Capítulo 19
Una vez más Lucía se acostó y el sueño se negó a acudir a sus ojos. No había vuelto a ver a Álvaro desde la noche en que Berta volvió del hospital más que de lejos. Ninguna mañana habían coincidido a la hora de desayunar y en el comedor, él siempre estaba sentado con toda su familia a una mesa completa, y ella no se había acercado. Tampoco a Sonia la veía mucho últimamente porque ahora que la actividad había disminuido un poco al iniciarse septiembre, ella y Sergio iban al pueblo con cierta frecuencia y cenaban allí, y no se les veía el pelo hasta la mañana siguiente. Cenaba sola y se retiraba a su cabaña a leer un rato. Y cada noche se decía que ya faltaba un día menos para que tuviera que marcharse y cada día estaba más segura de que su corazón se quedaría en Gredos cuando acabara el verano.
Unos golpes en la puerta la hicieron sentarse bruscamente en la cama. Se levantó y se acercó a la puerta.
—¿Quién es? —preguntó.
—Sonia.
Abrió.
—¿Esperabas a otra persona? —preguntó su amiga al notar su cara levemente decepcionada.
—¡Claro que no! ¿A quién iba a esperar? Es solo que no sueles aparecer mucho por aquí últimamente.
—¿Y ese chico pelirrojo que viene todos los días a que le pongas una inyección?
—El que deba pincharle todos los días no quiere decir que me haya liado con él.
—¿Y qué tal anda de culo?
—Pues con dos cachas como todos.
—Hija, ¿ni siquiera ahora que has terminado con Roberto y estás libre de nuevo ves un buen culo más que de forma profesional?
—Ni siquiera.
Sonia se dejó caer en la cama que hacía casi dos semanas que no usaba.
—Lo tuyo es grave —dijo—. No me puedo creer que te hayas pasado todo el verano aquí dedicada solo a esa niña y sin enrollarte con nadie.
—Tú has aprovechado el tiempo por las dos.
—¿Es un reproche?
—Claro que no. ¿Y se puede saber a qué se debe hoy el honor de tu visita? ¿Tu Romeo te ha suplicado que le des una noche de descanso? Porque te lo vas a cargar…, ¿o has vuelto a decidir darle la oportunidad de que pase la noche con otra?
—No, qué va… Si él es peor que yo. Pero Jorge ha vuelto y Carolina va a salir con él y probablemente pasará la noche en el pueblo. No quiere que Antonio se entere y necesita que alguien se quede con Berta esta noche. Y como a mí me ha bajado la regla hemos decidido que se quede él.
—Ya decía yo… ¿Y cómo vas a soportar toda una noche sin tu rubio?
—Ya nos desquitaremos mañana.
—¿No tienes la regla?
—Bueno, hay otras cosas…
—Ya…
—Además, no me queda mucho tiempo que estar aquí; tenemos que aprovecharlo.
Lucía la miró divertida.
—¿Qué miras?
—¡Que yo sí que no me puedo creer que te hayas pasado todo el verano con el mismo tío!
—Es que Sergio no es un tío como los demás. Es inteligente, a pesar de ser rubio y cachas, aquí el tópico no funciona, divertido, sexy… incansable en la cama. Y dentro de unos días me marcharé y no lo veré más. Tengo toda la vida para enrollarme con el resto del mundo.
—¿Y tú crees que encontrarás otro que se le iguale?
Sonia se puso seria de pronto.
—Lo dudo…
—¿Sonia…? —preguntó Lucía mirándola fijamente, sorprendida por el tono de su voz.
—No quiero hablar de eso. Todavía quedan nueve días. Y siempre puedo venir el año próximo como cliente y echar un polvo de recuerdo.
Lucía se incorporó en la cama.
—¿Qué pasa? ¿Te gusta?
—¡Pues claro que me gusta, no te jode! —saltó brusca—. Si no me gustara no habría habido siquiera una segunda vez.
—No me refiero a eso, sino a algo más profundo.
—Nada que me vaya a quitar el sueño —dijo con cierto apresuramiento—. Simplemente le echaré de menos en la cama. No abundan los tíos que encajen sexualmente conmigo tan bien como Sergio.
—¿Y nada más?
—Por supuesto; nada más. Cuando acabe el verano no se quedará mi corazoncito en Gredos, no te preocupes.
—Menos mal… es un alivio saberlo —respondió su amiga pensando que él suyo sí se quedaría. Por partida doble.
—Buenas noches, Lucía. Voy a intentar descansar; no he dormido muchas horas en los últimos días.
—No, yo tampoco.
Ambas guardaron silencio pero ninguna de las dos pudo conciliar el sueño. Las dos permanecieron quietas haciendo creer a la otra que dormía para evitar preguntas que no querían contestar.