Crónica en rosa
Por el amor de una mujer
«Lo que sucede es que me he enamorado, como el perfecto estúpido que soy, de la mujer que tienes a tu lado… Encájame el directo que te doy.» No sé si mucha gente en Dallas conocerá esta letra de una de las mejores canciones de Luis Eduardo Aute, Una de dos, pero habría venido al pelo para describir la historia que presumiblemente acabó con uno de los equipos más prometedores de los años 90: Dallas Mavericks. Era el equipo de las tres jotas. Jason Kidd era el debutante del año en 1995 junto con Grant Hill y le acompañaban en el perímetro Jimmy Jackson y Jamal Mashburn. Tres enormes talentos destinados a sacar a los Mavericks del agujero negro en el que se había sumido la franquicia desde que se separaran Rolando Blackman y Mark Aguirre con la marcha de este a los Pistons. Pero toda la ilusión se diluyó en chocolate hirviendo por el amor de una mujer, incluido el final de la etapa de Dick Motta en el banquillo y la etapa de Donald Carter como propietario. Una mujer tremendamente atractiva y con una voz seductora deshizo por entero una franquicia.
Cómo sería el nivel de aquellos Dallas Mavericks que en la temporada 92-93 finalizaron con un balance de 11 victorias y 71 derrotas. Las elecciones de las tres jotas en los drafts del 92, 93 y 94 abrieron una vía para acabar con el desastre. A pesar de vencer los cuatro primeros partidos del curso 95-96 solo ganaron 22 más en los 78 restantes. Y es que el ofensivo no era el único triángulo del que se hablaba por entonces en la NBA. La prensa que cubría la información de los Mavericks publicó en marzo de 1996 que Kidd y Jackson habían dejado de hablarse y a los pocos días apuntaron que una mujer era la causa de tal disputa. Al parecer la cantante Toni Braxton acudió a un hotel de Atlanta para salir con Kidd y apareció por el hall agarrada del brazo de Jackson. Amarraditos los dos, espumas y terciopelo, que cantara María Dolores Pradera. Ninguno de los dos jugadores ahondó en el problema públicamente pero no se escondieron a la hora de plasmar sus diferencias e incompatibilidades en la pista. Kidd, que fue titular en el All Star Game aquella temporada, acabó siendo traspasado a Phoenix, Jackson a New Jersey y Braxton publicando uno de sus mejores discos, mientras ni afirmaba ni desmentía el rumor. «Nunca cuento a quién beso», decía a los medios. El título del trabajo fue Secretos, que vendió ocho millones de discos en Estados Unidos y quince en todo el mundo.
Por una patata frita
No hemos acabado con Jason Kidd. Estrípers de Arizona, Sacramento, Dallas, Miami e Indiana, una taquillera y una empleada de los Nets, una cheerleader de Nueva Orleans, una chica llamada Lisa y otra Petra para el playboy más activo y disimulado de la NBA en casi dos décadas. Y yo orgulloso de ser contemporáneo de un fenómeno así. La citada alineación es solo un ejemplo, una lista completa de amantes aportada con pelos y señales por su esposa, Joumana, en su contrademanda de divorcio, un espeluznante documento de veintisiete páginas. Un año después de la historia con Braxton y ya como jugador de los Suns, Kidd conoció a la que sería su cónyuge. Cuatro años después de la boda, en 2001, fue detenido por un presunto caso de violencia doméstica. Según parece, golpeó a su mujer en la cara tras una discusión que explotó en el comedor de la mansión de los Kidd en Paradise Valley, en el área metropolitana de Phoenix. Joumana llamó a la policía con un corte en un labio y una hemorragia en la boca. La tensión acumulada encontró la gota que colmó el vaso cuando Jason Kidd cogió una patata frita del plato de su hijo T. J. y su esposa le recriminó esa acción. Según la versión policial, Jason le escupió la patata a Joumana en la cara antes de golpearla. Empezó entonces una guerra en la que la imagen de Kidd cayó por los suelos ante la opinión pública y hasta los Suns se vieron obligados a traspasarlo poco después a los Nets a pesar de que su rendimiento baloncestístico era estelar, jugando playoffs durante cinco temporadas consecutivas.
