Capítulo 7

El tono ronco de la voz de Ryan mientras rogaba resultaba muy sensual. Alexa miró sus manos, sus inertes dedos entrelazados con los suyos, y un entormecimiento de placer la recorrió. Ryan tenía razón. No podía decirse que un hombre experimentado estuviera seduciendo a una pobre ingenua. Ella tomaba parte activa. Pero se encontraba en una paradoja. Siempre había pensado que el sexo sin amor no era importante para ella. Pero a pesar de todo estaba excitada, deseando a un hombre al que ya no amaba. Y la tentación de dejarse llevar por aquel deseo era demasiado grande para resistirse.

Ryan la atrajo de nuevo hada él, rodeándola con su cuerpo y tomándola por la cintura.

—¿Qué estás pensando? —Le mordió la oreja y acarició sus senos con suavidad, por encima del jersey. Su sostén suelto se movió, recordándole los momentos que habían compartido juntos, desnudos.

—No pienso con claridad —contestó con rapidez—. De hecho, no estoy pensando en absoluto.

Tomó sus manos y las apretó con fuerza contra sus senos, incapaz de resistirse al deseo que sentía. Ryan rió levemente.

—Puede que no sea tan mala idea —gimió.

—Puede que no —suspiró.

Hasta entonces nunca había sentido un deseo semejante. Le parecía algo bello e inevitable abandonarse a Ryan Cassidy. Siempre había conseguido despertar en ella la pasión que de manera tan disciplinada se afanaba por controlar. Era el único hombre capaz de llevarla a ciertas cotas. Alexa lo miró, con la decisión tomada. Lo deseaba, pero no estaba dispuesta a dárselo todo de una sola vez. Años atrás se había entregado en cuerpo y alma a él y él la había abandonado. Esta vez se guardaría las espaldas. Aquello era algo estrictamente físico. Y era importante que quedara claro.

—Quiero ser sincera contigo, Ryan. Quiero hacer el amor contigo, pero no te amo.

Ryan vaciló. Aquella frase le resultó terriblemente dolorosa, aunque no podía creerla. Estaba seguro de que más adelante cambiaría de opinión. Tal vez aquella misma noche.

—En ese caso tendré que aceptar tus condiciones —dijo él.

Aquello la sorprendió. Sonrió. Ahora era ella quien dictaba las condiciones. Pasó las manos por encima de su masculino cuerpo, aumentando aún más su deseo.

—Siempre y cuando ambos sepamos que…

Él la silenció con un beso apasionado y Alexa contestó con todas las fibras de su cuerpo, gimiendo.

Ryan la tomó en brazos y la llevó al dormitorio. Ella se aferró a su cuello y cerró los ojos. Le dolía todo el cuerpo de deseo, pero quería que lo hicieran rápida y apasionadamente, para quemarse cuando antes en el amor sin tener tiempo de reconsiderarlo. Deseaba tener una experiencia física, sin más complicaciones.

—Sólo esta vez. No quiero pensar —susurró ella—. Haz que deje de pensar esta noche, Ryan.

—No pensarás. Y no habrá recriminaciones, ni arrepentimientos. Esta noche sólo estaremos tú y yo.

—Sí —aceptó—. Sólo por esta noche, sólo por una vez. Sin pasado, sin futuro.

La habitación estaba a oscuras, pero ninguno de los dos se molestó en encender la luz. Ryan dejó a Alexa junto a la cama y la tomó entre sus brazos.

—Te deseo tanto, Alexa…

Entonces le quitó el jersey y el sujetador, dejándolos caer al suelo. Alexa lo observó mientras le acariciaba los senos.

Sus ojos se encontraron durante varios segundos.

—Eres tan hermosa, Alexa…

Su voz estaba llena de deseo y calidez. Alexa se dejó llevar por la excitación. Cuando Ryan la dejó sobre la cama, se rindió definitivamente a sus caricias.

—Recuerdo cuando compramos esta cama —dijo él, observando la vieja cama de cabecera de hierro y colcha amarilla y azul—. Fuimos a esa tienda que está en Potomac Muls y la montamos un día después de dormir juntos por primera vez.

—Sí, recuerdo la cama que tenía. Casi no pudimos dormir en toda la noche. Era grande para una persona, pero demasiado pequeña para dos.

—Es cierto. Aunque tal y como lo recuerdo yo, si no dormimos no fue en realidad por culpa de la cama. Teníamos mejores cosas que hacer —dijo—, quitándose la camisa.

