16 (Jos 11,14.15). Josué no dejó en ella a nadie con vida. Como el Señor había mandado a su siervo Moisés y Moisés había mandado a su vez a Josué, así lo hizo Josué: No dejó pasar nada de todas las cosas que el Señor había mandado a Moisés. No hay que pensar que esto era una crueldad, es decir, el hecho de que Josué no dejara a nadie con vida en las ciudades que conquistaba, puesto que Dios se lo había ordenado. Quienes sacan de aquí la conclusión de que Dios era cruel, y por eso no quieren aceptar que el verdadero Dios fue autor del Antiguo Testamento, juzgan tan perversamente acerca de las obras de Dios como de los pecados de los hombres, ignorando lo que cada uno merece padecer y pensando que es un mal grande que se derribe lo que tiene que caer y que muera lo mortal.

17 (Jos 11,19). Y no hubo ciudad que no fuera entregada a los hijos de Israel. Nos preguntamos cómo puede ser verdad esto, cuando ni después de la época de los Jueces ni en tiempo de los Reyes pudieron los hebreos conquistar todas las ciudades de aquellas siete naciones. Por eso, o hay que entender esto en el sentido de que Josué no se acercó a ninguna ciudad en son de guerra que no la conquistara, o por lo menos ninguna de aquellas situadas en las regiones mencionadas antes dejó de ser conquistada. Porque se enumeran las regiones en las que estaban las ciudades acerca de las cuales se hizo esta afirmación: todas las conquistó en la guerra.

18 (Jos 11,20). Porque por medio del Señor se hizo que fuera confortado su corazón, de modo que hicieran la guerra a Israel para que fueran exterminadas, y no se les concediera misericordia, sino que fueran exterminadas, como dijo el Señor a Moisés. Aquí se emplea la frase: Por medio del Señor se hizo que fuera confortado su corazón, es decir, que se endureciera su corazón, en el mismo sentido que tiene cuando se habla del faraón30. Cuando Dios abandona y el enemigo conquista, no hay que dudar lo más mínimo que eso sucede justamente por un juicio divino y misterioso. Y la frase tiene aquí el mismo sentido que allí. Pero aquí llama la atención que se diga que se endureció su corazón para que se levantaran en armas contra Israel, y así los israelitas no tuvieran compasión de ellos, como si la hubieran tenido en el caso de que no se hubieran alzado en armas, siendo así que Dios había ordenado que no se perdonara a nadie de ellos, y que si perdonaron a los gabaonitas fue porque habían fingido que venían de una tierra lejana, y se vieron obligados a perdonarles debido al juramento. Pero como los israelitas se apiadaron de algunos espontáneamente, incluso contra el mandato de Dios, hay que pensar que aquí se dijo que éstos se habían levantado en armas para que no se les perdonara y para que los israelitas no se dejaran convencer y tuvieran compasión de ellos en contra del mandato de Dios. Pensamos que esto no pudo suceder siendo Josué el jefe, que guardaba escrupulosamente todos los preceptos divinos. Sin embargo, Josué no hubiera podido destruir tan rápidamente a esos enemigos si no se le hubieran opuesto de una manera absolutamente unánime. Y así habría podido suceder qué, no destruidos por Josué, que se preocupaba de cumplir los mandatos de Dios, hubieran podido permanecer hasta el tiempo en que, después de la muerte de Josué, pudieron perdonarles la vida quienes no cumplían los mandatos de Dios con tanto cuidado. Incluso durante la vida de Josué los israelitas perdonaron la vida a algunos, sometiéndoles únicamente a servidumbre. A algunos ni siquiera pudieron vencerlos. Pero esto no sucedió siendo jefe Josué, sino que, cuando ya era viejo y había cesado la guerra, sólo les repartió algunas tierras, de modo que ellos, cuando Josué había cesado la guerra, ya tenían repartidas esas tierras, en parte, libres ya de enemigos, y, en parte, conquistadas en la guerra. Que los israelitas no pudieron vencer a algunos pueblos, porque así lo determinó el Señor, aparece claramente demostrado en algunos textos de las Escrituras.

19 (Jos 16,10). Pero Efraím no destruyó al cananeo que habitaba en Gazer. Y habitaba el cananeo en Efraím hasta el día de hoy, hasta que subió el faraón, rey de Egipto, y tomó la ciudad y le prendió fuego, y a los cananeos y a los fereceos y a los que habitaban en Gazer los pasó a cuchillo; y el faraón se la dio en dote a su hija. Lo que se dice del faraón no sé si hay que entenderlo en sentido profético, puesto que se cree que esta historia fue escrita en la época en la que se realizaron aquellos hechos recientes. ¿Qué cosa grande pudo elegirse para ser anunciada proféticamente, cuando se cuentan las cosas pasadas y se callan las cosas futuras mayores y sumamente necesarias? Por tanto, habría que pensar más bien que los Setenta, que se cree que tradujeron con autoridad profética por el consenso admirable que hubo entre ellos, añadieron esto, no como anunciando el futuro, sino porque ellos vivían en aquel tiempo en que recuerdan que sucedió aquello y lo habían leído en los libros de los Reyes³¹. Pues sucedió en tiempo de los Reyes. Y esto me parece a mí más creíble, porque he visto la traducción hecha del hebreo y no lo he encontrado allí. Como tampoco está allí lo que se dijo acerca de Jericó, que Hoza, que la había reconstruido, había incurrido en la maldición pronunciada por Josué. El texto dice así: Y Josué pronunció este juramento aquel día: «Maldito el hombre que levante y reconstruya aquella ciudad; sobre su primogénito puso su cimiento y sobre su último hijo colocará sus puertas»³². Hasta aquí se encuentra en la traducción hecha del hebreo. En cambio no se encuentra en ella lo que sigue: Y así hizo Hoza, que era de Betel; en su primogénito Abirón puso su cimiento y en su último hijo salvado por segunda vez colocó sus puertas³³. Está claro que lo añadieron los Setenta, que sabían que había sucedido así.

20 (Jos 19,47). Y el amorreo permaneció habitando en Elom y en Salamin; y la mano de Efraím cayó sobre ellos y fueron hechos tributarios de él. Esto se hizo ya en contra del precepto del Señor y vivía aún Josué. Pero ya no era su jefe en aquellas batallas por motivo de su vejez. Por eso se dice que el Señor hizo que se endureciera el corazón de los que habían hecho una conspiración común para ir a la guerra contra Josué34para que esta misericordia no se les concediera, incluso contra el mandato de Dios35, si hubieran quedado sin ser vencidos, y, siendo ya viejo Josué o habiendo muerto, quedaran para ser vencidos por los hijos de Israel, quienes podrían perdonarles la vida en contra del mandato del Señor, cosa que Josué no haría.

21 (Jos 21,41-43). Se presenta con toda razón la pregunta de saber cómo hay que interpretar el siguiente texto de la Escritura, pues Israel no sólo no exterminó a las gentes que poseían la tierra de promisión hasta el momento de la muerte de Josué, sino que ni siquiera consiguió hacerlo después, aunque sí consiguió en parte derrotarlos y establecerse en la tierra prometida. El texto dice así: Y el Señor concedió a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres. Y la heredaron y habitaron en ella. Y el Señor les concedió paz en todos sus confines, como había jurado a sus padres. Ninguno de sus enemigos pudo resistir ante ellos. El Señor entregó a todos sus enemigos en sus manos. No falló una sola de todas las cosas buenas que prometió el Señor a los hijos de Israel. Todas se cumplieron. Hay que considerar todas estas cosas con atención. Y, en primer lugar, hay que saber el territorio de cuántas naciones se prometió a los israelitas. Parece que se mencionan seguramente siete naciones con frecuencia. En el Éxodo leemos así: Y dijo el Señor a Moisés: «Anda, sube de aquí, tú y tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra que juré dar a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia se la daré. Al mismo tiempo enviaré ante ti a mi ángel y expulsará al amorreo y al ceteo y al ferezeo y al gergeseo y al eveo y al jebuseo y al cananeo»36. Parece claro, por consiguiente, que Dios prometió a los patriarcas la tierra de estas siete naciones. En el Deuteronomio está escrito aún más claramente: Si te acercas a una ciudad para atacarla, les propondrás la paz. Si te responden con la paz y te abren las puertas, todo el pueblo que se encuentre en la ciudad será para ti tributario y te obedecerá. Pero si no te obedecen y hacen la guerra, entonces la asediarás y el Señor tu Dios la entregará en tus manos y matarás al filo de la espada a todos sus varones. A las mujeres y a los objetos y a todos los ganados y todas las cosas que haya en la ciudad, y todos los utensilios los tomarás como botín. Y comerás todo el botín de tus enemigos, que el Señor tu Dios te entrega. Así harás a todas las ciudades que están muy alejadas de ti, que no pertenecen a las ciudades de estas naciones. Pero en cuanto a estas ciudades cuya tierra el Señor tu Dios te da en herencia, no dejarás con vida a nadie, sino que los consagrarás al anatema: al ceteo y al amorreo y al cananeo y al ferezeo y al eveo y al jebuseo y al gergeseo, como te mandó el Señor tu Dios37. También aquí está claro que la tierra de estas siete naciones fue prometida en herencia a los israelitas, quienes la poseerían, una vez vencidos y exterminados esos pueblos.

En cuanto a las demás naciones que se encontraran más lejos, fuera de los confines de éstas, el Señor quiso que se convirtieran en tributarias de Israel si no oponían resistencia. Pero si la oponían, también ellas serían pasadas a cuchillo y exterminadas, exceptuando los ganados y otras cosas que pudieran servir como botín. En otro pasaje del Deuteronomio se lee también este texto: Y sucederá que cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra en la que vas a entrar para heredarla y haya arrojado de tu presencia a muchas y grandes naciones: a los ceteos y gergeseos y amorreos y férezeos y cananeos y eveos y jebuseos, siete naciones más grandes y numerosas y fuertes que vosotros, y cuando el Señor tu Dios te las entregue en tus manos y las derrotes, las exterminarás totalmente. No harás con ellos alianza ni tendrás compasión de ellos ni os uniréis en matrimonio con ellos; no darás tu hija a su hijo ni tomarás su hija para tu hijo38, etc.

Por consiguiente, éstos y otros lugares de las Escrituras muestran con frecuencia que los hijos de Israel tomaron posesión de las tierras de estas siete naciones de tal modo que no las habitaron con los que las poseían, sino que lo hicieron en su lugar. Pero en el Génesis se promete a la descendencia de Abraham no sólo estas siete naciones, sino once. El texto dice así: Aquel día firmó el Señor Dios una alianza con Abraham, diciendo: «A tu descendencia daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el Río Grande, el río Éufrates: los ceneos y los cénemzeos y los quelmoneos y los ceteos y los férezeos y los refaím y los amorreos y los cananeos y los eveos y los gergeseos y los jebuseos39. La cuestión se resuelve diciendo que precedió esta profecía, según la cual, Salomón extendería y dilataría el reino hasta aquellos límites. La Escritura dice así acerca de Salomón: Y todo cuanto Salomón había establecido edificar en Jerusalén y en el Líbano y en toda la tierra de su dominio: toda la gente que había quedado de los ceteos y los amorreos y los ferezeos y los eveos y los jebuseos, que no eran de Israel, cuyos descendientes habían quedado con ellos en el país, a los que los hijos de Israel no habían podido entregar al anatema, Salomón los sometió a tributo hasta el día de hoy40. Este es el resto de los pueblos que debían ser vencidos y, según el precepto del Señor, exterminados totalmente; el resto que Salomón sometió a tributo y que, según el precepto de Dios, debió ciertamente exterminar. Estos pueblos, sometidos, quedaron bajo el dominio de Israel como tributarios. Un poco más adelante se lee: Y dominaba en todos los reyes, desde el Río hasta la tierra de los filisteos y hasta los confines de Egipto41. He aquí donde se ha cumplido lo que Dios había predicho a Abraham en el Génesis, cuando le habló y le hizo la promesa. Desde el Río se entiende aquí desde el Eufrates. Pues en aquellos lugares puede entenderse perfectamente de qué río Grande se trata sin necesidad de añadir el nombre propio. No puede tratarse aquí del Jordán, puesto que los israelitas ya habían conquistado tierras, incluso antes del reinado de Salomón, no sólo a este lado, sino al otro lado de este río. Luego la Escritura, en el libro de los Reyes, dice que el reino de Salomón se extendió desde el río Eufrates, por la parte oriental, hasta los confines de Egipto, desde la parte occidental. Por consiguiente, en aquella época estaba sometido un territorio mayor que el que ocupaban aquellas siete naciones. Y por eso, fueron sometidas entonces a esclavitud no siete, sino once naciones.

Lo que se dice en los libros de los Reyes: hasta los confines de Egipto desde el río, para indicar la extensión del reino desde oriente a occidente, esto mismo se dice en el Génesis, al delimitar ese reino desde occidente a oriente, con estas palabras: desde el río de Egipto hasta el Río Grande, el río Éufrates42. El río de Egipto, que es el límite determinante del reino de Israel desde Egipto, no es el Nilo, sino otro río pequeño, que pasa por la ciudad de Rinocorura, al oriente de la cual ya empieza la tierra prometida. Así, a los hijos de Israel se les había ordenado que, exterminadas y destruidas aquellas gentes, ellos habitaran las tierras de las siete naciones y dominaran hasta el río Éufrates, sometidas y hechas tributarias las demás naciones. Y aunque no hubieran obedecido a Dios en esto, puesto que algunas de las naciones que debían exterminar las sometieron a tributo, no obstante, Dios cumplió en tiempo de Salomón lo que había prometido.

Ahora bien, ¿cómo puede ser verdad lo que nos hemos comprometido a estudiar en el libro de Josué Nave, a saber: Y el Señor dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres, y la poseyeron? ¿Cómo les dio, viviendo aún Josué, toda la tierra, cuando todavía no habían vencido ni siquiera a los restos de aquellas siete naciones? Lo que sigue: Y la poseyeron, es verdad, porque allí estaban y allí se habían establecido. Lo que se añade a continuación: Y el Señor les dio paz todo alrededor, como había jurado a sus padres, es verdad, porque viviendo aún Josué, los restos de aquellas naciones no se movían ante ellos; antes al contrario, ninguna de ellas se atrevía a provocarles con una guerra en los territorios en que se habían establecido. Por eso se dijo también lo que viene a continuación: Ninguno de todos sus enemigos pudo resistir ante ellos. Lo que se dice a continuación: sino que el Señor entregó en sus manos a todos sus enemigos, se refiere a los enemigos que se atrevieron a hacerles la guerra. Y lo que se dice luego: No falló ninguna de las buenas palabras que el Señor dijo a los hijos de Israel; todas sucedieron43, significa que, a pesar de que los israelitas hubieran obrado en contra del precepto del Señor, perdonando la vida a algunas de aquellas siete naciones y haciéndolas tributarias, todavía estaban incólumes entre aquellas gentes. Por eso, cuando se dijo: de todas las palabras se añadió: buenas, porque aún no habían tenido lugar las maldiciones establecidas para los que habían despreciado y transgredido el mandato del Señor.

En último término, las siguientes palabras: El Señor dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres, hay que entenderlas en el sentido de que, aunque había todavía entre aquellas naciones restos que había que destruir y exterminar, y de las demás naciones que había hasta el río Eufrates, o habían de ser sometidas si no oponían resistencia, o habían de ser exterminadas si la oponían, sin embargo, esas naciones quedaron en función de ellos, como ocasión de ejercicio, no fuera que, debilitados por los afectos y deseos carnales, no pudieran soportar moderada y sanamente una prosperidad tan grande y repentina de cosas temporales y, ensoberbecidos, perecieran más rápidamente, como se demostrará oportunamente en otro lugar. Se les concedió, pues, toda la tierra, porque incluso la parte aquella que aún no habían conquistado, ya se les había concedido en función de una cierta prueba.

