CAPITULO V
DURANTE los más de
dos días que invirtieron en terminar las reparaciones de las
toberas direccionales, los sensibles instrumentos del Ormon no cesaron de escudriñar el espacio, tanto en
un intento de localizar nuevamente al mundo errante, como para
prevenir cualquier sorpresa.
Pero no ocurrió nada en absoluto. Toda la
tripulación celebró el término de los trabajos de reparación, pero
todos ellos sentían la herida de la frustración al no haber podido
destruir aquella terrible amenaza del espacio,
Lorigan había ordenado enviar un detallado
informe a la base terrestre, describiendo y transmitiendo las
imágenes del asteroide, para que fueran distribuidas entre todas
las naves que cruzaban el espacio, de modo que cualquiera de ellas
que se tropezase con el terrible peligro pudiera destruirlo sin
darle la menor oportunidad de atacar.
Justo cuando habían terminado las pruebas de
vuelo, para comprobar el buen tu funcionamiento de las toberas
direccionales, Le llegó la sorprendente orden de emprender el
regreso a la base.
Chris exclamó, excitada.
—¡Y no se trata de la una de Júpiter! Nada
de un período de descanso Dex ¡Volvemos a la Tierra!
Lorigan estaba intrigado
—No lo entiendo — Teníamos un año de
estancia en el espacio todavía.
Cogan suspiró:
—Si quieres que te diga lo que siento. Dex,
me alegro infinito de volver. Dentro de un año, en casa...
—¿Ya has calculado incluso el tiempo?
—Tú verás... a menos que el Ormon haya perdido potencia, no creo que tardemos
mucho más.
Lorigan sonrió a su pesar.
—La velocidad de crucero es de cien mil
kilómetros hora si todo va bien, No es difícil realizar los
cálculos.
Chris le miró. Ella también se alegraba del
regreso.
Cogan añadió:
—Empiezo a pensar que me hago viejo para
estos trotes. Tai vez me dedique a escribir un libro sobre mis
experiencias en el espacio, incluyendo esta última aventura será un
éxito, me haré rico y podré vivir como siempre he deseado... Le
tengo echado el ojo a una pequeña caleta, en la costa de California
que...
—Deja de soñar. Vamos a ponemos en marcha.
Aún tengo la esperanza de me nos tropecemos otra vez con ese
maldito pedazo de hierro...
Cada uno se dirigió a su puesto. Apenas unos
minutos después, la colosal astronave emprendía el largo viaje de
vuelta a la Tierra.
Atrás dejaban una terrible experiencia y
tres de sus tripulantes. Para Lorigan, esas tres vidas perdidas
eran un tributo excesivo.
* * *
Dos semanas después Chris realizaba una
comprobación de las comunicaciones cuando sucedió aquello.
Un extraño murmullo surgió del altavoz.
Primero creyó que se trataba de ruidos estáticos, o del crepitar de
una avería en algunos de los millares de contactos de la madeja de
cables que unían los casi perfectos circuitos. Incluso dio un
alarmado vistazo al detector de averías. No estaba encendido, así
que todo funcionaba a la perfección.
No obstante, el murmullo se repitió. La
muchacha arrugó el ceño. No podía tratarse de una comunicación de
la base, no llegaban por esa longitud de onda.
Entonces creyó entender una palabra y casi
saltó del asiento.
—Soy... soy...
Frenética, conectó las computadoras y el
sofisticado y diminuto cerebro electrónico capaz de rastrear
cualquier señal sonora.
—Es una voz humana —jadeó entre dientes,
mientras pulsaba una y otra vez el botón de llamada.
Una vez más, la voz apenas audible,
repitió:
—Soy...
Lorigan llegó disparado.
—¿Qué pasa, Chris? Cualquiera diría que hay
fuego a bordo...
—¡Escucha!
—¿Qué?
—Espera...
El leve zumbido del altavoz permaneció
inalterable durante casi un minuto. Luego, débil, surgió la voz,
aunque esta vez fue imposible entenderla.
El exclamó:
—¿Qué diablos es eso?
—No lo sé. Antes dijo tres veces Soy... Nada más. Pero es la voz de un hombre sin la
menor duda.
—¿Y de dónde procede?
—No lo sé, la estoy registrando y tendremos
su posición en irnos segundos más.
—Quizá estamos interfiriendo la comunicación
de otra nave.
