Capítulo Seis
ZACH estaba paseándose por la acera, delante de la pastelería, intentando calmar los nervios. Tenía una reunión con un productor que se hacía llamar C. Bomb. A Zach le resultaba asombroso que un productor hubiera ido hasta Avalon para reunirse con él y explicarle en qué iba a consistir el misterioso programa.
Mientras, había otra persona que quería verlo. Normalmente, él no se ponía nervioso cuando iba a reunirse con un posible cliente. Normalmente, quienes estaban nerviosas eran las novias que iban a encargarle que captaran aquel día especial para ellas y lo transformaran en una pieza cinematográfica digna de un premio de la Academia. Y lo gracioso era que algunas veces lo conseguía. Algunas veces, capturaba un momento y lo elevaba a un momento eterno. Otras veces, tenía la suerte de grabar unas cuantas secuencias decentes antes de que la fiesta se desmandara gracias a los amigos del novio que se emborrachaban, los parientes que se peleaban o a un enfado de los recién casados.
La clienta de aquel día no era una novia. Era una mujer casada, con una hija ya adulta que se llamaba Sonnet Romano. Y Zach no creía que Nina Romano Bellamy fuera a pedirle un vídeo.
Ella apareció con puntualidad, un poco apresurada y sin aliento. La madre de Sonnet era atractiva. Tenía el pelo y los ojos oscuros, y la piel morena. El parecido entre Sonnet y ella era sutil, pero Zach lo notaba en su forma de caminar, y en cierta energía que irradiaban desde el interior. Parecía que Nina estaba un poco cansada aquella noche, pero su belleza era de las que brillaba de todos modos. Sonnet también se parecía a su madre en eso. Zach no pudo evitar pensarlo.
Conocía a Nina de toda la vida. Después de que su madre los abandonara, Nina siempre lo había recibido en su casa, al igual que el resto de la familia Romano. Siempre había un sitio para él en la mesa, o delante de la televisión los viernes por la noche, para ver una película y comer palomitas. Después, cuando el padre de Zach había sido condenado a la cárcel, Nina casi lo había adoptado. Tal vez, por eso todo le resultaba tan raro con Sonnet. Después de que Nina hubiera sido tan buena con él, no debería haberse beneficiado a su hija en un cobertizo a orillas de un lago.
- Gracias por reunirte conmigo, Zach -dijo Nina, con una sonrisa. Su expresión de amabilidad solo sirvió para que él se sintiera aún más culpable.
- ¿Va todo bien?
Ella se dirigió hacia la pastelería.
- Voy a comprar una bebida, y después, si quieres, podemos dar un paseo. Hace un día demasiado agradable como para quedarse dentro.
- Me parece bien -respondió Zach, La siguió al interior del local, y se pusieron en la fila para pedir.
Mientras esperaban, a Nina la saludaron por lo menos cinco personas. Ella había sido alcaldesa de Avalon durante dos legislaturas. Ella había pagado el pato cuando el padre de Zach había cometido fraude, porque al principio, parecía que la desaparición del dinero la había causado la mala gestión de la alcaldesa. Zach siempre le agradecería que no lo considerara a él responsable de los delitos de su padre.
- Sonnet ha venido a pasar el fin de semana -dijo Nina-. ¿Os habéis visto ya?
Él se mantuvo impertérrito. No tenía ni idea de lo que le había contado Sonnet a su madre sobre lo que había ocurrido después de la boda de Daisy. ¿Que se habían enfadado? ¿Que habían tenido una aventura pasajera, y que eso les impedía volver a ser amigos?
Antes de aquella noche, tal vez él le hubiera preguntado a Nina cómo le iba a Sonnet. Claro que no tendría que hacerlo, porque lo sabría de primera mano. Sonnet y él se habrían llamado por teléfono, o se habrían enviado mensajes, o correos electrónicos, como siempre habían hecho.
- Eh… no -murmuró, de manera brillante.
