CAPÍTULO
12
MI HOGAR
Después de un largo recorrido huyendo de aquellos Daimones que nos perseguían, llegamos a un punto donde yo sabía que podía hacer el traslado final al mundo en el que habitan los humanos. Ya nos habíamos alejado lo suficiente del camino que conducía a la tierra de los Laerim, como para que estos Daimones no supusieran un peligro para el secreto de la tierra inmortal. Les despistamos de la senda que llevaba hasta la tierra sagrada de los Laerim. Así lo hice porque yo no podía poner en peligro a mis hermanos.
Entonces me detuve y Liam, que estaba algo desconcertado, me miró. En silencio tomé sus manos como años atrás lo había hecho Alan conmigo para llevarme a nuestro mundo. Él me miraba sin saber muy bien qué estaba ocurriendo. Puse mi brazo izquierdo sobre el suyo. Él no tenía el escudo Laerim, pero yo sabía que mis círculos eran lo suficientemente potentes como para hacer el trabajo para los dos. Me di cuenta de que Liam confiaba en mí completamente porque no opuso ninguna resistencia a lo que yo iba a hacerle. Sentí cómo mi escudo emitía una poderosa energía hacia el brazo de Liam. Noté que mi fuerza era tan grande que le estaba dañando, pero teníamos que salir de allí, aunque para ello él tuviera que sufrir dolor. Sin embargo, sabía que él podría con aquel daño que le estaba produciendo yo misma con mi energía. Al cabo de unos segundos se quedó inconsciente y entonces aparté mi escudo de su brazo. Se desplomó en el suelo.
Era necesario que él no supiera nunca cómo habíamos salido de aquel lugar. Éste era un secreto que sólo conocíamos los Laerim, sólo nosotros podíamos entrar y salir de aquella tierra y sólo nosotros podíamos conocer cuál era el camino verdadero. Era un juramento que hacía cada Laerim y que era una garantía de protección para los demás miembros de nuestra especie. Yo había hecho este juramento también en su día y no iba a poner en peligro a ninguno de mis hermanos sin necesidad.
Ahora que Liam ya estaba inconsciente y dentro de mi campo de energía, yo sabía que podíamos iniciar el camino de vuelta. Me arrodillé delante de él y le rodeé con mis brazos, evitando tocarle para no provocarle más daño innecesario, pero asegurándome de que en el camino de regreso al mundo de los humanos él seguiría dentro de mi campo de movilidad. Inicié el proceso. Poco a poco, fui viendo cómo todo a mi alrededor estaba iluminado por el mismo e intenso haz de luz entre blanca y azulada que emitió Alan cuando me llevó a nuestra tierra. Volví a sentir cómo mi cuerpo avanzaba a altísima velocidad y vi cómo también el cuerpo inconsciente de Liam me acompañaba en aquel viaje. Igual que el día que realicé el viaje de ida con Alan, el silencio impregnaba todo el espacio, proporcionando una paz absoluta y casi embriagadora.
Finalmente, habíamos salido y habíamos llegado al mundo de los humanos, concretamente a un bosque que había al norte de los Estados Unidos. Era un día de lluvia y ese lugar se hallaba totalmente solitario, bajo el oscuro gris provocado por las enormes nubes que cubrían el cielo. Volví a sentarme a su lado sin tocarle hasta que volvió a la consciencia.
— ¿Dónde estamos? —preguntó todavía aturdido y tratando de recuperar su respiración por completo.
— Estamos en un lugar, por el momento seguro. En alguna parte del norte de los Estados Unidos —respondí transmitiéndole una gran tranquilidad.
— ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? —volvió a preguntar tratando de entender qué era lo que había ocurrido.
Le miré sonriendo.
— ¿Qué ha pasado? —dijo entrecortado— Recuerdo que me has abrasado con tus círculos y después todo era oscuridad —relató, intentando él mismo entender qué había sucedido.
— Confía en mí, Liam.
Sonreí una vez más.
— A partir de ahora, verás que puedes confiar en mí para muchas cosas que antes ni te hubieras imaginado —dije pausadamente.
— Estás distinta.
— Lo sé. Ahora soy una Laerim. Ahora sí —dije con orgullo.
Yo también me daba cuenta de que hablaba como mis hermanos y transmitía esa paz y confianza que ellos solían transmitirme a mí cuando los conocí.
— Para mí sigues siendo Aliva. Siempre serás mi Aliva. Pero es cierto que se han producido cambios significativos en ti —me dijo observándome como él solía hacer siempre.
Le miré esperando una explicación algo más detallada de lo que me quería decir, aunque yo ya sabía a qué se refería, pues podía entender qué era lo que estaba pensando sólo con mirarle. Esta habilidad que me enseñó Abel la había desarrollado intensamente y me resultaba muy interesante. Me permitía entender qué era lo que los demás me querían decir sin necesidad de que hablaran, sólo con observar sus micro movimientos.
— Has adquirido una belleza todavía mayor, no sólo externa sino sobre todo me refiero a algo que está dentro de ti. No sé cómo explicarlo —dijo mirándome con esos ojos que siempre me embaucaron.
— No te preocupes. Sé a qué te refieres. Ahora soy yo misma —respondí.
Aunque yo sabía que estábamos en un lugar solitario, también me daba cuenta de que mi energía era tan potente en aquellos momentos que no iba a tardar en aparecer algún peligro. Y así fue. Mientras hablábamos, percibí que se acercaban unos Daimones. Cerré unos segundos los ojos para poder concentrarme en escuchar los sonidos lejanos y saber a qué distancia estaban. Liam me miró y se quedó en silencio porque se daba cuenta de que yo estaba escuchando. Después abrí los ojos y le miré.
— Vienen más. Son Daimones y nos han encontrado —dije con seriedad y bajando el tono de mi voz.
