CAPÍTULO V

Sentado ante el escritorio del despacho, colgué el receptor telefónico y dije a Nero Wolfe:

–El Banco asegura que Naylor-Kerr tiene un crédito de veinte millones.

Wolfe, instalado tras su propio escritorio, exhaló un suspiro y, una vez más, encerrose en su silencio. Yo le había expuesto la historia completa, seca y sucintamente, sin entrar en detalles ni aderezarla con comentarios, a causa de la frialdad previamente mencionada. Como era de esperar, su primera reacción fue rechazar el caso, pues siempre se rebela contra la perspectiva de tener que utilizar la materia gris, pero me dije que, a buen seguro, no me vería obligado a gastar mucha saliva para convencerle, porque la cosa prometía copioso dinero contante y sonante para el cual nosotros no tardaríamos en encontrar una buena aplicación.

Al oírle suspirar de nuevo, aventuré, procurando conservar mi seco tono de voz:

–Supongo que lo más socorrido es pensar que el propio Pine mató a Waldo Wilmot Moore y que ahora intenta guardar las apariencias. Nosotros estarnos en ayunas, pero es posible que no a todo el mundo le ocurra otro tanto. Su sugestión de que acepte usted un empleo en el almacén bajo otro nombre indica que el hombre ha reflexionado mucho sobre el problema. Podría usted llamarse Clarence Camembert, por ejemplo, o Percy Pickerel[1]. Si le dan demasiado que hacer, podría usted traerse el trabajo acá y yo le ayudaría con mil amores. Lo mejor sería que le pagaran a usted de acuerdo con su peso, pongamos a dólar por libra, semanalmente. Dado su peso actual, rayano en las trescientas cuarenta libras, la cosa equivaldría a un sueldo anual de…

–Archie. Toma tu libro de anotaciones.

–Sí, señor -asentí, buscando la primera hoja en blanco.

–Una carta al señor Pine, presidente de…, etcétera, etcétera. El señor Goodwin me ha informado de su conversación con usted en la mañana de hoy. Acepto la tarea de investigar a favor de su Compañía, la muerte de su antiguo empleado, Waldo Wilmot Moore. Se entiende que el fin de la investigación es establecer, con pruebas satisfactorias, la forma en que ocurrió su muerte: si por accidente o por propósito deliberado de una persona o personas. Entiendo que la tarea no incluye la revelación de la identidad del asesino (si de asesinato se tratase) ni la presentación de pruebas de culpabilidad. Caso que deseasen ustedes dicha inclusión, sírvanse comunicármelo. Punto y aparte.

»El sistema prometedor de más rápidos resultados creo sería que inscribiese usted al señor Goodwin en la nómina de la Compañía en calidad de experto en personal. Puede usted explicar su presencia, sin dar lugar a sospechas, presentándolo como parte de su campaña para reducir el movimiento de empleados. De este modo, el señor Goodwin podrá pasar el día allí, moviéndose libremente y conversando con quien sea, sin originar comentarios ni arreciar las habladurías que usted tanto deplora. Sugiero que le asigne usted un sueldo de doscientos dólares semanales. Punto y aparte.

»Mis honorarios serán, naturalmente, determinados por el tiempo empleado en el caso y por la cantidad y calidad de trabajo requerido. No damos ninguna garantía. Tampoco es necesario anticipo alguno, a menos que lo prefieran ustedes, en cuyo caso el cheque debería ascender a dos mil dólares.

«Sinceramente…

Wolfe, que por lo regular solía enderezarse un poco mientras dictaba, volvió a recostarse en su silla.

–Después de almorzar, puedes ir a entregarle esa nota.

Si antes estaba frío, al presente me había convertido en un ventisquero.

–¿Y por qué tengo que almorzar? – inquirí-. ¿Por qué tengo que comer?

–¿Por qué no? – exclamó el otro, mirándome, asombrado-. ¿Qué te pasa?

–Nada. Absolutamente nada. Pero a mí me gusta terminar lo que empiezo, y es posible que esto requiera semanas. Hay uno o dos asuntillos pendientes por aquí, y, además, existe la posibilidad de que eche usted de menos mi presencia cuando se le ocurra telefonearme, llamarme o sermonearme, según suele usted hacer un promedio de diez veces por hora. ¿O no será que intenta usted sustituirme?

–Archie -murmuró, como siempre que acusaba los peores estados de mal humor-. Estoy de acuerdo con la persona que dijo, en este momento no recuerdo su nombre, que ningún nombre es indispensable. A propósito, ¿has reparado en que he sugerido el mismo sueldo que yo te pago? Puedes elegir entre darme cheques a mí para ingresarlos en el Banco, y cobrar mis cheques semanales como de costumbre, o quedarte con los cheques de Naylor-Kerr como sueldo. Lo que te resulte más cómodo para tus cuentas.

–Muchísimas gracias -mascullé, sin hacer la menor tentativa de proseguir la conversación.

Su deliberado empleo del plural, cheques, en rogar de cheque, por tres veces consecutivas, logró, por tanto, el efecto deseado. Tomé papel y una hoja de papel carbón y. tras acoplarlos, empecé a escribir a máquina de modo que no cupiese la menor duda respecto a su calidad de ruidosa.

Frialdad.