SALIERON DEL valle en fila india y se dirigieron por el desierto hacia el Bosque Sur. El huraño estado de ánimo de Thomas había acallado al grupo.
Mikil y Johan habían intentado aliviarle su disposición hablándole de los sueños, pero rápidamente les recordó que había poca esperanza de sobrevivir en los sueños por más de una semana. Podría ser mejor que él comiera fruta de rambután cada noche por el resto de su vida y olvidar incluso que las historias alguna vez existieron. Finalmente lo dejaron en su propio enfurruñamiento.
William dirigía y Thomas se hallaba en la retaguardia, detrás de Suzan, quien lo había consolado con una amable sonrisa. Los caballos caminaban lenta y pesadamente por las arenosas dunas sin más que un bufido ocasional para quitarse el polvo de las fosas nasales.
Con cada paso Thomas sentía que el corazón se le hundía más y más en el estómago. Aunque lo intentara, no podía levantar su propio espíritu. No había motivo para esta lucha de emociones. Ninguno en absoluto. Se dijo esto más de cien veces.
Ella es una encostrada cubierta por la enfermedad, Thomas. Su aliento apesta a azufre, y su mente está nublada por el engaño. Era más probable que ella ordenara tu muerte a que se ahogara en un estanque rojo.
¿Por qué entonces esta irremediable atracción hacia ella? Sin duda él no la amaba como un hombre ama a una mujer. ¿Cómo podía amar a alguna mujer después de perder a Rachelle hace solo trece meses? ¿Cómo podía alguna mujer, mucho menos esta ramera enferma, reemplazar a Rachelle?
La fila se movía más rápido que él, pero en vez de instar a su cabalgadura a alcanzarlos, aminoraba aún más la marcha. La decisión de ellos de sentenciar a muerte a Chelise los había separado de él.
Es tu vergüenza lo que te mantiene atrás. ¿O es por protestar?
Sea como sea, quedarse atrás parecía adecuado. Ellos regresaban a mirar pero le permitían tener su espacio. Pronto estuvo una duna completa detrás de ellos.
Solo entonces, al estar totalmente fuera de la vista, empezó a sentirse tranquilo. Dejó que imágenes de la muchacha le inundaran la mente sin remordimiento.
Chelise mirándolo hacia arriba en la escalera, con los brazos cruzados mientras él buscaba frenéticamente entre los libros de historias.
Chelise repitiendo las palabras que ella había escrito, los ojos llenos de emoción.
Chelise desilusionada por su incapacidad de componer una frase completa.
¿Qué clase de mujer sería si se le quitaba la enfermedad de la piel y el engaño de la mente? ¿Qué príncipe sería digno de esta princesa?
—Hola Thomas.
Se sobresaltó sobre el caballo. Pero no había nadie. Se hallaba al lado de una formación de rocas entre dos dunas, solo. No había señal de los demás.
El sol se estaba apoderando de su mente.
—Aquí, mi viejo amigo.
Thomas se dio la vuelta al oír la voz. Allí, sobre una pequeña roca detrás de él, se hallaba un murciélago.
—Un murciélago blanco. Un roush.
—¿Michal?
—Uno y el mismo —contestó el peludo animal con una amplia sonrisa en el hocico.
—¿Er… eres realmente tú? No he visto…
Thomas se salió de la senda.
No has visto un roush en mucho tiempo, sí, lo sé. Eso no significa que no estemos aquí. Te he estado observando. Debo decir que lo has hecho mucho mejor de lo que supuse públicamente ante todos los demás, aunque detesto admitirlo.
Thomas desmontó del caballo y corrió hacia el murciélago. Deseaba dar sus brazos alrededor del cuello de la criatura y decirle a Michal cuánto gusto le daba verlo. En vez de eso se puso a tres pasos de Michal y boquiabierto como un colegial.
—Es… Tú estás realmente aquí… —tartamudeó finalmente Thomas.
—En carne y hueso. Aunque preferiría que mantuvieras entre nosotros este encuentro.
Thomas cayó de rodillas, en parte por la debilidad y en parte por la talla más corta de la criatura.
