Cuando sigues la corriente, el mundo sale a tu encuentro
Campo de la información
El espacio de las variantes representa un campo de la información o la matriz energética; el patrón de qué y cómo tiene que ser. Cuando la energía, sintonizada con un sector determinado de la matriz, «ilumina» el patrón, éste se realiza en su forma material. Aquí surge la pregunta: ¿es posible utilizar esta información mientras se conserve en forma no realizada? Es decir, ¿podemos «asomarnos» al futuro?
Se puede decir que todos lo hacemos diariamente. La conciencia es incapaz de leer la información desde el espacio de las variantes. En cambio, el subconsciente se conecta directamente con el campo de la información. Precisamente de ahí proceden nuestros presentimientos, intuición, predicciones, descubrimientos, obras de arte.
La información llega a la conciencia bien desde el mundo exterior como interpretación de datos externos, bien desde el subconsciente, a nivel de la intuición. Los datos grabados en el campo son, por así decirlo, la verdad pura. En otras palabras, es una información objetiva, libre de cualquier interpretación. Al pasar por los filtros de la mente, la verdad se convierte en una interpretación, es decir, en un conocimiento. Todos los seres vivos perciben la verdad a través de su interpretación. Una gallina ve y percibe el mundo de una manera totalmente diferente a como la hace una persona. Incluso distintas personas ven y comprenden las mismas cosas de diferente modo. Por ende, el conocimiento es una forma de la verdad en cierto grado desfigurada.
En el campo de la información, los datos están organizados en una difícil estructura energética.
En esa estructura está grabado todo lo que haga mover la materia según las leyes establecidas. Primero, el subconsciente (el alma) recibe los datos del campo de información, luego la conciencia (la mente) los interpreta y los trasmite en una descripción verbal o simbólica. Así se hacen descubrimientos o se crea algo nuevo: la música, las obras maestras, es decir, lo que una persona no ha podido ver ni saber directamente. De la misma manera surgen los conocimientos intuitivos y los presentimientos.
Es posible que todo eso te choque y te haga desconfiar. ¿Resulta entonces que la mente no es capaz de crear nada nuevo y recibe, simplemente, los datos del campo de información? No es del todo cierto. La mente puede construir un objeto nuevo o resolver un problema manejando objetos conocidos y construcciones lógicas. En otras palabras, la mente puede levantar una casa nueva con los cubos viejos. Pero no es capaz de obtener algo completamente nuevo, es decir, lo que no se pueda construir de lo viejo.
Los descubrimientos fundamentales de la ciencia no surgen como resultado de razonamientos lógicos, sino como un destello, como una información proveniente de la nada. Lo mismo se refiere a los inventos geniales. Una buena melodía no se compone combinando notas, sino que viene como por sí sola. Las obras maestras no se crean como resultado del dominio de la técnica profesional, sino que nacen por inspiración. Un cuadro hecho con una técnica de dibujo impecable no necesariamente será una obra maestra. Lo que lo convierte en una obra maestra es algo que esté fuera de los márgenes de una ejecución técnica. La poesía que conmueve el alma no se crea como resultado de una elección razonable de las rimas, sino que procede del mismo lugar: de las profundidades del alma.
Toda la creatividad basada en la inspiración e iluminación no tiene nada que ver con la mente. Sólo luego, la mente convierte los productos de creación en sus atributos. Por ejemplo, la mente puede hacer una copia perfecta de una obra maestra. Pero no es capaz de crear una nueva. La mente analiza los datos obtenidos del campo de información por el subconsciente y los materializa en una interpretación simbólica, bajo la forma de cuadros, melodías, versos, fórmulas, esquemas, etcétera.
De momento no se nos da la capacidad de saber de qué modo el subconsciente obtiene acceso al campo de información. Sólo podemos ser testigos de cómo se manifiesta este acceso. Un ejemplo de eso es la clarividencia, en otras palabras, la capacidad de percibir eventos que, bien tuvieron lugar en el pasado, bien no sucedieron todavía, bien ocurrieron fuera del campo visual del clarividente. Al no comprender el mecanismo de esos fenómenos los declaramos como paranormales. Los péndulos de la ciencia fundamental, por no reconocer su impotencia ante los hechos, no los toman en serio.
Sin embargo, esos fenómenos no dejan de ser hechos reales sólo porque no seamos capaces de explicarlos, y no los podemos descartar porque sí.
Hay personas que son capaces de ver los acontecimientos en el campo de la información tan claramente como si todo sucediera delante de sus ojos en el mundo material. Ese tipo de personas es capaz de sintonizarse exactamente con los sectores realizados en el espacio de las variantes. Por ejemplo, para sintonizarse con un sector de la persona desaparecida, el clarividente tiene que ver la foto de esa persona o tocar varias veces las pertenencias del desaparecido. A veces hasta la policía recurre a los servicios de esos médiums.
No todos pueden ver con claridad; por ende surgen errores. Hay dos razones para esos errores. La primera está relacionada con que el médium se sintoniza con un sector que nunca fue y nunca será realizado. Los diferentes sectores, según la distancia relativa que guarden entre sí, pueden diferir mucho o casi nada en cuanto a escenarios y decorados. La segunda razón está en la interpretación de los datos. Por ejemplo, los antiguos médiums y profetas, al observar los escenarios insólitos del futuro, los interpretaban a su manera según el nivel de sus conocimientos. Por ende, las predicciones pueden a menudo ser inexactas.
Tú eliges si creer o no en todo esto. No olvides que el Transurfing es sólo un modelo que permite utilizar las leyes del universo en interés propio y no se dedica a describir la estructura del mundo. El Transurfing tampoco es un monumento de granito con la inscripción: «Precisamente aquí está la madre del cordero». La verdad, como ya sabes, siempre está por aquí cerca. La idea de que el ser humano sea capaz de sintetizar todo lo nuevo con ayuda de su mente, también es sólo una suposición. Además de ser cómodo, estamos acostumbrados a ese modelo. Aún debo advertirte que ese esquema de la vida al que estamos acostumbrados es tan improbable como el modelo del Transurfing. En principio, para nosotros no tiene mucha importancia cómo sucede todo. El hecho es que los datos del espacio de las variantes llegan a nosotros de una manera inexplicable y se revelan como insinuaciones, visiones, iluminaciones, señales. Y nosotros debemos comprender, en la medida de lo posible, el significado de esos datos.
Conocimientos de ninguna parte
Sólo unos pocos elegidos son capaces de leer claramente los datos del campo de la información. La mayoría recibe sólo repercusiones de estos datos en forma de presentimientos efímeros y conocimientos poco claros. Los científicos y la gente creativa captan los rayos de luz sólo después de reflexionar muchos días, quizá años enteros.
Descubrir algo nuevo es muy difícil, porque por mucho que pienses, la frecuencia de la emisión mental se sintoniza con más facilidad con sectores ya realizados del espacio de las variantes. Y todo lo fundamentalmente nuevo se halla siempre en sectores no realizados. ¿Y cómo debe uno sintonizarse con esos sectores? Por ahora no se nos da saberlo. Cuando la búsqueda de una solución nueva en sectores realizados no da resultado, el subconsciente, de un modo inexplicable, sale casualmente en un sector no realizado, donde los datos no están envueltos en forma de interpretaciones simbólicas habituales, por lo que el subconsciente los percibe como información imprecisa y poco clara. Si la mente logra captar la esencia de esa información, surge una repentina y clara comprensión de las cosas.
En el funcionamiento de nuestra conciencia y del subconsciente abundan la ambigüedad y las contradicciones. Pero aquí no vamos a tratar todos esos problemas, sino que exploraremos sólo sus aspectos aislados. Para más simplicidad y para no liarnos con la terminología y semántica, designaremos «mente» a todo lo relacionado con la conciencia, y «alma» a lo que se relaciona con el subconsciente.
Si la mente comprendiera lo que el alma le quiere decir, la humanidad obtendría acceso directo al campo de la información. Es difícil de imaginar a qué alturas habría llegado nuestra civilización en este caso. Pero la mente no sólo no sabe escuchar: tampoco lo quiere hacer. La atención del hombre está ocupada constantemente, ya por objetos del mundo exterior, ya por pensamientos interiores y sensaciones emocionales. El monólogo interior casi nunca cesa y se encuentra bajo el control de la mente. Ésta no escucha las débiles señales del alma y sigue con autoridad en lo suyo. Cuando la mente «piensa», está operando con categorías, clasificando propiedades de todos los objetos visibles en los sectores realizados. En otras palabras, piensa con ayuda de las etiquetas establecidas: símbolos, palabras, ideas, esquemas, reglas, etcétera. La mente intenta poner cualquier información en su sitio según la etiqueta correspondiente.
