Prólogo de Luis G.
Berlanga
Edición de Ana
Estevan
PrólogoEl cuento que quizás escriba algún
día
No sé si me piden este prólogo por mi cargo de director de la
colección La Sonrisa Vertical, o por considerarme erotómano mayor
del reino, como me define algún amigo. En todo caso, cumplo con mi
deber no sin cierta inquietud, ya que, ofreciéndose este libro como
exaltación jubilosa del verano, se supone que debería unirme con
entusiasmo cálido (y nunca mejor dicho) a los gozosos relatos que
transcurren entre playas, bikinis, concupiscentes oleajes,
inextricables selvas, calurosos y exiguos cuartos, islas exóticas,
ciudades turísticas y blanquísimas azoteas. Relatos que se
desarrollan todos, en suma, durante el verano, ese periodo estival
que es normalmente tiempo de vacaciones y que, a mi parecer, genera
siempre el apagado estremecimiento del bostezo.
Confieso que mis ya casi olvidadas erecciones no han estado
nunca provocadas por desnudeces atractivas tostándose bajo un sol
que sólo me ha ofrecido sudores y melanomas
cutáneos.
Podría confirmar este rechazo una vieja idea, la que vertebra
el cuento que quizás escriba algún día. En ese cuento, el
protagonista encuentra a una hermosa mujer en el escenario de una
playa nudista, y, a partir de un cruce de miradas, toda la pasión
del personaje masculino se concentra en realizar denodados
esfuerzos para lograr vestir a la mujer, calzarla, adornarla con
toda la panoplia fetichista de la seducción, partiendo de la idea
de que el atuendo es un posible generador del goce orgásmico, y
para buscar un escenario alejado de la arena en que los dos se han
conocido.
Pero de pronto me doy cuenta de que la aventura del
protagonista de mi historia nace en una playa. Sin el ambiente
veraniego nada habría sido posible. Así pues, que a nadie le
extrañe que estas líneas mías precedan a la luminosidad estival de
estas narraciones tórridas que disfrutarán, sudorosos o no,
nuestros lectores.
Luis G. Berlanga Madrid, marzo de
2002