22 (Jos 21,42). La Escritura dice: Ninguno de todos sus enemigos resistió ante ellos. Preguntamos cómo puede ser esto verdad, cuando poco antes se dijo de la tribu de Dan que a sus enemigos no les permitieron bajar al valle y los vencieron en los montes44. La respuesta es que también aquí podemos entender este hecho como explicamos al tratar de los doce hijos de Jacob, que la Escritura afirma que nacieron en Mesopotamia, cuando Benjamín no nació allí. Aquí las once tribus se consideran como si fuera todo el pueblo, de la manera que nos consta suficientemente por otros pasajes de las Escrituras. Pero si buscamos la causa por la que esta tribu no consiguió suficientemente tierra en el sorteo que se hizo y fue molestada por las gentes que poseían aquella tierra, hay que admitir que la explicación reside ciertamente en el secreto consejo de Dios. Pero, cuando Jacob bendijo a sus hijos, dijo tales cosas de Dan que algunos piensan que el anticristo45procederá de esta tribu. Por eso, ahora no vamos a decir más cosas, dado que esta cuestión podría resolverse también diciendo que ninguno de todos sus enemigos resistió ante ellos, cuando hicieron la guerra las tribus todas juntas bajo el mando de un solo jefe, antes de dividirse los territorios entre las tribus, territorios que luego cada una tenía que defender por su cuenta.

23 (Jos 22,27). Y en los sacrificios de nuestras salvaciones. Como se habla en plural de los sacrificios, por eso también están en plural las salvaciones. Pero hay que prestar mucha atención al hecho de que suele decirse «sacrificio de salvación», porque, si aceptamos que a Cristo se le llama salvación de Dios46, no vemos cómo podría entenderse en plural esta palabra. Pues uno solo es nuestro Señor Jesucristo47, aunque algunos puedan llamarse cristos por su gracia, como se lee en el salmo: No toquéis a mis cristos48. Pero no debemos atrevernos fácilmente a afirmar que podríamos decir saludes (salutares) o salvaciones (salutaria), porque él solo es el salvador del cuerpo49.

24 (Jos 23,14). En relación a lo que dice Josué sobre su muerte cercana: Pero yo recorro el camino como todos los que están sobre la tierra, en la traducción hecha del hebreo se dice: Yo entro por el camino. La palabra «recorro» (recurro) que emplearon los Setenta se ha de entender en el mismo sentido que se dijo al hombre: hasta que vuelvas a la tierra de donde has sido tomado50, frase que ha de entenderse referida al cuerpo. Pero si quisiéramos referirnos al alma, según dice el Eclesiastés: Y el espíritu vuelva a Dios que lo dio51, no creo que se pueda decir de todos los hombres, sino sólo de quienes hayan vivido de tal manera que merezcan volver a Dios, como a su dueño, que los ha creado. Esto tampoco puede interpretarse correctamente de aquellos de quienes se dice: espíritu que va y no vuelve52. Si este varón santo Josué Nave no hubiera añadido: como todos los que están sobre la tierra, no habría ningún problema. Pues no pensaríamos acerca de él ninguna otra cosa sino lo que leemos que es digno de él. Pero, al añadir: como todos los que están sobre la tierra, no es de extrañar que el traductor latino puso recurro (recorro), no haya querido decir más que «corro a través de» (percurro) o «me voy corriendo» (excurro) si significa esto la palabra griega apotréjo. Porque todos «corren a través de» o «van corriendo» por el camino de la vida, cuando hayan llegado a su fin. Pero como esta palabra (recurro) aparece en el pasaje aquel en que los padres de Rebeca dicen al siervo de Abraham: He aquí Rebeca; tomándola, vete corriendo, y sea la mujer del hijo de tu señor, por eso también aquí he interpretado esta palabra de esa manera.

25 (Jos 24,3). Lo que la traducción hecha sobre los Setenta dice: Yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del Río y lo saqué (deduxi) hacia toda la tierra, la traducción hecha del hebreo dice: Y lo traje (induxi) a la tierra de Canaán. Pues bien, es extraño que los Setenta hayan querido poner toda la tierra en lugar de la tierra de Canaán, a no ser que lo hayan hecho contemplando la profecía, de tal manera que se tome más como cosa hecha por la promesa divina lo que con toda certeza se anunciaba de antemano que sucedería en Cristo y en la Iglesia, a saber, que la verdadera descendencia de Abraham no está en los hijos de la carne, sino en los hijos de la promesa53.

26 (Jos 24,11). E hicieron la guerra (bellaverunt) contra vosotros las gentes que habitan en Jericó. Preguntamos cómo puede ser verdad esto cuando las gentes de Jericó sólo se defendieron dentro de los muros, una vez cerradas las puertas. Pero la afirmación es correcta, porque cerrar las puertas contra el enemigo es un acto de guerra, pues no enviaron legados para pedir la paz. Por eso, si se hubiera dicho: lucharon (pugnaverunt) contra vosotros, sería falso. La guerra no consiste en luchas continuas, sino que unas veces son frecuentes, otras veces son raras, y otras veces ni siquiera existen. Pero la guerra existe cuando se da de alguna manera una disensión armada.

27 (Jos 24,12). ¿Qué significa esto que Josué Nave recuerda que el Señor hizo, entre otras cosas, en favor de los israelitas: Envió ante vosotros avispas y los expulsó de vuestra presencia? Pues esto mismo se lee en el libro de la Sabiduría54y, sin embargo, no aparece que haya sucedido así en ningún otro sitio entre los hechos históricos. ¿Ha querido el autor utilizar tal vez la palabra avispas en sentido metafórico para indicar los grandes aguijones del miedo, que les picaban en cierto modo con los rumores que se esparcían para que huyeran o para señalar los espíritus ocultos del aire, insinuados por el salmo cuando dice: por los ángeles malignos?55 A no ser que uno diga que no todo lo que ha sucedido está escrito y que esto sucedió visiblemente y, por tanto, se trata de verdaderas avispas.

28 (Jos 24,19). ¿Qué significa lo que Josué dijo al pueblo: No podréis servir al Señor, porque es un Dios santo? ¿Se trata quizá de que es incompatible con la fragilidad humana servir en lo posible de manera perfecta a la santidad de Dios? Al oír esto, los israelitas no sólo debieron elegir el servicio de Dios, sino también presumir de su ayuda y misericordia, como bien lo entendió el autor del salmo, que dice: No entres enjuicio con tu siervo, porque ningún viviente será justo en tu presencia56. Los israelitas eligieron más bien presumir de sí mismos, pensando que podrían servir a Dios sin tropiezo alguno, de tal manera que comenzaron ya entonces a hacer lo que el Apóstol dijo acerca de ellos: Pues ignorando la justicia de Dios y queriendo establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios57. Así, la ley se introducía para que abundara el delito y luego sobreabundara la gracia por Cristo el Señor58, que es el fin de la ley para la justificación de todo creyente59.

29 (Jos 24,23). ¿Qué significa lo que el propio Josué afirma, diciendo al pueblo: Y ahora apartad los dioses extranjeros que hay en medio de vosotros y dirigid vuestros corazones al Señor Dios de Israel? No podemos pensar que tuvieran todavía entre ellos ídolos de los gentiles, puesto que antes ha proclamado la obediencia del pueblo. Pero si los tuvieran, después de tantas amenazas de la ley, ¿vendría sobre ellos tanta prosperidad, si el Señor se vengó de tal manera de ellos porque uno había robado algo del anatema? Por último, Jacob dijo esto mismo a quienes habían salido con él de Mesopotamia, en donde era tal el culto que se daba a los ídolos, que hasta Raquel había robado60los ídolos paternos. Pero después de aquel aviso de Jacob, entregaron los ídolos que tenían61. De donde se demuestra que se les dijo eso de ese modo porque el que lo había dicho sabía que tenían ídolos. En cambio aquí, después del aviso de Josué Nave, nadie entregó nada parecido. Y no obstante, no podemos pensar que Josué dijera aquello sin razón. Porque Josué no dice: Y ahora arrojad los dioses extranjeros, si es que tenéis alguno entre vosotros, sino que dice lo siguiente, como sabiendo con certeza que los había: que hay en medio de vosotros. Por consiguiente, el santo profeta veía que en sus corazones había pensamientos sobre Dios ajenos a Dios y mandaba que los desecharan. Porque quien piensa en un Dios que no es Dios, lleva en su pensamiento a un Dios extraño y ciertamente falso. Porque ¿quién puede pensar a Dios tal como es Dios? Por eso, queda en manos de los fieles, mientras peregrinan lejos del Señor62, eliminar de sus corazones los vanos fantasmas que se les presenten y que se introducen en el pensamiento, sugiriendo que Dios es de esta o de la otra manera, como no es en realidad. Y deben dirigir fielmente el corazón a él para que, como él sabe y en cuanto sabe que nos conviene, él mismo se insinúe por medio de su Espíritu, hasta que desaparezca toda mentira. Por eso se dice: todo hombre es un mentiroso63. Y superada no sólo la impía falsedad, sino también el espejo y el enigma, le conozcamos cara a cara, como somos también conocidos, según dice el Apóstol: Ahora vemos por medio de un espejo en un enigma; entonces, en cambio, cara a cara; ahora conozco parcialmente; pero entonces conoceré como soy conocido64.

30 (Jos 24,25-27). Y Josué dispuso una alianza para el pueblo aquel día y le dio la ley y el juicio en Silo delante del tabernáculo del Señor Dios de Israel. Y escribió estas palabras en el libro de las leyes de Dios. Y Josué tomó una piedra grande y la puso bajo el terebinto delante del Señor. Y Josué dijo al pueblo: «Mirad, esta piedra será testigo para vosotros, pues oyó todas las cosas que el Señor ha dicho, todo lo que os ha hablado hoy; será para vosotros testigo en los últimos días, cuando hayáis mentido al Señor Dios vuestro». Quienes oyen estas palabras, no superficialmente, sino que las meditan con un poco de hondura, no deben pensar que un hombre tan importante fuera tan necio que creyera que una piedra inanimada pudiera oír las palabras que Dios dijo a su pueblo. Esta piedra, si hubiera sido reproducida a imagen del hombre por un artista, se contaría ciertamente entre aquellos de quienes se dice en el salmo: Tienen oídos y no oyen65. En efecto, no sólo no oyen los ídolos de los gentiles, que son de oro y plata66, y sí los que son de piedra; antes bien por medio de esta piedra se significó sin duda aquel que fue piedra de tropiezo para los judíos no creyentes y piedra de escándalo, que, al ser reprobado por los constructores, se convirtió en piedra angular67. A éste prefiguró también aquella roca que, golpeada con la vara, dio de beber al pueblo sediento, de la que dice el Apóstol lo siguiente: Pues bebieron de la roca espiritual que les seguía, y la roca era Cristo68. Por lo cual, también este guía egregio circuncidó al pueblo con cuchillos de piedra69: estos cuchillos también están enterrados con él para mostrar con ellos un profundo misterio provechoso para los descendientes. Pues bien, esta piedra, aunque esté colocada allí visiblemente, también hay que tomarla en sentido espiritual, como testigo futuro para los judíos infieles, es decir, mentirosos, de quienes dice el salmo: Los enemigos del Señor le mintieron70. Y esto no sucede sin razón, puesto que ya el siervo de Dios, Moisés, o más bien Dios por medio de él, dispuso para el pueblo una alianza que estaba guardada en el arca, que se llamaba arca de la alianza, y en los libros de la ley, escritos con gran cantidad de misterios y preceptos71, pues también aquí se dice: Josué dispuso una alianza para el pueblo aquel día72. La repetición de la alianza significa el Nuevo Testamento. Y esto significa también el Deuteronomio, pues Deuteronomio significa segunda ley. Y la significan también las nuevas tablas de la ley, una vez rotas las primeras73. Porque había que significar de muchas maneras lo que había que cumplir de una sola manera. Que la piedra estuviera colocada debajo de un terebinto significa lo mismo que la vara para la roca, para que saliera agua, porque tampoco aquí la roca está desvinculada del madero. Y estaba debajo precisamente porque no habría sido exaltado en la cruz si no se hubiera sometido con humildad, o porque en aquel tiempo en que Josué Nave hacía esto, todavía tenía que permanecer oculto este misterio. La madera del terebinto destila una sustancia medicinal, árbol que los Setenta han mencionado en este lugar, aunque según otros traductores se trata de una encina.

Llama la atención ciertamente el hecho de que, al menos en las últimas palabras que Josué, ese hombre de Dios, dirigió al pueblo, no les echara en cara que hubieran perdonado la vida a aquellos pueblos que el Señor había mandado destruir totalmente, entregándolos al anatema. El texto dice así: Y sucedió después que los hijos de Israel se hicieron más fuertes y sometieron a servidumbre a los cananeos; sin embargo, no los exterminaron totalmente74. La Escritura atestigua que, en un primer momento, los israelitas no lo consiguieron. Pero ahora, después de haberse hecho más fuertes, hasta el punto de someterlos a servidumbre, el hecho de no haberlos exterminado, ciertamente, se hizo en contra del precepto del Señor75. Y esto no lo hicieron con nadie cuando Josué iba al frente del ejército. ¿Por qué, entonces, no les echó en cara en su última alocución el haber sido negligentes en cumplir el precepto del Señor en este asunto? ¿Quizá porque debemos pensar que, como antes dice la Escritura que no fueron capaces de destruirlos, porque aún no eran lo suficientemente fuertes, tampoco cuando se hicieron más fuertes lo pudieron, porque tuvieron miedo de que a lo mejor, si no hubieran querido perdonarles la vida, estando como estaban preparados a prestarles servidumbre, les obligarían a luchar más encarnizadamente contra ellos por la propia desesperación, y entonces no hubieran podido vencerles? El Señor no quiso tomarles en cuenta este temor humano, aunque pone de manifiesto una cierta carencia de fe. Si hubieran tenido una fe más fuerte, les hubieran acontecido las mismas cosas que le acontecieron a Josué cuando hacía la guerra. Pero como no tuvieron una fe tan grande como la suya, incluso cuando se habían hecho más fuertes que sus adversarios, por temor a los enemigos no se atrevieron a luchar contra ellos hasta el exterminio. Y este temor, como he dicho, no procedente ni de la malicia ni de la soberbia ni del desprecio del precepto del Señor, sino de la flaqueza de ánimo, el Señor no quiso tomárselo en cuenta al presentarles las últimas cosas que les dijo por medio de Josué. Por lo cual, también el Apóstol dice: Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho mal; el Señor le retribuirá según sus obras. Acerca de los que le abandonaron cuando estaba en peligro, no por malicia, sino por miedo, habló así: En mi primera defensa nadie me asistió, antes bien todos me abandonaron; que no se les tenga en cuenta76.

CUESTIONES SOBRE EL HEPTATEUCO

Traducción: Olegario García de la Fuente

LIBRO VII

Cuestiones sobre los Jueces

1. Al final del libro de Josué Nave, el narrador alarga un poco la historia hasta que los hijos de Israel se inclinaron al culto de los dioses extraños¹. En este libro, en cambio, se vuelve al orden, para describir cómo se desarrollaron los acontecimientos siguientes a la muerte de Josué Nave. Por tanto, el libro no empieza desde el momento en que el pueblo se desvió hacia el culto de los ídolos, sino desde los primeros momentos en los que tuvieron lugar aquellas cosas después de las cuales se llegó a aquel tema.

2 (Jc 1,1-3). Y sucedió que, después de la muerte de Josué, los hijos de Israel consultaron al Señor, diciendo: «¿Quién subirá con nosotros como jefe a los cananeos para luchar con ellos?» Y el Señor respondió: «Judá subirá; mirad que he puesto el país en sus manos». Aquí surge la cuestión de saber si había algún hombre que se llamaba Judá o si llamó así a la propia tribu de Judá, como suele hacerse. Los que consultaron al Señor después de la muerte de Josué buscaban un jefe, por eso algunos piensan que se trata claramente del nombre de un hombre. Ahora bien, como la Escritura no suele nombrar a los jefes, cuando habla de ellos, sin mencionar también el origen de sus padres, y consta que después de la muerte de Josué el pueblo de Israel tuvo sus jefes, el primero de los cuales fue Gotoniel, hijo de Cener, es más exacto afirmar que, bajo el nombre de Judá, se entiende la tribu de Judá. Por esta tribu, en efecto, quiso el Señor comenzar a machacar a los cananeos. Y como el pueblo consultó acerca de su jefe, la respuesta del Señor sirvió para que supieran que Dios no quería que todo el pueblo hiciera la guerra a los cananeos. Y por eso les dijo: Judá subirá. Y la Escritura continúa la narración: Y dijo Judá a su hermano Simeón. Está claro que habla una tribu a otra tribu, pues no vivían ya aquellos hijos de Jacob, llamados Judá y Simeón, entre sus demás hermanos, designados también por sus propios nombres. Dijo, pues, la tribu de Judá a la tribu de Simeón: Sube conmigo al territorio que me ha tocado en suerte y hagamos la guerra a los cananeos, y yo también iré contigo al territorio que te ha tocado a ti en suerte². Es evidente que la tribu de Judá pidió ayuda a otra tribu para devolvérsela cuando esa tribu comenzara también a necesitarla en su territorio.

