Capítulo 4

Ryan intentó controlar su mal humor. A veces un poco de condescendencia podía resultar mucho más efectivo que la rabia.

—Los contratos pueden romperse, sobre todo teniendo en cuenta que éste lo redactó mi abogado. Ni siquiera te molestaste en leer lo que firmaste, Alexa. Eso no sólo demuestra tu escasa inteligencia, sino también tu falta de sentido común.

Intentaba enfurecerla. Y lo consiguió, pero acostumbrada a tratar con las maquinaciones de su hermano Ben durante años, Alexa mantuvo el tipo. Había aprendido muchas cosas al respecto.

—No necesitaba leerlo —replicó—. Aunque hayáis incluido todo tipo de cláusulas secretas, el contrato puede declararse nulo. Y me aseguraré de ello. De modo que no intentes transgredirlo.

—¿Por qué no? ¿Me demandarías? —preguntó riendo.

—¿Crees que no sería capaz?

—No —contestó, mirándola.

Estaba furioso con ella, pero a pesar de todo la encontraba terriblemente bella y deseable. Se estremeció. La deseaba demasiado y tenía que hacer algo para librarse de ella.

—No me denunciarías —repitió él, con sonrisa amenazante.

—Por supuesto que lo haría —le aseguró—. Me tomo muy en serio mi responsabilidad profesional y quiero proteger los intereses de Kelsey, de modo que haría lo necesario.

—Eso significaría ir a juicio y contratar a un abogado. Una inversión de tiempo y dinero que no puedes permitirte, porque perderías.

Sin embargo, y aunque insistiera, Ryan sabía que no iba a conseguir su objetivo. Parte de él la admiraba por su tenacidad en beneficio de su paciente, pero no estaba dispuesto a dejar que se saliera con la suya tan fácilmente. La haría sudar un poco antes.

Sin embargo, Alexa no se dejó intimidar.

—Te equivocas, serías tú quien perdiera. Una sola palabra a mi hermana Carrie y tendría todo el poder de las empresas Tremaine a mi favor. Te aseguro que pueden permitirse los mejores abogados. Y ya sabes cómo funciona la justicia en este país. No dudes que perderías.

No le agradaba decir aquel tipo de cosas. Parecía su hermano Ben, en uno de sus alegatos a favor del poder de los Tremaine. Pero las circunstancias así lo exigían, y Ryan no tenía por qué saber que nunca haría algo parecido.

—¿Me estás amenazando con echarme encima a los Tremaine? —preguntó asombrado.

Se sentía traicionado, puesto que no esperaba que ninguna tercera persona se involucrara en algo personal.

—No me gustan las amenazas, de modo que será mejor que lleguemos a un compromiso.

Ryan casi pudo oír la campana. Alexa había ganado aquel asalto.

—Promesas, amenazas o lo que sea. Los Tremaine son un arma bastante potente.

La encantada voz que sonó desde el otro lado de la habitación pertenecía a Melissa.

Alexa y Ryan se volvieron. Melissa entró en la habitación empujando la silla de ruedas de la niña.

Ryan se aclaró la garganta. Su paciencia y su control estaban a punto de desaparecer. Primero había sido la amenaza de los Tremaine y ahora aparecía Melissa.

Para completar la escena sólo faltaba que apareciera su padre acompañado por su segunda, su tercera y su cuarta esposa, además de todas sus amantes. En momentos como aquel creía que estaba viviendo en una tira cómica.

—De modo que por fin ha ocurrido —dijo Melissa—. Ryan Cassidy por fin ha encontrado a alguien que no huye ante él. Tiene a los Tremaine de su lado, y pueden comprar muchas más cosas que tú, Ryan. Pueden contratar cientos de abogados, pueden…

—Creo que nos hacemos una idea bastante exacta, Melissa —interrumpió Alexa, algo avergonzada.

—No puedes despedirla, papá —dijo la niña—. Gloria y yo firmamos el contrato.

