Capítulo 8
La puerta se abrió y Dex entró a su despacho. No dijo nada. Simplemente, miró a Alyson con seriedad. Después se quitó la chaqueta del traje y se hundió en la butaca de su escritorio. Se apoyó en el respaldo y se tapó la cara con las manos.
Alyson lo miró desde una esquina de la estancia. Mientras él estaba reunido con el gobernador, ella lo había estado esperando en el despacho, ya que los dos estaban de acuerdo en que aquél era uno de los lugares en el que estaría a salvo de Smythe. Y, aunque había estado pensando en su padre durante todo el tiempo que había pasado entre aquellas cuatro paredes, los problemas del pasado le parecían una insignificancia comparados con su preocupación por Patrick. Y por Dex.
Ella era una de las pocas personas en el mundo que sabían todo lo que significaba para Dex su carrera profesional. Había salido de la nada, ganándose becas para costearse los estudios en el instituto y en la universidad. Había trabajado noche y día para hacerse con todos los casos que podía y, finalmente, se había ganado el nombramiento de fiscal por parte del gobernador y, probablemente, la reelección por parte de los votantes en noviembre. Había puesto su alma en el trabajo. Y al ver su rostro en aquel momento, tan pálido y tan desencajado, Alyson supo exactamente lo mucho que le habría costado dimitir.
—¿Qué tal te encuentras?
—Bien.
—Ya. Estás estupendamente, como yo.
Alyson no había querido que el sarcasmo se escapara de entre sus labios, pero no pudo evitarlo. Era típico de Dex encerrarse en sí mismo, cuando estaba atravesando una crisis personal. Ella lo había presenciado más de una vez. Pero, en aquella ocasión, no iba a permitírselo.
Se acercó a él y rodeó su butaca. Le puso las manos en los hombros, como había hecho muchas veces antes. Tenía los músculos tensos bajo la camisa impecable. Alyson hundió los dedos en los nudos y comenzó a darle un suave masaje.
Dex la había ayudado mucho durante aquellos días. Si no hubiera sido por él, por su fuerza y por su decisión de encontrar a Patrick, Alyson no habría sobrevivido. Y en aquel momento, había llegado su turno de ayudarlo a él. Aunque no estaba segura de cómo hacerlo, lo intentaría. Y la mejor forma era conseguir que se abriera, que hablara.
—¿Cómo se lo ha tomado el gobernador?
—Pues... no tan estupendamente.
—No está contento, ¿eh?
—Por decirlo suavemente.
—¿Y qué razón le has dado para dimitir?
—Razones personales. Algo bastante vago —dijo.
Alyson percibió el dolor en su voz.
—Tiene que haber alguna forma para arreglar esto. ¿No puedes dejar el puesto sólo temporalmente?
—No. No sé cómo averiguó Smythe que Mylinski estaba involucrado en el caso, pero no podemos arriesgarnos a que averigüe también que mi dimisión ha sido falsa. Hay demasiadas cosas en juego.
Dex tenía razón. Había demasiado en juego, y aquello sólo le dejaba una opción. Tenía que hacer lo que Smythe pidiera.
A menos que encontraran a Patrick antes de la conferencia de prensa del día siguiente.
Alyson continuó masajeándole los músculos de los hombros, mientras pensaba rápidamente en todas las posibilidades.
—Mientras tú estabas con el gobernador, yo he estado pensando en varias cosas de las que dijo Runyon.
Dex volvió la cabeza para mirarla y arqueó las cejas.
—¿Y?
—¿Y si los padres de Smythe fueron los que lo planearon todo para que Connie Rasula fingiera la violación? Los Smythe tienen suficiente dinero como para que a Runyon le merezca la pena sacar la sangre de Andrew de la cárcel.
—Supongo que es posible, pero, ¿por qué iban a hacerlo?
—Pues... es evidente. Son sus padres.
—Eso no es suficiente para la gente como los Smythe. Dudo que arriesgaran un solo pelo de la cabeza para salvar a otro miembro de la familia. Esa familia hace que mi pasado sea completamente maravilloso.
