La evolución de los gérmenes y las armas de fuego
Jared Diamond
JARED DIAMOND tiene intereses que abarcan desde la fisiología evolutiva de laboratorio hasta los pájaros de las junglas de Nueva Guinea. Su libro El tercer chimpancé, un apasionado relato de la evolución humana, ganó el premio británico Rhone-Poulenc al mejor libro científico de 1992. Ha publicado Armas, gérmenes y acero, donde compara el desarrollo de las sociedades humanas de todos los continentes en los últimos 13.000 años. Ha sido elegido miembro de la Academia Nacional de Ciencias, de la Academia de Artes y Ciencias y de la Sociedad Filosófica norteamericana.
Este capítulo se encomienda la humilde tarea de explicar, a grandes rasgos, el desarrollo de la historia universal en los últimos 13.000 años. En él nos preguntaremos por qué la historia siguió cursos tan diferentes en los distintos continentes.
Los euroasiáticos, sobre todo los nativos de Europa y Asia oriental, se han diseminado por todo el mundo. Estas personas y sus descendientes dominan el mundo moderno en términos de poder y riqueza. Otros pueblos, como la mayoría de los africanos, han sobrevivido a la dominación europea y se han independizado, pero siguen rezagados en ambos sentidos. Los aborígenes australianos y los pueblos nativos de América y África austral no sólo han sido desposeídos de sus tierras, sino que han sido diezmados, subyugados y hasta exterminados por los colonos europeos. ¿Por qué la historia se desarrolló de este modo y no al revés? ¿Por qué no fueron los indios americanos, los africanos o los aborígenes australianos los que conquistaron o exterminaron a los pueblos europeos y asiáticos?
Para comenzar a responder a esta pregunta debemos retroceder en el tiempo. En el año 1500 de nuestra era, justo cuando comenzaba la expansión de los europeos por los otros continentes, las tecnologías y organizaciones políticas diferían considerablemente de una parte del globo a otra. La mayor parte de Eurasia y el norte de África estaba ocupada por pueblos e imperios en la edad del hierro, algunos de ellos a las puertas de la industrialización. Dos pueblos nativos de América, los incas y los aztecas, eran imperios en la edad de la piedra o del bronce. La región del África subsahariana estaba dividida en pequeños estados o jefaturas indígenas en la edad del hierro. Todos los pueblos de Australia, Nueva Guinea y las islas del Pacífico, así como muchos pueblos de América y del África subsahariana, vivían como agricultores neolíticos o como cazadores-recolectores.
Salta a la vista que las diferencias existentes en el año 1500 fueron la causa directa de las desigualdades del mundo moderno. Los imperios de la edad del hierro conquistaron o exterminaron a las tribus de la edad de piedra. Ahora, ¿cómo se llegó a la situación del mundo en el año 1500?
Para responder a esta pregunta debemos retroceder aún más en el tiempo, con el apoyo de la historia escrita y los descubrimientos arqueológicos. Hasta finales de la última glaciación, hacia el año 11.000 antes de nuestra era, los seres humanos de todos los continentes seguían viviendo como cazadores-recolectores. Las desigualdades existentes en el año 1500 fueron consecuencia de las distintas velocidades de desarrollo económico en los distintos continentes. Mientras que los aborígenes australianos y los nativos americanos siguieron siendo cazadores-recolectores de la edad de piedra, la mayor parte de los pueblos euroasiáticos y muchos pueblos americanos y del África subsahariana desarrollaron paulatinamente la agricultura, el pastoreo, la metalurgia y organizaciones políticas complejas. En algunas partes de Eurasia y de América también se inventaron escrituras propias. Pero todos estos avances surgieron en Eurasia antes que en ninguna otra parte. Así, la producción de herramientas de cobre a gran escala empezó a difundirse por los Andes sólo unos pocos siglos antes del año 1500, cinco milenios más tarde que en Eurasia. La tecnología lítica de los aborígenes de Tasmania en el año 1500 era más simple que la del paleolítico superior europeo, varias decenas de miles de años más antigua.
Así pues, podemos reformular la cuestión del origen de las desigualdades del mundo moderno de la siguiente manera: ¿por qué el desarrollo humano no avanzó a la misma velocidad en los distintos continentes durante los últimos 13.000 años? Esta disparidad de velocidades constituye la pauta más general de la historia y es el tema de este capítulo.
Para apreciar la dificultad de responder a esta pregunta, imaginemos que un historiador alienígena hubiera visitado la Tierra hace unos 50.000 años. Si le hubiéramos preguntado qué pueblos de qué continentes iban a experimentar un desarrollo tecnológico más rápido, qué pueblos serían los conquistadores y cuáles los conquistados, ¿qué habría pronosticado? Quizás habría respondido que serían los africanos, porque la historia humana en aquel continente había empezado seis millones de años antes que en el resto. También podría haber predicho que serían los australianos, pues es en aquel continente donde se encuentran las muestras más antiguas de seres humanos completamente modernos en cuanto a anatomía y comportamiento, así como la prueba más antigua con diferencia del uso de embarcaciones. Seguramente el visitante habría descartado Europa, que por aquel entonces aún no había sido colonizada por nuestra especie. Para un tal visitante, el estado del mundo 50.000 años después sería una sorpresa. ¿Cómo se produjo este resultado imprevisible?
