Acerca del más allá

No es posible encender en otros seres la llama que iluminó todos los caminos del hombre sobre la tierra sin tener en cuenta —y de una manera viva— el problema de lo que vendrá después de la muerte. Es de todo punto imprescindible anotar que un vivo temor, fuera de toda lógica, asalta a los occidentales cuando se enfrentan con la proximidad de la otra orilla. Existen excepciones entre los místicos y entre aquellos que poseen una fe profunda; pero son excepciones. Lo corriente es que el ala del terror se apodere de aquellos que se hallan en el trance de abandonar el mundo.

Alguien dijo una vez que la tierra sólo es abandonada por quien quiere abandonarla. Esto lo conocen a fondo todos los filósofos orientales, muy en particular los hindúes. Este concepto fue en cierto modo inaccesible a las inteligencias de Occidente hasta que algunas mentalidades superiores de Oriente, quienes a su vez conocían a fondo la mentalidad occidental, se dedicaron a aclararnos el problema. Entre los que emprendieron esta tarea sobresalen hivekananda y Ramacharaka. El primero, para emplear una expresión occidental, se expresa en un idioma metafísico; el segundo, es eminentemente práctico, por cuanto ha comprendido más de cerca las necesidades de Occidente.

Por esta razón la obra que reeditamos hoy se considera una de 1as más accesibles a todas las inteligencias. No es difícil extenderse en largas divagaciones a propósito de la posición del yogi Ramacharaka, si las relacionamos con algunos de los grandes poetas ocultistas —como Dante Alighieri, Milton o Virgilio—; pero tal exposición exegética trascendería los límites de esta obra. Y, en último análisis, Ramacharaka lo ha comprendido así al eliminar todas aquellas expresiones que puedan oscurecer la comprensión del lector. A pesar de ello, nada de lo fundamental está excluido; y todos aquellos que sigan atentamente y sin precipitaciones e1 decurso de este libro podrán formarse una idea exacta del problema que nos ocupa. En todo caso, nada más confortador que llegar por anticipado al convencimiento de que la muerte no es otra cosa que un tránsito y que sólo depende de nosotros asomarnos a él sin que abrumadoras telarañas nos enturbien el espíritu. Y esto lo prueba el Yogi Ramacharaka de manera sencilla y concluyente. Como nos prueba también que existe una medida de la vida que es inseparable del paso postrero, porque tal paso no es más que el acceso a planos que nos llevan —como D’Annunzio quería— hacia una más vasta vida.

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