20
El señor Irons había sido un hombre muy malo. Un hombre enfermo. Sherry supuso que lo había sabido en cierto modo todo el tiempo, pero el hecho de ver su cámara secreta de tortura, como el taller de algún científico loco, lo confirmó. El lugar era asqueroso, repleto de huesos, de botellas y con un olor incluso peor que el de los zombis. Quizá por todos esos motivos, ver aquel bulto en el suelo, la silueta de un cuerpo incompleto bajo una tela empapada de sangre, no la inquietó ni la mitad de lo que Claire se esperaba. Sherry se quedó mirando el bulto, preguntándose qué había sucedido exactamente.
—Vamos, cariño. Tenemos que continuar —instó Claire.
El tono de alegría forzada en su voz le indicó a Sherry que el cuerpo del señor Irons había sufrido grandes destrozos. Lo único que Claire le había contado era que el señor Irons la había atacado y que luego algo había atacado al señor Irons, y que existía la posibilidad de llegar a un lugar seguro si bajaban por aquel sitio. Sherry se había sentido tan aliviada al ver a Claire sana y salva que ni se había molestado en hacerle preguntas.
No es un bulto lo bastante grande para que quepa una persona entera ahí debajo… ¿Se lo habrán comido en parte? ¿O lo habrán descuartizado?
—¿Sherry? Vámonos, ¿de acuerdo?
Claire apoyó una mano en su hombro y tiró con suavidad de ella para alejarla de lo que quedaba del jefe de policía. Sherry dejó que la llevara hacia un agujero negro que se abría en una de las esquinas y decidió que dejaría las preguntas que tenía en la cabeza para más adelante. Pensó en decirle a Claire que no le importaba que Irons estuviera muerto, pero no quería parecer maleducada o irrespetuosa. Además, Claire sólo quería protegerla, y a Sherry no le importaba en absoluto que lo hiciera.
Claire bajó por la escalera en primer lugar, y después de un instante, la llamó para decirle que el lugar era seguro y que podía bajar. Sherry apoyó los pies con cuidado en los oxidados peldaños de metal, sintiéndose realmente feliz por primera vez desde hacía muchos días. Al menos, estaban haciendo algo. Estaban saliendo de la comisaría y dirigiéndose hacia una ruta de escape. Pasara lo que pasase, se sentía muy bien.
Claire la ayudó a bajar los dos últimos peldaños levantándola y dejándola luego en el suelo. Sherry se dio la vuelta, miró alrededor y abrió los ojos de par en par.
—Vaya —fue lo único que dijo, y la palabra se alejó en un susurro a través de las sombras, de donde regresó como un eco después de rebotar en la superficie de las extrañas paredes.
—Sí —dijo Claire—. Vamos.
Claire comenzó a caminar, y sus botas provocaron ecos metálicos mientras Sherry la seguía de cerca, sin dejar de mirar alrededor con asombro. Era idéntico al escondite de uno de los tipos malos que aparecían en alguna de las películas de espías que había visto, una especie de pasillo industrial en el interior de una montaña o algo así. Estaban en una pasarela metálica rodeada de barandillas, y una sucia luz verde se filtraba a través de la rejilla del suelo procedente de algún lugar que no podían ver. Aunque la pared de la derecha era de ladrillo, la de la izquierda era de roca natural, como la de una cueva. Divisó unas enormes columnas de piedra que se alejaban hacia la oscuridad hasta desaparecer, manchadas también por la misma luz verdosa y fantasmal.
Sherry frunció la nariz por el mal olor. Por muy interesante que fuera el sitio, apestaba a podrido. Tampoco le gustaba el modo en que los ruidos recorrían aquel espacio frío, haciendo que todo pareciera hueco.
—¿Tú qué crees que es este lugar? —preguntó en voz baja.
Claire meneó la cabeza.
—No estoy segura. Por el olor y su localización, yo diría que estamos en la planta de tratamiento de aguas residuales.
Sherry asintió, contenta de saberlo. Y se sintió aún más contenta cuando vio la salida un poco más adelante, justo delante de ellas. El pasillo no era muy largo: giraba a la izquierda hasta llegar a otra escalera al final, una que subía. Cuando llegaron a ella, Claire se detuvo, con aspecto dubitativo. Miró hacia arriba, hacia la abertura, y luego hacia la cueva oscura y vacía.
—Yo debería subir en primer lugar… ¿Qué te parece si subes detrás de mí, pero te quedas en la escalera mientras yo compruebo que no hay peligro?
Sherry asintió, aliviada. Había temido por un segundo que Claire le dijera que se quedara allí abajo y que la esperara, como había hecho antes.