Alyson se quedó inmóvil. Dex ya le había mencionado alguna vez que había tenido una vida difícil, pero cada vez que ella lo había presionado para que le contara más cosas, él se había encerrado en sí mismo, como si no quisiera revivir los recuerdos.
—¿Quieres hablar sobre ello?
—Parece que el padre de Andrew pegaba a la madre, y ella le pasaba el maltrato a su hijo. Entre otras cosas encantadoras.
—No me refería a la familia de Andrew Smythe. Me refería a la tuya.
Dex se quedó silencioso y no la miró. Sin embargo, ella no necesitaba verle la cara para saber que tenía la mandíbula apretada y que había entrecerrado los ojos cautelosamente. La tensión irradiaba de él en forma de ondas.
—Es mejor no hablar de ciertas cosas.
—Y hay otras de las que es mejor hablar.
Él sacudió la cabeza.
—Esta no es una de ellas, créeme. Los dos tenemos ya suficiente dolor al que enfrentarnos en el presente, y no necesitamos más.
Entonces, se levantó de la silla y se quedó frente a ella, sin moverse.
Alyson buscó algo que decir, algo con lo que convencerle de que se abriera a ella, pero no lo encontró. Quería llegar hasta él, pero no sabía cómo.
Nunca lo había sabido.
—¿No crees que sacaríamos algo en limpio si habláramos con los padres de Andrew Smythe?
—No he dicho eso. En este momento creo que debemos explorar todas las posibilidades. No tenemos otra elección —respondió Dex, y se alejó del escritorio y de ella.
Entonces, ella posó las manos en el respaldo de la butaca. Había sido una tonta al pensar en que podría ayudarlo, y en que él aceptaría su ayuda. Después de todo, seguía siendo el mismo hombre. El hombre que había sobrevivido a los horrores de su infancia, que se había abierto camino hasta la fiscalía del distrito sin otras armas que la constancia y el trabajo.
El hombre que la había abandonado en cuanto ella había incumplido sus reglas imposibles.
No podía hacer nada por cambiarlo, como no había podido hacer nada un año y medio antes. Lo único que podía hacer era preocuparse por sí misma, porque estaba enfrentándose a más peligros de los que encarnaba Andrew Smythe. Le había dado su corazón a Dex una vez, y él se lo había destrozado. No podía permitir que aquello volviera a ocurrir.
Dex cerró la puerta del coche y alzó la vista para contemplar la mansión de estilo Tudor que la familia Smythe poseía en Madison. Era un enorme edificio de piedra gris, con tejados empinados que se clavaban en el cielo encapotado como si fueran lanzas. Las ventanas los observaban como si fueran unos ojos fríos.
Alyson salió también y se fijó en la media docena de coches que había aparcados frente a la entrada principal.
—A juzgar por la cantidad de coches, deben de tener invitados. ¿Serán de Patrice o de Richard?
—Deben de ser de Patrice. Le pedí a Maggie que hiciera una llamada a Smythe Pharmaceuticals esta mañana, y me dijo que Richard estaba fuera de la ciudad.
—¿Y eso es bueno o malo?
Él se encogió de hombros y se acercó a ella rodeando el coche.
—No tiene importancia. Los dos son igualmente difíciles de tratar.
Alyson asintió y los dos se encaminaron hacia la casa. Cuando llegaron a los escalones de la puerta principal, Dex la tomó por el brazo.
—¿Estás preparada?
Alyson se estremeció y lo miró a los ojos.
—Estoy nerviosa. Tengo la sensación de que Andrew Smythe está ahí arriba, observándonos desde una de las ventanas.
—Si lo está, él tiene más razones para estar nervioso que tú. Me encantaría ponerle las manos encima a ese desgraciado. Aunque creo que lo mejor que podría pasarnos es que averiguáramos si sus padres lo ayudaron a salir de la cárcel, o tienen idea de quién lo hizo.
—Y si le están ayudando a esconder a Patrick.
—Conociendo a Patrice Smythe, no creo. Sin embargo, quizá sí pueda saber quién lo está ayudando. Tenemos que sonsacárselo.
Alyson asintió y después comenzó a subir los escalones. Dex subió a su lado.
