CAPITULO XIV
LO llamaban Hotel de
Reposo, pero en realidad era un centro psiquiátrico dependiente del
Consejo Espacial.
El día que le dieron el alta, Lorigan salió
al encuentro de Chris sintiéndose viejo de mil años.
La muchacha le rodeó el cuello con los
brazos y ahogando sus ganas de llorar estrujó su boca contra la de
él casi con furor.
—¿Cómo te sientes, Dex? —susurró.
—Bien... Nunca estuve loco, que yo
sepa.
—Nadie dijo que lo estuvieras, pero
necesitabas una cura de relajación.
—Quiero caminar, Chris. Demos un paseo hasta
el hotel.
Echaron a andar enlazados por la cintura.
Poco a poco Lorigan fue sintiéndose como un hombre nuevo. El
contacto de la piel de la muchacha, su aroma, su proximidad. La
visión relajante del mar en calma y de las palmeras mecidas por la
brisa...
—¿Qué sabes de los heridos? —preguntó de
pronta
—Han abandonado el hospital. Ninguno era
grava Algunas fracturas, contusiones...
La miró, llenándose de su imagen
adorable.
—No creí en ningún momento que pudiéramos
librarnos de la explosión del cobalto. Habíamos perdido tanto
tiempo...
—No pienses en eso.
—No importa, puedo soportarlo.
—Pues entonces, piensa que sólo a tu pericia
y determinación nos salvamos todos... y salvaste a la nave.
Realizaste la maniobra precisa, y cuando el maldito asteroide
reventó en millones de fragmentos, desintegrado materialmente por
las bombas de cobalto, el Ormon recibió la
onda expansiva en la popa... Si nos hubiera pillado de costado
hubiera partido la nave por la mitad. No hubo un solo muerto, sólo
algunos heridos,
—Sí hubo un muerto.
—El pobre Cogan —dijo ella con voz
ahogada.
—¿Registraste todo?
—Sí, Dex, todo. Sintiéndome morir a cada
grito de Cogan, pero lo registré todo. Y cuando le... cuando le
dijiste que utilizara la granada...
Su voz se cortó. Ninguno de los dos dijo
nada y siguieron caminando despacio, viendo el mar, el sol, la
arena de la playa y la gente que retozaba en ella libres de temores
y peligros.
Be pronto, Chris dijo:
—Aún no han clasificado el metal, pero al
parecer es semejante al tungsteno, aunque mucho más denso.
—Ya no importa eso ahora. Fuera lo que fuere
ya no existe.
—Creen que era un fragmento de un planeta
volcánico que estalló hace miles de años.
—¿Y las plantas?
Tras un silencio ella susurró:
—Carnívoras.
—¡Maldita sea, eso ya lo sé! Vi lo que...
Eran carnívoras, pero tenían cerebro. ¿Cómo explican eso?
—No pueden explicarlo. De todos modos tienen
la teoría de que estaban provistas de alguna sustancia semejante a
la clorofila, de modo que eran también autógrafas, lo que les
permitía vivir aunque no se alimentasen de... de...
—De cuerpos vivos, no te importen las
palabras.
—Ellos te lo explicarán mejor que yo.
Terminaron el estudio de aquel pedazo de zarcillo, o como se llame.
Era un organismo vivo, con sistema nervioso primario... y la
facultad de reproducirse mediante una suerte de semilla que
albergaba en su extremo.
—¿Cómo saben eso?
Chris se detuvo y le miró a los ojos. El sol
creaba una aureola dorada en torno a sus cabellos,
—Porque —dijo con voz contenida—, han
sembrado la semilla y se proponen cultivarla para su estudio.
Lorigan sintió que la tierra oscilaba bajo
sus pies.
—¡Pero no es una planta! —jadeó—, ¡Es un ser
maligno, inteligente y destructivo...!
Ella no dijo nada. Siguió mirándole y
después, con algo semejante a un quejido, Lorigan se abrazó a ella
desesperadamente y se quedaron inmóviles, apretados uno contra
otro, notando el viento helado de la angustia y el temor azotarles
como un látigo.
La semilla, entretanto, germinaba...