Massimiliano Governi
Diario en verano
Todas las tardes, a eso de las siete, mi amiga Fiore y yo nos vamos a Villa Pamphili a ver cómo los obreros descontaminan el agua del lago del Giglio y a fumar.
Parece que los próximos días van a capturar las nutrias y a llevarlas al Tíber, por encima de la presa de Castel Giubileo:
—Estropean el ecosistema del lago —me dijo uno de los obreros.
¡No me lo puedo creer! Hace años que vengo a este parque (me traía mi abuelo) y doy de comer a las nutrias sudamericanas: ¿cómo pueden hacer algo así? Espero que se lo piensen mejor…
Para despabilarme un poco (después del tercer o el cuarto porro) hoy he dado cuatro vueltas al parque corriendo, mientras Fiore (totalmente colgada) ha estado jugando todo el tiempo a las bochas con los viejos del asilo de ancianos Bel respiro: las dos nos hemos despejado un poco.
Toda la tarde en Villa Pamphili.
Llenando de grumos espumosos de saliva el césped despeluchado delante del banco donde estaba sentado y tratando de vender un poco de metralla.
Mentalmente escribí una canción y me la apunté en un rincón de la cabeza: «Cuando vi tus ojos comprendí / … / Ahora sé / lo que estaba persiguiendo / entonces, en los años oscuros / que pasé dormido / con pesadillas».
También me imaginé dando conciertos por los parques y las villas de Roma: los llamaría La D olee Villa Tour…
Me imaginé Villa Pamphili abarrotada de gente… una especie de bomba de carne a la espera de que alguien verdaderamente duro encendiera la mecha… y ese alguien sería yo…
Mientras volvía a casa a pie, bajo la tapia de la villa les vendí a dos drogotas unos tripis hechos con pasta «Le stelline» de Barilla y teñidos con rotulador fluorescente. Los dos piojos picaron.
Mañana en la piscina junto a Fiore.
Estuvimos hablando —debajo de la sombrilla— de los tatuajes que nos gustaría hacernos: yo un símbolo inventado por mí en el brazo y Fiore un escorpión sobre el bazo.
Tanto hablamos de ello que luego decidimos hacérnoslos de verdad con las maquinillas de electroimán y las tintas con pigmentos naturales, no tóxicos, en Tatum Shop de Monteverde.
Resultado: la única que me pinché fui yo. Fiore (la muy cobarde) al final se rajó…
Me pasé la noche soplándome con todas mis fuerzas en el brazo (con la ayuda de tramontana-Fiore) y hojeando viejas y gruesas agendas de colegio.
En una de ellas (¡horror!) le declaro mi amor a Kyle MacLachlan:
Kyle MacLachlan. ¿Quién eres? ¿Por qué tenías que plantarte justo delante de mi? ¿No podías quedarte quietecito ocupándote de tus asuntos? No, tenías que venir a fastidiarme a mí, precisamente. A mí, que estaba tranquilamente sentada viendo en la tele «Los secretos de Twin Peaks» por puro aburrimiento y porque en casa no me llevaban a ningún sitio…
¡No me lo puedo creer! En aquella época debía de tener alguna lesión en el cerebro (era ese período en que si bebía un trago de cerveza se me subía a la cabeza: una especie de malformación que me impedía soportar el alcohol).
Ahora solo tengo un ídolo: Mike Tyson. Por su capacidad magnética de encarnar la bestia y mostrarla sin disimulo, por su manera de ofrecerse tal como es, espantoso e irresistible… ¡le amo!
Debo de haber cambiado…
Paranoia feroz. Llevo todo el día oyendo a los Metallica a volumen 10 y rompiendo botellas de cerveza Peroni contra la pared.
Estoy desnudo e imito los movimientos de James Hetfield, Kirk Hammett, el guitarrista hispano, y Lars Ulrich, el batería. También me he hecho cortes en todo el cuerpo con una Gillette Platinum 5: en los brazos, en el pecho, y también en los pies y con la sangre he embadurnado el yeso de la pared, como un mural.
Me he fumado un gramo de shaboo que pillé donde el filipino de mierda de Colli Portuensi y ahora la espuma rabiosa me escurre por la barbilla y lloro.
Para distraerme antes estuve mirando también algunas fotos mías (una en postura de etiqueta de veneno: skull and bones, calavera y tibias)… luego la reseña en Vinile de mi primer y único disco (1990) compuesto e interpretado por mí con el nombre de Shaved Pigs.