3 (Jc 1,9-12). Y dijo Caleb: «A quienquiera que derrote la Ciudad de las letras y la tome, y le daré a mi hija Acsa por mujer». Esto ya se mencionó también en el libro de Josué Nave³. Pero puede uno preguntar con razón si esto sucedió viviendo aún Josué, y se repite ahora a modo de recapitulación, o sucedió después de su muerte, cuando ya se había dicho: Judá subirá, y ya había Judá comenzado a hacer la guerra a los cananeos, en cuya guerra se narran como sucedidas todas estas cosas. Pero es más verosímil que haya sucedido después de la muerte de Josué, y se menciona entonces esto, como otras cosas también, por prolepsis, es decir, por anticipación. Ahora bien, al exponer las acciones de la tribu de Judá contra los cananeos, el orden de la narración se mantiene así entre los restantes hechos bélicos de Judá, de quien había dicho el Señor después de la muerte de Josué: Judá subirá. Y después bajaron los hijos de Judá a atacar a los cananeos que habitaban en la montaña y en el sur y en el campo. Y Judá marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón y salió Hebrón de la parte opuesta —el nombre de Hebrón era antes Cariatharbocsepher— y derrotó a Sesi y a Akimán y a Kolmi, hijos de Enac. De allí subieron contra los habitantes de Dabir —el nombre de Dabir era antes Ciudad de las letras—. Y dijo Caleb: «A quienquiera que derrote la Ciudad de las letras y la tome, y le daré a mi hija Acsa por mujer»4. Consta por este orden tan claro de los hechos que estos acontecimientos tuvieron lugar después de la muerte de Josué. Pero entonces, al mencionar las ciudades entregadas a Caleb, el narrador, avanzando a medida que se le presenta la ocasión, adelanta lo que sucedió después. Por lo demás, pienso que la Escritura no ha pretendido mencionar sin motivo por dos veces el hecho de que Caleb estaba dispuesto a dar a su hija como premio al vencedor.

4 (Jc 1,14-15). Acerca de la hija de Caleb surge otra cuestión, porque en el libro de Josué se dice lo siguiente acerca de ella: Y sucedió que cuando ella entraba, tuvo una deliberación con él, diciendo: «Pediré a mi padre un campo», y ella exclamó desde el asno5, etc. Según esto, ella pide a su padre un campo, y él se lo concedió. Aquí, en cambio, se dice: Y sucedió que cuando él entraba, Gotoniel le aconsejó que pidiera a su padre un campo. Pues bien, entre lo que se dice allí: cuando ella entraba, y lo que se dice aquí: cuando él entraba, no hay contradicción alguna, porque los dos iban juntos por el camino. En relación a lo que sigue: allí se dice: tuvo una deliberación con él —es decir, con su marido—, diciendo: «Pediré a mi padre un campo», y ella exclamó desde el asno. Y lo pidió; en el momento de deliberar, recibió el consejo de que lo pidiera. De esas dos cosas, una se dice allí y otra aquí. Ambas cosas se dirían así: «Y tuvo una deliberación con él, diciendo:?Pediré a mi padre un campo?; pero él le aconsejó; ella exclamó desde el asno». Pues bien, allí se dice que pidió un campo y no se omite el nombre de ese campo. Aquí, en cambio, al aconsejarle su marido que pidiera un campo, no se dice que hubiera pedido un campo, «exclamando desde la bestia de carga» —allí se dice: desde el asno—, sino la compra del agua —porque el campo se le había dado en la región meridional—. Y la Escritura añade: Y Caleb le dio, de acuerdo con su deseo, la compra de los de arriba y la compra de los de abajo6. Este texto es oscuro. A no ser que se trate de que la hija pidiera el campo precisamente para obtener de sus productos lo suficiente para comprar el agua» cuya escasez en aquellas regiones era el precio por el que 1a esposa se casaba. Pero en la frase: Caleb le dio la compra de los de arriba y la compra de los de abajo, no veo qué otra cosa se puede sobreentender sino «las corrientes», es decir, los arroyos de las partes altas de la montaña y de las partes bajas de los campos o valles.

5 (Jc 1,18-19). Pero Judá no conquistó Gaza y su comarca, ni Ascalón y su comarca, ni Accarón y su comarca, ni Azoto y su comarca. Y el Señor estaba con Judá. Y conquistó la montaña, porque no pudo conquistar a los habitantes del valle, pues Rekab les hizo frente y tenía carros de hierro. Al tratar en el libro de Josué Nave el pasaje aquél que dice: Y el Señor dio a Israel toda la tierra7, cuando muchas de sus regiones todavía no las poseía, dije que el hecho de que se les hubiera dado toda la tierra podía entenderse en el sentido de que la tierra que no se les dio en posesión, se les dio en función de prueba. Esto aparece aquí mucho más claramente, puesto que se mencionan las ciudades que Judá no pudo conquistar, y, no obstante, se dice que el Señor estaba con Judá. Conquistó la montaña, porque no pudieron conquistar a los habitantes del valle. ¿Quién no entiende, por tanto, que esto tiene también algo que ver con el hecho de que el Señor estaba con Judá, para que no se ensoberbeciera, consiguiendo de repente todo el territorio? Con respecto a lo que sigue: Pues Rekab les hizo frente y tenia carros de hierro se ha dicho que temió los carros, pero no el Señor que estaba en Judá, sino la propia tribu de Judá. Si indagamos por qué tenía miedo Judá, con quien estaba el Señor, debemos interpretar prudentemente que Dios, aun siendo propicio, destruye incluso en los corazones de los suyos la superabundancia de una excesiva prosperidad para convertir a los enemigos en su propio provecho, no sólo cuando los enemigos son vencidos, sino también cuando son temidos: lo primero, para poner de manifiesto la generosidad divina; lo segundo, para reprimir el orgullo humano. Porque, evidentemente, el enemigo de los santos es el ángel de Satanás, el cual, como dice el Apóstol, se le dio a él para que le abofeteara, para que no se engriera por la magnitud de las revelaciones8.

6 (Jc 1,20). Y dieron Hebrón a Caleb, como dijo Moisés. Y conquistó desde allí las tres ciudades de los hijos de Enac y expulsó de allí a los tres hijos de Enac. Esto ya se dijo en el libro de Josué Nave9, porque sucedió viviendo él. Pero aquí se recuerda por recapitulación, al hablar la Escritura de la tribu de Judá, a la que pertenecía Caleb.

7 (Jc 1,21-28). Preguntamos por qué se dice: Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en Jerusalén; y los jebuseos habitaron en Jerusalén con los hijos de Benjamín hasta el día de hoy, cuando más arriba se lee que esa ciudad fue conquistada por Judá e incendiada, matando en ella a los jebuseos10. Hay que saber que esta ciudad era común a las dos tribus, de Judá y de Benjamín, como muestra la propia división de los territorios que hizo Josué Nave.¹¹ La ciudad de Jebús es la misma que Jerusalén¹². Por eso, estas dos tribus quedaron junto al templo del Señor, cuando las demás, excepto la de Leví, que era la tribu sacerdotal, y no recibió ningún territorio en la división, se separaron del reino de Judá en tiempo de Jeroboam. Hay que pensar, pues, que Judá conquistó ciertamente la ciudad y que la incendió, matando a las personas que se encontraban allí, pero que no murieron todos los jebuseos, o porque estaban fuera de la ciudad, o porque pudieron huir. Y los hijos de Benjamín, junto con los de la tribu de Judá, que poseían en común aquella ciudad, vivieron a la vez en ella junto con los jebuseos que habían quedado y que ellos toleraron. Por tanto, la frase: Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos, hay que entenderla en el sentido de que no pudieron o no quisieron hacerlos tributarios. O por lo menos, la frase: No expulsaron a los jebuseos, significa que Benjamín no poseyó sin ellos el territorio que era de ellos.

8 (Jc 1,27). Y Manases no conquistó Betsán, que es la ciudad de los escitas. Se dice que la ciudad se llama hoy Escitópolis. Puede llamar la atención cómo en esas regiones tan distantes de Escitia podría llamársele la ciudad de los escitas. Pero puede llamarnos igualmente la atención cómo Alejandro el Macedonio pudo fundar tan lejos de Macedonia la ciudad de Alejandría, cosa que ciertamente llevó a cabo, haciendo la guerra lejos y en muchos sitios. Así también los escitas pudieron fundar esta ciudad cuando avanzaban haciendo la guerra entonces en lugares alejados. Pues en la Historia Universal se lee que en algún momento los escitas casi dominaron toda el Asia cuando se enfrentaron al rey de los egipcios, que les había declarado la guerra sin motivo, y él, asustado ante su llegada, se refugió en su reino.

9 (Jc 1,27). Y Manases no conquistó Betsán, que es la ciudad de los escitas, ni a sus hijas. El autor llama sus hijas a las ciudades que ella como metrópoli había fundado.

10 (Jc 1,28). Y sucedió que, cuando Israel adquirió más fuerza, sometió a los cananeos a tributo, pero no consiguió expulsarlos del todo. Ya se había dicho una cosa parecida en el libro de Josué Nave casi con las mismas palabras¹³. Por tanto, o aquí se dice por anacefaleosis (recapitulación), o allí se dijo por prolepsis, es decir, o aquí por recapitulación o allí por anticipación.

11 (Jc 1,34). Y los amorreos rechazaron a los hijos de Dan hacia la montaña, porque no les permitieron bajar al valle. También esto o se mencionó en el libro de Josué Nave por anticipación14, o aquí por recapitulación.

12 (Jc 2,1). Y el ángel del Señor subió a Clautmonte. El autor de este libro dio este nombre al lugar, porque escribió más tarde, ya que, cuando el ángel del Señor subió a ese sitio, todavía no se llamaba así. Este nombre significa «llanto», porque klauzmós, en griego, significa «llanto». El motivo es porque el pueblo lloró allí al oír a este ángel las palabras del Señor reprendiéndole por haber desobedecido al no exterminar a los pueblos que él había ordenado exterminar, pueblos a los que sí habían conseguido vencer, prefiriendo hacerlos tributarios antes que exterminarlos y destruirlos, como había ordenado el Señor15. Y si obraron así, ya por desprecio del mandato del Señor, ya por miedo a que los enemigos les obligaran a luchar contra ellos, más para obtener valerosamente su salvación que para no pagar el tributo, sin duda pecaron, o despreciando lo que el Señor les había ordenado, o no creyendo que podría ayudarles quien se lo había mandado. Y no quiso decírselo por medio de Josué —si es que, viviendo él aún, ya había mandado que lo hicieran, y no se había mencionado por anticipación lo que comenzó a realizarse una vez muerto él—, precisamente porque quiso echárselo en cara a todos por medio del ángel. Todavía no habían hecho esto todos ellos, viviendo Josué; aunque algunos quizá ya lo habían comenzado a hacer. Pero es más probable que nada de esto se hubiera comenzado a hacer viviendo Josué Nave, y que los hijos de Israel, en tiempo de Josué, dominaran la extensión del territorio que les bastara para establecerse, aunque en las suertes que les correspondieron tuvieran razones para exterminar aún a los adversarios, creciendo y haciéndose más fuertes. Por eso, después de la muerte de Josué, cuando ya se habían hecho fuertes para poder llevar a cabo esto, prefirieron tenerlos como tributarios, según su decisión, antes que matarlos y destruirlos, según la voluntad de Dios. El ángel fue enviado para reprenderlos. Ahora bien, el hecho de que lo haya mencionado el libro de Josué Nave pienso que se debe más bien a anticipación de lo que sucedió después de la muerte de Josué, o porque ya sabía Josué, por el espíritu profético que poseía16, que había de suceder así, en el caso de que sea él quien haya escrito el libro llamado de Josué Nave, o porque si lo escribió otra persona, ya sabía que había sucedido después de la muerte de Josué lo que en ese libro se menciona por anticipación.

13 (Jc 2,3). El ángel del Señor dice lo siguiente, entre otras amenazas divinas: No volveré a expulsar al pueblo que dije que expulsaría (no lo quitaré) de vuestra presencia; y serán para vosotros causa de angustia y sus dioses motivo de escándalo. ¿Por qué se dice esto sino para que pensemos que algunos pecados provienen de la ira de Dios? Dios, encolerizado, les amenazó diciéndoles que los dioses de las naciones, entre las que los israelitas quisieron vivir sin exterminarlas, serían para ellos ocasión de escándalo, es decir, harían que ellos se escandalizaran del Señor su Dios y que vivieran ofendiéndole. Y esto, evidentemente, es con toda certeza un gran pecado.

14 (Jc 2,6-8). Y Josué despidió al pueblo, y los hijos de Israel se fueron cada uno a su casa y cada uno a su heredad para ocupar la tierra. No hay duda alguna de que esto se repite aquí por recapitulación17. Porque hasta la muerte del propio Josué Nave se menciona incluso en este libro18, para insinuar brevemente todas las cosas como si fuera desde el principio, cuando Dios les concedió la tierra, y para indicar cómo vivieron bajo los Jueces o qué cosas tuvieron que aguantar. Y así se vuelve de nuevo al orden del libro de los Jueces, a partir del orden aquel que primero se había establecido.

15 (Jc 2,10). Después de ellos surgió otra generación que no conoció al Señor ni las cosas que hizo por Israel. El autor expuso por qué dijo que no conoció al Señor, es decir, en aquellas obras preclaras y admirables por medio de las cuales sucedió ante ellos que Israel conociera al Señor.

16 (Jc 2,13). Y sirvieron a Baal y a las Astartés. Suele decirse que el nombre de Baal entre las gentes de aquellas regiones corresponde al de Júpiter, y el de Astarté al de Juno, cosa que parece demostrarse también por la lengua púnica. En efecto, los púnicos parecen designar a Baal como el Señor; de donde se piensa que llaman a Baalsamen como el Señor del cielo; porque Samen, para los púnicos, significa cielos. Y sin duda alguna llaman Astarté a Juno. Y como estas lenguas no difieren mucho entre sí, se cree con razón que la Escritura dice aquí que los hijos de Israel sirvieron a Baal y a las Astartés, porque sirvieron a Júpiter y a las Junos. Y no debe extrañarnos que no haya dicho a Astarté, es decir, a Juno, sino que haya puesto esta palabra en plural, como si hubiera muchas Junos. La Escritura ha querido indicar de este modo una gran cantidad de imágenes, porque cada imagen de Juno se llamaba Juno. Y por eso quiso decir que había tantas Junos cuantas eran las imágenes de la diosa. Y pienso que quiso emplear el singular para Júpiter y el plural para Juno por razón de variedad. Porque si lo hubiera hecho en razón de la cantidad de imágenes, también podría haber hablado en plural de los Júpiter. Ahora bien, el nombre en plural de las Junos lo encontramos en el texto griego. En los textos latinos, en cambio, estaba en singular. En el texto que no se basa en la versión de los Setenta, sino en el hebreo, leemos Astarot y no Baal, sino Baales. Y si por casualidad estos nombres significan otra cosa en la lengua hebrea o siriaca, es seguro que eran dioses extraños y falsos, a quienes Israel no debía servir.

