Capítulo 14

Nunca he sabido resistir la tentación de propalar las buenas noticias a los cuatro vientos. Vamos, ¿por qué no alegrarles la vida a los demás? Así que envío mensajes a todos mis amigos contándoles que Josh y yo volvemos a estar juntos. Y también a algunos de sus amigos, por la sencilla razón de que tenía sus números grabados en el móvil. (Y al tipo del Telepizza. Por error, claro, aunque el tipo se alegró por mí.)

- ¡Dios mío, Lara! -estalla Kate nada más entrar-. ¿Te has reconciliado con Josh?

- Ah, ¿has recibido mi mensaje? -respondo como si tal cosa-. Sí, qué guay, ¿no?

- ¡Es alucinante! O sea.. . ¡increíble!

Tampoco hace falta que se muestre tan sorprendida, pero resulta agradable que se alegre. Sadie se ha comportado como una auténtica aguafiestas. No se ha dignado felicitarme y, cada vez que recibía anoche una respuesta de mis amigos, se limitaba a resoplar. Incluso ahora me mira muy seria desde su puesto habitual en lo alto del archivador. Pero me da igual, porque aún me queda por hacer la llamada más importante. Marco el número, me arrellano en mi silla y aguardo ilusionada a que descuelgue papá. (A mamá la pone nerviosa atender el teléfono porque podrían ser secuestradores.. . No me preguntes por qué.)

- Michael Lington.

- Hola, papá. Soy Lara -le digo con el tono despreocupado que llevo ensayando toda la mañana-. He pensado que igual te gustaría saberlo. Josh y yo estamos otra vez juntos.

- ¿Cómo? -dice tras una pausa.

- Sí, nos encontramos ayer por casualidad. Y me dijo que todavía me quería y que había cometido un gran error.

Un nuevo silencio. Debe de estar demasiado alucinado para responder. ¡Ja! ¡Qué gran placer! Quiero disfrutarlo a fondo. Después de tantas semanas soportando que todo el mundo me dijera que me olvidara y pasara a otra cosa, resulta que todos se equivocaban.

- O sea que, por lo visto, tenía yo razón, ¿no? -añado impulsivamente-. Ya te dije que estábamos hechos el uno para el otro. -Le lanzo una mirada a Sadie, para regodearme.

- Lara.. . -No parece tan contento como esperaba. De hecho, para acabar de recibir la noticia de que su hija acaba de reencontrar la felicidad con su amado, suena un poco estresado-. ¿Estás segura de que tú y Josh.. . ?

Jo, cree que me lo he inventado.

- ¡Llámalo si quieres! ¡Pregúntaselo! Nos encontramos por la calle, tomamos una copa, hablamos y me dijo que aún me quiere. Así que volvemos a estar juntos. Como tú y mamá.

- Vaya -suspira-. Es bastante.. . increíble. Una noticia fantástica.

- Ya. -No puedo reprimir una sonrisa satisfecha-. Y demuestra que las relaciones son muy complicadas, y que la gente no debería inmiscuirse y creer que lo sabe todo.

- Cierto -admite débilmente.

Pobre papá. Creo que casi le he provocado un infarto.

- Oye -cambio de tema para animarlo-, el otro día estaba pensando en la historia de nuestra familia. Y me preguntaba si tienes fotografías de la casa de tía Sadie.

- ¿Cómo, cariño? -Le cuesta seguirme.

- La vieja casa familiar que se incendió. En Archbury. Una vez me enseñaste una foto. ¿Todavía la conservas?

- Eso creo. -Suena receloso-. Lara, ¿no estás demasiado obsesionada con tu tía abuela?

- En absoluto. Simplemente, me intereso por mis antepasados. Creí que te gustaría.

- Me encanta, por supuesto. Sólo que.. . me sorprende. Nunca te habías interesado por la historia familiar.

Tiene razón. En Navidad sacó un viejo álbum de fotos y yo me quedé dormida mientras me lo enseñaba. (Añado en mi descargo que había comido varios bombones de licor.)

- Sí, bueno, la gente cambia, ¿no? Y ahora sí estoy interesada. Esa foto es lo único que nos ha quedado de la casa, ¿no?