Esta fue una historia a la que Andrés Montes y yo sacamos bastante partido, sobre todo incidiendo en cómo diferencias graves y acumuladas en el tiempo pueden destaparse, especialmente con un personaje violento implicado, solo por un detalle tan aparentemente nimio como el de coger una patata frita de un plato ajeno. Joumana acusó a su esposo de golpearla en repetidas ocasiones (contra el capó de un coche o con un candelabro) y este respondió con una demanda en la que hablaba de un matrimonio caótico debido a los celos y paranoia de ella. Estando jugando en los Nets se dice que un día Joumana cogió el teléfono móvil de su marido en el vestuario, antes de un partido. Revisó llamadas y mensajes «no autorizados» y fue capaz, desde su silla en primera fila de pista, de increpar a su esposo mientras este jugaba. El testimonio de Joumana en el proceso de divorcio resultó escalofriante: definía a Jason Kidd como bebedor y jugador empedernido, sádico y maltratador desde antes de contraer matrimonio. Acusó a Kidd de golpearla con todo tipo de objetos durante el embarazo de su primer hijo o de obligarla a dormir en la habitación de uno de los fisioterapeutas del equipo en una pretemporada ya que no le dejó la llave de la suya a sabiendas de que el hotel estaba completo.
Infidelidades peligrosas
Basketball Wives es un programa de telerrealidad que emite la cadena VH1 desde abril de 2010 en el que mujeres que han tenido alguna relación con jugadores de la NBA son las protagonistas del show. Shaunie O’Neal, ex de Shaquille, y Gloria Govan, esposa de Matt Barnes, fueron dos de las participantes en la primera temporada y desde el comienzo se percibió una especial tensión entre ambas. La hemeroteca rosa tiene la explicación a tal entuerto, y es que durante bastante tiempo hubo rumores de que Laura, la hermana de Gloria y mujer del entonces all star de los Washington Wizards Gilbert Arenas, mantuvo un romance con Shaq cuando aún estaba casado con Shaunie. Así que la presunta infidelidad fue tema constante de reproche durante bastantes episodios. Laura, harta de los comentarios de la ex de O’Neal hacia ella, se apuntó a una versión del mismo programa de telerrealidad que se grababa en Los Ángeles. Para explicarme mejor, si hay un CSI Miami o Las Vegas, pues lo mismo sucedió con Basketball Wives, que tuvo su edición Miami y otra en Los Ángeles. La cosa se complicó todavía más cuando los dos jugadores de la NBA envueltos en esta historia intentaron por vía judicial paralizar la emisión del programa. Había mucho que tapar puesto que se publicaron correos electrónicos entre Laura y Shaquille muy subidos de tono erótico-sexual, más cercanos a tres que a dos rombos de calificación. Gilbert Arenas, harto de la humillación pública, aseguró en un programa de radio que Laura había intentado destruirlo y arruinarlo y, más grave aún, la acusaba de matar a sus tiburones lanzándoles monedas de un centavo en el tanque de agua en el que tenía a sus peculiares mascotas. Tal era el cariño de Arenas por los tiburones de su mansión de Great Falls (Virginia) que su manutención le costaba cinco mil dólares al mes.