Todo lo que existe en el mundo tiene su etiqueta: el cielo es azul, el agua está mojada, los pájaros vuelan, los tigres son peligrosos, en invierno hace frío, etcétera. Si alguna información llega de un sector no realizado y, por tanto, no tiene todavía ninguna etiqueta razonable, la mente la percibe como un conocimiento incomprensible. Si consigue introducir para ese conocimiento una etiqueta nueva o logra explicarlo dentro de los márgenes de las etiquetas antiguas, nace el descubrimiento.
Es muy difícil encontrar siempre una etiqueta adecuada para un conocimiento totalmente nuevo. Imagina a una persona que oiga música por primera vez. La música también es una información en forma de sonidos. Cuando la mente recibe esta información, la sabe, pero no la comprende.
De momento no tiene etiqueta ni descripción para eso. La comprensión aparece después, cuando el individuo escucha la música repetidamente y le muestran todas las designaciones y objetos relacionados con la música: los músicos, los instrumentos, las notas, las canciones. Pero para la mente oír la música por primera vez era un conocimiento real y un misterio impenetrable al mismo tiempo.
Intenta explicar a un niño pequeño la siguiente descripción: «la leche es blanca». El niño, que acaba de empezar a utilizar las categorías abstractas, te hará un montón de preguntas. Y bien, qué es la leche lo sabe. Pero ¿qué significa blanca? Es un color. ¿Qué es un color? Es una propiedad de las cosas. ¿Y qué es una propiedad? ¿Y la cosa? Y así hasta lo infinito. Más fácil que explicárselo todo sería enseñarle objetos de diferentes colores. Entonces su mente fijará la diferencia entre objetos como categoría abstracta de color. De esta manera, el niño asigna descripciones y etiquetas a todo lo que le rodea y luego, al pensar, utiliza esas descripciones. El alma, a diferencia de la mente, no utiliza etiquetas ni descripciones. Por tanto, ¿cómo se puede explicar a la mente que «la leche es blanca»?
Desde el momento en que la mente empezó a pensar con ayuda de categorías abstractas, la relación entre mente y alma se atrofió poco a poco. El alma no utiliza esas categorías; no piensa ni habla, sino que siente o sabe. No puede expresar con palabras o símbolos todo lo que sabe. Por ende, la mente y el alma no pueden llegar a un acuerdo. Supongamos que el alma se haya sintonizado con el sector no realizado y haya reconocido algo que en el mundo material todavía no existe. ¿Cómo puede hacer llegar esa información a la mente?
Además, la mente siempre está ocupada con sus habladurías. Ella considera que todo se puede someter a una explicación razonable y mantiene un control constante sobre toda la información entrante. Del alma le llegan sólo unas señales confusas, a las que la mente no siempre es capaz de definir con ayuda de sus categorías. Los sentimientos y conocimientos poco claros del alma se hunden en los pensamientos en alto de la mente. Cuando flaquea el control de la mente, los sentimientos y conocimientos intuitivos se abren paso hasta la conciencia.
Esa ruptura se revela como un presentimiento vago, también llamado voz interior. La mente se ha distraído y, en ese momento, has podido percibir los sentimientos y conocimientos del alma. Eso es precisamente el susurro de las estrellas de madrugada: la voz sin palabras, reflexión sin pensamientos, el sonido sin volumen. Comprendes algo, pero muy vagamente. No piensas, sino que intuyes. Cualquiera, en algunas ocasiones, ha experimentado lo que es la intuición. Por ejemplo, sientes que alguien está por venir, o que algo va a ocurrir, o simplemente sabes algo sin explicación alguna de por qué lo sabes.
La mente siempre está ocupada generando pensamientos. La voz del alma se ahoga, literalmente, en esa «mezcladora de pensamientos», por eso es tan difícil obtener el acceso a los conocimientos intuitivos. Si paramos la carrera de los pensamientos y nos limitamos a contemplar el vacío, podemos oír el susurro de las estrellas de madrugada: la voz interior sin palabras. El alma es capaz de encontrar respuestas a muchas preguntas si prestas oídos a su voz.
Es bastante difícil enseñar al alma a sintonizarse intencionalmente con los sectores no realizados y, al mismo tiempo, obligar a la mente a escuchar lo que el alma quiere decirle. Empecemos por algo simple. El alma tiene dos sensaciones bastante claras: la sensación, de confort interior y la sensación de incomodidad interior. La mente tiene sus denominaciones para estas sensaciones: «estoy bien» o «estoy mal», «estoy seguro» o «estoy preocupado», «me gusta» o «no me gusta».
En la vida tenemos que tomar decisiones a cada paso: hacer lo uno o hacer lo otro. La realización material se mueve por el espacio de las variantes, y el resultado de estos movimientos es lo que llamamos nuestra vida. Dependiendo de nuestros pensamientos y nuestra actitud se realizan unos u otros sectores. El alma tiene acceso al campo de información. De algún modo inexplicable, ella ve lo que está delante, en los sectores que se aproximan, pero todavía no están realizados. Si el alma se ha sintonizado con un sector aún sin realizar, sabe lo que le espera ahí: algo agradable o algo desagradable. La mente percibe estos sentimientos del alma como vagas sensaciones de confort o incomodidad interiores.
El alma sabe muy a menudo lo que le espera. E intenta anunciarlo a la mente con la voz débil. Sin embargo, ésta casi no la oye o no da importancia alguna a los presentimientos confusos. La mente está dominada por los péndulos, demasiado preocupada por solucionar problemas y muy convencida en la sensatez de su actitud. Toma las decisiones volitivas, guiándose por el razonamiento lógico y el buen juicio. No obstante, es bien sabido que los razonamientos lógicos no garantizan en absoluto una solución correcta. El alma, a diferencia de la mente, no piensa: ella siente y sabe, por lo que no comete errores. La gente muy a menudo cae en la cuenta demasiado tarde: «¡Sabía que de eso no podía resultar nada bueno!».
El asunto está en aprender a definir lo que el alma dice a la mente en el momento de tomar la decisión. Y hacerlo no es tan difícil. Sólo necesitas ordenar a tu Celador que vigile el estado en que se encuentra el alma. Supongamos que estás tomando una decisión. Tu mente está completamente captada por el péndulo o absorta en la búsqueda de una solución para el problema. Para poder escuchar en este momento el susurro de las estrellas de madrugada, será suficiente con recordar que debes prestar atención al estado de tu alma. Resulta ser tan trivial que ni siquiera es interesante. Pero es así. El problema está sólo en prestar atención a tus sentimientos. La gente tiende a confiar más en los argumentos razonables que en sus sentimientos. Por ende, la gente ha perdido la costumbre de prestar atención al estado de su comodidad interior.
Supongamos que en la mente proyectas una de las variantes de solución de tu problema. En este momento tu mente no se guía por los sentimientos, sino por razonamientos sensatos, y no está dispuesta, en absoluto, a asimilar cualquier sentimiento. Si lograste recordar, presta atención a cómo te sientes. ¿Hay algo que te ponga alerta, te preocupe, inspire temor o no te guste? Ya has tomado la decisión. Ordena a la mente callar un momento y pregúntate: «¿Te sientes bien o mal?». Ahora escoge otra variante de la decisión y pregúntate de nuevo: «¿Te sientes bien o mal?».
Si no tienes una sensación explícita, eso quiere decir que tu mente todavía es muy mala oyente. Haz que tu Celador te obligue más a menudo a prestar atención a tu comodidad interior. Aunque puede que la respuesta a tu pregunta sea ambigua. En este caso no se puede confiar en estos datos tan indefinidos. Queda actuar de la manera que tu mente te dicte. O simplificar la pregunta.
Si lograste obtener la respuesta explícita «sí, estoy bien» o «no, estoy mal», significa que has podido escuchar el susurro de las estrellas de madrugada. Ahora conoces la respuesta. Eso no significa que debas actuar conforme a lo que te dicte el alma. No siempre somos libres en nuestro modo de actuar. Pero, al menos sabrás qué es lo que te espera en el sector no realizado.
El Suplicante, el Resentido y el Guerrero
Existen dos modos de actuar frente las situaciones que nos brinda la vida: dejarse llevar por la corriente, como un barquito de papel que no tenga voluntad propia, o remar contra la corriente, insistiendo obstinadamente en lo de uno.