17 (Jc 2,10-23). Y los vendió en manos de sus enemigos de alrededor. Suele preguntarse por qué se ha dicho: vendió, como si hubiera que entender que se ha dado algún precio. En un salmo se lee también: Vendiste a tu pueblo por nada19. Y el profeta dice: Habéis sido vendidos de balde y seréis rescatados sin plata20. ¿Por qué entonces dice: vendidos, si lo fueron de «balde» y «por nada»? ¿Por qué no dice «donados»? ¿Se trata quizá de una expresión de las Escrituras, de tal modo que pudiera llamarse también vendido al que es donado? Aquí el sentido más aceptable de las frases: Habéis sido vendidos de balde y Vendiste a tu pueblo por nada, es éste: Aquellos a quienes entregaste a tu pueblo eran impíos; no merecieron que, sirviendo a Dios, se les entregara el pueblo de tal modo que ese culto pareciera el precio. En relación a la otra frase: Y seréis rescatados sin plata, no se dice «por nada», sino sin plata, para que comprendamos que el precio del rescate es el que dice el apóstol Pedro: Pues no habéis sino rescatados con plata o con oro, sino con una sangre preciosa como de cordero sin mancha²¹. Cuando el profeta dice: Seréis rescatados sin plata, en la plata comprende todo el dinero, porque serían rescatados por el precio de la sangre de Cristo y no por el precio en metálico.

Tampoco yo volveré a arrojar de su presencia a ninguno de los pueblos que dejó Josué, hijo de Nave; y los dejó para probar con ellos a Israel, si guardaban o no el camino del Señor para ir por él, como lo habían guardado sus padres. Y el Señor dejó a estos pueblos de modo que no los expulsó rápidamente y no los entregó en manos de Josué²². Por estas palabras del Señor se demuestra suficientemente la causa de que Josué no exterminara con la guerra a todos aquellos pueblos. Si lo hubiera hecho, no habría pueblos para que los israelitas hubieran sido sometidos a prueba. Podían servirles de utilidad, si probados por medio de ellos, no resultaran ser réprobos y, una vez comprobado que no eran réprobos, tal como el Señor había ordenado que no lo fueran, aquellos pueblos serían expulsados de su presencia si vivieran allí. Y no sería necesario que los israelitas se ejercitaran en la guerra. Hay que advertir que las palabras del Señor llegan hasta aquí: Dado que este pueblo ha abandonado mi alianza, que yo mandé a sus padres, y no obedecieron mi voz, tampoco yo volveré a expulsar de su presencia a ninguno²³ —de sus enemigos—. El resto de las palabras son propias del escritor, que expone por qué el Señor dijo que no arrojaría a ninguno de los pueblos que dejó con vida Josué, hijo de Nave. Después explica la causa de por qué quedaron, añadiendo lo que sigue: Los dejó para probar con ellos a Israel, si guardaban o no el camino del Señor para caminar por él, como lo habían guardado sus padres. Con esto se quiere decir que los padres que estuvieron con Josué, es decir cuando vivía Josué, guardaron el camino del Señor. Pero antes se dice que surgió otra generación, después de los que vivieron con Josué, y éstos comenzaron las transgresiones que ofendían al Señor. Para tentarles, para probarles, quedaron con vida aquellos pueblos y no fueron exterminados por Josué.

Después, para que nadie pensara que Josué había obrado así por una decisión suya, humana, de dejar con vida a aquellos pueblos, la Escritura añade: El Señor dejó a estos pueblos, de modo que no los expulsó rápidamente y no los entregó en manos de Josué. Y luego continúa: Estos son los pueblos que dejó con vida Josué, para probar con ellos a Israel, a todos cuantos no habían conocido ninguna de las guerras de Canaán; pero fue a causa de las generaciones de los hijos de Israel, para enseñarles la guerra24. Esta era, pues, la causa para ponerles a prueba: para que aprendieran las artes de la guerra, para que hicieran la guerra con tanta piedad y obediencia a la ley de Dios cuanta tuvieron sus padres, que agradaron al Señor Dios incluso haciendo la guerra, no porque la guerra sea algo deseable, sino porque la piedad es laudable incluso en la guerra.

Lo que sigue: Pero a los que antes de ellos no las conocieron, ¿a quién se refiere sino a las naciones que no conocieron en la guerra los que vivieron antes de éstos para cuya tentación o prueba quedaron con vida? Recordando quiénes eran, dice después: las cinco satrapías de los extranjeros. De ellas se habla más explícitamente en los libros de los Reyes25. Satrapías se llama a una especie de pequeños reinos, a cuyo frente se hallaban los sátrapas. Ahora bien, este nombre en aquellas regiones es o fue motivo de un cierto honor. Y el texto continúa: Y a todos los cananeos y sidonios y eveos, que habitaban el Líbano, desde el monte Hermón hasta Laboemat. Y sucedió que Israel fue tentado con éstos26. Es como si dijera: Esto sucedió para que Israel fuera tentado con éstos para saber si oirán los mandatos del Señor. No para que lo supiera Dios, que conoce todas las cosas incluidas las futuras27, sino para que lo supieran ellos y su conciencia y se gloriaran o se convencieran si oían los mandatos del Señor que mandó a sus padres por medio de Moisés. Pues bien, como supieron que no habían obedecido a Dios en aquellas naciones que habían quedado, para su tentación, para ejercitarles y probarles, por eso dijo Dios las cosas que el ángel enviado por Dios habló más clara y expresamente a las que dijo el Señor poco antes: Dado que este pueblo abandonó mi alianza, que mandé a sus padres, y no obedecieron mi voz, tampoco yo volveré a expulsar de su presencia a ninguno.

El Deuteronomio pone en boca de Dios lo siguiente, al hablar de estos pueblos enemigos: No los expulsaré en un solo año, para que la tierra no quede desierta, y se multipliquen contra ti las fieras del campo. Los expulsaré poco a poco, hasta que os multipliquéis y crezcáis y conquistéis la tierra28. El Señor podía guardar esta promesa suya para los obedientes, de modo que el exterminio de aquellas naciones, al crecer los israelitas, se hiciera parcialmente, no permitiendo que su multitud dejara desiertas las tierras de las que serían exterminados los adversarios. La frase: Y no se multipliquen contra ti las fieras del campo, me extrañaría mucho que no se refiriera a los deseos y pasiones, en cierto modo bestiales, que suelen nacer de una repentina consecución de la felicidad terrena. Pues no es cierto que Dios no pudiera exterminar a los hombres y no pudiese aniquilar a las bestias, o más bien no permitir que nacieran.

18 (Jc 3,9). Y el Señor suscitó un salvador para Israel y los salvó. Y luego, como si se le preguntara quién era el salvador, añade: A Gotoniel, hijo de Cenez. Gotoniel está aquí en acusativo, como si hubiera dicho: Gothonielem (a Gotoniel). Por lo demás, hay que prestar atención al hecho de que Dios llama salvador a un hombre por medio del cual los va a salvar. El texto dice así: Clamaron al Señor los hijos de Israel, y el Señor suscitó un salvador para Israel, y los salvó: a Gotoniel, hijo de Cenez, hermano menor de Caleb,y los escuchó. Entre las distintas clases de hipérbaton, la que hay aquí es rara, porque participa también de lo que los griegos denominan histerología. Si las palabras que se ponen al final: Y los escuchó, se pusieran antes, la frase sería más clara. Porque el orden es éste: Y clamaron al Señor los hijos de Israel, y los escuchó, y suscitó el Señor un salvador para Israel. Luego viene lo que aquí se ha interpuesto: Y los salvó. Y después se dice: A Gotoniel —como si estuviera en acusativo Gothonielem—, hijo de Cenez. Si el pasaje se leyera así, estaría más claro: Y el Señor suscitó un salvador para Israel, a Gotoniel, hijo de Cenez, y los salvó.

19 (Jc 3,11). La Escritura atestigua que, bajo el juez Gotoniel, la tierra prometida estuvo en paz, libre de guerras, durante cuarenta años. Es el espacio de tiempo que pudieron tener en paz los inicios del Imperio romano bajo Numa Pompilio como único rey.

20 (Jc 3,19-20). Podemos preguntar si mintió el Juez Aod cuando mató a Eglón, rey de Moab. Intentando, pues Aod tenderle una emboscada para matarle, le dice: Tengo un mensaje de Dios para ti, ¡oh rey!, para que Eglón despidiera a todos los que estaban con él. Cuando lo hizo, Aod le dice de nuevo: Tengo un mensaje de Dios para ti, ¡oh rey!29 La respuesta es que puede no ser una mentira, porque la Escritura suele llamar también palabra o mensaje a un hecho. Y así era en realidad. Las palabras: un mensaje de Dios, hay que entenderlas en el sentido de que Dios mandó hacer eso a aquel hombre que él había suscitado como salvador para el pueblo, como convenía en aquellos tiempos que se hicieran esas cosas por disposición divina.

21 (Jc 3,17-22). Podemos preguntar con razón por qué se dice que el rey Eglón era muy delgado y que las grasas cerraron la herida, cuando le hirieron mortalmente. Debemos pensar que con aquella primera frase se dijo lo que suele entenderse en sentido contrario. Por ejemplo, se llama bosque sagrado (lucus) a lo que no deja pasar la luz (luceat). Se dice que una cosa abunda, cuando no hay nada de ella. Se dice que uno bendijo al rey cuando le maldijo, como aparece en el libro de los Reyes acerca de Nabute30. En la traducción latina, que no depende de los Setenta, sino del texto hebreo encontramos lo siguiente: Pero el rey Eglón era muy gordo.

22 (Jc 3,23). Y Aod salió fuera y pasó por los guardianes y cerró las puertas de la galería superior detrás de sí y echó el cerrojo. Esto que se había omitido, se dice ahora por recapitulación. Porque es de creer que Aod hiciera esto antes y así bajaría de la parte superior y pasaría delante de los guardianes.

23 (Jc 3,25). Puede extrañar que los criados del rey Eglón hayan abierto con una llave lo que Aod no había cerrado con una llave, no se la habría llevado consigo para que los criados no lo hubiran abierto ni siquiera con la llave. Por tanto, o trajeron otra llave, o se trataba de otra clase de cerradura que podría cerrarse sin llave, pero no podría abrirse sin ella. Efectivamente, hay cerraduras así, como las que se llaman cerrojos.

24 (Jc 3,30). Bajo el Juez Aod Israel disfrutó de paz durante ochenta años la tierra prometida. Es el doble de tiempo que gozaron los romanos bajo el rey Numa Pompilio.

25 (Jc 3,31). Después de él surgió Samgar, hijo de Anat, que derrotó a los extranjeros, que eran seiscientos hombres, además de los terneros de las vacas, y salvó a Israel. Podemos preguntar cómo después de Aod este hombre luchó por Israel y se dice que salvó a Israel, puesto que los israelitas no habían sido hechos cautivos otra vez o no habían sido sometidos al yugo de la esclavitud. Pero podemos entender que se dice: salvó, no porque el enemigo hubiera causado algún daño, sino que actuó para que no se le permitiera hacerlo. Podemos pensar que el enemigo comenzó a intentar hacer la guerra, pero este Juez se lo impidió, derrotándole. Por otra parte, es oscuro el significado de la frase: además de los terneros de las vacas. ¿Hizo tal vez una matanza de vacas en la batalla y por eso se dice que mató a seiscientos hombres, además de lo que hizo con las vacas que mató? ¿Y por qué terneros? ¿Es normal en la lengua griega llamar también terneros a los que ya son grandes? Se dice que en Egipto suele decirse así vulgarmente, lo mismo que entre nosotros se llama pollos a las gallinas de cualquier edad. La traducción hecha sobre el hebreo no tiene esta frase: además de los terneros de las vacas, que está basada en los Setenta. La traducción hecha sobre el hebreo dice: Seiscientos hombres matados con la reja del arado, frase que no tienen los Setenta.

26 (Jc 4,8). ¿Qué significa lo que Baraq responde a Débora, diciendo: Si vas, iré, y si no vas conmigo, no iré, porque no sé el día en que el Señor favorece al ángel conmigo, como si no pudiera oír el día por parte de la profetisa? Ella no le indicó el día, sino que fue con él. ¿Y qué significa: El Señor favorece al ángel conmigó? ¿Se demuestra quizá por aquí que también los actos de los ángeles son favorecidos, es decir, les ayuda el Señor para que obtengan un resultado feliz? ¿O favorece al ángel conmigo es una expresión peculiar que significa que hace conmigo cosas favorables por medio del ángel?

27 (Jc 4,15). Y el Señor sembró el pánico en Sísara y en todos sus carros. He aquí cómo recuerda la Escritura que Dios actúa en los corazones para dar a las cosas el éxito que estableció. Efectivamente, sembró el pánico o dejó estupefacto a Sísara para entregarlo a Israel.

28 (Jc 4,22). Hablando de Jael, la mujer que mató a Sísara, y cuando se dice que ella habló con Baraq, que la buscaba, la Escritura dice de Baraq que entró en ella. Hay que señalar que cuando la Escritura dice de un hombre que entró a una mujer, no se sigue que haya que pensar necesariamente que se acostó con ella. La Escritura, en efecto, dice muchas veces: entró a ella, de forma que no quiere que se entienda otra cosa sino que se unió a ella. Pero aquí se emplea la expresión: entró a ella, en sentido propio, es decir, entró en su casa. Y con estas palabras no quiere decir que se acostara con ella.

29 (Jc 5,7-8). En el cántico de Débora se dice: Faltaron los habitantes en Israel; faltaron, hasta que surgió Débora, hasta que surgió la madre en Israel. Eligieron a dioses nuevos como pan de cebada; entonces conquistaron las ciudades de los príncipes. Este orden entremezclado de palabras hace oscuro el texto y plantea problemas. Porque ¿cómo se han de entender las frases: Eligieron a dioses nuevos como pan de cebada; entonces conquistaron las ciudades de los príncipes? Parece como que Dios les hubiera prestado auxilio para conquistar las ciudades de los príncipes, cuando eligieron a dioses nuevos como pan de cebada. Pero por otros pasajes de las Escrituras sabemos cómo se usa muchas veces el hipérbaton, y que una vez corregido y restituido el orden de las palabras, se explica el sentido fácilmente. El orden es el siguiente: Faltaron los habitantes en Israel, faltaron; eligieron a dioses nuevos como pan de cebada, hasta que surgió Débora, hasta que surgió la madre en Israel; entonces conquistaron las ciudades de los príncipes.

30 (Jc 5,8). Podemos preguntar por qué se dice: Eligieron a dioses nuevos como pan de cebada, dado que el pan de cebada es de inferior categoría, si se le compara con el pan de trigo, pero también él sirve para comer y es alimento vital. En cambio, los dioses nuevos que eligieron, como se dice, los que abandonaron al Dios vivo, no pueden considerarse como alimento del alma, sino más bien como veneno. Es posible que haya que tomar esta comparación en lo que vale, de tal modo que esa afirmación sólo sea válida porque, como sucede muchas veces, que por hastío se rechazan las cosas que se deben elegir y deleitan las que se deben despreciar, así por culpa de la mala disposición, como si se tratara de la debilidad del hastío, siendo su Dios el Dios verdadero, en los dioses falsos no eligieron más que el hecho de que eran nuevos, despreciando la verdad. Y por eso eligieron un alimento mortífero, como si fuera pan de cebada, sin pensar que iban a perecer por causa de ese pan, sino que hasta alcanzarían por medio de él la vida, como si fuera una comida sana, aunque de inferior valor. Así, el autor utilizó esa comparación según la opinión de ellos y según la debilidad del alma, no según la verdad. Porque esos dioses nuevos no pueden compararse con ningún alimento de vida.

31 (Jc 6,8-11). Y sucedió que cuando los hijos de Israel clamaron al Señor por lo de Madián, el Señor envió a un hombre profeta a los hijos de Israel, y les dijo. Hay alguna razón oculta para que no se diga el nombre de este profeta, cosa muy poco frecuente en las Escrituras, pero no creo que no haya ninguna razón. Pues bien, como después de las palabras con que reprendió la desobediencia del pueblo, la Escritura sigue diciendo: Y vino el ángel del Señor y se sentó bajo la encina que había en Efra³¹, no es un absurdo pensar que bajo el nombre del hombre profeta se indique este ángel, de tal modo que, después de decir estas palabras, haya venido a la mencionada encina y se haya sentado allí. Es cosa sabida que a los ángeles suele llamárseles con nombres de hombres, pero no aparece ni con facilidad ni con claridad que a aquel hombre, que podría ser un ángel³², se le llamara profeta. Leemos que a aquel que era profeta se le llama ángel³³. Pero si las palabras proféticas de los ángeles son conocidas, es decir, las palabras con que anunciaron cosas futuras, ¿por qué a un ángel no podría llamársele profeta? Sin embargo, como he dicho, no hay un testimonio expreso y claro sobre este asunto.

