A pesar de que intentamos que la boda no fuera demasiado multitudinaria, seguro que hay cerca de cincuenta personas esperando ahí fuera, sentados en las sillas blancas dispuestas en perfectas filas. Yo me hubiera fugado a Las Vegas para que un tipo disfrazado de Elvis nos casara sentados dentro de un Cadillac de color rosa, pero a Chloe le hacía ilusión hacerlo de forma tradicional. ¿Y quién soy yo para negarme?

Si me hubieran dicho hace unos años que hubiera accedido a ponerme traje y corbata, a tirarme horas eligiendo el color de unas servilletas o las flores de los adornos de unas mesas, no me lo hubiera creído, pero lo he hecho.

Si me hubieran dicho hace unos años que mi plan perfecto para un sábado por la noche sería tumbarme en el sofá de casa, tapado con una manta, viendo una película romanticona, no me lo hubiera creído, pero es la pura realidad.

Si me hubieran dicho hace unos años que por el hijo de mi novia madrugaría un domingo para ir a verle dar patadas a un balón, que haría horas extras en el gimnasio para enseñarle unos golpes, o que asistiría a festivales de fin de curso, y que encima lo haría porque quiero y disfruto con ello, no me lo hubiera creído, pero es lo que hago.

Levanto la vista al cielo, entornando los ojos para protegerlos de la luz del sol. Hace un día radiante, tal y como ella ha soñado, pienso, y al instante se me dibuja una sonrisa en los labios al darme cuenta de que todo mi mundo gira a su alrededor.

—¿Eludiendo tu responsabilidad como anfitrión del evento? —me pregunta Harry, que aparece por la esquina, acercándose hasta mí—. O para que me entiendas mejor: ¿escaqueándote de tu propia boda?

Le miro de reojo, hasta que se coloca a mi lado y, antes de apoyar la espalda contra la pared del edificio que nos cobija del resto de invitados, me enseña una caja de latas de cerveza que llevaba escondida a su espalda.

—Ahora sí hablamos el mismo idioma —le digo cuando me tiende una— ¿No has traído demasiadas? No sé si Chloe me perdonaría que estuviera pedo incluso antes de pronunciar el “sí quiero” …

—Seguro que se nos une más gente en breve, y si no, un día es un día…

Nos sentamos en el suelo para estar algo más cómodos, deslizando nuestras espaldas por la pared.

—¿Dónde está Alison?

—Con tu futura mujer, en tu casa. Se han reunido allí todas.

—¿Para qué?

—Es una costumbre que se remonta…

—Harry —llamo su atención con un tono autoritario que, afortunadamente, consigue hacerle callar—. No me hace falta saber toda la historia.

—Es una costumbre. Punto.

—Eso está mejor —contesto, justo antes de agachar la cabeza y fijarla en la lata que sostengo en las manos. Juego con ella durante un buen rato, estrujándola levemente—. ¿Y Neil?

—Desenterrando lombrices. Se las va a dar de comer a unas ratas que viven en el callejón de detrás de casa. No preguntes.

Le miro con una mueca de asco dibujada en mis labios, y aunque sé que me ha pedido que no pregunte nada, no puedo evitarlo.

—¿Y Alison está de acuerdo…?

Harry se encoge de hombros, y entonces me imagino la respuesta. Últimamente, ella pasa muy poco tiempo en casa por culpa de los constantes viajes debido a su trabajo, y Harry, aunque sabe que no es lo correcto, le ha dado bastante manga ancha a Neil para que haga lo que quiera. De esa manera, se asegura que las rarezas las mantenga en el ámbito familiar.

—Parece que, al menos de momento, se ha olvidado de la idea de tener un buitre como mascota.

Le miro durante unos segundos, haciendo una mueca con la boca, hasta que vuelvo a sumirme en mis pensamientos de nuevo. Doy varios tragos, evitando su mirada en todo momento. Siento sus ojos escudriñándome, intentando meterse en mi cabeza. Es algo que hace muy bien, psicoanalizar a las personas y saber qué piensan por sus gestos, tics, o simplemente, porque siente su pulso acelerado. Es algo que mola, excepto cuando el que tiene ese don es tu propio hermano, intentando sonsacarte información. Con el paso de los años, he logrado camuflar mis pensamientos, pero él ha perfeccionado su técnica…

—Estás muy pensativo… —Me encojo de hombros a modo de respuesta, sin mirarle—. No es algo muy habitual en ti… No te lo tomes a mal, pero es difícil verte callado y tan… taciturno, melancólico… como triste.

