El barco parecía suspendido como por arte de magia, en medio de su caída, hacia un embudo de gran circunferencia y profundidad prodigiosa, cuyas paredes, perfectamente lisas, hubieran podido creerse de ébano, de no ser por la asombrosa velocidad con que giraban y el lívido resplandor que despedían bajo los rayos de la luna llena que, desde el centro de aquella abertura circular entre las nubes… se derramaban en un diluvio gloriosamente áureo a lo largo de las negras paredes y se perdían en las más ocultas profundidades del abismo.

Edgar Allan Poe (1841)