Capítulo 7

Dex se despertó desorientado, sobresaltado al oír el sonido de un móvil. Era el teléfono de Alyson.

Smythe.

Con el corazón golpeándole las costillas, Dex apartó las sábanas, saltó de la cama y subió corriendo las escaleras. Cuando entró en la habitación de invitados, se encontró a Alyson sentada en la cama con el pelo revuelto. Ella lo miró con los ojos muy abiertos. Tenía la sábana por la cintura, y llevaba puesto un fino camisón de tirantes que apenas le cubría los pechos.

El teléfono volvió a sonar de nuevo.

Como si saliera de un trance, Alyson lo tomó de la mesilla y respondió nerviosa la llamada.

—¿Diga? —de repente, palideció—. ¿Qué quiere que hagamos? —Alyson escuchó atentamente, tapándose más con la sábana, como si estuviera helada—. No. No puede pedirle eso.

Dex extendió la mano para que ella le diera el teléfono.

—Dile a ese desgraciado que si quiere pedirme algo, tendrá que hacerlo directamente.

Alyson lo miró a los ojos y titubeó pero, finalmente, le entregó el teléfono con la mano temblorosa.

—¿Qué quiere, Smythe?

—Así que la pelirroja se queda contigo. Debería habérmelo imaginado. ¿Has tenido suerte?

—Váyase al infierno.

—Ya he estado allí. Y tú eres el que me envió.

—¿Qué quiere?

—Quiero devolverte el favor. Empezaremos por dar una conferencia de prensa mañana.

—¿De qué está hablando?

—Vas a hacerle un favor al condado, dejando tu trabajo. Pero eso no es todo. Quiero que te disculpes públicamente. Quiero que le digas a todo el mundo que tenías motivos personales para querer mi encarcelación. Y que soy inocente.

Dex sintió una cólera fría,

—Y un cuerno.

Smythe se rió.

—Es un niño muy guapo, Harrington. No querría que le pasara nada.

Dex apretó el teléfono hasta que el plástico crujió entre sus dedos.

Alyson lo miró con los ojos muy abiertos. Parecía muy pequeña, en aquella cama tan grande, rodeada de sábanas blancas. Tan vulnerable y tan desprotegida. Dex tuvo ganas de abrazarla y consolarla, de repetirle las palabras que le había dicho aquella noche. Sin embargo, no estaba seguro de si a la luz del día sus palabras sonarían verdaderas. Ya no estaba seguro de nada.

—Y hay otra cosa.

—¿Qué? —gruñó Dex entre dientes.

—Cuando hablé con la pelirroja, le dije que no quería que involucrara a la policía.

—La policía no está involucrada.

—Si parece un policía y se retuerce como un policía, es que lo es.

Dex tuvo una punzada de inseguridad.

—¿Qué quiere decir?

—Un pajarito me dijo que un detective había estado metiendo la nariz en los asuntos ajenos. Y eso, después de que yo dijera que no quería a la policía entrometiéndose.

Maldición. Tenía que estar hablando de Mylinski. ¿Cómo era posible que Smythe se hubiera enterado de que Al los estaba ayudando?

—Hemos estado buscando a Connie Rasula desde que desapareció, justo después de que denunciara que había sido violada. Pero ya he sacado al detective del caso.

—Eso no es lo que yo he oído. ¿Por qué me mientes? ¿Acaso no te das cuenta de que esto va en serio? ¿No te das cuenta de que tengo a tu hijo y puedo matarlo si quiero? ¿No te das cuenta de que ya no estás al mando?

—Tranquilo, Smythe. Estoy hablando con usted, ¿no? Estoy escuchando todo lo que tenga que decirme.

—Eso no es suficiente. Pero no te preocupes. Ya que tú no has querido sacar al policía del caso, yo lo he hecho por ti.

Dex sintió una opresión en la garganta.

—¿Qué ha hecho, Smythe?

Smythe volvió a reírse.

—Primero provocaste que Connie Rasula muriera, y ahora un policía. Quizá la próxima vez te dignes a escucharme.

—¿Qué demonios ha hecho? —Dex notaba el pulso acelerado en los oídos, ansioso por saber qué había ocurrido. Sin embargo, Smythe cortó la llamada.

Dex se hundió en la cama y dejó caer el teléfono en su regazo.

Alyson se puso a su lado y lo tomó por el brazo.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué ha dicho?