Esta es:
Rrrroooonnn. Zzzzz. Rrrooonnn. Zzzzzz. Rrrooonnn. Zzzzz. Rroonnn. Zzzzz. Frssssssss tac. ¿Eh? frssssssstac… ¡Ah! Ha terminado la primera cara, esperemos que no se haya estropeado la aguja. ¿Pongo también la segunda o me tomo un cafelito? Mejor el cafelito, pero no antes de haceros partícipes de una duda que me atormenta: ¿los Cerdos Afeitados son así o se lo hacen?
CA
Cabrones.
¡No me lo puedo creer! Me he enamorado.
A los 140 segundos de verle (lo que tardó Mike Tyson en tumbar a Frank Bruno) ya estaba colada por él. ¿Os habéis sentido alguna vez así? No es agradable, os lo aseguro. Señores del tribunal, ¿cómo pueden dejar sin condena a ese monstruo que me ha dejado colada como una verdura cocida?
Nadie se apiadará de ti. Estaba tan ancha (las clases acaban de terminar), estaba escuchando tranquilamente a los psicóticos/histéricos Nirvana sentada en un banco de Villa Pamphili cuando apareciste tú… tú con tu mechón rubio colgando en la cabeza rapada al cero y las placas de acero en la puntera de las botas… ¡súper!
Mandé a la mierda a los Nirvana y mi tranquilidad y empecé a cocerme en agua hirviendo.
¡Cuántas cosas increíbles me contaste! Que eres músico… que has sacado un disco titulado Shit for Brains… que has tenido unas críticas fabulosas y que tienes tres agujas de cinco centímetros en el cerebro porque tu madre, que trabajaba, cuando eras pequeño te dejaba con una vecina que era modista…
Estoy que me derrito, coladita por ti.
¿Me vas a llamar o no?
Hola… soy el tipo que va por Villa Pamphili con la guitarra y cortes por todo el cuerpo. Como ves, he preferido escribirte a llamarte por teléfono. ¡Odio el teléfono! Y odio tantas cosas más… pero este no es el momento de hablar de eso. Si quieres te hablo de lo que me gusta, así podrás conocerme mejor; aunque a la gente nunca se la conoce del todo.
En fin: me gusta mi música Marcha Dura Metalosa & Martirizada… porque me permite expresar mi individualidad.
Me gustan mis botas blindadas.
Me gusta Villa Pamphili.
Me gusta mi perro Blacky (aunque esté muerto).
Me gusta la publicidad… creo en la publicidad y en el mundo de ensueño que promete: solo allí puedo ver amas de casa con figura de modelos, en vez de esas gordas bigotudas, siempre desesperadas por su hijo drogota o también campesinos guapos y sonrientes, encantados de dar el callo en los campos.
Ah, otra cosa: quiero llegar a ser ultraviejo y a ser posible no morirme nunca.
Ahora ya sabes algo de mí, Asia. Haz buen uso de estas informaciones.
Un saludo. Nicolás.
PS: También me gusta mucho la U estilizada con media luna y estrellas que llevas tatuada en el brazo: ¿qué significa?
Adiós.
Queridísimo Nicolás:
acabo de recibir tu carta y he ido corriendo a la ventana para ver si te veía. ¿La has traído tú? No lleva sello…
Se ve que también odias los sellos y los buzones… bueno, una cosa más que sé de ti.
¿Qué tal estás? ¿Has estado más veces en Villa Pamphili?
Desde que acabaron las clases no hago más que aburrirme y perder el tiempo (hoy me he pasado el día entero pintándome las uñas y leyendo al viejo Dosto: Crimen y castigo es mi libro favorito).
Tú seguramente tendrás días más interesantes y movidos que los míos, los míos dan un poco de asco.
De todos modos yo también te escribiré algo de mí y de mi vida, para que puedas conocerme mejor etcétera…
Allá va: me llamo Asia, tengo dieciocho años (casi) y hasta hace unos meses llevaba el pelo a lo Christopher Lambert en Subway, ¿controlas?… me suavizaba el pelo con mejunjes a base de agua oxigenada, vodka, limón y manzanilla… luego decidí dejármelo crecer y ahora asoman las raíces moreno-sicilianas y me gusta infinitamente más…
Me destetaron con leche de Pistols, quesitos Clash, papillas liofilizadas Buzzcocks. Luego crecí con Magazine, Joy División y Doors.
Los perfumes que prefiero son: Hashish, Mughetto, Fiori di montagna y Parfumo di Fico.
Comida: Cuscús. Flan. Gazpacho. Espaguetis con todas las salsas. Algas. Sushi. Langostas (pero lo siento por ellas).
Durante tres meses he ido al gimnasio de boxeo del Sor Mario, en Campo de’ Fiori, pero en diciembre se le acabó el dinero, lo dejó todo plantado y volvió a trabajar de taxista.
