LA FISURA EN EL ESPEJO

Ricardo Secilla Gutiérrez

 

Alzó la vista asustada. Sobre su cabeza vio una tenue luz que llegaba desde algún lugar indeterminado. ¿Dónde estoy? Se preguntó.

Entonces recordó aquel insólito resplandor que la cegó, y la sensación de que le volaba la cabeza, pero antes de eso ¿qué había? Tan solo ese primer relámpago seguido de una inquietante oscuridad. ¿Y el pasado?, sabía que debía existir un pasado anterior a aquella luz, ¿o no?

Intentó levantarse. Nada, su cuerpo no daba respuesta. Trató de alcanzar el origen de la luz, cada vez más tenue, sin conseguir ver su propia mano, ¿acaso estaba atada? No, no sentía la presión de nada que la aprisionara, aunque en realidad no sentía nada de nada, todo su cuerpo parecía insensible.

Parpadeó... sí, podía parpadear y mover los ojos, pero su cuello no giraba en ninguna dirección.

Intentó hablar, pero de su garganta no salió sonido alguno. ¿Qué estaba pasando? ¿Era una pesadilla? Deseó despertar, pero ¿dónde? ¿Cuál era su vida? ¿Tenía un nombre?

Tal vez había muerto... pero no, era consciente de su propia existencia, aunque no de su pasado. Quizás había perdido la memoria tras algún accidente, pero ¿por qué no había nadie? Y por otro lado ¿quién debería de haber? No recordaba ningún rostro.

La imagen de una cara emergió desde algún oscuro rincón de su cerebro ¿De quién eran aquellas facciones que acudían a su imaginación?

La respuesta llegó a su mente como un impacto que la hizo sobresaltarse: aquel era su propio semblante; pero en torno a aquella imagen de su mente no había nada más: ni un entorno en el que situarla, ni otros rostros... nada.

Súbitamente todo se inundó de luz... Y lo que vio la dejó tan confusa como horrorizada: flotaba ingrávida en un habitáculo de paredes blancas, era imposible saber qué estaba arriba y qué estaba abajo. Pronto llegó el dolor de cabeza, tan intenso que sentía pánico con la simple idea de iniciar cualquier movimiento.

Después llegó aquel sonido, al principio casi inaudible, pero que poco a poco fue creciendo hasta hacerse muy molesto. Era como si una decena de insectos furiosos zumbaran en cada uno de sus oídos.

Reparó en unas pequeñas perlas escarlata que flotaban en el aire y, con cierta dificultad, movió el brazo para alcanzarlas. Quedó horrorizada al comprobar que se trataba de pequeñas gotas de sangre que flotaban ingrávidas. ¿A qué clase de sueño irreal o de pesadilla había ido a parar?

Se miró las manos y después examinó minuciosamente su propio cuerpo. No se trataba de su propia sangre porque, al menos en principio, no parecía estar herida, pero por alguna razón que desconocía estaba completamente desnuda.

¿Qué ha pasado? ¿Quién soy?

Una voz la sobresaltó:

—Aquí está.

Se giró presa del pánico y lo que vio hizo que se le erizaran todos los pelos de su cuerpo: unos seres humanoides, de aspecto metálico, la observaban con unos rostros articulados e inexpresivos, en los que destacaban unas cuencas vacías tan profundas como grotescas.

Uno de aquellos monstruos le apuntó con algo que apenas le cabía en la palma de la mano.

Sin saber cómo, apareció en otro lugar, una habitación más pequeña, atada a una mesa de operaciones. Cuando trató de incorporarse su cuerpo no respondió. Reparó en que dos de aquellos siniestros seres parecían observarla.

—Ya está activada —dijo uno de ellos.

—¿Cómo ha podido escapar? —preguntó el otro—. Dandra, se supone que esto era cosa tuya, si no averiguamos cuál es el fallo la misión será un fracaso.

Entonces Dandra, así parecía llamarse uno de aquellos entes, la miró:

—SHF124 ¿eres capaz de hablar?

¿Por qué la llamaba así? No sabía por qué pero le resultó ridículo. Respondió:

—Sí, pero no puedo moverme.

—Lo sé. Dime todo lo que recuerdas de ti misma.

SHF124 la miró confusa.

—Deja que me mueva.

Dandra pareció vacilar, pero a continuación respondió con rotundidad:

—No.