32 (Jc 6,12). Lo que el ángel dice a Gedeón: El Señor está contigo poderoso en fuerza, está en nominativo, no en vocativo, y por eso, su sentido es «El Señor poderoso está contigo», y no «tú, poderoso».

33 (Jc 6,14). Hay que advertir que el ángel, cuando habló a Gedeón, le dijo como si hablara con autoridad divina: ¿No soy yo quien te ha enviado? Porque ¿quién le envió, sino quien envió al ángel? Débora no dice a Baraq: «¿No te lo he mandado yo?», sino que le dice: ¿No te lo ha mandado el Señor Dios de Israel?34 Aquí, en cambio, no se dice: ¿No es el Señor quien te ha enviado? Sino que se dice: ¿No soy yo quien te ha enviado?

34 (Jc 6,15). Cuando Gedeón responde al ángel: En mí, Señor —es decir, escúchame—. ¿Con qué voy a salvar a Israel? He aquí que los mil hombres míos son los más humildes en Manases, se entiende que él era el jefe de mil hombres, a quienes la Escritura llama en griego jiliárjous. ¿O se trata de otra cosa?

35 (Jc 6,18-22). Hay que señalar que Gedeón no dice al ángel: Te ofreceré un sacrificio, sino que le dice: Ofreceré mi sacrificio y lo pondré en tu presencia. Por tanto, debemos pensar que Gedeón no quiso ofrecer su sacrificio al ángel, sino por medio del ángel. Y esto lo pone de manifiesto el propio ángel, puesto que no tomó de él el sacrificio, como si se lo ofreciera a él, sino que le dice: Toma las carnes y los panes ázimos y ponlos junto a esa piedra y derrama el caldo. Cuando Gedeón lo hizo, el ángel del Señor extendió la punta de la vara que tenía en su mano y tocó las carnes y los panes ázimos, y salió fuego de la piedra y consumió las carnes y los panes ázimos35. De esa misma manera, el ángel hizo también de ministro en el sacrificio que ofreció Gedeón, pues el ministro hombre, en cuanto hombre, habría encendido el fuego sin milagro, fuego que encendió como ángel de una manera milagrosa. Por último, Gedeón conoció entonces que se trataba del ángel del Señor. La Escritura añade inmediatamente lo siguiente: Y vio Gedeón que era el ángel del Señor36. Así pues, al principio Gedeón habló con él como si fuera un hombre, aunque creyó que era un hombre de Dios y quiso ofrecer ante él el sacrificio como deseando ser ayudado por su santa presencia.

36 (Jc 6,20). Puede preguntarse por qué Gedeón se atrevió a ofrecer un sacrificio a Dios fuera del lugar que el propio Dios había establecido. Dios, en efecto, había prohibido que se le ofrecieran sacrificios fuera de su tabernáculo37, al cual sucedió luego el templo. Pero en tiempo de Gedeón el tabernáculo de Dios estaba en Silo, y por tanto, sólo allí podrían ofrecerse legítimamente los sacrificios. No obstante, hay que tener en cuenta que al principio Gedeón había creído que aquel ángel era un profeta, y le había consultado como a Dios acerca de la ofrenda del sacrificio. Si él lo hubiera prohibido, no lo hubiera ofrecido; pero como lo aprobó, y estuvo de acuerdo en que lo ofreciera, Gedeón siguió la autoridad de Dios al ofrecerlo. Dios estableció normas legítimas, de modo que no se dio normas a sí mismo, sino a los hombres. Por tanto, todo lo que Dios mandó fuera de aquellas normas, es de suponer que lo han cumplido, no los transgresores, sino los piadosos y obedientes, como hizo Abraham al inmolar a su hijo38. También Elías ofreció de este modo sacrificios fuera del tabernáculo del Señor para convencer a los sacerdotes de los ídolos39. Y esto es de suponer que lo hiciera por precepto del Señor quien le mandó obrar así, como a profeta que era, por revelación e inspiración. Aunque la costumbre de ofrecer sacrificios fuera del tabernáculo había crecido tanto, que parece ser que hasta Salomón ofreció sacrificios en las alturas y que sus sacrificios no fueron reprobados40, no obstante se indique a los reyes que, entre sus obras dignas de alabanza, no destruyeron los lugares altos en donde el pueblo acostumbraba a ofrecer sacrificios en contra de la ley de Dios. Y, en cambio, el rey que los destruyó recibe mayores alabanzas. En definitiva, Dios toleraba más que prohibía la costumbre de su pueblo de ofrecer sacrificios fuera de su tabernáculo, pero no podían ofrecerse a dioses extranjeros, sino al Señor Dios suyo, siendo propicio incluso a los que los ofrecían de este modo.

Ahora bien, lo que hizo Gedeón, ¿quién no ve que lo realizó el ángel de un modo profético para que en esa profecía se pusiera en evidencia la piedra aquella? Y naturalmente no se le ofreció el sacrificio a aquella piedra, sino que se recuerda que salió de ella fuego para consumir el sacrificio. Pues bien, o el agua que derramó por el desierto41la piedra aquella, golpeada, o el fuego significan el don del Espíritu Santo, que Cristo el Señor derramó abundantísimamente sobre nosotros. Este don lo señala también el Evangelio por medio del agua, cuando dice el Señor: Si alguno tiene sed, que venga y beba. Quien cree en mí, como dice la Escritura, correrán de su seno ríos de agua viva. Y el evangelista añade: Esto lo decía del Espíritu que recibirían los que creyeran en él42. Esto mismo significa también el fuego que vino sobre los reunidos, como dice la Escritura: Se les aparecieron unas lenguas repartidas como de fuego, que se posó sobre cada uno de ellos43. Y el propio Señor dice: He venido a traer fuego a la tierra44.

37 (Jc 7,6). Y el número de los que lamieron (el agua) con su mano, con su lengua resultó ser de trescientos hombres. La mayoría de los códices latinos no tienen las palabras con su mano (manu sua) sino solamente con su lengua (lingua sua), porque entendieron así lo que se dijo antes: (lamieron) como los perros45. El griego tiene ambas cosas: con su mano, con su lengua, para indicar que el agua que cogían con la mano la llevaban a la boca. Y esto se parecía a lo que hacen los perros cuando beben agua, que no beben como las vacas, poniendo la boca en el agua, sino que la llevan a la boca con la lengua, como se cree que lo hicieron también aquellos hombres. Es decir, que con la mano llevaban a la boca el agua, que recibían en la lengua.

La traducción hecha sobre el hebreo expresa esto más claramente con las siguientes palabras: Así pues, el número de los que habían lamido el agua, llevándosela con la mano a la boca, fue de trescientos hombres. Los hombres, evidentemente, no suelen beber agua así, de modo que la tomen con la lengua, como los perros, sin ayuda de la mano. Pero a estos hombres se les había dado el encargo de hacerlo así. Cuando bajaron al agua a beber, muchos bebieron doblando la rodilla, cosa que resultaba más fácil y se hacía con menor esfuerzo. Unos pocos, en cambio, como no se inclinaron doblando la rodilla, bebieron como los perros, pero el agua era llevada a la boca con la mano. El número de estos hombres, que fueron trescientos, insinúa la señal de la cruz, por motivo de la letra griega T, que significa este número. Y como se trata de una letra griega, se prefigura por medio de ella que también los gentiles creerán más en el Crucificado. Por eso, bajo el nombre de griegos, el Apóstol designa a todos los gentiles, cuando dice: Primero al judío y al griego46, y a los judíos y a los griegos47, aludiendo así muchas veces a la circuncisión y al prepucio, porque entre las lenguas de los gentiles la lengua griega sobresale de tal manera que designa adecuadamente a todos.

Este mismo número se encuentra también en los siervos de Abraham por medio de quienes libró a su hermano de los enemigos, cuando Melkisédeq lo bendijo con tan gran misterio. En el hecho de que sobren allí dieciocho —porque se dice que aquellos siervos eran trescientos dieciocho48—, me parece significado también el tiempo en el que sucedería, es decir, la tercera edad, que tendría lugar bajo la gracia. Porque la primera edad tuvo lugar antes de la ley. La segunda, bajo la ley. La tercera, bajo la gracia. Pero cada una de las edades están significadas por el número seis a causa de la perfección, ya que tres veces seis son dieciocho. Por eso también aquella mujer había estado enferma dieciocho años, y el Salvador, al verla encorvada, le hizo ponerse derecha, y, como dice el Evangelio49, la libró de las ataduras del diablo. Pues el hecho de que estos hombres, por medio de los cuales Gedeón vencería, fueran probados de modo que se dijera que se parecían a los perros al beber el agua, significa que el Señor ha elegido las cosas despreciables e innobles50, ya que el perro pasa por ser un animal despreciable, y por eso se dice: No es bueno quitar el pan a los hijos y dárselo a los perros51. Y David, para rebajarse como un ser despreciable, se llamó a sí mismo perro al hablar con Saúl52.

38 (Jc 7,11). ¿Qué significa lo que se dice acerca de Gedeón: Bajó él y Fara, su criado, a la parte cincuenta, los que estaban en el campamento? Algunos códices latinos tienen: a aquella parte en la que estaban cincuenta guardias en el campamento. Otros traducen: a la parte quincuagésima hacia el campamento. Como el pasaje es oscuro, ha dado origen a diversas traducciones. Pero, o se trata de aquella parte del campamento que guardaban cincuenta guardias, o, si pensamos que esos cincuenta guardaban todo el campamento alrededor, éstos hombres bajaron a un sitio en donde estaban aquellos cincuenta.

39 (Jc 7,13). Un hombre contó un sueño a su vecino. Gedeón lo oyó. Para confirmar la victoria futura de Gedeón, dijo que había visto una mesa con pan de cebada, que rodaba por el campamento y que chocó contra la tienda de Madián y la volcó. Yo pienso que esto hay que interpretarlo como aquello de los perros, es decir, que el Salvador confundirá a los soberbios por medio de las cosas despreciables del mundo —esto es lo que significa la mesa con pan de cebada—53.

40 (Jc 7,20). Que Gedeón mandara gritar a sus trescientos hombres, diciendo: La espada para el Señor y Gedeón, es decir, para sí mismo, significa que la espada haría lo que agradara al Señor y a Gedeón.

41 (Jc 8,26-27). Suele preguntarse qué era el efud o efod. Si era una vestidura sacerdotal, como dicen muchos, o más bien una especie de abrigo, que en griego se llama epénduma o epomís, y que en latín suele traducirse por superhumeral (superhumerale) y entonces se presenta espontáneamente la pregunta de por qué Gedeón lo hizo con tal cantidad de oro. El texto dice así: El peso de los pendientes de oro que había pedido fue de mil setecientos siclos de oro, sin contar los brazaletes, los collares y los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián; sin contar los collares que llevaban al cuello sus camellos. Y Gedeón lo convirtió en un efud y lo levantó en su ciudad, en Ofra. Y todo Israel fornicó allí tras él y se convirtió en un escándalo para Gedeón y para su casa. ¿Cómo pudo hacerse un vestido con tanto oro? También la madre de Samuel hizo para su hijo, como sabemos, un efod bar, que algunos han traducido por «un efod de lino», cuando consagró a su hijo al Señor para que se criara en el templo54. En este caso aparece más claramente que se trataba de una especie de vestido. ¿O se dice acaso: Lo levantó en su ciudad, para que saquemos de aquí la conclusión de que se hizo de oro? Porque el texto no dice: «lo puso», sino lo levantó, porque era tan sólido y tan resistente que podía ser levantado, es decir, puesto de pie.

Cuando Gedeón hizo esta cosa prohibida, todo Israel fornicó tras él, siguiéndolo contra la ley de Dios. Al llegar aquí podemos preguntar con razón por qué la Escritura llama fornicación a lo que hacía el pueblo, siguiendo y venerando este objeto, dado que no era un ídolo, es decir, la imagen de un dios falso y extranjero, sino un efod, es decir, una de las cosas sagradas del tabernáculo relacionada con el vestido sacerdotal. Y la respuesta es que precisamente porque fuera del tabernáculo, en donde se hallaban estas cosas que Dios había mandado que se hicieran allí, no era lícito que se hiciera fuera de allí nada semejante. Por eso la Escritura continúa diciendo: Y se convirtió en un escándalo para Gedeón y para su casa. Es decir, para que se apartara de Dios, que estaba ofendido, porque también aquello era en cierto modo una especie de ídolo, ya que sería venerado cómo un dios fuera del tabernáculo de Dios, un objeto cualquiera hecho a mano, cuando aquellas mismas cosas que se mandaron hacer en el tabernáculo debían referirse más bien al culto de Dios que a considerar como dios aquellos objetos o que se considerara que había que darles culto como imagen de Dios.

Por lo demás, si tomamos la locución retórica por la que se afirma el todo por la parte, por efud o efod podrían entenderse todas las cosas que hizo Gedeón en su ciudad parecidas al tabernáculo de Dios para dar culto a Dios. Y precisamente porque el efod es un distintivo de la dignidad sacerdotal, que recuerda con frecuencia la Escritura55, se deduce que el pecado de Gedeón consistió en que se hizo fuera del tabernáculo de Dios algo parecido en donde Dios recibiera culto. No porque Gedeón hubiera hecho un efod de oro puro con intención de que fuera adorado, sino porque del oro procedente del botín hizo cosas que pertenecían a los ornamentos o instrumentos del santuario, cosas todas significadas por el efod, por la dignidad, como he dicho, del vestido sacerdotal. Pues el propio efod no se mandó hacer de oro puro, si el efod es el superhumeral del vestido sacerdotal, aunque tenga también algo de oro. Dios lo mandó hacer de oro, y jacinto y púrpura y escarlata y lino fino56. Pero los Setenta pusieron todo esto de modo que, recordando todas las cosas que Gedeón había recibido del botín, concluyeran: Y Gedeón lo convirtió en un efod. Y así, parece como que han querido decir que el efod se hizo con todo aquello a que aludieron antes, cuando podría también interpretarse que se da allí la figura retórica de tomar la parte por el todo. Y entonces, la frase: Lo convirtió en un efod, querría decir: «hizo con ello un efod» o «hizo de ello un efod», no utilizando todo aquel material en el efod, sino empleando sólo lo que necesitara. La traducción hecha sobre el hebreo dice así: Y Gedeón hizo con ello un efod. La palabra que utilizan los Setenta es «efud». El texto hebreo lo llama «efod». Pero no todos los sacerdotes utilizaban un superhumeral de este género, hecho de oro y de jacinto y de púrpura y de escarlata y de lino fino, sino sólo el sumo sacerdote. Por tanto, aquel vestido que le hizo a Samuel su madre, como dijimos antes, no era como éste, porque, evidentemente, Samuel no era sumo sacerdote cuando su madre lo entregó para que lo criasen, siendo niño. Por eso se llamaba efud bar, como dijimos, o mejor, efud bat, como dicen los que saben hebreo, y que se traduce por efud de lino. Yo creo que Gedeón hizo lo que era el vestido y ornamento principal del sumo sacerdote por medio del cual se significaban también las demás obras del santuario, que Gedeón había hecho en su ciudad fuera del tabernáculo de Dios. Por este pecado, aquel efod se convirtió para él y para su casa en motivo de escándalo, de tal modo que perecieron —como dice luego la Escritura— tantos hijos como tuvo57.