¿Qué más?
El verano pasado me saqué el permiso de navegación en la capitanía de Porto de Anzio, y un día zarparé con mi amiga Fiore rumbo a un lugar lejano, a lo mejor Yemen…
El resto en la próxima…
Saludos.
Asia.
PS: La U tatuada en mi brazo significa Utopía.
Hoy ha cambiado algo.
Después de pasarme toda la noche como en la parrilla, dando vueltas y más vueltas en la cama hasta que estuve asado en mi punto, a las nueve salí y fui hasta casa de Asia… pero sin llamar. La esperé sentado en el mármol del portal casi toda la mañana, hasta que bajó.
Me pareció que se sorprendía de verme.
Después de darme la carta fuimos a pie hasta Villa Pamphili y pasamos allí toda la tarde.
Al anochecer (cuando, por fin, nos sentamos en un banco) saqué el shahoo: calenté un puñado de cristales hasta que se redujeron a cenizas, y luego nos los fumamos con la pipa.
Creo que para ella era la primera vez.
Por fin.
Hoy he visto a Nicolás.
Salía de casa para llevarle la carta cuando me lo encontré fumando en el portal.
Le di la carta y él la leyó delante de mí: me dio un poco de vergüenza.
Luego fuimos a pasear por la calle de grava de Villa Pamphili, y nos pusimos a hablar. Me habló de sus conciertos, de cuando le echaron del escenario porque había montado unos cohetes en el mástil de la guitarra y en un momento del concierto los encendió y apuntó hacia unos tipos con chalecos de pastor sardo y sandalias de fraile en los pies.
Cada dos minutos me soltaba los nombres de los animales que veíamos: garzas comunes, cisnes, ánades, tortugas norteamericanas, pollas de agua, zampullines chicos, rascones, cercetas carretonas… increíble, se lo sabe todo.
Cuando había oscurecido sacó unos cristales como la sal gorda y se puso a calentarlos: se llama shahoo y lo usaban los kamikazes japoneses durante la segunda guerra mundial… debe de ser verdad, porque me sentía como una mula y habría dado sin esfuerzo diez vueltas al parque…
Toda la tarde al lado de Asia.
Caminando bajo un sol de justicia, junto los plátanos enfermos del Tíber, y fumando.
Después de meternos un poco de sal gorda en la escalinata que hay delante del mercado de Porta Portese, nos paramos delante del cementerio de los ingleses, no católico, para visitar la tumba de mi madre.
En realidad mi madre no está enterrada allí: está enterrada en el Verano, pero me gusta decir que está enterrada en el cementerio inglés… Asia se emocionó y puso una rosa amarilla en la tumba de una desconocida que no era mi madre, Linda McKenzie. Visitamos las cenizas de Shelley y los huesos de Keats… nos besamos delante de la tumba de Byron…
Antes de marcharnos escupí en la lápida de Gramsci… pero naturalmente sin que Asia me viera, porque creo que es de izquierdas.
No entiendo nada.
No sé si estoy colgada del humo o de Nicolás. Quizá de los dos…
Desde hace dos días que solo espero verle y fumar como un mono y caminar hasta donde me lleven las piernas…
Hoy por fin ha pasado…
En el cementerio no católico, en Testaccio, entre tumbas y pinos y cipreses y cenizas y personajes famosos de la historia, nos besamos…
¡Fue ultrarromántico! También pusimos una flor en la tumba de su madre (una ex bailarina inglesa de las Bluebell Girls, que murió —me dijo— en un accidente de tráfico, mientras que su padre estuvo tres meses en coma y ahora vive en su casa de la costa y cuida las plantas y juega al ajedrez consigo mismo).
Además de las Doc Martens de los otros días y unos Levis, llevaba una sencilla camiseta negra un poco desteñida… y cuando su lengua exploró mi boca sentí un sabor a humo y sudor y también a sangre… un sabor malísimo y malsano, pero me excitó muchísimo.
Hoy ha habido un medio accidente.
A Asia le dio un colapso en Villa Torlonia… adonde habíamos ido para ver a un tipo que me debía dinero y para cambiar de parque.
De pronto se puso pálida y empezó a sudar frío… se derrumbó sobre un banco medio desvanecida y con los ojos en blanco.
Me puse a pedir ayuda con todas mis fuerzas y dos señores en chándal la socorrieron. Juntos la llevamos al policlínico Umberto I, ahí cerca.
En silla de ruedas la llevaron a una habitación y le midieron la tensión y escucharon su corazón.