Ni progreso ni CI
Al llegar a este punto, algunos lectores pueden pensar: ¿será este capítulo una exaltación del progreso? ¿Será una justificación del status quo actual, con todas sus intolerables injusticias? ¿Será una apología del racismo? Así pues, tengo que dejar claras un par de cosas desde el principio.
En primer lugar, no afirmo que el desarrollo político y económico sea un bien absoluto para la especie humana. Se puede discutir si la mayoría de la gente es hoy más feliz o tiene mejor salud que la mayoría de los cazadores-recolectores de la antigüedad. No puede negarse que ahora corremos mayores riesgos de autodestrucción que hace 13.000 años. Sólo pretendo analizar el desarrollo del poder económico y político, sin pronunciarme sobre si esta evolución ha sido buena para la mayoría.
En segundo lugar, quiero dejar claro que este capítulo no trata de diferencias de CI (coeficiente de inteligencia) ni pretende revindicar la superioridad de los europeos sobre otros pueblos. Muchos europeos dan por sentada esta superioridad de forma tácita, aunque ya no sea políticamente correcto expresarlo en público. La idea de que los pueblos primitivos en su tecnología también lo son en su biología está muy extendida. Un ejemplo supuestamente convincente es que los aborígenes de Australia y Nueva Guinea permanecieran como cazadores-recolectores ágrafos durante 50.000 años en un continente en el que los europeos construyeron un estado moderno alfabetizado y productor de alimentos a escala industrial apenas cien años después de su llegada. ¿Acaso no prueba esto que los europeos son superiores a los aborígenes australianos?
Desde luego que no. Los australianos de origen europeo no desarrollaron su alfabetización, su producción de alimentos y su forma de gobierno in situ, sino que los importaron de fuera. Muchos psicólogos, sobre todo estadounidenses, han intentado sin éxito reportar diferencias de CI entre grupos humanos diferentes. Mi percepción personal, tras treinta años de trabajo en Nueva Guinea, es que los papúes me parecen bastante más inteligentes, por término medio, que los europeos. Pensándolo bien, esto no es tan sorprendente. La selección natural de la inteligencia opera de forma más despiadada en las sociedades tradicionales neoguineanas que en las europeas, que están organizadas políticamente. Así, es probable que los papúes tengan, en promedio, una cierta superioridad genética sobre los europeos. Además, la mayor parte de los niños europeos dedica demasiado tiempo a entretenimientos pasivos como la radio, la televisión o el cine, mientras que los niños de la Nueva Guinea tradicional pasan su tiempo hablando o envueltos en otras actividades sociales con otros niños y adultos. Todos los estudios psicológicos coinciden en la importancia de la estimulación temprana para el desarrollo intelectual, y en la atrofia mental irreversible que resulta de una estimulación pobre durante la infancia. Las mismas consideraciones pueden aplicarse a cualquier otra comparación entre pueblos industrializados y pueblos tecnológicamente primitivos.
Así pues, tenemos que descartar los prejuicios racistas habituales. En vez de preguntamos cómo se gestó la superior inteligencia de los europeos, tenemos que averiguar por qué los pueblos de la edad de piedra contemporáneos fueron superados y conquistados por los europeos a pesar de su probable superioridad genética.
La explicación de estas pautas históricas tan generales, que involucran continentes enteros y abarcan miles de años, no puede basarse en la presencia accidental de talentos individuales, como que Alejandro Magno naciera en Macedonia y no en el actual Mississippi. Como veremos, la explicación de las pautas generales de la historia no tiene que ver con diferencias entre los pueblos mismos, sino con las diferencias entre sus entornos biológicos y geográficos.
Europa y el Nuevo Mundo: factores inmediatos
En nuestra primera comparación entre continentes, consideraré el choque entre el Nuevo y el Viejo Mundo a raíz del viaje de Colón en 1492, ya que los factores que determinaron el resultado son bien conocidos. Luego ofreceré un breve resumen de la historia de América, Europa y Asia en lo que se refiere a la evolución de las enfermedades infecciosas y la domesticación de animales y plantas.
Estamos familiarizados con historias como la destrucción del imperio azteca a manos de unos pocos cientos de españoles capitaneados por Hernán Cortés y la conquista del imperio inca por otro escaso contingente de españoles a las órdenes de Francisco Pizarro. Las poblaciones de ambos imperios se contaban por millones o quizá decenas de millones de personas. Cuando Pizarro entró en la ciudad inca de Cajamarca, hoy Perú, y apresó al emperador inca Atahualpa en 1532, su ejército se reducía a 62 coraceros y 106 infantes, mientras que Atahualpa lideraba un ejército de unos 40.000 soldados.
También conocemos los detalles, a menudo espantosos, de las conquistas europeas de otras partes del Nuevo Mundo. El resultado fue que los europeos se establecieron y dominaron la mayor parte del Nuevo Mundo, mientras que la población nativa americana decayó drásticamente a partir de 1492. ¿A qué se debió esto? ¿Por qué Moctezuma y Atahualpa no condujeron a los aztecas y los incas a la conquista de Europa?