Alexa admiró su pecho, moreno y cubierto de vello.

—Es cierto —susurró—. Estabas muy excitado aquella noche.

—Y tú —comentó, acariciando sus senos—. Destrozaste la imagen típica de una virgen. Fuiste tan apasionada…

Su voz se quebró y la besó. Temblando, Alexa lo empujó para que besara sus senos y se dejó llevar por la maravillosa sensación. No pudo evitar gemir.

—Aún sigues siendo muy apasionada, Alexa. Apasionada e incendiaria. Eres la amante más dulce y abierta que jamás haya tenido.

Sus movimientos eran sensuales y sinuosos, tan intensos como su mirada.

—Siempre has sabido encontrar las palabras adecuadas, Ryan, aunque supongo que es lógico, teniendo en cuenta que te ganas la vida con ellas. Y con tus dibujos, claro está.

—No son sólo palabras, Alexa —dijo frustrado—. Lo digo en serio.

—No dices en serio nada de lo que dices. Y nunca dices lo que en realidad quieres decir. Recuerda la entrevista con…

—Déjalo ya, Alexa —ordenó—. Sé lo que estás intentando hacer, y no vas a conseguirlo. No dejaré que me eches mientras te haces la dura. No dejaré que levantes un muro de cinismo entre nosotros. Estamos juntos, sin juegos extraños que nos separen.

—Bueno, será la primera vez.

Sabia que estaba enfrentándose a él, pero no podía evitarlo.

—Antes era yo el que intentaba mantener las distancias —aceptó—. Precisamente por eso, ahora sé cuando intentas hacer tú lo mismo.

—De todas formas, éste no es el momento adecuado para hacer confesiones íntimas, ni para recriminarnos nada —dijo Alexa, sin querer tomarlo en serio—. Recuerda, sin arrepentimientos ni…

—Calla, Alexa.

La besó apasionadamente hasta que ambos quedaron sin respiración. Su pasión aumentaba con cada caricia. Alexa sintió que le acariciaba el pecho y que sus manos bajaban después hacía sus piernas. Se estremeció anticipándose a su exploración y se agarró con fuerza a sus hombros.

—Ryan, me siento como si fuera a perder la razón. No puedo esperar. Te necesito tanto…

—Lo sé, cariño. Lo sé. A mi me sucede lo mismo.

Siempre había sido así entre ellos. Sus sentidos se excitaban hasta un punto insuperable. La visión de sus cuerpos, los sonidos que emitían, las palabras de amor, su sabor y sus aromas los seducían irreparablemente. Sólo quería experimentarlo una vez más. Sólo una vez más.

Ryan besó uno de sus senos y Alexa sintió una tremenda tensión entre las piernas. Se arqueó, elevando las caderas, deseando que llenara el vacío que sentía. Ryan le quitó el resto de la ropa e hizo lo mismo con la suya antes de volver con ella a la cama. Alexa le dio la bienvenida emocionada y durante unos segundos se fundieron en un largo abrazo, desnudos, sintiendo cada centímetro de sus cuerpos, el uno contra el otro.

—Es tan maravilloso —gimió Ryan—. Es como si nunca nos hubiéramos separado. No debimos separarnos nunca. Fue una estupidez.

—Hemos decidido no hablar sobre ello —susurró.

Ryan quería satisfacerla, y sabía que las palabras tendrían que esperar. Pasó una mano entre sus piernas acariciando el interior de sus muslos, antes de dirigirse a lugares más íntimos.

Alexa se estremeció, rendida ante los placeres que evocaba. Tuvo la impresión de que el tiempo se aceleraba hasta que por fin estalló en un calor insoportable. Durante un buen rato, sintió olas de placer en lodo el cuerpo. Ruborizada, levantó el rostro y lo apoyó en el pecho de Ryan, que tenía los ojos cerrados mientras la abrazaba con fuerza, acariciándole el pelo. Todo había ocurrido tan deprisa que Alexa estaba desconcertada y algo avergonzada. Apenas había tenido tiempo de tocarla y su cuerpo había estallado como un cohete saliendo de la rampa de lanzamiento. Su cuerpo acababa de darle una prueba incontestable del efecto que causaba en ella.

Era una prueba que no quería darle. Una prueba de la que ni siquiera era consciente. Se preparó para lo peor, temiendo que Ryan empezara a cantar sus excelencias como amante.

—¿Alexa? —preguntó él con suavidad.

Alexa abrió los ojos y observó que la miraba con expectación, tenso. Se notaba que su férreo control estaba a punto de desaparecer.