—Lo recuerdo, cariño. Y ahora, si me perdonáis, tengo trabajo que hacer.

Salió de la habitación en dirección a su despacho. No era una retirada, aunque pensó que probablemente así lo creían. Resultaba divertido que las dos mujeres se hubieran aliado. Eran muy distintas. Melissa era manipuladora y melodramática, y Alexa cálida, competente, sincera y abierta.

Se sorprendió por el camino que llevaban sus pensamientos. No debía pensar en Alexa. De todas formas, parecía haber recibido clases de Melissa. No podía creer que lo hubiera amenazado con echarle encima el poder de los Tremaine.

—¿De modo que tienes a los Tremaine de tu lado? —preguntó—. ¿O sólo era un farol?

Aun avergonzada por su bravata, comentó que su hermana Carrie estaba casada con Tyler Tremaine. No quería que pensara que se había casado por dinero, así que añadió que Carrie se había quedado viuda con trillizos y que Tyler los quería tanto que pretendía adoptarlos como propios.

—¿Tiene tres hijos de dos años? —exclamó maravillada—. Kelsey, ¿puedes imaginar tener tres como Kyle?

Alexa llevó a Kelsey a uno de los aparatos, para que se ejercitara.

—Mi hermanito es un poco pesado a veces, pero lo echo mucho de menos.

—Kyle está loco por Kelsey, y ella es como una pequeña madre para él —dijo Melissa, cuyo rostro se endureció—. Si fuera al centro de rehabilitación podría ir a visitarla. De haber sido por mí, habría venido a verla todos los días.

—¿Y por qué no puede venir? —preguntó Alexa.

—Papá dice que Kyle no puede entrar en esta casa —contestó la niña, entrecerrando los ojos—. No he conseguido que cambie de opinión, aunque lo he intentado.

Alexa supuso que lo habría intentado a fondo, con todas sus estratagemas. Pero no había funcionado.

—Ryan no deja que Jack o Kyle se acerquen a su propiedad —explicó Melissa—. Conociéndolo, habría hecho que nos arrestaran si los hubiera traído. Pero ahora que estas de nuestro lado tenemos una oportunidad, Alexa.

Alexa estaba indicando a Kelsey un ejercido para fortalecer las piernas.

—Me temo que ni siquiera con el apoyo de los Tremaine conseguirías que Ryan dejara entrar en su casa a alguien que no quiera.

—¡Pero puedes ayudarnos, Alexa! —exclamó—. Eres la única que no ha caído bajo su hechizo. Por fin hay alguien que cree que soy de utilidad.

—Por supuesto que eres de utilidad, Melissa, pero no sé qué puedo hacer a ese respecto.

—Podemos empezar con hacer algo para que Kyle pueda entrar en la casa —sugirió—. ¿Tiene alguien alguna idea acerca de cómo podemos conseguirlo?

Melissa y Kelsey la miraron, expectantes. Alexa suspiró. Gloria Martínez tenía razón. Se sentía como si estuviera atrapada, y como si todo lo que pudiera decir no sirviera para otra cosa que hundirla aún más en aquella situación.

* * *

Alexa finalizó la sesión de ejercicios poco antes de mediodía. Apenas tuvo tiempo de comer algo antes de dirigirse por la tarde a la consulta, donde la esperaban largas horas de trabajo con sus pacientes en los gimnasios que compartían varios fisioterapeutas.

Melissa insistió en acompañarla al coche.

—Alexa, quiero agradecerte que hayas encontrado un modo de conseguir que Kelsey y Kyle se vean. Sé que nuestro plan va a funcionar —dijo, apresurándose para andar a su velocidad.

Alexa intentó calmar la extraña sensación que tenía en el estómago. No sabía cómo había dejado que las cosas llegaran a tal punto. Y lo peor de todo era que había sido ella la culpable, no Kelsey ni Melissa. Al parecer compartía algunas de las cualidades de su hermano Ben.