Pasión obsesiva
Hablamos de Doug Christie, Morceli para Andrés por su parecido con el atleta argelino, y de su esposa Jackie (por cierto, otra de las participantes del programa Basketball Wives en una de sus temporadas). El matrimonio Christie se ha casado dieciséis veces, sí dieciséis. Cada ocho de julio, fecha de su aniversario de boda, organizan otra ceremonia con trajes, invitados, convite y toda la parafernalia que conlleva tal acontecimiento. Los Christie mantenían durante los partidos en la etapa de Doug con los Toronto Raptors y los Sacramento Kings un curioso sistema de comunicación a partir de gestos con las manos para decirse continuamente el uno al otro lo mucho que se querían. La prensa de Toronto llegó a hacer una vez apuestas sobre cuántos gestos se harían el uno al otro durante un encuentro y la cifra llegó a 62. «Lo hago para demostrar a mi mujer lo que la quiero y que ella y mi familia son más importantes que el baloncesto», declaró Doug. Tal es así que Christie aseguraba ni siquiera haber mantenido contacto visual prolongado con otras mujeres desde que contrajo matrimonio y que cada vez que ha hablado con alguna se lo ha contado a su esposa. Las entrevistas con periodistas del sexo femenino estaban prohibidas para este jugador de la NBA. Jackie acompañaba a su marido a casi todos los partidos que disputaba en cancha contraria y era uno de los pasajeros habituales del jet privado en el que viajaba el equipo. Todo esto atrajo la atención de una cadena de televisión que propuso a la pareja protagonizar un programa de telerrealidad, The Christies Committed, que estuvo dos años en antena. Pero todavía se pueden contar más cosas de la familia. Han publicado un par de libros como guía para enamorados; su hijo menor, Doug júnior, es el protagonista de libros infantiles titulados Doug va a la escuela y Doug aprende a montar en bicicleta. La hija mayor, Chantel (Chani es su nombre artístico), ha grabado un par de discos y se lanzó al mundo del papel couché cuando criticó públicamente a su madre por su actuación en el programa Basketball Wives. Lo último que se sabe de Doug y Jackie es que van a iniciar su carrera como productores de cine porno. En un primer momento han descartado protagonizar alguna película. De momento.
Me quiere gobernar
«María Cristina me quiere gobernar. Y yo le sigo, le sigo la corriente. Porque no quiero que diga la gente que María Cristina me quiere gobernar.» Andrés Montes siempre cantaba este estribillo cada vez que Glen Rice metía un triple o nos ocupábamos de su matrimonio con la cubana Cristina Fernández, una mujer de armas tomar. El compositor de esta guaracha es Benito Antonio Fernández Ortiz, más conocido por su nombre artístico, Ñico Saquito. Siempre contó que la escribió hastiado de las exigencias de una amante posesiva, que quería acompañarle a todas partes y le perseguía como un policía. Un día, Ñico se despidió de ella por un mes para cumplir con los compromisos de un gira en Venezuela pero tardó diez años en volver. La letra demostró una vez más la habilidad de Andrés para definir momentos e historias. Lo de este matrimonio era para cantar y bailar. Cristina era la indisimulada gobernadora de la relación y el tirador obedecía sin rechistar. Si había que ir a una manifestación para evitar la vuelta del niño Elián a Cuba, allí que iba el pobre Glen por mucho que se estuvieran disputando los playoffs. Glen y Cristina se conocieron en 1995 en una fiesta que organizó Matt Geiger como regalo a su compañero de equipo en Miami tras ganar el concurso de triples del All Star. Allí la vio y quedó prendado, aunque la primera cita le costó Dios y ayuda. Cuando ella finalmente accedió, Rice, ese mismo día, consiguió anotar en un partido 56 puntos, el tope de su carrera.
Cristina no tenía pelos en la lengua a la hora de criticar a su marido por su falta de actitud en los partidos o a Phil Jackson por los pocos minutos que le tuvo en pista durante la final de la NBA del año 2000 contra los Indiana Pacers. «Nunca ha querido a Glen, siempre quiso a alguien como Scottie Pippen y esta es la manera de hacer ver a sus superiores su enfado por no concederle esa petición. Es el modo que usa Phil para dejar claro a los de arriba quién tiene el control. Es de locos», decía Cristina en aquellos tiempos del que fuera el primer anillo de los Lakers después de doce años. Las cosas fueron a más y la señora Rice llegó a contar en una radio de Los Ángeles que si esta situación le hubiera pasado a ella se hubiera convertido en una especie de Latrell Sprewell (en referencia a cuando este jugador se enfrentó a su entrenador P. J. Carlesimo en un entrenamiento de los Warriors y le agarró del cuello). En 2008, cuando ya estaban separados, Glen se presentó en casa de su ex y madre de sus cinco hijos en Coral Gables (Florida), y encontró a un hombre, Alberto Pérez, un famoso profesor colombiano de Zumba Fitness, de cuarenta y siete años, escondido en el armario y se lió a puñetazos con él. Posteriormente la prensa de Miami responsabilizó a Cristina del divorcio sonado del cantante puertorriqueño Luis Fonsi. En 2011 la prensa estadounidense desveló que en 1987, mientras Rice jugaba en la Universidad de Michigan, pasó una noche de loca pasión con la exgobernadora de Alaska y candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos, Sarah Palin.
