —le corrigió—. Dylan y Cheyenne tendrán uno y yo tengo otro, que cuidaré con quienquiera que pueda llegar a casarme.
Aaron entrecerró los ojos y Presley decidió intentar convencerle y sacar la solución que había mantenido en la reserva, pensando que podría llegar aquel día.
—Podrías renunciar a los derechos de paternidad. De esa manera no tendrías ninguna responsabilidad sobre Wyatt. Ninguna.
—¡Oh, qué oferta tan tentadora!
Presley no esperaba aquel sarcasmo.
—Podrás mudarte, trasladarte y vivir la vida tal y como a ti te apetece. Podrás seguir siendo un hombre sin ninguna responsabilidad.
—He entendido lo que me estabas ofreciendo desde el primer momento.
—¿Entonces por qué estás tan enfadado?
—¿Crees que, ahora que sé que soy padre, podría hacer una cosa así?
El pulso de Presley, que se había acelerado en cuanto le había visto, volvió a dispararse. Aunque Aaron estaba un poco más tranquilo, aquello no estaba yendo como ella esperaba.
—¿Por qué no? —le preguntó—. Tú podrás tener tu propia familia más adelante, cuando estés preparado. Con solo una firma, ya no habrá nada que te ate al pasado, no tendrás nada de lo que preocuparte. Nadie podría reclamarte nada.
Se tensó un músculo en la mejilla de Aaron. Estaba luchando contra tantos sentimientos como ella.
—Mientras alguien como Riley cría a mi hijo.
—Quizá. O a lo mejor otro.
Presley tomó una profunda bocanada de aire y se levantó. Tenía que convencerle. Se sentía como si estuviera luchando por su vida y, en cierto modo, lo estaba haciendo. Estaba luchando por su vida tal y como la conocía, una vida en la que tenía la plena custodia y el control de su hijo.
—Tengo el formulario en el dormitorio. Iré a buscarlo.
Aaron no protestó, pero cuando regresó, la recibió con una sonrisa.
—¿Es casualidad que lo tengas en la mano?
Presley lo colocó delante de él y le tendió también un bolígrafo.
—He pensado muchas veces en decírtelo.
—Así que lo tenías todo preparado por si acaso.
—Wyatt lo significa todo para mí —dijo suavemente.
Como Aaron no respondió, ella presionó un poco más.
—Yo me ocuparé de él como es debido, Aaron. Te lo prometo. Tanto si me caso como si no, no tendrás que preocuparte de que vaya a pedirte ninguna clase de apoyo. Ya sabes cuánto estoy trabajando y todo lo que estoy haciendo para cambiar mi vida.
Aaron tiró el bolígrafo sobre el formulario, que dejó sin firmar.
—Sí, ya veo que quieres apartarme de mi hijo Y supongo que es algo que también tengo que agradecerte, ¿verdad?
—¡Era eso lo que tú querías!
Se iba. ¿Por qué? Presley no podía dejarle marchar. Tenía que tener alguna garantía, aunque fuera mínima, de que no iba a amenazar con arrebatarle a Wyatt.
—¿Aaron?
Mientras le seguía hasta la puerta, consiguió mantener las lágrimas a raya, pero le resultaba casi imposible no implorar que la comprendiera, que continuara tranquilamente con su vida como si Wyatt no existiera. Si hubiera sabido que serviría de algo, no habría dudado en recurrir a la súplica.
—¿Qué piensas hacer?
—¡Y yo qué sé!
Una vez en la puerta, se detuvo durante el tiempo suficiente como para mirar a Wyatt. Después, sacudió la cabeza y salió dando un portazo.
—¿Qué te pasa?
Cheyenne había advertido las lágrimas que empañaban su voz. Presley habría preferido hacer aquella llamada cuando se hubiera recuperado, pero no podía permitir que Aaron se presentara ante su hermana por sorpresa. Por lo que ella sabía, en ese mismo momento, debía estar dirigiéndose hacia su casa.
—¿Estás sola?
—No, pero espera un momento.
Presley oyó algo de movimiento y después el sonido de una puerta al cerrarse. Cuando su hermana volvió a hablar, había eco, como si se hubiera encerrado en el cuarto de baño.
—¿Qué ha pasado?
—Lo sabe.
—¿Quién? Desde luego, Dylan no. Parece que está perfectamente…
—¡Aaron!
—¡Lo de Wyatt! —hablaba entre susurros, pero aun así, elevó la voz.
Las lágrimas rodaban por las mejillas de Presley.
—Sí.
—¡No! ¿Y cómo se ha enterado? No se lo habrás dicho tú…
—Lo ha adivinado. Estaba esperándome en casa cuando he vuelto del trabajo.
Se produjo un silencio. Un silencio que se alargó durante varios segundos. Después, Cheyenne preguntó:
—¿Estás bien?
—Estoy destrozada.
—Y puedo comprender por qué. ¿Cómo se ha tomado la noticia?
—Más o menos como me esperaba —se sonó la nariz y se secó los ojos—. Está enfadado. Se siente engañado y traicionado por las dos.
Cheyenne dejó escapar un pequeño grito de alarma.
—¿Le has dicho que yo sabía lo de Wyatt?
—Le he dicho que no lo sabías, pero no se lo ha creído. Lo siento.