—Creo que es bueno que los parientes se vean durante una rehabilitación o durante el periodo de convalecencia —dijo con toda profesionalidad.

No sabía qué iba a hacer si Ryan descubría su pequeña trampa.

—Estoy de acuerdo. Llevé a Kyle al hospital tantas veces como pude, cuando Ryan no estaba presente, por supuesto. El pediatra me animó a hacerlo. Pero Ryan es hijo único, y no comprende esas cosas. En realidad no ha mantenido ninguna relación familiar con sus hermanastras.

—¿Tiene hermanastras? —preguntó con curiosidad. Sabía que tenía un terrible hermanastro, pero no que también tuviera hermanastras.

Melissa se detuvo y la miró, extrañada.

—¿Te ha contado lo de su hermanastro?

Alexa se ruborizó. Sabía que contarle a Melissa lo de su pasado en común con Ryan habría sido un tremendo error.

—Lo supe por Gloria.

—Ryan no habla nunca con nadie sobre él —dijo Melissa—. El chico es el hijo de la primera madrastra de Ryan, y consiguió que su vida fuera un infierno. Lástima que no esté por aquí para meterlo en cintura —añadió con una sonrisa maliciosa.

—¿Y qué hay de sus hermanastras?

El sentido común le decía que no debía hablar sobre Ryan. No debía interesarse en él, ni en su pasado ni en su futuro. Pero a pesar de todo deseaba saberlo y se descubrió escuchándola con avidez.

—Tiene tres, hijas de la tercera esposa de su padre —explicó—. Conocí a dos en cierta ocasión. Unas verdaderas cabezas huecas, y muy descocadas. ¡Y pensar que el padre de Ryan se lió con una de ellas! Es increíble, como si fuera una película. Se casó con su propia hijastra.

Alexa se quedó boquiabierta. No había sabido nada hasta entonces. Recordó que Ryan le había contado lo mal que lo había pasado con la cruel mujer con la que se había casado su padre un año después de que su madre muriera. Parte del problema estribaba en su hijo, un niño un año mayor que Ryan, pendenciero, agresivo y malcriado. Sin embargo, finalmente su padre se separó y en poco tiempo Ryan tuvo una madrastra distinta. Pero no había mencionado que su tercera esposa tuviera hijas, ni que se hubiera casado más tarde con una de sus hijastras.

Melissa observó la sorpresa de Alexa, encantada.

—Como ves, no tiene mucho sentido que Ryan se atreva a condenarme por haber tenido un hijo sin estar casada, teniendo la familia que tiene. Además, me casaría con Jack de inmediato, si pudiera.

Alexa comparó la familia de Ryan con su propia familia. Unos padres maravillosos, y un hermano y una hermana que además eran amigos. Sintió lástima por él. La historia de su sádico hermanastro y la sórdida historia de su hermanastra eran episodios bastante anormales. Comprendía que no le agradara hablar sobre su vida.

Las dos mujeres llegaron a la altura de la silla de ruedas y se detuvieron.

—Jack Webber es el único hombre que he amado en realidad —dijo Melissa—. Pero se divorció y no quiere volver a casarse. Creo que el año pasado estuvo a punto de casarse conmigo de todas formas, pero entonces perdió su trabajo. Es muy orgulloso, y desde entonces sólo ha conseguido un empleo como camarero en un restaurante de comida rápida. Más tarde ocurrió lo del accidente y ahora se culpa por lo sucedido. Ryan también lo culpa —explicó, rompiendo a llorar—. No sé qué hacer, Alexa. Todo está derrumbándose. Ahora Ryan ha decidido quedarse con la custodia de la niña y…

—Yo no me preocuparía por eso —dijo Alexa, pasándole un brazo por encima de los hombros—. Los jueces suelen fallar a favor de la madre.