—Lo creas o no, no me hacían falta tantos sinónimos. Lo había entendido a la primera.

Harry sonríe, haciendo aparecer los hoyuelos que ha heredado de papá.

—¿Tienes dudas? —insiste.

—¿Por casarme?

—Sí.

—No. Nunca he estado más seguro de algo. Sé que quiero pasar el resto de mi vida con Chloe, y haré lo que haga falta para que sea feliz. Si necesita una boda, que así sea. Solo pensaba en lo mucho que ella me ha hecho cambiar, mucho más de lo que jamás imaginé.

Harry me mira y veo orgullo en sus ojos. Entonces, hace algo bastante impropio en él: pasa su brazo por encima de mis hombros, me revuelve el pelo y me atrae hacia su cuerpo. Lo que viene siendo un abrazo entre hermanos, solo que Harry no da estas muestras de afecto a menudo.

—¿Qué está pasando aquí? —escuchamos la voz de papá—. Tiene que ser algo realmente grave para que os estéis abrazando de esa manera como si fuerais… normales. ¡Eh, si tenéis cerveza!

Entonces se sienta frente a nosotros, desabrochándose la americana del traje previamente, y coge una de las latas. En ese momento, Max también gira la esquina y se acerca a nosotros al vernos.

—¡Eh, cabrones! —dice—. ¡Anda que avisáis! Estaba yo allí, haciendo tu trabajo, recibiendo a tus invitados, macho…

Se estira a nuestro lado, sin importarle mancharse el traje, haciendo patente su cansancio, el cual ya habíamos adivinado gracias a las ojeras que tiene bajo los ojos.

—Esto de ser padre es agotador, ¿eh? —le dice mi padre, zarandeándole mientras le tiende una lata de cerveza, que acepta sin dudar.

—Joder… Si me quedo aquí dormido, ¿me cubrís?

—Creo que Ashley se daría cuenta de tu ausencia.

—¿Dónde has dejado a Abby? —le pregunta Harry.

—Con su santa madre, seguro que durmiendo, la muy canalla. Menuda noche nos ha dado…

—¡Alto, policía! ¡Arriba las manos! —nos sorprende entonces Aaron—. ¡Esto es una redada!

Levantamos las manos, blandiendo nuestras latas de cerveza, riendo por su ocurrencia. Max hace lo mismo, a pesar de estar estirado en el suelo.

—Decidme que me habéis guardado una de esas y pasaré por alto esta grave infracción…

—¡Pilla! —le digo, lanzándole una lata que coge al vuelo.

Al abrirla, antes de sentarse, se inclina sobre Max y, poniendo su cara sobre la de él, golpea suavemente su pecho.

—¿Mala noche de nuevo? —le pregunta sonriendo de oreja a oreja cuando Max abre los ojos.

—¿Tú qué crees?

—Vamos a tener que atar corto a esa niña, porque os ha salido juerguista, y eso no lo pienso permitir. ¿Cómo estás? —saluda a mi padre.

—No tan bien como tú —responde estrechando la mano que le tiende.

—¿Y a qué debemos esta reunión? —pregunta de nuevo Aaron.

—No sé —responde mi padre—. Cuando he llegado, me he encontrado a estos dos aquí escondidos.

—¿No te estarás arrepintiendo?

—Eso mismo le he preguntado yo —interviene Harry, que me mira de reojo y se acerca hasta que su hombro golpea el mío suavemente, con cariño—, pero nada más lejos de la realidad, ¿verdad? Está asimilando lo mucho que Chloe le ha hecho cambiar… Simon el conquistador, atado y bien atado por una mujer…

Todos giran la cabeza hacia mí, al tiempo que yo agacho la vista, algo avergonzado. Espero que, de un momento a otro, empiecen a burlarse de mí, pero nada más lejos de la realidad.