- Bueno, no del todo -dice-. El escritorio de roble del vestíbulo también procede de aquella casa.

- ¿El del vestíbulo, dices? Creía que se había perdido todo en el incendio.

- Se salvaron algunas cosas. -Ya se ha relajado-. Las guardaron en un almacén y allí quedaron durante años. Nadie decidía hacerse cargo de ellas. Fue Bill quien se ocupó de todo al morir tu abuelo. Por entonces no tenía nada que hacer y yo estaba con los exámenes de contabilidad. ¿Cuesta imaginárselo, no? Pero así es, en esa época Bill era el holgazán. -Suelta una risita y oigo que bebe un sorbo de café-. Tu madre y yo nos casamos aquel mismo año. Y el escritorio de roble fue nuestro primer mueble. Es una pieza modernista maravillosa.

- ¡Vaya!

Me fascina esta historia. He visto mil veces ese escritorio, pero nunca me había preguntado por su procedencia. ¡Quizá era el escritorio de la propia Sadie! ¡Quizá tenía allí sus papeles secretos! Cuando cuelgo, Kate está muy atareada. No puedo mandarla a buscar otro café, pero me muero de ganas de hablar con Sadie.

«¡Oye, Sadie! -tecleo en el ordenador-. ¡No todo se perdió en el incendio! ¡Había algunas cosas en un almacén! A ver si lo adivinas.. . ¡Tenemos un escritorio de tu antigua casa!»

Quizá haya un cajón secreto con todos sus tesoros perdidos, pienso excitada. Y a lo mejor sólo ella sabe abrirlo. Ahora me dará el código cifrado y entonces yo tiraré del cajón, soplando para quitarle el polvo, y dentro habrá.. . algo realmente espectacular. Le hago señas para que mire la pantalla.

- Ya sé que se salvó ese escritorio -me dice tras leer el mensaje, nada impresionada-. Me enviaron una lista por si quería reclamar algo. Una vajilla horrible. Objetos sosísimos de peltre. Muebles espantosos. No me interesaba nada.

«No es un mueble espantoso -escribo, medio enojada-. Es una maravillosa pieza modernista.»

Ella se mete un dedo en la garganta, como si quisiera vomitar.

- Es muy cutre -dice, y se me escapa la risa.

«¿Dónde has aprendido esa palabra?», escribo.

- La he oído por ahí -dice encogiéndose de hombros.

«Bueno, también le he contado a papá lo de Josh», escribo, y miro a ver cómo reacciona. Pero ella pone los ojos en blanco y desaparece.

Muy bien. Como quiera. Me importa un bledo lo que piense. Me repantigo en mi asiento, saco el móvil y abro uno de los mensajes de Josh. Me siento contenta y reconfortada, como si acabara de tomarme una taza de chocolate caliente. Estoy otra vez con Josh y me he reconciliado con el mundo.

Quizá le envíe un mensajito para contarle cuánto se alegra la gente por nosotros.

No, mejor no agobiarlo. Esperaré media hora o así.

Suena el teléfono y me pregunto si será él.

- Un momento, por favor -responde Kate y me mira, inquieta-. Lara, es Janet. De Leonidas Sports. ¿Te la paso?

El chocolate caliente se evapora de mi estómago.

- Sí, vale, ya me pongo. Dame unos segundos. -Cierro los ojos, me mentalizo y luego respondo con mi tono más dinámico y ejecutivo-. Qué tal, Janet. ¿Cómo estás? ¿Has recibido la selección final? -Kate se la envió anoche por correo electrónico. Tendría que haber previsto que iba a llamarme. Y pasar todo el día fuera o simular que me había quedado sin voz-. ¡Espero que estés tan entusiasmada como yo! -añado.

- No, no lo estoy -me dice con su voz más ronca e imperiosa-. Hay una cosa que no entiendo, Lara. ¿Por qué está Clive Hoxton en la lista?

- Ah, Clive -finjo aplomo-. Qué tipo. Qué gran talento.

