CAPÍTULO 5

El amor es un estado químico

 

 

—¿Por qué estás nervioso? —me pregunta, apoyando la cabeza en mi hombro.

—No sé… Supongo que… porque es la primera vez que llevo una chica a casa. O sea… Hasta ahora solo he tenido ligues, y la mayoría no han llegado a pisar mi apartamento, así que, evidentemente, tampoco la casa de mis padres…

—Así que soy algo más que un ligue…

—¿Acaso tenías dudas? ¿Te piensas que le he confesado a cualquiera de mis ligues que lloro cuando veo “El diario de Noah?”

—¡Espero que no…! —ríe Chloe—. Eres un blando…

—¡Oye! —la reprendo.

—¡Simon! ¡Está la última peli de Star Wars! ¡¿Te has fijado?! —interviene Mike a gritos.

—Pues no. Yo y los otros trescientos pasajeros del avión te damos las gracias por la información.

Se quita los auriculares de las orejas y hace una mueca con la boca, dándose cuenta de que quizá haya gritado demasiado.

—¿Te has fijado si está “El diario de Noah”? —le pregunta entonces Chloe—. Creo que esa será más de su agrado…

—¿”El diario de Noah”? ¿En serio, Sy?

—No. Tu madre te está tomando el pelo.

—Sí, sí. Claro.

La miro fijamente, entornando los ojos mientras intento desesperadamente que no se me escape la risa. Al rato, veo cómo Mike se cansa de nosotros y se vuelve a colocar los auriculares, repantigándose en el asiento.

—No hace falta que se entere todo el mundo… —mascullo entre dientes—. Es un dato que es genial porque es un secreto. No lo sabe nadie más que tú y me gustaría que siguiera así.

—Está bien… De acuerdo… Lo prometo.

—Y, sobre todo, te pediría que no lo dijeras en casa de mis padres porque puedo morir despellejado por mi padre y mis hermanos…

—Vale, vale… Pero tampoco es para tanto. A mí me parece adorable que seas tan sensible.

—Y a mí que te lo parezca, si con ello voy a conseguir favores sexuales a cambio. Pero la palabra sensible no entra en el diccionario de mi padre o de mi hermano Harry, y créeme si te digo que su diccionario tiene infinidad de palabras… Se pueden estar riendo de mí hasta el día del juicio final, y no me apetece nada.

—A tu hermano Harry ya le conocí y no me pareció tan rarito como me lo intentas vender. ¿No será aún por aquello que te dije que me parecía muy atractivo?

—No es tan atractivo y sí es muy raro, aunque tú intentes disfrazarlo con ese diminutivo. No es rarito —digo suavizando el tono de voz a propósito, para luego volver a hablar con mi voz grave de siempre—, sino muy raro. Raro de cojones.

—¿Y tu padre?

—Igual. Puede que lo disimule algo más porque mi madre le lleva amaestrando varios años, como él suele decir. Mi padre es… complicado. A veces, cuando habla, es imposible entenderle. Y cuando está callado, sabes que está perdido en su mundo. Tiene la cualidad de convertir un hecho insignificante en algo apasionante, o, por el contrario, convertir algo excepcional en cotidiano… Te… descoloca la mayoría de veces… Es difícil entenderle, así que no me imagino cómo se debe sentir siendo él mismo. No sé si me explico…

La miro y la descubro sonriendo. Alarga la mano hacia mi mejilla y me acaricia con dulzura.

—¿Cómo quieres que me aleje de él si cuando le describes te brillan los ojos? Necesito conocer a esa persona que significa tanto para ti. Aunque te descoloque, aunque no le entiendas a veces, él siempre te entiende a ti. Necesito conocerle.

—Ya has caído en sus redes, y ni siquiera le has visto aún.

≈≈≈

—¿Quién nos viene a recoger? —me pregunta Mike, mientras caminamos hacia la puerta de salida, ya cargando con nuestras maletas.

—En teoría, mi hermana —contesto mirando a un lado y a otro, buscándola—. Si es que se acuerda, claro.

—¿Cómo se llama?

—Rosie.

—¿Cómo es? —Le miro levantando una ceja—. ¿Qué? Es para ayudarte a buscarla…

—Bueno… Como yo, pero con tetas, supongo.

—¡Joder…! No quieras saber la imagen que se ha formado de ella en mi cabeza —se queja con una mueca de asco dibujada en la cara.

—Mejor, así mantendrás las hormonas relajadas.

—¿Tiene novio?

—Sí.

—¿Llevan mucho?

—Bastante… Yo qué sé… En cualquier caso, te lleva los suficientes años como para pasar de ti.

—¿Quién sabe…?

Pero entonces, a su espalda, veo una figura acercarse a nosotros a toda velocidad. Intenta llamar mi atención con los brazos en alto, haciendo aspavientos. Da igual el tiempo que haga que no nos vemos, porque siempre que nos reencontramos, actúa como si hubieran pasado años. Dejo la maleta y abro los brazos para recibirla.

—¡Qué alegría verte! ¡Te he echado de menos, idiota! —grita en mi oído cuando la cojo en volandas. Entonces, bajando el tono de voz hasta susurrarme, añade—: Es guapísima, canalla.

—Gracias… —contesto yo, y entonces, dejándola en el suelo y en voz alta—: Y ahora baja que tus kilos de más empiezan a hacer mella en mi espalda. A ver si nos ponemos a dieta, cachalote.

