Capítulo 1

TERESA estaba haciendo su cama rápidamente, ya que ese, era un día importante. Tenía su primer día de clases del último año, No podía creer que ya casi estaba terminando la carrera y que muy pronto tendría el diploma en su mano.

Carly, una de las dueñas del spa donde trabajaba, la había ayudado mucho a ganar experiencia. Ahora ya hacía masajes como toda una profesional y también se desempeñaba muy bien como auxiliar. No fue nada fácil llegar hasta ese punto de su vida, pero Gracias a Dios, lo había logrado.

—Tere, ya me voy.

Era su hermano Jorge, que vivía con ella desde hacía tres años. Su mamá lo trataba bien mal de unos meses para acá, gracias a su papá, que no hacía sino meterle ideas en la cabeza de que era un vago, que no estudiaba, que se la pasaba con los amigos todo el tiempo, pero lo que más le dio rabia a Tere, fue el día que quiso “Meterlo en cintura”, como él decía, y lo agarró a golpes casi matándolo. Ese fue el día en que ella tomó la decisión de traerse a su hermano. Estaba cansada de los malos tratos de sus padres y de sus abusos. Su madre le decía todo el tiempo que no era buena para nada, pero cuando necesitaba dinero, la llamaba y le decía que pensara en su familia, que ella era la única de la familia a la que le iba bien y por eso debía ayudar a su familia. No era que no quisiera ayudar a su familia, pero la mayoría de sus hermanos eran adultos y odiaba ver como preferían conseguí dinero de manera ilícita o sentarse a ver televisión y esperar a que ella les mandara.

En fin, era una situación que por ahora, no tenía remedio ¿Para qué quejarse?

—Que te vaya bien Jorgi, por favor no regreses tarde, sabes que me preocupo.

—Tranquila hermanita, sabes que vengo directo del trabajo.

—Yo también voy saliendo, no quiero llegar tarde a mi primer día.

—Cierto, hoy es tu primer día de clases, entonces te deseo suerte.

—Gracias—le sonrió—Traeré la cena.

—Ok, adiós.

Su hermano había cambiado mucho desde que había llegado a Miami, ya no era el chico rebelde y malgeniado, que no hacía caso y se la pasaba fumando cigarrillo. Ahora estaba feliz en su trabajo, estaba en la secundaría y soñaba con terminar pronto para entrar en la academia militar. Cosa que no le terminaba de gustar, pero así lo quería él.

Terminó de arreglar sus cosas y bajó corriendo a la cocina, tomó una manzana y salió apresurada para el instituto.

Ya llegando a su destino, recibió una llamada del trabajo, era Margarita, necesitaba saber a qué horas salía de clases para poder agendar sus citas de masajes con los clientes.

—Creo que más o menos a las dos de la tarde.

—Ok, cariño, entonces tus citas comenzaran a las 3 y media ¿Te parece?

—Es perfecto, Margui, así me dará tiempo de cambiarme en el spa.

—Muy bien, entonces nos vemos mas tarde.

Siguió conduciendo y pensando que este mes le tocaba pagar además de la renta y los servicios, una parte de la mensualidad de su hermano. En estos días se había sentido un poco cansada, pero de todos modos tenía que trabajar, porque las deudas no esperaban. Estaba contenta, porque a pesar de que al llegar a casa se sentía como un chupo, el pago en el spa y las propinas de los clientes, eran buenas y en menos de un año de trabajar con Carly, su vida había mejorado bastante. Tanto que había podido comprar ropa para que su hermano fuera mejor vestido a la escuela y de paso compró algunas cosas para ella. Es que era muy duro para una chica, controlarse al comprar ropa y accesorios cuando era lo que más le gustaba y en el caso de ella, que no podía vivir sin la moda, era peor. Le encantaba estar siempre bien vestida en cualquier ocasión, era algo que la hacía sentir bien y eso era algo raro en ella.

Siguió conduciendo, viendo el paisaje, disfrutando de todo lo que ahora tenía, todo lo que nunca pensó encontrar, cuando se fue en esa pequeña embarcación llena de gente que no conocía pero que tenían mucho en común con ella. Esas personas querían una vida mejor, un futuro lejos de las dictaduras de Fidel, lejos de la pobreza absoluta en la que vivían. Recordó su niñez en Cuba y por un momento mientras conducía ese auto, se transporto unos años atrás.