Dex la miró. La cabeza le trabajaba rápidamente buscando una respuesta para darle. Una respuesta que él mismo pudiera aceptar.

—¿Qué ha dicho, Dex? ¿Ha dicho algo sobre Patrick?

Dex sacudió débilmente la cabeza.

—No. Sobre Al Mylinski.

Alyson soltó un jadeo.

—¿Ha averiguado que Al había encontrado a Connie Rasula?

—Sí.

—¿Qué ha hecho?

Dex apretó los dientes sin querer imaginárselo, y marcó el número del detective. Sin embargo, no obtuvo respuesta. Entonces colgó y llamó a la policía. Mientras, se volvió hacia Alyson.

—Vístete. Rápido.

 

Dex se paseaba por la sala de espera de la UVI. Alyson y él habían llegado a casa de Mylinski justo cuando los enfermeros de la ambulancia lo estaban sacando en camilla hacia el vehículo. Lo habían encontrado en la cama, con varios disparos hechos desde la ventana de su habitación. Había perdido mucha sangre y estaba a punto de morir cuando llegó al hospital, y los médicos lo habían metido rápidamente al quirófano. Y en aquel momento, ellos dos no podían hacer otra cosa que esperar.

Y rezar.

—No ha sido culpa tuya, Dex. Lo sabes, ¿verdad? —le dijo Alyson.

Él había sentido su mirada desde el momento en que habían descubierto, exactamente, lo que Smythe le había hecho a Mylinski. Ella había estado intentando leerle el pensamiento, medir sus emociones. Pero no necesitaba molestarse.

—Mejor será que no malgastes saliva. No va a servir de nada.

—¿Qué es lo que no va a servir?

—Tu intento de que no me sienta culpable. Debería haberle pedido a la policía que dejara de buscar a Connie Rasula en cuanto Smythe hizo sus demandas.

—¿Y cómo sabes que habrían hecho lo que les pedías? ¿Qué motivos les habrías dado?

En realidad, en aquello tenía razón. Como fiscal del distrito, él trabajaba con la policía, pero no estaba exactamente en posición de dar órdenes. Y no podía haberles contado a los superiores de Mylinski lo de Patrick sin que se hubiera involucrado toda la oficina del sheriff, lo cual habría enfurecido a Smythe mucho más.

—Debería haber hecho algo. Si lo hubiera hecho, ahora Mylinski no estaría entre la vida y la muerte. No puedo engañarme.

—No te estoy pidiendo que te engañes. Sólo creo que no deberías ser tan duro contigo mismo.

—Escucha, te agradezco que me apoyes, pero no lo necesito.

—Creo que sí. Lo que ocurre es que no quieres aceptarlo.

Quizá no. Quizá aquello le recordara demasiado al apoyo, el amor y la confianza que una vez él había creído que compartían. Quizá aquello le hiciera desear recuperarlos.

—Estaré bien. Es Mylinski del que tienes que preocuparte, no de mí.

En aquel momento, oyeron unos pasos que se acercaban por el pasillo. Un joven médico entró en la sala y se dirigió con seriedad a Dex.

—¿Están esperando noticias sobre el estado de Alfred Mylinski?

Dex se acercó al médico.

—¿Qué tal está? ¿Va a sobrevivir?

Alyson se acercó también a ellos, y le dio la mano a Dex. Él notó su piel caliente y suave, y aquello le transmitió una dosis de fuerza sin que pudiera evitarlo.

—El señor Mylinski está muy grave. Recibió tres disparos en el pecho. Aunque no le han alcanzado órganos vitales, ha perdido mucha sangre. Ha conseguido superar la operación, pero me temo que no sabremos nada más hasta dentro de unas horas.

—¿Cuándo podremos hablar con él?

—No sé si estará consciente.

—Necesito hablar con él. Es muy importante —dijo Dex, y sacó la cartera para enseñarle al médico su identificación.

El médico asintió.

—Está bien.

Se dio la vuelta y comenzó a andar por el pasillo. Dex y Alyson lo siguieron hacia la UVI.

Al Mylinski no era un hombre pequeño, pero lo parecía en aquel mar de sábanas blancas. Tenía vías abiertas en los brazos y estaba entubado. Le estaban suministrando suero y oxígeno.