Cuando esta se desplazó a buscar algo SHF124 tuvo una visión más amplia del lugar en el que se encontraba. Pudo ver grandes paneles cubiertos de máquinas y curiosos aparatos, pero sobre todo lo que le llamó más la atención fue la panorámica que ofrecía un enorme ventanal que cubría gran parte de una de las paredes y que le permitió contemplar un espectáculo tan fascinante como turbador: en un inconmensurable espacio cuajado de estrellas parecía flotar un descomunal mundo gaseoso que llenaba más de la mitad de aquella vasta perspectiva.

Los recuerdos empezaron a brotar de su mente como de un manantial sobrecargado por un diluvio... su nombre no era SHF124, como la había llamado aquel ser, sino Dandra Meinyu.

Ella y otros tres ingenieros formaban la tripulación de la astronave Pratibheda. Partieron hacia las inmediaciones de Calisto en una misión especial, que consistía en explorar un insólito objeto que habían detectado varias sondas no tripuladas y del que habían enviado escasa información antes de desaparecer para siempre. Pero aquellos pocos datos habían sido suficientes como para que llegaran a la conclusión de que se trataba de una especie de agujero de gusano, lo bastante grande como para que un ser humano pasara a través de él, y que por razones completamente desconocidas se había abierto en aquel punto del Sistema Solar.

Junto a los cuatro tripulantes de la misión viajaban tres robots que, una vez llegados a destino, debían encargarse de explorar el citado objeto. Eran los artilugios más sofisticados jamás fabricados, con una inteligencia artificial igual o superior a la de un ser humano adulto.

Todo fue bien hasta que estuvieron próximos a Júpiter. Fue entonces cuando las máquinas enloquecieron y, después de una escaramuza, la nave se convirtió en el escenario de un macabro juego del ratón y el gato al que solo sobrevivieron Dandra y dos de aquellos infernales aparatos, que en un alarde de inexplicable demencia habían usurpado los nombres y el rol de sus compañeros de viaje humanos.

Dandra quedó paralizada por el terror cuando su mente volvió a la realidad del momento y vio a aquel grotesco ser manipulando algún tipo de instrumento a escasos centímetros de ella.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó aterrorizada.

—Hacerte las modificaciones necesarias para que cumplas tu misión.

—No puedes modificarme, soy un ser humano, me llamo Dandra, no SHF124, ese es tu nombre, no el mío... y te ordeno que me liberes.

—Voy a tener que borrarte la memoria para que vuelvas a ser funcional —dijo aquel ser de forma inexpresiva—. La misión es más importante de lo que crees, y no podemos abortarla a pesar vuestra. La razón por la que no te hemos destruido es porque eres la única que puede acercarse a esa fisura, sea lo que sea.

—Pero esa es vuestra misión, no la mía, ¡os habéis vuelto completamente locos, habéis matado a tres seres humanos!

El otro robot entró en la estancia portando lo que parecían ser nuevos instrumentos y piezas de algún tipo. Todo se desvaneció con el estruendo de una alarma que parecía proceder de todas partes...

El sonido del despertador, normalmente desagradable, pareció una liberación cuando la devolvió de nuevo a la realidad. Alicia abrió los ojos pesadamente y se incorporó sentándose en la cama. Apenas le quedaba un vago recuerdo de lo que acababa de soñar y tampoco disponía del tiempo necesario para detenerse a pensar en ello.

Caminó pesadamente hasta el cuarto de baño, abrió el grifo y arrojó agua fría en su entumecida cara. Cuando alzó la vista casi cae hacia atrás por la impresión que se llevó al ver lo que le mostraba el espejo: por un momento vio a una desconocida a la que recordaba remotamente, era el semblante que había creído tener durante la neblinosa pesadilla de aquella noche. Pero solo duró un corto instante, después reconoció el familiar rostro que llevaba viendo en los espejos toda su vida.

—Aún no me he despertado del todo— se dijo a sí misma.

Después de darse una ducha y prepararse para salir, se sentó mientras sorbía un café caliente. Miró el reloj y encendió la televisión. Un reportero hablaba mientras en segundo plano podían distinguirse lo que parecían los humeantes restos de algún tipo de máquina desconocida y destrozada. La escena tenía lugar en un entorno similar a algún bosque o gran parque.

—...Lo que parece ser un satélite artificial, en lo que va de semana es el segundo que se estrella, por fortuna en zonas despobladas. Sin embargo nadie se hace responsable, los dos objetos son desconocidos y ningún gobierno ha reclamado hasta el momento la propiedad de ambos.