- Bueno, seguramente te llamará.
- Seguramente -dijo él.
Claramente, Sonnet no le había dicho nada a su madre. Mejor. Eso significaba que el rumor de Internet no había llegado a su radar, y con seguridad, no había nada de lo que preocuparse.
- ¿Qué ocurre?
- Tengo una pequeña proposición de negocios para ti -le dijo ella-. Necesito hacer un vídeo.
- Pues has acudido a la persona perfecta -dijo Zach, intentando aparentar que estaba entusiasmado.
Seguramente, Nina quería un vídeo promocional para el hotel, uno de aquellos anuncios de escapadas románticas con música tranquila y sonidos de agua. No era exactamente el género favorito de Zach, aunque había hecho muchos anuncios como aquel, y se le daban muy bien. Sin embargo, con la oferta de Mickey Flick en el horizonte, le resultaba difícil concentrarse en otra cosa.
- Una infusión de hierbas, por favor -le dijo Nina a la muchacha del mostrador-. Estoy evitando tomar cafeína - le explicó a Zach-. En cuanto al vídeo… Tal vez te parezca un poco caprichoso…
- Cuéntame de qué se trata -dijo Zach, y esperó a que ella pusiera miel en la taza. Cuando Nina terminó, él preguntó-: ¿Qué puedo hacer por ti?
- Vamos a dar un paseo -le dijo ella.
Salieron de la pastelería y se dirigieron hacia Blanchard Park, un espacio verde que bordeaba el lago. El sol se filtraba entre las hojas de los árboles e iluminaba el camino. Había algunos corredores y patinadores, pero no demasiada gente, puesto que era media mañana. Se oían los cantos de los pájaros, y el sonido distante del tren.
- Bueno, al grano -dijo Nina-. Quiero que documentes mi embarazo.
Zach estuvo a punto de tropezarse.
- Eh… ¿cómo?
Ella alzó la barbilla y siguió caminando.
- Estoy embarazada. Y no te quedes tan asombrado. Las mujeres a mi edad todavía tienen hijos.
- No quería…
- No te preocupes. Estoy bromeando. Todo el mundo se queda sorprendido al enterarse. Por eso ha venido Sonnet este fin de semana.
- Ah… Entonces, enhorabuena -dijo Zach.
Se sentía muy incómodo. ¿Cómo iba a documentar un embarazo? Además, el embarazo de Nina. Había entrado en una zona desconocida para él. Por muy fascinante que fuera la gestación para aquellos que estaban involucrados en ella, para los demás solía ser algo tan aburrido como mirar secarse la pintura de la pared.
- Lo haría yo misma -continuó Nina-, pero quiero que sea muy bueno. Que tenga calidad profesional. Me gustaría hacer un diario en vídeo.
- Nina, me gustaría poder ayudarte, pero…
- Zach, es algo que necesito hacer. Verás, este embarazo es algo… especial. Hay una complicación, y no solo por el hecho de que yo sea una madre mayor. Ha sucedido algo más, y necesito documentar este proceso. Y tú eres el mejor, Zach. He visto tus trabajos, y eres exactamente la persona que necesito.
Él sonrió.
- Me estás poniendo muy difícil decirte que no.
- Entonces, mi plan está funcionando. Zach, antes de que tomes una decisión, necesito que sepas cuál es la complicación.
Zach asintió.
- El hecho de tener un bebé es maravilloso. Es una noticia fabulosa. Sin embargo, también he tenido noticias malas. Me resulta muy difícil decir esto, pero…
A Nina le tembló la voz, y se quedó callada.
Él la miró, y al ver que estaba a punto de llorar, se alarmó.
- Eh, ¿estás bien? -le preguntó. Torpemente, claro. La gente que estaba a punto de echarse a llorar no estaba bien.
- Yo… Sí, voy a estar bien, Zach. Pero… bueno, tengo que decirlo. Tengo cáncer.
