«SILENT RUNNING»

La ecología en la pantalla

Los problemas ecológicos constituyen en la actualidad uno de los temas más discutidos en los Estados Unidos; por ello, era cuestión de tiempo que surgiese alguna obra cinematográfica que los tomase como tema argumental. Aunque, en realidad, los objetivos de Silent Running son más extensos, pues la cinta trata de la relación del hombre con el medio ambiente, con las máquinas y hasta consigo mismo, una vez se ve enfrentado con un aislamiento total.

La cinta narra cómo Freeman Lowell, un botánico que ha pasado ocho años a bordo del carguero espacial «Valley Forge», se ve enfrentado con su propia conciencia. El carguero forma parte de un programa que trata de preservar los últimos restos de la vegetación terrestre —totalmente desaparecida a causa de la polución—, manteniéndola en órbita hasta que sea posible repoblar vegetalmente el planeta. Pero el conflicto se presenta cuando llega a la nave un mensaje del Gobierno ordenando que sean destruidos esos últimos vegetales, pues el programa ha sido revocado, ya que no hay interés en volver a contar con vegetación en la Tierra. Entonces Lowell provoca un sabotaje que acaba con los tripulantes del «Valley Forge» y lanza la nave hacia los anillos gaseosos de Saturno. Allí, ayudado por tres robots con que cuenta la nave, dispone los domos geodésicos bajo los que se hallan las plantas para que orbiten alrededor del Sol, en espera de que algún día una Humanidad más sana recupere las plantas.

  

Principal artífice de este film ha sido su director, Douglas Trumbull, que combina los talentos de un excelente pintor y un genio tecnológico. Esta es la primera cinta que dirige, logrando con ella un prometedor debut.

La ambición primera de Trumbull fue llegar a ser arquitecto, pero en la Escuela le resultó insoportable la asistencia a las clases obligatorias de matemáticas y física, por lo que abandonó los estudios. Pasó luego a hacer fondos de cintas de dibujos animados sobre astronautas para una firma especializada en trabajos para la NASA, y uno de esos films fue visto por Stanley Kubrick, que contrató a Trumbull para su cinta «2001». Durante los tres años de trabajo en la gran película, Trumbull pudo ir desarrollando sus muchos talentos, siendo una de sus aportaciones principales a la misma la invención de una máquina denominada «slit-scan», que fue utilizada para crear los corredores de luz por los que viaja el astronauta en la parte final del film. Esta escena, además de proporcionar el motivo para la frase publicitaria con que iba a ser comercializada «2001»: «El viaje definitivo», iba a encumbrar a Trumbull a la fama, como uno de los mejores expertos en efectos especiales.

  

Acabado el rodaje de la cinta de Kubrick, Trumbull comenzó a sentir deseos de realizar su propia cinta, escribiendo una sinopsis argumental que el productor Michael Gruskoff logró que fuera aceptada por la Universal Pictures.

En su film, Trumbull deseaba emplear muchas de las técnicas desarrolladas para «2001», pero lo que principalmente le interesaba lograr era un relato con el que el espectador pudiera sentirse identificado, y no sólo una maravillosa exhibición de efectos especiales, desprovistos de significado. Igualmente, deseaba combatir la idea de la máquina como amenaza al hombre.

«Mucha gente teme a la Tecnología —dice Trumbull—, y una de las cosas que quería hacer era mostrar a las máquinas como una herramienta que puede y debe quedar bajo el control de los seres humanos, y no como una fuerza malévola que nos acecha».

Al mismo tiempo, Trumbull quería lograr difundir, mediante la cinta, algunas de sus ideas sobre el daño que nuestra sociedad de consumo le está haciendo a la ecología planetaria, y también de cómo el rápido avance tecnológico nos está afectando psicológicamente. Como Toffler, el famoso autor del «Shock del Futuro», Trumbull cree que el hombre ha llegado a un punto en el que no le es posible aceptar más información, o sufrir un ritmo de cambio más acelerado, a menos que realice un drástico cambio de su estilo de vida.

  

En cuanto a la parte puramente técnico-visual de su cinta, Trumbull decidió que, a pesar de contar con un presupuesto muy holgado, no quería construir los grandes decorados de plástico que daban su aspecto aséptico a los interiores de «2001». Por el contrario, deseaba dar la impresión de una nave utilizada y utilizable, de un artefacto producido por una civilización industrial para un uso corriente, y no creado por diseñadores de interiores o decoradores de revistas de viviendas ideales.