Los dos sabíamos que nos perseguirían porque habían percibido mi energía Laerim y me seguirían allí donde yo estuviera. Por eso, decidimos que no podíamos estar siempre huyendo de ellos, que teníamos que hacerles frente y acabar con ellos. Les esperamos. Sabíamos que nos encontrarían y vendrían a por mí. Cuando estaban ya muy cerca de allí, le dije a Liam que se fuera, que se alejase lo suficiente como para que mis barreras no pudieran dañarle.
— No puedo dejarte sola. No puedo abandonarte. No puedo hacerlo, Aliva —dijo preocupado y desconfiado.
Me cogió fuertemente las manos.
— Sí puedes y lo harás. Ya no soy la frágil Aliva que conociste en Nueva York. Soy una Laerim—dije con seguridad y orgullo—. Confía en mí y sal de aquí cuanto antes, por favor.
Le besé.
— Sal ya de aquí, Liam por favor —le insté.
Me miró con miedo e inseguridad, pero confiando en mis palabras. Después dio un gran salto y desapareció de mi vista.
Yo no tenía miedo, pero era la primera vez que me iba a enfrentar a esto y sabía que no iba a ser fácil. No tenía muy claro cuántos Daimones me iba a encontrar, ni si podría con ellos. Pero me dije a mí misma que ahora no podía ser mi fin. Ahora que había recuperado a Liam, nada ni nadie podría acabar con mi vida. No sería justo.
No tenía claro qué era lo que iba a hacer cuando los tuviera delante. Simplemente me iba a dejar llevar por mi nuevo y agudo instinto.
Me quedé en el mismo lugar donde estaba hacía un minuto con Liam. Observé el entorno. Era un lugar apartado de la civilización, solitario y frío, con árboles altos que casi no dejaban pasar la luz. El otoño había comenzado hacía unos días y al caer la tarde, se podía sentir el frío en la piel. Activé la regulación de mi temperatura corporal, con el fin de sentirme integrada en aquel lugar y que el frío no fuese un problema cuando me enfrentase a aquellos desconocidos que venían con la intención de acabar con mi vida. Se escuchaba soplar el viento sobre las hojas de los enormes árboles. Pisé con firmeza sobre la tierra para sentir la conexión con aquel desconocido lugar, me agaché y tomé un puñado de tierra húmeda. Me la acerqué para inhalar su aroma, al tiempo que sentía su tacto frío. Miré arriba para observar el cielo que comenzaba a oscurecer entre los escasos huecos que dejaban las hojas de los árboles, para ver más allá de ellos mismos. Agudicé mi oído para escuchar los sonidos que emitían los animales que habitaban aquel bosque y sentí el nerviosismo en sus movimientos, pues su instinto les indicaba que algo peligroso estaba a punto de ocurrir en su apacible hogar. Todo esto me permitió integrarme en aquel micro cosmos y sentir cómo mi ser trascendía a mí misma para entrar a formar parte de este apartado y bello lugar del universo. Mientras sentía esa profunda conexión con la naturaleza, pude alcanzar un estado de meditación que me iba a permitir hacer frente a lo que se avecinaba.
De repente, dos Daimones grandes y fuertes, con la piel muy bronceada y unos cuerpos enormes, saltaron desde algún árbol de alrededor y se colocaron delante de mí. Abrí los ojos pausadamente, pues me hallaba en auténtico estado de paz interior. Me miraron fijamente y con una evidente ansiedad por acabar conmigo. Pude sentir cómo se helaba el viento que soplaba fuertemente, mientras empezaba a anochecer.
— ¿Quién eres? —dijo bruscamente el que estaba a mi izquierda.
Me mantuve quieta y en silencio, observándoles fijamente. Mi gesto era hierático.
— ¡Te he hecho una pregunta! ¡Responde! —gritó enfadado.
Yo continué callada y mirándoles a ambos.
Pude percibir cómo se iba poniendo cada vez más nervioso por no ser capaz de hacerme vacilar en ningún momento.
Me llamó la atención la marca que ambos tenían junto a la sien izquierda. Era como una especie de pequeño semicírculo del mismo color de su piel y que parecía como una especie de cicatriz, aunque no era realmente una cicatriz. No había visto algo así antes y no recordaba que ninguno de mis maestros Laerim me hubieran hablado de ello nunca. Aquello me intrigaba, pero no dejé que distrajera mi atención.
Al cabo de unos instantes de tratar de preguntarme cosas para hacerme hablar y de hacer varios intentos por intimidarme y atemorizarme sin éxito, soltó una potente carcajada mirando a su compañero y señalándome a mí.
— ¿Y qué tipo de peligro puede suponer una pequeña cría, delgaducha y sola para nosotros dos? —dijo mostrando un tono de burla prepotente hacia mí.
El otro no hablaba, sólo me observaba. Me di cuenta de que el de la derecha era el más fuerte y el que podía ser más peligroso para mí.
Aguanté hasta que ellos dieran el primer paso. Entonces, el de la izquierda se acercó peligrosamente y me susurró al oído.
— Nos lo vamos a pasar muy bien, ¿verdad? —dijo transmitiendo sus ganas de hacerme daño y quedarse con toda mi energía.
Me mantuve quieta, a pesar de que su desagradable olor me quitaba la respiración. Visualicé el aroma de la tierra húmeda y traté de mantenerme serena, mientras observaba atentamente cualquier micro movimiento que hiciera el otro, el de la derecha. Pues sabía que ahí era donde estaba el peligro real al que iba a tener que hacer frente.
