Capítulo Dos

El aterrizaje se realizó sin contratiempos y cuando el avión paró, Madison dejó escapar un suspiro de alivio. Se desabrochó el cinturón y esperó a que los otros pasajeros fueran saliendo de sus asientos.

-¿Quieres que te ayude con algo?

Se volvió y se encontró con la mirada oscura de Stone. Su voz era tenue y seductora y le recordó a la del cantante Barry White. El ritmo de su corazón se aceleró.

-No, me las puedo arreglar sola; pero gracias de todas formas. Si no te importa, voy a esperar hasta que el avión se vacíe. Si necesitas sacar algo del compartimento, me puedo apartar.

-No, yo tampoco tengo prisa. Mi primo no suele ser muy puntual -dijo él con una sonrisa.

Su sonrisa era tan sensual que la hacía sentir mariposas en el estómago, pensó Madison mientras miraba alrededor para ver cuánta gente faltaba por bajar. Lo mejor que podía hacer, era alejarse de Stone Westmoreland lo antes posible. Aquel hombre tenía la habilidad de confundirla y para encontrar a su madre necesitaba tener la mente bien lúcida.

-¿Vienen a buscarte del Silver Arrow?

Ella asintió.

-¡Qué pena! -dijo él con total sinceridad-. Iba a ofrecerme para llevarte. Seguro que a Durango no le importaba parar en el camino.

-¿Quién es Durango?

-Es mi primo. Trabaja de guarda forestal en el Parque Nacional de Yellowstone.

Ella abrió los ojos de par en par.

-¿Un guarda forestal? Entonces, tal vez conozca al hombre con el que se fue mi madre -dijo ella, entusiasmada.

«Quizá lo conozca mejor de lo que tú crees», pensó decir Stone, pero no abrió la boca. Aunque el hombre que ella había descrito se parecía horrores a su tío, a Stone le costaba creer que se hubiera llevado una mujer a su montaña. Él siempre se había negado a que ninguna mujer pisara sus tierras. Stone no sabía la verdadera historia de por qué había tomado aquella decisión; pero, el caso era que la había tomado.

-Sí, existe esa posibilidad -dijo, por fin.

-Entonces, si no te importa, me gustaría preguntarle.

-No, no me importa -dijo él con la esperanza de poder hablar él primero con su primo.

-Ya podemos salir.

Las palabras de Madison atrajeron su atención. La observó mientras se ponía de pie y salía al pasillo. La vio sacar su bolso del compartimento y reconoció inmediatamente el diseño distintivo de Louis Vuitton. Sonrió al recordar que a su hermana le había regalado un monedero de esa marca el día de su graduación. Le había sorprendido enormemente el precio, pero al ver lo contenta que se ponía, había pensado que había merecido la pena. Según Delaney, se podía ver lo elegante y distinguida que era una mujer por su monedero. Si aquello era cierto, Madison Winters debía ser una mujer muy distinguidas porque llevaba todo un bolso.

Se puso de pie y la siguió por el pasillo.

Madison miró hacia delante y, consciente de la presencia de Stone a sus espaldas, sintió que el pasillo tenía varios kilómetros de longitud. Al llegar al final, tuvo que parar bruscamente al encontrarse con el grupo de personas que caminaban delante de ellos. Stone la sujetó por la cintura para que no perdiera el equilibrio.

Ella se volvió y lo miró por encima del hombro.

-Gracias.

-Es un placer.

Ella sonrió pensando que el placer también era suyo. Podía sentir su pecho duro y sólido contra su espalda y su fortaleza era evidente. Era un hombre alto. No se había dado cuenta de lo alto que era hasta que se puso de pie. Era mucho más alto que ella y para mirarlo a los ojos tenía que levantar la cara. Su mirada cortaba la respiración.

Aunque no llevaba ninguna alianza, estaba segura de que tenía que estar comprometido. Era imposible que un hombre como él estuviera todavía libre.

Le había dicho que su primo Durango pasaría a recogerlo. ¿Habría una mujer esperándolo también?

Al salir del avión, caminaron juntos a recoger las maletas.

-¿Cuánto tiempo vas a quedarte en Montana? -preguntó él.

Ella lo miró a los ojos e intentó ignorar el roce de sus pezones endurecidos contra su blusa.