Bueno, la cosa es así. Ya sé que mi almuerzo con Clive no terminó muy bien, que digamos. Pero es que sería perfecto para el puesto. Y quizá sea capaz de convencerlo antes de la entrevista. Así que lo he puesto igualmente en la lista, añadiendo «provisional» entre paréntesis.

- Clive es un ejecutivo brillante, Janet. -Empiezo a soltarle el rollo de carrerilla-. Tiene experiencia en marketing, es dinámico, está en el momento ideal para hacer un cambio.. .

- Todo eso ya lo sé -me corta en seco-. Pero me lo encontré en una recepción anoche. Me dijo que había dejado bien claro que no está interesado. De hecho, se quedó de piedra al saber que figuraba en la lista.

Joder.

- ¿De veras? -pregunto con tono de sorpresa-. Qué raro. Rarísimo. No es ésa la impresión que yo saqué. A mi modo de ver, tuvimos una charla fantástica y él se mostró entusiasmado.. .

- Me dijo que abandonó vuestra entrevista -me interrumpe, tajante.

- Bueno.. . se marchó, sí. -Carraspeo-. Los dos nos marchamos. Así que podría decirse que ambos la abandonamos.. .

- Me dijo que estuviste hablando todo el tiempo por el móvil con otro cliente y que no pensaba volver a hacer negocios contigo.

Me sonrojo hasta la raíz del cabello. Clive Hoxton es un soplón repulsivo.

- Bueno. -Me aclaro la garganta-. Me dejas perpleja. Lo único que puedo decirte es que debemos de haber entendido las cosas de una manera distinta.. .

- ¿Qué me dices de este Nigel Rivers? -Janet prosigue sin más-. ¿Es el tipo con caspa? ¿No se había presentado ya otra vez?

- Ha mejorado mucho. Ahora usa Head amp; Shoulders.

- ¿Sabes que nuestro servicio médico tiene principios muy estrictos respecto a la higiene personal?

- Eh.. . no lo sabía, Janet. Lo anoto.

- ¿Y qué hay de Gavin Mynard?

- Tiene grandes dotes -miento-. Un tipo creativo y con talento que ha pasado injustamente desapercibido. Su currículo no refleja.. . la riqueza de su experiencia.. .

Janet suspira.

- Lara.

Me quedo rígida, temiéndome lo peor. Su tono es inconfundible. Va a despedirme ahora mismo. No puedo permitirlo, no puedo. Estaríamos perdidas.. .

- ¡También tengo otro candidato! -me sorprendo a mí misma.

- ¿Otro? ¿Que no está en la lista, quieres decir?

- Sí, mucho mejor que los demás. De hecho, yo diría que es la persona idónea.

- Bien, ¿y quién es? -dice, suspicaz-. ¿Cómo es que no me has enviado su currículo?

- Porque.. . he de cerrar el acuerdo primero. -Cruzo los dedos con tal fuerza que me hacen daño-. Es superconfidencial. Estamos hablando de un ejecutivo de alto nivel, Janet. Con muchísima experiencia. Créeme, estoy entusiasmada.

- ¡Necesito su nombre! -ladra-. ¡Su currículo! Todo esto es muy poco profesional, Lara. Nuestra reunión interna es el jueves. ¿Puedo hablar con Natalie, por favor?

- ¡No! -exclamo aterrorizada-. Eh.. . el jueves sin falta. Tendrás toda la información el jueves. Te lo prometo. Y sólo te digo que vas a quedarte patidifusa cuando veas el nivel de este candidato. Janet, he de irme corriendo, ha sido un placer.. . -Y cuelgo con el corazón desbocado.

Mierda. ¡Mierda! ¿Qué voy a hacer ahora?

- ¡Hala! -Kate me mira con ojos brillantes-. Lara, eres un auténtico crack. ¡Sabía que lo conseguirías! ¿Quién es ese candidato tan espectacular?

- ¡No existe! -digo desesperada-. ¡Hemos de encontrarlo!

- Vale. -Kate recorre con la vista el despacho, como si pudiera haber un alto ejecutivo de marketing escondido en un archivador-. Eh.. . ¿dónde?