Un camillero para distraerla le contó la historia de cuando Kurt Cobain fue ingresado en ese hospital con sobredosis de Rophinol y en estado de coma…
Asia por fin se recuperó un poco (también le dieron un par de sedantes), mientras yo seguía rechinando los dientes y sin poder estarme quieto… el médico no paraba de someterme al tercer grado con la vista y suspirar… Yo no debía tener muy buena pinta…
Una mala tarde.
Por hacer algo fuimos a Villa Torlonia.
A la ¿tercera, cuarta? pipa, mientras Nicolás me hablaba de un viejo Jet Firebird usado que le gustaría comprarse, noté que el corazón se me salía por las orejas y que todo se nublaba…
Me desperté sentada en una silla de ruedas rodeada de médicos y enfermeras que se afanaban con el estetoscopio y con mi pulso.
Detrás estaba Nicolás… pálido, decaído y con los ojos desorbitados. No había que ser un genio para darse cuenta de que estaba hecho polvo…
Hubo un momento en que me hablaron de cómo iba vestido Kurt Cobain la noche que le llevaron moribundo a primeros auxilios: vaqueros rotos, camiseta blanca con los músculos pintados en el vientre, Rolex de oro en la muñeca izquierda y Cartier en la derecha.
Cuando despertó —24 horas después— pidió cigarrillos y galletas saladas.
En cambio yo solo un beso a Nicolás…
Cumpleaños de Asia. 18 años.
Le compré el ataúd de Barbie con Barbie dentro.
Es rosa, y la bonita muñeca difunta sonríe a través de una abertura en forma de corazoncito. Lista para ser enterrada en el cementerio de Barbie.
Le compré también el conjunto de lapiditas rosas, palita rosa para el enterramiento, flores y coronita.
Asia parecía un poco sorprendida cuando se la di, pero se la veía contenta, porque después me preguntó si quería que fuéramos a su casa (ya que sus padres no estaban) para celebrarlo juntos.
Antes de reunirme con ella me acerqué a los Colli en busca del filipino que me vende el shahoo pero no le encontré: lo habrán trincado, al muy soplapollas… Entonces le compré un gramo de coca a uno del barrio y me pasé por la farmacia para comprar dos chutas de un milímetro y un agua.
Luego me reuní con Asia.
Un día estupendo.
Lo pasamos esnifando coca y haciendo esa cosa que estaba esperando desde hacía tanto tiempo…
¡Qué pasada!
Casi le violé en la gran cama de matrimonio de mis padres… no me lo puedo creer…
Nos llamamos por los nombres de mis padres —Arnaldo y Giuseppina— y jugamos a ser ellos…
¡Fue realmente demencial! Él no logró correrse, estaba demasiado pasado de rosca, pero dijo que la próxima vez se correrá dos veces…
Creo que yo me he pasado de guarra… debió de ser la coca que habíamos fumado, esnifado e inyectado (aunque poco) en las venas… ¡el caso es que estaba desatada!
Por la noche me llamó Fiore (no hablaba con ella desde hacía ¿diez? ¿quince? días) y me preguntó que qué me pasaba, que tenía una voz rara… pero yo no fui capaz de contestar porque Nicolás me hacía la tortura de las cosquillas… en la barriga, bajo los brazos, en todo el cuerpo… y ella se hartaría porque al cabo de un rato dije ¿oye? y al otro lado ya no había nadie…
Cabrones.
Hoy nos han dado la sorpresa.
Habíamos ido a mi casa a oír Shit for Brains (mi primer disco) y a follar en la colchoneta y hablar de nuestros secretos (yo le conté la historia de las palomas: de cuando me dediqué a cazar palomas del edificio de enfrente con una pistola de aire comprimido y balines de plástico; ella de cuando quería tirarse por el viaducto Roma-L’Aquila, como esa familia estafada el otro invierno…).
Luego bajamos —bastante colgados y anfetamínicos— y nos encontramos con una sorpresa…
El hospital Umberto I había avisado a la familia de Asia del colapso del otro día, y su padre estaba esperándonos en el portal…
¡De película!
Sombrero a lo Zorro, cigarrillo, impermeable con cuello de piel… bigotito recortado como Willy DeVille. Parecía salido directamente de una película de espadachines, o de piratas… ¡vomitivo!
Apoyado en una Harley Sportster 1200 me miraba de la coronilla a la punta de los pies, y fumaba…
Tragedia.
Estoy completamente destrozada…
Ni siquiera soy capaz de hablar.
¿Por qué se tienen que acabar las cosas bonitas?