—No parecía el mensaje de ninguna
nave.
Chris conectó la pantalla del cerebro
electrónico. Comenzaron a desfilar cifras y datos por la verde
superficie y una cinta magnética salió por una hendidura, con una
copia de todo ello.
—Cogan descifrará su posición
—murmuro.
Lorigan abrió la boca para decir algo, sólo
que no llegó a pronunciar una palabra, porque del altavoz, esta vez
clara, brotó la voz y dijo:
—Soy... Nolan... ¿Nadie me oye?
Nolan...
Chris dio un grito. Lorigan se estremeció de
pies a cabeza.
—¡Nolan! —jadeó—. ¡Por el cielo,
Nolan!
Arrancó la cinta de un tirón y se lanzó en
busca de Cogan.
Dos minutos más tarde éste señalaba en una
carta de vuelo la posición casi exacta de donde procedía la
voz.
—Doscientas ochenta mil millas en dirección
nueve punto seis —rezongó Lorigan, perplejo—. ¿Entiendes tú algo de
esto?
—Nada, pero no puedo creer que Nolan esté
vivo,
Dexter rechinó los dientes.
—Si lo está, ha sentenciado a muerte a
quienes le cazaron.
Conectó la comunicación general de la nave y
ordenó:
—¡Cámara de vuelo, rumbo nueve punto seis!
Repito, nueve punto seis. ¡Motores, aumenten la velocidad a
doscientas! Repito, doscientas mil millas. ¡Todos a sus puestos de
combate!
Chris apareció en la pantalla. Estaba
lívida.
—¡La he registrado otra vez, Dex! —dijo—,
¡Es la voz de Nolan!
—Sigue manteniéndola localizada... vamos
para allá.
Cogan le miró, muy pálido,
—¡Entonces están vivos! —exclamó.
—Por lo menos, Nolan si Lo que no comprendo
es cómo puede comunicarse con nosotros a esa distancia. La radio de
su casco era de alcance muy limitado..., pero si le han obligado a
llevamos a una trampa esta vez tendrán una sorpresa. Comprueba
constantemente que las indicaciones que llegan no cambian de
posición.
Regresó a su cámara de mando y llamó al
primer ingeniero. Le dio instrucciones de disponer la coraza
magnética para activarla cuando diera la orden. Tras esto comprobó
una por una las distintas unidades, asegurándose de que estaban
preparadas para el combate.
La inmensa astronave se zambulló en el vacío
semejante a un relámpago. A intervalos regulares, Lorigan recibía
las comunicaciones dándole cuenta de los dispositivos que entraban
en acción preparándose cada uno para su cometido específico.
Cuando Chris apareció de nuevo en la pequeña
pantalla se alegró de verla. Era como un bálsamo para su
excitación.
—La voz de Nolan ha desaparecido, Dex. No se
oye nada y los registros están inertes.
—¿Dónde estaba cuando la captaste la última
vez?
—En la misma posición que al
principio.
—Está bien, continúa a la escucha. Estaremos
allí en menos de una hora.
Se echó atrás y durante unos minutos
comprobó el rumbo en la carta de navegación luminosa y cambiante
del mamparo. No se desviaban mucho de su ruta de vuelta a la
Tierra, apenas un grado pero se dijo que incluso si hubiera debido
volver atrás para cazar y destruir aquel mortal peligro lo habría
hecho.
Media hora más tarde estableció comunicación
con Cogan.
—¿Lo tienes? —preguntó.
—No, Dex.
—Debe estar a una distancia óptima para
localizarlo. Compruébalo de nuevo.
—Es inútil, no hay nada en esa
posición.
—¿Estás seguro?
—Por completo. Quizá se desplaza y ha
variado de dirección, pero si es así están jugando con nosotros.
Estoy escudriñando en un arco a nuestro alrededor, hasta cien mil
millas. Ese asteroide no está en ninguna parte, o neutraliza
nuestras ondas de búsqueda.
—Ya veo...
Cogan tenía razón. No había la menor señal
del siniestro mundo errante cuando llegaron a la posición desde la
que» al parecer, había surgido la voz de Nolan.
Descorazonados, variaron una vez más el
rumbo para dirigirse definitivamente a la añorada Tierra.
Atrás quedaba el vacío, y la mortal amenaza
cuyo poder aún no habían comprendido.