Ni hablar. Este sitio es oscuro, apesta y me da miedo. Si hubiera un monstruo, seguro que estaría por aquí…
Claire subió con facilidad por los peldaños, y Sherry la siguió hasta que salió por el agujero. Luego se quedó agarrada con fuerza a los fríos barrotes de metal. Sólo tuvo que esperar unos cuantos segundos antes de que los brazos de Claire aparecieran para ayudarla a salir.
Estaban de nuevo en terreno firme, en un corto sendero de cemento que parecía luminoso y limpio comparado con la pasarela de la cueva. Sherry supuso que todavía estaban en la planta de residuos, aunque el olor no era tan desagradable, pero a la izquierda del sendero vieron un río inmóvil de aguas residuales, de unos treinta centímetros de profundidad y de un metro y medio o poco más de ancho. El agua fangosa podía correr en cualquiera de los dos sentidos, hacia un túnel bajo y redondo o hacia una gran puerta de metal, cerrada en ese momento. Por encima de ellos vieron una gran galería, pero Sherry no vio ninguna escalera.
Lo que significa que… Puaj, qué asco.
—¿Tenemos que hacerlo? —preguntó a Claire. Claire lanzó un profundo suspiro.
—Me temo que sí. Pero míralo por el lado bueno: ningún monstruo en sus cabales nos seguiría a través de esta porquería.
Sherry sonrió. No había sido un comentario demasiado divertido, pero apreciaba lo que Claire estaba intentando hacer. Era lo mismo que le había impulsado a tapar el cuerpo de Irons o a decirle que sus padres probablemente estarían a salvo en algún lugar.
Está intentando protegerme de lo realmente mal que está la situación.
A Sherry le gustaba aquello, tanto que ya estaba temiendo el momento en que Claire tuviera que marcharse de forma definitiva. Al final, terminaría haciéndolo: tenía una vida en alguna otra ciudad, con sus propios amigos y familiares, y en cuanto salieran de Raccoon City, volvería a su lugar de origen y Sherry se quedaría sola de nuevo. Incluso si sus padres estaban sanos y salvos, estaría sola otra vez… y aunque ella deseaba muchísimo que estuvieran bien, no deseaba tener que separarse de Claire.
Sólo tenía doce años, pero ya sabía desde hacía un par de ellos que su familia era diferente a la mayoría de las demás. Los demás compañeros de la escuela tenían padres que pasaban tiempo con ellos, daban fiestas de cumpleaños y salían de viaje, además de que tenían hermanos y hermanas, e incluso mascotas. Ella nunca había tenido nada que se pareciera a todo aquello. Sabía que su padre y su madre la querían, que la amaban, pero a veces sentía que, sin importar lo buena, lo tranquila o lo autosuficiente que fuese, ella les estorbaba.
—¿Estás preparada?
La voz suave y tranquila de Claire la hizo regresar de nuevo a la situación y le recordó que tenía que estar más alerta. Sherry se limitó a asentir y Claire se metió en el agua oscura y sucia, para luego darse la vuelta y ayudarla a bajar.
El agua estaba fría y grasienta, y le llegaba hasta las rodillas. Era algo asqueroso, pero no completamente repugnante. Claire le indicó con una seña de su pistola la puerta de metal situada a la izquierda, con aspecto de estar tan asqueada como ella.
—Parece que vamos a tener que…
Un fuerte ruido en la galería la interrumpió, y ambas levantaron la vista. Sherry se acercó instintivamente a Claire cuando el ruido se produjo de nuevo. Parecían pasos, pero eran demasiado lentos, hacían demasiado ruido para que fuera algo normal… y Sherry vio a un hombre con un largo abrigo. Sintió que se le secaba la boca por el miedo. Era una persona gigantesca, de más de dos metros de altura, y su cráneo desnudo brillaba con el mismo color blanquecino y enfermizo que la tripa de un pescado muerto. No podía verlo con claridad debido al ángulo en que se encontraba, pero lo que vio fue más que suficiente. Pudo sentir que era algo malo, que había algo muy malo y extraño en él. Aquella sensación irradiaba de él como si fuese una enfermedad.
—¿Claire? —dijo con voz aguda y temblorosa que se convirtió en un gemido cuando aquel ser comenzó a andar de nuevo y a girarse hacia ellas, de forma lenta, muy lenta. Sherry no quería ver su cara, no quería verle la cara a un hombre que era capaz de atemorizarla tanto con el simple hecho de caminar…
—¡Corre!
Claire la agarró por una mano y las dos comenzaron a correr, chapoteando a través del agua espesa en dirección a la puerta. Sherry se concentró en no caerse y al mismo tiempo en rezar para que la puerta se abriera…
Que no esté cerrada, por favor, ¡que no esté cerrada!