Las razones inmediatas son obvias. Los invasores europeos tenían espadas de acero y armas de fuego, mientras que los nativos americanos sólo tenían armas de madera y piedra. Tal como sucedió en otras partes del mundo, los caballos dieron a los invasores españoles una gran ventaja en su lucha contra los incas y los aztecas. Los caballos habían tenido un papel decisivo en la historia militar desde su domesticación en lo que hoy es Ucrania hacia el año 4000 a. C.: revolucionaron la guerra en el Mediterráneo oriental después del 2000 a. C., permitieron que los hunos aterrorizaran Europa en el siglo V y proporcionaron la base militar para el establecimiento de reinos en África occidental hacia el año 1000 d. C. Desde la prehistoria hasta la primera guerra mundial, la velocidad de ataque y retirada que permitían los caballos, sus cargas y la superioridad en altura que proporcionaban durante la lucha dejaban a los soldados de infantería prácticamente indefensos en campo abierto. La ventaja militar de la caballería, las armas de acero y las armas de fuego permitió que unas pocas docenas de españoles a caballo derrotaran a ejércitos de miles de nativos una y otra vez.
No obstante, éstos no fueron los únicos factores inmediatos en la conquista europea del Nuevo Mundo. El número de indios muertos en batalla por las espadas y las armas de fuego fue superado con creces por el de los muertos en su propia casa a causa de enfermedades infecciosas como la viruela y el sarampión. Estas enfermedades eran endémicas de Europa, por lo que los europeos habían tenido tiempo de adquirir resistencia genética e inmunitaria contra ellas, una resistencia de la que carecían los indios. Las enfermedades introducidas por los europeos se propagaron de una tribu a otra, adelantándose con mucho a la llegada de los europeos mismos. Se estima que las enfermedades mataron a un 95% de la población indígena del Nuevo Mundo.
El papel interpretado por las enfermedades infecciosas en el Nuevo Mundo se repitió en otras partes del planeta. Así, las enfermedades infecciosas diezmaron a los aborígenes australianos, los pueblos khoisánidos del África austral y los habitantes de muchas islas del Pacífico. En algunos casos fue al revés: las enfermedades infecciosas endémicas del África tropical, el sudeste asiático y Nueva Guinea fueron los mayores obstáculos para la colonización europea de estas áreas.
Nos queda un último conjunto de factores inmediatos. ¿Por qué Pizarro y Cortés llegaron al Nuevo Mundo antes de que los conquistadores incas y aztecas llegaran a Europa? Esto dependía en primer lugar de la disponibilidad de barcos capaces de cruzar el océano. Los europeos tenían estos barcos. Su organización política permitió que España y otros países europeos financiaran, construyeran, dotaran y pertrecharan sus flotas. También hay que destacar el papel de la escritura, que facilitó la distribución rápida de informaciones detalladas y precisas, como mapas, instrucciones de navegación e informes motivadores de exploraciones ulteriores. La escritura también pudo tener un papel determinante en lo que hoy nos parecen dos grandes ingenuidades: que Atahualpa se dejara engañar por Pizarro y que Moctezuma tomara a Cortés por la reencarnación de un dios. Los incas no tenían escritura y la tradición escrita de los aztecas era corta, por lo que no habían podido heredar el conocimiento de miles de años de historia escrita. Esto pudo hacer que fueran menos capaces de anticipar una amplia gama de comportamientos humanos y trucos sucios que Pizarro y Cortés no dudaron en emplear.
Europa y el Nuevo Mundo: factores últimos
Hasta ahora hemos identificado los factores inmediatos implicados en la colonización europea del Nuevo Mundo: los barcos, la organización política y la escritura, los gérmenes que mataron a la mayoría de indios antes de llegar al campo de batalla, y las espadas de acero, las armas de fuego y los caballos que otorgaron la supremacía militar a los europeos. En lo que sigue intentaré prolongar esta cadena de causación. ¿Por qué era el Viejo Mundo el que disponía de todas esas ventajas inmediatas y no el Nuevo Mundo? En teoría, los nativos americanos podrían haber sido los primeros en desarrollar espadas de acero y armas de fuego, fletar barcos capaces de cruzar el océano, establecer imperios, montar sobre animales más aterradores que los caballos y ser portadores de gérmenes peores que la viruela.
La pregunta de por qué los gérmenes más patógenos venían de Eurasia es fácil de responder. Llama la atención que los indios americanos no provocaran epidemias en los europeos en compensación por el gran número de epidemias devastadoras que recibieron del Viejo Mundo. Este grave desequilibrio puede explicarse por dos razones simples. En primer lugar, la mayoría de nuestras enfermedades epidémicas comunes sólo puede mantenerse en poblaciones humanas densas, concentradas en pueblos y ciudades, y estas aglomeraciones surgieron en el Viejo Mundo mucho antes que en el Nuevo. En segundo lugar, la mayoría de enfermedades epidémicas humanas procede de infecciones similares en animales domésticos. Por ejemplo, el sarampión deriva de una enfermedad del ganado, la gripe de una enfermedad de los cerdos, la viruela de una enfermedad de las vacas, y la malaria falciparum de una enfermedad de las gallinas. En América había pocos animales domésticos nativos que pudieran transmitir enfermedades a los seres humanos: la llama y la alpaca (variedades de una misma especie ancestral) y los conejillos de indias en los Andes, el pato aliblanco en la Sudamérica tropical, el pavo en México y el perro en todo el continente. En comparación, pensemos en todos los animales domésticos nativos de Eurasia: el caballo, la vaca, la oveja, la cabra, el cerdo y el perro en toda Eurasia; animales domésticos locales como el búfalo de agua y el reno; numerosos mamíferos de pequeño tamaño, como los gatos y los conejos, y numerosas aves, entre las que destacan las gallinas, los gansos y los patos.
