El extraño olor sacó a Ragnar de su ensimismamiento. Alzó la vista. Ya era de noche otra vez y los sonidos de los lejanos enfrentamientos llenaban la oscuridad. A Ragnar le pareció que la lucha se acercaba. Los guerreros alrededor de él se preparaban para el combate. Algunos avanzaban presurosos hacia las posiciones de vanguardia. Urlec y el resto de Lobos Espaciales que estaban cerca de él comprobaban las armas. Parecían preparados para volver a combatir en el mismo instante que hiciera falta. Frunció la nariz. Había en el aire un leve olor que le puso de punta los pelos de la nuca.
Miró a la espada, reacio a abandonar los recuerdos de aquellos hechos que ocurrieron hacía tanto tiempo, y de los camaradas y enemigos. Algunos ya habían muerto. Otros habían caído en desgracia. Algunos habían encontrado un final más extraño todavía. Pensó en el curioso giro del destino que lo había llevado a conocer la verdad sobre el asesino contra el que combatió aquella noche tan lejana. El relato de lo ocurrido jamás entraría en los anales del Capítulo. Se encogió de hombros y sonrió mientras se ponía en pie. Pensó que era bueno recordar el pasado, saber de dónde venía y el largo camino que había recorrido, pero en ese momento era necesario vivir en el presente. El olor que había captado indicaba la presencia de enemigos. Los hombres, al ver que se levantaba, se pusieron en pie a su vez y prepararon las armas. Les indicó por gestos que estuvieran atentos. Ellos respondieron de forma, inmediata, poniéndose a cubierto, metiéndose en los pozos de tirador y vigilando la oscuridad.
La tierra se estremeció cuando un proyectil estalló cerca de allí. El impacto levantó una enorme columna de polvo y lanzó al suelo a bastantes hombres. Los destellos de los disparos del fuego de contrabatería iluminaron el cielo. Ragnar olfateó el aire de nuevo. Sentía la presencia de la hechicería. Unas extrañas energías flotaban en derredor. Por lo que parecía, los seguidores del Caos todavía no habían acabado de luchar.
Se concentró en descubrir el origen de su inquietud. Ya se había dado cuenta de su existencia, por lo que era más fácil localizarlo. Distinguió en los árboles de un bosque cercano las enormes siluetas de unos Marines Espaciales que no pertenecían a su Capítulo y que no eran leales al Emperador. Ragnar estaba seguro de que habían utilizado la magia para ocultar su acercamiento. Por lo visto, estaban deseosos de devolverles el ataque sorpresa anterior. Ragnar lo comprendió. Lo de aquella mañana no había sido más que una pequeña escaramuza en la guerra inacabable entre el Imperio y el Caos, entre los Lobos Espaciales y los Mil Hijos. Así era el universo: incontables facciones enfrentadas en combates interminables. Habló en voz baja por el canal de comunicación y ordenó a sus hombres que estuvieran preparados. Si actuaban con rapidez podrían darle la vuelta a aquel ataque sorpresa.
—¡Fuego! —gritó, y los últimos vestigios de aquellos recuerdos desaparecieron arrastrados por los violentos combates.
Tenía una guerra por ganar.
Siempre había una guerra por ganar.