Si uno se queda inactivo, no demuestra su iniciativa, no ambiciona, cuando se limita sólo a existir, entonces le rige la vida. El hombre se convierte en marioneta de los péndulos, que obran con su destino a sus anchas. Al asumir tal postura, el hombre renuncia a elegir su propio camino en la vida. Su elección, en este caso, consiste en que su destino esté predeterminado: que pase lo que deba pasar. Al estar conforme con esa condición, confirma que es imposible evitar aquello a lo que estés predestinado. Y tiene toda la razón, puesto que para él, en el espacio, existe también esa variante.
Después de semejante elección, a uno no le queda otra que lamentarse del destino, sin hacer nada, y confiar en las fuerzas superiores.
Al poner su vida a disposición de manos ajenas, el hombre tiene dos caminos para moverse por la vida. Desplazándose por el primer camino, puede resignarse y mendigar para su vida, dirigiendo sus súplicas a los péndulos o a las supuestas fuerzas superiores. Los péndulos obligan al Suplicante a trabajar, y éste se rompe el espinazo toda la vida para ganar una módica subsistencia. El Suplicante apela ingenuamente a las fuerzas superiores, pero a éstas nada les importa.
El Suplicante declina toda responsabilidad por su destino, diciendo que «todo es voluntad de Dios». Y si es así, sólo hay que pedirlo bien y, como Dios es misericordioso, te lo dará. «¡Montañas y valles! ¡Ríos y mares! ¡Oh, cielo! ¡Oh, tierra! ¡Me inclino ante vuestro poder! Me colman la fe y la veneración. ¡Yo creo que me ayudaréis a comprar mi periódico matutino!». ¿Qué, te parece demasiado exagerado? Nada de eso, porque para las poderosas fuerzas superiores, un periódico matutino o un castillo da lo mismo: todo les es posible. ¡Eres tú, entonces, quien había pedido mal! Bueno, pues, sigue pidiendo.
Existe un chiste ruso que dice así: un tipo, tumbado en el sofá, reza: «Dios, ayúdame a ser rico. ¡Si es que Tú lo puedes todo! ¡Tengo fe en Tu poder! ¡Confío en Tu misericordia!». Y Dios le contesta con enojo: «¡Tío, al menos cómprate un billete de lotería!». Así es, una postura muy cómoda: quitarse toda la responsabilidad de encima y revolcarse, al mismo tiempo, en su importancia interior. ¿En qué se revela aquí la importancia? El hombre se ha creído una figura tan importante que considera que Dios, con todo su poder y misericordia, debe preocuparse por su bienestar. Demasiado ha recibido ya el hombre de Dios: la libertad de elegir, pero aquél, por su infantilismo, no quiere aceptar el regalo y está siempre descontento.
El infantilismo encuentra su justificación en la multitud de obstáculos que hay en el camino hacia el objetivo. Siempre hay algo que molesta al hombre. Pero a fin de cuentas, lo que le molesta es lo que él mismo creó: los potenciales excesivos surgidos al dar demasiada importancia a las cosas, las fuerzas equiponderantes y los péndulos, que aparecen como consecuencia de potenciales. Todo resulta como en aquel juego infantil.[17] «¡Gansos-gansos! — «¡Ga-ga-ga!» — «¿Tenéis hambre?» — «Sí-sí-sí» — «¡Venga, volad aquí!» — «¡No podemos, el lobo gris está cerca de la montaña y no nos deja ir a casa!».
Si a uno no le conviene el papel del Suplicante, puede elegir el segundo camino: aceptar el papel de Resentido, es decir, expresar su disgusto y exigir lo que supuestamente le corresponde. El Resentido, con sus pretensiones perjudica más todavía su destino. Como ejemplo pongamos otra alegoría.
Un hombre visita una galería de arte donde no le gusta lo expuesto, y se considera con pleno derecho a expresar su disgusto. Empieza a patear, a amenazar, a exigir, incluso a romperlo todo a su alrededor. Por supuesto, seguido a eso viene el castigo. El hombre se ofende aún más y sigue indignándose activamente: «Pero ¿cómo es posible? ¡Si es que ellos deberían haber echado los hígados para satisfacerme!». Y no se le pasa por la cabeza que es sólo un huésped en este mundo.
Desde el punto de vista del Transurfing ambos caminos son absurdos. Por tanto el Transurfing te ofrece un camino totalmente nuevo: no pidas, tampoco exijas, simplemente, ve y coge.
¿Y qué hay de nuevo aquí? De esa manera, precisamente, actúa el hombre que haya hecho otra elección: mi destino está en mis manos. Él empieza luchar por su lugar bajo el sol. Al asumir la posición severa, el hombre libra una guerra contra los péndulos, se implica en la competición, se abre paso a codazos. Resumiendo: toda su vida es una lucha incesante por la existencia. El hombre ha elegido la lucha, y esa variante también existe en el espacio de las variantes.
Ya sabemos que tanto la resignación como el descontento nos implican en la dependencia de los péndulos. Recuerda lo que habíamos dicho en los capítulos anteriores sobre los potenciales de importancia y comprenderás todo con más claridad. El Suplicante crea el potencial de su culpa y se entrega voluntariamente a las manos de los manipuladores. El que pide supone de antemano que está obligado a pedir y esperar: tal vez le darán. El Resentido crea el potencial de descontento, vuelve contra sí las fuerzas equiponderantes y arruina activamente su destino.
La posición del Guerrero que haya elegido la lucha es más productiva, pero su vida es muy difícil y requiere grandes esfuerzos. Por mucho que el hombre resista, sólo se envuelve más en la telaraña. Le parece que está luchando por su destino pero, en realidad, sólo consume su energía en vano. A veces el hombre alcanza la victoria. ¡Pero a qué precio! La victoria se expone a la consideración del mundo entero y todos vuelven a convencerse de que los laureles no se consiguen tan fácilmente. De esta manera se crea y fortalece la opinión pública: para alcanzar algo hay que trabajar duro o luchar audazmente. La opinión pública se forma prácticamente por los péndulos. Los potenciales de importancia sirven de comederos para los péndulos. Si creemos que es difícil alcanzar nuestro objetivo, nos habla la importancia exterior. Si creemos que sólo individuos dotados de cualidades extraordinarias pueden alcanzar ese objetivo, nos habla la importancia interior. Por el camino hacia el objetivo a uno le dejarán tal y como vino al mundo. Puede que le permitan llegar hasta el final. Y estará muy contento, sin comprender que ha gastado energía, no tanto por alcanzar el objetivo, como por las ex acciones de los péndulos.
La imagen que resulta es más o menos la siguiente. Para llegar a su objetivo un hombre debe atravesar una multitud de pedigüeños que vocean, le impiden el paso, le asen de la mano. El hombre intenta justificarse, disculparse, dar dinero, empujar, abrirse paso, pelear. Por fin, con mucha dificultad llega a su meta. La energía gastada para obtener el objetivo propiamente dicho constituye sólo una pequeña parte y está destinada sólo para mover los pies. La energía restante se ha gastado en la lucha contra los pedigüeños importunos.
Al romper las trabas de los péndulos el hombre obtiene la libertad. Los pedigüeños le dejan en paz y pasarán a otra gente. Como recordarás, para librarse de los péndulos es imprescindible renunciar a la importancia exterior e interior. Si lo haces, los obstáculos por tu camino hacia el objetivo se autoeliminarán. Es entonces cuando podrás no pedir, no exigir y no luchar, sino simplemente ir y coger.
Ahora surge la pregunta: ¿cómo se debe comprender la frase «ir y coger» y qué es lo que habría que hacer para eso? Todo el resto de este libro se dedica a responder a esa pregunta, por lo que pronto sabrás todo. Hemos trazado, por el momento, la estrategia general a la hora de elegir el destino. Los papeles de Suplicante, Resentido y Guerrero no nos convienen. ¿Qué papel crees que asigna el Transurfing al dueño de su destino en el juego llamado vida? Tu tarea será responder a esta pregunta.
Mientras tanto, veamos la táctica de comportamiento en situaciones reales de la vida.
Moverse con la corriente
El Suplicante y el Resentido van sin voluntad a favor de la corriente de la vida. El Guerrero, al contrario, intenta luchar contra esa corriente. Por supuesto, no existen tipos puros de tales personas. Cualquiera, de vez en cuando, asume en diferente grado uno de los papeles. Al interpretar esos papeles, el hombre actúa de modo extremadamente ineficaz. Pero si no se puede ni luchar, ni bajar con la corriente, ¿qué nos queda?
Más arriba habíamos visto cómo la mente impone autoritariamente su propia voluntad, basada en el sentido común. Mucha gente razona muy sobriamente y, al mismo tiempo, no es capaz de resolver sus problemas de ningún modo. ¿Hay mucho provecho en tal sentido común? La mente no puede garantizar una solución segura. La mente cree que piensa sobriamente, en realidad se ofrece voluntariamente a los péndulos. No se puede hablar dé ninguna libertad de moverse por la corriente mientras el hombre actúe como Suplicante, Resentido o Guerrero.