- ¡No lo sé! -Me meso el pelo-. No hay ninguno.

A mi móvil llega un mensaje y lo cojo con la loca esperanza de que sea un ejecutivo de primera interesado en algún puesto libre en el sector de material deportivo. O Josh, pidiéndome que me case con él. O papá, diciéndome que se da cuenta de que tenía razón y excusándose por haber dudado de mí. O incluso Diamanté, anunciándome que ella no necesita para nada ese viejo collar de la libélula y me lo mandará con un mensajero.

Pero no es ninguno de ellos. Es Natalie.

¡Hola, cielo! Estoy haciendo yoga en la playa. Hace un tiempo divino aquí. Te he mandado una foto, mira qué vista. Alucinante, ¿no? Besos. Natalie. P.D.: ¿Todo bien en la oficina?

Me dan ganas de tirar el móvil por la ventana.

Cuando dan las siete, me duele el cuello y tengo los ojos enrojecidos. He elaborado una nueva lista de emergencia valiéndome de números atrasados de Business People, Internet y un ejemplar de Marketing Week que Kate ha ido a comprar. Pero ninguno de estos candidatos se pondrá al teléfono, y menos aún querrá hablar de un trabajo o aceptará que lo incluya precipitadamente en la selección final. Me quedan cuarenta y ocho horas. Tendré que inventarme un director de marketing. O hacerme pasarme por uno.

La única noticia positiva es que en el súper tenían un Pinot Grigio a mitad de precio.

En cuanto llego a casa, pongo la tele y empiezo a beber la botella a buen ritmo. Al comenzar el capítulo de EastEnders me he tomado la mitad, la habitación se mece y mis problemas parecen alejarse agradablemente.

Al fin y al cabo, qué quieres que te diga: lo único que importa es el amor, ¿no?

Hay que poner las cosas en perspectiva. Situarlas en su debida dimensión. El amor es lo esencial. No el trabajo. Ni los directores de marketing. Ni las terroríficas conversaciones con Janet Grady. Mientras me aferré a esta idea, todo irá bien.

Tengo el móvil en el regazo y de vez en cuando releo los mensajes de texto. A lo largo del día le he mandado varios a Josh para mantener la moral alta. ¡Y él me ha respondido dos veces! Textos breves, pero aun así.. . Está en una aburrida convención de trabajo en Milton Keynes y me ha dicho que se muere de ganas de volver a casa.

¡Lo cual significa que se muere de ganas de verme!

Estoy sopesando si mandarle otro mensajito simpático para preguntarle qué hace, cuando levanto la vista y veo a Sadie en la repisa de la chimenea, con un vestido de gasa gris claro.

- Ah, hola -le digo-. ¿Dónde estabas?

- En el cinematógrafo. Me he tragado dos películas. -Me lanza una mirada acusadora-. Me quedo muy sola durante el día, ¿sabes? Estás tan obsesionada con tu trabajo.. .

Ella también estaría obsesionada si tuviese detrás a Janet.

- Bueno, lamento tener que ganarme la vida -replico con sarcasmo-. Lamento no ser una dama ociosa y no poder ver ni una sola película en todo el día.. .

- ¿Has encontrado el collar? -me corta-. ¿Has hecho algo más al respecto?

- No, Sadie. No he hecho nada. Resulta que hoy he tenido que resolver otros problemillas.

Aguardo a que me pregunte cuáles, pero ella se limita a encogerse de hombros. ¿Es que ni siquiera va a interesarse por lo que ha pasado? ¿No va a compadecerme? Pues vaya un ángel de la guarda.. .

- Josh me ha enviado varios mensajes, ¿no es maravilloso? -añado para picarla. Ella deja de tararear en seco.

- No tiene nada de maravilloso -dice con expresión hosca-. Es todo completamente falso.

Nos miramos ceñudas. Es evidente que ninguna de las dos está de humor esta noche.

- No es falso. Es real. Ya viste cómo me besaba; ya oíste lo que me dijo.

- No es más que una marioneta -refunfuña-. Dijo lo que yo le ordené que dijera. Podría haberle dicho que se declarase a un árbol y lo habría hecho. ¡Nunca había conocido a nadie tan débil! Apenas tuve que susurrarle y ya se lanzó.