—Sy, todos acabamos pasando por el aro… —me dice Aaron—. Me recuerdas algo a mí, ¿sabes? Y mírame… Pasé de ser un golfo mujeriego a ser padre de familia numerosa. De repente me encontré a cargo de un hijo adolescente del que no conocía la existencia, cuidando de dos que me vinieron de regalo y cambiando los pañales de otro porque, por alguna extraña razón, tres nos parecieron pocos.

—¿Y yo? —interviene entonces Max, incorporándose al tiempo que da un trago a su cerveza—. Ese trabajo era mi vida… lo sabes bien. Y entonces apareció ella y tuvimos a Abby, y sentí la necesidad de mantenerlas a salvo. De repente, no podía permitir que sufrieran de forma innecesaria… No me importaba jugarme la vida a diario, pero no podía permitir poner en riesgo la suya…

—Ellas son el eje que mueve nuestras vidas —añade Harry—. Sin Alison, seguiría sumido en mi mundo de ermitaño, rodeado de libros, y hubiera acabado siendo el típico profesor rarito del que todos sus alumnos se ríen. ¿Me hubieras imaginado hace unos años compartiendo mi vida con una mujer y con un hijo?

—No te hubiera imaginado compartiendo tu vida con ningún ser vivo —contesto.

—Pues ahí lo tienes. Ella obró el milagro —concluye Harry abriendo los brazos, justo antes de darle otro trago a su cerveza.

Entonces, por inercia, todos miramos a mi padre, que hasta ahora se ha mantenido callado. Cuando se da cuenta de que es el blanco de todas las miradas, resopla riendo, mirándonos uno a uno.

—Sabéis que sois unos principiantes comparados conmigo, ¿verdad? —dice entonces—. He movido cielo y tierra por mantenerla a mi lado. No solo cambié por ella, sino que me convertí en una persona nueva, por completo. Yo nunca quise entablar ninguna relación, con nadie. Nunca sentí la necesidad de acercarme a nadie más de lo estrictamente necesario… y miradme ahora. Y no me arrepiento nada de nada. Ni me avergüenza admitirlo. Valerie es la mujer de mi vida, la madre de mis hijos y el motivo de mi existencia. Sin ella, no soy nada ni nadie, y tampoco me apetece serlo.

Todos asentimos con la cabeza, compartiendo en silencio ese mismo sentimiento, hasta que a mí se me escapa la risa.

—Somos unos putos calzonazos…

Poco a poco, la risa se torna carcajada, que se contagia al resto. Chocamos las latas a modo de brindis, justo cuando un carraspeo interrumpe nuestra pequeña celebración.

—Lucas Alexander Turner, sabía que tenías algo que ver con la desaparición del novio, el padrino y algunos otros invitados.

—Pero… Esto… ¿Acaso ellos son invisibles? —le pregunta poniéndose en pie—. No siempre soy yo el culpable de todo…

—Lucas, cielo, siempre eres tú.

—Cuando llegué tus hijos ya estaban aquí cargados con esas cervezas. Yo solo…

—¡Papá…! ¡¿Cómo puedes ser tan cobarde?! ¡Que somos tus hijos, por el amor de Dios! —se queja Harry—. No dudas ni un segundo en echarnos a los leones con tal de salvarte el pescuezo…

—Mi pescuezo me da igual, lo único que quiero asegurarme de salvar es el sexo.

—¡Papá…! —se queja Harry mientras el resto reímos a carcajadas.

—¿En serio no te apetece ser nadie sin mí? —le pregunta de repente, en cuanto Lucas llega a ella, sonriendo con malicia y dejándonos a todos mudos.

—¿Estabas escuchando?

—¿A ti qué te parece?

—No me tomes muy en serio… —susurra evitando su mirada—. Quizá haya exagerado un poco…

—Ya hablaremos tú y yo luego —dice golpeando su pecho con un dedo, antes de mirarme a mí—, pero ahora, corre hacia el altar porque Chloe está a punto de llegar.

