Capítulo 11

Alyson abrió mucho los ojos, y se le escapó un pequeño jadeo.

—¿Cómo ocurrió?

Dex sintió punzadas de dolor en el cuello y en los hombros. No quería hablar de ello. No quería recordarlo. En un momento, había estado engañándose a sí mismo, diciéndose que su padre dejaría de beber algún día, que dejaría de cometer delitos y que se convertiría en un padre y un marido de verdad. Y lo siguiente que supo fue que lo había perdido todo. Había perdido a su madre, su casa y al desgraciado en el que había puesto tantas esperanzas.

—Iba conduciendo borracho y se chocó contra un árbol. Nada nuevo. La única diferencia fue que mi madre iba con él. Murió en el choque. Él fue a parar a la cárcel.

—¿Cuántos años tenías cuando ocurrió?

—Catorce. He vivido en una sucesión de casas de acogida hasta que cumplí la mayoría de edad. Así que por eso no quiero hablar de él. Nunca se preocupó por mi madre ni por mí, aunque nosotros quisiéramos pensar que sí. Lo único que le preocupaba era la bebida —Dex giró los hombros, intentando mitigar la tensión, el dolor—. Cuando terminó la condena por la muerte de mi madre, volvió directamente a beber y a delinquir. Ha pasado la vida en cárceles y casas de reinserción.

Alyson le tomó la mano y se la apretó.

—Lo siento, Dex. Lo siento mucho —dijo, con la voz llena de compasión y de solidaridad. Y de preocupación. Sin embargo, no había ni rastro de lástima en su tono, y por aquello, Dex se sintió profundamente agradecido.

La miró directamente a los ojos verdes, brillantes como esmeraldas. Él la había querido una vez. Tanto, que había sentido miedo. Y al mirarla en aquel momento, casi tuvo la sensación de que aquel amor no había muerto. Todavía estaba allí, tan fuerte como siempre. Tentándolo a confiar, a perdonar, a tomarla en sus brazos y prometerle que nunca volvería a estar sola.

Y a prometerse a sí mismo que él tampoco volvería a estarlo.

Cerró los ojos, se liberó de su mano y se dio la vuelta. Tenía que salir de aquella habitación y pensar. Abrió los ojos y se dirigió hacia la puerta.

—Volveré por la noche para mirarte las pupilas.

—¿Dex?

Él se detuvo, pero no se dio la vuelta. No podía. Si la miraba a los ojos otra vez, era posible que perdiera el sentido de la realidad y que se echara a sus brazos.

—¿Sí?

—Serás un gran padre. Confía en mí. No te pareces en nada a tu padre. Tienes mucho más amor dentro del que tú te crees.

Dex salió de la habitación y cerró la puerta. Quería confiar en ella. No sólo acerca de Patrick. Quería confiar en ella con todo su corazón y su alma. Y aquello le asustaba mucho más que Andrew Clarke Smythe.

 

Alyson se quedó mirando fijamente la puerta después de que Dex se marchara. Sus palabras le resonaban en el oído. El dolor le atenazaba el corazón.

Su padre había sido avariento, corrupto y falto de escrúpulos. Pero esa parte de él sólo había salido a la superficie cuando ella era adulta y más capaz de enfrentarse a aquella traición. El conocimiento de Dex de los pecados de su padre había empezado mucho más pronto, y el hecho de que su padre hubiera matado a su madre, hacía que todo aquello fuera imposible de aceptar.

Se hundió en las almohadas y apagó la luz. Todo había cobrado sentido para ella. La sensación de que, si cruzaba la línea, él se desharía de ella. Y el hecho de que hubiera hecho exactamente eso cuando ella había dudado a la hora de creer la acusación que Dex había hecho contra su padre.

Intentó cerrar los ojos y dormir, pero a pesar del dolor de cabeza y del cansancio, el sueño no acudía.

No podía dejar de pensar en Dex, que estaba en la habitación de al lado, solo con sus amargos recuerdos. Si hubiera podido abrazarlo y besarlo hasta que las sombras hubieran desaparecido de sus ojos...