El de la izquierda trataba de amedrentarme con sus palabras y con su cercanía física, pero seguí quieta aunque invadida por ese espantoso rechazo que sentía ante la presencia de aquellos dos seres malignos. Por un momento, pensé que me ahogaba. Pero inmediatamente volví a restaurar en mi mente la conexión con la naturaleza. Y un instante antes de que el de la derecha iniciara el movimiento para abalanzarse sobre mí, di un salto por encima del otro. Yo sabía que en mi mano izquierda estaba mi máximo poder, pues ahí es donde estaban mis círculos, la fuente de toda mi energía protectora. Por eso, di el salto para colocarme de modo que mi mano izquierda proyectase la barrera de protección más potente sobre el Daimón más peligroso de los dos.
Volví a pisar la tierra con firmeza.
Levanté mis manos hasta la altura del pecho y con las palmas mirando una a cada uno de ellos elevé los haces de energía a mi alrededor. Mientras lo hacía, yo estaba con los ojos cerrados. No necesitaba ver, toda mi capacidad debía concentrarse en crear una barrera de energía luminosa y abrasadora a mi alrededor que les impidiera acercarse o tocarme.
En su instinto violento por tomar toda mi energía para hacerse más fuertes, se acercaron a la luz que yo emitía a mi alrededor con mis manos, en un gesto como de derribar una pared con la fuerza de su cuerpo.
Y ese fue el momento en que sentí cómo sus cuerpos se abrasaban con la misma intensidad y dolor que Himshal le había producido a Liam, cuando emitió la protección Laerim en el bosque oscuro.
Escuché sus gritos de dolor, porque aquello les estaba provocando la muerte después de cientos de años de existencia.
Sabía que era necesario, que tenía que protegerme a mí y a Liam de dos seres que sólo querían terminar con mi vida, pero aún así el tormento que me produjo saber que estaba terminando con la vida de alguien, aunque ese alguien fuera un Daimón asesino que quería matarme a mí, me produjo un sentimiento de amargura que no olvidaré jamás.
Yo no había venido a este mundo para terminar con la vida de nadie y eso me hizo sentir francamente mal. Pero mantuve la fuerza suficiente para aguantar hasta que llegase su fin, sin dejar de emitir la barrera energética que me salvaría la vida, porque mi mente inconsciente dio prioridad a mi instinto de supervivencia, por encima de mis propios valores más profundos.
Cuando supe que todo había terminado, bajé las manos. Miré al lugar donde antes estaban los dos Daimones amenazando mi vida y vi que no había nada. Era como si todo se hubiera desvanecido, era como si esos dos Daimones se hubieran esfumado o como si no hubieran existido nunca antes y todo hubiese sido un producto de mi poderosa imaginación. Aunque todavía se podía apreciar un pequeño hilo de humo sobre la tierra, fruto de la abrasión que les había provocado.
Estaba desconcertada y exhausta por el esfuerzo que acababa de hacer. Pensé que iba a caerme al suelo de puro agotamiento, cuando sentí la presencia de más Daimones. Me di la vuelta y vi que se trataba de uno solo, pero estaba detrás de mí acechando para acabar con mi vida. No tenía fuerzas para volver a empezar y por un segundo pensé que era el final. Pero me puse frente a ella.
— ¿Quién eres, maldita? —gritó.
Era una voz femenina. La miré sin mediar palabra con ella, al igual que había hecho con los otros dos. Era algo que aprendí con mis hermanos.
— Si alguna vez te encuentras frente a un Daimón. Debes estar muy atenta a todos sus movimientos. Sobre todo, debes observar sus micro movimientos con la máxima exactitud, porque son los que te indicarán qué es lo siguiente que va a hacer o qué está pensando y eso te permitirá adelantarte a ellos siempre —me enseñaba Himshal, una mañana en la que me estaba entrenando para cualquier posible peligro que pudiera acechar mi vida.
— Y recuerda algo primordial: un Daimón es un prestidigitador de la palabra, que tratará de embaucarte con sutiles y poderosos engaños hasta que caigas en sus garras. Será capaz de decirte cualquier cosa. Y ten por seguro que te dará allí donde sabe que tú reaccionarás. No les creas nada de lo que te digan. Recuerda siempre que son Daimones y son peligrosos y mentirosos. Nunca les respondas a lo que te digan porque estarás en peligro. Si les hablas ellos sabrán qué es lo que tienen que decir para hechizarte y para llevarte a un lugar donde estés indefensa y entonces, atacar —me enseñaba con sumo detalle y cuidado, para que yo grabara sus palabras en mi mente para siempre, como hice.
Recordé perfectamente cada una de las enseñanzas de Himshal aquel día. Y seguí sus indicaciones. No respondí a la pregunta de la mujer Daimón.
— Responde, ¡maldita sea! —dijo con rabia.
Yo seguí observándola porque sabía que en cualquier momento podía atacarme y debía ser capaz de intuir ese momento y la forma en que lo haría para poder defenderme. Pero me sentía muy frágil, porque el esfuerzo que había hecho para acabar con los otros dos Daimones me había debilitado y necesitaba un tiempo para recuperarme. Además, la tristeza por haber terminado con la vida de un ser vivo, me había desgastado internamente. Vi que también tenía la marca de la frente exactamente igual que la de los otros dos.
— No podrás conmigo —dijo mirándome y desafiándome, pero sin moverse del lugar en el que estaba desde que llegó.
— ¡Pero yo sí! —gritó Liam que acababa de aparecer de entre la oscuridad y se había puesto a mi lado, frente a ella.
Ella apartó sus ojos de mí, pues quedó aturdida al ver a un Daimón protegiendo a una Laerim.
— ¿Quién eres tú? —preguntó— ¿Qué es esto? ¿Qué está ocurriendo aquí? —insistió nerviosa a Liam.
— La protegeré con mi vida, si es necesario —amenazó él.