También se concentró en no mirar hacia atrás. No quería ver lo que el gigante, el hombre malvado, estaba haciendo. La puerta estaba cerca, pero le pareció que tardaban una eternidad, y que cada segundo se alargaba mientras luchaban contra la resistencia que ofrecía el agua fría y aceitosa.
Trastabillaron hasta llegar a la compuerta y Claire encontró el botón en mitad de un ataque de pánico que hizo que Sherry tuviera aún más miedo. La puerta se abrió por la mitad, y una parte se deslizó hacia arriba mientras la otra se hundía bajo las olas que ellas habían creado.
Sherry no miró atrás, pero Claire sí lo hizo. Fuera lo que fuera lo que vio, la hizo saltar al otro lado de la puerta tirando de Sherry tras de sí hacia el largo y oscuro túnel que se abría más allá de la puerta. Claire comenzó a buscar el botón y lo apretó manoteando en cuanto pasaron el umbral. La puerta se cerró, dejándolas en la oscuridad goteante.
—No te muevas y quédate en silencio —susurró Claire.
Gracias a una difusa claridad procedente de algún lugar por encima de ellas, Sherry pudo ver que Claire mantenía la pistola que empuñaba por delante de ella, apuntando hacia la densa oscuridad del resto del túnel por si aparecía alguna nueva amenaza. Sherry le obedeció, con el corazón palpitante mientras se preguntaba quién, qué era aquel hombre. Era obvio que se trataba del hombre sobre el que Claire le había preguntado antes, pero aun así, ¿qué era? La gente no crecía tanto, y Claire también se había sentido aterrada…
Clinc.
Un ruido metálico y apagado en la pared que estaba a su espalda… y Sherry sintió de repente que al agua comenzaba a correr alrededor de sus pies, una súbita corriente que empezó a tirar de sus tobillos, que le hizo perder el equilibrio… y la hizo tropezar y caer de cara en la fría y asquerosa agua cuando la corriente se hizo aún más fuerte, y tiró de ella hacia atrás. Sherry extendió la mano en un intento por agarrarse a algo, a cualquier cosa, mientras sentía cómo el resbaladizo suelo de piedra corría bajo sus dedos y las rugientes aguas la alejaban y la separaban de Claire.
No puedo respirar…
Sherry pataleó con frenesí, retorciendo su cuerpo, con los ojos picándole por la sucia agua… y logró inspirar una bocanada de aire cuando su cabeza salió por fin a la superficie. En ese momento, se dio cuenta de que estaba en un túnel, un conducto negro como la noche que apenas medía un poco más que los conductos de ventilación de la comisaría. El veloz flujo de agua la arrastraba y Sherry logró seguir respirando el asqueroso aire a bocanadas cada vez que podía a pesar de la velocidad. Se obligó a sí misma a no luchar contra el tremendo poder del líquido turbulento y siseante. El túnel tenía que acabar en algún lugar y, fuese donde fuese, ella tenía que estar preparada para comenzar a correr si era necesario.
Por favor, Claire, por favor. No me abandones…
Estaba perdida, ciega y sorda y se deslizaba a través de la oscuridad cada vez más y más lejos de la única persona que podía protegerla de las criaturas de pesadilla que se habían apoderado de Raccoon City.
Annette ya no tenía dudas sobre si su marido había salido o no de los niveles del laboratorio. Lo había hecho. No sólo la mitad de las entradas al lugar estaban abiertas, sino que, además, las vallas que rodeaban la fábrica habían sido destrozadas. Para colmo, los túneles de alcantarillado, esos túneles que deberían haber estado prácticamente vacíos, en realidad estaban repletos de humanos infectados que sin duda debían proceder del exterior. A pesar de lo avanzado de su deterioro celular, había tenido que abatir a disparos a cinco de ellos para abrirse paso desde el tranvía eléctrico hasta el centro de operaciones del sistema de alcantarillado.
Después de lo que le pareció una eternidad de vadear a través de las aguas oscuras a medio depurar del laberíntico sistema, llegó hasta la plataforma que buscaba. Subió hasta el túnel de cemento mirando con temor la puerta cerrada que estaba a unos cuantos metros de ella. Cerrada y sin daños aparentes: era una buena señal, pero ¿y si había pasado por allí antes de perder todo rastro de inteligencia humana, antes de que se hubiera convertido en un animal violento y sin capacidad de razonar? Es posible que incluso en aquel momento retuviera algo parecido a la memoria. La verdad es que no tenía ni idea de si aquello era posible. Ninguno de los dos había probado el virus-G en los humanos todavía…
¿Y si ha pasado por aquí? ¿Y si ha logrado llegar a la comisaría?