—He tenido la custodia de Kelsey desde que era un bebé. Ryan y yo nos divorciamos cuando ella sólo tenía cuatro meses. Ryan la visitó todos los miércoles y todos los domingos por las tardes, hasta que tuvo tres años. Y después Kelsey empezó a quedarse los sábados por la noche en su casa. Nunca faltó a una cita, debo reconocerlo.

Entonces, Melissa permaneció pensativa durante un rato, antes de continuar.

—Excepto durante un periodo de varios meses, hace dos años. Creo que debía tener algo entre manos, porque canceló varias visitas a Kelsey. Sólo se la llevaba una vez al mes y la veía apenas unas horas los domingos por la tarde.

Alexa permaneció en silencio, recordando aquellos misteriosos sábados por la noche y domingos por la tarde, cuando Ryan rompía sus citas o se negaba a concertarlas. Nunca le explicó el motivo, y ella siempre lo acusaba de estar viéndose con otra mujer, de que se aburría de ella. Quería estar con él todo el tiempo y saber exactamente dónde estaba y qué hacía.

El recuerdo de su propia inseguridad hizo que vacilara. Había sido celosa y posesiva, y sus celos se habían ido incrementando hasta conseguir que Ryan se comportara de forma evasiva. En cualquier caso, no comprendía que no se lo hubiera dicho. Habría entendido que tuviera una hija. Aunque tal vez él no lo creyera así.

Tal vez él la tomara por más posesiva e insegura de lo que en realidad era.

—De todas formas, supongo que el lío de Ryan debió acabar mal, porque después de un tiempo sus visitas volvieron a la normalidad —continuó Melissa—. Me gustaría creer que la mujer con la que estuvo se marchó rompiéndole el corazón, pero no lo creo, porque nunca ha tenido corazón.

—Hay mucha animosidad entre Ryan y tú —dijo con suavidad.

—Es cierto. Cualquiera diría que tuvimos uno de esos amores a primera vista, llenos de pasión. Pero no fue así. Los dos pasábamos por una mala época y terminamos juntos aunque no teníamos nada en común, y aunque en realidad no nos gustábamos. Una de esas cosas que no habrían tenido mayor importancia, de no haber sido porque cometimos un error.

—¿Kelsey?

Melissa asintió.

—Ryan insistió en casarse conmigo, aunque ambos sabíamos que no nos amábamos. Cuando me quedé embarazada me acusó de haberlo hecho a propósito, usando el embarazo para atraparlo. Lo más lógico habría sido que abortara, pero no lo hice. Ryan me amenazó entonces con llevarme a juicio para quitarme la custodia de la niña, pero al final su amenaza se quedó en nada. Sin embargo, no creo que esta vez tenga tanta suerte.

—Has pasado muchas horas cuidando de tu hija durante todos estos años, Melissa —dijo Alexa—. No soy abogada, pero no creo que ningún juez vaya a concederle la custodia de Kelsey a estas alturas.

—El abogado de Ryan sacara a luz mi situación familiar. Vivo con un hombre con el que no estoy casada y tengo un hijo con él. Tengo que trabajar como camarera en un restaurante, y con todo no ganamos lo suficiente. Pero por si fuera poco, tiene un as en la manga. Su esposa.

—¿Su esposa? —preguntó asombrada.

—Ryan va a casarse —explicó—. Y su esposa cuidará todo el tiempo de la niña. Como ves, la situación no es muy prometedora para mí. La abogada con la que hablé me dijo que por culpa de las conservadoras leyes del país muchas mujeres están perdiendo la custodia de sus hijos por estar trabajando y porque sus ex maridos tienen esposas que pueden ocuparse todo el día de los niños.

No podía creer que Ryan fuera a casarse. Aquella noticia la estremeció tan profundamente que casi se quedó sin respiración. Resultaba inaudito, teniendo en cuenta que el día anterior la había besado y tomado entre sus brazos. Increíble, considerando cuál había sido la respuesta de su cuerpo.