Dex abrió y cerró los puños a ambos lados del cuerpo. Le parecía irreal ver a Al Mylinski de aquella manera. Desde que Dex lo había conocido, Mylinski siempre había sido fuerte, capaz, con una sonrisa irónica en los labios y con sentido del humor e inteligencia en la mirada. Muy diferente de aquel hombre que se aferraba a la vida.

Alyson se acercó cuidadosamente y le tocó el brazo a Mylinski. Dex se inclinó hacia él.

—¿Al? ¿Me oyes?

A Mylinski le temblaron los párpados, pero no abrió los ojos.

—Soy Dex. Necesito hablar contigo.

Entonces, Al abrió los ojos ligeramente.

—Dex.

—¿Qué ocurrió?

—Me han disparado.

—Ya lo veo. ¿Viste quién lo hizo?

—Estaba durmiendo. Supongo que debería haber llevado un pijama de Kevlar.

Dex no pudo evitar sonreír. Aquél era el Mylinski que él conocía. Unas balas no podían con su sentido del humor.

Mylinski abrió los ojos durante un segundo y después los cerró de nuevo.

—Hola, Alyson.

Ella tenía los ojos llenos de lágrimas, pero no permitió que se le cayeran.

—Aguanta, Al.

Él esbozó una sonrisa.

—Eso intento.

—Fue Smythe —dijo Dex, con desprecio—. Nos llamó después de dispararte. Averiguó que estabas buscando a Connie Rasula.

Al intentó asentir, pero no pudo e hizo un gesto de dolor.

—¿La habéis encontrado? ¿Habéis hablado con ella?

—Estaba muerta. La habían violado y asesinado en la terraza de su casa.

—Smythe está destruyendo pistas.

—¿Averiguaste algo de Jennifer Scott?

—Encontramos una cantidad de dinero enorme en su cuenta bancaria.

—Así que es posible que Smythe le haya pagado por desaparecer.

—No creo.

—¿Por qué?

—Porque no se ha llevado el dinero.

Dex sintió miedo. Después de ver la forma en que Smythe había pagado a Connie Rasula por ayudarlo, no tenía muchas esperanzas para Jennifer Scott, si realmente ella había ayudado a Smythe también.

—¿Intentasteis seguir el rastro del dinero? ¿Sabemos con seguridad que proviene de Smythe?

 

—Estamos trabajando en ello. Todavía no se sabe nada —a Mylinski le temblaron los párpados, y tomó aire con dificultad—. Y, aunque lo averigüemos, es posible que no podamos demostrar nada.

Alyson tomó a Dex por el brazo, suave pero firmemente.

—Necesita descansar.

Dex asintió. Ella tenía razón. Mylinski necesitaba todas sus fuerzas para aferrarse a la vida. El detective no podría ayudarlos hasta que se recuperara. Y para entonces, podría ser demasiado tarde.

—Una cosa más, y después te dejaremos dormir.

—¿Qué?

—Siento haberte metido en todo esto.

Mylinski intentó sacudir la cabeza, pero no pudo.

—No hubieras conseguido apartarme —dijo. La mandíbula se le relajó y después se sumió en el sueño de la morfina.

Dex se quedó a su lado, escuchando los pitidos y los ruidos de los monitores y observando cómo el pecho de Mylinski subía y bajaba con su respiración.

Alyson volvió a tomar a Dex por el brazo, apoyándolo, igual que había hecho durante todo el tiempo desde que habían visto a los enfermeros sacar a Mylinski de su casa y meterlo en la ambulancia. En la sala de espera él le había dicho que no necesitaba su apoyo. Sin embargo, estando allí de pie a su lado, sintiendo su mano en el brazo, oliendo su suave perfume, sabiendo que ella estaba a su lado, se llenó un vacío en su alma que no sabía que existía.

O cuya existencia quizá no quisiera reconocer.

Ella observó atentamente la expresión de su cara.

—Vamos a ver qué resultados ha dado el análisis de E.D.T.A. Cabe la posibilidad de que Jennifer no haya ayudado a Smythe, y que su desaparición no haya tenido nada que ver con él. Y si ella no lo ayudó, tuvo que hacerlo otra persona.

 

Dex leyó con detenimiento el análisis que Alyson acababa de entregarle. Se apoyó en el escritorio de su despacho en el laboratorio al sentir que se le aceleraba el corazón, mientras miraba el papel.

—Una cantidad insignificante de E.D.T.A.

Alyson se acercó a él y miró el informe.

—La sangre que había bajo las uñas de Connie Rasula era reciente.