Qué arrogancia.. . ¿Quién se ha creído que es?

- Tonterías -replico en tono glacial-. Vale, ya sé que le diste un empujoncito. Pero él nunca me habría dicho que me ama si no hubiese existido un fondo de verdad. Es evidente que expresó lo que siente, sus sentimientos más profundos.

Sadie suelta una risita.

- ¡Sus sentimientos profundos! Eres tronchante, querida. ¡Él no alberga ningún sentimiento por ti!

- ¡Ya lo creo! ¡Claro que sí! Tenía mi foto en el móvil, ¿no? La ha llevado encima todo este tiempo. Eso es amor.

- No seas absurda.

Sadie parece tan segura de sí misma que me entra un verdadero ataque de furia.

- ¡Tú nunca has estado enamorada! ¿Qué puedes saber al respecto? Josh es un hombre de verdad: con auténticos sentimientos, con un amor verdadero, y de eso tú no tienes ni idea. Puedes pensar lo que quieras, pero lograré que las cosas funcionen. Josh alberga sentimientos muy profundos hacia mí. Lo creo de verdad.

- ¡No basta con creerlo! -chilla con súbita vehemencia-. ¿Es que no lo entiendes, niña estúpida? ¡Podrías pasarte la vida creyendo y acariciando esperanzas! Si una historia de amor sólo funciona por un lado, entonces será siempre una pregunta, no una respuesta. Y no puedes vivir toda tu vida esperando una respuesta.

Se ruboriza y desvía la mirada.

Se hace un silencio, sólo interrumpido por el barullo de fondo de dos personajes de EastEnders que se están atizando de lo lindo. Me he quedado boquiabierta y estoy a punto de derramar el vino en el sofá. Enderezo la mano y doy un trago. Joder, ¿a qué ha venido este estallido? Creía que el amor la traía sin cuidado, que sólo le importaba la diversión, las aventurillas, el mariposeo. Pero ahora me ha parecido que.. .

- ¿Eso te ocurrió, Sadie? -indago con cautela, aunque ella sigue dándome la espalda-. ¿Te pasaste la vida esperando una respuesta?

Y entonces desaparece. Sin una palabra de advertencia, sin un «hasta luego». Simplemente, se esfuma.

Esto no puede hacérmelo a mí. Tengo que saber más. Debe de haber toda una historia detrás. Apago la tele y la llamo. Mi enfado se ha trocado en curiosidad.

- ¡Sadie, cuéntamelo! ¡Es bueno hablar las cosas! -La sala permanece en silencio, pero intuyo que sigue ahí-. Vamos, no seas tozuda. Yo te he contado todas mis cosas. Soy tu sobrina nieta, confía en mí. No se lo diré a nadie.

Nada.

- Como quieras. -Me encojo de hombros-. Pensaba que tenías más agallas.

- ¡Tengo agallas de sobra! -Aparece de repente, rabiosa.

- ¡Pues cuéntame! -digo, y me cruzo de brazos.

Guarda silencio, pero me dirige miradas de soslayo.

- No hay nada que contar -musita al fin-. Es simplemente que sé muy bien lo que es creer que estás enamorada. Sé lo que es malgastar todo tu tiempo, todas tus lágrimas y todo tu corazón en algo que finalmente no es nada. No desperdicies tu vida. Sólo puedo darte ese consejo.

¿Sólo eso? ¿Está de broma? ¡No puede dejarme así! Hubo algo, pero ¿qué?

- Cuéntame qué pasó. ¿Tuviste una aventura? ¿Hubo un hombre cuando vivías en el extranjero? ¡Desembucha, venga!

Por un momento parece que no va a responder, o que va a esfumarse de nuevo. Pero luego suspira, se da la vuelta y se acomoda otra vez en la repisa de la chimenea.

- Fue hace mucho. Antes de irme al extranjero. Antes de casarme. Había un hombre, sí.

- ¡Aquella bronca con tus padres! -Ahora empiezo a atar cabos-. ¿Fue por culpa de él?