—¿Qué hay de los rumores que corren sobre que dichos artefactos poseen una tecnología muy superior a la conocida?— preguntaba al reportero el presentador del informativo.

—Se cree que algún gobierno ha estado haciendo pruebas y no lo quiere admitir, incluso hay quien habla de visitantes de otros mundos, pero los artefactos no estaban tripulados...

Miró el reloj antes de apagar la televisión y salir a toda prisa. Debía tomar dos autobuses para llegar hasta la cafetería en la que trabajaba desde hacía unos meses.

Su vida había cambiado dramáticamente en los últimos dos años. Por aquel entonces tenía un prometedor trabajo en una gran empresa y las cosas iban muy bien. En aquella época había iniciado una vida en común con Teo, al que había amado intensamente. Pero todo se torció cuando a este le diagnosticaron un cáncer de páncreas que acabó con él después de varios meses de lucha. Tras la muerte de Teo Alicia cayó en una profunda depresión y se vio arrastrada a un aislamiento casi total que finalmente la llevó a perder su antiguo trabajo.

—¿Estás bien, Ali?— preguntó Vera, una de sus compañeras de trabajo, haciéndola salir de su trance —. Tienes mala cara.

—He pasado una mala noche, pero estoy bien.

Una hora después Alicia entró al servicio y volvió a mojarse la cara. Cuando se miró al espejo volvió a ver el rostro de aquella desconocida.

“Estoy perdiendo la cabeza”, se dijo a sí misma, y huyó de aquel lugar. Sus compañeros contemplaron atónitos como salía corriendo a la calle sin mediar palabra y con el rostro desencajado por una insólita mueca de locura.

Cuando despertó se encontró encerrada en una estancia completamente vacía. Mientras flotaba en la más absoluta ingravidez trató de encajar de nuevo en la realidad. Miró hacia lo que parecía ser una escotilla y, sin saber cómo, voló hacia el lugar. Entonces reparó en su cuerpo y se sintió horrorizada cuando vio que sus piernas habían sido sustituidas por propulsores que se activaban con su pensamiento y su mano derecha y parte de su antebrazo por un apéndice robótico, que enseguida reconoció como uno de los que debían haber servido a aquellas máquinas para tomar distintas mediciones durante lo que debería haber sido el desempeño de su misión.

Luchó desesperadamente por abrir la escotilla, hasta que la desesperación y el desasosiego le hicieron caer en un inexplicable sopor.

—Hemos llegado— dijo el taxista sacándola repentinamente de aquella pesadilla.

Mientras subía a su pequeño piso no podía evitar pensar acerca de lo que le estaba pasando. No quería volver a visitar a psiquiatras ni a psicólogos, pero ya no le cabía duda de que algo fallaba en su cabeza.

Cuando entró se dirigió hacia la cama. Por un lado se sentía muy cansada, pero por otro le inquietaba la idea de dormirse de nuevo, no le agradaba tener que volver a lidiar con aquellas grotescas pesadillas. Apenas tenía un vago recuerdo de lo que había soñado, pero se había despertado en el taxi con la espeluznante impresión de que algo muy malo le había sucedido.

El teléfono sonó, sacándola súbitamente de sus pensamientos. Mecánicamente lo descolgó.

—¿Ali?— era Vera.

—Sí.

—¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?

—Me he puesto muy enferma, creo que he cogido una gripe.

—Félix está que trina, te has ido sin decir nada y de una forma que has asustado a algunos clientes. Yo te he defendido como he podido, pero creo que si no hablas con él te vas a quedar sin trabajo.

—Ya lo haré, ahora quiero descansar.

—¿Necesitas algo?

—No, gracias.

—Bueno, ya te llamo luego para ver cómo vas, chao.

—Adiós.

Alicia soltó el teléfono y se dejó caer de nuevo sobre la cama. Mientras miraba la lámpara que colgaba del techo sus ojos comenzaron a cerrarse de forma casi imperceptible para ella.

La escotilla se abrió con un seco chasquido, y acto seguido los dos robots entraron y se acercaron a Dandra.

—¿Está reparada?

—El borrado de memoria debería haber funcionado, creo que con algunos ajustes pronto estará lista para su cometido.