Rosie me saca la lengua, justo antes de mirar fijamente a Chloe. Le sonríe abiertamente, y sin esperar a que yo hable, avanza un par de pasos y se presenta:

—Ya que este impresentable no lo hace, lo haré yo. ¡Hola, Chloe! Soy Rosie, la hermana de Simon. Encantada de conocerte al fin… He oído hablar mucho de ti.

—Espero que bien. Encantada, Rosie.

—Siempre. Hiciste sufrir mucho a mi hermano, y eso me encanta. Nunca le había visto tan afectado por una mujer y…

—Vale, vale, vale… —intervengo separándolas. Agarro por los hombros a Rosie y la encaro a Mike para presentárselo, pero en cuanto veo su cara de bobo, empiezo a arrepentirme de ello—. Oh, joder… ¿Hola? ¿Mike?

Chasqueo los dedos delante de sus ojos, cosa que parece surtir el efecto deseado. Parpadea varias veces y se humedece los labios, justo antes de intentar peinarse el pelo con ambas manos.

—Hola, Mike. Soy Rosie —se adelanta mi hermana, a la que impido que le dé un par de besos.

—No quiero que le dé un colapso… —susurro.

—Hola… —contesta él, extrañamente comedido.

—¿Cómo está Jared? Tu novio —le pregunto, mirando a Mike con una ceja levantada para ver si pilla la indirecta.

—Bien, trabajando. Estos días no sé si le veremos demasiado… Está preparando un juicio importante y…

—Papá le sigue poniendo de los nervios, ¿verdad? —la corto.

—Más que nunca.

Mi padre nunca ha soportado a Jared y este nunca ha sabido encajar el sarcasmo de su suegro. Jared piensa que se ríe de él constantemente, cosa que puede que sea cierta en más de una ocasión, mientras que mi padre cree que es demasiado aburrido para Rosie. Y aunque ella le repita que le quiere, sigue pensando que se merece estar con alguien mejor.

—Alguien mucho mejor que tu padre, cariño. Y perdóname, pero ese tipo no me llega ni a la suela de los zapatos —le dice siempre.

—¿Y mamá?

—Mamá está tan alterada por esta visita, barra presentación en sociedad de tu novia y su hijo, que nos está poniendo a todos frenéticos. Quiere que esté todo perfecto, supongo que para que no te lleves la impresión de que somos… como somos —dice, dirigiéndose a Chloe mientras empezamos a caminar hacia su coche—. Nos ha hecho prometer que no vamos a hacer nada que te asuste. Harry cree que alguien tan valiente como para soportar a Simon, no se debe asustar con facilidad, pero, aun así, se lo hemos prometido.

—Santo Dios… —digo poniendo los ojos en blanco mientras Chloe y Mike parecen estar pasándoselo en grande.

—A consecuencia del estado de nervios de mamá —prosigue Rosie, esta vez dirigiéndose a mí—, papá desaparece por la mañana y se ve que no vuelve hasta poco antes de cenar, lo que provoca que mamá se pase el día quejándose de que no le ayuda a preparar nada y nos vuelva a todos locos llamándonos para ver si sabemos dónde está. Cuando llega y se lo echa en cara, papá le dice que como eso de preparar cosas no es lo suyo, prefiere largarse para no molestarla. Excusa que, evidentemente, no cuela.

Mientras Rosie habla, miro de reojo a Chloe, la cual, lejos de asustarse, sigue atenta a la historia. Sonríe, hecho que me deja algo más tranquilo.

—Papá entonces le dice que no sabe por qué mamá tiene que preparar tantas cosas, y que se larga para no discutir. Entonces mamá le dice que no hace falta que se largue porque acaban discutiendo cada noche…

Una vez dentro del coche, Chloe y Mike se sientan detrás mientras que yo me coloco al lado de mi hermana, la cual sigue hablando sin parar. Agacho la cabeza y miro mi regazo, empezando a arrepentirme de haberla invitado al cumpleaños de mi madre.

—… Y así cada día… —concluye mi hermana—. Y lo sé porque cada noche me tiro media hora de reloj soportando las quejas de mamá.

—No sé cómo papá no se ha fugado a la Maldivas… —resoplo.

—Porque después de discutir, papá sonríe a mamá y la desarma por completo.

—Rosie —interviene Mike—, si estos días te agobias, yo me escapo contigo donde quieras.

Al instante, su madre y yo giramos la cabeza para amenazarle con la mirada.

—Oh… Eres adorable… —contesta Rosie mientras él, satisfecho, apoya la espalda contra el asiento, sonriendo de oreja a oreja.

≈≈≈

Poco más de media hora después, Rosie aparca en la rampa de entrada a la casa de mis padres. Me apeo y ayudo a bajar a Chloe. La miro con timidez, con la esperanza de que mi hermana no la haya asustado lo suficiente como para querer dar media vuelta.

—Tranquilo… —susurra acariciándome la cara con ambas manos, justo antes de darme un casto beso en los labios, como si me hubiera leído el pensamiento.

—¡Vaya…! —dice Mike mirando la fachada—. ¡Qué pasada de casa! Esto debería ser el paraíso cuando erais pequeños…

—No siempre —contesto—. Hubo un tiempo en el que venir aquí significaba estar a 1.961 kilómetros de mi madre.

—Y hablando de madre, prepárate porque por ahí viene… —me advierte Rosie.

—¡Mi niño! —la oigo gritar, justo antes de lanzarse a mis brazos como antes lo hizo mi hermana.

—Hola, mamá… —la saludo, hundiendo la cara en el hueco de su hombro—. Feliz cumpleaños.