El ídolo caído
Una de las historias más cinematográficas colaterales a la NBA tiene que ver con el seguramente mejor anotador de la historia de menos de 1,85 metros de estatura, Allen Iverson. Una madre soltera de solo quince años, una chabola, un padre en prisión por acuchillar a una mujer, un padrastro traficante. Testigo de su primer asesinato a los ocho años. «Es como Tupac, pero con un buen tiro en suspensión», dijo el sociólogo Michael Eric Dyson hace unos años comparando a esta estrella del baloncesto, que ha ganado más de 150 millones de dólares durante su carrera, y al rapero asesinado en 1996. Iverson fue un portento físico y anotador con un corazón competitivo enorme. Solo así pudimos explicar que un equipo tan mediocre como los Sixers alcanzaran la final del 2001, el mismo año en el que Iverson fue elegido MVP de la temporada. Los psicólogos que han profundizado en su historia apuntan a que la ausencia de una referencia paterna y autoritaria ha hecho de Iverson lo que es hoy en día, un hombre capaz de echar a su esposa desnuda de su casa y buscarla por la ciudad a punta de pistola o con problemas reales de liquidez a pesar de los contratos firmados durante su carrera, incluidas las mansiones perdidas recientemente debido a sendas ejecuciones hipotecarias.
Pese a que el juego y el alcohol lo han despersonalizado y lo han empujado a dejar en tirillas su cuenta corriente, Iverson aún podría tener un último bote salvavidas. Gente de su círculo más cercano asegura que, gracias a un plan de administración económica que le hicieron hace unos años, existe una cuenta bancaria en la que hay depositados 32 millones de dólares que no pueden ser utilizados hasta que cumpla cincuenta y cinco años y que mientras tanto recibe un millón de dólares anuales.
Ante nosotros se presenta un personaje que aún no ha cumplido los cuarenta años y que, haciendo el símil con un coche, ha quemado demasiados neumáticos para la poca vida que ha recorrido. ¿Cómo envejecerá este hombre alejado de lo que mejor le hacía sentir en la vida y con tales problemas económicos? ¿Llegará a envejecer? Nos quedan muchas cosas que leer de Allen Iverson, la mayoría, me temo, desagradables y puede que alguna sin solución posible.
El conejo de la (mala) suerte
Kenny Anderson (Bugs Bunny para Andrés Montes) llegó a estampar su firma en un papel en el que reconocía que estaba en bancarrota. Los dispendios, la pensión de sus siete hijos (engendrados con cinco mujeres diferentes, una de ella Spin-derella, una de las componentes del grupo Salt-N-Pepa), falsos amigos y malos consejeros le llevaron a malgastar una fortuna de unos 60 millones de dólares, acumulados en catorce temporadas en la NBA. En Broke, ese impactante documental emitido por ESPN y Canal+ en el que se relataba la ruina de deportistas que habían nadado en dinero, Jamal Mashburn aseguraba que en algunas canchas era mayor el espectáculo en el parking de los vehículos de los jugadores que en la propia pista. Anderson llegó a tener once coches en su etapa más desahogada, mansiones que nunca pisó y un bolsillo muy ancho para prestar dinero a todo aquel que se lo pedía. El base siempre tuvo reputación de derrochador entre sus compañeros. El Washington Post publicó hace unos años una historia en la que contaba cómo era su nueva vida después de quedarse sin un centavo. El primer párrafo del reportaje sitúa a Anderson de camino al aeropuerto para recoger a cinco de sus hijos, que llegan desde diferentes partes del país para reunirse con su padre. Está casado con Tasha, a la que conoció durante un partido de playoff en 2004 cuando jugaba en los Pacers y vive en una casa que ya nada tiene que ver con las lujosas construcciones a las que tuvo acceso cuando era millonario. Y cada mañana recibe una llamada del pastor Al Taylor, con el que conversa durante una hora sobre textos de la Biblia o algún asunto que preocupe a Kenny.