Ocho años antes

Como muchas veces, su madre, Clara, la llevó a los hoteles de lujo, obviamente a la parte de afuera, donde había paredillas altas que mantenían apartados a los residentes de la isla, de los turistas. Desde abajo muchos esperaban y cuando se asomaban pedían a los turistas que les regalaran cosas. Ella había contado con suerte ya que siempre le daban, más que todo jabón, pasta de dientes, casi nunca comida. Su madre la llevaba precisamente porque sabía que le regalaban más cuando estaba con ella. Cuando llegaban a casa nada era para Teresa, e incluso muchas veces todo iba a parar a manos de su padre que llevaba las cosas a otro lado donde las vendía o intercambiaba por licor, cigarrillos o cualquier cosas que tuviera valor solo para él. Un día su madre no pudo ir, por lo que tuvo que ir con su padre. Ese día particularmente le habían regalado varias cosas, porque una señora americana se encariñó con ella y durante el tiempo que estuvo en la isla, todos los días le hacía regalos de todo tipo, incluso le había regalado un pequeño dije de oro y le había dicho que no se lo mostrara a nadie, ella lo guardó en un bolsillo y no se lo mostró a nadie. Al regresar a casa, ella estaba feliz porque su padre le había comprado un hermoso vestido y le había dicho que lo hacía porque se había portado muy bien. Ella le creyó, cómo lo haría cualquier hija, que confiaba. Luego, llegando a un callejón, apareció un hombre que había visto en otras ocasiones hablar con su padre, pero que no le gustaba porque siempre la miraba raro.

—Hola compadre

—Hola José—saludó su padre.

—Veo que me trajiste el encarguito—dijo mirándola.

—¿Y tú? ¿Me trajiste el mío?

—Claro que si—sonrió y Teresa pudo ver unos asquerosos dientes amarillos casi podridos.

—Hija, espera un momento aquí, voy a hablar con el amigo José y ya regreso.

Ella se quedó allí viendo el maloliente callejón sin decir una palabra, pero unos cuantos minutos después fue a ver qué era lo que pasaba con su padre. Lo encontró riendo con el tipo y hablando en voz baja, pero ella tenía buen oído, así que se acercó un poco más sin que la vieran y trató de escuchar.

—Sabes que lo necesito completo y que tienes que llevártela lejos porque de lo contario le contará a su madre y me meteré en un lío.

—No te preocupes, hombre, yo sé lo que hago. Esta misma tarde tengo planeado llevármela a un puteadero del que no va a salir. Ya incluso la negocié y como es chiquita y virgen, la paga es buena. Cuando me paguen el resto te doy lo que hace falta, pero aquí tengo una buena parte.

Su padre lo miró desconfiado—Está bien—le dijo entre dientes.

—¿Cuando te dan el resto?

—Cuando la dueña del puteadero la vea, le mostré una foto, pero no me creyó. Me dijo que era una belleza demasiado exótica para estar en una familia pobre y vuelta mierda como las que viven en este sector.

—Que no me venga con cuentos, que aquí todos somos iguales—le dijo con rabia.

—Bueno, yo no voy a pelear contigo por eso. Aquí tienes tu plata. Tráeme a Teresa.

Cuando el tipo dijo eso, Teresa puso los pies en polvorosa y salió corriendo. Era pequeña, pero no idiota. Sabía que hablaban de ella y sabía lo que era un sitio de esos, donde la querían llevar, porque su madre, sacaba a su padre cada dos por tres de una casa donde había jineteras, como les llamaban a las mujeres que trabajaban allí.

Corrió todo lo que pudo y alcanzó la calle, vio pasar un carro viejo y lo paró.

—Ayúdeme, señor—le gritó al chofer, que frenó en seco, casi atropellándola.

—¿Qué sucede muchacha?

—Me están persiguiendo

—¿Quién te persigue?

—Unos...hombres—no se atrevió a decirle que uno de ellos, era su padre. Sabía que si le decía, pensaría que había hecho algo malo y que simplemente la querían castigar.