Pero alarguemos un poco más esta cadena causal. ¿Por qué había muchos más animales domésticos en Eurasia que en América? América albergaba cerca de un millar de especies nativas de mamíferos salvajes y varios miles de especies nativas de aves. A primera vista, parece que América contaba con abundante materia prima para la domesticación.
En realidad, sólo una fracción muy pequeña de las especies salvajes de mamíferos y aves se ha domesticado con éxito. Para que un animal salvaje pueda domesticarse deben cumplirse muchos prerrequisitos: una dieta que los criadores puedan proporcionar, una velocidad de crecimiento relativamente rápida, la capacidad de reproducirse en cautividad, poca agresividad, una estructura social jerarquizada que implique un comportamiento sumiso hacia los individuos dominantes (y transferible a los dueños humanos) y tolerancia al encierro. Los seres humanos domesticaron todos los mamíferos salvajes grandes susceptibles de domesticación hace miles de años y, a pesar de los esfuerzos de la ciencia moderna, no ha habido ninguna adición significativa en tiempos recientes.
Eurasia acabó teniendo más animales domésticos en parte porque es la masa de tierra más grande del planeta y disponía de más especies para comenzar. Esta diferencia inicial se incrementó hace 13.000 años, al finalizar la última glaciación. En aquel tiempo se extinguió más del 80% de las especies americanas de grandes mamíferos, probablemente tras la llegada de los primeros indios. Entre las especies extinguidas había varias que, de haber sobrevivido, podrían haber proporcionado animales domésticos, como los caballos y camellos norteamericanos. En consecuencia, los indios de Norteamérica heredaron menos mamíferos salvajes de gran tamaño que los euroasiáticos, con la llama/alpaca como único animal domesticable. La diferencia entre el Viejo y el Nuevo Mundo en cuanto a plantas cultivables era semejante en términos cualitativos, aunque no tan acusada.
Una razón adicional por la que Eurasia albergaba una mayor diversidad de plantas cultivadas y animales domésticos que América es que su eje principal se extiende de este a oeste, mientras que el eje principal de América va de norte a sur (figura 1). El eje este-oeste permitió que las especies domesticadas en una parte de Eurasia pudieran difundirse fácilmente a lo largo de miles de kilómetros sin cambiar de latitud, con el mismo fotoperiodo y el mismo clima a los que estaban adaptadas. En consecuencia, las gallinas y los cítricos domesticados en el sudeste asiático se difundieron rápidamente hacia el oeste hasta llegar a Europa, los caballos domesticados en Ucrania se difundieron rápidamente hacia el este hasta llegar a China, y las ovejas, cabras, vacas, trigo y cebada del Oriente Medio se difundieron rápidamente en ambos sentidos.

Figura 1. El eje principal de Eurasia va de este a oeste, lo que facilita la difusión del ganado y las migraciones humanas a grandes distancias sin cambios de latitud, fotoperiodo, clima o enfermedades. En América y África el eje principal va de norte a sur, lo que retrasa la migración a grandes distancias por la necesidad de adaptarse a diferentes latitudes, fotoperiodos y enfermedades.
En comparación, el eje norte-sur de América determinó que las especies domesticadas en un área no pudieran difundirse sin encontrarse con fotoperiodos y climas a los que no estaban adaptadas. Por eso el pavo nunca se difundió desde México hasta los Andes y las llamas/alpacas nunca se difundieron desde los Andes hasta México. Las civilizaciones indias de América Central y Norteamérica se desarrollaron sin rebaños de animales, y tuvieron que pasar miles de años antes de que apareciera una variedad de maíz (originario de México) adaptada al clima norteamericano, con una temporada de cultivo más corta y una variación estacional del fotoperiodo más marcada. Esto puede explicar por qué el valle del Mississippi, lo bastante fértil para haber mantenido una sociedad india populosa y políticamente avanzada, no la vio nacer hasta alrededor del año 1000, cuando surgió una variedad de maíz adaptada a las latitudes templadas.
Además de hacer que los europeos incubaran gérmenes patógenos, otra característica importante de los animales domésticos y plantas cultivables de Eurasia es que producen muchas más calorías por hectárea que los hábitats silvestres, cuyas especies son en su mayoría no aptas para el consumo humano. Como resultado, las poblaciones de agricultores y ganaderos suelen ser entre 10 y 100 veces mayores que las de cazadores-recolectores. Esta diferencia numérica explica por sí sola por qué los agricultores y ganaderos de casi cualquier parte del mundo pueden expulsar a los cazadores-recolectores de las tierras adecuadas para la agricultura y el pastoreo. Los animales domésticos también revolucionaron el transporte terrestre y la agricultura al permitir labrar y abonar mucha más tierra. Es más, las sociedades de cazadores-recolectores suelen ser igualitarias y no tienen una organización política más allá de la banda o la tribu; en cambio, los excedentes alimentarios y el almacenamiento que permite la agricultura propician el desarrollo de sociedades estratificadas con elites políticas. Los excedentes alimentarios producidos por los agricultores también aceleran el desarrollo de la tecnología al mantener castas de artesanos que no necesitan cultivar su propia comida y pueden así dedicarse a desarrollar la metalurgia, la escritura, las espadas y las armas de fuego.
