Capítulo 1
Alyson Fitzroy observó la pantalla de televisión, apretando los dientes hasta que le dolió la mandíbula. Estaba viendo, en las noticias de las diez de la noche, una escena que las cadenas ya habían emitido durante aquel día. Sonriendo ampliamente, Andrew Clarke Smythe caminaba erguido y con aire arrogante hacia la limusina que lo esperaba, rodeado por un pequeño grupo de seguidores que lo aclamaban a las puertas de la prisión.
El más célebre violador de la historia de Dane County estaba libre. Y los análisis que Alyson había realizado en el Wisconsin State Crime Lab eran la causa.
Desde el día en que había recibido la orden de hacer una comparación del ADN de la sangre encontrada, bajo las uñas de una de sus víctimas, y el ADN de la sangre del Smythe, había temido que aquél sería el resultado.
Sin embargo, había tenido la esperanza de que la policía fuera capaz de echar por tierra la teoría, imposible. de que Smythe tenía un clon que estaba cometiendo las violaciones mientras él estaba en prisión, antes de que ganara la apelación y consiguiera un nuevo juicio. Nunca había pensado que el gobernador pasaría por encima de todo el sistema de justicia y le concedería el perdón al heredero de Smythe Pharmaceuticals.
Se sintió enferma. Tenía el estómago revuelto. Sin embargo, por muy mal que ella se sintiera, sabía que sería mucho peor para Dex.
Y, como si fuera un eco de sus pensamientos, el nuevo fiscal de Dane County apareció en la pantalla. En apariencia, era el mismo de siempre. Un hombre anglosajón, de pelo rubio y ojos azules, y con la misma mandíbula cuadrada que un superhéroe. Pero, en el último año y medio, había cambiado mucho. Ella se daba cuenta al ver la dureza de su mirada y la rigidez de su mandíbula. Parecía incluso más intolerante, más dispuesto a emitir juicios que la última vez que Alyson lo había visto, cuando era ella la persona a la que estaba juzgando.
Se apartó aquellos recuerdos amargos de la mente. No podía malgastar su vida sintiendo amargura. Aquello no serviría para cambiar las cosas. Y, mientras veía la cara de Dex en la televisión, aquel gesto adusto de su boca y la mirada de tortura que había en sus ojos mientras respondía a las preguntas de los periodistas, no sentía precisamente amargura. Sólo sentía pena.
Alyson se levantó del sofá y apagó la televisión. Después salió del salón hacia las escaleras, para subir al piso de arriba. Entró en una de las habitaciones y esperó hasta que los ojos se le acostumbraron a la oscuridad. Sólo la débil luz que entraba desde el pasillo le permitió adivinar los barrotes blancos de la cuna que había en la esquina. La cuna en la que dormía lo más preciado de su vida.
Se acercó sigilosamente y miró a Patrick, su bebé de siete meses, que dormía plácidamente boca arriba. Su pequeño pecho se movía cada vez que respiraba. Como siempre, Alyson sintió una oleada de amor y de gratitud al verlo. Su carita relajada, sus pequeñas manos apretadas, el hoyuelo que tenía en la barbilla.
Exactamente igual que el de su padre.
Al principio, ella había querido decírselo a Dex. Incluso después de romper con él. Después de todo, él tenía derecho a saberlo. Le había telefoneado varias veces, pero él no había respondido a sus llamadas. Y, cada vez que ella se había obligado a ir hasta su casa, se había dado la vuelta sin bajar del coche. No había sido capaz de enfrentarse a él.
No había sido capaz de olvidar el desprecio que había visto en sus ojos cuando Alyson había defendido a su padre, cuando había dado su primer mal paso. Siempre había seguido oyendo las palabras amargas que Dex le había dicho la última vez que habían estado juntos, cuando él se había negado a darle una segunda oportunidad, la noche en que le había dicho que ya no la quería.
Alyson sacudió la cabeza, intentando olvidar todo aquello, y se concentró en la cara inocente de su hijo. A pesar de lo que Dex la hubiera hecho, se merecía saber que tenía un hijo. Y, si las cosas fueran tan sencillas, ella habría encontrado una manera de decírselo.
Pero las cosas no eran fáciles.
Se inclinó sobre la cuna y le acarició un ricito rubio al niño. Patrick le había dado la fuerza suficiente como para continuar viviendo después del rechazo de Dex, después de los crímenes que había cometido su padre y después de que el cómplice que lo había ayudado lo asesinara. Patrick era su pequeño hombre, su amor, su vida. Él era todo lo que tenía.
No podía arriesgarse a perderlo.
De repente, sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el niño. Tuvo la sensación de que alguien la observaba con ojos malévolos.
Se incorporó rápidamente, pero ya era tarde. Una mano se cerró alrededor de su garganta. Alguien le presionó contra la nariz y la boca un trapo que olía a algo dulce.
Alyson contuvo la respiración. No podía gritar. Si lo hacía, aspiraría la sustancia y perdería el conocimiento. No sería capaz de luchar. Dio una patada hacia atrás y golpeó una espinilla.
Un gruñido explotó en la oscuridad.
—Desgraciada...
Alyson se retorció en brazos del atacante, intentando golpearlo, intentando escapar. Le dio un puñetazo con todas sus fuerzas en la cadera, y entonces sintió algo que le colgaba del cinturón. Una cuerda. Oh, Dios, quería atarla. O quizá querría pasarle la cuerda por la garganta, y si lo conseguía, ella no tendría ninguna oportunidad. Sintió pánico y se retorció aún con más fuerza. Consiguió darle un puñetazo en la cara.
El hombre soltó otra maldición y le apretó aún más la garganta. Alyson comenzó a marearse, y le dio otro puñetazo. Necesitaba aire. No podía desmayarse.
Y, de repente, la mano que le sostenía la garganta se soltó.
Ella inhaló con fuerza, una y otra vez. Entonces, la esencia del cloroformo le inundó las fosas nasales y los pulmones. Comenzó a darle vueltas la cabeza.
Entonces, la oscuridad se cerró a su alrededor.