Capítulo 5
-¿Mi prometida? —preguntó Ryan.
—He oído que vas a casarte —contestó, tensa.
La atracción que sentía por él era casi dolorosa, pero intentó resistirse.
—¿De verdad? ¿Y quién te lo ha dicho?
Alexa frunció el ceno. No le parecía adecuado nombrar a Melissa, puesto que en seguida la acusaría de estar de acuerdo con ella para atacarlo.
—Gloria lo mencionó —mintió, sin mirarlo.
Mentalmente pensó que debía una disculpa a la anciana por usar su nombre un par de veces como coartada. Era una mentirosa, y no demasiado original.
—Gloria —repitió él—. Bueno, siempre dice lo que más le conviene a quien esté dispuesto a escucharla. ¿Y te ha contado con quién voy a casarme?
Estaba realmente interesado en saberlo. Se preguntó de dónde diablos había sacado Gloria aquello, pero por más vueltas que le daba no tenía la menor idea.
—No me molesté en preguntárselo —contestó—. Tenía mejores cosas que hacer que sonsacar a Gloria. Pero si supiera su nombre le enviaría una carta de pésame, tenlo por seguro.
—¿Una carta de pésame por casarse conmigo? —preguntó, apretando los labios—. Bueno, en los supermercados se encuentran todo tipo de postales, así que supongo que también las tendrán para dar el pésame.
Ryan sonrió, pero ella no hizo lo mismo.
—¿Es que no hay nada de lo que no hagas una broma? Encuentras sentido del humor hasta en la infidelidad y en la traición.
—Hay muchas personas que sólo ven el lado negativo de las cosas —interrumpió de inmediato, a la defensiva—. No veo qué tiene de malo contemplar este mundo loco desde otra perspectiva. Desde un punto de vista más humano.
—No estoy hablando de tus viñetas, sino de tu personalidad. Usas el humor para defenderte.
—Bueno, tú usas la rabia para distanciarte de mí. Llevas toda la mañana atacándome e intentando que me enfade. Y no comprendo por qué.
—¡Pobre Ryan! Sólo pretendes que seamos amigos. ¿Es eso lo que pretendes que me crea ahora? —preguntó, cruzándose de brazos y levantando los ojos al techo—, bueno, si soy tan estúpida como para creerlo, merezco que me encierren en una casa con vistas al mar en el polo norte.
—No estoy intentando engañarte, Alexa. Simplemente pretendo que…
—Siempre tienes que salir con ese tipo de cosas, ¿verdad? —continuó, como si fuera el fiscal y él el acusado—. Eres un cretino incapaz de comprometerte en nada. Te asustas en cuanto una mujer se te acerca demasiado, y te aseguro que hablo como una testigo de excepción. Nuestra relación llegó demasiado lejos, te asustaste y te lanzaste en brazos de toda una legión de amantes. Y ahora te has comprometido con otra, y como te da miedo pretendes engañarla. ¡Usándome a mí!
—No pretendo engañar a nadie.
—Puede que aún no, pero lo harás —dijo con ojos brillantes por el enfado—. He notado cómo me mirabas, y sé lo que eso quiere decir. Tuvimos una relación muy íntima durante ocho meses, Ryan, y conozco tus gestos.
—Yo también conozco los tuyos, querida. Y aunque pretendes que seamos enemigos, tu lenguaje físico dice algo bien distinto.
Ryan se sintió frustrado. Las palabras siempre terminaban por traicionarlos, ya fuera en el presente o en el pasado. Tuvo la tentación de acercarse a ella y resolver sus diferencias de un modo no verbal. Siempre se habían comunicado bien físicamente.
—¡No es cierto! —exclamó—. Eres mi enemigo, y nunca podrá ser de otra forma. Pero aunque no lo fueras, no soy la clase de mujer que se lía con el hombre de otra.
—Esta discusión es ridícula, por no decir irrelevante, porque no…
—¡Abajo! ¡Quiero bajar ahora mismo! —protestó Emily.
No podían dejar de lado a la niña, de modo que Ryan tomó a la pequeña y la puso en el suelo.
—Ya está, señorita.
Emily lo miró con sus grandes ojos azul pálido.
—¿A dónde voy? —preguntó.
Ryan encontró muy divertida su confusión.
—Supongo que eso no tiene contestación —dijo.
—Los niños son muy literales a su edad —comentó Alexa.
Resultaba difícil concentrarse en la discusión con dos niños de por medio.
—Es cierto. Me recuerda a Kelsey de pequeña. Brillante y lista, siempre dando vueltas y haciendo cosas.
Entonces su sonrisa desapareció.