Entre los especialistas mantenidos por la agricultura se incluyen los soldados a tiempo completo. Esto proporciona una ventaja militar decisiva a muchos imperios colonizadores. Éste fue, por ejemplo, el factor decisivo para la victoria final de los colonos de Nueva Zelanda sobre las poblaciones indígenas maoríes, que disponían de guerreros fuertes y bien armados. Los maoríes ganaron algunas grandes batallas, pero cada hombre maorí no podía dejar de ocuparse de su huerto durante demasiado tiempo para ir a luchar. Al final los soldados a tiempo completo de los colonos británicos acabaron por desgastar y vencer a los maoríes.
Así pues, hemos empezado identificando una serie de explicaciones inmediatas (armas de fuego, gérmenes, etc.) para la conquista de América a manos de los europeos. Estos factores inmediatos parecen derivarse en última instancia del mayor número de plantas cultivables y animales domesticables del viejo mundo y de su eje principal este-oeste. La cadena causal explica la superioridad directa del Viejo Mundo en cuanto a caballos y gérmenes patógenos. Pero las plantas y animales domesticados implican también su superioridad indirecta en cuanto a armas de fuego, espadas, navegación transoceánica, organización política y escritura, productos todos ellos de las sociedades populosas, sedentarias y estratificadas que surgieron gracias a la agricultura.
La historia de África
Veamos ahora hasta qué punto es aplicable este esquema, deducido de la colisión entre los europeos y los nativos americanos, al panorama de la historia africana. Me centraré en la historia del África subsahariana, porque ha estado mucho más separada del continente eurasiático por la distancia y el clima que el norte de África, cuya historia está estrechamente ligada a la de Eurasia.
El panorama de la historia del África subsahariana plantea dos grandes enigmas. En primer lugar, si antes nos preguntábamos por qué Cortés invadió México antes de que Moctezuma fuera capaz de invadir Europa, ahora podemos preguntamos por qué los países europeos colonizaron el África subsahariana antes de que las naciones subsaharianas fueran capaces de colonizar Europa. Los factores inmediatos fueron los mismos que ya hemos discutido: las armas de fuego, el acero, los barcos, la organización política y la escritura. Los caballos tuvieron un papel secundario en África, y las enfermedades locales parecen haber jugado en contra de los europeos y no al revés. Podemos volver a preguntarnos por qué las armas y demás factores se desarrollaron en Europa antes que en el África subsahariana. Esta cuestión es particularmente problemática para los estudiosos de la evolución humana, ya que ésta ha transcurrido en África durante muchos más millones de años que en Europa. De hecho, los Homo sapiens anatómicamente modernos llegaron a Europa desde África hace sólo 50.000 años. Si el tiempo fuera un factor determinante en la evolución de las sociedades humanas, África tendría que haber disfrutado de una ventaja considerable respecto de Europa.
El segundo enigma en el panorama de la historia africana tiene que ver con los enfrentamientos en el interior del propio continente. Parece ser que la mayor parte del África subecuatorial estuvo ocupada hasta hace unos 2000 años por dos grupos de cazadores-recolectores: los pigmeos en las zonas ecuatoriales húmedas y las poblaciones khoisánidas (bosquimanos y hotentotes) en las partes más secas de África austral. Hace unos 2000 años, las poblaciones bantúes, originarias de la región tropical del oeste africano, se expandieron rápidamente por la práctica totalidad del África austral y reemplazaron a las poblaciones khoisánidas, excepto en la región de El Cabo y otras zonas áridas inadecuadas para la agricultura. Esta expansión bantú a costa de pigmeos y khoisánidos fue posible porque los primeros poseían agricultura, ganado y metales. No obstante, podemos preguntarnos de nuevo por qué estos avances fueron desarrollados por los bantúes y no por los khoisánidos.
Como en el caso americano, estas ventajas son el reflejo de diferencias biogeográfícas en cuanto a la disponibilidad de especies silvestres de plantas y animales. En lo que respecta a los animales, llama la atención que el único animal domesticado del África subsahariana fuera un ave, la pintada o gallina de Guinea. Todos los mamíferos domésticos africanos (vacas, ovejas, cabras, caballos, incluso perros) se introdujeron en el África subsahariana desde el norte, desde Eurasia. Esto puede sorprender a primera vista, pues África es contemplada hoy como el continente de los mamíferos salvajes grandes par excellence. Pero ninguna de estas conocidas especies de animales salvajes grandes era domesticable.
Todas fueron descartadas, ya por su organización social inadecuada, ya por su conducta agresiva, ya por su baja tasa de crecimiento, etc. ¡Imaginemos qué rumbo habría tomado la historia mundial si los rinocerontes e hipopótamos africanos se hubieran dejado domesticar! La caballería clásica no habría podido hacer nada contra una caballería de rinocerontes o hipopótamos. Si estos animales hubieran podido domesticarse, los africanos subsaharianos habrían hecho picadillo a los europeos. Pero la historia tuvo otro curso.
Como ya he dicho, la ganadería africana se basó en especies euroasiáticas procedentes del norte. Tal como sucede en América, el eje principal de África va de norte a sur y no de este a oeste. En consecuencia, la difusión hacia el sur de estos animales domésticos fue muy lenta, pues tenían que adaptarse a zonas con distintos climas y diferentes plagas. El ganado vacuno, ovino y caprino alcanzó la frontera norte de la meseta de Serengueti poco después del año 3000 a. C., y tuvieron que pasar 2000 años antes de que cruzara el Serengueti y llegara a los pueblos khoisánidos del África austral, justo antes que los invasores bantúes.