No podía, no consideraría siquiera esa posibilidad. Si tenía en cuenta todo lo que sabía sobre los progresivos cambios quimiofisiológicos, lo que él sería capaz de hacer si el virus actuaba como se suponía que debía actuar, la idea de que llegara a ponerse en contacto con la población no infectada… bueno, era impensable.
La comisaría está a salvo —pensó con firmeza—. Irons será un estúpido incompetente, pero los policías bajo su mando no lo son. Dondequiera que esté William, no puede haber pasado sus barreras.
No podía permitirse el lujo de pensar otra cosa: Sherry estaba allí, si había hecho lo que se suponía que debía hacer y le había obedecido. Además de ser carne de su carne y sangre de su sangre (lo que ya era razón más que suficiente para preocuparse por ella, se recordó a sí misma), Sherry tenía un papel muy importante en sus planes de futuro.
Annette se apoyó contra una fría y húmeda pared. Sabía que se le acababa el tiempo, pero fue incapaz de seguir dando ni un paso más sin descansar por un momento. Había confiado tanto en su instinto territorial inscrito en los genes para mantenerlo cerca del laboratorio, había estado tan segura de que lo encontraría, de que su aroma a persona viva lo atraería… pero estaba casi al final de la zona de contención, y todo lo que había encontrado era una docena de sitios por donde podía haber escapado.
Y los de Umbrella llegarán de nuevo dentro de poco tiempo. Tengo que regresar y activar el sistema de auto destrucción antes de que puedan detenerme.
William merecía descansar en paz… pero, además, el hecho de destruir a la criatura que antaño había sido su marido erradicaría cualquiera de sus dudas sobre el éxito de su objetivo. ¿Qué ocurriría si hacía volar por los aires el laboratorio y después descubría que Umbrella lo había capturado? Todos sus esfuerzos, todo su trabajo, todo para nada…
Annette cerró los ojos, deseando que existiera un modo más fácil de tomar la decisión que debía tomar. La verdad era que la muerte de William no era un hecho tan crucial como librarse por completo del laboratorio, y además existían muchas posibilidades de que no lo encontraran, de que ni siquiera fueran capaces de darse cuenta de su transformación…
Y tampoco es que tenga muchas más opciones. No está aquí y no tengo ni idea de dónde está.
Se alejó de la pared con un ligero empujón de las caderas y comenzó a caminar lentamente hacia la puerta. Comprobaría los últimos túneles que quedaban, echaría una ojeada a la sala de conferencias para saber si había sufrido muchos daños y después regresaría. Regresaría y acabaría con lo que Umbrella había comenzado.
Annette empujó la puerta para abrirla…
Oyó el sonido de pasos que resonaban en el pasillo, procedentes de algún punto situado un poco más adelante. El pasillo tenía forma de «T», y los sonidos eran confusos, mezclándose entre sí, por lo que era imposible saber exactamente de dónde procedían. Sin embargo, de lo que estaba segura era de que se trataba de los pasos seguros y decididos de un humano que no había sido infectado. Quizás eran más de uno, lo que sólo podía significar una cosa.
Umbrella. Por fin han vuelto.
Una rabia feroz recorrió todo su cuerpo e hizo que sus manos comenzaran a temblar mientras sus labios se tensaban, dejando al descubierto sus dientes apretados. Tenían que ser ellos, tenía que tratarse de uno de sus espías asesinos. Aparte de Irons y de unos cuantos funcionarios del ayuntamiento, sólo la gente de Umbrella sabía que aquellos túneles todavía estaban en uso… y que llevaban a los laboratorios subterráneos. La posibilidad de que se tratara de algún inocente superviviente de la catástrofe ni siquiera se le pasó por la cabeza, como tampoco se le ocurrió la idea de huir. Levantó su pistola y esperó a que el cabrón asesino e inmisericorde apareciera.
Una silueta apareció ante la vista, una mujer vestida de rojo, y Annette disparó…
Bam.
Pero estaba temblando, aullando en su interior, y el disparo salió desviado por arriba. Rebotó en la pared de cemento con un zumbido agudo. La mujer también llevaba un arma, una pistola que alzó y con la que empezó a apuntar…
Y Annette disparó de nuevo, pero de repente apareció otra figura, una silueta borrosa que cruzó el aire y se puso delante de la mujer, derribándola con la fuerza del impulso de su salto, todo a la vez…
Annette oyó un grito de dolor, un grito de hombre, y sintió una oleada de rugiente triunfo.
Le di. Le he dado a él.
Pero tal vez había más, y no le había acertado a la mujer… y ellos eran asesinos entrenados.
Annette se dio la vuelta y echó a correr. Su sucia bata de laboratorio ondeó y sus zapatos húmedos repiquetearon contra el suelo. Tenía que regresar a toda prisa al laboratorio.
Se le había acabado el tiempo.