—Alyson, no te hagas demasiadas ilusiones. Tal y como nos dijo Runyon, ninguno de los dos quiso hablar conmigo hace dos años. No tenemos por qué pensar que Patrice quiera hacerlo ahora.
—Tiene que hacerlo. No puedo soportar la idea de que Patrick pase otra noche lejos de mí. Tenemos que encontrarlo.
—Y lo haremos, te lo prometo. Lo conseguiremos —dijo Dex. Alargó el brazo y llamó al timbre. A los pocos segundos, la puerta se abrió y apareció una pequeña mujer, delicada como un pájaro.
—¿En qué puedo ayudarlos?
Dex recordaba al ama de llaves. La había conocido durante los meses anteriores al juicio de Smythe. Siempre era ella quien le abría la puerta, y siempre lo despedía con instrucciones de que se dirigiera al abogado de la familia. Él apretó los dientes. Sólo aquellos ricachones repulsivos podían permitirse el lujo de negarse a hablar con la justicia. Sin embargo, en aquella ocasión no aceptaría una negativa. Si la mujer intentaba deshacerse de él de nuevo, estaba dispuesto a entrar en la casa por la fuerza y obligarlos a que hablaran con él, si era necesario.
—¿Están el señor o la señora Smythe? — preguntó.
La mujer asintió.
—La señora Smythe está en casa, pero está con sus invitados.
—Dígale que Dex Harrington ha venido a verla. Necesito hablar con ella sobre su hijo.
—Lo siento, pero está ocupada.
—Dígale que he venido para disculparme.
Dex notó, casi sin mirarla, que Alyson arqueaba las cejas ante aquella mentira tan evidente. El ama de llaves no debió de darse cuenta, porque asintió y abrió la puerta por completo para dejarlos pasar. Después los condujo a través del suntuoso vestíbulo por una puerta de arco.
—Por favor, siéntense en el salón. Le diré a la señora Smythe que están aquí.
Entraron en la estancia y se dejaron caer sobre unas butacas tapizadas de terciopelo. Dex detestaba el hecho de tener que estar allí sentado, como si estuviera esperando a que ocurriera algo malo. Se moría de ganas de echar a andar de un lado a otro del enorme salón. Sin embargo, siguió el ejemplo de Alyson y observó por uno de los enormes ventanales las vistas del lago. Los picos de las montañas se erguían entre las nubes en la orilla opuesta.
—Ya era hora de que viniera a disculparse, señor Harrington. Después de todo lo que le hizo a mi hijo, es sorprendente que haya tenido las agallas de aparecer por aquí.
Dex se volvió en la butaca y se encontró con el rostro de Patrice Smythe. Mientras que el ama de llaves siempre le había parecido un gorrión, la señora Smythe le recordaba a un pájaro de presa. Tenía los ojos agudos, los pómulos marcados y los labios delgados y apretados. No había cambiado nada en aquellos dos años, excepto que su expresión se había endurecido aún más.
—Antes tengo que aclarar un par de cosas con usted, si no le importa.
—Tengo invitados, así que apresúrese, por favor.
—¿Cuándo fue la última vez que vio a su hijo, señora Smythe?
—La tarde en la que fue perdonado por el gobernador. Organicé una fiesta para él, pero sólo se quedó cinco minutos. ¿Por qué?
—¿Lo visitó mientras estaba en la cárcel?
—¿Yo? ¿Cómo se figura que voy a ir a ese espantoso lugar?
—¿Y cómo se comunicó con su hijo?
—A través de su abogado, el señor Runyon.
—¿Y le pagó al señor Runyon para que actuara como intermediario?
Ella entrecerró los ojos.
—Eso no me parece una disculpa.
Dex sintió que la rabia le revolvía el estómago. No podía soportarlo más. Sólo la idea de disculparse por haber quitado a Andrew Clarke Smythe de las calles le ponía furioso.
—Su hijo es culpable de violar a seis mujeres. No tengo nada de lo que disculparme.