La historia de las plantas africanas cultivables es todavía más interesante. La agricultura basada en plantas silvestres indígenas surgió de forma independiente en África y se expandió desde el ecuador hacia el Sahara. La más conocida de estas plantas africanas es el café, una planta originaria de Etiopía que ahora se cultiva por todo el mundo. Otras plantas cultivables de la región comprendida entre el Sahara y el ecuador son el sorgo, varias clases de mijo y batatas, y la palmera oleosa. Sin embargo, en las regiones al sur del ecuador no se domesticó ninguna planta silvestre. En consecuencia, los bantúes desarrollaron la agricultura y los khoisánidos no. La agricultura fue llevada al África austral por los invasores bantúes, los cuales desplazaron a la mayoría de pueblos khoisánidos nativos.
Las dificultades para la expansión de especies domesticadas que plantea un eje norte-sur son más relevantes para los cultivos que para el ganado. Recordemos que los cultivos básicos del antiguo Egipto fueron importados del Próximo Oriente y el Mediterráneo, como el trigo y la cebada, que requieren para germinar lluvias invernales y variación estacional del fotoperiodo. Estos cultivos no podían difundirse hacia el sur más allá de Etiopía, donde llueve en verano y la variación estacional del fotoperiodo es escasa o nula. El desarrollo de la agricultura al sur del Sahara tuvo que esperar a que se empezaran a cultivar especies vegetales nativas como el sorgo y el mijo, adaptadas a las lluvias de verano africanas y a un fotoperiodo relativamente constante.
Por la misma razón, los cultivos del África central no pudieron difundirse hacia el sur, hasta la zona de clima mediterráneo del África austral, donde volvía a haber lluvias invernales y variación estacional del fotoperiodo. En este caso, la agricultura en la región de El Cabo requería cultivos del Creciente Fértil y el Mediterráneo, los cuales no podían sobrevivir a las condiciones del África central y, en consecuencia, no podían propagarse por vía terrestre a través de cadenas de agricultores. Estos cultivos no alcanzaron la región hasta la llegada de los colonos europeos en el siglo XVII. El avance bantú hacia el sur se detuvo en Natal, región a partir de la cual empezaban las lluvias invernales y los cultivos bantúes no podían florecer. Esta adaptación limitada de los cultivos tuvo consecuencias importantes para la política sudafricana moderna, debido a que los agricultores bantúes no ocupaban la región de El Cabo cuando llegaron los europeos.
Una consecuencia adicional del eje principal norte-sur africano se relaciona con una característica curiosa de la agricultura en el África tropical moderna. Algunos de los cultivos más importantes de esta región ya no son cultivos originarios de la región, sino plantas tropicales asiáticas como las bananas, las batatas y el taro, o americanas como el maíz o la mandioca. El África tropical está rodeada de océanos por ambos lados, de manera que los cultivos asiáticos no la alcanzaron hasta que los comerciantes árabes e indonesios llegaron a través del océano Índico, hace unos 2000 años. Los cultivos tropicales americanos no llegaron a África hasta que los europeos colonizaron el Nuevo Mundo y exportaron los cultivos de este continente. Si los océanos Índico y Atlántico hubieran estado unidos por tierra igual que en la amplia extensión este/oeste de Eurasia, estos cultivos tropicales asiáticos y americanos tan productivos habrían alcanzado el África tropical miles de años antes, igual que llegaron hasta Europa las gallinas y los cítricos asiáticos.
En resumen, el eje norte-sur y la escasez de especies animales domesticables fueron tan decisivos para la historia africana como para la historia americana. En primer lugar, los pueblos khoisánidos indígenas fueron superados por los pueblos bantúes en la edad del hierro, mucho más numerosos y mejor armados. En segundo lugar, aunque los bantúes tenían algunos cultivos locales en el oeste africano tropical, sólo más tarde adquirieron animales domésticos valiosos procedentes del norte. En consecuencia, la ventaja de los europeos en cuanto a armas de fuego, barcos, organización política y escritura permitió que éstos colonizaran África antes de que los africanos colonizaran Europa.
La historia de Australia
Concluiremos nuestra vertiginosa vuelta al mundo fijando nuestra atención en el último continente, Australia.
Hasta hace poco, Australia era el único continente habitado exclusivamente por cazadores-recolectores. La Australia original estaba exenta de agricultura, pastoreo, escritura, metalurgia y organización política por encima de la tribu o la banda. En consecuencia, los gérmenes y las armas de fuego europeas destruyeron la sociedad aborigen australiana. Ahora bien, ¿por qué todos los aborígenes australianos continuaron siendo cazadores-recolectores?
Hay tres razones obvias para ello. En primer lugar, hasta ahora ninguna especie animal y sólo una especie vegetal originaria de Australia (la nuez de macadamia) ha podido domesticarse o cultivarse. No hay canguros domésticos.
En segundo lugar, Australia es el continente más pequeño de todos, y la mayor parte de su extensión sólo puede mantener bajas densidades de población humana por la escasez de precipitaciones y la baja productividad de la tierra. Antes de la llegada de los europeos, la población australiana aborigen era de unas 300.000 almas.