—Lo siento. No sé lo que me está sucediendo.
—Pero yo sí.
—Entonces dímelo —pidió Thomas respirando hondo.
—Ella viene a ti —confesó Michal.
—¿Quién? —preguntó Thomas poniéndose de pie; ¿cuánto más sabía Michal?
—Chelise. La princesa.
—Siento simpatía hacia ella, si eso es a lo que te refieres. Ella no merece morir. Pasamos tiempo juntos, en la biblioteca; y podrá ser una encostrada, pero no es lo que yo esperaba que fuera cualquier encostrada. Sin duda Elyon puede tener misericordia hasta de…
—¿Llamas simpatía a esto? —cuestionó Michal—. Yo lo llamaría amor.
—No. No, no es igual.
—Entonces tal vez debería serlo —opinó el roush.
—¿Qué quieres decir? —quiso saber Thomas mirándolo estupefacto—. Ella es una encostrada.
—Y tú también lo fuiste. Pero él no lo ve de ese modo.
—¿Justin?
—Justin.
Thomas levantó la mirada hacia la duna y el rastro dejado por los otros.
—Pero la doctrina…
—Entonces debes tener la doctrina equivocada. Dime lo que William afirmó.
¿Por qué Michal había escogido este momento para revelarse? En el pecho de Thomas empezó a surgir la esperanza.
—El Círculo es la novia de él. Él está enfermo de amor por el Círculo.
—Muy cierto, pero incluso ahora está cortejando a su novia —explicó Michal—. Créeme, si fueras a ver ahora a Justin, él estaría allá por esas rocas, andando de un lado al otro con las manos en el cabello, desesperado por obtener el amor de las hordas. Ellas serán su novia tanto como tú.
Thomas miró las rocas y se imaginó a Justin andando de lado a lado. El corazón le comenzó a palpitar con fuerza.
—¿Qué más dijo William? —inquirió el roush.
—Que la ira de Elyon hacia quienes lo rechazan se debe apaciguar con el ahogamiento antes de que podamos aceptarlos.
—Yo habría imaginado que después de la muerte de Justin lo entenderías mejor —expuso Michal frunciendo el ceño—. La ira de Elyon está dirigida hacia todo lo que obstaculiza su amor. Hacia Teeleh y los shataikis que engañarían y robarían ese amor. Detesta cualquier cosa que dificulte el amor de su novia. —No a los encostrados.
—No estoy afirmando que lo comprenda… Elyon está más allá de mi mente. Pero su amor es inagotable. ¿Sabes que cuando te ahogaste él hizo un pacto para olvidar tu enfermedad? Él solo recuerda tu amor. Aunque tropieces como William lo hace ahora, Justin jura olvidar y solo recuerda el amor de William, por imperfecto que este pueda ser. Decir que ustedes los humanos han entendido el asunto sería errado. Yo enderezaría a William, sin duda. Elyon está principalmente emocionado. Sí, se debe pagar un precio. Sí, es necesario ahogarse, pero él está emocionado con su novia y desesperado por atraer a otros hacia el Círculo.
Thomas sabía todo esto; ¡desde luego que lo sabía! Pero no en términos tan manifiestos.
—Si tuvieras un atisbo del amor de Justin por Chelise, te marchitarías aquí mismo —expresó Michal con una pequeña sonrisa—. Este es el Gran Romance.
Thomas comenzó a caminar de un lado al otro. ¿Qué significaba esto? ¿Que él tenía razón en cuanto a que Chelise era como cualquier otra mujer? ¿costrada o no? ¿Que él tenía razón en querer salvarla? ¿Que el amor que pudiera sentir por Chelise no era diferente de su amor por Rachelle?
Sin embargo, ¿cómo podría él amar a una encostrada de la misma manera que había amado a Rachelle? No, lo más probable era que Michal no se refiriera a eso.
—Sigue tu corazón, Thomas. Justin te ha mostrado el suyo.