-Me quedaré hasta que encuentre a mi madre y hable con ella. Espero que no me lleve mucho tiempo. Según el dueño del Silver Arrow, la cabaña donde está mi madre no está muy lejos, pero, como está en las montañas, es de difícil acceso. Va a conseguirme un guía que me lleve. Iremos en coche hasta donde sea posible; después, tendré que seguir a caballo.

El levantó una ceja.

-¿Sabes montar?

Ella sonrió.

-Sí. De pequeña tomé clases. Seguro que subir una montaña es mucho más difícil que pasear con una yegua bien entrenada; pero creo que podré hacerlo.

Stone no estaba tan seguro. Parecía demasiado refinada y delicada.

-¿Hay algo que no entiendo? ¿Cómo llegaría hasta allí mi madre si no sabe montar?

-Probablemente, alguien la llevó detrás, en la grupa del caballo.

Stone no pudo evitar imaginarse a Madison detrás de él en el caballo, pegada contra su cuerpo.

Tuvo que menear la cabeza para alejar aquellos pensamientos. Había ido a Montana para escribir un libro, no para empezar una relación con nadie. De ningún tipo. Aunque, tenía que admitir, que Madison era realmente tentadora.

Cuando salieron a la zona de llegadas, a Stone no le sorprendió no ver a Durango.

-Gracias por hacer que el vuelo fuera más agradable. Gracias a ti me olvidé de que estaba en un avión.

Él decidió no decir lo mismo, pues, por culpa de ella se había dado cuenta del tiempo que llevaba sin tener a una mujer.

-¿Ves a la persona que ha venido a buscarte? -le preguntó, mirando alrededor.

-No. Voy a llamarlos. Allí hay un teléfono.

Stone la vio dirigirse hacia el teléfono. Madison llevaba un traje pantalón que le sentaba de maravilla. Con aquel atuendo, estaba totalmente fuera de lugar en un sitio como Bozeman, Montana. Iba vestida como una ejecutiva en un lugar donde las mujeres llevaban vaqueros. Le encantó el movimiento de sus caderas y cómo su melena le acariciaba los hombros con cada paso.

-No se te puede dejar solo ni un minuto sin que estés persiguiendo a alguna mujer. Aunque ésta tenga un letrero que diga que es una chica de ciudad.

Stone se giró para mirar al hombre que había aparecido a su lado: su primo Durango.

-Hemos viajado juntos desde Atlanta. Es maja.

 Durango sonrió mostrando una dentadura perfecta.

-Todas las mujeres son majas.

Stone meneó la cabeza. Todos en la familia sabían que Durango era un conquistador aunque, al igual que su tío Corey y que él mismo, no tenía la más mínima intención de sentar la cabeza.

Y hablan do de Corey...

-¿Cuándo fue la última vez que viste al tío Corey?

La sonrisa desapareció de la cara de su primo.

-Qué casualidad que me preguntes por él -dijo Durango con el ceño fruncido-. Llevo una semana sin verlo y sé que tiene a una mujer en la cabaña.

Aquello no era lo que Stone quería oír.

-¿Estás seguro?

-Completamente. Yo mismo la vi. Es una mujer atractiva. Debe tener unos cuarenta y tantos y tiene acento del norte. Llevan en la cabaña una semana y Corey no contesta al teléfono. Me preguntó qué habrá hecho esa mujer para lograr esos privilegios.

Stone se apoyó en la pared.

-¿Estás seguro de que no es nadie que conozcas?

-Seguro. Sólo sé que se llama Abby y no es nadie de nuestro entorno.

En aquel momento, Stone vio a Madison al lado de ellos. Por la expresión de su rostro, estaba claro que había oído lo que Durango había dicho.

Durango vio que su primo estaba mirando hacia atrás y se giró. Cuando vio la cara de la mujer a la que su primo había seguido con la mirada hacía un momento, no pudo evitar una sonrisa. No le extrañaba nada que se hubiera quedado prendado; era una preciosidad.

Qué pena que su primo la hubiera visto primero.

Durango se presentó él solo al ver que su primo había perdido la voz. Algo en la cara de la mujer le hizo detenerse. Durango conocía bastante bien a las mujeres y ésta parecía enfadada por algo. Sus palabras hicieron que se quedara de piedra.

-Me imagino que la mujer de la que estáis hablando es mi madre.