—Gracias, mi vida. Déjame que te vea…

—Mamá, no hace tanto que estuve aquí.

—Y estabas muy delgado… Pero por lo que veo, la cosa va mejorando… Y creo que te lo debo a ti —dice pasando de mí al instante y acercándose a Chloe, a la que estrecha entre sus brazos sin compasión.

—Tengo que reconocer que te ha hecho más caso del que yo pensaba —susurra mi hermana a mi lado.

—Gracias, supongo… —contesta Chloe—. Y felicidades, señora Turner.

—Valerie, por favor.

—De acuerdo.

—Y este chico tan guapo debe de ser Mike.

—Sí, señora —responde él.

—¡Vaya! ¡Qué educado! Pero no hace falta tanto. Puedes llamarme Valerie, Val o abuela, me da igual.

—¡Mamá…! —le recrimino al instante.

—¿Qué?

—Que te cortes un poco…

—Es lo más cerca que voy a estar de tener un nieto por tu parte…

—¡Mamá! —insisto.

—Solo quiero que sepa que aquí está en su casa y que pienso mimarle y consentirle como si fuera mi nieto.

—A mí me parece bien… —contesta Mike.

—Tú no tienes ni voz ni voto.

—Dejemos de discutir. Llámame como quieras, cielo —dice guiñándole un ojo, justo después de pasar un brazo por encima de sus hombros y empezar a caminar hacia dentro de casa—. Vamos dentro y os enseño vuestras habitaciones. Harry y Ali recogerán a Neil del colegio y vendrán para aquí. Y Noah vendrá también más tarde.

—¿Y papá? —me atrevo a preguntar.

—¿Tú lo sabes? Pues yo tampoco. Desapareció a primera hora de la mañana y aún no ha dado señales de vida. Se ve que le agobio, pero claro, si dependiera de él, dormirías en las tumbonas del jardín y subsistiríais a base de pizza y comida china.

—¡Mola…!

—No. No mola, Mike —se apresura a advertirle Rosie antes de que a mi madre se le hinche una vena del cuello.

En ese momento, se escucha el sonido inconfundible de la motocicleta de mi padre. Sin él pretenderlo, se convierte en el centro de todas las miradas, así que le seguimos cuando aparca al lado del coche de Rosie y se apea con agilidad, quitándose el casco.

Me mira sonriendo, pero antes de acercarse a mí, mira a mi madre. Se mantienen la mirada durante unos segundos, los suficientes como para que el enfado de ella se esfume de un plumazo. Entonces le da un rápido beso en los labios y le susurra algo al oído, justo antes de acercarse a mí, con el casco en el codo.

—Hola, colega… —me saluda dándome un cálido abrazo.

—Hola, papá… —contesto mientras me revuelve el pelo.

—Te veo genial.

—Gracias. Oye, tienes a mamá algo enfadada… —le susurro, aprovechando que mi madre está distraída hablando con Mike.

—Lo sé —contesta con una sonrisa traviesa—. Contaba con ello, pero tenía que desaparecer, para proteger mi integridad física y mental, y ya de paso prepararle el regalo de cumpleaños.

—¿En serio? —le pregunto ilusionado.

—¿Acaso pensabas que me iba a olvidar? Pero déjate de historias y preséntame a esa mujer de ahí.

—Esto… Chloe… —digo acercándome a ella, seguido de cerca por mi padre—. Este es mi padre, Lucas. Papá, ella es Chloe.

—Hola, famosa Chloe —la saluda él, sonriéndole de medio lado y dándole un beso en la mejilla.

—Hola, famoso Lucas —replica ella.

—Doy por hecho que no todo lo que te han contado de mí es bueno… No te preocupes, lo tengo asumido. En cambio, déjame decirte que todo lo que he escuchado de ti sí lo es…

—Vaya, gracias.

—No, gracias a ti por hacerle feliz.

Chloe se sonroja y se coloca varios mechones de pelo detrás de las orejas. Acerco mi mano a la suya y la agarro, apretándola suavemente, aunque con firmeza.

—Y tú tienes que ser Mike —prosigue mi padre, acercándose a él, el cual mira embelesado la moto.

—Sí, señor. ¿O a usted también le puedo llamar Lucas o abuelo?

—Si me llamas abuelo te mando de vuelta a Nueva York de una patada. Lucas está bien.

—De acuerdo —ríe Mike—. Lo tendré en cuenta. Esa moto es una pasada.

—¿Te gustan las motos?

—Mucho, pero mamá no me deja tener porque dice que son peligrosas.

—No deja de ser una máquina que responde a las órdenes de quien la maneja. Si es peligrosa, será porque el conductor lo es. Incluso un exprimidor en las manos equivocadas puede ser una terrible máquina de matar.

Mike le mira con los ojos y la boca muy abiertos, alucinado por la manera de hablar de mi padre. Luego se gira hacia Chloe, la cual tiene la misma expresión que su hijo, y le dice:

—¿Lo ves? ¿A que no lo habías pensado? ¿No me digas que no tiene razón?

—Ya… Ya hablaremos —le contesta Chloe, algo descolocada.

—Te advierto de que Lucas tiene ese poder —interviene mi madre.

—Si quieres, Mike, una tarde de estas vamos a dar una vuelta…

—¿Me dejarás, mamá?

—A pesar de que lo que te hayan podido decir de mí, no soy peligroso, así que estará en buenas manos…

—Eh… Vale…

—No la líes ya. Venga, vamos para dentro y os enseño todo.

