Prefacio

En la medida en que la comunidad analítica permite que la inspiración de Freud se disipe, ¿qué sino la letra de su doctrina hará que siga constituyendo un cuerpo?

—Lacan, «Situación del psicoanálisis en 1956».

Un amigo y antiguo maestro, Richard Klein, de la Cornell University, señaló en una ocasión que prácticamente ninguno de los que estudiaban la obra de Lacan se tomaba el trabajo de explicar sus textos en detalle, y que, al parecer, preferían comentar su aparato teórico más que su escritura concreta. Inmediatamente reconocí la verdad que encerraba esa observación, y me di cuenta de que era aplicable también a mis propias publicaciones. El presente volumen es un primer intento de responder a ese desafío implícito: el de confiar en la palabra de Lacan, el de leer sus textos à la lettre, es decir, tanto literalmente como al pie de la letra.

Las lecturas que aquí ofrezco son à la lettre al menos en dos sentidos:

  1. Tomo a Lacan de manera literal, pues creo (o apuesto) que en muchos casos dice con claridad lo que quiere decir, y no necesitamos recurrir a otros lugares para entender de qué está hablando, aunque gran parte de su discurso deba ser reconstruido o sus piezas reunidas a partir de las diversas afirmaciones que hace, para lo cual es necesaria una lectura minuciosa. Considero que lo que al principio puede parecer no tener sentido, o muchas veces ser absurdo, se toma comprensible e incluso razonable cuando lo situamos en su contexto. Proporciono numerosas referencias y citas para que el lector pueda verificar que Lacan efectivamente dice lo que afirmo que dice, y que lo hace donde y cuando afirmo que lo hace.
  2. Supongo que las palabras y expresiones específicas que utiliza no son irrelevantes para comprender lo que quiere decir. Esto me lleva a enfatizar lo que podríamos llamar la «literalidad» de sus textos: sus cualidades tanto literales como literarias. Los aspectos evocativos de su escritura son centrales tanto para el lenguaje en general («Pues la función del lenguaje no es informar, sino evocar», E 288)[1] como para la formación del futuro analista crítico, algo que pretende lograr con su inusual estilo de escritura. Esto lo lleva a veces a usar de manera deliberada formulaciones que pueden ser entendidas de varias maneras diferentes. El énfasis en la evocación, sin embargo, no debería confundirse con la falta de precisión. Lacan puede ser un escritor extremadamente preciso, aunque esto no siempre queda claro en ciertas traducciones de su obra, especialmente en las primeras.

El tipo de imprecisiones que pueden encontrarse en las traducciones de sus Escritos en particular son variadas en grado sumo y, a veces, sólo es posible atribuirlas a la dificultad de los textos mismos. Tales imprecisiones van desde el no reconocimiento del orden propio de las palabras en francés cuando se trata de palabras compuestas, como souvenir-écran (no seguida por un adjetivo, E 516 f),[2] que encontramos traducida como memory-screen [pantalla-recuerdo], en lugar de la más familiar y precisa screen-memory [recuerdo-pantalla],[3] hasta la confusión de palabras homófonas, como rosière y rosée (E 499 f), lo que lleva a traducir la primera como «rocío», que es la traducción de la segunda, cuando su significado es «virgen» o «muchacha virtuosa», pasando por el no reconocimiento de los falsos amigos, como el término inglés physician [médico] y el francés physicien, por lo que podemos encontrar «les méfaits […] du […] physicien» (E 214 f) traducido como «errors […] of the physician» [los errores del médico] cuando la traducción correcta es «los desaguisados […] del […] físico» (supuestamente, los crímenes que éste ha cometido contra la humanidad bajo la forma de la bomba atómica), y la graciosa desatención hacia las yuxtaposiciones, como la que tiene lugar entre ici y là-bas, lo que hace que en el texto «le plaisir donc, de la volonté là-bas rival qui stimule, n’est plus ici que…» (E 252 f), là-bas sea traducido como «allí abajo», como si hiciera referencia a la zona genital, y no al sistema kantiano en su yuxtaposición con el Marqués de Sade (ici). Una traducción más apropiada sería «El placer pues, rival allá [en el sistema de Kant] de la voluntad que estimula, no es ya aquí [en la obra del Marqués de Sade] sino…».