Todo iba tan bien… todo era tan perfecto y tan cojonudamente bonito…
Por fin había visto la casa de Nicolás… Hicimos el amor entre cortezas frías de pizza, restos de hamburguesas y latas aplastadas… oímos las guitarras desafinadas y la batería siempre a destiempo de su primer disco…
Y entonces llegó el cabronazo de mi padre a joderlo todo…
¡Le odio! ¡Le odio! ¡Le odio! No me impedirá que vea a Nicolás… antes me cuelgo de una viga del sótano… me encontrará con la cabeza hinchada y la lengua fuera… ¡vaya si lo haré!
Toda la tarde en Villa Pamphili.
Metiéndome coca en el baño de la antigua pollería y viendo cómo los empleados trataban de cazar las nutrias con unas redes especiales.
En un momento dado (antes de que las metieran en el camión, dentro de unas jaulas) me puse a gritar y a tirarles puñados de gravilla…
Hasta que dos tipos con mono me persiguieron y me echaron de allí, amenazando con denunciarme…
Salí del parque con espuma en la boca y llegué a casa de Asia… la esperé en el portal.
Cuando bajó me acerqué a ella tambaleándome, pero ese Willy DeVille de pacotilla se puso delante y me llamó cabrón…
Perdí los estribos y le di en toda la jeta… le dejé en el suelo en medio de un charco de sangre, con la nariz colgando…
Ahora sí que se acabó.
Hoy Nicolás le ha roto el tabique nasal a mi padre y le ha pateado en la cara.
Parecía un perro rabioso… tenía los ojos rojos y le salían espumarajos de la boca.
He tenido que jurarles a mis padres que no volvería a verle.
Les he prometido que me sometería a unos análisis y llegado el caso a una cura de desintoxicación.
Les he dado mi palabra de que me marcharía lo antes posible a Londres con Fiore.
Ellos me han asegurado que no van a denunciar a Nicolás.
Me he despertado.
He meado en la pila de acero del fregadero, y ahora estoy sentado en esta silla mirando el yeso desconchado del salón: en murovisión.
Me he pasado toda la noche llamando por teléfono a Asia, pero su padre me gritaba perro rabioso nazi y no me la pasaba. Al final debió de desenchufar el aparato.
A eso de las cuatro la vi llegar a casa: se había escapado de su habitación y había venido a verme.
Intenté abrazarla, pero ella no quiso.
Se sentó en el sofá. Me dijo que iba a ir a Londres con su amiga Fiore, a estudiar inglés.
Le dije que podía ir yo también, que iríamos a los garage party, que nos lo pasaríamos súper sin el control de los cabrones de sus padres.
Ella me contestó que su padre me iba a denunciar en cuanto intentara acercarme a ella… que mejor no, que mejor dejarlo así. Dijo que estaba deprimida y hecha polvo y que no me iba a olvidar nunca etcétera.
Pero yo había dejado de escucharla y me estaba haciendo un poco de sal gorda.
Ella llevaba una chupa ácida: toda amarilla y con la cara sonriente del smile.
Debajo llevaba una camiseta blanca toda arrugada, sin planchar.
Cuando terminó de hablar me incliné y saqué la Stratocaster de su funda negra… la funda estaba perdiendo una capa de pegatinas descoloridas…
Antes de que Asia se diera cuenta, levanté la guitarra sobre su cabeza y luego la golpeé… la golpeé otra vez… otra vez… y otra.
Hasta que ya no hubo movimiento.
Entonces me quité toda la ropa y limpié la sangre con periódicos.
Quité un mechón de pelo que se había enredado en las cuerdas de la guitarra.
Para colocarme me metí toda la coca que tenía y perdí un poco de tiempo escuchando la repetición de Enter Sandman de los Metallica (y levantaba la pierna como para dar una patada, tipo boxeo francés, y daba en las cuerdas y lanzaba el aullido animal ¡¡¡ñiaaaaaauooonnnnnn!!! ante el espejo…).
Luego la metí en una bolsa grande de la basura.
Antes del amanecer cogí las llaves del Escarabajo y bajé con la bolsa de plástico negro. Levanté el asiento hasta el volante y la eché en el asiento de atrás.
Luego arranque y fui hasta la presa de Castel Giubileo.
Allí la saqué del Escarabajo y la arrastré bajo los muros del Tíber, con las mandíbulas apretadas y los músculos temblando.
Luego abrí la bolsa en la grava de la orilla y la empujé hasta el agua.
Mientras la empujaba me imaginé que vagaba por la negra corriente en compañía de peces, ratones, ratas, lodo, troncos, palos, mierda, zarzas…
Y de las nutrias de Villa Pamphili…