Oh. Zach se dio cuenta de que se estremecía visiblemente. Cáncer. «Tengo cáncer». Unas palabras que nadie quería pronunciar, ni tampoco oír.
- Nina, lo siento.
- Es algo que sucede. Tú lo sabes mejor que nadie, por tu madre. No sabía si acudir a ti, precisamente por eso.
- Fue hace mucho tiempo -dijo él-. Me alegro de que me hayas elegido. Si vas a hacer algo así, yo soy tu hombre.
Ella sonrió débilmente.
- De acuerdo.
- Lo siento -repitió él-. No sé qué decir.
No, no lo sabía. Igual que no supo qué decir cuando su madre fue a verlo desde Seattle, donde se había establecido después de abandonarlos a su padre y a él. En aquel momento, él era un niño confuso que estaba desesperado por ver a su madre, y su visita lo había llenado de alegría. Hasta que ella le dijo que tenía cáncer, y su mundo se había desmoronado. Ella seguía pareciéndose a su madre, seguía hablando como su madre. Sin embargo, el cáncer era la peor enfermedad de la que él hubiera oído hablar. Se había atrevido a preguntarle:
- ¿Y te vas a poner bien?
- Ese es el plan -le dijo su madre-. Tengo que tomar muchas medicinas y trabajar muy duro para curarme.
Tres meses más tarde, había muerto.
- Es cáncer de pecho -dijo Nina.
A Zach se le formó un nudo en la garganta. Su madre había tenido aquel mismo tipo de cáncer.
- Puede tratarse durante el embarazo -añadió Nina-. Tengo muchas posibilidades de curación.
- Entonces, este diario en vídeo…
- Es para mis hijos -respondió Nina-. Mira, cuando alguien recibe un diagnóstico de cáncer, no puede evitar ponerse en lo peor. Y hay una posibilidad, aunque me han dicho que pequeña, de que muera. Si eso sucede, quiero dejar algo para mis hijos, sobre todo para el pequeño. Quiero grabar mis pensamientos, y algunas cosas sobre mi vida. Desde que me dieron la noticia, me quedo despierta por las noches, pensando… Quiero crear algo que demuestre que he estado aquí, y que he tenido importancia. No es por vanidad, Zach, ni por ego, te lo prometo.
- Yo nunca pensaría algo así -le dijo él-. ¿Cómo se ha tomado Sonnet la noticia?
Nina apartó la mirada.
- Todavía se está acostumbrando a la idea de que va a tener un hermano.
- No me refiero al bebé.
- Yo… Bueno, todavía no le he contado lo del diagnóstico.
- Un momento, ¿quieres decir que no lo sabe? Nina…
- Puedo explicártelo.
- No, no puedes. Y no puedes ocultarle algo así a tu hija. Sonnet es más que una hija para ti, además. Eso siempre lo habéis dicho las dos. Sois amigas. ¿Que crees, que no lo va a averiguar?
- Si te calmas y me escuchas, te lo explicaré. Como ha conseguido esa beca para trabajar fuera, yo no quiero ser la causa de que pierda esta maravillosa oportunidad.
- ¿Una beca? ¿De qué beca estás hablando?
- ¿Es que no te ha contado lo de la beca Hartstone? - le preguntó Nina, deteniéndose en mitad del camino.
- No.
Ella se echó a reír.
- Es lo más importante que le ha ocurrido profesionalmente. Me extraña que no te lo haya dicho todavía.
- No entiendo qué tiene que ver esto con el hecho de que no le hayas hablado de tu… enfermedad.
- Me preocupa que tome una decisión irreflexiva y rechace la beca para estar conmigo.
Entonces, fue él quien se echó a reír.
- ¿Tú crees?
- Lo digo en serio, Zach. No hay ninguna crisis, ella no tiene por qué preocuparse, y es lo que menos quiero para Sonnet.
- Entonces, dile lo que está pasando y deja que ella decida.
- Ya sé lo que decidiría. Por eso no voy a decírselo.