Incluso el Guerrero no tiene más libertad de manifestar su voluntad que la que tenga un barquito de papel.
¿Cómo se mueve el Guerrero por la corriente de la vida? Los péndulos le provocan a la lucha, y éste rema contra la corriente sin comprender que sería mucho más fácil y ventajoso utilizar la corriente. Su mente está capturada por los péndulos, pero el Guerrero está dispuesto decididamente y, tomando decisiones volitivas, chapalea con gran energía allí donde podría hacer movimientos suaves y tranquilos.
Ahora imagínate que no te resistes a la corriente ni provocas torbellinos innecesarios, pero tampoco te mueves sin voluntad, como si fueras un barquito de papel. Te mueves intencionadamente a favor de la corriente; por el camino detectas todos los bajíos, obstáculos, zonas peligrosas y, con sólo unos movimientos suaves, mantienes la dirección elegida. El timón está en tus manos.
En general, ¿podemos considerar la vida como una corriente? ¿Y por qué no se puede ni bajar sin voluntad con la corriente ni luchar contra ella? Por un lado, la información permanece en el espacio de las variantes de manera fija, como una matriz. Al mismo tiempo, la estructura de esa información está organizada en cadenas de causas y consecuencias. Los enlaces de causa-consecuencia crean la corriente de las variantes. Pues bien, hablaremos precisamente de esas corrientes.
La razón más importante por la que no debemos de oponernos activamente a la corriente es porque, de esa manera, se gasta una gran cantidad de energía, en vano e incluso en detrimento. Pero ¿podemos confiar en la corriente de las variantes? De hecho, no sólo puede llevarte a una laguna tranquila, también puede trasformarse en una catarata. Precisamente para evitar los disgustos, debes corregir tu movimiento actuando suavemente. Por supuesto, para empezar es necesario que elijas bien la dirección general de esa corriente. La dirección se determina según el objetivo elegido y los modos de conseguirlo. Después de haber hecho la elección, debes confiar al máximo en la corriente y no. permitirte movimientos bruscos.
Cada uno imagina aproximadamente el rumbo general de su corriente. Por ejemplo: ahora estudio, luego encuentro un empleo, me caso, asciendo en el trabajo, construyo mi propia casa, etcétera. La mayoría comete muchos errores por el camino y, al mirar atrás, se arrepiente. Pero ya nada se puede reparar, todo está hecho. La corriente se ha desviado muy lejos del objeto deseado. El buen juicio de la mente ya no te salvará. Sólo queda lamentarse: «Si hubiera sabido adonde iría a caer, allí habría puesto la red».
Cada uno querría saber lo que le espera a la vuelta de la esquina. No todos recurren en serio a los adivinos y astrólogos, pero muchos se interesan, aunque sea por curiosidad.
Una predicción o prognosis astrológica optimista prende la chispa de esperanza. Y a las predicciones indeseables se las puede pasar por alto. El modelo del Transurfing no entra en contradicción con la astrología. Los pronósticos tienen una base real: el espacio de las variantes. La astrología existe no sólo porque la gente tenga mucha curiosidad por asomarse al porvenir. Si el porcentaje de aciertos fuera demasiado bajo, nadie confiaría en predicciones efímeras. Sin embargo, la existencia de la corriente de las variantes nos permite, de acuerdo con ciertas regularidades, echar realmente una ojeada a los sectores del espacio sin realizar. Otra cosa que, por supuesto, no pueden hacer los cálculos astrológicos, como tampoco la clarividencia, es garantizar una exactitud del 100 por 100.
Cada uno decide por sí mismo hasta qué punto fiarse de las predicciones y prognosis astrológicas. Dejemos respetuosamente aparte este tema y veamos qué utilidad podemos sacar de nuestro conocimiento sobre la existencia de la corriente de las variantes. La cuestión primordial consiste en saber hasta qué grado puede uno entregarse a la corriente, en caso de elegir bien el rumbo principal, y por qué, en general, hay que entregarse a la corriente.
Como dijimos antes, la mente se encuentra bajo la constante presión de la importancia creada artificialmente, por lo cual no es capaz de tomar decisiones eficaces. La importancia interior y exterior, en el fondo, es la fuente principal de todos los problemas. La actitud de las fuerzas equiponderantes se presenta como bajíos y remolinos por el camino de la corriente de las variantes. Si quitamos la importancia, la corriente entrará en su curso más tranquilo. Si debemos entregarnos a esa corriente, eso también es una cuestión de importancia. La importancia exterior obliga a la mente a buscar soluciones difíciles para problemas fáciles. La importancia interior asegura a la mente que ésta razona sensatamente y que está tomando la única decisión correcta.
Si renunciamos a la importancia, la mente respirará con alivio, porque se librará de la influencia de los péndulos y de la presión de los problemas artificialmente creados y podrá tomar decisiones más objetivas y adecuadas. Pero todo el atractivo está en que la mente, libre de importancia, no tendrá necesidad del potente intelecto. Por supuesto, para resolver tareas cotidianas se precisan también el razonamiento lógico, los conocimientos y el aparato analítico. Pero, para todo eso se gastará mucha menos energía. La existencia de la corriente de las variantes es para la mente un regalo lujoso, que ésta casi no utiliza.
La corriente de las variantes ya contiene en sí las decisiones de todos los problemas. De todos modos, la mayoría de éstos se crean artificialmente por la mente misma. La inquieta mente sufre continuamente los empujones de los péndulos y se pone a resolver todos los problemas, intentando mantener la situación bajo control.
Sus decisiones, en la mayoría de los casos, son manotazos en el agua que no tienen ningún Sentido. Casi todos los problemas, sobre todo los pequeños, se resuelven por sí mismos si no estorbamos la corriente de las variantes.
El potente intelecto no sirve de nada si la decisión existe ya en el espacio. Si no nos adentramos en honduras de la cuestión y no molestamos a la corriente de las variantes, la decisión vendrá por sí sola y, además, será óptima. Lo óptimo está engendrado ya en la estructura del campo de información. El asunto está en que los enlaces de causa-consecuencia dan lugar a los flujos sueltos en la corriente de las variantes. Esos flujos resultan ser las vías óptimas para el movimiento de las causas y consecuencias. En el espacio de las variantes hay de todo, pero con más probabilidad se realizan precisamente las variantes óptimas y las que menos energía necesitan. La naturaleza nunca gasta energía en vano. Caminamos con los pies, no con las orejas. Todos los procesos tienden a seguir la línea del menor gasto posible de energía. Por ende, las corrientes de las variantes están organizadas por el camino de la menor resistencia. Precisamente en estos caminos se hallan las decisiones óptimas. La mente, capturada por los péndulos actúa en interés de ellos y se descarrila constantemente de los flujos. En otras palabras, la mente se adentra demasiado en el berenjenal, es decir, siempre busca soluciones difíciles para problemas fáciles.
Todos esos razonamientos pueden parecerte excesivamente abstractos. Si aplicas en la práctica todo lo que estamos hablando, podrás convencerte por tu cuenta de cuan real es la existencia de los flujos. Es un verdadero regalo de lujo para la mente. En cada problema está cifrada la clave de su solución, la primera clave es moverse por el camino de menor resistencia. La gente, como regla general, busca soluciones difíciles, porque considera los problemas como obstáculos y los obstáculos, como es sabido, hay que superarlos con mucho esfuerzo. Debes cultivar la costumbre de escoger la solución más sencilla para cada problema que surja.
Todos tenemos que aprender algo nuevo, o bien hacer algo que ya conocemos y a lo que estamos acostumbrados. La cuestión es cómo hacer tanto uno como lo otro de la manera más eficaz. La respuesta es tan simple que resulta difícil creer en su eficacia: según el principio del movimiento a favor de la corriente, es necesario procurar hacerlo todo de la manera más fácil y simple que sea posible.
Las variantes más óptimas de cualquier acción están organizadas en flujos. Los flujos están compuestos por cadenas de relaciones óptimas de causa-consecuencia. Cuando tomas la decisión de dar el siguiente paso en tu acción, estás eligiendo el siguiente eslabón de la cadena. Sólo debes determinar cuál de esos eslabones pertenece a la corriente. ¿Qué hace uno en estos casos?
Pues, tomar la decisión lógica que sea la más correcta, desde punto de vista del sentido común y la experiencia diaria.