42 (Jc 8,27-28). No podemos pasar por alto la cuestión de saber cómo estuvo en paz el territorio cuarenta años en tiempo de Gedeón, cuando después de la victoria con que libró a los hebreos, hizo con el oro del botín la abominación y todo Israel se prostituyó tras ella y fue para él y para su casa motivo de escándalo. Queremos saber, por tanto, cómo después de un pecado tan grande, cometido por Gedeón y por el pueblo, gozó el territorio de cuarenta años de paz, cuando la Escritura suele mostrar que si el pueblo se prostituye, alejándose del Señor Dios, entonces el pueblo suele más bien perder la paz, no conseguirla, y suele ser vencido por los enemigos, no ser protegido de su ataque. La respuesta es que la Escritura, como suele hacer, dice por prolepsis, esto es, por anticipación, que Gedeón hizo el efod contra la ley de Dios con el oro que había arrebatado a los enemigos vencidos y humillados, porque la Escritura prefiere decir en un solo sitio de dónde procedía el oro y qué se hizo con él. Pero este pecado sucedió más tarde, al final de los días de Gedeón, cuando siguieron también los males que luego descubre la Escritura, después de recordar los años de paz que el territorio había gozado en tiempo de Gedeón, y esos años los menciona por recapitulación, es decir, volviendo al orden que había abandonado antes cuando habló del escándalo aquel que había tenido lugar en el último momento.

43 (Jc 8,33). Y sucedió que, después de la muerte de Gedeón, los hijos de Israel se apartaron y fornicaron siguiendo a los baales y establecieron para sí mismos como alianza a Baalberit para que él fuera su dios. Hay que suponer que tanto los baales como Baalberit eran ídolos. Después de la muerte de Gedeón, el pueblo cometió una transgresión y una fornicación mayor que la que había cometido cuando vivía él por lo del efod, porque aunque el efod se había hecho ilícitamente, sin embargo era algo perteneciente a las cosas sagradas del tabernáculo. En cambio, esta fornicación tras de los ídolos no tiene ni siquiera la falsa defensa de la religión paterna. Por lo cual, aunque aquel efod no se hiciera hasta el final de la época de Gedeón, sino que se hubiera hecho antes, Dios lo soportó con tal paciencia que permitió que hubiera paz en el territorio. Porque aunque habían hecho lo que él había prohibido, sin embargo, no se había alejado mucho de él el pueblo al que había mandado que se hiciera una cosa así en su tabernáculo y para honor suyo. Ahora, en cambio, Dios no quiso dejar sin castigo unos pecados más graves y una clarísima fornicación del pueblo tras los ídolos.

44 (Jc 9,14-15). Es oscuro el pasaje en que se introduce la zarza, es decir, un árbol espinoso, diciendo en un apólogo a todos los árboles que se reúnan en torno a ella, para que reine sobre ellos: Si de verdad me ungís a mí para que reine sobre vosotros, venid, confiad en mi protección; y si no, que salga fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano58. El sentido es oscuro, pero, haciendo una separación adecuada, resulta claro. No hay que leer así: Y si no saliera fuego de la zarza. Hay que separar la frase de la siguiente manera: Y si no, y luego continuar: que salga fuego de la zarza. Esto es, si no confiáis en mi protección, o, si no me ungís de verdad para que reine sobre vosotros, que salga fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano. Se trata, pues, de palabras de amenaza de quien dice qué podría hacer si no quisieran que ella reinara sobre ellos. Pero como no dice: saldrá fuego de la zarza y devorará los cedros del Líbano, sino: que salga fuego y devore, el sentido se hace más oscuro que si sólo estuviera oculta la separación de palabras. En efecto, se trata de una amenaza más vehemente y, en cierto modo, de una eficacia mayor si uno dijera: Si no quieres hacer lo que quiero, que mi ira caiga con toda su fuerza sobre ti, es decir, caiga ya con fuerza, ¿para qué la retengo?, que si dijera: caerá sobre ti mi ira, amenazando con una pena que ha de venir con una especie de promesa.

45 (Jc 9,23). Y Dios envió un espíritu maligno entre Abimélek y los vecinos de Siquem. No es fácil decir si la palabra «envió» se refiere a que Dios manda o permite. La palabra que aparece aquí es envió. El griego tiene exapésteilen, palabra que aparece también en los salmos, en donde se lee: envía (emitte) tu luz59. A pesar de todo, nuestros traductores, cuando en griego aparece exapésteilen en algunos lugares, han traducido por «mandó» (misit) y no por «envió» (emisit). Puede interpretarse también en el sentido de que Dios ha enviado un espíritu maligno, como si quisiera ir entre ellos, es decir, como si le hubiera dado al espíritu maligno potestad para perturbar la paz que había entre ellos. Hasta tal punto no se ha considerado como un absurdo que el Señor pudiera enviar un espíritu maligno para vengar la justicia, que algunos han llegado hasta traducir el exapésteilen por «lanzó» (inmisit).

46 (Jc 9,32-33). El mensaje que envió a los mensajeros de Abiméleq Zebul, gobernador de la ciudad de Siquem, contiene también lo siguiente: Y ahora levántate de noche, tú y la gente que está contigo, y pon una emboscada en el campo. Y sucederá que de mañana, cuando salga el sol, te darás prisa y te lanzarás contra la ciudad. Lo que algunos traductores latinos traducen por «te darás prisa» (maturabis), otros lo traducen por «madrugarás» (manicabis). El griego tiene una palabra que habría que traducir por dos términos: te levantarás al amanecer (diluculo surges). Quizá se haya dicho aquí «te darás prisa» (maturabis), pensando en el tiempo de la mañana, aunque también suele decirse esto mismo de cualquier otro tiempo, cuando se trata de acelerar la realización de una cosa. En cuanto a la palabra manicabis debo decir que no me consta que sea latina. Pero resulta extraño que después de decir: cuando salga el sol, se añada: te levantarás al amanecer, cuando el amanecer (diluculum) que en griego corresponde a orzros, significa el tiempo antes de la salida del sol, expresión usada habitualmente cuando empieza a clarear. Por tanto, la palabra mane (de mañana), que aparece en el texto, hay que entenderla del amanecer mismo (diluculum). Pues bien, se añade: cuando salga el sol, para decir que no hay que hacerlo cuando ya ha salido el sol, sino cuando aparece el resplandor del sol al nacer. Pues al amanecer no empieza a clarear más que cuando la luz del sol, que vuelve, comienza a tocar la parte del cielo que vemos por el oriente. De aquí se deduce que también en el Evangelio una misma cosa un evangelista dice que se hizo al amanecer, cuando el cielo todavía estaba oscuro60, y otro dice que sucedió al salir el sol61, porque la propia luz del amanecer, por pequeña que fuera, provenía, evidentemente, del sol que comenzaba a aparecer, es decir, cuando el sol venía hacia la salida y lanzaba su resplandor de la cercanía de su presencia. Algunos necios no creen que esa luz es la luz del sol, sino que se trata de aquella luz, creada al principio, antes de que Dios hiciera el sol el cuarto día.

47 (Jc 10,1). Y después de Abiméleq surgió para salvar a Israel, Tolá, hijo de Puá, hijo del padre de su hermano, hombre de Isacar. Al hijo de su tío paterno se le llama hijo del padre de su hermano, cuando se hubiera dicho de modo más ordenado, usual y claro hijo del hermano de su padre. Era, por tanto, hijo de su tío paterno, como se encuentra más claramente en la traducción hecha sobre el hebreo. Por consiguiente, la expresión del padre del hermano (patris fratris) no procede de que el término pater esté en nominativo: «padre del hermano» (pater fratris), sino de que frater esté en nominativo: «hermano del padre» (patris frater) y esto es lo que se llama tío paterno. Porque, tanto si se pone en nominativo: «el padre del hermano», como si se pone en genitivo» «el hermano del padre» (patris frater), en los dos casos serían dos genitivos: «(hijo) del hermano del padre» (patris fratris). Además, se presenta otra cuestión. Abiméleq, tío paterno, fue hombre de Isacar, es decir, hombre de la tribu de Isacar, dado que Abiméleq tuvo por padre a Gedeón, y Gedeón fue de la tribu de Manases. Por eso, ¿cómo Puá y Gedeón fueron hermanos para que Puá pudiera ser tío paterno de Abiméleq, cuyo hijo de su tío, Tola, sucediera al propio Abiméleq, según este relato? Pudieron, pues, Gedeón y Puá tener una misma madre, de la cual habrían nacido de distintos padres, y estos hermanos serían hijos de una misma madre y no de un mismo padre. Porque las mujeres de unas tribus solían casarse con hombres de otras tribus. Por eso Saúl, que era de la tribu de Benjamín, dio su bija a David, hombre dela tribu de Judá62. Y el sacerdote Yóyada, hombre de la tribu de Leví, se casó con la hija del rey Yoram, hombre de la tribu de Judá63. De aquí se deduce que Isabel y María, según el Evangelio, eran parientes64, aunque Isabel era de las hijas de Aarón. De aquí se deduce que alguna mujer de la tribu de Leví y de las hijas de Aarón se casara con algún hombre de la tribu de Judá, de modo que entre ellas dos hubiera parentesco, y así la carne del Señor no sólo se propagaría de la estirpe regia, sino también de la estirpe sacerdotal.

48 (Jc 11,24). Entre otras cosas que Jefté manda al rey de los hijos de Ammón por los mensajeros, se encuentra también ésta: ¿No heredarás todo lo que heredó para ti tu dios Kamós, y nosotros no heredaremos todo lo que ha heredado de parte vuestra el Señor nuestro Dios? Algunos traductores latinos han pensado que debe traducirse así: ¿No poseerás todo lo que te ha dado en herencia tu dios Kamós? Por aquí puede comprobarse que Jefté confirmó que este dios, llamado Kamós, había podido dar algo en herencia a sus adoradores. Pero algunos traductores dicen así: ¿No poseerás acaso lo que poseyó tu dios Kamós? Y esto suena como que ese dios haya podido poseer algo. ¿Significa quizá que las naciones están bajo la protección de los ángeles, según el cántico de Moisés, siervo de Dios?65¿Se llamaba quizá Kamós aquel ángel bajo cuya protección estaban los hijos de Ammón? ¿Quién se atrevería a afirmarlo, cuando podría entenderse que esto se dijo según la opinión de aquél, porque creía que su dios poseía esto o que se lo había dado a él en posesión? En el texto griego aparece más claro este sentido: ¿No heredarás todo lo que ha heredado para ti tu dios Kamós? Es decir, que en la expresión para ti (tibi) se entiende cómo si se hubiera dicho: como te parece a ti. Para ti, pues, que piensas esto, el dios Kamós heredó, no porque él pudiera heredar algo. Por último, en las palabras siguientes: Y todo lo que heredó el Señor nuestro Dios, no se dice: heredó para nosotros. Como si quisiera decir: tal como nos parece, sino que heredó de verdad de parte vuestra, porque se lo quitó a aquéllos para dárselo a éstos. Esto heredaremos, termina diciendo.

49 (Jc 11,29-35). Sobre el sacrificio de la hija de Jefté, ofrecida por su padre en holocausto a Dios, suele presentarse un gran problema, dificilísimo de resolver. Jefté había hecho un voto en la guerra, diciendo que, si vencía, ofrecería en holocausto a quien se le presentara viniendo de su casa66. Después de hecho el voto, venció, y, al presentársele su hija, cumplió lo que había prometido. Para unos, el problema reside en que quieren saber qué significa este hecho y buscan piadosamente una solución. Para otros, que se oponen con absurda impiedad a estas santas Escrituras, el problema está en que aducen como principal acusación contra ellas el hecho de que el Dios de la ley y de los profetas se haya complacido hasta en sacrificios humanos. A las calumnias de éstos respondemos, en primer lugar, diciendo que al Dios de la ley y de los profetas, y, para decirlo más expresamente, al Dios de Abraham y al Dios de Isaac y al Dios de Jacob67ni siquiera le agradaban aquellos sacrificios en que se ofrecían holocaustos de animales. Pero como tenían un significado y eran como sombras de las cosas futuras, Dios quiso recomendarnos las cosas mismas significadas por estos sacrificios. Y además ésta fue una razón conveniente para que aquellos sacrificios se cambiaran y que no se impusieran ahora, aún más, que se prohibiera ofrecerlos, para que no pensáramos que Dios se deleitaba de verdad en tales sacrificios con un afecto carnal.

Pero nos preguntamos con razón si también era conveniente que se indicaran las cosas futuras con los sacrificios humanos, no para que con ellos debiéramos horrorizarnos y temer en este caso las muertes de los hombres, que de todas formas alguna vez tienen que morir, si los que recibieran con agrado que se hiciera con ellos eso, fueran puestos en manos de Dios para premio eterno. Si esto fuera verdad, no desagradaría a Dios este género de sacrificios. Pero la propia Escritura atestigua con suficiente claridad que estos sacrificios desagradan a Dios. Porque si, de una parte, Dios quiso y mandó que todos los primogénitos le fueran consagrados y que fueran suyos; de otra quiso que los primogénitos de los hombres fueron rescatados68, para que el pueblo no creyera que tenía que inmolar a Dios sus hijos nacidos en primer lugar. Además, esto mismo lo demuestra aún más claramente el hecho de que Dios reprueba de tal modo los sacrificios humanos, que prohíbe estos mismos sacrificios detestándolos en las demás naciones y ordenando a su pueblo que no se atreva a imitarlas. Pues el texto dice así: Pero cuando el Señor tu Dios haya exterminado de tu presencia las naciones en cuyo territorio tú vas a entrar a ocuparlo ante ti y las hayas heredado y hayas habitado en tu territorio, ten cuidado de no intentar seguirlas, después de haber sido exterminadas de tu presencia; no busques sus dioses, diciendo: «Como hacen estas naciones con sus dioses, así haré también yo». No harás tú así con el Señor tu Dios, porque ellos hicieron con sus dioses las abominaciones que odia el Señor, porque hasta queman en el fuego a sus hijos y a sus hijas para sus dioses69.

¿Qué puede demostrarse con más evidencia por estos testimonios de la Sagrada Escritura y por otros que omitimos que Dios, que ha dado al género humano esta Escritura, no sólo no ama, sino que odia tales sacrificios en los que se inmolan hombres? Ama ciertamente aquellos sacrificios y les concede un premio, cuando un justo, que sufre una iniquidad, lucha hasta la muerte por la verdad o es muerto por los enemigos a quienes ofende por defender la justicia, devolviéndoles bienes por males, es decir, amor por odio. El Señor llama a ésta la sangre justa, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías70. Y sobre todo, porque él derramó su sangre por nosotros y se ofreció a sí mismo como sacrificio a Dios. Se ofreció ciertamente de modo que sus enemigos le mataran por defender la justicia. Miles de mártires, imitando a Cristo, lucharon hasta la muerte por la verdad, y fueron inmolados por los enemigos encarnizados. De éstos dice la Escritura: Como oro en el crisol los probó y como holocausto, como hostia los recibió71; por eso dice el Apóstol: Pues yo ya estoy siendo inmolado72.

Pero Jefté no hizo de su hija un holocausto, como éstos, al Señor, sino que lo hizo como se había mandado que se hicieran los sacrificios de animales y prohibido que los hombres fueran inmolados. Más semejante a éste parece ser el que hizo Abraham, sacrificio que el Señor ordenó de una manera singular que se le ofreciera73, pero sin ordenar con alguna ley general que se le hicieran algunas veces tales sacrificios, antes al contrario, prohibiendo totalmente que se le hicieran. Hay, pues, una diferencia entre lo que hizo Jefté y lo que hizo Abraham, porque Abraham ofreció a su hijo en virtud de un mandato, mientras que Jefté hizo lo que prohibía la ley y no era impuesto por ningún mandato especial. Además, no sólo después en su ley, sino también entonces, Dios manifestó en el propio hijo de Abraham que no se deleitaba en tales sacrificios, puesto que prohibió al padre, cuya fe había probado con el mandato, que matara a su hijo y puso a su disposición un carnero para que hiciera lícitamente el sacrificio, según la costumbre de los antiguos conveniente a aquellos tiempos.