Mientras entramos, mi padre y yo nos quedamos algo más atrás, caminando uno al lado del otro.

—No es por nada, pero ya la tengo en el bote y aún no he sacado toda mi artillería —me dice, moviendo las cejas arriba y abajo.

≈≈≈

Hace un rato que estamos ya todos en casa y ya he hecho las presentaciones de rigor. Chloe ya ha podido comprobar que Harry es un calco de mi padre, en prácticamente todo, mientras que Noah es el que menos se parece a todos nosotros, solo conservando los ojos claros. Parece haber congeniado especialmente bien con mi hermana y con Ali, con las que lleva toda la tarde hablando y riendo. Mike, por su parte está en la piscina, jugando con Neil y Noah.

—Eh… —dice Harry al acercarse a mí con una cerveza en la mano.

—Eh —le contesto con el mismo saludo.

—¿Sabes qué trama papá? —me pregunta.

—Ni idea, pero conociéndole, va a ser apoteósico.

—¡Sy! ¿Vienes a jugar? —me grita Mike desde dentro del agua.

—¡Sí, papá! —interviene Neil llamando a Harry—. ¡Tú también!

Harry y yo nos miramos, nos sonreímos y, como si tuviéramos aún quince y diez años, nos quitamos la camiseta rápidamente y corremos para lanzarnos a la piscina de bomba. Empezamos una guerra por equipos para ver quién hunde al contrario. Yo sostengo a Mike encima de mis hombros mientras que Harry sostiene a Neil, y les estamos dando una paliza. Además, Harry será mucho más inteligente que yo, pero yo soy mucho más avispado, así que le hago la zancadilla para hacerle perder el equilibrio.

Llevamos un rato jugando cuando veo que Chloe está hablando con mis padres. Salgo de la piscina de un salto, sin ningún esfuerzo, y corro a su lado.

—Tu hijo nos tiene miedo, Val… —le dice mi padre a mi madre cuando llego a ellos.

—¿Miedo? ¿En serio? ¿A nosotros? ¿Por qué?

—Porque teme que la asustemos —contesta, señalando a Chloe con la cabeza.

—Papá, ya, por favor…

—Tiene la estúpida idea metida en la cabeza de que somos raros… —prosigue, sin hacerme caso.

—Ah, no. No me metas en el saco —replica mamá—. Aquí el rey de los raritos eres tú. Y no me mires así, porque, aunque esté completamente enamorada de ti, no puedo negar que eres raro con ganas. Así que, en cierto modo, es normal que Sy esté cagado de miedo. Pero no te preocupes cariño, que yo le mantendré a raya.

—En realidad —interviene Chloe—, no me asusto con facilidad. Es cierto que esta casa es algo caótica, pero hay vida, y se nota el amor y el cariño en cada rincón. Hasta que conocí a su hijo, no entendí realmente el significado de la palabra familia. Así que estaría loca si me quisiera… si quisiera huir de esto.

Lucas agacha la cabeza, sin dejar de mirarme. Levanta las cejas, su manera de decirme “te lo dije” sin necesidad de abrir la boca.

—Voy a empezar a preparar la comida… —dice mi madre. En ese momento, mi padre mira su reloj—. Lucas, empieza a encender la barbacoa…

—Esto… ¿cuánta comida has comprado para la comida de hoy?

—La suficiente.

—¿Para cuánta gente?

—¿Cómo que para cuánta gente? ¿No eres tan listo? ¿Cuántos somos? Y si crees que he comprado poca comida, ¡haber venido conmigo al supermercado! ¿Sabes, Lucas? Si te hubieras molestado solo un poquito en ayudarme, habría sido todo más…

Pero entonces papá le tapa la boca con una mano para hacerla callar, justo antes de escuchar el timbre de la puerta.

—¿Esperamos a alguien más? —pregunto mientras mi padre se encoge de hombros y se aleja, caminando de espaldas.

—¿Lucas? ¿Por qué tengo la sensación de que estás tramando algo?

Esperamos en el jardín, intrigados, hasta que vemos cómo empieza a entrar gente. Unos portando tablones y caballetes, otros manteles y servilletas, y, por último, otras personas portando bandejas.

—¿Qué…? ¿Qué es todo esto? —pregunta mi madre a esos tipos, pero ninguno le responde, hasta que ve entrar de nuevo a mi padre, el cual va dando órdenes—. Lucas, ¿qué es todo esto?

—Verás… Es que realmente creía que ibas a hacer corto con la comida, así que pedí algo de ayuda…

—Pero, ¿para qué tanta comida? ¿Qué voy a hacer con la que yo he comprado?

—Nos la comeremos también. No te preocupes…

—No entiendo nada…

Mi padre se lo está pasando en grande, al igual que nosotros que, aunque tampoco tenemos ni idea de lo que ha preparado, conociéndole, será algo genial.

—¿Hola? Estaba la puerta abierta y…

Todos nos giramos hacia donde procede esa voz para descubrir a los amigos de Nueva York de mis padres. A pesar de la distancia, se siguen viendo con asiduidad, más ahora que están todos o casi todos jubilados. La última vez, hicieron un viaje a Las Vegas todos juntos que, según dice mi padre, fue épico.

—¡Oh, Dios mío…! ¡¿Qué hacéis aquí?!

—Pues nos habían dicho que alguien cumplía sesenta y cinco años, pero no puede ser, porque no veo a nadie por aquí que parezca tener esa edad… —contesta Janet.

—No podíamos perdernos tu fiesta de cumpleaños, querida —añade Gloria.