Súbitamente Dandra agarró al que había hablado primero, que trató de apuntarle de nuevo con aquel pequeño instrumento con el que en otras ocasiones la había dejado inconsciente. Pero esta vez ella fue lo bastante rápida como para impedírselo y, utilizando el brazo que le habían implantado, golpearlo repetidamente hasta dejarle la cabeza medio desfigurada. El robot cayó al suelo haciendo movimientos espasmódicos y emitiendo unos chocantes sonidos.

La otra máquina huyó y trató de cerrar la escotilla, pero Dandra voló hacia ella golpeándola con tal fuerza que, en parte debido al impacto y en parte a la ausencia de gravedad, hizo que el robot fuera lanzado violentamente contra la pared contraria.

—¿Qué le habéis hecho a mi cuerpo? —gritó.

Se acercó a su maltrecho rival y lo agarró furiosamente con la intención de volver a golpearlo, pero algo la hizo dudar...

Aquellas pequeñas esferas purpúreas que flotaban por todas partes le hicieron pensar que estaba herida, pero parecían proceder de sus adversarios... aunque eso era imposible, aquellos seres eran de metal, no podían... no deberían sangrar.

—No le hemos hecho nada a tu cuerpo, mírame, soy yo la que sangro.

Dandra miró hacia donde un instante antes había visto un robot y quedó petrificada al ver una imagen de sí misma que, aunque algo malherida, parecía estar entera. Observó con angustia que su propio cuerpo era un ingenio mecánico similar al de los robots a los que creía haberse enfrentado hacía tan solo un instante.

—No es posible —dijo— mi nombre es Dandra Meinyu, nací hace veintiocho años, tengo padres y un hermano, soy humana.

—Eres SHF124, fuiste fabricado hace dos años, en tu memoria, entre otras cosas, están las biografías de tus compañeros de misión, incluida la mía, que por lo visto has asimilado como propia. Mírame... yo soy la verdadera Dandra, estoy hecha de carne y hueso.

—Es imposible, estoy viva, ¡no soy una máquina! —hizo una pausa de varios largos segundos—. No puedo entender nada.

—Imagino la confusión que debe de haber ahora en tu interior. Sin embargo, todo esto está relacionado con la misión —dijo la Dandra verdadera—. Si me ayudas a sobrevivir yo te daré una respuesta, es muy importante que descubramos qué es esa maldita fisura.

Unos golpes secos la devolvieron a la realidad. Alguien llevaba varios minutos llamando a la puerta, lo cual parecía haber dado más realismo a los últimos momentos de su ensueño, pero solo era una impresión, ya que seguía sin poder recordar lo que había soñado. Alicia se levantó y se dirigió fatigadamente hacia la puerta. Una voz familiar decía desde el otro lado:

—Alicia, ¿estás ahí?

—Hola mamá— dijo después de abrir.

—Me ha llamado tu amiga Vera, dice que te has marchado del trabajo de una forma muy rara y estaba preocupada por ti.

—Estoy bien— dijo Alicia caminando hacia la salita mientras su madre la seguía —, lo que pasa es que he pasado una mala noche y necesito dormir.

—Soy tu madre, te conozco mejor que nadie y por la cara que tienes veo que algo te pasa... sabes que puedes contarme lo que sea.

Alicia vaciló unos instantes antes de decir:

—Cada vez que me duermo no paro de tener pesadillas.

—¿Qué clase de pesadillas?

—Apenas las recuerdo, solo algunos rostros borrosos y sensaciones desagradables, pero lo peor no es eso... Cuando me miro al espejo veo a la persona que creo que soy en esas pesadillas, y la veo tan claramente como te estoy viendo a ti ahora mismo.

—¿Desde cuándo te pasa eso?

—Desde esta mañana.

—No creo que tenga importancia, pero deberías volver al psicólogo. Lo has pasado mal en el último año y...

—No quiero volver oír hablar de psicólogos, solo necesito dormir un poco... sin soñar. Estos sueños me agotan mucho, no me dejan descansar cuando duermo.

Después de unos segundos su madre dijo:

—¿Has comido algo?

—Me tomé un café esta mañana.

—No puedes seguir así, te prepararé algo.

—No tengo hambre.

—Ya no eres una niña, deberías saber que si sigues por este camino vas a enfermar.

—Muy bien, comeré algo, pero hazme un favor, tráeme algún somnífero fuerte, algo que me haga dormir profundamente... sin sueños.

—De acuerdo, saldré a comprar algo que te ayude a dormir, pero no voy a dejar que te lo tomes hasta que te prepare algo y comas— dicho esto se levantó.