Por último, Australia es el continente más aislado. Las únicas relaciones de los aborígenes australianos con el exterior fueron los poco frecuentes contactos marítimos con habitantes de Nueva Guinea e Indonesia. La costa noroeste de Australia, donde de vez en cuando desembarcaban pescadores indonesios, es una de las zonas más estériles de Australia, nada adecuada para los cultivos que pudieran haber traído los visitantes. En consecuencia, la barrera cultural entre Australia e Indonesia o Nueva Guinea se mantuvo llamativamente abrupta. Así, en Nueva Guinea encontramos arcos y flechas, agricultura, cerdos, gallinas y cerámica desde hace miles de años; sin embargo, ninguno de estos elementos culturales cruzó los cerca de doscientos kilómetros de agua del estrecho de Torres para difundirse por Australia.
Para hacernos una idea de la influencia del aislamiento y la pequeñez de las poblaciones en el ritmo de desarrollo, consideremos el ejemplo de la isla de Tasmania, donde vivió la sociedad humana más insólita del mundo moderno. Tasmania es una isla de unos 67.000 kilómetros cuadrados, a unos 210 kilómetros al sur de Australia y a la misma latitud de Vladivostok o Chicago.[3] Cuando los europeos llegaron por primera vez a Tasmania en 1642, la isla estaba habitada por unos 4000 cazadores-recolectores emparentados con los habitantes del continente australiano, pero cuya tecnología era más simple que la de cualquier otro pueblo de la Tierra. Repasemos algunos elementos culturales de los aborígenes australianos ausentes en los tasmanios. En primer lugar, los tasmanios no sabían encender fuego: si se apagaba el fuego de una familia, ésta tenía que pedir fuego a sus vecinos para reavivarlo. Las únicas armas de los tasmanios eran lanzas de mano y garrotes, y carecían de los bumeranes, propulsores y escudos que se usaban en el continente. Los tasmanios no fabricaban herramientas de hueso ni herramientas de piedra especializadas ni herramientas compuestas (como cabezas de hacha montadas en un mango). Su única herramienta de piedra era un raspador de mano sin pulimentar. Con estos raspadores los tasmanios no podían talar árboles ni ahuecar troncos para construir canoas. Desconocían las agujas de coser, las redes, las trampas o las cuerdas. En consecuencia, se cubrían con simples capas de una pieza. Sus embarcaciones eran balsas incapaces de mantenerse a flote más allá de veinte kilómetros. Es más, por increíble que parezca si se piensa que los tasmanios se concentraban en las zonas costeras, no comían pescado.
Los antropólogos se sienten un tanto incómodos al hablar de los tasmanios, quizá porque no pueden olvidar el trágico fin de su sociedad: los colonos británicos los exterminaron en unas pocas décadas. Es como si temieran que el reconocimiento de la simpleza tecnológica de los tasmanios pudiera interpretarse como una justificación de su exterminio, lo cual, por supuesto, es una insensatez. Así, algunos antropólogos alegan que los tasmanios tenían una tecnología simple porque no necesitaban más. Esta interpretación es a todas luces incorrecta. Cualquier grupo humano, en cualquier parte del mundo, se beneficiará de saber encender luego, tender trampas y redes, coser prendas de abrigo para los inviernos húmedos y fríos, o manejar mecanismos como el arco o el propulsor para lanzar un proyectil con mucho más impulso del que puede generar el brazo sólo. Seguramente los tasmanios se habrían beneficiado de estos conocimientos, lo mismo que otros pueblos, y su ausencia en la isla de Tasmania es algo que requiere explicación. ¿Cuál es el origen de las carencias de la cultura material tasmania?
Hay que tener presente que Tasmania estuvo unida al sur del continente australiano durante el periodo Pleistoceno, cuando el nivel del mar estaba más bajo. Hace unos 12.000 años, el nivel del mar ascendió y el puente de tierra desapareció bajo las aguas. Los seres humanos habían llegado a pie hasta Tasmania hacía decenas de miles de años, cuando la isla todavía formaba parte de Australia. Pero, tras la desaparición del puente, los tasmanios no volvieron a tener contacto con los aborígenes australianos del continente ni con cualquier otro pueblo hasta que el explorador holandés Abel Tasman llegó a la isla en el año 1642; ni los tasmanios ni los australianos tenían embarcaciones capaces de cruzar el estrecho de 210 kilómetros que separa Tasmania de Australia. Así pues, la historia de Tasmania es un caso de aislamiento humano sin precedentes fuera de la ciencia ficción, un aislamiento absoluto que duró 12.000 años.
Si todas las técnicas ausentes de Tasmania y presentes en el vecino continente australiano hubieran sido inventadas por los aborígenes australianos en los últimos 12.000 años, podríamos concluir con seguridad que los tasmanios no fueron capaces de inventarlas por su cuenta. Sin embargo, el registro arqueológico evidencia un hecho sorprendente: lo cierto es que los tasmanios abandonaron parte de la tecnología que habían traído consigo desde Australia. Así, las herramientas de hueso y las artes de pesca existían en Tasmania antes de que se cortara el puente de tierra, y no desaparecieron del todo hasta el año 1500 a. C. Esto supone una pérdida de tecnologías valiosas: el pescado podría ahumarse y suministrar comida para el invierno, mientras que las agujas de hueso podrían utilizarse para coser prendas de abrigo. ¿Por qué se produjeron estas pérdidas culturales?