Estaba claro que los dos hombres eran parientes, pensó Madison. Los dos eran altos, extremadamente guapos y con muy buen tipo. Además, eran bastante parecidos. Tenían el mismo pelo, el mismo tono de piel, los mismos ojos oscuros e intensos y unas bocas bien perfiladas y generosas.

Y a los dos los vaqueros les sentaban como a nadie.

Madison pensó que si hubiera conocido al otro hombre antes, probablemente, habría sentido la misma atracción. Aunque, tuvo que admitir, que en la mirada de Stone había una caballerosidad y una ternura que el otro no poseía.

Enseguida, se dio cuenta de que lo que había dicho le había pillado al hombre por sorpresa; pero Stone no parecía muy sorprendido. Si ya sabía la identidad del hombre por qué no le habría dicho nada.

Stone leyó la pregunta en su mirada.

-No lo sabía, Madison, al menos, no estaba completamente seguro -dijo con tranquilidad-. Aunque pensé que había una posibilidad de que fuera mi tío, no quise preocuparte aún más con mis especulaciones.

Madison dejó escapar un suspiro.

-De acuerdo. ¿Qué hacemos ahora?

Durango levantó una ceja.

-¿Qué vamos a hacer? Ya bajarán cuando ellos quieran.

A Stone se le escapó una sonrisa al ver la mirada de enfado que Madison le dedicaba a su primo.

-Disculpa a mi primo, Madison. En cuanto se pare a pensar, entenderá tu preocupación por tu madre. Aunque nosotros sabemos que nuestro tío nunca le haría ningún daño, entendemos tu deseo de verlo por tus propios ojos.

Stone se dio cuenta de la sonrisa que afloró a los labios de Durango. Se conocían muy bien y Durango entendió a la perfección que su primo quería que se disculpara.

-Siento haberte molestado, Madison -dijo, ofreciéndole la mano a la chica-. No pensé que estuvieras preocupada por tu madre. Ya que ése es el caso, haremos lo que sea para ayudarte.

Stone dejó escapar un suspiro. Nadie, pensó, podía pasar de ser un fastidio a ser un encanto con tanta rapidez y tanta naturalidad como su primo.

Al comprobar que la mirada de Madison se endulzaba, sonrió. Aunque aquella mirada no iba dirigida a él, no pudo evitar que una corriente eléctrica le recorriera todo el cuerpo.

-Ahora que ya está todo aclarado -decidió intervenir-. ¿Qué os parece si vamos a algún sitio a charlar? Durango, ¿has dicho que conociste a la madre de Madison?

-Sí, cuando Corey paró en el almacén para hacer algunas compras. Incluso tuve ocasión de hablar con ella. Me dio la impresión de que era una señora con mucha clase.

Madison asintió. Apreciaba el comentario de Durango, aunque la actitud de su madre fuera tan poco usual.

-Me gustaría que habláramos, pero, primero, si no os importa, quiero ir al Silver Arrow a dejar el equipaje y a refrescarme.

Durango miró a Stone y Stone descifró el mensaje de sus ojos. Parecía que había ciertas cosas sobre su madre y el tío Corey sobre las que era mejor no discutir. Durango vio que su primo había comprendido y se volvió a mirar a Madison.

-Por supuesto. ¿Va a venir a buscarte alguien o quieres que te llevemos?

-No me gustaría causaros ninguna molestia.

 Durango volvió a sonreír.

-No es ninguna molestia; el Silver Arrow está de camino a mi rancho.

Ella sonrió agradecida.

-Muchas gracias; acepto la oferta. El hombre que me contestó al teléfono me dijo que la persona que suele venir a recoger a los invitados estaba enfermo y que estaba intentando encontrar a alguien que lo sustituyera.

Durango asintió y se ofreció para llevarle el equipaje.

Madison ocupó el asiento trasero. Aunque no estaba en Montana por gusto, no pudo evitar admirar la belleza de aquel día de finales de junio. Estaban rodeados por las Montañas Rocosas y los campos estaban llenos de flores silvestres. En muchas ocasiones había oído hablar de la belleza del paisaje de Montana y ahora lo estaba comprobando por sí misma.

Stone vio la admiración reflejada en la cara de la chica.

-¿Cuánto tiempo vas a quedarte después de hablar con tu madre, Madison? -le preguntó por encima del hombro.

Ella dejó de mirar por la ventana y lo miró a él.