Anderson salió pitando de la Universidad de Georgia Tech sin acabar su licenciatura en busca del dinero de la NBA, así que hasta 2010 no consiguió tener una carrera universitaria. Lo último que se sabe de él es que entrena al equipo de un instituto judío de Florida. El Post termina esa historia sobre Anderson con una pregunta que le hace el exjugador a su hija Danielle: «¿Cómo lo estoy haciendo ahora como padre?» «Estás mejorando», responde ella.
Más secuestros que anillos
Aparece en YouTube un vídeo con fecha de febrero de 2012 en el que se ofrece un tráiler de un documental sobre la vida de Isaiah Rider. Un compactado de imágenes de algo más de dos minutos en el que se anuncia su estreno y la web del jugador isaiahrider.com. A día de hoy ni hay noticia de ese proyecto ni hay contenido alguno en dicho dominio de Internet: ha desaparecido. En esa proyección se muestra al exjugador emulando el famoso mate del balón entre las piernas que le valió para ganar el concurso de mates de 1993. Hay diversas sospechas sobre si es reglamentaria la altura a la que se sitúa la canasta en la que Rider repite esa acción. Así fue exactamente su carrera en la NBA: un enorme talento del que nadie jamás llegó a fiarse. Su lista de detenciones y de problemas con la justicia daría para escribir un capítulo entero. Desde el día en que le lanzó un batido a la cara de un empleado de la cadena de restaurantes de comida rápida Jack in the Box en Las Vegas con la justificación de que lo había pedido de fresa y se lo habían puesto de vainilla a Rider ya no le dio tiempo a cumplir un castigo cuando ya cometía la siguiente fechoría y volvía a caer en el agujero. Un poco antes de su traspaso de Minnesota a Portland fue detenido por posesión de droga, por darle una patada a la encargada de un bar y durante uno de esos arrestos cometió otro delito puesto que usó un teléfono móvil que cargaba las llamadas a otra cuenta que no era la suya. Tres semanas después volvió a entrar esposado en una comisaría por apuestas ilegales. En Portland le sancionaron con tres partidos de suspensión por escupir a un espectador.
Ante todo este cuadro, habría que preguntarse qué pasaría por la cabeza del general manager de los Hawks, Pete Babcock, para llevarlo a Atlanta a cambio de Steve Smith. En su nueva franquicia acusó a Dikembe Mutombo y a LaPhonso Ellis de dar el chivatazo a la liga de su consumo de marihuana. El asunto llegó a ponerse tan feo que hay quien dice que amenazó con matar a los hijos del pívot africano. Imposible de enderezar, Rider recibió una última oportunidad, cómo no, con Phil Jackson. Para el Maestro Zen suponía un nuevo reto rehabilitar a uno de los más incorregibles productos que había dado la NBA en los últimos años. Jackson tampoco lo logró del todo. Lo dejó fuera de la lista de jugadores inscritos para los playoffs después de que Rider no se presentara a un partido de los Lakers ante los Spurs con la excusa de que el recepcionista del hotel había olvidado despertarle. Al menos, rebañó un anillo de campeón.
Ya retirado, a Rider le dio por los secuestros. En el 2006 fue arrestado por secuestrar a una amiga durante horas en su propio vehículo y en el año 2000 secuestró a su hijo de un mes de edad.
Infidelidad sin salir del vestuarios
En noviembre del 2010 se confirmaron los rumores que llevaban tiempo azotando la prensa rosa relacionada con la NBA. Eva Longoria solicitó el divorcio de Tony Parker después de siete años juntos. La prensa apuntó que el desencadenante de la decisión de la actriz de origen mexicano fue el descubrimiento de cientos de mensajes de alto tono sexual en el teléfono del jugador dirigidos a una amiga común.
Tony Parker y Brent Barry fueron compañeros en los San Antonio Spurs y ganaron juntos dos títulos (2005 y 2007). Una periodista de Sports Illustrated, Bryan Armen Graham, reveló que Erin, la esposa de Brent Barry, era la mujer con la que Tony Parker mantuvo un idilio y a la que dirigió todas esas comunicaciones desde su teléfono. Erin incluso había acudido en una ocasión a la celebración de un cumpleaños de Eva. Ambos matrimonios sincronizaron divorcios en el tiempo.