Capítulo 15

Mason estaba sentado en el muelle de Los Viñedos, contemplando el lazo mientras analizaba la situación. Había transcurrido una semana. Siete días de pasión desenfrenada en la casita de campo.

Siete días preguntándose quién era Beverly. Siete días deseando encajar las piezas del puzzle.

—¿Estás bien?

Se giró y se encontró con su hermana Jillian. Era alta y delgada, de treinta y dos años, con el pelo castaño claro y los ojos verdes de los Ashton. Culta y refinada, era la enóloga jefe de los Viñedos Lauret.

También era viuda, a pesar de tener solo treinta y dos años. Su marido, Jason Bennedict, había muerto dos años antes, después de cinco años de matrimonio. Mason apenas sabía nada de aquel matrimonio. La vida privada de Jillian era un misterio para él.

Como Beverly.

—Muy bien —respondió, sacudiéndose el humor taciturno. Sus hermanas y él habían quedado para tomar café en el muelle y así pasar un poco de tiempo juntos—. ¿Dónde está Mercedes?

—Llegará enseguida con los capuccinos —Jillian se sentó a su lado. El viento agitó su media melena. Llevaba vaqueros, una blusa oxford y una chaqueta color camello. Un atuendo informal que en ella adquiría un toque clásico y elegante—. Cole me ha dicho que estás saliendo con alguien.

—Soy joven. Se supone que tengo una vida social.

Jillian arqueó las cejas.

—¿Tonteando?

—Como siempre —no iba a decirle a su hermana que se había enamorado. ¿Qué podría decirle si ella lo interrogaba sobre la mujer? ¿Que se negaba a hablar con él de su pasado?

Diez minutos más tarde llegó Mercedes con un termo, tres vasos de plástico y un bolso. Era tan bonita como Jillian y tenía los mismos ojos verdes. Se había recogido el pelo, castaño y rizado, en lo alto de la cabeza. También formaba parte del negocio familiar. Era la directora de márketing y relaciones públicas.

—Ya era hora —le reprochó cariñosamente Mason. Mercedes ya no vivía en Los Viñedos. Tenía su propia casa y su independencia.

—Una sola palabra más y me marcho.

—Pero antes deja aquí el capuccino.

Mercedes se sentó a su lado.

—Mocoso insolente.

Mason le sonrió y le dio un sonoro beso en la mejilla. Apenas la había visto en aquel viaje.

—¡Eh! —protestó Jillian.

—Lo siento —se disculpó y la besó también a ella.

Los tres se pusieron a sorber tranquilamente el café mientras contemplaban las serenas aguas del lago.

—Oh, casi se me olvida —dijo Mercedes—. Te he traído esto —sacó una revista del bolso y se la entregó a Mason—. Viene un artículo sobre Darby Quinn. Tu primer amor... Recuerdo que estabas loco por ella —se apoyó en su hombro—. Es triste, ¿verdad? Su vida acabó siendo un infierno.

Un escalofrío recorrió la espalda de Mason.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué le ha ocurrido?

Mercedes sacudió la cabeza y lo miró como si Mason hubiera estado viviendo en la luna. En Francia no prestaba mucha atención a las estrellas de cine americanas.

—Ha desaparecido. Se vio implicada en un escándalo y nadie ha vuelto a verla desde entonces.

Mason hojeó rápidamente las páginas hasta encontrar la foto de Darby. La sonrisa de la actriz casi lo tiró de la silla. Era la sonrisa de Beverly. La sonrisa que llevaba intrigándolo desde el principio.

—¿Sabías que tenía una hermana gemela? —le preguntó Mercedes.

Él negó en silencio con la cabeza. El pulso le latía desbocado. No sabía nada de la familia de Darby.

Hasta ese momento.