Salgo corriendo sin perder un segundo, y llego justo en el momento en el que Chloe llega al pie del camino, acompañada de su amiga Nat, que se apresura para ocupar su asiento, y de Mike, que se dispone a acompañar a su madre hasta mí. Nuestros ojos se cruzan por unos segundos, pero mi mundo se paraliza durante lo que se me antojan horas. La observo, tan guapa, con ese vestido espectacular que no me ha dejado ver hasta ahora. Me dijo que el vestido era muy bonito, y me imaginé que me quedaría sin habla al verla, pero me quedé corto, porque creo haber perdido incluso la razón.

Se acerca a mí con paso lento y acompasado, y me entran ganas de correr hacia ella y besarla hasta hacerla perder el sentido. En lugar de eso, me remuevo en el sitio, cambiando el peso de un pie a otro, nervioso. Entonces me fijo en Mike, que me observa atentamente. Cuando nuestros ojos se encuentran, sonríe con timidez. Sé que este día es también muy importante para él porque, a pesar de que es consciente de que no soy su padre, oficialmente me convierto en lo más parecido a uno que ha tenido nunca.

≈≈≈

—Ahora, Chloe y Simon, ha llegado el momento de pronunciar vuestros votos —dice entonces el cura.

Mierda… Los votos… Los escribí en algún sitio, pero ahora no sé dónde dejé el papel… Miro de reojo a Chloe, la cual asiente convencida. Seguro que ella, no solo los preparó, sino que se los aprendió de memoria. Instintivamente, miro hacia atrás y descubro a mi padre observándome. Entorna los ojos y sé que sabe que estoy en un aprieto. Entonces, lentamente, mueve las manos arriba y abajo para que intente tranquilizarme. Luego, se lleva un dedo a la sien y niega con un dedo, para luego llevarse el puño al corazón.

—A veces pienso que no fue casualidad que nos conociéramos, que algo me atrajo hasta ti. —Empieza a decir Chloe—. Cambiaste mi mundo desde el mismo instante en el que nos conocimos en el gimnasio: retándome, haciéndome creer en mí misma de nuevo, dándome una esperanza… Quiero comprometerme a ser tu compañera fiel, tu amiga incondicional, y tu amante eterna, porque sé que ambos sabemos que juntos somos mejor que separados. Te amo, Simon Turner, y quiero compartir el resto de mi vida contigo.

Parece que es mi turno, porque Chloe me mira sonriente, mientras que el cura lo hace expectante. Giro la cabeza de nuevo hacia mi padre, que ahora asiente con la cabeza, infundiéndome valor. Mis ojos se pasean entonces por el resto de los invitados que ocupan las primeras sillas. Veo a Max, el cual sostiene a Abby en brazos. La estrecha contra su pecho, mientras su mano tapa completamente la pequeña cabeza de la niña. La mece susurrándole algo al oído, mientras Ashley les mira embelesada. Luego miro a Harry, que abraza a Alison por la espalda mientras ella sostiene la mano de Neil. Cuando ve que les miro, mi hermano me guiña un ojo de forma cómplice. Aaron, por su parte, susurra al oído de Livy, haciendo las delicias de ella, que se encoge risueña.

Y entonces vuelvo a fijar la vista en Chloe y sé lo que quiero decirle. Bueno, no sé las palabras que usaré, pero sí lo que quiero expresar… Aunque no sé si voy a ser capaz de hacerlo… Dios, estoy en un buen lío…

—Sy, ya sé que no tienes nada preparado, y no me importa —dice entonces Chloe—. No me hace falta para saber que…

—No —la corto de repente—. Quiero hacerlo. No es que tenga dudas, porque no es así. Sé lo que quiero: a ti. Y sé lo que quiero hacer: casarme contigo. Verás… todos estos meses a tu lado han sido tan geniales, que no me he dado cuenta hasta hoy mismo de lo mucho que me has hecho cambiar… Hasta hoy no me he dado cuenta de lo distinto que soy de aquel tipo engreído e insensible que conociste en el gimnasio. De hecho, creo que empecé a cambiar desde el primer momento en que te vi. Recuerdo que, conforme te alejabas hacia la puerta, me descubrí deseando que te dieras la vuelta… Como una quinceañera adolescente…

Chloe ríe a carcajadas ante tal revelación.