Por entretenidas que puedan ser algunas de estas imprecisiones (y ni siquiera he tratado de presentar aquí la forma en que se han abordado las construcciones gramaticales más complejas que utiliza), han contribuido a que se atribuyese a Lacan la reputación de escritor abstruso cuyas oscuras formulaciones resultan impenetrables aun para los lectores más motivados. Sólo me resta esperar que los lectores adviertan, a partir de mi nueva traducción de los Écrits: A Selection [Escritos: una selección] (2002) y de mi traducción de los Ecrits [Escritos] completos (de próxima aparición), que sus antiguos traductores probablemente eran más oscuros e impenetrables que el propio Lacan.

Algunas de las lecturas que incluyo aquí, cuya orientación es directamente clínica, se centran en «La dirección de la cura y los principios de su poder» y en otros textos de los Escritos. Cuando se examinan cuestiones clínicas, la letra del texto no ha de perderse de vista, pues se hace necesario corregir la anterior traducción, que le hace formular a Lacan, quien apela a la metáfora del juego del bridge para referirse al análisis, la recomendación de que el analista «trate de exponer» la mano del analizante, cuando lo que sostiene es que «el analista va a esforzarse […] en hacerle adivinar [lui faire deviner]» la mano (E 563), es decir, las cartas/los contenidos de su inconsciente. Hay todo un mundo entre ambos proyectos, y ese mundo es el mundo del dominio. Puede que se trate de un pequeño error, pero que borra el enorme paso que Lacan da para apartarse de aquellos analistas que se consideran amos del saber y que, gracias a su prodigioso «poder de comprensión», están dispuestos a identificar los impulsos primarios del sujeto y tienen la capacidad de revelárselos. Para que el analista le haga adivinar al analizante su propia mano, debe operar como objeto a, no como sujeto omnisciente.

En el Capítulo 1 se exponen algunos de los rasgos esenciales del abordaje lacaniano del tratamiento psicoanalítico y se examina en detalle el informe más extenso que publica Lacan acerca de uno de sus propios casos (el del obsesivo al que hace referencia en «La dirección de la cura…»). También se presenta la crítica de Lacan a la posición de Freud en la transferencia respecto de una joven que Freud aborda en «Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina».

En el Capítulo 2 se examina la afirmación de Lacan de que «comentar un texto es como hacer un análisis» y se explica cómo y por qué la lectura que él hace de los textos de Freud es tan diferente de la de muchos otros posfreudianos. También se analiza su afirmación de que las dificultades de muchos analistas en la práctica clínica surgen directamente de su rechazo a ciertos aspectos de la teoría freudiana. Se presta especial atención a la cuestión del afecto (de cuyo descuido a veces se acusa a Lacan), al acting out tal como se lo considera en estudios de casos específicos y al intento de Lacan de psicoanalizar el psicoanálisis.

El Capítulo 3 tiene un alcance más teorico y proporciona una lectura sostenida de «La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud», con la que intento delinear qué quiere decir Lacan con «la letra» en contraste con el «significante». Examino la singular opacidad retórica de las primeras páginas del texto a la luz de la estrategia retórica más amplia de Lacan, y sugiero que gran parte de su escritura desde este punto en adelante puede entenderse (al menos en un nivel) como el discurso de un analizante diseñado para entrenar a sus lectores. Mi impresión es que Lacan se estaba esforzando por crear un nuevo auditorio con buena parte de su obra, y una estirpe de analistas críticos expertos en leer tanto el discurso del analizante como los textos literarios (que en muchos casos tienden a imbricarse en mayor o menor medida). Al elucidar su afirmación de que las figuras del discurso y los tropos se relacionan con los mecanismos de defensa, trato de mostrar que incluso la discusión aparentemente más teórica es directamente clínica; de hecho, el intento de dividir la obra de Lacan en teoría (lingüística, retórica, topología, etc.) y práctica (psicoanálisis clínico, técnica) naufraga aquí.

