En primer lugar quiero poner de manifiesto que no ha existido nunca el RP-801, ni su hermano el RP-955, aunque sí existen fármacos que muestran resultados maravillosos en los animales de experimentación y que después, por diversas razones, no son útiles en los humanos. Respecto al polimorfismo de susceptibilidad gstmf1, es un invento parcial, porque se basa en la familia de genes que codifican las enzimas GST, que metabolizan tóxicos ambientales y endógenos. Estas enzimas y los correspondientes genes actúan como protectores de muchas enfermedades. Lo que sí es totalmente cierto es que la respuesta farmacológica en ocasiones aparece en tan sólo un número determinado de individuos. Este fenómeno es la base de la farmacogenética, una ciencia que ha nacido gracias al conocimiento del genoma humano y del código genético, y que será la base de la terapia personalizada del futuro.

Una vez hecha esta aclaración, quiero añadir que la investigación seria existe, y que evidentemente algunos personajes de la historia son representativos de elementos corruptos del sistema y no de la mayoría de los investigadores y gestores de la investigación. Pero la novela trata de relaciones humanas conflictivas, y hablar de almas buenas, desgraciadamente, habría resultado insípido.

Son ejemplos de investigadores honestos los que me han asesorado en la parte científica de la trama y que no quiero dejar de mencionar. Dos expertos en neurodegeneración me ayudaron a entrenar a Marina en las técnicas experimentales y analíticas para trabajar con el RP-801: Ramón Trullas y Coral Santfeliu, del CSIC de Barcelona; quiero agradecer especialmente a Ramón la lectura atenta del primer original. También estoy en deuda notable con Diego Muñoz-Torrero, profesor de Química Farmacéutica, y con Joan Maria Llobet, profesor de Toxicología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona. Con su vasto conocimiento me ayudaron a formular ficticiamente el RP-801, y a elaborar el proyecto de la contaminación por mercurio, respectivamente. En la parte clínica, la experiencia extraordinaria de Raquel Sánchez-Valle, neuróloga del Hospital Clínico, y de Teresa Ribalta, anatomopatóloga del mismo hospital, me permitió recrear el pabellón de crónicos y el funcionamiento del Banco de Cerebros. No quiero olvidarme de Pilar Senpau, médica, escritora y amiga, por el análisis exhaustivo de todos los posibles títulos y también por haber acertado. No hace falta decir que seré la única responsable de cualquier error, importante o insignificante, relacionado con estos aspectos, que pueda aparecer en la novela.

Un agradecimiento sincero a la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonés, a los profesores y compañeros de clase, por las instrucciones oportunas y los consejos inestimables. Especialmente a Isidre Grau, por su gran sabiduría y creatividad y por su generosa dedicación a los alumnos.

Para terminar, si algún lector dispone de tiempo para entrar en el edificio histórico de la Universidad de Barcelona, le aconsejo que no deje de subir por la escalinata enmoquetada que asciende desde el vestíbulo de las columnas hasta el rectorado, tal como lo hizo la protagonista el día de la fiesta de los reincorporados extranjeros, y que admire las estatuas de piedra de los seis pajes con faroles de hierro en la mano que montan guardia en cada portal, y los cuadros cedidos por el Museo del Prado, del napolitano Luca Giordano. Si dispone de unos minutos más, puede visitar la joya del edificio, el paraninfo. Dotado de una espléndida ornamentación de estuco policromado de raíz mudéjar, el techo artesonado de aire renacentista y las grandes composiciones pictóricas de los muros merecían salir en la novela, pero tuve miedo de que fuera demasiado identificativo de la institución. También rogaría al lector que paseara por las galerías del primer piso, con espaciosos arcos abiertos al jardín, y por el pasillo de vidrieras romboidales que se encuentra delante del paraninfo. Crean una composición de espacios cercana al encantamiento, incluso sin mesas preparadas, sin copas de cava, sin croquetas para picar. Incluso sin el riesgo de que un brindis a distancia desencadene una historia turbulenta como ésta.