Alexa supo que estaba pensando en el estado de su hija, aún brillante y lista, pero incapaz de moverse a su antojo. Tuvo que contenerse para no abrazarlo y consolarlo. Siempre reaccionaba de aquel modo con él.
Ryan Cassidy jugaba con ella como si fuera una simple marioneta.
—Alexa, ¿volverá a caminar algún día?
Ryan miró a los dos niños, Franklin había abandonado la idea de marcharse y estaba otra vez con su hermana, jugando con los animales. Sus movimientos contrastaban con la incapacidad de Kelsey, que tenía que hacer un verdadero esfuerzo sólo para llegar a su silla de ruedas.
—¿Podrá caminar de nuevo sin tener que concentrarse en todos sus movimientos? —preguntó—. ¿Qué pasará si su parálisis es permanente? ¿Qué pasará si no puede volver a andar sin la ayuda de unas muletas o una silla de ruedas?
—Que aprenderá a aceptarse y continuará viviendo. Kelsey es mucho más que dos piernas. Y la vida es algo más que pegar saltos y correr. No hay razón para que su vida no pueda ser maravillosa, a menos que crea que es menos buena por ello. Ése es el mayor problema. Y el mayor obstáculo para los que no pueden ver más allá de su incapacidad.
—Supongo que siempre dices lo mismo a los padres de tus pacientes —dijo con tristeza.
—Lo digo en serio. Si un niño no se recupera psicológicamente, los efectos pueden ser terribles. Por ejemplo, tus peleas con Melissa han hecho que Kelsey aprenda a manipularos, y eso estropeará sus futuras relaciones de un modo más profundo que su incapacidad.
—Supongo que debo considerarlo como un ataque indirecto. Me atacas por mi relación con Melissa utilizando como coartada a Kelsey.
—Me preocupo por ella y quiero que se recobre totalmente, no sólo en el aspecto físico.
—Yo también.
—¿Y crees que es bueno para ella que le prohíbas ver a su hermano y que intentes quitarle la custodia a su madre?
—Quiero lo mejor para mi hija, y…
—No, no es cierto. Quieres que las cosas salgan como quieres que salgan. Que sean buenas o malas para los demás es algo irrelevante para ti.
El insulto lo quemó como si fuera ácido.
—Eso es tan falso como injusto.
—Siempre has tenido la inclinación de adaptar la realidad a tus propósitos, Ryan. Puede que todo derive del universo de tus cómics. —Respiró profundamente y continuó. Ahora no podía detenerse—. Lo sé porque he experimentado en carne propia lo que significa para ti eso de hacer «lo mejor». Lo mejor era que no nos viéramos de nuevo. Pues bien, no era lo mejor para mí, pero no quisiste escucharme. Me echaste de tu vida y se supone que debía creer que actuabas por mi bien. Te amaba tanto…
Dejó de hablar, horrorizada por lo que estaba diciendo. No podía creerlo.
—Pero eso ya es historia —se apresuró a decir, avergonzada—. Ya no importa.
Ryan permaneció en silencio. Consideró lo que acababa de decir. De repente, estaba contemplándose desde su punto de vista y no le gustaba la imagen resultante. Todo lo que hasta entonces le había parecido evidente, dejaba de serlo.
—La persona que describes, arrogante, egoísta y manipuladora, no soy yo —protesto él, mirándola con intensidad.
—Oh, estoy segura de que podrías encontrar muchos testigos que dirían que eres un gran ser humano, pero siempre se tratará de personas que no están muy allegadas a ti, de personas que sólo saben de ti lo que tú quieres que sepan. ¿Crees que alguien que estuviera más cerca de ti tendría una opinión tan positiva? Dejando al margen a Melissa, por supuesto, a quien de todas formas nunca escuchas.
Alexa tenía razón. Ninguna de aquellas personas eran en realidad amigos suyos. Ninguno era lo suficientemente importante como para que afectara sus decisiones o intenciones. Ni siquiera su padre, ni Gloria. Y en cuanto a Melissa, lo veía como si fuera el mismo demonio, de modo que cualquier cosa que dijera sería perjudicial para él.
Pero cuando Alexa se había plantado ante él diciéndole que ponía sus intereses personales por encima de los de su hija, le afectó. Alexa siempre había tenido la capacidad de derribar todas sus defensas y destrozar la indiferencia y el control que cultivaba desde su solitaria infancia. Era una habilidad que ninguna otra persona tenía sobre él. Y combinada con el amor que había sentido, resultaba tan peligrosa como para querer sacarla de su vida.
Sin embargo, tenía que conseguirlo. Se había jurado no volver a caer bajo el hechizo de su atracción, aunque aquello hubiera significado en el pasado rechazar el amor que le ofrecía, el amor que tanto deseaba. Había sido una especie de guerra interior en la que había ganado su lado más cínico y negativo.