La mente toma una decisión volitiva. Se considera capaz de calcularlo y explicarlo todo. Sin embargo, no es así, y tú mismo puedes confirmarlo: cuántas veces te has dado cuenta de que podrías haberlo hecho de otra manera, pero ya era demasiado tarde. El asunto no está en la distracción o insuficiente agudeza mental. No siempre la mente puede elegir una variante óptima, porque sus construcciones lógicas no siempre coinciden con las cadenas de causa-consecuencia de la corriente.
Por mucho que te esfuerces, rara vez consigues elegir la actitud óptima sólo con ayuda de conclusiones lógicas. La mente, como norma general, está bajo la presión del estrés, preocupaciones, depresiones o una actividad elevada. En otras palabras, los péndulos siempre tiran de la mente. Por tanto ésta siempre actúa de forma tenaz e incita al ataque frontal contra el mundo exterior.
Para elegir el siguiente eslabón de la cadena sólo tienes que librarte de los hilos de los péndulos y seguir simplemente la corriente. Es decir, tienes que mantener el equilibrio y no crear los potenciales excesivos. Para no crear potenciales excesivos es preciso vigilar siempre el nivel de importancia.
Cuando entres en estado de equilibrio con el mundo circundante, simplemente sigue la corriente. Tú mismo verás una multitud de señales que te guiarán. Deja ir la situación, sé observador imparcial, no participante. Ni esclavo ni tampoco amo, simplemente un ejecutor. Ordena a tu Celador que te llame la atención cada vez que tu mente intente tomar una decisión «razonable» volitiva. Alquílate en calidad de ejecutor, pero observa tu propio trabajo desde fuera. Todo es mucho más simple de lo que parece. Déjate llevar por esta sencillez. Es la mente la que te lleva hacia la catarata, no la corriente de las variantes.
Por ejemplo, necesitas comprar algo. Pero no sabes dónde lo puedes encontrar. La mente te sugiere la variante más razonable, pero más difícil. En tu búsqueda recorres media ciudad, y al final encuentras lo que necesitabas al lado de tu casa. Si la importancia de la tarea hubiera sido más baja, la mente no habría buscado la solución difícil.
Otro ejemplo. Tienes una lista entera de quehaceres. ¿Cuáles elegirás en primer lugar y cuáles luego? No hay que pensar. Si el orden no es lo más importante, haz las cosas simplemente en el orden en que se dejen hacer. Muévete junto con la corriente, desata tu mente de la influencia de los péndulos. No pretendo que te conviertas en un barquito de papel sin voluntad entre las olas, sino que no des golpes al agua cuando sea suficiente hacer movimientos suaves, ligeros y simples.
No seguiré con la lista de ejemplos. Harás por tu cuenta multitud de descubrimientos útiles y sorprendentes, si intentas, siquiera un día, moverte a favor de la corriente. Cada vez que debas buscar alguna solución, pregúntate: «¿Cuál es el camino más fácil para encontrar una solución?». Elige el más fácil. Cada vez que algo o alguien te distraiga o intente desviarte del camino, no te apresures a oponerte activamente o eludirlo. Intenta alquilarte y observa lo que seguirá. Cada vez que debas hacer algo, pregúntate: «¿Cuál es la manera más fácil de hacerlo?». Permite que el asunto se haga de la manera más fácil. Cada vez que te ofrezcan algo o intenten demostrarte su punto de vista, no te apresures a negarlo o discutir. Puede que tu mente no entienda el provecho que pueda sacar de eso y tampoco vea alternativas. Activa al Celador. Primero observa y sólo después actúa. Al bajar a la sala de espectáculos, no te apresures a establecer el control y permite que el juego se desarrolle, en la medida de lo posible, por sí solo. No tienes que dar manotazos en el agua. No impidas a tu vida ir a favor de la corriente y verás cuánto más fácil se vuelve todo.
Señales de guía
Pero ¿cómo distinguir el bajío o la cascada que se aproxima de un giro normal en la corriente? Es posible orientarse en el mundo circundante con ayuda de señales completamente tangibles. El mundo nos las da constantemente.
El tipo de señales más conocido y difundido son los agüeros. Existen malos y buenos agüeros. Si has visto un arco iris: es un buen agüero. Si un gato negro ha cruzado tu camino: espera alguna desgracia. Así estamos acostumbrados a creer. Los agüeros adoptados por todos iban formándose como resultado de observaciones reiteradas y comparaciones. Si el porcentaje de agüeros que coinciden con lo que predicen es lo suficientemente alto, se establece una regularidad que pasa a disposición de la opinión pública, porque la gente se cuenta constantemente los fenómenos raros. Sin embargo, los augurios no se cumplen siempre, ni mucho menos. ¿Por qué sucede así?
¿Qué puede pasar si a uno se le olvidó cualquier cosa y tiene que volver? Él piensa: volver es una mala señal.[18] Puede que el hombre de por sí no crea en los agüeros, pero, a pesar de todo, el estereotipo público estable le hace sombra en su subconsciente. En sus pensamientos empieza a esperar cualquier disgusto. «No —piensa el hombre—, no voy a volver». Pero eso tampoco le sirve, pues la corriente, tranquila hasta ahora, está perturbada y el hombre, en cierto grado, ha perdido ya el equilibrio.
La espera de una desgracia hace sus correcciones en los parámetros de la emisión mental, y el hombre se traslada a las líneas de la vida correspondientes a esos parámetros, donde obtiene lo que quiso evitar. Él mismo ha admitido esta posibilidad en su guion. Por esa razón, precisamente, se aumenta la probabilidad de que se cumpla el presagio.
Como ves, un agüero convencional por sí solo no puede servir como ley, ni siquiera como una regularidad. ¿Por qué un gato negro, precisamente, es un mal presagio para todos? O, ¿a qué viene que un gato negro pueda influir de alguna manera en nuestra vida? La influencia no la ejerce el agüero de por sí, sino tu actitud hacia todo tipo de presagios. Si eres supersticioso, los agüeros participarán en la formación de los acontecimientos de tu vida. Si no los crees, pero tienes ciertas dudas, la influencia de los agüeros se aflojará, aunque permanecerá. Si no crees y tampoco les prestas atención, los agüeros no influirán en tu vida de ningún modo. Todo es muy simple; obtienes lo que admites en el guion de tu vida. El que considera los agüeros como un prejuicio, no tiene ningún indicio de su realización en la capa de su mundo. Los agüeros funcionan en las capas de mundos ajenos, porque esas personas encuentran para sí confirmaciones de los presagios, y nuestro incrédulo no.
Si los agüeros, por sí solos no influyen en los acontecimientos de la vida, ¿a qué señales de guía se refiere? El gato negro no puede ejercer influencia, pero puede servir de señal que alerte sobre un acontecimiento que tendrá lugar por el camino en la corriente de las variantes. La cuestión sólo es: qué tipo de señales consideraremos como de guía. Pues si nos proponemos como objetivo observarlo todo, podemos encontrar un sinfín de señales en todo lo que suceda. ¿Pero cómo interpretarlas? No vamos a ocuparnos de la interpretación. Es una labor ingrata. Demasiado inseguro y confuso. Lo único que podemos hacer es tomar la señal en consideración, activar la vigilancia del Celador y ser más cuidadosos.
Las señales de guía son aquellas que indican un posible giro en la corriente de las variantes. En otras palabras, la señal indica la aproximación de un acontecimiento que trae consigo un cambio bastante significativo en la corriente de la vida mesurada. Si esperas cualquier viraje, por muy insignificante que sea, te puede aparecer una señal que lo advierta. Si se acerca un viraje inesperado, también puede parecer una señal característica. ¿Qué significa «característico»?
El caso es que cuando la corriente de las variantes hace un viraje, te trasladas a otra línea de la vida. Recordemos que esa línea en cuanto a calidad de vida será más o menos homogénea. El flujo en la corriente de las variantes puede traspasar diferentes líneas de la vida, las cuales se distinguen entre sí por sus parámetros. Los cambios pueden ser muy insignificantes, sin embargo, la diferencia se percibe.
Esta diferencia en calidad es precisamente lo que notas, consciente o inconscientemente: parece que algo no fuera del todo igual que hace un minuto.
De esta manera, las señales de guía aparecen sólo cuando empieza la transición a las otras líneas de la vida. Puede que un fenómeno aislado no llame tu atención. Por ejemplo, ha graznado un cuervo, y eso no te ha alertado, no has percibido ninguna diferencia en calidad; significa que estás todavía en la misma línea. Pero si has prestado atención a un fenómeno, has captado algo excepcional, impropio, puede que sea la señal.