El nivel de adrenalina ascendió en sus venas. Planeaba casarse con otra mujer y a pesar de todo la había besado. Respiró profundamente y de repente se sintió invencible. Y decidida. Su sed de venganza no había sido tan grande en toda su vida.

—Melissa, no perderás a tu hija.

Alexa lo dijo de forma tan rotunda que Melissa la miró con un brillo de esperanza en los ojos.

—Haré lo que sea para ayudarte a mantener la custodia. Todo saldrá bien. Puedes contar con ello.

—¡Vamos, arriba! ¡Seguid, caballitos!

El que así gritaba era un niño de dos años, mientras intentaba subirse al tiovivo que había en la habitación de Kelsey.

Alexa tomó a su sobrino y lo montó en el caballito, por enésima vez aquella mañana. Desafortunadamente, el caballito no hacía demasiado ruido, y Franklin mejoraba la escena dando gritos como loco y moviéndose sobre él a gran velocidad. Cuando por fin se cansó, empezó a exclamar:

—¡Abajo! ¡No más caballito, Franklin abajo!

—Espera, en seguida voy —dijo Alexa, desde el otro lado de la habitación.

Estaba intentando que su sobrina Emily no destrozara la casita de muñecas. Emily tenía en una mano una de las sillitas, y en la otra, las patas.

—¡Se ha roto! Oh, se ha roto —dijo.

—Vaya, parece que hay bastante acción aquí dentro —espetó Ryan, entrando en la habitación de su hija—. ¿Dónde está Kelsey?

Alexa hizo un esfuerzo por mantener la calma, pero no resultó fácil. Su adversario parecía particularmente fuerte y temible aquella mañana, con camisa negra y pantalones vaqueros. Lo veía tan poderoso que pensó que sólo le faltaba la capa para parecer el conde Drácula.

Respiró profundamente.

—Kelsey ha llevado a Dylan a dar una vuelta por la casa, en la silla de ruedas.

Era mentira. El niño que estaba con ella no era otro que Kyle, su hermanito, que se hacía pasar por Dylan, el tercero de los hijos de su hermana. Melissa los acompañaba.

Ryan sonrió, sin sospechar nada.

—Kelsey me dijo que ibas a traer a los trillizos esta mañana. Le intrigaba la idea de unos trillizos. Estaba ansiosa por verlos. Y cuando le dije que tú también eras trilliza, se quedó pasmada.

—Recuerdo que en lugar de trillizos nos llamabas clones —dijo.

Rezó para que Melissa y los niños no aparecieran en aquel instante.

—Sólo bromeaba. Lo sabes.

—Tienes un talento especial para bromear con todo. De hecho, te resulta muy lucrativo.

—Es cierto. Bromeo sobre todo y me pagan por ello.

Cuanto más interesado estaba por algo, más frialdad demostraba. Siempre lo había considerado su mejor virtud. Pero ahora, mirando el rostro incómodo de Alexa, se preguntó si su frialdad no sería un terrible defecto. Tal vez le resultara más cara de lo que pensaba.

Por ejemplo, Alexa lo miraba en el pasado de forma bien distinta. Con amor. Sintió una punzada en el corazón e hizo un esfuerzo para no recordar el pasado.

Pero Alexa había reaparecido en su vida y no conseguía evitar los recuerdos, hasta el punto de que ya no podía pensar en otra cosa. Supuso que no imaginaria lo ansioso que había estado toda la mañana, esperando que apareciera.

La miraba como si estuviera extasiado. Alexa estaba intentando sacar una tarta de plástico de la boca de Emily. Pensó que podía marcharse de la habitación sin que lo notara. Sin que le importara.

Pero no hizo ademán de marcharse. Necesitaba estar con ella.

—Recuerdo que cuando me dijiste que eras trilliza también me contaste que tu madre era melliza —comentó—. Poco más tarde dijiste que todas las mujeres de la familia de tu madre daban a luz mellizos o trillizos, desde tu bisabuela. Yo estaba fascinado.