—¡Oh, vamos! ¡No seáis cursis! —interviene Hoyt—. En realidad, venimos porque Lucas nos prometió comida hasta reventar y bebida gratis.

—¡Hoyt! ¡Corta el rollo!

—¡Siempre igual! —Empiezan a quejarse todos mientras mis padres se acercan a ellos.

Aún sin tiempo para reponerse de la sorpresa, cuando nos estamos saludando todos y yo a mi vez presentándoles a Chloe y Mike, llegan mi tío Louis con algunos de mis primos y mi tía Lori.

—No te asustes. Parece que mi padre ha organizado una gorda y vamos a ser un montón de gente —le susurro a Chloe—. ¿Preparada para que te presente a un montón de gente? Como decía mi abuelo a todo aquel que entraba nuevo en la familia: no espero que dentro de cinco minutos recuerdes ninguno de sus nombres excepto el mío.

≈≈≈

El jardín se ha convertido en un hervidero de gente. Hay mesas distribuidas por todas partes y allí donde mire, veo a toda esa gente que significa algo para mi madre comiendo, bebiendo, charlando y riendo. Mi padre nunca ha sido un hombre de multitudes. Para él, su celebración de cumpleaños ideal sería escaparse con mi madre al último confín de la Tierra, allá donde nada ni nadie les pueda encontrar. Pero sabe que mi madre adora verse rodeada de la gente que quiere, y por ella es capaz de hacerlo. Les observo desde la distancia con cierta envidia. Mi padre, como siempre, le habla mirándola como si no existiera nadie más en el mundo, mientras mi madre ríe a carcajadas. Me encantaría que mi relación con Chloe se pareciera algún día a la de mis padres, con sus altibajos, sus enfados, sus penas y sus alegrías.

—¿En qué piensas? —me pregunta Chloe.

—Quiero eso —contesto señalando a mis padres con un movimiento de cabeza—. Quiero eso contigo. Hace unas horas, mi madre estaba muy enfadada con él, y ahora, mírales…

—¡Regalos! ¡Regalos! —grita Roger en ese momento, portando un enorme ramo de flores.

Mi madre se lleva las manos a la boca, emocionada, mientras todos le avasallan con bolsas y paquetes. Llegado mi turno, camino hacia ella, agarrando a Chloe de la mano, y le entrego el sobre.

—Te iba a hacer un cenicero de barro de esos que tanto te gustan.

—Y que aún conservo —contesta riendo mientras abre el sobre y saca del interior un par de entradas para un musical.

—Pero Chloe pensó que esto te gustaría más. Además, así tendréis la excusa para venir a vernos…

—¡Me encanta, cariño! —grita ella, colgándose de mi cuello y besando mi mejilla. Luego abraza a Chloe—. Gracias, gracias, gracias.

—No sé qué le ha gustado más, si las entradas o que la invitéis a ir a veros… —comenta mi padre, recibiendo un manotazo de mi madre como premio—. ¡Oye! ¡No me pegues…! ¿A que no te doy mi regalo?

—¿Otro regalo aparte de haber montado todo esto?

—¿Con quién te piensas que estás tratando? ¿En serio, después de tantos años, sigues sin imaginarte estas cosas?

—Sí… —contesta risueña—. Y me encanta que así sea. Me encanta que me sigas sorprendiendo de esta manera.

—Me estás haciendo la pelota porque quieres que te dé mi regalo, pero después de sufrir tantas agresiones físicas, me lo estoy pensando.

—¡Vamos! ¡Venga ya! —le grita Bruce—. ¡Estamos todos impacientes por verlo!

—¡No te hagas de rogar!

—¡Vamos, papá!

Lucas muestra las palmas de las manos para pedirnos paciencia. Entonces, coge la mano de mi madre y, tras hacer una reverencia, dice:

—Señora Turner, si me acompaña…

—Eh… Sí… —balbucea ella, dejándose conducir hasta el interior de casa.

Mi padre la sienta en el sofá, coge el mando a distancia del televisor y aprieta el botón para que baje la enorme pantalla que tienen escondida en la cornisa de la pared. Luego se pone delante y, mirándonos a todos, que nos hemos arremolinado alrededor, dice:

—En el fondo, todos vosotros habéis sido en parte cómplices de este regalo, aunque quizá no seáis conscientes de ello. Todo empezó con una locura y… bueno, se hizo tan grande y tan genial que me ha costado horrores mantenerla en secreto y…

—¡Oh, venga ya, Lucas! —le apremia Lori.

—Solo quería añadir que… también participó gente que ya no está con nosotros, así que… también va por ellos…

Las lágrimas ya corren por las mejillas de más de uno, y por supuesto de mi madre. A mí se me encoge el corazón al recordar a mis abuelos y a mi tío Levy, personas que fueron muy importantes en mi vida, y también en la de mis hermanos.

Entonces, la pantalla del televisor se vuelve negra y aparece una cuenta regresiva del diez al uno. Cuando acaba, una imagen de mi padre con muchos menos años, más joven incluso de como yo le he recordado nunca, nos sorprende a todos.

—¡Eh! ¡Hola! ¡Soy yo…! Mi yo del pasado… ¡Vaya, siempre quise decir eso! Soy el fantasma de las navidades pasadas y vengo a aconsejarte…

—La cinta corre, colega —se escucha la voz de Bruce, al que todos miramos sonriendo.

—¡Oh, mi chico guapo! —dice mi tía Liz.

—¡Qué joven, papá! —interviene Rosie.