—Y no lo hice…

—No. No lo hiciste —le confirmo, sonriendo con timidez al tiempo que agacho la cabeza y le cojo ambas manos. Acaricio el dorso de ambas con los pulgares, haciendo círculos hipnóticos con ellos—. Y no sabes lo mucho que te agradezco que no lo hicieras, porque, de alguna manera, me intrigaste… Más que eso, me intrigó la persona en la que acababas de convertirme de repente.

Una lágrima resbala por la mejilla de Chloe, así que antes de que ella intente secársela, acerco una mano y la poso con delicadeza. La miro fijamente, con intensidad, intentando acompañar mis palabras con la promesa de que nunca dejaré de adorarla.

—Yo solo planeaba acostarme contigo, pero acabé viéndote dormir. Solo quería tocarte, y acabé deseando salir a pasear para poder cogerte de la mano. Solo quería un lío de una noche, pero me convertí en un adicto a tus besos y supe que una noche no sería suficiente. —Cuando me callo y levanto la vista, me doy cuenta del silencio sepulcral que nos rodea—. Sé que esto se me da fatal, así que no te voy a dar un discurso porque creo que el amor se tiene que demostrar con hechos. Quiero que, al despertarte a mi lado, me mires, sonrías y pienses que soy todo lo que necesitas en tu vida. Así que, ¿qué me dices? ¿Nos casamos?

—¡Sí…! —contesta muy emocionada.

 

≈≈≈

—¿Sabías que las lombrices son capaces de regenerar la mayor parte de su cuerpo? —me pregunta Neil, sentado en mi regazo.

—Algo había oído, sí…

—Incluso una vez se probó que algunas especies pueden regenerarse en dos lombrices diferentes si se cortan por la mitad.

Hace un rato que se acercó a mí para mostrarme el suculento botín que había capturado y por el que, de forma previsible, se había llevado la bronca de su madre al ver que se había manchado de tierra.

—¿Y sabes qué? —insiste, animado.

—¿Qué?

—Que la mosca común suele vivir solo entre 15 y 31 días.

—¿En serio? Entonces ya entiendo por qué son tan pesadas y se arriesgan a ser aplastadas por los humanos… Porque quieren vivir su vida al límite.

Neil ríe, justo antes de añadir:

—¿Y sabías que durante el mes que están vivas, una mosca hembra es capaz de poner hasta 8.000 huevos?

—Vale, entonces ya sabemos el verdadero motivo de su corta vida. ¿Quién en su sano juicio querría tener 8.000 hijos?

—Bueno, a lo mejor no todos los huevos sobreviven…

—Neil, para ir bien, tendrían que tener un índice de mortalidad del 99%.

—Mola… ¿Y qué harías? ¿Te comerías a tus propios hijos?

Le miro entornando un ojo, hasta que él mismo se da cuenta que esa es una de esas preguntas que sus padres le han dicho que debe guardarse para sí mismo. Entonces agacha la cabeza y se mira su regazo.

—¿Soy espeluznante, tío Simon?

—¿Quién te ha enseñado esa palabra? —le pregunto después de estrujarle entre mis brazos y darle un beso en la frente.

—A veces oigo a mamá y a papá hablando de mí… Mamá se enfada cuando la llaman del colegio…

—Eres un poco… diferente al resto. Pero, ¿te cuento un secreto? —Él asiente con la cabeza—. Eso es lo que te hace especial, así que no dejes de serlo nunca. Con el tiempo aprenderás que tu madre tiene parte de razón y quizá decidas seguir alguno de sus consejos, pero nunca dejes de ser tú.

En ese momento, alguien golpea una de las copas con una cucharilla. Cuando levanto la vista, veo que Max se ha puesto en pie. Muchos de los invitados le vitorean y él, micrófono en mano, les pide calma con las manos.