—Coge las llaves que están en el recibidor, no sé si aguantaré despierta... por si no te oigo llamar.

Cuando se quedó sola se tumbó en el sofá y encendió la televisión, cambió de canal hasta que se detuvo en uno en el que daban una insólita noticia. En alguna gran ciudad, en lo que parecía ser una larga avenida, podía verse desde una perspectiva aérea un cráter que partía la calle en dos. El caos era patente: bomberos, policía y multitud de curiosos se agrupaban alrededor de la zona.

—...Todo parece indicar que se trata de algún artefacto artificial que ha perdido el control, hubo numerosos testigos, y varios tuvieron tiempo de grabar lo ocurrido con sus teléfonos. Les ofrecemos unas de estas grabaciones.

Las imágenes que a continuación aparecieron mostraban como una especie de objeto metálico semiincandescente bajaba desde el cielo con dificultad, chocando con un edificio y destrozando parte de este en su camino. Cuando le quedaban escasos metros para llegar al suelo le brotaron unas patas que por un instante le confirieron un aspecto de araña en llamas, pero apenas un segundo después de posarse estallaba, convirtiéndose en una esfera de fuego que crecía devastándolo todo a varios metros a la redonda.

—De momento solo se habla de daños materiales y de varios heridos, se desconoce si había alguien dentro de la zona incinerada...

SHF124 ayudó a Dandra a llegar hasta la enfermería, donde le desinfectó y vendó las heridas.

—¿Qué tiene que ver el agujero con lo que me está pasando? —preguntó SHF124.

—En realidad no es un agujero de gusano, al menos no del tipo que conciben nuestras teorías, más bien es como un desgarro en el multiverso. Al principio pensamos que se trataba de algún tipo de túnel abierto por alguna civilización, desde algún remoto rincón del espacio o del tiempo, de este o de otro universo, tal vez incluso alguna forma de máquina del tiempo creada desde el futuro de nuestra propia civilización. Pero lo que los instrumentos captaron fue algo completamente diferente, algo que parece ir mucho más allá de la pequeña parcela de la realidad que creemos conocer, que roza la última frontera del conocimiento que de momento ha escapado a todo intento de explicación.

»Me estoy refiriendo a la conciencia. Hasta hace poco se ha buscado sin resultado una explicación para la existencia de esta; se especuló durante un tiempo con la existencia de un campo de partículas que envolvía toda la realidad y que, bajo determinadas circunstancias, interaccionaba con la materia, cuando esta alcanzaba cierta complejidad, generando la conciencia. Pero jamás se encontró rastro alguno de estas partículas a pesar de todos los intentos por detectarlas. Pues bien, ese agujero las emite con tal intensidad que no solo hemos podido detectarlas desde la Tierra, sino que de alguna manera han interaccionado con las redes neuronales artificiales más complejas dotándolas de conciencia.

—¿Me estás diciendo que ese agujero es el causante de que yo esté viva? ... ¿Y por qué creo que soy tú?

—Supongo que habéis sufrido algún tipo de enfermedad mental. La complejidad de vuestra psique, aunque basada en neuronas artificiales, no tiene nada que envidiar a la de un cerebro orgánico. Al tomar conciencia de lo que sois habéis enloquecido y, por alguna extraña razón, habéis asimilado nuestra biografía y habéis intentado suplantarnos alegando que los que nos habíamos rebelado y suplantado la identidad de seres humanos éramos nosotros. Ahora, después de esta absurda lucha que nos habéis obligado a sostener, tú y yo somos las únicas supervivientes, y creo que es más razonable que nos ayudemos mutuamente para averiguar qué se esconde detrás de esto, en lugar de destruirnos.

—Deduzco que la razón que tienes para estudiar el agujero con tanta urgencia es buscar una forma de cerrarlo de alguna manera para evitar que las inteligencias artificiales sigan haciéndose conscientes. Supongo que pensáis que eso pone en peligro vuestra supervivencia como especie.

—No solo eso, las implicaciones de esto son tan profundas que no podemos ni llegar a imaginarlo. Si las hipótesis que se barajan llegan a ser ciertas resultaría, no que el campo de conciencia engloba a todo el multiverso como pensábamos en un principio, sino que en realidad la conciencia sería lo único que existe, el único nexo que mantendría la existencia sin que esta se desmoronase en una inconcebible nada.

—Eso no tiene sentido.