La señal se distingue de un hecho corriente en que indica siempre el comienzo del traslado hacia otra línea de la vida muy distinta. En alerta nos ponen, normalmente, los hechos ocurridos inmediatamente después del traslado a otra línea. Es porque las líneas se distinguen entre sí cualitativamente. Esas distinciones pueden tener diferente carácter, y a veces no admitir una explicación clara: una sensación de que aquí hay algo que no cuadra. Cuando termina la transición lo sentimos intuitivamente, notando a veces los cambios evidentes a modo de señales. Vemos como de reojo o sospechamos que en la corriente ha aparecido algo nuevo. Las señales sirven de indicadores, nos dicen: algo ha cambiado, algo está pasando.
El hecho ocurrido en la línea actual de la vida, como regla general, no nos alerta. Tiene la misma calidad que los otros hechos de esa línea. Aunque si uno ignora todo lo que pasa a su alrededor, no notará ni las señales evidentes. La transición a otra línea, considerablemente distinta, sucede normalmente por etapas, a través de las líneas intermedias. Las señales en esas líneas pueden aparecer como advertencias de diferentes grados de gravedad. Puede que el hombre ignore el primer aviso. La transición continúa; sigue el segundo aviso; luego, el tercero, y si después de todo el hombre no se detiene, sucede lo que ha debido de suceder en la línea final.
Como habíamos dicho, es muy difícil interpretar inequívocamente las señales. No podemos siquiera estar seguros de que el fenómeno que atrajo nuestra atención sea una señal. Sólo podemos tomar en consideración que el mundo nos quiere informar de algo. Ante todo nos interesan los bajíos y rápidos que se aproximan. A veces nos gustaría recibir siquiera una insinuación de lo que debemos de esperar en el futuro. En la mayoría de los casos podemos formular una pregunta para recibir respuesta bipolar: sí o no. Por ejemplo, eso me saldrá bien o no, llegaré a tiempo o no, podré o no, bien o mal, peligroso o no, etcétera. Cualquier interpretación de la señal debe ser reducida a una sola pregunta, a la que podemos contestar con un simple «positivo» o «negativo». No hay que contar con más exactitud.
Una señal lleva en sí una insinuación sobre la calidad del cambio venidero. Si la señal se asocia con sensaciones desagradables, inspira temores, desconfianza, asombros desagradables, preocupaciones, incomodidad, significa que está señalando un cambio negativo. Si las sensaciones son confusas, no tiene sentido interpretar la señal, pues la interpretación no será segura. En cualquier caso no tienes que preocuparte mucho y dar demasiada importancia a la señal. Sin embargo, ya que le has prestado atención, tampoco hay que menospreciarla. Quizá te avise de que debes tener más cuidado; ya deberías de cambiar tu comportamiento, ya detenerte a tiempo, ya elegir otra dirección para tu actividad.
Las señales pueden asumir las formas más diversas. Sólo tienes que distinguir su valor: negativo o positivo. Por ejemplo, tengo prisa, pero me obstaculiza el camino una anciana con un bastón y no hay manera de adelantarla. ¿Qué puede significar esta señal? Lo más probable es que llegaré tarde. Otro ejemplo: mi autobús, que normalmente va muy despacio, hoy, por una razón desconocida, corre como un poseso. Por lo visto, en algo había rebasado los límites y ahora debo poner más cuidado. Otro ejemplo más: un asunto no se deja vencer, aparecen cada vez obstáculos fastidiosos, lo propuesto avanza a regañadientes. ¿Puede que haya elegido un camino sin salida, adonde no debería dirigirme en absoluto?
El mayor mérito de las señales es que son capaces de arrancarte de soñar despierto y darte a entender que tal vez actúas en interés de un péndulo destructivo, en perjuicio tuyo. Muy a menudo el hombre comete errores fatales al estar «hechizado» por un péndulo y luego comprende que actuaba sin darse cuenta de su comportamiento, que había perdido la vigilancia. En tales casos será útil interpretar como advertencia hasta las señales más inofensivas. Sería muy conveniente andar precavido siempre y mantener la consciente y sobria forma de ver las cosas. Lo importante es que la precaución no se convierta en preocupación y recelo. Hay que cuidarse sin preocuparse. Al alquilarse, actuar de manera impecable.
Por muy extraño que suene, las señales de guía más claras y exactas son frases que la gente deja escapar como por casualidad, espontáneamente, sin previa deliberación. Si alguien intenta imponerte su opinión conscientemente, puedes pasarla por alto. Pero si te hayan lanzado una frase-recomendación espontánea de cómo habría que obrar, cómo actuar, tómala muy en serio.
Las frases espontáneas son aquellas que se pronuncian sin pensarlo en absoluto. Acuérdate qué ocurre cuando respondes a una réplica prácticamente enseguida, sin pensarlo. Parece que la respuesta existiera ya en alguna parte en el fondo de tu conciencia y se desprende de tus labios evitando el aparato analítico de tu mente. De la misma manera se lanzan frases distraídas cuando la mente está adormecida u ocupándose de otro asunto. Cuando la mente está adormilada, habla el alma; precisamente ella es la que se conecta directamente al campo de información.
Por ejemplo, alguien te ha lanzado impensadamente: «Coge la bufanda, te vas a resfriar». Lo más probable es que, si no le haces caso, te arrepentirás luego. Otro ejemplo: te preocupa un problema, y alguien te lanza al paso una recomendación que para ti tiene poco significado. No te apresures a descartarla y presta oído. O hete aquí que estás muy seguro de tener razón en algo, pero alguien, entre otras cosas, sin querer, te demuestra que no es así. No seas testarudo y mira a tu alrededor: tal vez estés dando manotazos en el agua.
La incomodidad interior es también una señal muy clara; pero, como norma general, no se le presta mucha atención. Si hay que tomar alguna decisión, nadie sabrá cómo hacerlo mejor que tu alma. A menudo es muy difícil comprender qué es, exactamente, lo que el alma nos sugiere. Sin embargo, como vimos más arriba, es posible determinar con bastante precisión si le gusta o no la decisión de la mente. He aquí que tienes que tomar alguna decisión. Detente y escucha el susurro de las estrellas de madrugada. Si tu mente había tomado ya una decisión y has tardado en acordarte del susurro, intenta reconstruir en tu memoria las sensaciones que has tenido a la hora de tomar esa decisión. Puedes definir esas sensaciones como: «me siento bien», «me siento mal». Si la decisión se te ha dado de mala gana, si has experimentado una sensación opresiva, significa un «malo» definitivo. En tal caso, si es posible cambiar la decisión, cambíala sin miedo.
No es difícil determinar el estado de confort interior. Lo difícil es recordar, tiempo que tienes que prestar oído a tus sensaciones, pues la mente es muy autoritaria y no está dispuesta a escuchar a nadie, salvo a sí misma. El alto estrépito del sentido común ahoga no sólo el susurro de tu alma. La mente intenta siempre, de cualquier manera, argumentar y demostrar su razón. He aquí que estás ante una elección: «sí» o «no». El alma intenta replicar tímidamente: «no». La mente se da cuenta que el alma le dice que «no», pero finge no oír y argumenta convincentemente su «sí», basándose en sus «razonamientos sensatos». Después de leer esas líneas, guárdalas en una carpeta de tu memoria y, la próxima vez que tomes una decisión, acuérdate de ellas. Te convencerás de que todo sucede exactamente del modo que acabamos de ver.
Te propongo que memorices bien un algoritmo muy simple y seguro para determinar el «no» del alma: si para decir «sí» tienes que convencerte y exhortarte, significa que tu alma dice que «no». Recuerda, cuando tu alma dice «sí», no tienes necesidad de estar convenciéndote. Más adelante aún volveremos a este algoritmo.
Es imprescindible que observes siempre qué señales te está dando el mundo circundante. Pero tampoco hay que intentar ver señales en todo. «Allí hay pájaros que vuelan en lo alto. ¿Por qué será?».
Pues porque no tienen miedo a las alturas, por eso vuelan tan alto. Las señales sólo hay que tenerlas en cuenta y recordar que cualquiera puede ser la señal de guía. En cuanto te olvides de eso, los péndulos te meterán inmediatamente en su puño y puedes convertirte en una víctima de las circunstancias.
Sobre todo y con más escrúpulos debes comprobar aquéllos de tus deseos y actitudes que son capaces de cambiar radicalmente tu destino. Si tu deseo te causa cierta incomodidad interior y tienes posibilidad de renunciar a él, renuncia. Este deseo lo produce la mente, no el alma. Los deseos de la mente son impuestos siempre por los péndulos. Lo mismo en cuanto se refiere al modo de actuar. Si ignoras la incomodidad interior, en la mayoría de los casos puede que no suceda nada grave, pero habrá veces que te arrepentirás amargamente de haber ignorado las señales del alma. Por eso es mejor renunciar, en la medida de lo posible, a los deseos y actitudes que te causen incomodidad, dudas, temores y sentimiento de culpabilidad. Eso te facilitará mucho la vida y te quitará de encima un montón de problemas.