Pero si esto plantea a alguno el problema de saber cómo Abraham pudo creer buenamente que Dios se deleitaba en tales sacrificios, si estas cosas se ofrecen a Dios ilícitamente, y por eso piensa que también Jefté pudo creer buenamente que tal sacrificio agradaba a Dios, considere primero que una cosa es hacer un voto voluntariamente, y otra cosa distinta obedecer un mandato. Porque si se manda algo a un siervo fuera de lo acostumbrado en la casa, establecido por el amo, y lo hace con obediencia digna de alabanza, no por eso no se le ha de castigar si pretende hacerlo espontáneamente. Por otra parte, Abraham tenía motivo para creer que no debía perdonar la vida de su hijo porque Dios se lo había mandado, no creyendo que Dios se complacía en tales víctimas, sino que le había mandado aquello precisamente para resucitar a una persona sacrificada y por medio de ello demostrar algo como Dios sabio. Porque hasta en la epístola llamada a los Hebreos se lee esto acerca de él y se alaba su fe por haber creído que Dios podía resucitar a su hijo74. Jefté, en cambio, sin que Dios se lo mandara ni se lo pidiera, y en contra de un legítimo mandato suyo, hizo espontáneamente el voto de ofrecer un sacrificio humano. Pues el texto dice así: Y Jefté hizo un voto al Señor y dijo: «Si me entregas con certera a los hijos de Ammón en mi poder, quienquiera que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro al volver yo en paz de los hijos de Ammón, será para el Señor, y lo ofreceré como holocausto»75.

Con estas palabras no hizo voto alguno de ofrecer un animal que pudiera ser sacrificado como holocausto según la ley. Porque ni es habitual, ni lo fue, que a los jefes que volvían victoriosos de la guerra se les presentaran ganados en el camino. Pero, por lo que atañe a los mudos animales, los perros suelen salir al encuentro de sus amos jugueteando con blanda servidumbre. Pero Jefté no pensaría en los perros cuando hizo su voto, para no dar la impresión de que había prometido algo injurioso para Dios, sino hasta despreciable e inmundo, según la ley. Porque no dijo: cualquier cosa que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, lo ofreceré como holocausto, sino que dijo: Quienquiera que salga, lo ofreceré. Sin duda alguna, con estas palabras, no pensó en otra cosa más que en un ser humano. Sin embargo, quizá no pensó en su única hija. Ahora bien, en un momento tan glorioso para su padre, ¿quién podría ir a su encuentro antes que su hija sino quizá su mujer? En relación al hecho de que no dijera quienquiera (en femenino), sino quienquiera (en masculino) que salga de las puertas de mi casa, hay que decir que la Escritura suele poner el masculino por ambos géneros; como, por ejemplo, refiriéndose a Abraham, la Escritura dice: levantándose de junto al muerto76, cuando la muerta era su mujer.

Pues bien, parece que la Escritura no ha emitido ningún juicio sobre este voto y sobre este hecho, como clarísimamente lo emitió cuando Abraham ofreció a su hijo por mandato de Dios, sino que únicamente lo ha dejado escrito para que lo juzguen los lectores. Algo parecido sucedió con lo que hizo Judá, hijo de Jacob, cuando sin saberlo se acostó con su nuera; pero en cuanto de él dependió, fornicó con ella, creyendo que era una meretriz77, y esto la Escritura ni lo aprobó ni lo reprobó, sino que lo dejó para que se estimase y valorase a la luz de la justicia y ley de Dios. Pues bien, como acerca del acto de Jefté la Escritura de Dios no ha emitido una sentencia ni a favor ni en contra, para que nuestra razón se ejercite en el juicio, podríamos decir ya que ese voto desagradó a Dios y le condujo a tomar venganza de ese acto, permitiendo que al padre se le presentara justamente su única hija —porque si el padre hubiera esperado esto y lo hubiera querido, al verla, no habría roto inmediatamente sus vestidos ni habría dicho: ¡Ay de mí!, hija mía, eres un impedimento para mí; te has vuelto un tropiezo ante mis ojos78. Además, a pesar de un plazo tan grande de sesenta días dado a la hija, el Señor no le impidió, como impidió a Abraham, el sacrificio de su única hija, permitiendo que Jefté llevara a cabo lo que había prometido y así se castigara a sí mismo con una pérdida gravísima79, y, en cambio, no aplacaría en modo alguno a Dios con la inmolación de una persona humana. Y por eso, hay que decir que a este padre se le aplicó la pena para que no quedara sin castigo el ejemplo de un voto semejante, y los hombres pensaran o que ofrecían a Dios algo grande cuando le ofrecían víctimas humanas, y lo que es aún más horrible, le ofrecían a sus propios hijos, o que estos votos no eran verdaderos, sino más bien simulados, como si, a ejemplo de Abraham, esperaran los que habían hecho el voto que Dios impediría el cumplimientos de votos semejantes.

Yo afirmaría que podríamos decir estas cosas si no nos obligaran a abandonar esta sentencia sobre todo dos testimonios de las divinas Escrituras. Y así, en cuanto Dios me lo permita, investigaré no sólo con más diligencia este asunto, recordado en libro de tanta autoridad, sino que lo haré también con más cautela, para no proferir un juicio temerario en ningún caso. Uno de los testimonios se encuentra en la epístola a los Hebreos, en donde Jefté se menciona entre personajes de tal naturaleza que yo temería culparle de algo. El texto dice así: ¿Y qué más podría añadir? Pues me falta tiempo para hablar de Gedeón, Baraq, Samsón, Jefté, David, Samuel y los profetas, quienes por la fe vencieron reinos obrando la justicia, consiguieron las promesas80. El segundo testimonio se encuentra en el pasaje en donde se narran estas cosas relativas al voto que hizo y a su cumplimiento. Pues bien, antes de este hecho, la Escritura dice: Y vino sobre Jefté el espíritu del Señor, y recorrió Galaad y Manasés y pasó por la atalaya de Galaad, y desde la atalaya de Galaad pasó adonde los hijos de Ammón. Y Jefté hizo un voto a Dios81. Y luego vienen las demás cosas relativas al voto. Pues bien, todo lo que sucede después, parece que hay que interpretarlo como acciones del espíritu del Señor, que había venido sobre Jefté. Estos testimonios nos impulsan a buscar la razón de por qué sucedió lo que sucedió, más bien que a reprobar fácilmente lo sucedido.

En primer lugar, el texto que mencioné de la epístola a los Hebreos, no sólo pone entre aquellos hombres dignos de alabanza que se mencionan allí, a Jefté, sino también a Gedeón, de quien la Escritura dice igualmente: Y el espíritu del Señor confortó a Gedeón82. Y sin embargo, la acción aquella de hacer un efod con el oro del botín y de fornicar tras él todo Israel, y de convertirse en un motivo de escándalo para la casa de Gedeón83no sólo no podemos alabarla, sino que incluso no dudamos lo más mínimo en reprobarla, puesto que la Escritura emite clarísimamente allí un juicio en contra de ella. Pero no por esto se hace ofensa alguna al espíritu del Señor, que le confortó para vencer tan fácilmente a los enemigos de su pueblo. ¿Por qué, entonces, se menciona entre ellos a los que por la fe vencieron reinos, obrando la justicia, si no es porque la Sagrada Escritura, cuya fe y justicia alaba de verdad, no por esto se ve impedida de delatar de verdad también sus pecados, si es que conoce alguno y juzga que conviene delatarlo? Porque incluso en aquello mismo que el propio Gedeón intentó con lo del vellón, pidiendo una señal84, como él mismo dice, no sé si no habría transgredido el precepto que dice así: No tentarás al Señor tu Dios85. Pero la Escritura, hasta con su tentación al Señor, pone de manifiesto lo que quería predecir, a saber, que en el vellón empapado y en la era seca toda ella alrededor se prefiguraba, primero, al pueblo de Israel, en donde estaban los santos con la gracia celestial, que era como lluvia espiritual. Y después, en la era empapada con el vellón seco se prefiguraba a la Iglesia extendida por todo el orbe, que tiene, no en el vellón, como en un velo, sino al descubierto, la gracia celestial, estando aquel pueblo primero como enajenado y seco del rocío de la propia gracia. Pero Gedeón mereció con toda razón en la epístola a los Hebreos un tal testimonio entre los hombres fieles y que obran la justicia por su vida honrada y fiel, en la que podemos creer que murió.

Yo no me atrevería a decir que después de aquellas palabras de la Escritura: El espíritu del Señor vino sobre Jefté86, todo lo que viene a continuación, como el voto que hizo, el vencer a los enemigos, el cumplir lo prometido, todo ello, digo, habría que atribuírselo al espíritu del Señor, como si también este sacrificio hubiera que considerarlo como mandado por el Señor de manera parecida a como se lo mandó a Abraham. En relación a Gedeón, podría aducirse naturalmente esta diferencia, que, después del pecado que cometió, cuando hizo el efod detrás del cual se prostituyó todo el pueblo, no se menciona ninguna prosperidad de Gedeón, y, en cambio, después de hacer Jefté el voto, consiguió aquella insigne victoria suya, por cuya consecución había hecho el voto, y, una vez conseguida, cumplió lo que había prometido87. Pero hay que prestar de nuevo atención al hecho de que Gedeón consiguió la salvación para el pueblo, venciendo y derrotando a los enemigos con una gran masacre, aunque no después de hacer el efod, y sí después de haber tentado al Señor, cosa que, ciertamente, es un pecado. El texto dice así: Y Gedeón dijo al Señor: No se encolerice tu ira contra mí; hablaré aún otra vez y tentaré aún otra vez con el vellón88. Gedeón temía, efectivamente, la ira de Dios, porque sabía que pecaba tentando a Dios, cosa que Dios prohíbe expresamente en su ley89. Y sin embargo, a este pecado suyo siguió la evidencia de un milagro admirable y la gran prosperidad de la victoria y de la liberación del pueblo. Porque Dios ya había determinado venir en auxilio de su pueblo afligido y se servía del ánimo, no sólo fiel y piadoso, sino también defectuoso y delincuente de este jefe, que él había tomado para llevar a cabo esta obra y para predecir lo que quería y cumplir lo que había dicho.

Dios concedió muchas cosas a su pueblo, no sólo por medio de éstos que, aunque pecaron, se cuentan entre los justos, también por medio de Saúl, reprobado absolutamente, pues también sobre él vino el espíritu de Dios y profetizó, y no cuando obraba rectamente, sino cuando se ensañaba contra David, hombre bueno e inocente90. Porque el espíritu del Señor actúa por medio de los buenos y de los malos, por medio de los que lo saben y por medio de los que no lo saben, lo que sabe y decide hacer. Pues incluso por medio de Caifás, acérrimo perseguidor del Señor, hizo una famosa profecía, sin saber que la hacía, pues dijo que era necesario que muriera Cristo por el pueblo91. Porque ¿quién actuó sino el espíritu del Señor, que procuraba anunciar de antemano el futuro, para que le viniera a la mente al Juez Gedeón precisamente esto del vellón, primero empapado y luego seco, y de la era, primero seca y luego empapada, a él que quería tentar al Señor y que no creía lo que ya se le había dicho por su medio acerca de la salvación del pueblo? La falta de fe hay que atribuirla a su debilidad y a su delito. Pero Dios se sirvió también de su ánimo para lo que convenía indicar al género humano, y debemos entender que se refiere a la misericordia de Dios y a su admirable providencia.

Pero si uno dice que Gedeón hizo todo a sabiendas y lo dijo por revelación divina, para que por medio de él se manifestaran esos milagros, y que no falló en su fe y que creyó lo que el Señor ya le había prometido, pero que con una acción profética quiso probar en el vellón, y que su tentación no fue por eso culpable, como tampoco lo fue el engaño de Jacob92, y que lo que dice al Señor: No se encolerice tu ira contra mí93, no lo dice precisamente porque temiera la ira de Dios, sino porque confiaba que Dios no se encolerizaría al hacer lo que sentía, dictándolo su espíritu, sintiera que como profeta debía hacerlo, ese individuo —repito— que le diga lo que le parezca, con tal de que lo que de hecho la Escritura vitupera, como lo del efod, cualquiera que sea su significado, no se atreva a disculparlo, diciendo que no es pecado. En relación a aquel otro hecho de que trescientos hombres, a una señal de la cruz recibieron en igual número los correspondientes cántaros de arcilla y metieron dentro de ellos antorchas y, rompiendo los cántaros, las numerosas luces que comenzaron a brillar de repente aterrorizaron a una multitud tan grande de enemigos94, hay que decir que parece como que Gedeón lo hizo por propia iniciativa. La Escritura, en efecto, no dice que el Señor le aconsejara hacerlo. Y sin embargo, un prodigio tan grande, ¿quién se lo inspiró en su ánimo y en su decisión de hacerlo sino el Señor? Este Señor, que prefiguró que sus santos llevarían el tesoro de la luz evangélica en vasos de arcilla, como dice el Apóstol: Pues llevamos este tesoro en vasos de arcilla95. Pues bien, en el sufrimiento del martirio, como en vasijas rotas, brilló el mayor fulgor de su gloria, que venció a los impíos enemigos de la predicación evangélica con la inopinada claridad de Cristo para ellos.

En definitiva, el espíritu del Señor obró en los tiempos de los profetas la prefiguración y el anuncio de las cosas futuras96, ya por medio de quienes lo sabían, ya por quienes no lo sabían. Pero no se puede decir que sus pecados no fueron pecados, porque Dios, que sabe usar bien hasta de nuestros males, utilizó también sus pecados para significar las cosas que ha querido. Por consiguiente, si no fue pecado hacer o cumplir el voto de ofrecer el sacrificio de una vida humana, o incluso el sacrificio de un parricidio precisamente porque significó algo grande y espiritual, entonces en vano habría prohibido Dios tales cosas y habría atestiguado que las odiaba, porque hasta aquello que mandó hacer se refiere ciertamente a algún significado de cosas espirituales y grandes. Y entonces, ¿por qué tendría que prohibir aquellas cosas, puesto que podrían hacerse lícitamente por el propio significado de las propias cosas, por el cual también estas cosas se hacían lícitamente? Y la razón es porque los sacrificios humanos, que significan algo como conviene creer, no agradan a Dios, cuando uno no es matado por los enemigos a causa de la justicia, porque quiso vivir rectamente o no quiso pecar, sino que un hombre es inmolado por otro como hostia elegida a manera de ganado.

Entonces, ¿qué? Alguien podría decir que las víctimas de los animales, por el hecho mismo de que ya habían sido utilizadas, aunque también ellas podrían referirse al significado de las cosas espirituales, que les darían los que comprenden esto correctamente, hacían a los hombres menos atentos a la investigación del gran misterio de Cristo y de la Iglesia. Por eso, Dios quiso como despertar, con una cosa insigne e inopinada, los ánimos dormidos de los hombres. Y esto lo hizo, sobre todo, porque había prohibido que se le ofrecieran a él tales sacrificios y procuró que se le ofreciera algo de aquella naturaleza, para que la propia admiración generara un gran problema y el gran problema hiciera surgir el deseo de la mente piadosa a la investigación del gran misterio, y la mente piadosa del hombre, escrutando la profundidad de la profecía, levantara, como con un anzuelo, al pez, a Cristo el Señor, desde la profundidad de las Escrituras. Yo no me opongo a esta razón y consideración. Pero una cosa es la cuestión de la intención del que hace el voto y otra distinta la de la providencia de Dios, que hace uso óptimamente de cualquier intención del que hace el voto. Por lo cual, si el espíritu del Señor, que vino sobre Jefté, mandó absolutamente que Jefté hiciera el voto, cosa que la Escritura no aclara, no obstante, si Dios, cuyos mandatos no es lícito despreciar, mandó esto, no sólo no hay que reprender la necedad, sino que hay que alabar la obediencia. Porque aunque el hombre se mate a sí mismo, cosa que no es lícito hacer por voluntad y decisión humana, es claro que hay que pensar que esto se hace por obediencia, más que por malicia, si lo ha mandado Dios. Acerca de esta cuestión ya he discutido lo suficiente en el libro I del De civitate Dei. Pero si Jefté, siguiendo un error humano, pensó que debía ofrecer un sacrificio humano, su pecado acerca de su única hija fue ciertamente castigado con justicia —cosa que él mismo parece manifestar suficientemente con sus palabras cuando dice: ¡Ay de mil, hija mía, eres un impedimento para mí; te has vuelto un tropiezo ante mis ojos, y cuando rompe sus vestidos; no obstante, este error suyo tiene también alguna alabanza por la fe, porque temió a Dios, cumpliendo lo que había prometido, y no inclinó hacia sí la sentencia del juicio divino, o esperando que Dios se lo había de prohibir, como hizo con Abraham, o decidiendo cumplir la voluntad de Dios, al comprender como que no se lo prohibía, en vez de despreciar esa voluntad.