Volví a sentir miedo por Liam. Yo sabía que, con él tan cerca, yo no podría emitir ninguna protección. Por tanto, todo dependía de él. Y no estaba segura de lo fuerte que pudiera estar en estos momentos para hacer frente a una mujer Daimón, que por lo que pude intuir acababa de perder a dos seres muy próximos (tal vez sus hijos) y yo había sido la causante de su muerte.
Aquello me atemorizaba y me resultaba extraño, porque yo había aprendido que un Daimón era un ser incapaz de sentir amor por ningún otro ser de la naturaleza. Por tanto, aquello me resultaba extremadamente raro.
— ¡Vete de aquí, Liam! —le dije casi en un susurro— Yo puedo con ella, si me dejas. Pero necesito que te vayas.
— Aléjate —me dijo con la voz muy tranquila y sin dejar de mirar a la mujer Daimón.
Sabía que Liam tenía razón, que yo no estaba suficientemente recuperada del esfuerzo realizado frente a aquellos impresionantes Daimones. Debía confiar en él. Liam había luchado durante milenios frente a multitud de Daimones, quizá más peligrosos que ésta, y había sobrevivido a todos ellos porque conocía perfectamente la forma de acabar con el peligro que suponían. Cuando me disponía a alejarme, tal y como Liam me había pedido, me di cuenta de que si me iba y le dejaba luchar contra ella, probablemente volvería a caer en esa rueda de violencia en la que se vio inmerso en los últimos tiempos en Nueva York y eso significaba que volvería a alejarse de mí para asegurar mi protección. Además, estaba convencida de que Liam había logrado superar esa conducta violenta nuevamente y yo no debía permitir que volviese a empezar la lucha contra sí mismo. Aceleré mis pensamientos para dar con la forma en que pudiera acabar con aquel dilema.
Ellos dos seguían intimidándose el uno al otro, con la mirada y la postura preparados para el ataque mortal. Yo tenía poco tiempo para decidir qué hacer. Si empezaban la lucha, el futuro de Liam volvería a ser ese futuro de dolor y violencia del que trataba de deshacerse constantemente y al que, en los últimos tiempos se volvía a ver expuesto por mí. Temía que esto pudiera acabar separándonos una vez más. Y no estaba dispuesta a permitir que eso volviera a ocurrir.
Entonces, sentí que venían otros dos Daimones y que llegarían en cuestión de dos minutos hasta el lugar donde estábamos nosotros. Fue en ese momento cuando comprendí por qué la mujer no iniciaba el ataque contra Liam. Era una especie de Daimón que sólo caza en grupo, o al menos con la ayuda de un segundo. No era que los dos a los que yo había matado fueran sus hijos, como pensé en un primer momento, ni que sintiera ningún tipo de cercanía por ellos, era simplemente que sabía que se había alejado lo suficiente de los otros Daimones y que ella sola no tenía la fuerza necesaria para acabar con un Daimón tan poderoso como Liam, en una lucha cuerpo a cuerpo, o con una Laerim. Estaba claro que ella sabía que yo era una Laerim, eso es algo que un Daimón identifica incluso en la distancia de varios kilómetros. Y también sabía que si yo no elevaba mis haces de luz energética antes de que ella o los otros dos pudieran tocarme, entonces sería el fin, mi final.
Respiré profundamente, apreté mi mano izquierda para sacar toda la potencia de mis círculos y me concentré en atraer toda la fuerza que la naturaleza me pudiera proporcionar, con el objetivo de recuperar el poder que necesitaba para vencer a esos seres malignos que avanzaban hacia nosotros.
Los dos Daimones que venían de camino llegarían en 50 segundos. No pensé en nada, dejé a mi ser inconsciente actuar desde su sabiduría, una vez más.
De un salto me coloqué entre la mujer Daimón y Liam, le empujé atrás con mi mano derecha y le grité.
— ¡Sal de aquí!
No reaccionó, seguía allí a tan sólo unos metros.
— ¡Aléjate ya! —le exigí, sin dejar de mirar a la mujer.
Al fin, Liam miró a la Luna que ya nos acompañaba y algún tipo de conexión se produjo entre ambos, gracias a la cual entendió que debía salir de allí y dejarme a mí frente a aquel inminente peligro. Corrió y desapareció rápido en la oscuridad de aquella húmeda noche en el bosque. Quedaban cinco segundos para que los dos Daimones se presentaran en el lugar donde yo estaba.
Seguí observando a la mujer, mientras di unos pasos hacia atrás, con el fin de dejar espacio para evitar que los dos Daimones se colocaran a mis espaldas dificultándome la maniobra.
Finalmente, llegaron y se colocaron a los dos lados de la mujer.
— Perfecto —pensé.
Les tenía en el ángulo preciso para lanzar los haces de energía contra los tres a la vez. Ni siquiera me detuve a mirarles a la cara, directamente emití toda la fuerza Laerim que fui capaz. Y nuevamente se abalanzaron llevados por la fuerte atracción que mis haces de luz ejercían sobre ellos, era algo irresistible que no podían controlar, era tal la fuerza de mi luz que no podían hacer nada más que ir hacia ella. Se repitió la escena abrasadora que había vivido con los dos anteriores. Seguí proyectando el haz de energía frente a mí hasta que supe que había terminado con ellos.
Cuando estuve segura de que no quedaba nada de aquellos seres malditos, bajé las manos. Y después me desplomé. Estaba agotada, pero completamente consciente de lo que estaba ocurriendo.
Volví a coger un puñado de tierra, la olí una vez más impregnando cada una de mis células de aquel poderoso vínculo que me proporcionaba la naturaleza y que era fuente de energía para mí. Aunque seguía tumbada, miré al cielo oscuro, tan sólo iluminado por un pequeño hilo de luz que emitía mi Luna. La miré y sonreí mientras continuaba sintiendo el frío y húmedo tacto de la tierra en mi mano. Volví a escuchar con atención y sentí que todo se tranquilizaba a mi alrededor y todo se reequilibraba nuevamente.