—¿Fascinado? Pensé que te había dado una idea. Temí que nos convirtieras en personajes de tus viñetas —dijo.

No quería discutir sobre cuestiones tales como la reproducción. Tenía que lograr que se marchara de vuelta a su despacho, y cuando antes mejor.

—¡Quiero bajar! —exclamó Franklin de nuevo.

Alexa no se acercó con suficiente rapidez, y el niño cayó del caballo. Ryan y Alexa corrieron hacia él, pero el pequeño se levantó tranquilamente.

—Vaya, es fuerte —dijo Ryan admirado, sonriendo a Alexa—. Cuando Kelsey se caía a su edad empezaba a gritar y a llorar. De modo que eres uno de los trillizos de Carrie. Recuerdo cuando eran sólo unos bebes.

—Bueno, ha pasado mucho tiempo —dijo, sin devolverle la sonrisa—. Han cambiado mucho desde entonces.

Sin embargo, dudaba que pudiera creer que Dylan había cambiado tanto como para tener un tono de piel distinto, ojos distintos y pelo distinto.

Después de la discusión que habían mantenido el día anterior esperaba que se mantuviera alejado de ella.

Era la única forma de que funcionara el engaño de Kyle. Emily y Franklin, como el verdadero Dylan, eran de piel clara, pelo rubio y ojos azules. Y por si fuera poco, seis meses mayor que Kyle, un niño más bajo, de pelo tan negro como el de Melissa, ojos oscuros y piel morena.

—¿Le has dicho a Carrie que los traías a casa? —preguntó Ryan, observando a los niños.

Frankiin y Emily intentaban alcanzar unos animales de peluche que estaban en una estantería. Ryan estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para continuar aquella conversación, y el tema de los niños era un tema tan bueno como otro cualquiera.

—Claro que sí. ¿Crees que los he raptado? Suelo llevármelos a menudo, de modo que no es nada particularmente raro.

La voz de Alexa no sonó tan neutral como pretendía. Le había contado a Carrie lo que sucedía, pero no le había dicho nada acerca de la identidad de las personas involucradas. La mención del nombre de Ryan Cassidy bastaba para enfurecer a su hermana, al igual que sucedía con Ben. No le habían perdonado lo que había hecho.

Llevar a aquella casa a Emily y a Frankiin como parte de un engaño no le parecía bien, pero al menos le encantaba pensar que Kelsey y Kyle estarían juntos, disfrutando.

No podía creer que Ryan quisiera separarlos. Lo miró enfadada. Estaba muy nerviosa. Tenía que conseguir que Ryan saliera de la habitación antes de que Kelsey y Kyle regresaran. Y una discusión parecía la solución más adecuada. Puesto que la amenaza de los Tremaine parecía irritarlo, pensó que no estaría mal empezar por ahí.

—He hablado con mi cuñado anoche, para que me asesore sobre la posible denuncia de mi contrato, Tyler dijo que usaría todos sus recursos para ayudarme.

Se estaba volviendo una mentirosa. No había hablado con su cuñado, y se avergonzaba de usar tales artes.

Pero tener a Ryan tan cerca cambiaba el carácter de cualquiera. Lo miró, Ryan la observaba con expresión enigmática.

—No voy a romper el contrato, Alexa. Y creo que tú también lo sabes.

Empezó a sentir pánico. No quería discutir con ella. Aquél no era el momento más apropiado para que demostrara ser razonable. Intentó despertar en su interior el fuego del rencor.

—De modo que te he asustado, ¿eh? Supongo que no te apetece enfrentarte a los Tremaine, teniendo en cuenta que tienen la mayor cadena de librerías y editoriales del estado. Quieres que las cosas sigan como están para poder seguir vendiendo libros.