—Bien...—la miró indeciso—Vamos entonces, te llevo a tu casa.

Teresa llegó temblando a su casa y le contó a su madre lo sucedido pero ella no le creyó. Le dijo que sabía de lo que era capaz y que no le permitiría faltarle el respeto a su padre con esas cosas que estaba diciendo.

—Ma...mi—lloraba desconsoladamente, pero la mujer no le prestó atención y le dio una cachetada—Ni se te ocurra volver a repetir lo que me has dicho ¿Me entiendes? —la encerró en el cuarto y allí la dejó. Teresa estaba aterrorizada de que su padre volviera a intentarlo. Cada paso que escuchaba la sobresaltaba y así estuvo largo tiempo hasta que entre el llanto y el sueño, se durmió. Unas horas después escuchó voces. Eran su padre y su madre que parecían discutir.

—Te he dicho que dejes a esa muchacha en paz, consigue cualquier niña de la calle y haz lo que quieras, pero con ella no.

—¿De qué estás hablando mujer?

—De lo que intentaste hacer con ella esta tarde. Álvaro,hasta yo tengo más escrúpulos que tú. Esa niña solo tiene 10 años.

—Yo no pensaba hacer nada malo con ella ¿Qué te dijo esa estúpida?

—Me dijo la verdad, yo la conozco bien y ella nunca me ha mentido. Tuvo suerte porque salió corriendo sino aquí hubieras estado inventándome alguna historia mientras el maldito de José—escupió en el piso—perro desgraciado, enfermo, seguramente se la llevaba.

Álvaro perdió la paciencia.

—Maldita sea, si, está bien, la quería vender, esa idiota no es nada tuyo ni mío, ¿Por qué tienes tantos cuidados con ella?

—Porque su madre hizo mucho por mí y lo único que me pidió antes de morir, fue que le cuidara a su hija.

—¿Nada mas? —le pregunto sarcástico—Te jodió la vida con ese favor, no ha sido sino un peso en nuestra vida, otra boca más que alimentar en esta pobreza. Está creciendo rápidamente, muy pronto se meterá con algún vago que la preñe y ya no será una boca sino dos y si nos encima el marido serán tres. Yo no mantengo sino a los que tienen mi sangre.

—No digas nada, Álvaro, que tú y yo sabemos bien que ni a tus hijos de sangre mantienes.

Teresa se puso a llorar de la impresión de saber que ninguno de los dos seres a los que llamaba padres, eran algo suyo. Entonces “¿Donde estaba su madre y su padre?” “¿Por qué la habían dejado con esas personas que nunca la habían querido?”

—Además su abuelo me envía dinero todos los meses y si no fuera por eso, viviríamos peor de lo que ahora estamos.

—¿Por qué no me habías dicho nada?

—¿Para qué? Te lo habrías gastado al minuto de haberme llegado? Lo hago ahora porque vas a hacer una estupidez que nos va a perjudicar. Si esa niña se va y su abuelo se entera, no habrá más dinero.

—¿Cómo sabe que ella está bien? Podríamos vénderla ganar dinero por ella y además recibir el dinero del viejo.

—De verdad que eres bien estúpido. El viejo me ha pedido fotos de ella y se las he enviado. El quiere asegurarse de que la niña está bien. No sé porque no ha querido conocerla en persona, pero mientras me envíe dinero, ese no es mi problema.

Teresa escuchaba con el corazón lleno de dolor. Tenía familia pero no la querían, seguro su mamá... tenía razón, bueno, la señora que decía ser su mamá. Todo el tiempo le decía que no servía para nada, pero ella era la que trabajaba en la calle y hacía casi todo en la casa para que sus hermanos tuvieran que comer. No sabía qué hacer, pero era mejor no decirles que sabía la verdad. Mañana hablaría con Manuela, una señora que siempre le había mostrado afecto y que se conocía con su madre adoptiva desde jóvenes, seguramente ella conocía a su madre biológica también. Esperó a hasta que llegara la mañana encerrada en el cuarto y apenas todo el mundo comenzó a levantarse, espero a que le abrieran la puerta para irse a trabajar haciendo los mandados de algunas personas. Clara, su madre adoptiva, no perdería la oportunidad de sacarle dinero, solo porque estaba castigada.