No obstante, aquí existe un «no». Si se ha formado un nudo de problemas como resultado de una actitud errónea, en tal situación no siempre es oportuno renunciar. En algunos casos tendrás que hacer cosas «incómodas», como por ejemplo, no decir la verdad o ir al trabajo que odias. Sin embargo, cuando el nudo se deshace, puedes utilizar sin miedo el método de renuncia a los deseos y actitudes incómodos.
Pues bien, eso es todo lo que se puede decir acerca de las señales de guía en lo que se refiere al modelo del Transurfing. Sólo tú puedes notar e interpretar tus señales. No hay necesidad de enseñarte cómo se hace. Lo comprenderás todo tú mismo, si prestas atención a ti y al mundo que te rodea. Lo que no debes hacer es dar demasiada importancia a las señales insuficientemente claras y, de este modo, incluir las interpretaciones negativas en el guion de tu vida. Para no encallar y no caer en los rápidos, será suficiente no crear potenciales excesivos. Al no tener potenciales excesivos puedes prescindir de las señales. A pesar de todo, no nos es dado comprender su significado con toda claridad. La única señal a la que tienes que prestar atención especial es el estado de tu confort interior a la hora de tomar decisiones. Realmente vale la pena escuchar el susurro de las estrellas de madrugada.
Soltar la situación
Los flujos en la corriente de las variantes liberan la mente de dos cargas superiores a sus fuerzas: la necesidad de solucionar los problemas racionalmente y controlar constantemente la situación. Por supuesto, sólo con la condición si la mente permite que la liberen. Para permitirlo se necesita una explicación más o menos razonable de por qué es mejor deshacerse de estas cargas. Como has podido notar, este libro tiene mucho de irracional, de una información que no concuerda con la posición del sentido común. Aunque el Transurfing no tiene por objetivo explicar la estructura del mundo circundante, tengo necesidad de argumentar constantemente de una u otra forma todas esas conclusiones que escandalizan a la mente.
¿Y cómo no? Es muy difícil quebrantar el monolito del sentido común. La mente no está acostumbrada a creerlo todo ciegamente. Siempre exige argumentos y pruebas. Tú mismo puedes obtener las pruebas evidentes si pones en práctica los principios y métodos del Transurfing. Por mi parte sólo puedo exponer ciertos argumentos para tranquilizar a la mente incrédula. De lo contrario, no sólo te negarías a comprobar esos principios: ni siquiera seguirías leyendo. Y eso que es sólo un comienzo. Aún te esperan muchos descubrimientos asombrosos.
Las dos cargas de la mente (mencionadas arriba) le fueron impuestas desde la infancia. Desde siempre nos inculcaban: «¡Piensa con tu cabeza! ¿Te das cuenta de lo que haces? ¡Explícame tu conducta! ¡Haz los deberes, sólo si estudias y aprendes a utilizar la mente puedes lograr algo en la vida! ¡Cabeza de chorlito! ¿Vas a estudiar o no?». Los educadores de todo tipo y las circunstancias han modelado la mente como un «soldado» dispuesto en cualquier momento a dar respuesta a una pregunta, valorar una situación, tomar una decisión, mantener el control de lo que está ocurriendo. La mente está entrenada para actuar razonablemente desde el punto de vista del sentido común.
Pero no pienses que me entusiasmé tanto que me he pasado de la rosca y rechazo todo el sentido común por completo. Al contrario, el sentido común es un juego de reglas mínimas imprescindibles sobre cómo debe comportarse uno para sobrevivir en el mundo. Y el error de la mente está en que se atiene a este código de reglas demasiado literal y demasiado estrictamente. La obsesión con el sentido común no permite a la mente mirar alrededor y ver lo que no concuerda con esas reglas.
Y en este mundo hay mucho que contradice el sentido común. Nos lo confirma la incapacidad de la mente para explicarlo todo y protegernos de los problemas y disgustos. Existe una salida muy simple de esa situación: confiar en los flujos de la corriente de las variantes. La explicación de esta lógica es también muy simple: en los flujos se halla precisamente lo que busca la mente, la conveniencia. Como sabes, los flujos corren por el camino de menor resistencia. La mente intenta pensar razonable y lógicamente, basándose en la relación causa-consecuencia.
Pero su imperfección no le permite orientarse infaliblemente en el mundo circundante y encontrar las únicas decisiones correctas.
La naturaleza, en cambio, es en esencia perfecta; por lo tanto, en los flujos de la corriente de las variantes hay más conveniencia y lógica que en cualquier razonamiento sensato. Por mucho que la mente esté convencida de que piensa sanamente, se equivocará. Además, la mente cometerá errores en cualquier caso, pero lo hará mucho menos si modera su fervor y permite, en la medida de lo posible, que los problemas se resuelvan sin su participación activa. Y es exactamente lo que llamamos soltar la situación. En otras palabras, hay que aflojar el agarre, bajar el control, no molestar al flujo, dar más libertad al mundo circundante.
Tú ya sabes que presionar el mundo no sólo es inútil, también es perjudicial. Al no estar de acuerdo con el flujo, la mente crea potenciales excesivos. El Transurfing te ofrece un camino totalmente distinto. En primer lugar, nosotros mismos creamos obstáculos aumentando los potenciales excesivos. Si bajamos la importancia, los obstáculos se eliminarán por sí solos. En segundo lugar, si el obstáculo no cede, no debes luchar contra él; simplemente déjalo a un lado. En eso te ayudarán las señales de guía.
El mal de la mente está también en que tiende a ver como obstáculos aquellos acontecimientos que no quepan en su guion. Por lo común, la mente lo calcula y lo planifica todo con anticipación, y si luego sucede algo inesperado, empieza a luchar activamente contra eso para ajustar los acontecimientos a su guion. Como resultado, la situación empeora aún más. Por supuesto, la mente no es capaz de planificarlo todo de forma ideal. Pues bien, precisamente aquí debes dar más libertad al flujo. El flujo no está interesado en arruinar tu destino. Una vez más, eso no es conveniente. Es la mente con sus acciones insensatas, la que arruina el destino.
Lo conveniente, desde el punto de vista de la mente, es que todo vaya según el guion planificado. Todo lo que no concuerda, la mente lo interpreta como un problema indeseable. Y lo indeseado hay que resolverlo, cosa que la mente empieza a hacer con mucha diligencia creando problemas nuevos. De esta manera la mente misma acumula un montón de obstáculos en su camino.
Piénsalo: ¿cuándo es feliz la gente, cuándo está satisfecha y contenta consigo misma? Cuando todo va según lo planeado. Cualquier desviación del guion se interpreta como fracaso. La importancia interior no deja que la mente acepte la posibilidad de una desviación. La mente piensa: «Pues yo he calculado y planificado todo con antelación. Sé mejor que nadie qué es bueno para mí y qué es malo. Soy prudente». Con frecuencia la vida obsequia a la gente con regalos que ésta acepta de mala gana, porque no los tenía planeados. «¡Yo quería otro juguete!» La realidad es tal que rara vez obtenemos precisamente los juguetes planeados; por ende andamos todos sombríos y disgustados. Y ahora imagínate ¡cuánto más alegre sería la vida, si la mente bajara su importancia y reconociera que las desviaciones tienen derecho a existir en el guion!
Cualquiera, por sí mismo, puede regular el nivel de su felicidad. La mayoría de la gente sitúa demasiado alto el listón inferior de este nivel; por ende se consideran a sí mismos infelices. No predico que te conformes con lo que tienes. La dudosa fórmula «quieres ser feliz, sé feliz» para el Transurfing no es adecuada. Tendrás tu juguete, pero de eso hablaremos más tarde. Ahora se trata de averiguar cómo evitar desgracias y disminuir la cantidad de problemas.
Precisamente la negativa de la mente a permitir desviaciones en su guion le impide aprovechar las soluciones ya listas que se encuentran en el flujo de las variantes. La maniática tendencia de la mente de tener todo bajo su control convierte la vida en una incesante lucha contra la corriente. Cómo no, ¿acaso la mente puede permitir que la corriente prosiga su camino sin someterse a su voluntad? Aquí nos acercamos al error más importante de la mente. La mente no trata de dirigir sus movimientos según la corriente, sino que intenta dirigir la corriente misma. Esa es una de las principales razones por las que aparecen problemas y desgracias de todo tipo.