Ryan inclinó la cabeza. Estaba decidido a que la atmósfera no se enrareciera, pero resultaba evidente que intentaba molestar. No comprendía la razón. Se había ruborizado y sus pálidos ojos azules brillaban, retándolo.

—Dudo que los Tremaine quisieran sacar mis libros de sus librerías.

—Lo harían —insistió—. Una sola palabra de mi hermana Carrie y tus libros habrían desaparecido de sus librerías esta misma noche. Tan fácil como eso —añadió, chasqueando los dedos—. Los necesitas más de lo que ellos te necesitan a ti.

Estaba tan decidida a irritarlo, y resultaba tan evidente, que la curiosidad de Ryan se incrementó.

—¿Crees que es tan fácil encontrar a un dibujante tan bueno como yo? —preguntó con ironía.

—Los hay a montones.

—¡Caballito, galopa! Franklin había subido otra vez al caballo, y Emily intentaba subirse también.

Los dos adultos se dirigieron automáticamente al tiovivo. Él tomó a Franklin y ella hizo lo propio con Emily. En unos segundos, los dos niños estaban cómodamente sentados en los caballitos. Y Alexa se encontraba a apenas unos centímetros de Ryan, que se elevaba ante ella con su aspecto absolutamente varonil.

Durante un momento, tuvo miedo de que su corazón se detuviera. Pero entonces empezó a latir otra vez, aunque demasiado deprisa. Alexa tuvo que hacer un esfuerzo para respirar. Estaba demasiado cerca de ella, y podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

Inhaló su fragancia y sus pensamientos se amontonaron rápidamente, mareándola.

Ryan miró su seductora boca y los recuerdos lo asaltaron. Lo recordaba todo. Recordaba el contacto de sus suaves labios, el juego erótico de su lengua.

Recordaba las largas horas que pasaban en la cama mientras ella lo besaba y él acariciaba aquel largo y rubio cabello, elevando su excitación a niveles que nunca se habían repetido en toda su vida.

De forma compulsiva quiso tocarla y la tomó por los hombros. Después, incapaz de controlarse, empezó a acariciarla con sus largos dedos.

—Alexa, no quiero que seamos enemigos.

—Pues lo somos —espetó ella con voz suave.

El sonido de su voz contradecía sus palabras, y tuvo un efecto terrible en Ryan. Se estremeció e intentó controlar su reacción ante aquella voz y aquella boca, irresistibles. La necesidad de tocarla era algo insoportable, estando tan cerca.

Sus miradas se encontraron. La intensidad de la mirada de Ryan denotaba un deseo evidente. Alexa se sintió desfallecer. Se odiaba a sí misma por desearlo de un modo tan ardiente, y lo odiaba a él por reducirla a tal estado.

—Apartate de mí, maldita serpiente —dijo.

Se alejó, colocándose al otro lado del tiovivo, de manera que los niños quedaron entre ambos, como una especie de barricada protectora. Durante un momento se olvidó de Kelsey, de Kyle, y de la misión de mantener en secreto su visita. Se olvidó de todo. Salvo de la rabia que sentía.

—¿Se supone que debías estar trabajando? —preguntó—. ¿Qué hay de tus famosas viñetas? ¿Aún sigues trabajando en serio con ellas, o te limitas a enviar cualquier cosa por fax a última hora?

—Envió cualquier cosa a última hora, por supuesto.

Alexa no encontró divertida la broma. No quería encontrar divertido nada de lo que dijese.

How, Where and When. El título es tan afectado y pedante… Supongo que pensaste que era un inteligente juego de palabras, pero resulta irritante.

—Sí, es exactamente lo que pretendía. Una combinación irritante de palabras en inglés —dijo, en tono tan suave como su expresión.

Si ella se negaba a reírse, él se negaba a enfadarse. Y aquello molestó aún más a Alexa. Renunció a insultarlo en el plano profesional, puesto que parecía que aquel camino no la llevaba a ningún sitio.