Cheyenne gimió.
—Sabía que esto no iba a salir bien. ¡Ahora Dylan se enterará de que he estado mintiéndole sobre Wyatt!
—Piensas mentirle sobre algo mucho más importante.
—Eso es por su propio bien. Esto no es igual. Es algo que he hecho por ti. Te he dado prioridad por encima de él.
Presley se derrumbó en el sofá. Wyatt estaba en el suelo jugando con sus bloques de construcción, pero también él notaba que pasaba algo. Se acercó a su madre para darle una palmadita en la pierna antes de volver a alejarse de ella.
—Ha sido un error volver a Whiskey Creek —se lamentó Presley—. Debería haber esperado. Pero no imaginé que pudiera suponer ninguna diferencia. Durante los dos años que estuve fuera, Aaron nunca intentó ponerse en contacto conmigo.
—En realidad… —Cheyenne se aclaró la garganta.
—¿Qué?
—Preguntó por ti… varias veces.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Por qué debería habértelo dicho? Lo estabas haciendo muy bien. No quería que minara tu resolución. Y podría haberlo intentado con más tesón. Si de verdad hubiera querido, te habría localizado.
Dolida por el hecho de que Cheyenne le hubiera ocultado aquella información, Presley se incorporó en el sofá. Aaron la había dejado escapar de su vida sin hacer nada para retenerla, y ese era un dolor al que había tenido que enfrentarse. Pero Presley habría apostado por continuar la relación si hubiera sabido que había mostrado algún interés en ella. A lo mejor, Cheyenne le había hecho un favor. Aaron la quería. Él mismo se lo había dicho. Pero nunca la había querido lo suficiente.
—En cualquier caso, pensé que se sentiría aliviado al haberse deshecho de mí, que jamás prestaría ninguna atención al hecho de que haya vuelto. Jamás se me habría ocurrido pensar que intentaría luchar por… por nuestra amistad.
—No pretendo ser brusca, Presley, pero creo que está aburrido de las mujeres con las que ha estado saliendo. Noelle no es precisamente una compañía agradable. Y tú has estado intentando alejarle de tu vida, así que te has convertido en un nuevo desafío para él.
Presley dejó caer la cabeza entre las manos. Ella misma se lo había dicho antes, pero…
—Eso no es muy halagador para ninguno de los dos. A él le hace parecer una persona superficial y a mí una loca enamorada.
Cheyenne no respondió inmediatamente.
—No debería haber dicho eso. Pero es que no quiero que vuelvan a hacerte daño.
Tampoco Presley quería que le hicieran daño. Apenas había sido capaz de salir del oscuro laberinto de los dos años anteriores y, definitivamente, no quería volver a emprender aquel viaje.
—Gracias, creo.
No creía que Cheyenne pudiera comprender realmente lo que sentía cuando estaba en los brazos de Aaron. Se sentía como si a Aaron le importara mucho más de lo que realmente lo hacía. ¿Pero qué sentido tenía insistir en que no era solamente un desafío para Aaron? Tenía que aceptar el hecho de que nunca iban a estar juntos.
Cheyenne desvió rápidamente la conversación hacia un territorio seguro.
—Todavía no entiendo cómo ha podido imaginarse lo de Wyatt.
—Lo único que ha hecho falta ha sido alguien que señalara el parecido —dijo—. Inmediatamente, ha saltado la liebre y, de repente, algo que jamás había pensado ni se había cuestionado le ha parecido obvio. He intentado convencerle de que estaba equivocado, pero le habría resultado muy fácil demostrar la verdad.
—¿Estaba dispuesto a pedir una prueba de paternidad?
—Eso es lo que ha dicho.
—No iría tan lejos a no ser que realmente quisiera saberlo.
—Aparentemente, está dispuesto a ello. Aaron puede tener muchos defectos, pero no tiene miedo a los desafíos.
—¿Eso significa que está dispuesto a formar parte de la vida de Wyatt?
—Supongo que sí. Le di la oportunidad de renunciar a los derechos de paternidad. Le dije que si firmaba, Wyatt y yo jamás volveríamos a molestarle.
—¿Y?
—No quiso firmar.
Presley esperó a que su hermana digiriera aquella información.
—¿Entonces cómo ha quedado la situación? —preguntó al cabo de unos segundos.
—Podemos decir que todo está en el aire.
—Espera un momento.
Por la inflexión que se produjo en la voz de su hermana, Presley comprendió que había ocurrido algo.
—¿Qué pasa?
—Está… Aaron está aquí —las siguientes palabras apenas fueron un susurro—. No le dirá nada a Dylan de la inseminación artificial, ¿verdad? ¿No intentará vengarse de esa manera?
—Aaron no es tan retorcido como para hacer algo así solo por venganza. Pero, incluso en el caso de que lo hiciera, todavía no te has inseminado, así que no creo que Dylan pudiera enfadarse mucho.
—Pero podría decirle a Dylan que no estoy embarazada.
Presley se levantó de un salto.
—¿Dylan cree que estás embarazada?
—Por eso he estado intentando hablar contigo —suspiró—. Pero ahora eso no importa. Tengo que colgar.
No hubo oportunidad de decir nada más. Su hermana ya había colgado el teléfono.