Mostré mi gratitud a este pequeño micro cosmos, que había compartido su energía conmigo en un momento tan violento y me había dado lo que yo necesitaba para hacer frente a esa violencia.
Al cabo de unos minutos, llegó Liam. Miró a mi alrededor y se dio cuenta de que yo estaba completamente sola, que no había un solo Daimón en aquel bosque.
— ¿Estás bien? —susurró, arrodillado junto a mí y acariciándome la piel del rostro.
— Ahora sí. Ya no hay peligro y tú estás aquí. Ahora sí estoy bien —respondí mirándole a sus maravillosos y hechizantes ojos felinos, que brillaban más todavía en la oscuridad de la noche en el bosque.
— No sé si podré acostumbrarme a esto. Siento tanta impotencia al tener que alejarme y saber que estás tú sola ante seres tan violentos —confesó, entre asustado y enfadado con la situación, mientras me miraba arrodillado a mi lado.
— Lo sé, Liam. Pero los tiempos en los que tenías que luchar contra lo que quieres ser para poder protegerme ya han pasado. Ahora yo puedo protegernos a los dos, como has podido comprobar hoy —dije con orgullo y sonriendo, al fin.
Respiró profundamente.
— Salgamos de aquí —dijo mientras me ayudaba a levantarme.
Yo no podía dejar de mirarle. Me parecía que todo era un sueño y que al final despertaría para tomar conciencia de la realidad de que nunca más volveríamos a estar juntos. Pero podo a poco, me iba convenciendo de que realmente estábamos juntos, por fin. Y sabía que ahora ya sería para siempre.
Me miró una vez más. Me besó y nos fundimos en un dulce abrazo.
— Me siento mal, Aliva. Estoy siendo muy egoísta contigo —dijo avergonzado.
— ¿Qué quieres decir?
— Te he sacado del lugar más maravilloso y seguro del universo, porque no podía vivir sin ti. Y te he traído de nuevo a este mundo, que ahora es lo más peligroso para tu vida, porque no puedes elevar ninguna barrera protectora mientras estás conmigo. Eso significa que siempre habrá algún Daimón que interceptará tu presencia en absoluta desprotección y sentirá la violenta necesidad de encontrarte para acabar con tu vida —dijo angustiado.
Se detuvo callado y me miró.
— No estoy siendo justo contigo, Aliva —insistió mientras negaba con la cabeza.
— Es verdad lo que dices. Pero te olvidas de algo importante. Yo estoy aquí porque te amo, cada poro de mi piel se estremece de felicidad cuando estoy contigo. Y si este es el precio que tengo que pagar, estoy dispuesta a hacerlo. Porque sin ti, ni el lugar sagrado de los Laerim, ni el paraíso más maravilloso que pudiera existir en el universo entero, podrían darme ni un minúsculo trocito de la felicidad que siento cuando estoy contigo. Así que, olvídate de eso que has dicho y no lo vuelvas a repetir jamás —dije con contundencia mirándole a los ojos, esos ojos que brillaban intensamente bajo la escasa luz de la Luna.
Le acaricié.
— Gracias, Aliva.
Nos volvimos a abrazar. Era tan increíble y apasionada la sensación que me producía sentirme entre sus brazos, que habría podido olvidarme de todo en aquel instante y volar hacia el infinito junto a él.
— Vámonos de aquí —dijo tomando mi rostro entre sus cálidas manos—. Éste es un lugar demasiado deshabitado y eso hace que tu presencia sea detectada con mucha facilidad por parte de los Daimones. Nos iremos a una ciudad, nos mezclaremos con los humanos mortales y ahí ya sabes que les va a ser más difícil llegar a ti. Eso nos permitirá estar más tranquilos.
Me embaucó con su mirada dulce y felina.
— ¿Volvemos a Nueva York? —dije ilusionada pensando en la posibilidad de regresar a mi hogar.
— Te propongo que esperemos un tiempo antes de eso.
Le miré desconcertada.
— Abrimos un DEAL en Chicago hace un tiempo. Y tengo una casa allí. Podemos pasar una temporada. ¿Qué te parece? —propuso hechizándome con su mirada y el aroma de su piel— Y después de unos meses podemos volver a Nueva York, ¿de acuerdo?
Asentí. Y él sonrió.
— Pues, démonos prisa antes de que otros Daimones nos detecten.
Cerramos lo ojos y con nuestras manos entrelazadas, unimos nuestra energía para trasladarnos al lugar deseado.
Cuando los volví a abrir, estábamos junto al Chicago River. Era de noche y la ciudad brillaba bajo el color de las luces de sus edificios. Nos miramos, de nuevo. Liam sonrió, se dio la vuelta y señaló el impresionante Edificio Trump.
Le miré con un gesto de duda.
— Ahí arriba. En la planta 77 está el DEAL CHICAGO —dijo y se detuvo a mirar mi reacción.
— ¡Guao! —exclamé sonriendo.
— Y en la 88 está mi casa, nuestra casa —susurró con una sonrisa acercándose a mi oído y logrando estremecerme con el contacto de sus labios sobre mi piel.
Le miré aturdida y llena de felicidad. Estaba con él y eso era lo importante. A mí me daba igual si estábamos en la maravillosa planta 88 de aquel imponente edificio en medio de la bella Chicago o en medio de un frío y oscuro bosque deshabitado. Lo que realmente me importaba era que estábamos juntos de nuevo. Y esta vez yo sabía que sería para siempre.
Una pareja pasó a nuestro lado y nos miraron con cierto reparo. He de reconocer que no parecíamos muy de fiar. Estábamos sucios, con nuestra ropa manchada y despeinados. Nuestro aspecto era algo extraño para aquel entorno.