—Tú tampoco estás trabajando. De hecho, tu paciente se ha hecho cargo de tu sobrino —sonrió—. Y creo que está muy bien. Estar todo el tiempo con dos pequeños diablos no es un trabajo deseable. Como para aguantar a una tercera.

—No es asunto tuyo. Y ahora, márchate.

—¿Me estás echando de la habitación de mi hija? Te recuerdo que estás en mi casa —dijo, mirándola con intensidad—. No estarás intentando provocarme, ¿verdad?

Alexa se ruborizó un poco más.

—Pretendo que te marches de aquí y que te encierres en tu despacho. Y puesto que no pareces darte por aludido, lo repetiré una vez más. Quiero que te marches y que me dejes sola.

—No te caigo muy bien, ¿no es cierto?

Estaba haciéndolo otra vez. Simulando frialdad cuando en el fondo estaba dolido.

—Piensa lo que quieras. Aunque de hecho es cierto que no me caes bien en absoluto.

Franklin escogió aquel momento para bajarse del caballito, agarrándose a Ryan y usándolo como escalera para bajar al suelo.

Ryan agradeció la distracción. Las palabras de Alexa resonaban en sus oídos y no podía pensar en otra cosa.

Tomó al chico y lo dejó a salvo en el suelo.

Franklin corrió hacia la puerta y se detuvo para mirar a Ryan de nuevo.

—Ven, ven con Franklin.

—Creo que quiere encontrar a su hermano —dijo Ryan, divertido—. Iré a buscar a Kelsey y…

—¡No! ¡No puedes hacerlo!

Si encontraba al falso Dylan ocurriría un desastre.

Ryan no era estúpido. Una simple mirada le bastaría para descubrir el engaño, sobre todo cuando Melissa estaba con ellos. Imaginaría que se trataba de Kyle, y no quería pensar en el enfrentamiento que tendrían Ryan y su ex esposa en cuanto aquello ocurriera.

—Quiero que Franklin se quede aquí, donde pueda vigilarlo —continuó.

—¿No confías en mí ni siquiera para que cuide un rato de tu sobrino? —preguntó asombrado.

Alexa prefirió utilizar el malentendido para lograr sus propósitos.

—Es cierto, no confío en ti. ¿Qué pasaría si te aburres o te distraes y te olvidas de él? Un niño puede herirse de mil formas distintas en esta casa. Podría caerse por la escalera o a la piscina o…

—Yo no olvidaría que tengo una hija. Estoy acostumbrado a tratar con niños.

—¿Por qué no te ibas a olvidar de él? A fin de cuentas te olvidaste de decirme que eras padre. Si puedes olvidar la existencia de tu propia hija…

—No olvidé decirte que tenía una hija.

—Sí que lo hiciste. Y lo hiciste deliberadamente. Una mentira por omisión, pero tan repugnante como si fuera una mentira directa.

—¡Ven con Franklin!

El niño levantó la voz para que le hicieran caso, indignado.

De forma espontánea e involuntaria los dos adultos miraron al pequeño dictador de dos años que creía ser su igual, o tal vez incluso su jefe. Después cruzaron las miradas, divertidos.

Ryan sintió que el suelo temblaba bajo sus pies. Era consciente de que el amor que irradiaba la mirada de Alexa se dirigía a su sobrino, pero en cualquier caso lo afectó profundamente. Recordó que en el pasado lo había mirado a él de aquel modo, con rostro dulce y mirada afectuosa. Pero los días de aquel amor habían pasado. La época en la que habían sido amantes.

—Alexa —dijo con voz sensual.

Estaba desesperado por acabar con la hostilidad que había entre ellos.

Alexa lo notó y se alarmó. No podra permitirse un alto al menos en aquel instante. Tenía que echar mano de la artillería pesada.

Lo miró y dijo:

—Dime, Ryan, ¿has recordado decirle a tu prometida que tienes una hija? ¿O has decidido mantenerlo también en secreto?