—¿Tú sabías algo de esto…? —le pregunta mi madre a Bruce, a lo que él responde poniendo su mejor cara de inocente.

—Sí, eso… —prosigue mi padre, el del pasado—. ¡Feliz sesenta y cinco cumpleaños! Te pensarás que estoy loco y eso… Y para qué negarlo, espero que a estas alturas ya te hayas dado cuenta de que sí lo estoy. En fin… Solo hace ciento tres días que salimos, según el calendario solar, claro, así que, ni por asomo cumples hoy los sesenta y cinco. Al menos, no en este momento en el que estoy grabando esto, sí en tu momento, sentada donde quieras que estés, viéndome, espero que a mi lado, o debajo, o encima de mí.

Mi madre niega con la cabeza con resignación mientras a muchos se nos escapa la risa. Mi padre, por su parte, sentado a un lado de la pantalla, algo alejado del resto, hace una mueca con la boca y se encoge de hombros.

—Te vuelves a ir por las ramas… —se escucha esta vez a Roger.

—Eso, a lo que iba. ¿Te preguntarás qué hago aquí hoy, mi hoy, deseándote un feliz cumpleaños…? Pues bien. Lo hago porque a pesar de lo poco que llevamos, sé que eres la mujer de mi vida, con la que voy a pasar el resto de mis días. ¿Cómo lo sé? Verás, el amor es un estado químico en el cual, mediante diferentes procesos, muchos de ellos hormonales, el cerebro provoca una especie de adicción hacia otra persona. Esa adicción la conocemos como amor. En cierto modo, estos cambios en el organismo y estos sentimientos, se pueden comparar con los efectos que producen ciertas drogas. Suena poco romántico, lo sé, pero si lo piensas, te estoy confesando que soy adicto a ti, y que, para mí, eres como una droga de la que ni puedo, ni quiero desengancharme.

—¡Oh…, pero qué bonito…! —se escucha cómo se mofan Bruce, Hoyt y Roger, los del pasado, mientras mi padre hace aspavientos para hacerles callar.

—Haz como si no estuvieran.

—Imposible —contesta mi madre, la del presente.

—He estado documentándome —prosigue el Lucas del vídeo—, y he descubierto que tengo muchas cosas en contra para que todo esto no me salga bien… Verás, los entendidos dicen, por ejemplo, que el cuarenta por ciento de las mujeres consideraría dejar a un novio si sus amigos no le gustan, y reconozcámoslo, de estos tres es difícil encariñarse… —En ese momento vuelan varias bolas de papel que se estrellan contra Lucas entre abucheos. Al otro lado de la pantalla, se desatan las carcajadas—. También dicen que el momento más común para las rupturas en una relación es entre tres y cinco meses, así que puede que me dejes mañana mismo… También que las parejas suelen esperar entre seis y ocho meses antes de estar dispuestas a mantener una relación exclusiva, así que puede que mañana me seas infiel con otro tipo… Otros estudios dicen que cuando un hombre se acerca por primera vez a una mujer, el cincuenta y cinco por ciento se formarán una primera impresión por su apariencia y lenguaje corporal, el treinta y ocho por ciento en su forma de hablar y solo el siete por ciento en lo que realmente dice, así que ser tan inteligente y ocurrente no me sirvió una mierda la primera vez que nos vimos, pero en cambio sí te fijaste en mis pintas desaliñadas…

Miro a mi madre, que asiente mientras se abraza el torso con ambos brazos. Mira a mi padre, mordiéndose el labio inferior, con la cara bañada por las lágrimas. Él le devuelve la mirada, comprobando que su regalo le está entusiasmando tanto como él esperaba.

—Pero, también tenemos algunos estudios a nuestro favor. Bueno, de hecho, solo he sido capaz de encontrar uno, pero me voy a agarrar a él como un clavo ardiente. Atenta… Cuatro de cada diez relaciones entre compañeros de trabajo termina en matrimonio. ¡Cuatro de cada diez es casi la mitad! ¡¿No es genial?! Así que he vaticinado que nos vamos a casar y seremos muy felices. No hace falta que tengamos muchos hijos y tampoco hace falta que sea muy pronto, pero si ahora mismo estás viendo esto rodeada de nuestros diez hijos y cuarenta nietos, ¡hola, chicos! ¡Os quiero!

Volvemos a estallar en carcajadas. Me siento como en una puñetera montaña rusa de sentimientos, pasando de la risa a la aflicción en cuestión de segundos, lidiando con ese nudo que se ha instalado en mi garganta desde que mi padre mencionó las ausencias y que el increíble discurso de mi padre del pasado no ha ayudado a disipar.

—Así que, en resumen, por si te has perdido con tanta verborrea, hecho que no me sorprendería e incluso podría llegar a entender: desde hoy, cada año hasta que cumplas sesenta y cinco, voy a grabarte un video. ¿Por qué sesenta y cinco? No lo sé. Sí, aunque parezca mentira, a veces también hago cosas sin saber por qué. Me pareció una cifra lo suficientemente significativa, porque estaremos jubilados y viviremos solos los dos porque espero que todos nuestros hijos se hayan largado de casa, y si no es así, ya estáis tardando. Así que… ¡felicidades Val!

—¡Felicidades, Valerie!

—¡Felicidades!

Roger, Hoyt y Bruce aparecen de repente en el vídeo, justo antes de que la imagen se funda en negro. Poco después, vuelve a aparecer mi padre, un año después. Este es mucho más corto que el anterior.