Sacudió la cabeza. Él nunca habría aceptado sus caricias ni su ternura, aunque ella se las hubiera brindado.

Había querido a Dex con todo su corazón, y cuando él la había abandonado, aquello había estado a punto de matarla. Y, en los quince meses anteriores, nada había cambiado. Ella todavía lo quería, todavía ansiaba sus caricias y su compañía, y el brillo que una vez tuvo en los ojos cuando la miraba.

Pero, en aquel momento, ya sabía por qué Dex nunca podría darse por completo, y el motivo por el que ella siempre se había sentido como si caminara por la cuerda floja cuando habían estado juntos. Y también por qué la había dejado sin dudarlo cuando ella había cometido un error.

—Quizá no fuera yo la que tenía miedo de confiar, Dex. Quizá siempre fuiste tú.

 

Humo.

Dex se incorporó de un salto. Tenía el corazón acelerado, no veía nada y no podía respirar. Buscó el interruptor de la lámpara y la encendió. Sin embargo, no vio otra cosa que la oscuridad.

Apartó las sábanas y se puso de pie. No necesitaba la luz para confirmar lo que ya sabía: había un incendio en la casa.

Alyson.

Rápidamente, se puso la camisa y los pantalones y dio tres zancadas hacia la puerta. Al tocarla, comprobó que no estaba caliente. Bien, el fuego no estaba justo al otro lado. Sin embargo, aun así tenía que darse prisa. El humo podía matar mucho antes de que el fuego apareciera.

En el pasillo, el humo era mucho más denso. Dex se agachó para intentar no respirar el humo. Estaba claro que en el piso de abajo las llamas lo estaban devorando todo, porque oía el crepitar del fuego por encima de sus pulsaciones. Llegó rápidamente a la habitación de Alyson y distinguió su forma en la cama.

—Alyson, despierta... hay un incendio.

Ella se despertó y después, sobresaltada, se sentó. Tenía el pelo revuelto alrededor de la cara, y los ojos le brillaban a la luz de la luna que entraba por la ventana.

—¿Un incendio?

—Date prisa —dijo él. La tomó de la mano y la ayudó a levantarse.

No podrían escapar por la escalera, porque el pasillo ya estaba lleno de humo. Su única opción era la ventana. Dex cruzó la habitación, tirando de Alyson.

Cuando llegaron a la ventana, ella le preguntó:

—¿Podemos salir por aquí? ¿No está demasiado alto?

—No podemos hacer otra cosa.

—Pero no vamos a poder saltar. Hay un patio de ladrillo bajo esta ventana.

—Pero también hay un emparrado. Si nos deslizamos desde el tejado a la estructura, podremos bajar hasta el suelo.

Ella asintió, como si aquel plan fuera lógico.

Él le rogó a Dios que aquella confianza de Alyson estuviera justificada.

—Con lo que ha llovido, el tejado estará resbaladizo. Necesitamos algo con lo que controlar nuestro descenso.

Ella miró a su alrededor y fue rápidamente hacia la cama. Allí, tomó las sábanas.

—Podemos atar una con la otra.

—Merece la pena intentarlo.

Dex tomó las sábanas e hizo un nudo tan fuerte como pudo. Tiró de ellas para comprobar su resistencia. Cuando estuvo satisfecho, ató un extremo de una de las sábanas al radiador que había bajo la ventana, y tiró el otro extremo hacia fuera. Para entonces, los dos estaban tosiendo por el humo. Abrieron la ventana, y Alyson se subió al alféizar, descalza. Después, sin titubear, salió al tejado, agarrándose a la ventana. El viento sacudía su camiseta. Al instante, Dex salió a su lado. El aire estaba limpio allí fuera, y él inhaló profundamente varias veces, llenándose de oxígeno los pulmones.

—Yo iré primero. Así podré sujetarte abajo.

Los listones de madera del tejado estaban resbaladizos, así que Dex se agarró con fuerza a la sábana y comenzó a dejarse caer como un escalador bajando una montaña, dejando que la sábana se le deslizara por las manos.

