Notas
[1] Lo que Sade pretende en este punto es desacreditar los principios revolucionarios abrazando la filosofía de las Luces para darle la vuelta, operación que repetirá con respecto a otros asuntos. Sade intenta desmentir las verdades proclamadas por la revolución arguyendo que la barbarie es común a las fuerzas en Conflicto, identificando el deseo del libertino noble con el del último miserable: para ello invoca la sed de orgía de las masas populares en París (incendios, violaciones, levantamiento de tumbas…) como prueba del carácter universal de la perversión. Lo que olvida interesadamente es el horror manifestado por su «odiado Robespierre» ante tales desmanes y las instrucciones dadas por éste ante los mismos, igual que ignora —y vivió lo suficiente para comprobarlo— la falta de poder material, no así del simbólico, de Robespierre durante el Terror, como así lo confirmarían los acontecimientos de Thermidor. <<
[2] En Correspondence inédite du marquis de Sade, Paris: Bourdin, 1929. <<
[3] Le philosophe scélérat, Paris: Seuil, 1967, p. 32. <<
[4] En Aline et Valcour encontramos un fragmento que bien puede calificarse de confesión autobiográfica. En él, Sade después de manifestar su conciencia de descender de la aristocracia y su condición de rico, dice: «Creí, desde que pude razonar, que la naturaleza y la fortuna se reunían para colmarme con sus dones; lo creí, porque se tuvo la tontería de decírmelo, y este prejuicio ridículo me volvió altivo, déspota y colérico; parecía que todo debía ceder ante mí, que el universo entero debía favorecer mis caprichos, y que no dependía más que de mí solo darles forma y satisfacerlos». <<
[1] En la edición original de Faut-il brûler Sade?, se incluían dos ensayos más a continuación del que da título al libro («La pensée de droite, aujourdu’hui» y «Merleau-Poncy et le pseudo-sartrisme»). (N. del T.). <<
[2] «La pensée de droite, aujourd’hui». (N. del T.). <<
[3] «Merleau-Ponty et le pseudo-sartrisme». (N. del T.). <<
[4] El viejo Sade haciéndose traer cestos de rosas, oliéndolas voluptuosamente y manchándolas enseguida con una risa sardónica en el barro de los arroyos: los periodistas de hoy nos han enseñado cómo se fabrican este género de anécdotas. <<
[5] «Una línea»: la duodécima parte de una pulgada. (N. del T.). <<
[6] Desbordes, Le Vrai Visage du marquis de Sade. <<
[7] Klossowski se extraña de que Sade no le manifieste rencor alguno; pero Sade no detesta espontáneamente la autoridad: que un individuo use y abuse de sus derechos él lo admite. Sade, heredero de los bienes paternos, no se opone a la sociedad más que en un plano individual y afectivo, a través de mujeres: la esposa y la suegra. <<
[8] Aline y Valcour, Madrid: Fundamentos, 1981. <<
[9] La filosofía en el tocador, Barcelona: Tusquets, 1999. <<
[10] Las confesiones de Sade no corroboran en este punto la declaración de Rose Keller. <<
[11] Eran las cartas con sello real que contenían la orden de exilio o prisión sin mediar juicio alguno. (N. del T.). <<
[12] La filosofía en el tocador, Barcelona: Tusquets, 1999. <<
[13] La filosofía en el tocador. <<
[14] Aline y Valcour. <<
[15] Cf. Sade: «Es el horror, la villanía, la cosa horrible lo que gusta cuando uno f…; ahora bien, ¿dónde se encuentra esto mejor que en un objeto viciado? […] Mucha gente prefiere para su goce a una mujer vieja, fea e incluso repugnante, que a una chica lozana y guapa». <<
[16] Citado por Maurice Heine: Le Marquis de Sade, p. 83. <<
[17] Se ha asegurado que Sade no asume esta declaración puesto que la pone en la boca del Caballero; pero el Caballero se limita a leer un texto del que Dolmancé, portavoz de Sade, se reconoce autor. <<
[18] En esto la analogía con Stirner, quien condena también el crimen «vulgar» preconizando sólo aquel en el que se realiza la rebelión del yo, resulta sorprendente. <<