—Parece ser que ha llegado la hora del discurso del padrino… —dice, asintiendo a la vez con la cabeza y alejándose de su mesa—. Me he estado documentando y hay dos puntos clave para escribir el mejor discurso de padrino de la historia. Uno, contar anécdotas divertidas que nos han pasado juntos, y dos, alabar la imagen del novio hasta convertirle en una especie de superhéroe con tintes de alma caritativa…

Muchos de los asistentes ríen, yo incluido. A pesar de que Max y yo no hemos convivido a diario durante mucho tiempo, tengo que reconocer que, cuando sí lo hicimos, atesoramos infinidad de historias y anécdotas, sobre todo cuando salíamos de marcha.

—Creo que no es apropiado contar nuestras anécdotas porque, ahora que hemos conseguido engañar a estas dos chicas, no vamos a fastidiar el plan, ¿no crees? —pregunta, dirigiéndose a mí, que asiento después de soltar una carcajada—. Así que voy a optar por alabarte… Espero sonar convincente… ¿Estás preparada, Chloe?

—Eso creo —contesta ella.

—Perfecto, entonces. Mira, resulta que leyendo en diferentes páginas web los votos de muchos novios, me he dado cuenta de que todos ellos prometen lo mismo: amar y cuidar a su mujer para siempre y todas esas chorradas… No es que sean chorradas —se apresura a decir cuando siente la mirada de Ashley fulminándole—, pero lo que quiero decirte es que sé que Simon va a ir un paso más allá… Simon es capaz de acompañarte a Ikea todas las veces que haga falta… Me han dicho que es todo un experto…

Miro a Rosie, que sonríe enseñando las dos filas de dientes mientras mueve las cejas arriba y abajo.

—Estoy seguro de que, por ti, se pasará horas en los probadores de las tiendas, mientras tú te pruebas miles de pantalones… Pintará las paredes de vuestro apartamento siempre que creas que ha llegado el momento de cambiar… —Conforme va hablando, en la cara se me dibuja una expresión de espanto, hecho que no le hace desistir ni un ápice—. Mejorará sus habilidades culinarias para saber hacerte algo más que tortilla, y créeme cuando te digo que eso es lo más elaborado que me ha preparado nunca… Sé que será capaz de tragarse todas las reposiciones de “Pretty Woman” que den por la tele, e incluso sería capaz de acompañarte a un concierto de Michael Bublé. Chloe, creo que cualquier hombre puede prometer amarte y cuidarte hasta que la muerte os separe, pero sé que solo Simon podría prometerte todas esas cosas. Y lo sé porque, desde que le conocí en aquella fiesta… ¿Te acuerdas, Sy?

—Sí… —le contesto con una sonrisa melancólica en la cara.

—Fue…

—La hostia…

Acabo la frase por él, asintiendo a la vez con la cabeza.

—Desde ese día —prosigue Max—, no ha parado de demostrarme que es mi mejor amigo. A pesar de la distancia, le he sentido muy cerca cuando he tenido algún problema, y por mucho tiempo que pasara sin hablar con él, en cuanto escuchaba su voz al otro lado de la línea, sentía como si nada hubiera cambiado entre nosotros. Así que Chloe, enhorabuena por haber elegido a mi mejor amigo, porque sé que será además el mejor marido. ¡Felicidades a los dos!

Mientras el resto de invitados nos da la enhorabuena, Max nos mira divertido. Espera unos segundos, antes de volverse a llevar el micrófono a los labios.

—Esperad porque aún tengo una cosa que decir… Simon, me dijiste que no hacía falta que os regalara nada, pero… ¿Desde cuándo te hago caso, tío?

Max chasquea los dedos y, al instante, se escucha a alguien cantar. Poco después, suena una batería y un bajo. Todos giramos la cabeza hacia donde procede la música y entonces veo a Chris, el hermano mayor de Max, acompañado de su grupo, encima de un escenario en el cual no habíamos reparado hasta ahora. Enseguida todos los invitados empiezan a aplaudir y silbar, entusiasmados. Muchos de ellos se ponen en pie para bailar, acercándose al escenario. Veo cómo Chris señala con un dedo a sus padres, los cuales le devuelven el saludo con la cara llena de orgullo. Y entonces me fijo en la cara de Chloe.

—¿Qué hacen ellos cantando en mi boda? —pregunta totalmente alucinada, con la boca y los ojos abiertos de par en par—. ¿Cómo lo ha hecho?