—¡Felicidades, Valerie! ¡Eh! ¡Ha pasado ya un año y no me has dejado, ni te has liado con ningún otro! Tampoco nos hemos casado, y tampoco tenemos hijos, pero no tengo prisa…

En ese momento, aparecen las amigas de mi madre para felicitarla también.

—¡No me acordaba de esto! —grita Gloria.

—Esa era la idea…

Después de un rato más hablando, la imagen se corta y vuelve a aparecer de nuevo, un año más tarde. Esta vez, porta una foto en las manos: una ecografía. Mamá se lleva las manos a la boca, aunque no puede evitar que se le escape un sonoro sollozo.

—¡Hola, mami! ¡Felicidades! No me mires así, nuestro feto es súper inteligente. Por eso se ha dado cuenta de que esa cantidad indecente de azúcar que has ingerido hoy ha sido una tarta y de ahí ha averiguado que hoy es tu cumpleaños. ¡Bien hecho, mini Turner! ¡Felicidades, Val!

Luego se suceden los videos, esta vez acompañado por Harry.

—Valerie, ¿sabes que, si nos rigiéramos por el calendario lunar, serías más vieja?

Mi padre impidió rápidamente que Harry siguiera hablando, y el vídeo se cortó poco después. Y entonces, en el siguiente, empezamos a aparecer Rosie y yo. Chloe me mira con cariño, apoyando su cuerpo contra mi pecho, así que la estrecho contra mí.

—Oh, por favor… Mis niños…

—Mamá, para de llorar… —le digo, aunque sé que es inútil.

Uno tras otro, se suceden los vídeos en los que los protagonistas somos mis hermanos y yo.

Pumpelaños felis, pumpelaños felis… —canta Rosie cuando teníamos tres años.

—La cantas mal —interviene Harry, muy serio.

—Cada uno la canta como quiere, ¿vale? —le responde ella.

—Es “cumpleaños fatal, que lo pases muy mal, que te aplaste un gorila, para no verte más…” —añade mi yo con tres años.

—Vale, chicos, ya estoy aquí —dice entonces mi padre, apareciendo en pantalla y cogiéndome en brazos para sentarme en su regazo, junto a su hermana—. ¿Qué le decimos a mamá?

—Que es muy guapa —dice Rosie.

—Y un año más vieja —añade Harry.

—Y que me compre ese coche teledirigido que vimos el otro día en aquel escaparate —concluyo yo.

—¡Eso es! ¡Felicidades, preciosa! ¡Te queremos! —dice mi padre, justo antes de que el vídeo se vuelva a fundir en negro.

—¿Ese fue el año que le regalaste una colonia hecha por ti? —me pregunta Rosie.

—No —contesta mamá—. La colonia me la regaló cuando teníais seis años.

—¿Le hiciste colonia a tu madre? —me pregunta Chloe.

—Pues claro —contesto orgulloso.

—Sí… —ríe mi madre—. Fragancia de menta, café, vinagre, mostaza, hierba mojada del jardín y colonia de bebé.

Todos se echan a reír, incluida Chloe, que no sale de su asombro, por lo que mi madre se ve en la obligación de salir en mi defensa.

—Mezcló olores que sabía que me encantaban. Pensó que, si por separado me gustaban, juntos deberían ser una delicia.

Me mira y me lanza un beso, a lo que yo respondo con una amplia sonrisa.

Se siguen sucediendo uno a uno los vídeos. Se añaden protagonistas, como Noah, pero los momentos más emotivos son cuando aparece gente que, por desgracia, ya no están entre nosotros, como el tío Levy. Miro de reojo a mi padre, y puedo asegurar que está conteniendo el aliento.

—Feliz cumpleaños, Val. Solo quiero que sepas que desde que vi ese brillo especial en los ojos de mi hermano, supe que algo había cambiado… De repente, descubrí que el antisocial tenía corazón…

Mi padre suelta una carcajada mientras se frota los ojos de forma disimulada. Luego aparecen mis abuelos, sentados uno al lado del otro. La abuela le dice unas cosas tan bonitas a mi madre, que desata las lágrimas de los que aún nos manteníamos enteros.

—Ser la madre de Lucas nunca fue muy fácil, pero entonces llegas tú y obras el milagro en tan poco tiempo… Debería odiarte por ello, por haber conseguido algo que yo no he sido capaz, pero soy incapaz de hacerlo. No puedo estarte más agradecida por cuidar de mi pequeño y hacerle tan feliz… Nos has devuelto a nuestro hijo, y…

La voz se le quiebra y empieza a sollozar.

—Alice, por favor… —dice entonces Jerry, encogiéndose de hombros.

—Usted perdone por tener sentimientos, Hombre de Hielo…

—No es eso… Se supone que tienes que felicitarla por su cumpleaños, no convertir la celebración en un drama.

Entonces, mi abuelo nos hace carcajearnos a todos cuando apunta que supo que mi madre era la indicada para mi padre cuando le dijo que tenía unas caderas perfectas para parir quintillizos y no salió corriendo.

Pasan los años y entonces llegan los vídeos más tristes, aquellos en los que pasaban ese día separados por culpa de algún viaje de trabajo, o esos cuando estuvieron separados.

—Feliz cumpleaños… —dice mi padre, totalmente abatido y con la cabeza agachada, mirando el teléfono móvil que sostiene en sus manos—. Acabo de llamarte para felicitarte y hablar con los niños, pero supongo que habréis salido… Me niego a que sea así como te vaya a felicitar a partir de ahora…

Entonces se le ve levantarse y parar la grabación. Mi madre le mira mordiéndose el labio inferior, pero mi padre no le devuelve la mirada, sino que se mantiene con la vista fija en el televisor.