—¿Ahora, Alexa?

Fue todo lo que dijo, y por ello le estaría eternamente agradecida. Ella asintió y él tomó un preservativo de sus pantalones vaqueros. Alexa se ruborizó aún más. Se había presentado preparado para cualquier contingencia.

Pero no quería pensar en lo que aquello significaba.

—¿Estabas tan seguro de que lo haríamos, o es que siempre llevas uno?

—No —dijo él—. No quiero entrar en ninguna batalla contigo.

—¿No quieres pelear conmigo? —se burló. Sin embargo, lo abrazó.

—Oh, no —gimió.

Se acariciaron y él murmuró palabras de amor que despertaron en ella el deseo, una vez más.

Alexa se estremeció al sentir el impacto de su penetración y él se relajó, dejando que los dos disfrutaran del precioso momento. Ella apretó las piernas a su alrededor, atrayéndolo hacia su interior, llenando un vacío que había durado dos años.

—Ha pasado tanto tiempo…

—Demasiado, pero por fin estamos juntos, cariño —gimió Ryan.

Ahora que estaban juntos experimentaba un profundo sentimiento de unión. No tenía idea de cómo había podido soportar estar tanto tiempo lejos de ella. No volvería a dejar que se marchara. Aquello fue lo último que pensó antes de dejarse llevar por la fuerza de la pasión.

Los dos empezaron a moverse al unísono, y los eróticos y rítmicos movimientos fueron aumentando de velocidad, al igual que la pasión y que la tensión que había entre ambos. Hasta el punto de que al poco tiempo tanto ella como él alcanzaron el éxtasis.

Permanecieron tumbados un buen rato, bañados por el cálido manto de la satisfacción. Ryan fue el primero en romper el silencio contenido.

—Como dije en una de mis viñetas, éste es el primer día del resto de tu vida. ¿Lo habías oído antes?

—Por supuesto. Creo que es una antigua cita bíblica. La he visto en mil sitios, desde carteles hasta recuerdos. Supongo que ofenderías a unas cuantas personas.

—Oh, sí, recibí alguna carta, aunque no tantas como recibo por otras cosas. Les pareció mal que me burlara de su religión.

—Y supongo que eso te hizo feliz. Nada te excita más que molestar a la gente.

—Bueno, no exactamente —dijo, besándola en la frente—. Tú eres lo que más me excita. Y en segundo lugar, molestar a la gente.

—Pero a poca distancia, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa.

Ni siquiera abrió los ojos. Sentía una profunda tranquilidad y sólo quería permanecer allí, entre sus brazos.

—No compares —contestó, acariciándole el cabello con delicadeza—. En cualquier caso es cierto. Éste es el primer día de nuestras…

—¡Oh, no, por favor! No me vengas con discursitos en este momento. Decepcionarías a tus seguidores. No tengo intención de que te conviertas en un sentimental.

Aunque tal vez estés diciéndolo con ironía, o de forma satírica. En tal caso…

—Alexa, éste no es momento para bromas.

Su humor contrastaba con el de Ryan. Para él aquel momento estaba lleno de sinceridad y deseoso de comprometerse. En cuanto se dio cuenta intentó explicarle lo que sentía.

—Cariño, estoy intentando decirte lo mucho que…

—No tienes que decirme nada, Ryan —espetó—. No es necesario decir nada.

—Claro que sí. Por fin estamos juntos.

—No. No estamos juntos otra vez.

Ryan entrecerró los ojos.

—Acabamos de hacer el amor, y estoy en la cama contigo. Es como si estuviéramos juntos de nuevo.

—Supongo que depende de cómo lo definas.

* * *

De repente se tapó con la sábana, consciente de su desnudez. Estaba en una situación muy vulnerable, y sintió resentimiento por él, por conseguir que se pusiera en una posición defensiva. Y sin ninguna defensa posible.

—Quiero decir exactamente lo que digo —declaró, acariciándole la espalda—. Que tú y yo estamos juntos de nuevo. Y que esta vez…

—Ésta es la primera y la última vez. No habrá otra.

Entonces saltó de la cama y se puso el pijama de franela que tenía sobre la silla. Necesitaba cubrirse para defenderse de su mirada.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó, aunque empezaba a entenderlo.

Alexa suspiró con ansiedad. Ryan nunca oía lo que no quería escuchar, y hasta era capaz de distorsionar la realidad a su antojo. Al fin y al cabo había creado un mundo lleno de personajes cuyo destino dominaba, y en cierto modo intentaba hacer lo mismo con su propia vida. Y con la de los demás.