El flujo conveniente, al moverse por la vía de la menor resistencia, no puede crear problemas u obstáculos. Los crea la mente torpe. Activa al Celador y observa, aunque sea durante un solo día, cómo la mente intenta dirigir la corriente. Te ofrecen algo, lo rechazas; intentan decirte algo, no le prestas nada de atención. Alguien expresa su punto de vista, discutes con él; alguien hace algo a su manera, intentas ponerle en el camino de la verdad. Te ofrecen una solución, tú le contradices. Esperas algo, pero recibes algo totalmente diferente, por lo que expresas tu disgusto. Alguien te molesta, te pones furioso. Algo va en contra de tu guion y te lanzas en ataque frontal para dirigir la corriente al lecho necesario. Puede que para ti, en particular, todo ocurra de un modo distinto; sin embargo, aquí también hay una parte de la verdad. ¿Cierto?
Ahora intenta aflojar el agarre de tu control y deja más libertad a la corriente. No te pido que estés de acuerdo con todos ni que aceptes todo. Simplemente cambia la táctica: mueve el centro de gravedad desde el control a la observación. Trata más de observar que de controlar. No te apresures a menear la cabeza, contradecir, discutir, perseverar en tu opinión, dirigir, criticar. Da a la situación la posibilidad de resolverse sin tu intervención activa o tu resistencia. Y quedarás, si no atónito, seguramente asombrado. Sucederá algo paradójico. Al renunciar al control: obtendrás aún más control sobre la situación del que tenías antes.
Un observador imparcial tiene siempre más ventajas que el participante inmediato. Es por lo que repito constantemente: alquílate.
Cuando mires atrás, te convencerás de que tu control iba contra la corriente. Las sugerencias de los demás no carecían del sentido. No deberías haber discutido con ellos. Tu intervención era innecesaria. Lo que considerabas como obstáculos, en realidad no lo eran en absoluto. Los problemas se resuelven felizmente sin que tú lo sepas.
Lo que has recibido fuera de lo planeado, no es tan malo como piensas. Las frases escapadas por casualidad son realmente válidas. Tu incomodidad interior ha sido una señal de advertencia. No has gastado energía de más y has quedado contento. Pues eso es aquello de lo que te había hablado al principio, el regalo de lujo que hace la corriente a la mente.
Por supuesto, además de lo dicho recordaremos a nuestros «amigos». Los péndulos nos impiden movernos de acuerdo con la corriente. A cada paso preparan provocaciones para el hombre obligándole a dar manotazos sobre el agua. La existencia del flujo en la corriente no conviene al péndulo por una causa muy simple: la corriente va en dirección de consumo energético mínimo. La energía que gasta uno al luchar contra la corriente crea potenciales excesivos y alimenta los péndulos. El único control al que se debe prestar atención es el control sobre el nivel de importancia exterior e interior. Recuerda que precisamente es la importancia la que impide a la mente soltar la situación.
En muchos casos es mucho más eficaz y útil soltar la situación, en vez de seguir insistiendo en lo propio. El esfuerzo por autoafirmarse crea desde la infancia la costumbre de probar la propia importancia. De aquí nace la propensión, perjudicial en todo sentido, de demostrar a cualquier precio que «yo tengo razón». Esos esfuerzos crean el potencial excesivo y entran en contradicción con los intereses de los demás. Muy a menudo la gente intenta demostrar su razón aún en aquellos casos en que el veredicto en uno u otro sentido no afecta directamente sus intereses.
Existen personas cuyo sentimiento de la importancia interior es tan hipertrófico (exagerado) que intentan salirse con la suya en cualquier tontería. La importancia interior se trasforma en una manía de tenerlo todo bajo control: «Demostraré a todos que yo tengo la razón, cueste lo que cueste». Una costumbre muy perjudicial. Dificulta la vida, ante todo al propio defensor de la verdad.
Si tus intereses no han de sufrir mucho a causa de eso, suelta la situación sin miedo y deja que los demás chapaleen. Si lo haces conscientemente, enseguida se te quitará un peso de encima y hasta te sentirás mejor que si hubieses probado tu punto de vista. Te traerá satisfacción el hecho de haber subido un escalón más: no te has puesto, como siempre, a demostrar tu importancia, sino que te has portado como un padre sabio con sus hijos insensatos.
Pongamos un ejemplo más. El ardor excesivo en el trabajo es tan perjudicial como la negligencia. Supongamos que has comenzado a trabajar en un puesto de prestigio, con el que soñabas desde hace mucho tiempo. Te planteas altas exigencias, pues consideras que debes dar a conocer tu mejor perfil. Eso está bien, pero al empezar a trabajar con demasiado entusiasmo, lo más probable será que no aguantes la tensión, sobre todo si la tarea es difícil. En el mejor de los casos tu trabajo no será eficaz; en el peor, sufrirás una crisis nerviosa. Incluso puedes llegar a la convicción falsa de que no eres capaz de cumplir el trabajo.
También hay otra variante posible. Despliegas una actividad febril, perturbando de este modo el orden establecido de las cosas. Te parece que es mucho lo que se puede perfeccionar en el trabajo y estás absolutamente seguro de actuar correctamente. Sin embargo, si tus innovaciones destruyen la vida habitual de los empleados, no esperes nada bueno. Es un caso en que la iniciativa es punible. Te han puesto en la corriente lenta, pero tranquila y equilibrada, y tú chapaleas con todas tus fuerzas, intentando nadar más rápido.
Entonces qué, ¿resulta que uno no puede decir ni palabra en contra y no vale la pena destacarse entre los demás? Bueno, tampoco es para tanto. Hay que enfocar la cuestión desde el punto de vista práctico. Puedes enfadarte y criticar sólo aquello que te moleste directamente y sólo si tu crítica puede mejorar algo. Nunca critiques lo que ya ha pasado, o sea, lo que es imposible de cambiar. Por lo demás, no es necesario aplicar literalmente las reglas de movimiento a favor de la corriente, estando de acuerdo con todo y todos, sino sólo mover el centro de gravedad desde el control a la observación. Observa más y no te apresures a controlar. El sentido de la medida vendrá solo; por eso no te preocupes.
Resumen
- La mente interpreta la información con ayuda de las etiquetas establecidas.
- El alma no piensa ni habla, sino que siente y sabe.
- La mente es capaz de crear con cubos viejos sólo una versión relativamente nueva de una casa.
- Los descubrimientos completamente nuevos vienen de los sectores no realizados.
- El alma sirve de mediador entre una información completamente nueva y la mente.
- El alma percibe la información no realizada bajo la forma de conocimientos sin interpretaciones.
- Si la mente logra interpretar la información del alma, nace el descubrimiento.
- La mente es capaz de determinar unívocamente el estado de confort interior.
- Acostúmbrate a prestar atención al confort interior.
- Al rechazar la importancia, obtienes la libertad de elegir tu propio destino.
- La libertad de elección permite vivir sin pedir, ni demandar, ni luchar. Por el contrario, te permite ir y coger lo que te apetezca.
- La estructura de la información está organizada en cadenas de relaciones causa-consecuencia.
- Las relaciones de causa-consecuencia crean la corriente de las variantes.
- Los caminos de menor resistencia están organizados en los flujos aislados.
- Los flujos en las corrientes de las variantes ya contienen en sí las soluciones de todos los problemas.
- La importancia interior y exterior echa a la mente fuera de la corriente óptima.
- Es la mente lo que te trae hasta la cascada, no los flujos en las corrientes de las variantes.
- Todo se hace con más facilidad de lo que parece. Entrégate a esa simplicidad.
- Lo que funciona no es la superstición misma, sino tu actitud hacia ésta.
- Las señales de guía indican el giro posible en la corriente de variantes.
- Las líneas de la vida se distinguen entre sí en calidad.
- Las señales alertan, pues aparecen a la hora de la transición a otra línea.
- Las señales se distinguen en que crean la sensación de que algo no va bien.
- A las fases espontáneas se las puede tomar como guía para la acción. El estado de confort interior es una señal muy evidente. Si tienes que convencerte, significa que tu alma dice «no». Si existe la posibilidad de renunciar a una decisión incómoda, renuncia a ella.
- Debes aflojar el agarre e incluir en tu guion un acontecimiento imprevisto.
- Aceptar la probabilidad de desviación en un guion impide la importancia.
- La mente no trata dirigir sus movimientos yendo con la corriente, sino que intenta dirigir la corriente misma. Pasa el centro de gravedad desde el control a la observación. Renunciando al control obtendrás un auténtico control sobre la situación.
- Si te mueves a favor de la corriente, el mundo saldrá a tu encuentro.