Recordó las palabras de Justin. Levantó la cabeza, miró hacia el desierto y dejó que la verdad le inundara la mente. Esto estaba más allá de él. Él amaba a Chelise. Quizás ella no lo amaba, pero él no podía negar el simple hecho de que la amaba, más de lo que podía recordar haber amado a alguien que no fuera Rachelle.
—¡Thomas!
Se volvió hacia la duna. Suzan se hallaba en lo alto de la cima mirándolo hacia abajo. Ella no había visto antes a Justin; ¿vio ahora a Michal?
Dio la vuelta. ¡El roush había desaparecido!
—Thomas, los demás están esperando —gritó ella.
Se quedó quieto, abatido durante un prolongado momento. Entonces supo lo que haría. Lo que debía hacer.
Corrió hacia su caballo y saltó sobre el lomo. Con una mirada de despedida a Suzan hizo girar la cabalgadura y galopó alejándose de ella, hacia la selva.
—¡Thomas! ¡Espera!
Trepó la primera duna y bajó por el lado opuesto.
—¡Thomas! ¡Espera! ¡Estoy contigo!
Suzan estaba siguiéndolo. Él detuvo el caballo en seco. Ella llegó al galope por detrás.
—Volveré por Chelise.
—Entonces ambos regresaremos por ella —declaró Suzan.
—No te puedo pedir que hagas eso.
—Me enseñaste a vivir para el peligro. Y aunque nadie lo sabe, soy una bobalicona para el romance.
Nadie más había en las dunas detrás de ella. Los otros les verían las huellas y sabrían lo que había ocurrido. Se esperaba que fueran sensatos y siguieran hacia la tribu, donde los necesitaban.
—Entonces debemos darnos prisa —expresó él espoleando el caballo. Tenemos que llegar donde está ella antes que el mensajero.
—¿No te irás a entregar?
—Voy a sacarla de allí.
Corrieron a toda velocidad sobre la duna.
—¿Y si ella se niega a salir?
—Entonces tendré que persuadirla, ¿no es así? —contestó él con una amplia sonrisa.
—∞∞∞—
LAS HUELLAS hablaban con mucha claridad.
—El tonto ha regresado —comentó William.
—Y Suzan con él —añadió Mikil.
—No planea entregarse, o no le habría permitido a Suzan que lo siguiera —declaró Johan volviéndose hacia la siguiente duna—. Va tras Chelise.
Esta obsesión que Thomas había desarrollado por la hija de Qurong estaba más allá de él. La había conocido como una mujer valiente, hermosa entre los encostrados, pero aún una encostrada, tan enferma como cualquiera.
Johan había sostenido que el Círculo debía ablandar las normas para facilitar que las hordas se convirtieran, pero había estado pensando en el ahogamiento, no en el amor. Ahora se preguntaba si debía reconsiderar el asunto. Quizás ellos debían seguir inflexibles en los compromisos que exigían para ingresar al Círculo, pero amar a las hordas a pesar de todo. En muchos sentidos, lo que Thomas hacía ahora probaría sus propios argumentos. ¿Se convertiría Thomas en encostrado, o se volvería Chelise una albina?, ¿eran irreconciliables las condiciones que tenían?
—¡Tenemos que detenerlos! —expresó Mikil.
—¿Y cómo lo harías? —objetó William—. ¿Siguiéndolos todo el camino de vuelta a los calabozos?
—Esperándolos —opinó Johan—. Aquí.
—No podemos dejar la tribu sola tanto tiempo.
—Entonces yo los esperaré.
—¿Jamous? —inquirió Mikil mirando a su esposo.
—Esperaremos con Johan —contestó Jamous, luego se volvió hacia William—. Lleva a Caín y a Stephen contigo.
—No me gusta esto —expresó William después de suspirar—. El Círculo está pasando momentos de prueba y sus líderes arriesgan el pellejo por una ramera.
—Necesitas un poco de iluminación, William —dijo bruscamente Johan—. Se trata de Thomas, el mismo hombre que te salvó el pellejo docena de veces.
—Entonces los veremos en la tribu —contestó William con el ceño fruncido y haciendo girar su caballo—. La fortaleza de Elyon.
—La fortaleza de Elyon —asintió Johan.