Nos miramos y soltamos una carcajada. Nos apresuramos para entrar en el edificio y llegar a la casa, para poder darnos un buen baño caliente, descansar y reponer fuerzas. Además de recuperar el tiempo perdido en los últimos años.
Recuerdo la mirada extrañada del conserje cuando entramos en el edificio. Pero, conocía a Liam y sólo dijo un “buenas noches” discreto y educado. Entramos en el ascensor y subimos hasta la planta 88.
Liam abrió la puerta de su lujoso apartamento, encendió la luz y volvieron a mi memoria los recuerdos de Nueva York. Me quedé parada, como absorta en el pasado que regresaba con fuerza a mi corazón. Liam me tomó de la mano y me invitó a entrar, mirándome sin saber qué me estaba pasando.
— Entra. ¿Qué ocurre? —preguntó extrañado.
Regresé pausadamente a la realidad. Le miré y sonreí.
— Son los recuerdos. Este apartamento me recuerda al de Nueva York. Entrar aquí me ha llevado a los mejores días de mi vida —le dije, mirándole con la entrega de quien ama con pasión.
Sonrió y me besó.
Fue una noche mágica. Le entregué mi vida para siempre. El aroma de su piel me fue envolviendo en los besos y la luz de su rostro. Entre sábanas y caricias fue despertando mi alma, acompañada por la melodía de su respiración agitada. Nos perdimos en el embrujo secreto de nuestros labios. Sólo el aire fue testigo de la fusión de nuestras almas. Nadie podría separarnos nunca más. Piel con piel, sellamos nuestra unión para toda la eternidad. Pertenecíamos a linajes enfrentados durante milenios de lucha. Sin embargo, nuestras almas se fusionaban al fin, tras años de mutua búsqueda. Nunca antes había sentido con tanta intensidad, nunca antes había amado con tanta fuerza. Tras varios años separados, el magnetismo de nuestros cuerpos se había intensificado hasta extremos indescriptibles, provocando el delirio y haciéndonos renacer y despertar a un sentimiento por el que habríamos dado la vida, si alguien hubiera tratado de arrebatárnoslo. Nos entregamos a nuestro amor casi hasta el amanecer, en la intimidad de aquella habitación en la que nuestros cuerpos se dejaron embaucar por el perfume ardiente de la pasión. Ni siquiera la reina del cielo se atrevió a brillar aquella noche, pues sabedora del largo camino que habíamos recorrido hasta llegar aquí, no quiso interrumpir con su blanca luz. Supo que esa noche debía ser sólo para nosotros dos y después de años guiando nuestros pasos y emitiendo la energía necesaria para liberar a Liam de sus peligros, de su violencia y de todo lo que pudiera hacerlo peligroso para mí, entendió que debía preservar la intimidad que un amor tan intenso requería para ser finalmente sellado por toda la eternidad.
Al despertar sentí el calor de su abrazo y me estremecí, una vez más. Le miré. Su belleza salvaje se intensificaba con su rostro apaciblemente dormido. No sé cuánto tiempo estuve mirándole y respirando el aroma de su piel bajo el calor de sus brazos. Después, hice un ligero movimiento y su instinto felino le hizo despertar. Abrió los ojos y su mirada me hechizó una vez más.
— Cuánto tiempo te he buscado, Aliva —dijo en un susurro mientras me abrazaba invadiendo mi alma con su embaucadora voz.
Después me miró sonriendo, besó mi frente y se incorporó para levantarse.
— ¿Tienes hambre?
— No —respondí absorta todavía en el embrujo de su mirada.
— Pues yo podría devorar un lobo —dijo como si aquello fuera lo más normal del mundo.
Sonreí elevando las cejas, extrañada por el comentario. Aún me costaba acostumbrarme a sus instintos felinos.
Se levantó y yo me quedé un rato reviviendo las sensaciones que todavía penetraban cada poro de mi piel. Respiré el aroma de su cuerpo entre las sábanas y cerré los ojos sin poder dejar de sonreír de felicidad.
Luego, me levanté y fui con él a la enorme y lujosa cocina. Me había preparado un suculento desayuno. Me senté a su lado y mientras iba probando un poco de aquí y de allá, no sé por qué recordé a los Daimones que nos habían intentado atacar el día anterior.
— Liam —dije, de repente.
— ¿Qué? —respondió con su calma habitual.
— Los Daimones de ayer —dije frunciendo el ceño, en un gesto de duda.
— ¿Qué? —respondió antes de dar un bocado a la fruta que se había preparado.
— Tenían una marca en la sien —expliqué señalando el lugar sobre mi propia sien—. Era como un semicírculo perfecto. Lo tenían todos.
— Lo sé —respondió con tranquilidad.
Le miré esperando una explicación.
— Eran una especie muy peligrosa. Eran una de las mutaciones más antiguas que existen. Esa marca en la cara era lo que utilizaban quienes les crearon para tenerles identificados. Pertenecían a la primera generación. Los de esta generación somos, en teoría, los más peligrosos —dijo y acabó con una sonrisa que mostraba la propia contradicción, que él sabía que suponían sus palabras.
Liam había dejado de comer cuando yo le pregunté por este asunto. Me di cuenta de que se trataba de algo grave y mi pregunta le había quitado el apetito. Se había inclinado sobre la mesa para explicarme todo aquello con un tono solemne y en voz muy baja, como tratando de evitar que alguien pudiera llegar a oírle hablar de aquello.
— Fueron creados a partir de los genes de una especie de lobos muy violenta y fuerte que existió en la antigüedad. Cazan siempre en manadas y han sobrevivido durante milenios por su fuerza y por su voracidad —se detuvo y cerró los ojos.
Luego me miró y vi la preocupación en sus ojos.