—Así que si el dinero de la cuenta del banco de Jennifer Scott provenía de Smythe, no era para pagarle por haber sacado su sangre del laboratorio —dijo Dex. Se sentía aliviado por aquello. Siempre había pensado que aquellos que trabajaban para el sistema de justicia eran los buenos, desde los policías, pasando por los técnicos del laboratorio hasta llegar a los jueces.

Al menos, lo había creído hasta que había descubierto los secretos sucios de Fitz.

Se sintió bien al saber que, en aquel caso, la persona que había proporcionado la sangre que habían encontrado bajo las uñas de Connie Rasula y que había sacado a Smythe de prisión no había sido uno de los empleados del laboratorio de ADN. Sólo esperaba que aquello no significara que la corrupción se había dado en otra oficina. La suya.

—¿Crees que la historia que Jennifer le contó a Valerie sobre el trabajo en Smythe Pharmaceuticals era mentira? —le preguntó Alyson.

Él alzó la mirada del papel. Tenía el estómago atenazado por la tensión.

—No creo en las coincidencias. Y mucho menos, en lo que se refiere a Smythe.

Alyson asintió.

—Es posible que Jennifer haya ayudado a Smythe de otra forma. Haciendo algo que no tuviera nada que ver con sacar sangre del laboratorio.

—Es posible. ¿Se te ocurre algo?

—Quizá le dijera cómo puede fingirse la violación.

—Soy todo oídos.

—Solía presentarse voluntaria para la recopilación de pruebas.

—¿Recopilación de pruebas? Creía que ella era química.

—Algunos de los empleados del laboratorio hacen trabajo voluntario cuando se les llama de otras jurisdicciones que no tienen sus propias unidades criminalistas. Ayudan a registrar la escena del crimen, a recopilar cualquier prueba. Yo nunca lo hacía porque quería siempre pasar más tiempo contigo.

Él recordó aquellos tiempos. Pasaban horas juntos, remodelando su casa, cenando juntos en algún restaurante... o pasaban las noches en la cama sin pensar en otra cosa que en ellos dos. Dex se sintió incómodo.

—Así que ella sabría decirle a Smythe, exactamente, cómo preparar una violación falsa.

—O quizá lo hiciera ella misma.

—No creo. Había bastantes errores en la escena del crimen. Eran errores que una persona con experiencia en este tipo de casos no cometería,

—¿Qué tipo de errores?

—No había ninguna prueba de que la señorita Rasula hubiera aspirado cloroformo, para empezar. Ella aseguró que sí, pero en los análisis de sangre no apareció ni rastro. Y todos los ataques de Smythe eran iguales: se acercó a la víctima sigilosamente y la dejó inconsciente con el cloroformo.

—Así me atacó a mí.

—Y así es como debería haber sido atacada Connie Rasula si hubiera sido el mismo criminal el que hubiera cometido todas las violaciones. Deberíamos haber encontrado pruebas que corroboraran su versión.

Alyson asintió.

—Supongo que no la pagó suficiente.

—O que la persona que preparó la escena no conocía la importancia de que esa violación fuera igual que las demás.

—Lo cual deja fuera a Jennifer.

—Eso parece.

—Aunque ella podría haberle dicho a Smythe cómo prepararlo. O al menos, darle la idea. Eso hubiera sido suficiente como para ofrecerle un trabajo en la farmacéutica.

—Y también para hacerla desaparecer. Desgraciadamente, la única manera que tenemos de averiguar cuál fue su papel es preguntárselo.

El silencio se extendió entre Dex y Alyson. Por mucho que no quisieran admitirlo, las probabilidades de que Jennifer Scott siguiera con vida eran cada vez más escasas.

—Así que tenemos que volver a pensar en las visitas a la prisión. Tenía la esperanza de no vernos frente a otro escándalo en la oficina del fiscal —aquel comentario se le escapó antes de poder censurarlo.

Hubo un tiempo en el que él había hecho referencia a su padre para castigarla, para vengarse de la elección que ella había hecho, una elección que le había roto el corazón. Pero entonces, quiso tragarse las palabras. Alyson ya había sufrido suficiente, y lo que menos quería Dex era causarle más dolor. Le pasó los dedos por el brazo, en un intento de disculparse.

Alyson lo miró a los ojos sin amedrentarse, al menos, aparentemente.