—Ah, eso… Chris es el hermano mayor de Max. Hermanastro, de hecho. ¿No te lo había comentado?

—Pues no… Se te pasó ese pequeño detallito…

—No es tan guay como parece… —empiezo a decir, aunque ella ya no me escucha y se pone en pie para acercarse a la pista de baile, como ya han hecho muchos de los invitados.

Se une a Nat, Ashley, Lexy y el resto de mujeres de la familia, mientras yo me sitúo en un segundo plano, junto a Max, su padre y el mío. Con las manos en los bolsillos del pantalón, observo a las chicas, que miran a Chris y su grupo totalmente embelesadas.

—De nada —me dice Max al oído.

—¿Por atontar a mi mujer? —le pregunto con escepticismo y cierto tono de reproche en la voz.

—Parece que le está encantando.

—¡Por el amor de Dios! —escuchamos entonces a Nat, que se agarra del brazo de Chloe mientras se abanica con la otra mano—. ¿Es normal sentir envidia de ese micrófono? ¿Tiene que agarrarlo de esa forma tan sexy?

Max y yo miramos la escena entornando los ojos mientras a Aaron y a mi padre se les escapa la risa.

—Pero, ¿cómo puede estar tan bueno?  —añade entonces mi hermana.

—La verdad es que es guapísimo —dice entonces mi madre.

—¿A que ahora no te hace tanta gracia? —le pregunto a mi padre, al cual se le ha congelado la sonrisa.

—Bienvenidos a mi mundo —comenta Max.

Chris sigue cantando, agarrando el micrófono de pie, moviéndolo como si estuviera bailando con él, y acercándoselo a la boca como si fuera a besarlo. Cada vez que sonríe, se escuchan suspiros, así que cuando se baja del escenario de un salto, temo que se produzca algún desmayo. Saluda a todo aquel que se le acerca, pero su vista está fija en el grupo de mujeres entre el que se encuentra Chloe. Cuando se planta frente a ellas, les sonríe y entonces se abraza a Livy. Cuando se separan, él le guiña un ojo, aun cogiéndole de la mano y besa a Lexy en la mejilla. Luego le hace una señal a Chloe para que le espere un momento y se acerca rápidamente a Aaron, el cual le estrecha con fuerza.

—¿Estás bien? —se escucha que Chris le pregunta, mientras su padre asiente con la cabeza.

Entonces se acerca a Jimmy y le choca la mano, justo antes de revolverle el pelo. Y luego llega el turno de Max, con el que se funde en un sentido abrazo que dura varios segundos. Le habla al oído, despertando la sonrisa de su hermano pequeño, hasta que me mira. Me choca la mano, me da un abrazo y me felicita, justo antes de acercarnos a Chloe, coger su mano y besarla haciendo una reverencia teatral. La lleva hacia el centro de la improvisada pista de baile y canta las últimas frases de la canción solo para ella, girando a su alrededor. Cuando acaba, se acerca y, tras darle un beso en la mejilla, la abraza. Ella se cuelga de su cuello, muy emocionada, y aunque algo se remueve en mi interior cuando lo hace, no puedo evitar fijarme en lo feliz que está.

—Eh, Sy, acércate —me pide entonces Chris—. Damas y caballeros, el señor y la señora Turner.

Todos son vítores y aplausos a nuestro alrededor. Chloe, algo abrumada, se cuelga de mi cuello y esconde la cara mientras yo la elevo varios centímetros del suelo y la estrecho con fuerza.

—Hoy, la música corre por nuestra cuenta —empieza a decir—, pero, además, me he tomado la libertad de haceros otro regalo. Os voy a regalar una canción que es muy especial para mi familia, y quiero que mis hermanos me ayuden a cantarla.

—¿Y pretendes que Max cante? Se supone que es un regalo, macho… —digo, desatando las carcajadas de los asistentes.

—Le tengo aleccionado… Que nos lo hemos preparado un poco, ¿verdad?