En el Capítulo 4 se ofrece una lectura detallada de «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano», con especial atención al funcionamiento del grafo del deseo. Se muestra cómo el grafo surge de la «subversión» que opera Lacan en los esquemas de Ferdinand de Saussure, y se exploran en detalle el saber, la verdad, la castración y el goce. Se examinan asimismo las tareas que la teorización del tratamiento psicoanalítico incluida en el grafo le impone al analista.

El significado del término «falo» en la teoría lacaniana se aborda en el Capítulo 4; en el Capítulo 5 se le dedica especial atención, y luego, en el Capítulo 6, se lo examina en relación con la denominada función fálica. En el Capítulo 5 trato de elucidar la equiparación que realiza Lacan del falo con la raíz cuadrada de −1 (tiene mucha más lógica de la que le concederían Alan Sokan y Jean Bricmont) y de esclarecer las distinciones entre el falo simbólico, el falo imaginario y el falo real.

En el Capítulo 6, me aboco a la definición del falo como la barra entre el significante y el significado. Enfatizo la falibilidad inherente al falo tal como lo concibe Lacan: la falibilidad del goce fálico y la infalibilidad del Otro goce. En un comentario detallado del Seminario 20, Aun,[4] examino la relación entre el saber y el goce, en qué medida hablar «de amor es en sí mismo goce» y el tipo de amor que Lacan denomina «almor».[5]

Mi interés aquí no fue indicar qué dirección tomó Lacan en los últimos años respecto de cada uno de los conceptos abordados en estos textos (es decir, mostrar cómo modificó sus concepciones a lo largo del tiempo), sino más bien dejar que cada periodo de su formulación teórica y clínica tenga su propio peso. Dediqué considerable espacio a desmenuzar frases que particularmente, en mi opinión, han sido objeto de malentendidos, tales como la referida al «deslizamiento del significado bajo del significante» (E 478), o aparentemente han pasado inadvertidas, como «el yo es la metonimia del deseo» (E 609).

La mayoría de estos ensayos los escribí mientras me encontraba retraduciendo los Escritos de Lacan (1997-2000). El Capítulo 1 es el resultado de un trabajo que preparé para un taller en la Asociación Psicoanalítica de Toronto, en abril de 2000, a partir de la invitación de Richard Simpson y Larry Lyons. El Capítulo 2 es la transcripción del discurso de apertura del congreso sobre «Lacan y la tradición anglosajona», realizado en la Universidad Católica de Nijmegen, Holanda, en febrero de 2000. El Capítulo 3 fue preparado para un taller realizado con el grupo psicoanalítico LOGOS en Miami, a partir de la invitación de Alicia Arenas, y dictado como discurso de apertura en la segunda conferencia anual de los Affiliated Pychoanalytic Workgroups, patrocinados por el Programa de Estudios Psicoanalíticos en la Emory University, en mayo de 2000. Versiones anteriores del Capítulo 4 fueron presentadas en SUNY Buffalo, en marzo de 1998, en respuesta a la invitación del Programa de Psicoanálisis y Cultura, y en la Facultad de Medicina de la Universidad de California, en agosto de 1998, a instancias de la Sociedad Lacaniana de San Francisco. El Capítulo 5 fue escrito para un número especial que un periódico publicaría y que luego quedó cancelado, en respuesta a una convocatoria de Fashionable Nonsense, de Sokal y Bricmont. El Capítulo 6 es la transcripción de la conferencia dictada en el Departamento de Comunicaciones de la Universidad de Massachusetts, en Amherst, en 1998, a instancias de Briankle Chang.