Afortunadamente para él, los años se suceden y sus deseos se ven cumplidos. Llegó la reconciliación, mis hermanos y yo fuimos creciendo y a mi padre le salieron las canas. Aparece Ali, luego Neil, y finalmente, después de felicitarla por su sesenta y cuatro cumpleaños, la imagen se vuelve a oscurecer. Esta vez no sale nadie más, sino que es mi padre el que camina hacia mi madre y se arrodilla frente a ella. La agarra de las manos, aunque luego suelta una para intentar secarle las mejillas.

—Y yo tenía razón —empieza a decir con un tono de voz muy calmado—. Aquí estoy, el día que cumples sesenta y cinco años, arrodillado ante ti.

—Menos mal, porque si estuvieras encima o debajo, menudo espectáculo estaríamos montando… —ríe mi madre.

—Sí… —asiente mi padre—. Espero que me sigas perdonando todas mis locuras, y que me sigas acompañando en muchas de ellas. Para siempre, ¿te acuerdas?

—Sí —contesta mi madre, muy emocionada.

—Feliz cumpleaños, cariño.

—Gracias… Esto es… Ha sido… Tan tú… No sé… ¡Oh, joder…! Te amo, Lucas Turner.

—Y yo a ti, Val.

≈≈≈

Horas después, tumbados en la cama de mi antigua habitación, que mi madre redecoró para la ocasión, permanecemos callados, mirando el techo, agotados por tantas emociones.

—Ha sido el cumpleaños más bonito en el que he estado. Y Mike me ha dicho antes que nunca se lo había pasado tan bien. Tu madre le ha invitado a pasar aquí unas semanas en verano y me ha suplicado que le deje venir.

Asiento con la cabeza, sonriendo, aunque sin abrir la boca.

—¿Estás bien?

—Sí. Solo estoy… abrumado emocionalmente. Esos vídeos me han hecho recordar muchas cosas. Mi infancia, que fue muy feliz la mayor parte del tiempo, excepto ese tiempo horrible en el que pasé más tiempo en un avión que con mis padres… Mi adolescencia, tan despreocupada y libre gracias a la confianza que depositaron en mí… He visto a mi tío Levy y a mis abuelos, a los que echo de menos cada día de mi vida, y ver a mi padre tan afectado al verles… Algo impropio de él. No sé…

—Pues ha sido precioso, y estoy muy, pero que muy orgullosa de ti. Y déjame decirte que me encanta tu familia, por muy raros o disfuncionales que creas que sois. Me encantan tus hermanos, tan diferentes a ti, pero tan cómplices tuyos. Y tu madre, a la que no le da miedo confesar sus sentimientos a los cuatro vientos, y que os mantiene unidos, aunque tenga que obligaros en alguna ocasión. Y tu padre, tan inteligente y pasional a la vez, tan serio y alocado al mismo tiempo… Antes, cuando estábamos en el jardín, que tú has salido de la piscina asustado por lo que pudieran estar diciéndome, ¿sabes de qué hablábamos?

—¿De qué…?

—De ti.

—Oh, Dios mío… Sea lo que sea, han exagerado.

—No te asustes… Simplemente, me han dado las gracias por hacerte tan feliz.

—Ah. Pues entonces no han exagerado tanto…

—Y tu padre me ha dicho que no aceptan devoluciones —dice, sacándome la lengua de forma burlona, mientras yo pongo los ojos en blanco—. No te preocupes. Yo les he respondido que no hago nada comparado con lo que tú significas para Mike y para mí. Le he dicho que, aunque tú te creas imperfecto, quizá por los errores que cometiste en el pasado, para mí eres perfecto. ¿Y sabes qué me ha dicho tu padre? Sonríe cuando te haga feliz, grita cuando te haga enfadar y échale de menos cuando no esté. Que ese es el secreto…

—Puede ser… Porque mis padres ríen mucho, se enfadan a menudo y se echan de menos al segundo de estar separados… Podríamos ponerlo en práctica.

—Pero antes me tienes que prometer una cosa.

—¿El qué?

—Que crearás una fragancia especial para mí.

—Solo si antes me prometes otra cosa tú a mí.

—Desembucha.

—Que te casarás conmigo.

—Esto… ¿Qué? No… O sea…

—No es algo que tuviera planeado, como puedes imaginarte. Si no, me lo habría preparado algo más, pero… Como ves, yo no he recabado información estadística antes de soltártelo. Solo sé que necesito hacerlo, que quiero hacerlo y que no quiero alargarlo más.

—¿Vas en serio? Quiero decir, ¿esto no será un arrebato producto de las emociones del día…?

—Nunca he estado más seguro de algo en toda mi vida.

—Guau…

—Esto… ¿Me tomo ese guau como un sí…?

—Como un “por supuesto”, un “nada me haría más feliz” e incluso un “estaría loca si dijera que no”.

—Te prometo que, en cuanto estemos en Nueva York, te compro un anillo de compromiso.

—¿Para qué? No lo necesito.

—Pero es lo que se suele hacer…

—¿Y qué más da? No quiero ser de esas personas que siempre hacen lo que se supone que se tiene que hacer porque tú no eres así. Quiero… ser una Turner.

Ruedo sobre el colchón hasta colocarme sobre ella, aguantando mi peso con los antebrazos, mientras beso sus labios una y otra vez.

—Te amo, Chloe. Para siempre.

—Y yo a ti, Simon.