Inclina la cabeza levemente, asintiendo. Debería haberlo adivinado. Intento imaginármela con un novio. Un chico atildado de los años veinte, quizá con un canotier. Y con uno de esos mostachos anticuados.

- ¿Os pillaron juntos tus padres? ¿Estabais.. . dándole de comer al ganso?

- ¡No! -Suelta una carcajada.

- ¿Pues qué pasó? ¡Cuenta!

Todavía no acabo de asimilar que haya estado enamorada. Después de darme tanto la paliza sobre Josh. Después de fingir que todo le importaba un pimiento.

- Encontraron unos dibujos. -Su risa se apaga y se abraza el cuerpo-. Era pintor. Le gustaba pintarme. Mis padres se quedaron escandalizados.

- Pero ¿qué tenía de malo que te retratara? ¡Deberían haberse sentido halagados! No deja de ser un cumplido que un artista quiera pintarte.. .

- Desnuda.

- ¿Cómo? -Me quedo de piedra. Yo en mi vida posaría desnuda. ¡Ni en mil años! Bueno, salvo que saliera muy favorecida.. . Unos retoques de artista.

- Con una sábana encima. Pero mis padres.. . -Aprieta los labios-. Fue todo un drama el día que encontraron los dibujos.

Me tapo la boca con la mano. Ya sé que no debo reírme, ya sé que no tiene gracia, pero no puedo evitarlo.

- Así que vieron.. .

- Se pusieron histéricos. -Suelta un resoplido, casi una risa-. Fue gracioso, pero también horrible. Sus padres estaban tan furiosos como los míos. Se suponía que iba a estudiar Derecho. -Menea la cabeza-. Pero él nunca se habría convertido en abogado. Era un auténtico desastre. Se pasaba la noche pintando, bebiendo vino y fumando un pitillo tras otro. Los apagaba en la paleta.. . Bueno, los dos lo hacíamos, porque yo me quedaba en el estudio toda la noche. En el cobertizo de la casa de sus padres. Lo llamaba Vincent. Por Van Gogh. Y él me llamaba Mabel.

Deja escapar otra risita.

- ¿Mabel? -Arrugo la nariz.

- En su casa había una doncella llamada así. Yo le dije que era el nombre más feo que había oído en mi vida, que deberían cambiárselo. Y desde entonces él empezó a llamarme Mabel. Un bruto cruel.. . eso es lo que era.

Habla en un tono medio jocoso, pero detecto un temblor extraño en sus párpados. No sé si le apetece recordar todo esto.

- ¿Y tú.. . ? -empiezo, pero me callo. Iba a preguntarle si lo amaba de verdad.

Ella está absorta en sus pensamientos.

- Salía de allí a hurtadillas, cuando todavía estaban todos durmiendo, y me deslizaba por la enredadera.. . -Se interrumpe, con la mirada perdida. De pronto, parece muy triste-. Todo cambió bruscamente cuando nos descubrieron. A él lo enviaron a Francia, a casa de un tío, para que se enderezase. Como si fuera posible conseguir que dejara de pintar.

- ¿Cómo se llamaba?

- Stephen Nettleton. -Suspira-. No había pronunciado su nombre desde hace.. . setenta años. Por lo menos.

¿Setenta años?

- Bueno, ¿y qué pasó después?

- No volvimos a ponernos en contacto. Nunca más -dice con tono inexpresivo.

- ¿Por qué? ¿No le escribiste?

- Sí, le escribí. -Me dirige una frágil sonrisa que me estremece-. Le envié a Francia una carta tras otra. Pero nunca tuve noticias suyas. Mis padres me decían que era una boba y una ingenua. Decían que me había utilizado. Al principio no les creía, los odiaba por decírmelo. Pero luego.. . -Alza la barbilla, como desafiándome a que la compadezca-. Yo era como tú. «¡Él me ama, me ama de verdad!» -se mofa con una vocecita aguda-. «¡Me escribirá! ¡Volverá a buscarme! ¡Me ama!» ¿Te imaginas cómo me sentí cuando finalmente recobré el juicio?

Un silencio tenso.