Max y Jimmy se acercan al escenario, asintiendo con la cabeza. Miro a Aaron y Livy, en busca de una explicación, pero parecen tan sorprendidos como yo. Luego miro a Ashley, la cual solo tiene ojos para Max. Entonces me fijo en algunas de las mujeres, las cuales miran a Chris como si fuera una aparición divina, y recuerdo los celos, el miedo y la inseguridad que sentía Max, así que busco la mirada de Chloe, la cual sigue agarrada de mi mano.

—Es… Es bastante… carismático… —dejo caer, intentando sonar despreocupado.

Ella se da la vuelta al tiempo que Max y sus hermanos suben al escenario. El grupo empieza a tocar, y cada uno coge un micrófono. Chloe recorre los escasos dos pasos que nos separan, con la cabeza ladeada, mirándome de forma cariñosa. Lentamente, pasa los brazos por encima de mis hombros y rodea mi cuello. Aprieta sus pechos contra mi torso y se humedece los labios justo antes de hablar:

—Puede… Pero es contigo con el que quiero bailar… Toda mi vida…

Muevo los brazos hasta posar mis manos en la parte baja de su espalda. Resoplo con fuerza, puedo decir que de alivio, aunque, en el fondo, sabía que era así. Apoyo suavemente el mentón en su cabeza mientras enredo los dedos de mi mano en su pelo. Somos los únicos que estamos bailando mientras todos han formado una especie de corro a nuestro alrededor. Veo a Rosie agarrando la mano la Jared. Me sonríe orgullosa y me lanza un beso mientras susurra que me quiere. Le guiño un ojo mientras muevo los labios para responderle:

—Y yo a ti, foca —digo sin emitir ningún sonido, aunque ella me entiende perfectamente y me enseña el dedo corazón.

Luego me fijo en Noah, que intenta ligarse a una de las camareras, y sonrío negando con la cabeza. No es el único que lo hace, porque Nat, la amiga de Chloe, parece estar haciendo muy buenas migas con el camarero apostado detrás de la barra. Debe de estar muy interesada en el producto que ofrece, aunque no tengo bien claro si en el alcohólico o en el anatómico.

Entonces me fijo en mis padres, absortos el uno en el otro. Mi padre abraza a mi madre por la espalda y la mece de un lado a otro, al compás de la canción, mientras le susurra algo al oído. Ella se encoge debido a las cosquillas, pero enseguida se gira hacia él y, enmarcándole la cara entre sus manos, le da varios besos seguidos en la boca.

Lexy baila con Freddy, que duerme plácidamente a pesar del ruido, mientras Jackson le abraza por la espalda.

Los padres de Max parecen estar pasándoselo tan bien como mis padres. Livy intenta arrastrar a Aaron hacia la pista de baile y, aunque él se resiste al principio, luego da su brazo a torcer y la sigue como si fuera un perrito faldero, uniéndose a Chloe y a mí.

Muchas parejas les imitan, y es entonces cuando me fijo en que Ashley, con Abby en brazos, se acerca al escenario y le tiende una mano a Max. Este deja de cantar y la mira durante unos segundos, hasta que cuando reacciona, deja el micrófono y se baja de un salto. Besa la pequeña cabeza de Abby, justo antes de cogerla en brazos, y luego tira de Ash hacia el centro de la pista. Sin soltar a la pequeña, rodea con su brazo libre la cintura de ella y empiezan a bailar. Nuestros ojos se encuentran, ahora que estamos a poca distancia. Sin despegar los labios, nos sonreímos de medio lado. Al rato, levantamos el puño y los hacemos chocar.

Los dos somos plenamente conscientes de la enorme lección de vida que hemos aprendido durante este tiempo. Mi padre dijo una vez que el amor es un estado químico capaz de crear que nuestro cerebro sufra una especie de adicción hacia otra persona. Eso explicaría la cantidad de locuras que somos capaces de cometer por esa persona especial. Locuras que nos llevan a cambiar el rumbo entero de nuestras vidas. Max y yo somos un claro ejemplo de ello, y hemos sido lo suficientemente valientes como para dejar atrás nuestras reticencias y miedos, y si de algo podemos estar seguros es de que nunca antes habíamos sido tan felices como ahora.

 

FIN