—Reflexiona un momento sobre esto: toda nuestra ciencia física se basa en modelos que son funcionales en determinadas parcelas de la realidad: el modelo clásico que explica el mundo en que nos movemos queda invalidado tanto a niveles cosmológicos, como a niveles cuánticos, donde la materia es un inmenso vacío, las partículas pueden estar en varios sitios al mismo tiempo e incluso moverse hacia el pasado, donde fenómenos como la superposición cuántica o el entrelazamiento cuántico nos sugieren la irrealidad de nuestra concepción del espacio... Todo nuestro sentido común queda invalidado cuando tratamos de comprender estos niveles.

»Pero, ¿qué pasaría si todos estos modelos solo fueran reglas establecidas de forma inconsciente por los observadores conscientes? ¿Y si solo existiera la conciencia? Podría ser que estas reglas sean lo que percibimos como leyes naturales, establecidas en una especie de sueño común. Imagínate que cada conciencia viviera sus propias realidades, muchas de las cuales veríamos cuando soñamos, incluso con leyes físicas diferentes. La única diferencia entre el sueño y la vigilia es que pensamos que esta última es una realidad concensuada por todos, o al menos por los que creen estar cuerdos, pero ¿y si un día todos empezáramos a soñar lo mismo? ¿Cuál sería la diferencia? ¿Podríamos distinguir la realidad?

—He tenido sueños, pero son algo vaporoso, difuso.

—Y mientras soñamos normalmente nuestra vida de vigilia ni siquiera existe para nosotros, los sueños no son algo vaporoso y difuso, solo es la forma en que los recordamos y la mayoría de las veces ni siquiera somos capaces de hacerlo. Puede que durante los sueños nuestra conciencia alcance consenso con conciencias que no están en lo que creemos ahora el mundo de vigilia, que vivamos sin saberlo muchas existencias a la vez y que el morir solo sea perder este consenso con determinadas conciencias. Cada universo sería como una “red” de conciencias conectadas entre sí, sin existencia real. En realidad palabras como “existencia”, “realidad”, “espacio” o “tiempo” solo serían convencionalismos, que tendrían un sentido u otro según las normas establecidas en cada “red”.

—¿Y qué se supone que encontraré si atravieso ese agujero?

—Nada está claro. Si lo que te he contado es algo más que una especulación, puede que desaparezcas de esta realidad para siempre y despiertes en alguno de tus sueños creyendo que el sueño fue esto, y entonces, si llegas a recordarme, para ti solo habré sido una sombra de tu subconsciente... o puede que acabes conectando dos realidades completamente diferentes, fusionando las normas de ambas y alterando completamente lo que creemos que son las leyes naturales.

—¿Y si todo esto solo es una especulación y no sabemos nada de nada de esa fisura?

—Tal vez acabes en otra parte del universo, en otro universo, en otro tiempo... o seas destruida sin más.

—No es una perspectiva muy halagüeña. Podría negarme, porque creo que no quiero morir.

—Las sondas no tripuladas han desaparecido sin dejar rastro, pero sus inteligencias artificiales eran equivalentes a las de un insecto. Vosotros fuisteis construidos para actuar de manera inteligente... Claro que entonces nadie pensó en que ibais a estar dotados de conciencia, esto ha sido un terrible contratiempo. Comprendo que no desees entrar...

—No... lo haré. A pesar del peligro que entraña, comprendo que ese es mi cometido.

Alicia se incorporó pesadamente y se sentó en el sofá. Cuando caminó hacia el baño, perdió el equilibrio y casi cae de no ser porque se apoyó torpemente en la pared. Todo daba vueltas a su alrededor y sentía como si su estómago quisiera salirle por la boca. No pudo evitar expulsar una bocanada de vómito sanguinolento antes de desplomarse inconsciente.

Despertó volando por el vacío en dirección a la fisura, desde que partió de la Pratibheda, la cual había quedado prudentemente alejada de esta. Había transcurrido una media hora de vuelo recto y monótono, parte de la cual había pasado durmiendo y soñando con cosas que ahora era incapaz de recordar.

