[1] Kurt London. Film music, Faber & Faber, London, 1936, páginas 50 y ss.
[2] Hacia mediados del siglo XIX, Flaubert mostró este fenómeno en Madame Bovary al describir al cantante Lagardy. «Una bella voz, un imperturbable aplomo, más temperamento que inteligencia y más énfasis que lirismo, todo esto contribuía, a realzar esa admirable naturaleza de charlatán en la que se mezclaban el peluquero y el torero».
[3] London, op. cit., pág. 43.
[4] Siegfied Kracauer, «Die Angestellten», de Aus dem neuesien Deutschland, Frankfurt, 1930.
[5] Quizás se trate de una alusión a El buque fantasma. (N. del T.)
[6] En 1929 se podía escribir a propósito de la música de cine que las óperas pasadas de moda utilizadas en Nápoles como acompañamiento no podían «ser percibidas por el espectador como música y que, musicalmente, no existían más que para el film: en él la música es solamente el acompañamiento de la voz principal. Acude al film para consolarle por el hecho de ser mudo y le acuna suavemente en la sombra en donde se encuentran los espectadores, incluso en aquellos casos en los que adopta la actitud de la pasión. No concierne al espectador, que no la toma en cuenta más que cuando el film discurre lamentablemente distanciado de él, separado por el abismo del espacio desnudo», T. W. Adorno, Anbruch, año 11, pág. 337.
[7] El distrito de una ciudad, se refiere especialmente a la ciudad de Nueva York, en el que trabajan la mayor parte de los compositores, editores y arreglistas de música «popular». (N. del T.)