- ¿Y qué hiciste?

- ¡Casarme, claro! -responde con un brillo retador en los ojos-. El padre de Stephen ofició la ceremonia. Era nuestro párroco. Stephen debió de enterarse, pero ni siquiera mandó una postal.

Enmudece y yo permanezco sentada. De modo que se casó con el tipo del chaleco escarlata por despecho. Qué espantoso. Con razón no duró.

Estoy hecha polvo. Ojalá no hubiera insistido en que me lo contara. No pretendía remover recuerdos tan dolorosos. Creía que me contaría algo divertido, alguna anécdota sabrosa, y que me enteraría de cómo funcionaba el sexo en los años veinte.

- ¿Nunca pensaste en largarte a Francia con Stephen? -pregunto.

- Tenía mi orgullo. -Me mira con expresión mordaz.

Me entran ganas de espetarle: «Al menos, yo he recuperado a mi chico.»

- ¿Conservaste algún dibujo? -Me empeño en encontrar algo positivo en toda esta historia.

- Los escondí. Y también un cuadro grande. Me lo trajo de tapadillo antes de marcharse a Francia y lo escondí en la bodega. Mis padres no tenían ni idea. Pero luego se quemó la casa y lo perdí todo.

- Vaya por Dios. Qué pena.

- No tanto. A mí me daba igual. ¿Por qué tendría que haberme importado?

La observo mientras se retuerce la falda obsesivamente, con los ojos preñados de recuerdos.

- Quizá nunca recibió tus cartas -aventuro.

- Seguro que las recibió. Yo misma las sacaba a escondidas y las echaba en el buzón.

Qué espanto. ¡Tener que echar cartas a escondidas, por el amor de Dios! ¿Por qué no habría teléfono móvil en los años veinte? ¡Cuántos malentendidos se habrían evitado en el mundo! El archiduque de Austria podría haber enviado un mensaje de texto a su gente: «Creo que me está siguiendo un tipo muy raro», y no habría sido asesinado. La Gran Guerra no habría estallado. Y Sadie podría haber llamado a Stephen para hablarlo todo.. .

- ¿Todavía vive? -Me aferró a una esperanza irracional-. ¡Quizá podamos localizarlo! ¡Buscarlo en Google o ir a Francia! ¡Apuesto a que lo encontramos.. . !

- Murió joven -dice con voz distante-. Doce años después de salir de Inglaterra. Trajeron sus restos y celebraron el funeral en el pueblo. Yo ya estaba viviendo fuera, y tampoco me invitaron. En cualquier caso, no habría asistido.

Estoy tan horrorizada que no respondo. No sólo la abandonó: encima se murió. Esta historia es nefasta y tiene un final horrible. Ojalá no hubiese preguntado.

Sadie mira por la ventana con aire desencajado. Tiene el semblante más pálido que nunca y una sombra oscura bajo los ojos. Con su vestidito plateado parece una chica desvalida y vulnerable. Noto lágrimas en los ojos. Amaba a su pintor. Más allá de sus bravatas y su insolencia, lo amó de verdad. Toda su vida, seguramente.

¿Cómo es posible que él no la amara a su vez? Menudo cabrón. Si viviera aún, iría a buscarlo y le daría una buena tunda. Aunque fuera un anciano tembloroso con más de veinte nietos.

- Es triste. -Me froto la nariz-. Muy triste.

- No es para tanto -contesta, recuperando su ligereza habitual-. Así son las cosas. Hay otros hombres, otros países, otras vidas que vivir. Por eso sé lo que sé. -Se vuelve bruscamente hacia mí-. Sé de qué hablo, y debes creerme.

- ¿Qué sabes? -Ahora no la sigo-. ¿Qué debo creer?

- Nunca lograrás arreglar las cosas con ese chico.

- ¿Por qué? -Era de esperar que volviera a sacar el tema.

- Porque tú puedes querer y querer -se vuelve otra vez, abrazándose las rodillas; a través del vestido, distingo la silueta huesuda de su columna-, pero, si él no te ama, ya puedes olvidarte. Será lo mismo que si quisieras la luna.