—No puedo creerme que John Cohen haya hecho algo así, a pesar de lo hastiado que esté y lo cínico que se haya vuelto.

Dex tuvo que reprimirse para no asentir. Él tampoco lo creía. Sin embargo, durante años no había sido capaz de creer ciertas cosas, y después esas cosas se habían vuelto contra él.

—John era el único que tenía acceso a Smythe en la cárcel. Él es el candidato más probable.

—¿Y el abogado defensor de Smythe?

Lee Runyon. Dex asintió suavemente. Le encantaría que Runyon resultara ser el lacayo de Smythe. Sería mucho más fácil que aceptar la otra posibilidad: que su oficina era tan corrupta como la de Neil Fitzroy.

Le entregó a Alyson los resultados de los análisis y le dijo:

—Quizá sea hora de tener una charla con Lee Runyon.

 

Alyson y Dex se acercaron a Runyon por el césped del campo de golf. Ella no conocía bien a aquel hombre, e intentó calmar los nervios que sentía en el estómago. Aparte de haber sido interrogada por él en el tribunal, Alyson sólo lo había visto en unas cuantas ocasiones, durante algunos eventos políticos en los que su padre había participado. Pero lo que sabía de él no le había granjeado su simpatía; era un hombre pomposo, al que le gustaba hacer alarde de su riqueza para sentirse más importante.

Ella lo vio inmediatamente en el séptimo hoyo del campo, y se lo señaló a Dex.

—Bueno, allá vamos —dijo él—. Tú sígueme el juego.

Alyson asintió. No tenía ningún problema en seguirle el juego a Dex, sobre todo en lo que concernía a Runyon. Aquel hombre le recordaba a un bulldog, muy mono hasta que le clavaba los dientes a uno. Ella había sentido aquellos dientes más de una vez mientras testificaba como testigo con respecto a algún análisis de ADN. Y no le apetecía sentir sus dientes aquel día. Y mucho menos, cuando necesitaba desesperadamente conseguir alguna pista que pudiera llevarles a Patrick.

—No te preocupes, lo haré.

Caminaron juntos hasta Runyon. El abogado, con un suave golpe, metió su bola en el hoyo. Se inclinó para sacarla y, al incorporarse, su vista se posó en Dex y en Alyson.

—Bueno, bueno, bueno, mira quién está aquí. Creía que el fiscal del distrito y una de las analistas del laboratorio criminalista estarían demasiado ocupados salvando al mundo como para salir en esta espléndida tarde.

Dex le lanzó una mirada tajante.

—Necesito hablar contigo.

Runyon miró a sus compañeros de juego.

—¿Por qué no seguís hasta el próximo hoyo? Os vendría bien la ventaja. Yo ya estoy harto de esperar.

Con unos cuantos gruñidos e insultos hacia Runyon, los hombres tomaron sus palos y se marcharon.

El abogado se volvió hacia Dex, mirándolo fijamente con sus ojos de halcón.

—¿De qué se trata, Harrington? Espero que no sea algo que pudieras haber dejado para mañana, cuando yo esté en la oficina.

—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con Andrew Smythe?

—Ah. El perdón de Smythe. Debería habérmelo imaginado. Al empezar aquel caso, te dije que no ibas a ganar. Tenías que haberme hecho caso.

—¿Cuándo fue la última vez, Runyon?

—No lo sé. Pregúntale a mi secretaria.

—¿Sabías que es sospechoso de haber cometido una violación y un asesinato en Minocqua?

—No. Pero estoy seguro de que si la policía tuviera alguna prueba contra Andy, yo ya estaría en el norte, preocupándome de que no se vulneren sus derechos, en vez de estar disfrutando de este estupendo día de junio, jugando al golf.

—Pues espere —le amenazó Alyson—. Todavía no se han terminado los análisis de ADN en el laboratorio.

Runyon la miró.

—¿Y serán los mismos análisis que demostraron que hay otro hombre con un ADN idéntico al de mi cliente cometiendo esos crímenes por ahí, mientras Andy está entre rejas?

Alyson se mordió la lengua y miró a Dex. Debería haber hecho lo que él le había pedido, haberle dejado hablar a él. Pero había algo dentro de ella que no le permitía quedarse tranquilamente aparte mientras su hijo, su vida, estaba en juego.

—Ese asunto fue amañado, y usted lo sabe. Mi pregunta es, ¿cómo consiguió usted sacar la sangre de Smythe de la cárcel sin que nadie se diera cuenta?