Sabía que tenía que ponerlo en su sitio, pero no iba a resultarle agradable.

—Estoy diciendo que no somos una pareja. Hemos estado juntos en la cama y ha sido maravilloso, pero eso es todo. Sexo. No pienso dejar que se convierta en otra cosa.

—¿Sexo? —preguntó asombrado.

Ryan estaba sentado en la cama, desnudo y muy viril, y la visión de su desnudez la impresionaba incluso en un momento como aquél. Pero al observar su expresión amenazadora levantó de nuevo sus barreras.

—Eso es todo lo que habrá entre nosotros. Ahora me doy cuento de ello, aunque antes no lo tenía tan claro.

—Maldita sea, Alexa, sabes que eso no es cierto. Me amabas y sigues haciéndolo. Esta noche lo has demostrado.

—Esta noche hemos demostrado que nos llevamos bien en la cama. Y punto. No significa que vayamos a iniciar una relación.

—¡Por supuesto que sí! —exclamó, saltando de la cama y colocándose junto a ella—. Vamos a mantener una relación. Nos vamos a ver muy a menudo, y arreglaremos las cosas.

Como para demostrárselo, acarició de forma posesiva sus senos, su estómago y sus muslos. Ella carraspeó. Aquello podía terminar mal, pero se mantuvo firme.

—He sido sincera contigo. Te dije que no te amaba antes de que hiciéramos el amor, ¿no es cierto?

—¡Hemos hecho el amor! Y te aseguro que lo que ha ocurrido entre nosotros es algo bastante más profundo que una cuestión de atracción sexual.

—No puedo saberlo. Eres la única persona con la que he hecho el amor.

De inmediato supo que había cometido un error.

Ryan sonrió, triunfante.

—Vaya, ¿y qué hay de ese supuesto hombre? ¿No has hecho el amor con él? No, no lo has hecho. Acabas de decirlo. He sido tu primer y único amante. Y lo que acabas de decir prueba lo que mantengo, cariño. Estás enamorada de mí.

Intentó tomarla en sus brazos, pero Alexa se apartó.

—Sólo prueba que elijo con cuidado —espetó—. O tal vez que me traumatizaste tanto hace dos años que no he sido capaz de acercarme a otro hombre.

El rostro de Ryan se suavizó. Se acercó a ella.

—Cariño, sé que te hice daño y que…

—Ya no importa. Sólo intentaba explicar que lo que ha ocurrido esta noche no significa que te ame. Me he acostado contigo en un momento de debilidad. Mis hormonas estaban sobreexcitadas. Eres el hombre más atractivo que he conocido, y por si fuera poco fuiste la primera persona con la que hice el amor. ¿Qué es eso que dicen sobre el espíritu y la carne? La carne es débil y…

—Y el espíritu…

—Da igual, lo que sea. Me has tomado en un momento de debilidad. A fin de cuentas hace mucho tiempo desde la última vez que… ¿Podemos dejar de hablar de esto? Empieza a incomodarme.

—¿Que pretendes hacer? ¿Vengarte por haber sido tan tonto como para romper mi relación contigo? No te culpo, pero ésta no es la forma más adecuada. Nos estás haciendo daño a los dos.

—¡No intento vengarme!

—Entonces, ¿por qué haces esto? Intentas hacerme pagar lo que sucedió hace dos años.

Ella se ruborizó, pero no dijo nada. Aquello bastó para que Ryan pensara que había acertado.

—¿No es cierto. Alexa?

—¡No! Y deja de presionarme, Ryan.

No quería mencionar el asunto de la venganza porque cuando se separó de él, su hermano Ben salió en su defensa de un modo violento, como mínimo. Pero obviamente Ryan no hizo nada al respecto. Podría haberlos caricaturizado en sus viñetas, o incluso denunciar a Ben. Tenía razones para presentar cargos.

Se estremeció. No quería hablar con Ryan Cassidy, ni sobre venganzas ni sobre cualquier otra cosa que no fuera su hija. Había cometido un tremendo error al cruzar la línea de lo profesional, y ahora no podía hacer otra cosa que admitirlo.

—Me equivoqué al dejarte entrar, al hablarte y al hacer el amor contigo.

—No, no te equivocaste. Me amas y actúas en consecuencia. No hay nada malo en ello —dijo, negando con la cabeza y pasándose la mano por el pelo—. Todo esto es un error, Alexa. No es digno de ti.