—¿Acaso no ha leído los periódicos, señor Harrington? Mi hijo no violó a esas mujeres. ¿Por qué no se ocupa de encontrar al verdadero culpable en vez de avergonzar a nuestra familia? Si no va a disculparse, no tengo nada más que decirle. Mary Ann los acompañará a la puerta.
Alyson se levantó de la silla de un salto, antes de que Patrice Smythe tuviera la oportunidad de darse la vuelta.
—Espere.
Con la barbilla levantada, la miró como si estuviera dispuesta a enfrentarse a todo un ejército con tal de averiguar la verdad.
Y Patrice la miró a ella como si fuera una mancha que había en la alfombra.
—No hemos venido a hablar del pasado de su hijo, señora Smythe.
Patrick arqueó las cejas.
—Entonces, ¿para qué?
—¿Sabe si Andrew ha tenido un hijo?
—¿Un hijo? ¿Andrew?
—Sí.
—¿Por qué me lo pregunta?
—Usted es su madre. Supongo que...
—Si ha tenido un hijo, no me lo ha dicho. ¿Quién se supone que es la madre?
—Yo.
A Patrice Smythe se le oscureció la mirada.
—¿Está acusando de algo a Andrew? ¿Ha venido a ver cuánto dinero me puede sacar?
La sugerencia de que Andrew Smythe pudiera ser el padre de Patrick hizo que Dex quisiera poner las cosas en su sitio, decir la verdad. Sin embargo, vio la mirada suplicante de Alyson y mantuvo silencio. No sabía qué hacer para manejar a Patrice Smythe, y la única oportunidad que tenía era dejar que Alyson se ocupara de ella. Apretó los puños y no dijo nada.
Alyson miró de nuevo a Patrice.
—Sólo quiero que me devuelva a mi hijo. Quiero asegurarme de que está bien.
—Sí, claro, eso es lo más probable.
—Es cierto, señora Smythe. Por favor.
—Bien, si es dinero lo que quiere, se ha equivocado de persona. Será mejor que vaya a ver a su padre. Dios sabe que ha pagado siempre muy bien a todas sus amantes y prostitutas. Supongo que a usted también le dará un buen cheque —dijo la mujer. Después miró a Dex—. No sé lo que pretende trayéndola aquí, pero no tengo por qué aguantar esto. Quiero que se marchen los dos de mi casa, ahora mismo —sentenció. Se dio la vuelta y salió del salón.
A Alyson se le hundieron los hombros.
Dex se puso de pie. Le había advertido que no se hiciera demasiadas ilusiones, pero era evidente que ella no había seguido su consejo.
—Patrice Smythe era una posibilidad muy remota. Hemos hecho todo lo que hemos podido.
Ella sacudió la cabeza.
—Esperaba que, como madre, esa mujer comprendería. Nunca me imaginé que pensara que quería chantajearla diciéndole que Patrick era hijo de Andrew.
—Lo has intentado.
—Me imagino cómo te habrás sentido. Lo siento.
En aquel momento, los dos oyeron la suave voz del ama de llaves.
—Por favor, síganme.
Dex le tendió la mano a Alyson y los dos siguieron a la mujer hasta la puerta principal. Mientras Alyson salía por delante de ella, el ama de llaves susurró:
—La señora Smythe no sabía nada de que había un niño. Andrew nunca le contaría nada a su madre.
Alyson sintió una inyección de adrenalina, y tomó a la mujer por el brazo.
—¿En quién confía? ¿En usted?
Ella sacudió la cabeza.
—En mí no. En su hermana.
Dex se acercó también.
—¿En su hermana? No tiene hermanas.
—Es su hermanastra. Es la hija de una de esas prostitutas que ha mencionado la señora Smythe —respondió ella, con un deje de amargura en la voz. Miró de reojo al vestíbulo, para asegurarse de que su jefa no los estaba oyendo. Mientras, la mente de Dex trabajaba a toda prisa.
—¿Cómo sabe todo esto?
—Porque mi madre también es esa prostituta, aunque mi hermana y yo tuvimos diferentes padres.
Dex la miró ansiosamente a los ojos.
—¿Quién es su hermanastra?
La mujer frunció el ceño.
—Se llama Maggie Daugherty.