Runyon arqueó una ceja y se volvió hacia Dex.

—Tiene una gran imaginación, para ser una científica.

Sin embargo, Dex lo atravesó con una mirada que habría hecho que, un hombre con conciencia, se derritiera.

—Quiero oír tu respuesta.

—¿Mi respuesta? Yo nunca he sacado nada de Andrew Smythe, aparte de mis razonables honorarios. Y nunca le he dado nada, excepto el mejor asesoramiento legal que se pueda encontrar.

—¿Contrataste un detective privado para él?

—Y ¿qué importa si lo hice? Yo contrato a bastantes detectives para que trabajen en casos de mis clientes,

—¿Y actúas como intermediario?

—Algunas veces. ¿A dónde quieres llegar, Harrington?

—Quiero saber cómo salió la sangre de Andrew Smythe fuera de la cárcel.

—¿Y no se te ha ocurrido pensar que es posible que ya sepas la respuesta a esa pregunta? ¿Que haya un hombre ahí fuera que tiene el mismo ADN que Andy?

—Eso es imposible, y usted lo sabe —dijo Alyson, incapaz de permanecer en silencio—. El ADN es único, exactamente igual que la gente es única. La única forma de que existiera un doble de ADN de Smythe sería que tuviera un hermano gemelo. Y todos sabemos que no es así.

Una sonrisa lenta se dibujó en los labios de Runyon.

—¿Lo sabemos de verdad?

La duda se abrió paso con fuerza en la mente de Alyson. Miró a Dex, vacilante.

—No tiene ningún hermano gemelo. Se estudió minuciosamente su biografía mientras preparábamos su juicio. Lo habríamos sabido.

—Que yo recuerde —dijo Runyon—, los padres de Andy se negaron a responder tus preguntas.

Alyson recordó la frustración de Dex durante los meses previos al juicio. Los padres de Andrew Smythe no sólo se habían negado a hablar, sino que habían comprado a toda la gente bajo su radio de influencia para que mantuviera la boca cerrada. Finalmente, el violador había sido encarcelado gracias al trabajo de la policía y los análisis científicos.

Runyon se puso el palo de golf en el hombro.

—Bueno, nada de esto tiene importancia. Dudo que quieran hablar contigo ahora, tampoco. Y tengo que seguir con el juego. Algunos de los chicos con los que estoy jugando son famosos por sus trampas, y no quiero perder el dinero que he apostado sólo por una tontería.

—No tan deprisa —dijo Dex—. Tengo más preguntas que hacerte.

—Ninguna que vaya a responderte. ¿Es que no has oído hablar del privilegio de la confidencialidad entre el abogado y el cliente? Por pura ética, tengo que guardar silencio sobre las confesiones de mis clientes. Y eso incluye las conversaciones que haya tenido o no haya tenido con un detective.

Alyson apretó con fuerza los puños, desesperada.

—No se saldrá con la suya. Smythe ha asesinado a una mujer.

Runyon arqueó las cejas.

—Me tomaré en serio esa acusación si puede mostrarme pruebas, señorita Fitzroy. Y ahora, tengo que irme. Si quieren hacerme malgastar más el tiempo, por favor, pídanle una cita a mi secretaria para acudir a mi despacho.

Alyson lo observó fijamente mientras se alejaba, e intentó contener las lágrimas de frustración.

—¿Es cierto lo que ha dicho? ¿Puede negarse a contestarnos de esa manera, a pesar de todo lo que probablemente sabe? ¿Puede negarse a darnos el nombre del detective?

—Puede, si no forma parte de una conspiración.

—En otras palabras...

—Si no hizo nada ilegal para ayudar a Smythe, no tiene por qué decir una palabra. De hecho, probablemente le retirarían el título de abogado.

—¿Y si él ayudó a Smythe a organizar la farsa, para conseguir sacarlo de la cárcel?

—Sería parte de una conspiración, y el privilegio de confidencialidad no existiría.

Alyson sintió algo de esperanza durante un segundo pero, al instante siguiente, se le cayó el alma a los pies de nuevo.

—Pero, a menos que él hable, no tenemos forma de demostrar que ha formado parte del plan de Smythe.

—Exacto —respondió Dex—. Y eso sólo nos deja una salida.

—¿Y cuál es?

—Ya es hora de que hable con el gobernador. No querrá enterarse de mi dimisión en el telediario de mañana.