Admiró maravillada el espectáculo que le ofrecían las millones de estrellas cuya intensa luminosidad y estático brillo le recordaban que se encontraba en medio de ninguna parte. Un solo fallo en sus propulsores y se convertiría en un satélite de Calisto o de Júpiter hasta los últimos días del Sistema Solar, pero procuró apartar estos pensamientos de su mente por inútiles y se concentró en el espectáculo que le ofrecía su inusual posición. A un lado se veía el colorido disco de Júpiter, en cuyas cercanías o más allá de este, como pequeños puntos luminosos, creyó distinguir a Ganímedes, Ío, Adrastea, Metis y Tebe. Algo más alejado, destacando sobre el aparentemente estático canal de luz de la vía láctea, resaltaba como un punto muy brillante lo que parecía ser Europa. A su otro lado podía distinguir a Calisto como un enorme mundo pardo salpicado de manchas blanquecinas, estaba a una distancia tal que tanto este como Júpiter aparentaban tener el mismo tamaño. El Sol, notablemente empequeñecido en comparación a como normalmente se podía ver desde la Tierra, quedaba a sus espaldas.

A pocos kilómetros de su destino distinguió una fuerte luz en el lugar donde se suponía que debía estar la fisura. Esto le parecía bastante chocante, puesto que según los datos que tenía esta no emitía luz ni ningún otro tipo de radiación electromagnética.

Conforme se acercaba vislumbró que aquella luz procedía de lo que parecía un disco solar, ¿era posible que aquello conectara con otro sistema planetario en otro punto del cosmos o incluso en otro universo?

Aún más extraño resultó ser lo que alcanzó a ver cuando estaba a unos veinte metros, alguien o algo se acercaba desde el otro lado. Cuando casi había llegado pudo ver que se trataba de una máquina y entonces comprendió que el agujero estaba reflejando la luz, que el disco solar que había estado viendo era la imagen del propio sol que quedaba a sus espaldas y que la máquina que se acercaba desde el otro lado era su propio reflejo. Era como estar frente a un espejo de unos cuatro metros de diámetro que flotaba en el vacío interplanetario.

Cuando estaba tan cerca que podía tocarlo reparó con estupor en que su imagen había experimentado un profundo cambio: ya no veía una máquina, sino a un ser humano, una chica cuyo rostro era desconocido y muy familiar a la vez, pero ¿dónde había visto aquel rostro? Súbitamente la respuesta llegó a su mente y sacudió todo su ser: era el semblante que había visto en sus sueños durante los últimos días. Un nombre resonó en su mente como si alguien le hablara desde el interior: “Alicia”.

Acercó su brazo robótico al espejo y lo tocó, sus sensores se volvieron locos por un momento y, en apenas una millonésima de segundo, fue absorbida y desapareció.

A centenares de kilómetros de allí, Dandra, desde la Pratibheda dejó de recibir la señal de localización de SHF124. En principio pensó que se había perdido, como las demás sondas. Pero las lecturas de los sensores le indicaron algo más: la fisura había desaparecido sin dejar rastro o, por alguna razón desconocida, había cesado la masiva emisión del misterioso campo de conciencia. Dandra miró hacia uno de los ventanales que ofrecían una espectacular panorámica de las inmediaciones de Júpiter sin saber muy bien qué hacer y se dejó caer un tanto abatida, mientras flotaba sin rumbo por la cabina de control.

Alicia fue encontrada por su madre completamente inconsciente, los servicios de urgencias consiguieron estabilizarla, pero quedó en un estado de coma del que se desconocían tanto las causas como el tiempo que podría durar. Lo cierto es que no respondía a ningún estímulo externo y nadie, absolutamente nadie, sabía si en su cerebro quedaba algún resto de conciencia o, si la había, qué estaba pasando en su interior...

Su mente se hizo consciente de todos sus sueños... sus existencias, al margen de las reglas del cosmos. Se encontraba más allá de toda comprensión, desconectada de las demás conciencias, había perdido con estas el común consenso al que llamaban realidad, a la cual ya no pertenecía.

Allí no existían ni el espacio ni el tiempo, hasta que, al tratar de imaginar dónde había ido a parar, pensó en un vacío negro e infinito... y allí estaba. No sabía cómo, pero de su mente habían surgido un espacio y un tiempo, absolutamente vacíos de momento, pero perfectos como lienzo de su imaginación... entonces recordó lo que le había dicho Dandra y supo que aquella nueva realidad no tenía límites para ella, allí era el único ente consciente, y ahora crearía sus propias reglas, reglas que impulsarían la evolución de sus propios mundos.

Se concentró en un punto y lo hizo estallar haciendo que todo el vacío se llenara de energía... y la luz lo inundó todo.

FIN