A continuación ofreceré la única explicación razonable que se me ocurre. Todas las sociedades humanas pasan por modas pasajeras consistentes en adoptar prácticas poco útiles o abandonar prácticas ventajosas. Por ejemplo, se ha dado el caso de que alguna comunidad de las islas del Pacífico ha decidido por las buenas prohibir la cría de cerdos y exterminarlos, ¡a pesar de que el cerdo es el único mamífero grande disponible como fuente de carne! Pasado un tiempo, los isleños han comprendido que los cerdos eran útiles después de todo y los han importado de nuevo desde otras islas. Cuando surgen tabúes de esta clase en un área en la que hay muchas sociedades humanas en competencia, suele ocurrir que sólo unas pocas adoptan la prohibición a la vez. Las sociedades que no renuncian a la práctica ventajosa o bien desplazan a las tribus rivales que han adoptado el tabú inútil o bien se convierten en modelo para otras comunidades que se arrepienten de su error y vuelven a la práctica prohibida. Si los tasmanios se hubieran mantenido en contacto con los australianos del continente, seguramente habrían redescubierto el valor de la pesca o la fabricación de útiles de hueso. Pero esto no podía suceder tras el aislamiento de Tasmania, de manera que las pérdidas culturales se hicieron irreversibles.
Si todavía resulta difícil creer que se produjeran estas pérdidas culturales en Tasmania, podemos encontrar ejemplos similares en otros lugares, como en las remotas islas Chathem, al este de Nueva Zelanda, colonizadas por maoríes que vivieron en completo aislamiento durante al menos quinientos años. Hay otras catorce islas del Pacífico muy pequeñas y aisladas cuya población humana local se extinguió tras varios siglos de residencia. La más conocida de estas misteriosas islas es Pitcaim, famosa porque la redescubrieron los amotinados del Bounty muchos siglos después de que desapareciera la población autóctona de origen polinesio. Todas estas islas son tan pequeñas que difícilmente podrían haber mantenido más de unos pocos centenares de personas, y ésta es una población demasiado reducida para mantenerse indefinidamente en aislamiento total. Los 4000 tasmanios y los 2000 pobladores de las islas Chatham bastaron para mantener vivas sus sociedades, pero no para protegerlas contra pérdidas culturales importantes.
En resumen, podemos extraer una lección de las diferencias entre las sociedades aborígenes de Tasmania y Australia. Si lo demás no cambia, las innovaciones aumentan y las pérdidas culturales disminuyen en las áreas ocupadas por numerosas sociedades en competencia mutua, populosas y en contacto con pueblos foráneos. Si esta interpretación es correcta, su alcance podría ser mucho más amplio, pues probablemente explica (junto con la escasez de animales domesticables en Australia) por qué los aborígenes australianos siguieron siendo cazadores-recolectores de la edad de piedra mientras los pueblos de otros continentes adoptaban la agricultura y la metalurgia. También es probable que pueda dar cuenta de las diferencias entre los pueblos eurasiáticos y las sociedades agrícolas de América y el África subsahariana.
Conclusiones y perspectivas
La conclusión general que se desprende de este vertiginoso viaje por la historia humana es que ésta ha sido modelada por el entorno. Creo que la pauta más general de la historia humana (a saber, las diferencias entre las sociedades humanas en los distintos continentes) puede atribuirse a las diferencias medioambientales entre los continentes. En particular, considero que la disponibilidad de especies silvestres de plantas cultivables y animales domesticables, así como la facilidad de propagación de estas especies sin cambios de clima excesivos, han contribuido decisivamente a las diferencias en las tasas de desarrollo de la agricultura y el pastoreo. Estos factores fueron decisivos para el crecimiento de las poblaciones humanas, el aumento de las densidades de población y la disponibilidad de excedentes alimentarios, que a su vez contribuyeron decisivamente al desarrollo de la escritura, la tecnología y la organización política. Es más, las historias de Tasmania y otras sociedades aisladas sugieren que la extensión de la masa continental y el grado de aislamiento, que determinan el número de sociedades en competencia, pueden haber sido factores importantes en la evolución de la humanidad.
Como biólogo que también gusta de trabajar en el laboratorio, soy consciente de que estas interpretaciones pueden ser rechazadas como especulaciones imposibles de probar, pues no se fundamentan en experimentos reproducibles. Pero la misma objeción puede esgrimirse contra cualquiera de las ciencias históricas, como la astronomía, la biología evolutiva, la geología y la paleontología; y, por supuesto, contra la investigación histórica en general. Es por esto por lo que algunos se resisten a adjudicar a la historia la categoría de ciencia: se la clasifica como una ciencia social, es decir, como una disciplina más bien poco científica.
Pero recordemos que la palabra «ciencia» no se deriva del vocablo latino correspondiente a «experimento de laboratorio reproducible», sino del correspondiente a «conocimiento». En la ciencia se busca conocimiento y comprensión mediante cualquier medio disponible y apropiado. Hay muchos campos que nadie vacilaría en considerar científicos aunque los experimentos de laboratorio repetibles sean inmorales, ilegales o imposibles. No podemos manipular las estrellas, no podemos inducir o parar una glaciación, ni experimentar con dinosaurios en evolución. Sin embargo, podemos adquirir un conocimiento profundo en estos campos históricos por otros medios. Deberíamos ser capaces de entender la historia humana, pues la introspección y los registros escritos nos permiten saber más de nuestros antepasados que de los dinosaurios. Así pues, confío en que al final podamos explicar de manera convincente el curso general de la historia humana.
BIBLIOGRAFÍA
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