Sólo se permitía el amor que sentía por su hija. Se enorgullecía de ser un padre generoso y cariñoso, y sin embargo, ahora Alexa se atrevía a discutirlo.
—Creo que estás celoso del amor que Kelsey siente por su hermano —continuó ella, sin dejar que el tono de la discusión bajara—. Ves a Kyle como una ventaja potencial en manos de Melissa, pero lo cierto es que ese pequeño tiene el derecho de ver a su hermana y de mantener una relación con ella. Todos los juguetes que compras a tu hija no ocuparán nunca su lugar, y si crees que lo harán te estás engañando a ti mismo.
—¿Es eso lo que piensas?
Ryan se preguntó si seria verdad. A la luz de sus acusaciones, el comportamiento que había tenido con Melissa empezaba a adoptar un significado distinto.
Cada vez que Kelsey mencionaba el nombre de su hermano se irritaba. No quería saber nada de alguien que era tan importante en la vida de su hija. Una relación de la que él no formaba parte.
—Cuando intentas que Kelsey y Kyle estén separados, estás siendo tan cruel como tu madrastra, la que te quitó el perro que tanto querías —dijo, mirándolo con intensidad.
Se preguntó si no habría ido demasiado lejos. Ryan parecía realmente angustiado.
—Lo último que quiero es ser cruel con mi hija —dijo él.
—Puede que no lo hagas de forma deliberada —concedió ella, intentando consolarlo de algún modo—. De todas formas aún no has causado un daño real. Podrías…
Estaba en mitad de la frase cuando la puerta se abrió y apareció Melissa.
—Hola, ya estamos de vuelta.
Alexa se quedó helada, y Melissa también. Palideció de repente.
—Oh, Ryan, no sabía que… Acababa de llegar y estaba buscando a Kelsey. Pero ya veo que no está aquí. ¿La has visto en algún sitio, Alexa? Si Melissa estaba intentando disimular, no lo estaba consiguiendo. Era la viva imagen de la culpabilidad.
Ryan supo de inmediato que algo marchaba mal.
Cruzó la habitación, salió al pasillo y regresó segundos más tarde, empujando la silla de ruedas de Kelsey. Kyle estaba en su regazo, comiéndose una galleta.
Kelsey miró a su madre y a Alexa con grandes ojos, asustada. Pero hizo un esfuerzo por sonreír a su padre.
—Hola, papá. Éste es Dylan, el sobrino de Alexa. Es trillizo, ¿sabes?
Ryan miró al niño durante unos segundos. Después miró a Franklin y a Emily, que seguían jugando.
—Eh, chicos —dijo—. ¿Dónde está vuestro hermano? ¿Dónde esta Dylan?
Emily dejó caer el osito de peluche que tenía entre manos y preguntó de repente, como acordándose de él:
—¿Dónde está Dylan?
—Dylan no está aquí —contestó Franklin, sonriendo—. ¡Dylan está durmiendo!
Emily empezó a reír y Franklin la acompañó, ajenos a la tensión del ambiente.
—Qué extraño, no parecen reconocer a su propio hermano —dijo Ryan.
—Eso es porque son tontos —espetó Kelsey—. Realmente tontos. No tienen memoria. ¿No es triste?
—No creo que sean tontos. Yo diría que son bastante listos, y que este supuesto Dylan no es el verdadero Dylan —comentó Ryan, acariciándole el pelo.
—Si que lo es, papá.
Ryan sintió una profunda tristeza al ver que su hija estaba mintiendo, y que insistía en la mentira. Pero lo peor de todo era que se lo merecía. Miró a Melissa, y supo que aquella vez no podía culparla por lo sucedido. Su ex esposa había tomado en brazos al niño, como queriendo protegerlo.
Había acusado a Melissa de tantas cosas con el paso de los años que al final se había convertido en una costumbre. Hasta entonces. Su mirada se encontró con la de Alexa. La mentira era aún más dolorosa porque ella había participado.
La habitación estaba en completo silencio, salvo por las risas de los dos pequeños. Miró a su hija y dijo:
—Sé que es tu hermano Kyle, Kelsey, y sé también que quieres verlo. Siento que hayas tenido que mentir para conseguirlo. Cuando dije que no podía venir me equivoqué —anadió, mirando a Melissa—. Puedes traerlo todos los días, siempre y cuando no impida sus ejercicios de rehabilitación.
Melissa se quedó sorprendida. Tan asombrada estaba que no fue capaz de decir una sola palabra.
—¡Gracias, papá! —exclamó la niña, encantada—. ¡Eres el mejor!