-Tenía intenciones de marcharme enseguida; pero, este lugar es precioso -dijo volviéndose a mirar por la ventana-. Ya han acabado las clases y quizá me quede un tiempo. Normalmente, doy clases de música en verano; pero, esta vez puedo hacer una excepción. La verdad es que no me gustaría irme de aquí sin ver el parque de Yellowstone.

Stone no pudo evitar una sonrisa de felicidad.

-Bueno, si decides quedarte, me gustaría enseñarte esto. Cuando era pequeño solía venir con frecuencia a visitar al tío Corey y conozco la zona bastante bien.

Madison le devolvió la sonrisa.

-Gracias. Quizá acepte. ¿Cómo es tu tío Corey?

Stone miró a Durango y vio la sonrisa de sus labios. El rumor de que el tío Corey podía hacer que la primera Dama dejara de ser una dama era algo que Madison no tenía por qué saber.

Stone no sabía qué decirle; el hecho de que su madre estuviera en la montaña de su tío tampoco tenía mucho sentido para él. Estaba deseando poder hablar a solas con Durango para conocer toda la historia.

-Desde que yo lo conozco, o sea, toda mi vida, siempre ha sido un solitario. No sólo decidió no casarse, sino que, además, nunca ha llevado a ninguna mujer que no fuera de la familia a su montaña. Me imagino que hay veces en las que las cosas no siguen ninguna lógica, Madison. Y éste parece ser uno de esos casos. Igual que tu madre está actuando de manera inusual, lo mismo pasa con mi tío.

Un pensamiento cruzó por la mente de Stone.

-¿Crees que pueden conocerse?

-Eso lo explicaría todo. Pero si tu tío nunca ha ido a Boston me parece bastante difícil. Mi madre y mi padre estuvieron juntos desde el instituto y se casaron en cuanto acabaron la universidad. Yo nací dos años más tarde -decidió no decir nada sobre la infelicidad de sus padres; aunque ellos se habían esforzado en demostrar lo contrario.

-Entonces, podría haber otra razón para su locura -dijo Stone con suavidad.

-¿Y qué razón es ésa?

-Atracción a primera vista.

Madison abrió los labios para negarlo, pero se contuvo. Ella la había sentido por Stone, así que, negarlo no sería muy honesto.

Al rato dijo:

-Seguro que eso es posible, ¿pero crees que puede haber algo tan poderoso que haga que dos personas maduras actúen de manera tan impulsiva e irracional?

Stone no pudo evitar una sonrisa. Parecía que  Madison no estaba acostumbrada a que la gente actuara de forma impulsiva. Pensó en sus hermanos; si ella conociera a su familia...

-Créeme, Madison, esas cosas pasan. Un día le hablaría de sus hermanos. Dare siempre había sido contrario al matrimonio y su boda los pilló a todos por sorpresa. Aunque, tenía un motivo bastante fuerte: Shelly era el amor de su vida. Cuando volvió al pueblo diez años después de su marcha, y con un hijo del que Dare no sabía nada, era comprensible que volvieran a estar juntos y formaran un hogar para su hijo.

Sin embargo, para el matrimonio de Thorn no había explicación. Era el último Westmoreland que nadie se hubiera imaginado casado y era el primer ejemplo de lo que la atracción a primera vista podía hacer si uno no tenía cuidado.

-Bueno, no creo que nada así pueda pasarle a mi madre. ¿Tiene tu tío teléfono para avisarla de que estoy aquí?

Durango, que había estado callado todo el viaje, acabó su silencio con una carcajada.

-Llevo toda la semana intentando localizarlo para recordarle que llegaba Stone, pero no contesta.

-¿Cómo? ¿Y si les ha pasado algo? -preguntó ella alarmada—. ¿Y si...?

-¿Y si no quieren que nadie los moleste? -sugirió Stone.

Ella lo miró a los ojos y él, por su expresión, dedujo que en su mente se estaban barajando numerosas posibilidades; pero las rechazaba al instante.

En algún momento, tendría que admitir que su madre había decidido prolongar sus vacaciones porque quería y no porque nadie la hubiera obligado. Y lo mismo se podía aplicar a sus motivos para estar en la montaña. Tarde o temprano, Madison tendría que admitirlo.

No le respondió. En lugar de eso, se puso a mirar el paisaje.

Stone tomó aliento y se giró hacia delante. Al menos, le había hecho pensar y, tal vez, eso fuera lo mejor por el momento.