Para ello, decidió remodelar el interior de un viejo portaaviones de la Armada de los Estados Unidos, el «U.S.S. Valley Forge», que se hallaba enclavado en el puerto de San Pedro, esperando ser enviado al desguace.

  

Naturalmente, los oficiales de la Marina se mostraron encantados de poder prolongar la vida útil de su barco, pero sin lograr comprender cómo podría ser transformado en una espacionave. Pero todo lo que Trumbull deseaba era utilizarlo para interiores, para unos interiores que dieran la idea de un gran carguero espacial, con muchos años de servicio. Así que comenzó por arrancar planchas, para dejar al descubierto tuberías y cables, arrancando los marcos de las puertas, que fueron sustituidos por otros con un aire más futurista.

Tras el rodaje en el interior del portaaviones, la filmación pasó a un hangar de aviación en California, donde se montó el escenario correspondiente a los domos geodésicos que contienen los últimos vegetales. Para ello, se llenó el hangar de tierra fértil y de plantas, flores y árboles. El efecto de un enorme domo geodésico por encima de esta vegetación fue conseguido mediante proyección sobre una pantalla frontal, un sistema muy utilizado en «2001», especialmente en las secuencias del «Amanecer del Hombre». Trumbull mejoró el procedimiento construyendo un aparato más pequeño, que sólo necesita una diapositiva de 12,5 × 17,5 cm. Se preparó y se fotografió un domo miniatura, y con las transparencias así obtenidas, se efectuó la proyección en una pantalla especial situada detrás de la vegetación, obteniéndose así la ilusión de que un enorme domo geodésico la cubría.

Pero la contribución más original de Trumbull a Silent Running, en lo que se refiere a las innovaciones tecnológicas, es el haber hecho aparecer por primera vez, seriamente diseñado, un robot no antropomórfico; una máquina utilitaria destinada al mantenimiento y reparación de la nave.

Se trata de una concepción del robot totalmente diferente a la habitualmente mantenida en el cine, pero que sigue la idea de los científicos, que están más interesados en lograr máquinas eficientes que parecidas al hombre.

No obstante, como el estado de la cibernética aún no permite el construir robots tan perfeccionados, seguía siendo necesario el que un actor humano moviese la máquina desde su interior. Para resolver esta dificultad, sin dar al robot la forma antropomórfica no deseada, Trumbull tuvo que tomar una decisión radical: como ninguna persona de altura normal cabría en el interior de las máquinas que había diseñado, logró la colaboración de amputados de las dos piernas para que operasen máquinas que apenas si llegan a la cintura del protagonista.

El diseño del exterior de los cargueros espaciales fue conseguido también mediante un hábil truco: Trumbull deseaba una estructura modular, que no tuviera relación con la idea habitual de naves con forma de huso tan habituales en las cintas de SF, y que diera la impresión de ser un diseño pensado exclusivamente para operar en el Espacio, lejos de las atmósferas planetarias. Así que tomó el proyecto elaborado para la construcción de una torre de comunicaciones destinada a la Feria Mundial de Osaka de 1970, la puso de lado y obtuvo la nave que deseaba. El grupo de Trumbull pasó entonces seis meses realizando un modelo detallado como él deseaba, y que mide casi ocho metros. En la realización de su intrincada superficie se emplearon piezas de 650 cajas de modelismo para construir tanques alemanes de la Segunda Guerra Mundial. Por último, cabe decir que Silent Running tiene una partitura musical especialmente compuesta y dirigida por Peter Schickele, y que incluye dos canciones Rejoice in the Sun (Alégrate al Sol) y Silent Running (Viaje silencioso), cantadas por Joan Baez.

  

El título anunciado para la cinta en castellano es Naves Misteriosas, lo cual, al menos a mí, me parece una solemne memez, dado que el espectador —visto el título— tenderá a identificar la cinta con esa serie de malas películas de serie B que tanto daño le han hecho al cine de SF.

LUIS VIGIL.

FICHA TÉCNICA: «Silent Runnig». EE.UU., 1972. Director: Douglas Trumbull. Productor: Michael Gruskoff. Guión: Deric Washburn, Mike Cimino y Steve Bochco. Fotografía: Charles F. Wheeler. Efectos Especiales: Richard O. Helmer, James Rugg, Marlin Jones, Vernon Archer y R. L. Helmer. Fotografía especial: Douglas Trumbull, John Dykstra y Richard Yuricich. Intérpretes: Bruce Dern, Cliff Potts, Ron Rifkin, Jesse Vint, y Mark Persons, Steven Brown, Cheryl Sparks y Larry Whisenhunt animando a los robots.