Alargó los brazos para que la abrazara y él lo hizo, levantándola de la silla.
Alexa sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Aquella escena la había afectado más de lo que debía. Pero intentó no demostrarlo.
—Gracias, Ryan —dijo Melissa al fin, nerviosa—. ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
—Alexa me ha dicho unas cuantas cosas que no había considerado —contestó, mirando a la fisioterapeuta.
—Bueno, me encantaría saber qué te ha dicho y cómo ha conseguido que la escuches. Porque no escuchas a nadie, Ryan Cassidy.
Alexa se puso en tensión. Al parecer Melissa no tenía intención de ganar con limpieza.
—Sólo le expliqué la importancia de la relación entre hermanos. Ya sabes, durante la convalecencia, ese tipo de cosas.
Miró el reloj a propósito.
—Dios mío, es muy tarde. Tengo que llevar a Emily y a Franklin con su madre ahora mismo. Estaré de vuelta dentro de un rato, para hacer una sesión corta. Pero mañana trabajaremos todo el día, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —contestó la niña.
Alexa tomó a los dos pequeños y salió de la habitación. Había llegado al enorme vestíbulo cuando la voz de Ryan la detuvo.
—Alexa, me gustaría hablar contigo.
Alexa levantó la mirada. Estaba bajando por las escaleras.
—He dejado a Kelsey con su hermano y con su madre. ¿Te importa si os llevo a ti y a los niños?
—No creo que sea buena idea. Voy a ver a Carrie en un supermercado que está a unos cuantos kilómetros, y después tengo que volver para trabajar con Kelsey.
Alexa apretó a los dos pequeños. No quería estar a solas con Ryan. Ya había pasado demasiado tiempo con él, y los resultados habían sido devastadores. Se sentía vulnerable. Su capitulación en relación al tema de Kyle la había sorprendido mucho; y la escena siguiente con Kelsey la había afectado de forma muy profunda. Tenía que alejarse de él para recobrar cierto equilibrio.
—Me gustaría hablar sobre Kelsey —continuó él.
Estaba resuelto a utilizar para ello lo único que los unía. Alexa se tomaba muy en serio su profesión. Podía desear alejarse de Ryan Cassidy, su ex amante, pero haría lo mismo con Ryan Cassidy, padre de una de sus pacientes.
Alexa permaneció quieta, sumida en un conflicto interior. Se preguntó si realmente quería hablar sobre su hija, o si sólo se trataba de una estratagema que nada tenía que ver con ella. Pero aquella misma mañana había observado que sentía un verdadero amor por Kelsey, y no podía cerrarle la puerta en las narices sin escucharlo. Estaba considerando la situación cuando la puerta se abrió y entró Gloria, acompañada por una pelirroja que llevaba un maletín muy caro.
—¡Mira quién está aquí, Ryan! —dijo Gloria—. Está dispuesta a discutir sobre los planes de boda. Te quedarás para comer, ¿verdad, Judy?
—Claro que sí. Me quedaré todo el día. Y hasta es posible que me quede a cenar —contestó, guiñando un ojo a Ryan.
—Tengo que marcharme —anunció entonces Alexa.
Salió por la puerta, ruborizada, y agradeció el contacto de la fría brisa de octubre.
Acababa de conocer a la prometida de Ryan. Estaba allí para hablar sobre los planes de la boda. Sintió unos terribles celos y estuvo a punto de llorar. Llegó al vehículo y dejó a los niños atrás. Después, les puso los cinturones de seguridad. No podía creer que hubiera estado a punto de llorar por celos, e intentó convencerse de que sólo se trataba de un acto reflejo que no significaba nada en absoluto. No quería aceptar que le entristecía que Ryan fuera a casarse con otra. Al fin y al cabo conocía los planes de la boda desde el día anterior.
No era posible que la visión de su prometida la hubiera afectado tanto. Tenía que ser otra cosa.
Se recordó que su relación con Ryan ya había terminado, que había finalizado años atrás. No estaba allí para liarse con ningún hombre, y mucho menos con uno con el que ya había fracasado.
—¡Alexa! —exclamó Ryan a sus espaldas.
Alexa miró hacia la casa y vio que se acercaba corriendo. Sintió pánico. No podía enfrentarse a él en aquel momento. Tenía que alejarse de él de inmediato.
—Hablaré contigo sobre Kelsey en otro momento. Tengo prisa.
Entró en el coche y arrancó el motor. Una mirada al retrovisor le bastó para comprobar que Ryan se había detenido, con las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros, mirándola. Y permaneció allí hasta que el vehículo torció en un recodo del camino, desapareciendo de su vista.