—Y esa repentina capacidad para el análisis tampoco es típica en ti. Bueno, es posible que ambos hayamos cambiado. Parece que hemos intercambiado los papeles. Esta vez eres tú quien apela a la sinceridad, quien cree en los finales felices. Y yo soy la manipuladora.

—No puedes haber cambiado tanto. Y sé de sobra que no te habrías acostado conmigo si estuvieras con otro hombre.

Era cierto. Frunció el ceño. Todo aquello se estaba complicando demasiado. Estaba confundida y desorientada. Cansada emocional y físicamente, débil y a punto de llorar.

—Quiero que te marches —le ordenó, con sus últimas fuerzas—. Vístete y vete de aquí.

Cuando Ryan cedió a sus deseos se sintió aliviada y sorprendida. Pero se marchó de la habitación para no tener que mirarlo mientras se vestía.

Se reunió con ella en el pequeño salón unos segundos más tarde, ya vestido. En cuanto lo vio, algo femenino y muy profundo estalló en su interior. Era su amante. Y el recuerdo de la noche transcurrida bastó para que se ruborizase.

—Antes de marcharme, me gustaría preguntarte algo —dijo con frialdad.

Alexa pudo sentir la tensión de su cuerpo y se recriminó por haber sido demasiado dura con él. Era algo innato. Podía alterar sus emociones cuando quería.

Resultaba una lástima que lo observara desde un punto de vista tan negativo.

—Puedes preguntar, aunque tal vez no conteste —dijo—. O puede que no te guste mi respuesta.

Por alguna razón, suponía que la pregunta no le iba a agradar.

—¿Existe ese novio hipotético? —preguntó.

—Por supuesto que existe —contestó.

Se preguntó por qué habría sacado aquel tema. En cualquier caso, y por una simple cuestión de orgullo, aquella mentira le resultaba útil para defenderse de él.

—¿Y sin embargo no eres capaz de decir su nombre?

Alexa lo miró durante un buen rato. Su rostro era tan atractivo como irónico. Conocía a la gente y sabía cómo comportarse porque era un jugador nato. La había pillado en una trampa bastante fácil: inventarse un amante para ponerlo celoso o salvaguardar su orgullo. Pero estaba dispuesta a continuar con ello.

—No soy incapaz, pero no quiero. ¿Por qué debería decírtelo?

Ryan sonrió.

—Es cierto, por qué. Ya me has dicho todo lo que necesitaba saber —espetó, antes de darle un beso en la frente—. Necesitas un poco de espacio y tiempo para pensar. Buenas noches, cariño. Te veré por la mañana.

Caminó hacia la puerta, sonriendo. Su confianza en sí mismo le resultó tan intolerable como irritante. La rabia se desató en su interior. Realmente creía que la había atrapado, que con llevársela a la cama había puesto punto y final a su separación de dos años, que tenía que olvidar el dolor sufrido y la ruptura de su confianza y echarse a sus brazos sin más.

Pero no se había olvidado.

—¡Se llama Nathaniel! —exclamó enfadada—. Nathaniel Tremaine.

Ryan se detuvo, sobresaltado.

El de Nathaniel fue el primer nombre que le vino a la cabeza. Se habían encontrado un par de veces, como familiar que era de Tyler. Era un hombre atractivo y ciertamente divertido, pero no la atraía de ningún modo.

—Nathaniel Tremaine —repitió él, mirándola desde el umbral, con la mano en el pomo—. No estarás hablando en serio.

—Hablo completamente en serio. Es el hermano de Tyler, un directivo de la Tremaine Incorporated. Nathaniel es…

—Un perfecto idiota —interrumpió—. Nathaniel Tremaine no es tu tipo.

—¿Estás seguro?

—Nathaniel Tremaine es un cretino que no ha crecido nunca y que trabaja en un puesto que su familia le ha dado para que se divierta sin hacer nada. Hablar con él es como hablar con un adolescente. Es un niño mimado que ni siquiera puede pensar dos cosas al mismo tiempo. Y tú no eres tan estúpida como para estar saliendo con él.

—Lo soy —dijo, encantada con su ira—. Al parecer no te cae muy bien.

Había acertado de pleno.

—Eso no tiene nada que ver. No lo respeto. Nadie lo hace. Su propia familia lo considera un inútil, y no me extraña. Seria perfecto para Storm o Sky. De hecho, sé que ya ha salido con una de ellas, o puede que con las dos. Y comparadas con él casi son inteligentes.