Miró hacia abajo. Se estaba acercando al borde del tejado, y también al final de la sábana. No había nada más que la oscuridad debajo de él. Si el emparrado estaba en el sitio en el que él pensaba, Alyson y él se salvarían. Si estaba unos cuantos metros más a la izquierda o a la derecha, no sabía si podrían llegar hasta él andando por aquel tejado resbaladizo.

Continuó andando por el tejado, agarrándose a la sábana, hasta que llegó a su extremo. En aquel momento había llegado a la parte más difícil. Si bajaba hasta el borde del tejado para dejarse caer sobre el emparrado y no estaba allí, le resultaría imposible volver a subir hasta la sábana.

Se tumbó sobre el estómago, soltó la sábana y comenzó a resbalar por la madera del tejado, rogando al cielo que no le permitiera caer al vacío, sobre el patio de ladrillos. Sin embargo, al final del tejado sus pies tocaron la estructura de madera y detuvieron su caída.

Se dejó caer hasta que pudo agarrarse al borde del emparrado y esperó a que se le calmara el pulso acelerado. Lo había conseguido. Sin embargo, aún tenía que sacar a Alyson del tejado.

Reuniendo todas sus fuerzas, se estiró hacia arriba para poder ver por encima del borde del tejado.

Alyson todavía estaba en la ventana, mirando sobre su hombro hacia el lugar en el que Dex había desaparecido. El humo salía por la ventana, tras ella. Pero, incluso en la oscuridad, a través del humo, Dex vio que se le caían las lágrimas por las mejillas. Soltó una mano del emparrado y comenzó a agitarla.

—¡Alyson!

Ella lo vio, y gritó algo, pero él no pudo distinguir las palabras por encima del ruido del fuego. Le hizo señales para que comenzara a bajar, y ella asintió. Después comenzó a bajar como él lo había hecho, resbalándose con los pies descalzos por el tejado.

Se cayó dos veces, agarrándose fuertemente a la sábana, pero resistió, y finalmente, llegó hasta el final de las sábanas.

—Túmbate sobre el estómago.

Ella obedeció, echándose sobre la madera mojada.

Él la alcanzó y la agarró por el pie.

—Muy bien, ahora deslízate, pero despacio.

Ella soltó la sábana sin dudarlo, y él guió su deslizamiento, y tiró de ella hacia el emparrado cuando llegaba al borde del tejado, hasta que también estuvo sobre el emparrado.

—Ten cuidado —le advirtió—. Me da la impresión de que, en algunos puntos, la madera está podrida.

—Está bien.

Entonces, él la soltó. Las sirenas de los bomberos resonaron en la noche. Desde allí arriba, Dex veía las llamas saliendo por la ventana de su habitación. Comenzaron a bajar, con cuidado, por la estructura de madera, entre las hojas y las ramas de la parra, hasta que llegaron al suelo.

En cuanto sus pies tocaron el suelo, él tomó a Alyson en sus brazos. La abrazó con fuerza, mientras ella temblaba. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

Ella lo miró.

—Cuando te resbalaste hacia el borde, creía que habías caído y habías muerto. Creía que los dos moriríamos.

Él le pasó la mano por el pelo húmedo y enredado, con cuidado de no moverle el vendaje de la cabeza. El olor a humo le inundaba las fosas nasales, y los sentidos.

—No estamos muertos. Estamos vivos.

—Sí.

Él le besó el pelo, dejando que su esencia y su calor lo envolvieran. Entonces, Alyson inclinó la cabeza hacia atrás y aceptó su beso. Y todo lo que Dex pudo sentir fue el amor, la vida, el sabor de sus labios.

Alyson se abrazó a él como si nunca fuera a dejarlo marchar.

Y él no quería que se lo permitiera. Su sabor era dulce, cálido, de aceptación. Quería más. La quería por completo.

Él hizo más profundo el beso, moviendo las manos por su espalda, enredándole los dedos en el pelo. Ella estaba tan viva, era tan real, que le parecía que el tiempo que habían pasado separados no existía. Todo había sido como un mal sueño.

Sin embargo, el frío de la realidad le envolvió la mente. Aquellos dos años no habían sido un mal sueño. Aquel momento, el hecho de sentirla otra vez y aquel beso, todo aquello era el sueño.