—¡Teresa! Levántate ya, tienes que ir a trabajar y antes necesito que hagas el desayuno.

Teresa se levantó con la espalda adolorida por la posición en la que había estado toda la noche, con miedo porque pensaba que otra vez vendrían por ella para llevársela. Hizo todo en su casa y se fue corriendo a encontrarse con Manuela que trabajaba cerca del malecón.

Cuando llegó, le abrió la puerta la hija de manuela.

—Buenas, señora Rosa, ¿Esta Manuela?

—Si mija, por aquí anda, entra.

—Teresa llegó a la sala donde estaba Manuela sentada en una mecedora que había visto mejores días.

—Tere, mija, que bueno verte—extendió los brazos y Teresa corrió hacia ella llorando.

—Mi niña ¿Qué te pasa? ¿Tu mama te pegó?

—No—le dijo llorando—Ella dijo que yo no soy su hija, ni la hija de Álvaro.

Manuela se quedó pálida

—¿Es verdad?

La mujer la abrazó con fuerza—Si hijita, es verdad. Yo no quería que te enteraras tan pequeñita, pero la vida es así, dura.

—¿Quién es mi mamá?

—Ay mi amor, tu mami murió hace muchos años, cuando tú estabas pequeñita. Alguien le dio una golpiza y la mató.

Teresa se quedó sin habla.

—Tu mami te adoraba, pero corrió con mala suerte y cuando ya quería irse a Estados Unidos en busca de tu padre, ese persona apareció acabando con su vida.

—Ayer escuché a Clara y a Álvaro hablando sobre mí y un dinero que mi abuelo les enviaba para mantenerme.

—No sabía nada de eso—dijo pensativa.

—¿Dijeron el nombre de tu abuelo?

—No, pero mi mamá me toma una foto cada año y ayer dijo que era para él, para que supiera que estaba bien.

—Hija, te voy a decir algo que tal vez no te va a gustar pero es necesario.

—Sé que no quieres estar más en esa casa, pero vas a tener que hacerlo para que averigües todo lo que puedas sobre tu padre y tu abuelo. Yo solo sé que son de Estados Unidos. Tu padre es americano con ascendencia Japonesa y tú tienes sus ojos y su cabello, aunque tu rostro sea el de tu madre. Eres una niña hermosa y por eso debes cuidarte cuando sales a la calle, ya estás creciendo mucho.

Teresa pensó un momento y luego habló.

—Si te cuento algo, guardarás el secreto Manue.

—Claro, mi niña.

—Ayer mi papá...Álvaro, me compró un vestido y luego me llevó a un callejón donde había un hombre que casi me lleva a una casa donde hay jineteras, pero yo me escapé.

Manuela sintió ira arder en su cuerpo, quería matar con su propias manos a ese desgraciado y llevarse a la niña con ella para darle una mejor vida, pero desafortunadamente estaba muy enferma y ya era una carga para su hija y su esposo, que vivían con el mínimo de 20 dólares al mes, que era lo que se ganaba alguien en Cuba mensualmente y con eso debían mantenerse todos en esa casa. La ración alimentaria era para un mes, pero solo duraba 12 días y no contenía mucho; solo café, azúcar, granos, pescado, pan, café, aceite o cigarrillos. De vez en cuando carne molida revuelta con soya y la veían una vez o dos al año.

—No te preocupes, lo que tienes que hacer en encerrarte en tu cuarto bajo llave cuando veas que todo el mundo se ha ido a dormir.

Teresa asintió con la cabeza obedientemente.

—Te traería a vivir conmigo, si supiera que tu madre me lo iba a permitir, pero no lo creo. De todas formas quiero vengas todos los días a la casa para darte un poquito de comida y hablar un rato. Te contaré cosas de tu mami, si quieres. ¿Qué te parece?

—Tengo miedo—le dijo con los ojos húmedos.

—Lo sé, mi niña querida, pero tendrás que ser valiente y esperar un tiempo hasta que puedas irte de esa casa. Yo te ayudaré cuando tengas edad suficiente.

—Está bien, Manue—le dijo llorosa.

—Así me gusta, eres una chica muy valiente. Ahora pregúntame lo que quieras de tu mami. Te contaré todo.