Alexa se cruzó de brazos, preguntándose cómo reaccionar. De todas formas, Ryan tenía razón. No esperaba que lo conociera y había cometido un error más. Era una lástima que hubiera estado saliendo con sus hermanastras.

—Tú tienes tu opinión sobre él y yo tengo la mía. Resulta que me divierto con él. Nuestra relación funciona muy bien, aunque no sea asunto tuyo.

—Llámalo.

—¿Qué?

—Que lo llames ahora mismo. No creo que sea ningún problema para ti, puesto que mantenéis una relación tan estrecha —dijo en tono de burla.

—¿No me crees? ¿Crees que se trata de una farsa?

—No, no te creo —contestó, sonriendo—. Es mentira. De modo que si quieres demostrarme la verosimilitud de lo que dices, será mejor que lo llames. Si es que puedes.

—Por supuesto que puedo. Y lo haré. Pero tendré que buscar primero su número de teléfono.

—¿No lo sabes de memoria?

—No tengo por qué aprendérmelo. Me llama con regularidad.

Alexa caminó hada su dormitorio para buscar la agenda. Sentía una tremenda presión en el estómago.

Ryan permaneció en la entrada, observándola con ironía. Esperaba que el número estuviera en su agenda. Y por fortuna para ella, allí se encontraba. Sin embargo se pregunto por qué estaba haciendo algo así. Marcó el número de teléfono y esperó. No tenía que demostrar nada a Ryan Cassidy. Tendría que haberlo echado de su casa sin más explicaciones. Le molestaba que hubiera descubierto su mentira con tanta facilidad, y no quería hacerse ningún tipo de preguntas con respecto a lo que sentía por el. Se mantuvo al teléfono aunque nadie contestaba.

Cuando por fin saltó el contestador automático, Alexa respiró aliviada y le dejó un mensaje mirando a Ryan.

—Hola, Nathaniel. Sólo quería hablar contigo para…

Ryan levantó los ojos al cielo.

—Para decirte que me encantaría verte mañana. ¿Qué te parece si vamos a cenar? Llámame para ver si puedes. Adiós, cariño.

Colgó el teléfono. Su corazón latía a toda velocidad.

—Ya lo he hecho —exclamó, con una sonrisa victoriosa.

—No has dejado ni tu nombre ni tu número de teléfono —comentó, lacónico.

—No es necesario. Los sabe muy bien.

Alexa intentó mantener la compostura, pero estaba riéndose. Había engañado a Ryan Cassidy, y por si fuera poco, Nathaniel Tremaine se llevaría una verdadera sorpresa cuando escuchara aquel mensaje. No era un mal final para aquella situación.

Miró el reloj de su mesilla de noche.

—Se está haciendo tarde, Ryan.

—Y estás cansada.

—En efecto.

—¿Te veré otra noche, querida? —preguntó en tono de burla.

Alexa frunció el ceno. Tal vez hubiera ganado un asalto con el asunto de Nathaniel, pero Ryan seguía mirándola con confianza y arrogancia, como si fuera suya.

—No volverá a ocurrir —dijo con resolución—. Ésta ha sido la última noche. No se repetirá.

—Eso es lo que tú dices —espetó—, mirando la cama donde habían compartido una intensa pasión. —¿Quieres volver a la cama? Sus ojos se entrecerraron.

—Buenas noches, Ryan.

La observaba atentamente, pensativo, como considerando la situación.

—Buenas noches, Alexa —dijo al fin, sin moverse del sitio—. ¿Me acompañas a la puerta?

—Sabes por dónde se sale. No es muy difícil encontrar la puerta.

—Es cierto, pero tendrás que cerrar y echar la cadena cuando me marche.

Alexa suspiró con impaciencia.

—Te pareces a mi padre. También es un obseso de la seguridad.

—Créeme, mis sentimientos por ti están bastante lejos de ser paternales. ¿Qué tal está tu padre, por cierto?

Ryan intentó pasarle un brazo alrededor de la cintura mientras caminaban hacia la puerta, pero Alexa se apartó.

—Mis padres están en Alemania. Él es piloto.

—No se me había olvidado, Alexa —dijo con tranquilidad—. Recuerdo todas las cosas que me contabas. Sobre ti y sobre…

—Yo también recuerdo lo que decías entonces, Ryan. Y también lo que no decías. Por eso carece de sentido tu estúpida propuesta de que nos reconciliemos.

—No es estúpida. Te aseguro que ocurrirá.

Entonces, se acercó a ella y la abrazó.