— Por eso volví. Nunca nadie había podido acabar con ellos —tragó saliva—. Cuando me di cuenta de quiénes eran, pensé que te perdería para siempre. Hace mucho tiempo, junto a otros Daimones con los que vivía en aquella época, nos enfrentamos a ellos —se detuvo un instante para respirar—. Y perdimos a varios de los nuestros en la lucha. Sólo Amy yo pudimos sobrevivir porque somos muy astutos y pudimos despistarles. Pero son salvajes, poderosos y muy violentos.
Me miró, me cogió la mano derecha. Él nunca tocaba mi brazo izquierdo directamente, pues allí es donde estaban mis círculos y aunque yo no los activase en su presencia, lo cierto es que todavía hoy seguían produciéndole dolor.
Me acarició y me besó.
— Ahora sé cuánto has cambiado, cuánto has aprendido y lo fuerte que eres, Aliva —sonrió—. Los años en la Tierra de los Inmortales no sólo te han hecho más bella todavía, sino que te han hecho una mujer fuerte y valiente, capaz de enfrentarse a la estirpe de los Rijeis y hacerlos desaparecer en cuestión de minutos.
Elevé mis cejas, sorprendida por las palabras de Liam. Inspiré.
— Nunca me había enfrentado antes a ningún Daimón. Sé que quedé exhausta después de haber destruido a los dos primeros. Cuando llegaron los otros, casi no tenía fuerzas y hubo un momento en que vi peligrar mi vida —confesé.
Nos miramos en silencio, pues los dos sabíamos que si queríamos seguir juntos, el peligro que había ahí fuera sería constante y difícil de manejar.
Liam se levantó de la silla.
— Ven —dijo con su dulce y pausada voz, tomándome de la mano.
Me levanté y le seguí. Fuimos hasta el gran ventanal que abría el salón al cielo azul de la ciudad de Chicago y desde el que se podía ver el río y la belleza fría e invernal del lago Michigan. Se puso detrás de mí y me rodeó la cintura con sus brazos hablándome al oído con la suavidad de sus labios rozando mi piel.
Una vez más, me sentí embrujada por el perfume de su voz y el susurro de sus labios.
— Durante varios milenios te he buscado. Sabía que existirías en algún lugar, que te encontraría en algún momento de mi vida. Cuando te vi por primera vez en aquel teatro, fue como empezar de cero, fue el día en que mi alma despertó de una eterna pesadilla.
Se detuvo y continuó después de unos segundos.
— Después, cuando empecé la espiral de violencia contra los Daimones tuve que marcharme, pero no fuiste tú, fui yo el único responsable de mis actos. Y luego te perdí. Estos últimos han sido los años más tristes y duros de toda mi vida. Juré que te encontraría allí donde estuvieras porque ya no podía imaginar mi vida si tú no estabas cerca. Perdóname si este amor tan grande y tan intenso que siento por ti me ha hecho egoísta. Perdóname pero necesito estar cerca de ti.
Traté de darme la vuelta para decirle que no había nada que yo tuviera que perdonarle, porque él era la razón de mi existir y que mi vida no tendría sentido ya sin él. Pero con suavidad y dulzura detuvo mi intención.
— Shhh —dijo en cuanto intuyó que yo iba a decir algo al respecto.
Se quedó en silencio durante unos instantes.
— ¿Puedes sentir el viento a través del cristal? —me preguntó.
Me detuve a escuchar el sonido.
— Sí.
— ¿Puedes sentir cómo navega sobre las aguas del lago? —insistió.
Tras unos segundos de prestar atención a aquello que me decía, asentí.
— Pues así es como quiero perderme contigo en este camino tan complicado que hemos elegido. Así, con suavidad y también con la fuerza que me da el hecho de saber que estaremos juntos para siempre. Tú haces que me sienta libre y contigo soy quien siempre he querido ser. Junto a ti la violencia de mi instinto salvaje se desvanece y deja salir a esa parte de mi ser que desciende del linaje Laerim más puro.
Guardó silencio.
— Enséñame a soñar que puedo ser quien quiero ser —suplicó, sin dejar de abrazarme.
Ahora sí me di la vuelta y al mirarle vi que tenía los ojos cerrados en un gesto de sufrimiento.
— No te enseñaré a soñar, Liam —dije con firmeza.
Abrió los ojos algo aturdido por mis palabras.
— Estoy segura de que tú puedes ser un Laerim, igual que lo soy yo. No tengas miedo. No te enseñaré a soñarlo, te enseñaré a serlo —dije sonriendo.
Y mirándole a esos maravillosos ojos que embrujaban mi piel, me acerqué y le besé.
Pasamos el día juntos y al llegar la noche, cuando él ya se había quedado apaciblemente dormido, cerré mis ojos y concentré toda mi atención en los círculos de mi brazo. En unos minutos había logrado conectar con la Tierra de los Inmortales. Me vi caminando hacia la casa de Shadú y Akemi. Ella estaba sola. No sé dónde estaría Shadú pero fue perfecto porque con quien yo deseaba hablar era con Akemi. Se dio cuenta de que yo había conectado con ella a través del poder de nuestra mente, como me habían enseñado a hacer mis hermanos Laerim.
Escuché su voz en un suave y callado susurro.
— ¡Aliva! ¿estás bien? —dijo en voz muy baja.
— Sí ¿y tú? —respondí sintiendo que se elevaba una sonrisa en mis labios, pues me hacía enormemente feliz saber que podía hablar con ella con tanta facilidad.
— Sí, aquí todo está como siempre. Aunque te echamos mucho de menos, pequeña —dijo con ese gran cariño con el que siempre me hablaba Akemi.
— Yo también os echo de menos, de verdad —respondí con cierta amargura.
— ¿Y Liam? ¿Cómo está? —preguntó y sé que lo hacía de corazón.