Se separó de ella, y aunque sintió su mirada, no pudo devolvérsela. Y no podría explicarle lo que sentía. Ni siquiera él mismo estaba seguro.

—Los bomberos están aquí. Será mejor que les digamos que hemos podido salir de la casa.

 

Alyson se estremeció y se envolvió los hombros con la manta. No hacía frío en aquella noche de junio, al contrario. Y las llamas y el humo que estaban devorando la preciosa casa de Dex elevaban la temperatura al menos veinte grados.

Dex estaba a su lado, hablando con el capitán de los bomberos sobre la estrategia que iban a seguir para intentar salvar la casa. Las luces rojas de los camiones le iluminaban el rostro. Tenía la camisa blanca de vestir arrugada del día anterior, y manchada y húmeda. Se le habían destrozado los pantalones, y estaba descalzo.

Y, sin embargo, tenía los hombros erguidos, como si estuviera tan fuerte como siempre y a cargo de todo.

Intentó escuchar lo que decía el bombero, pero su mente no la obedeció. En vez de eso, continuaba reviviendo cómo habían conseguido escapar de la casa en llamas. Él había estado a punto de caerse del tejado, pero, sin embargo, se había recuperado y la había guiado por el emparrado hasta salvarla. Y, sobre todo, recordaba cómo la había tomado en brazos y le había confirmado que seguían vivos. Sintió calor en la piel, al revivir cómo había estado en sus brazos y cómo se había perdido en sus besos.

Sacudió la cabeza. No podía permitirse pensar en cómo había hecho que se sintiera aquel beso, la pasión, la ternura, la necesidad que surgía dentro de ella como una llama que no podía apagarse. Había experimentado todo aquello antes, y sólo le había causado dolor. Sueños rotos y el corazón destrozado.

Se obligó a apartar la mirada de Dex y asimilar las palabras del bombero.

—Tendremos que esperar un poco más para saber, con seguridad, cuál ha sido la causa del incendio, pero me apuesto algo a que ha sido provocado.

—¿Provocado? —preguntó Alyson, anonadada. No debería estar sorprendida, sin embargo. Las casas no se prendían fuego así como así, ni siquiera una tan antigua como la de Dex—. ¿Por qué piensa que ha sido un incendio provocado?

—El fuego ha avanzado con mucha rapidez. Parece que ha tenido algún tipo de combustible. Sin embargo, no lo sabremos con certeza hasta que no vengan los chicos de investigación y hagan su trabajo. Ellos nos lo podrán decir con seguridad. Después, sólo tendremos que averiguar quién encendió la cerilla.

Alyson sintió frío de nuevo. Comenzaron a temblarle las manos. No tenía que imaginarse nada para saber quién lo había hecho. Y con una mirada a Dex, confirmó que él también lo sabía.

Smythe.

Él le había dicho a Dex que iba a arruinarlo. Le había prometido que le quitaría todo lo que le importara y no le dejaría nada. Y, por supuesto, aquello incluía su casa, la casa que ellos dos habían restaurado y reconstruido casi de las ruinas.

Ella se había sentido a salvo en casa de Dex, como si por el mero hecho de estar entre sus muros hubiera vuelto a un tiempo más feliz y más sencillo. Qué equivocada había estado.

Uno de los bomberos cruzó con paso urgente la calle hacia ellos. Se detuvo junto al capitán.

—Tengo que hablar con usted.

El capitán asintió.

—Adelante.

El otro bombero miró a Alyson y a Dex.

—A solas.

—Sea lo que sea, lo puedes decir. El señor Harrington es el fiscal del distrito. Y la señorita Fitzroy es una de las analistas del laboratorio criminalista.

El bombero asintió, pero su mirada no perdió la cautela.

—Tenemos que pedir más ayuda. Esto ya no es un simple caso de incendio provocado.

El capitán arqueó las cejas.

—Suéltalo ya, Franklin.

—Hemos encontrado un cuerpo, señor. El cuerpo de una mujer. Estaba en la cama de la habitación principal.