Akemi era mi madre Laerim y yo sabía que, de algún modo, ella sentía que Liam era un ser bueno, a pesar de su genética que le hacía pertenecer al linaje enemigo. Ella sabía que yo le amaba y por alguna razón, siempre supe que sentía que era cierto que Liam tenía una parte que procedía de la estirpe de los Laerim.
— Bien, está bien —respondí rápidamente y me detuve un segundo—. De él quería hablarte.
Me miró sorprendida.
— Verás, él lleva milenios luchando contra su parte animal. Siempre ha querido reafirmar su ascendencia humana. Él dice que su parte humana es de la estirpe más pura de los Laerim, que su madre era una mujer que descendía directamente de nuestros hermanos. Él no es un Daimón como los que he conocido en estos años. En absoluto. Te lo aseguro Akemi —expliqué poco a poco.
Me detuve y la miré fijamente a los ojos para leer cómo estaba ella recibiendo mis palabras. Yo sentía que Akemi me escuchaba con atención y que además me creía de verdad.
— Su gran sueño es llegar a ser un Laerim —dije y una vez más, observé la reacción de Akemi.
Ella me miró con un inmenso amor, pero con la sabiduría que siempre la caracterizó.
— Aliva, hija mía —sentí su pesar—. Sabes que eso no es posible. Un Laerim sólo puede llegar a serlo porque desciende de progenitores Laerim o, como tú, porque es un ser especial, con una bondad extrema y que nunca ha albergado ningún sentimiento negativo en su existencia.
La miré con decepción. Esperaba otra respuesta de Akemi, aunque lo que me estaba diciendo yo ya lo supiera o lo pudiera intuir.
— Tú bien sabes que Liam ha cometido actos de violencia atroz, por tanto nunca podría ser admitido por nuestra comunidad. De hecho, supondría un grave peligro para nuestra supervivencia hacer algo así —dijo con gran pena en sus ojos.
Yo quería encontrar las palabras adecuadas que lograran convencerla.
— Pero Liam desciende de una madre Laerim. Eso es indiscutible.
— Bueno, eso es lo que él dice —respondió Akemi sabiendo que sus palabras me iban a doler, como así ocurrió—. Y te aseguro que yo no lo dudo. Pero bien sabes que la comunidad no aceptará algo así con la confianza y la facilidad con que yo lo hago.
Ambas nos quedamos en silencio.
— Y aunque fuera cierto y lo pudiera demostrar realmente, la aberración genética que cometieron con él, al crear un ser de la unión de un humano con un felino, le ha convertido en un ser imprevisible, cuyos actos de violencia le preceden. Y por mucho que haya luchado contra lo que es y por mucho que desee alcanzar la bondad, nunca podrá ser un Laerim —expuso mostrándome la dureza de su franqueza y la dificultad que suponía para ella decirme esto.
No pude articular palabra.
— Aliva. Créeme, no trates de atravesar barreras que son realmente infranqueables. Te hará mucho daño intentar algo así, cariño —insistió dulcemente—. Ámale todo cuanto puedas. Sed felices, pero no intentes algo así porque podría destruiros a los dos. Desde luego, a él le destruiría y luego lo lamentarías. Créeme, por favor.
Tragué saliva. La abracé y regresé a casa.
Le miré a él que estaba tumbado durmiendo sobre el sofá. Y en mis pensamientos le juré que dedicaría el resto de mi vida a ayudarle a ser quien quería ser. Me dije a mi misma “los paradigmas están para romperlos”.
Entonces, intuyó mi presencia y se despertó como solía hacer gracias a su instinto felino.
— ¿Ocurre algo, Aliva? —preguntó mientras me observaba algo intrigado y medio dormido todavía.
— No. Sólo miraba cómo duermes. Me gusta verte dormir. Me transmites un sentimiento de paz y ternura que me gusta mucho —confesé.
Me senté a su lado y le acaricié con cariño.
— Nadie podrá separarme de ti nunca más —continué.
— Quiero proponerte algo, Aliva.
— ¿Qué?
— Me he dado cuenta de que tienes muchas ganas de volver a Nueva York. Sé que es la ciudad que siempre has llevado en el corazón y que allí te sientes muy bien y te haces más fuerte —comentó con dulzura.
Le escuché atentamente.
— Te propongo que nos quedemos aquí hasta abril. Así yo podré reorganizar una serie de temas que tengo pendientes de trabajo. En Chicago estaremos a salvo, es una gran ciudad abarrotada de humanos. Eso mantendrá a los Daimones lejos de nosotros por un tiempo. Puedes aprovechar para hacer todas las cosas que te apetezca en estos meses —me ofreció—. Estaremos juntos todo el tiempo. Y cuando llegue abril, volveremos a nuestra ciudad para pasar una larguísima temporada allí.
Me quedé pensando. Esto era lo que más deseaba, quería poder volver a mi hogar, recuperar mi vida de aquella época en la que conocí la felicidad absoluta.
No hizo falta que yo contestara con palabras, mis ojos dieron la respuesta. Y éste fue el auténtico inicio de mi nueva y eterna vida junto al ser más importante de mi existencia.
Cerré los ojos y me prometí a mí misma que le ayudaría, que le enseñaría a ser un Laerim y unidos conseguiríamos terminar con los Daimones. Y después haríamos despertar de nuevo a la civilización cuyo esplendor nunca debía haber dejado de existir.
Desde la infancia aprendí que para que las cosas ocurrieran, había que soñarlas antes de que se hicieran realidad.
Así que soñé para que su sueño fuera el primer paso hacia la que sería una nueva realidad.
Sentí que mi Luna nos traería una clara luz a partir de esa noche para iluminar el camino de regreso a casa, embaucados por la melodía de su eterna canción y de su hechizante susurro.