A pesar de todo, también aquí podemos indagar con razón si se entiende mejor que Dios no quiere que se haga esto, y, así, si no se hace, se obedece mejor a Dios. Porque Dios ya mostró que no quería que se hicieran estos sacrificios, no sólo en el hijo de Abraham, sino también en la prohibición que impuso en la ley97. Pero si Jefté no lo hubiera hecho por este motivo, parecería que se había perdonado a sí mismo en su única hija, en vez de haber seguido la voluntad de Dios. Por eso, en el hecho de que le viniera al encuentro la hija, comprendió mejor que Dios es vengador y se sometió fielmente a la pena justa, temiendo un castigo más severo, como si se tratara de una tergiversación. Pues Jefté creía también que el alma de su hija, buena y virgen, sería bien recibida, porque no se había ofrecido ella misma para ser inmolada, sino que no se había opuesto al voto y a la voluntad de su padre y había seguido el juicio de Dios. Como la muerte no se la debe procurar uno a sí mismo voluntariamente, ni se la debe causar a otro voluntariamente, así tampoco se debe rechazar la muerte cuando Dios la manda, dado que por su decisión tenemos que soportarla en cualquier momento. Y nadie que rehúya soportarla, trabaja por evitarla del todo, sino que sólo se esfuerza en retrasarla.

Ahora voy a investigar y a exponer brevemente, con la ayuda de Dios, lo que el espíritu del Señor ha querido prefigurar en esta acción por medio de Jefté, o sin saberlo él, o sabiéndolo, o por su imprudencia, o por su obediencia, o por su ofensa, o por su fe. Pues nos amonesta y nos urge en cierto modo este lugar de las Escrituras Sagradas a pensar en un hombre fuerte y valeroso. Pues así describe la Escritura a Jefté. Su nombre significa «El que abre». Ahora bien, nuestro Señor Jesucristo, como dice el Evangelio98, abrió a sus discípulos el sentido para que entendieran las Escrituras99. A Jefté lo reprobaron sus hermanos y lo echaron de la casa paterna, acusándole de ser hijo de una prostituta100, como si ellos hubieran nacido de una esposa legítima. Esto mismo hicieron contra el Señor los príncipes de los sacerdotes y los escribas y los fariseos, que parecían gloriarse de la observancia de la ley, acusándole a él como si fuera un destructor de la ley y, por eso, como si fuera un hijo ilegítimo101. A pesar de que había tomado su cuerpo de una virgen santa, cosa que saben bien los fieles, sin embargo, su madre, por lo que respecta a su origen, también ella puede llamarse sinagoga judía. Revise quienquiera los libros proféticos y vea cuántas veces y con qué palabras tan severas y con qué indignación del Señor es acusado aquel pueblo de fornicaciones, como si fuera una mujer prostituta. En relación con esto, tenemos incluso en este libro de los Jueces aquellos hechos mencionados hace poco, uno relativo al efod que hizo Gedeón, siguiendo al cual, como leemos, fornicó todo Israel102; y el otro, relativo a que los israelitas fueron tras los dioses de las naciones entre las que vivían. Por causa de estos pecados, la ira de Dios cayó sobre ellos, de modo que los hijos de Ammón103los aplastaron durante dieciocho años. Pues bien, ¿no habían nacido acaso del mismo pueblo de Israel también aquellos sacerdotes y escribas y fariseos, quienes, según hemos dicho, estaban prefigurados en los que expulsaron a Jefté, como éstos a Cristo el Señor, persiguiéndole como a un hijo no legítimo? Pero la semejanza está insinuada, como he dicho, en el hecho de que a éstos, como observadores de la ley, les pareció que habían expulsado con razón a quien parecía que actuaba contra los preceptos de la misma ley, como si ellos fueran los hijos legítimos y él el hijo no legítimo. Según esto, efectivamente se dice que aquella gente fornicó, porque al no guardar los preceptos, no mostraba fidelidad a Dios como esposo.

Sobre Jefté se dice lo siguiente: Y crecieron los hijos de la esposa y expulsaron a Jefté.104La palabra crecieron significa «prevalecieron». Esto se cumplió en los judíos, que prevalecieron sobre la debilidad de Cristo, porque quiso sufrir de parte de ellos, en la Pasión, lo que tenía que sufrir. También Jacob prevaleció sobre el ángel con el que luchaba para predecir esto mismo y significando esto mismo105. Dijeron, pues, a Jefté: No tendrás herencia en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de una prostituta106. Es como si dijeran lo que expresa el Evangelio: Este hombre, que quebranta así el sábado107, no viene de Dios. Y ellos, como jactándose de ser los hijos legítimos, dijeron al Señor: Nosotros no hemos nacido de la fornicación; tenemos como único padre a Dios108. Y Jefté huyó de la presencia de sus hermanos y habitó en el país de Tob109. Huyó, porque ocultó su grandeza. Huyó, porque se ocultó a los que se ensañaban con él. Porque si le hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria110. Huyó, porque vieron la debilidad del que moría; pero no vieron el poder del que resucitaba. Pero habitó en una tierra buena, o, para decirlo más explícitamente, en tierra «óptima». Porque el término griego agazón significa en latín optimum (óptimo), y éste es el significado de «Tob». Y aquí me parece a mí que está significada la resurrección de Cristo de entre los muertos. Porque ¿qué tierra más óptima que el cuerpo terreno vestido de la excelencia de la inmortalidad y de la incorrupción?111

Con respecto a lo que se dice de Jefté que, después de huir de la presencia de sus hermanos y habitar en la tierra de Tob, se le unieron unos ladrones y hacían correrías con él112, debemos decir que también antes de la Pasión se le objetó al Señor que comiera con los publícanos y los pecadores, y él respondió que no son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos113, y la Escritura dice que fue contado entre los inicuos114, cuando fue crucificado entre ladrones, y a uno de ellos lo trasladó desde la cruz al paraíso115. Sin embargo, después de resucitar y comenzar a estar en la tierra de Tob, según lo que expusimos más arriba, se reunieron en torno a él hombres malos que buscaban el perdón de los pecados, y estos hombres andaban con él, puesto que vivían según sus preceptos. Y esto no dejó nunca de suceder hasta ahora y continuará sucediendo mientras se refugien en él los malos, para que justifique a los impíos que se convierten a él, y los inicuos aprendan sus caminos116.

Ya el hecho mismo de que los que habían despreciado a Jefté —era también un galaadita— se volvieran a él y le buscaran para que los librara de sus enemigos, ¡de qué manera tan clara prefigura y significa que los que despreciaron a Cristo, vueltos de nuevo a él, en él encuentran la salvación! Pues bien, o se trata de aquellos a quienes el apóstol Pedro les reprocha este mismo pecado, como se lee en los Hechos de los Apóstoles,117y a esos mismos los exhorta a que se conviertan a aquel a quien habían perseguido, y ellos se compungieron de corazón y desearon obtener la salvación de parte del que habían alejado de sí —porque ¿qué es ser liberado de los enemigos sino ser liberado de los pecados?, pues la Escritura dice así: Haced penitencia y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre del Señor Jesucristo, y se os perdonarán vuestros pecados118—, o se trata más bien de aquella llamada del pueblo de Israel que se espera para el fin. Efectivamente, parece que se trata más bien de esta hipótesis, cuando se dice: Y sucedió después de los días119. Y esto significa sin duda después de un tiempo. Y por aquí se insinúa que no hay que entender lo que acontece en la reciente Pasión del Señor, sino lo que sucederá después. Y parece que también tiene relación con esto el hecho de que los ancianos de Galaad vinieran a Jefté120, para que por la edad senil entendamos que se trata de los tiempos posteriores y últimos. Galaad significa «el que desprecia» o «la revelación». Y ambas cosas concuerdan bastante bien con este asunto, porque primero despreciaron al Señor y después se les revelará.

Por otra parte, el hecho de que se buscara a Jefté121como jefe contra los hijos de Ammón para que librara a los israelitas, venciendo a los ammonitas, puesto que los israelitas querían luchar contra ellos teniendo por jefe a Jefté, y como Ammón significa «hijo de mi pueblo» o «pueblo de la tristeza», es claro que están significados aquí o los enemigos del propio pueblo, de quienes se predijo que perseverarían en la infidelidad, o todas las gentes sin excepción predestinadas a la gehenna, en donde habrá para ellas llanto y rechinar de dientes122, como si se tratara de un pueblo de tristeza. Aunque también puede llamarse pueblo de tristeza de manera bastante conveniente al diablo y a sus ángeles, o porque consiguen la desgracia eterna para aquellos a quienes engañan, o porque ellos mismos están destinados a la desgracia eterna.

Jefté responde de la siguiente manera a los ancianos de Galaad, manera por cierto bastante apropiada para expresar mucho más claramente la profecía: ¿No sois vosotros quienes me odiasteis y me expulsasteis de la casa de mi padre y me echasteis lejos de vosotros? ¿Y por qué venís ahora, cuando estáis atribulados?123 Una cosa parecida a ésta está prefigurada en José, despreciado por sus hermanos, que lo vendieron124. Cuando el hambre se apoderó de ellos, acudieron a su ayuda y a su compasión125. Pero en el caso de Jefté aparece mucho más claramente la significación de las cosas futuras, porque no volvieron a Jefté precisamente los hermanos que le echaron de casa, sino los ancianos de Galaad, suplicándole en nombre de todo el pueblo. Del mismo modo, el pueblo se llama Israel, ya en los que vivieron entonces y reprobaron a Cristo, ya en los que volvieron después a buscar su ayuda. Y esto se dice a un pueblo enemigo, que arrastra y guarda largos odios, ya en sus antepasados, ya en sus descendientes, y que se convierte al fin en los que se han de convertir: ¿No sois vosotros quienes me odiasteis y me expulsasteis de la casa de mi padre? Esto mismo se demostró en los que persiguieron a Cristo, porque le expulsaron de la casa de David, en la cual su reino no tendrá fin126.

Y los ancianos de Galaad dijeron a. Jefté: «No es así; ahora venimos a ti»127. Es como si los judíos convertidos dijeran a Cristo: Venimos entonces para perseguirte; venimos ahora para seguirte. Afirman también que él será su jefe contra los enemigos. Jefté responde que será su jefe si vence a los enemigos de ellos, cosa que Gedeón no quiso, cuando así lo habían querido ellos128; pues les responde: El Señor será vuestro jefe129. Bajo el título de jefe se entiende el rey, institución que aún no tenía aquella gente en tiempo de los Jueces. Comenzaron a tener rey con Saúl130y luego con sus sucesores, que se mencionan en los libros de los Reyes. En el Deuteronomio, cuando se les ordena qué clase de rey han de tener, si es que quieren tener uno131, no se le llama rey, sino príncipe. Pero como Jefté significaba al que es el verdadero rey —dato que estaba escrito hasta en el título que se clavó en la cruz, y que Pilato no se atrevió a quitar o a enmendar132—, por eso pensamos que se dijo: Seré vuestro jefe133. Ellos habían dicho: Serás nuestra cabeza134; porque la cabera del varón es Cristo135, y Cristo es la cabeza del cuerpo de la Iglesia136. Finalmente, después que Jefté los liberó de todos los enemigos, no le hicieron rey, para que comprendamos que lo que se dijo se refirió más a la profecía acerca de Cristo que al propio Jefté en persona, de quien la Escritura termina diciendo: Y Jefté juzgó a Israel seis años; y murió Jefté el galaadita y fue sepultado en su ciudad de Galaad137. Juzgó a Israel como los demás Jueces. No reinó allí como príncipe, como los que se mencionan en los libros de los Reyes.

Jefté, una vez constituido jefe de los israelitas, envió ya mensajeros a los enemigos, llevándoles antes un mensaje de paz138. En este hecho se pone de manifiesto lo que dice el Apóstol, en quien Cristo hablaba: Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres139. Pero, como tengo mucha prisa en terminar, resulta demasiado largo exponer todas las cosas que mandó Jefté. Por lo que respecta al significado de las cosas futuras, me parece que hay que entenderlas de manera que se advierta en ellas la enseñanza de Cristo, que nos instruye sobre nuestro comportamiento, es decir, cómo tenemos que vivir entre los que no han sido llamados según la decisión divina. Pues el Señor conoce a los suyos140.

Ahora bien, que Jefté recibiera el espíritu del Señor141cuando iba a derrotar a los enemigos significa que el Espíritu Santo se daría a los miembros de Cristo.

Que Jefté recorrió Galaad y Manases y pasó la atalaya de Galaad, y de la atalaya de Galaad pasó al otro lado de los hijos de Ammón142, significa que los miembros de Cristo caminan hacia la consecución de la victoria contra los enemigos. Pues Galaad significa «despreciador», y Manases, «necesidad». Por tanto, los despreciadores, los despectivos han de ser superados por los que progresan. Hay que superar la necesidad, no sea que quien progresa, al sobrepasar a los despreciadores, ceda ante los que amedrentan. Hay que pasar también la atalaya de Galaad, porque Galaad significa también «revelación». Una atalaya es una altura para mirar a lo lejos (prospicere) y para mirar con desdén (despicere), esto es, para ver desde arriba (desuper aspicere). Por eso, la atalaya de Galaad me parece que significa muy bien la soberbia de la revelación. Y por eso dice el Apóstol: Para que no me ensoberbezca por la magnitud de las revelaciones143. Después hay que trascender también esta ley, es decir, no hay que permanecer en ella por el peligro de caer. Superadas estas cosas, se supera fácilmente a los enemigos, como lo indican las siguientes palabras: Y desde la atalaya de Galaad pasó al otro lado de los hijos de Ammón. De estos enemigos ya se habló antes.

Y Jefté hizo un voto y dijo: «Si me entregas de verdad a los hijos de Ammón en mi mano, quienquiera que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro al volver yo en paz de los hijos de Ammón, será para el Señor y lo ofreceré en holocausto»144. Cualquiera que fuera la persona en la que hubiera pensado Jefté, según este pasaje y de acuerdo con el pensamiento humano, no parece que hubiera pensado en su única hija; de lo contrario, no hubiera dicho, al verla venir a su encuentro: ¡Ay de mi!, hija mía; eres un impedimento para mí; te has vuelto un tropiezo ante mis ojos145. El texto dice: Eres un impedimento para mí, como si quisiera decir que él se encuentra impedido para hacer esto, para no cumplir lo que había pensado. Pero Jefté, que no tenía más hijos, ¿en quién pensó que se le presentaría el primero? ¿Pensó tal vez en su mujer? ¿No es verdad que Dios no quiso que se hiciera esto y que no quedara sin castigo, para que nadie en adelante se atreviera a hacerlo y para prefigurar, mediante su providencia, el misterio de la Iglesia, y por eso mismo que aconteció? Pues bien, de ambas cosas se deriva la profecía: por lo que pensó al hacer el voto, y por lo que sucedió cuando no lo quería. Si pensó en su mujer, la Iglesia es la esposa de Cristo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Este misterio es grande —dice el Apóstol—, pero yo lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia146. Ahora bien, como la esposa de Jefté no podía ser virgen, en el hecho de que se le presentó la hija (en vez de la esposa) y no quedó sin castigo, está prefigurada la audacia de quien ofrece un sacrificio prohibido y la virginidad de la Iglesia. Y no está lejos de la verdad el hecho de que, bajo el nombre de la hija, esté significada la propia Iglesia. Porque ¿de qué otra mujer sino de ésta llevaba la figura incluso la mujer aquella a quien dijo el Señor, después de sanarla por haber tocado la orla de su vestido: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz147. Y ciertamente, en un texto del que nadie puede dudar, Cristo llamó a sus discípulos hijos del esposo, indicando con toda claridad que él era el esposo, al decir: ¿No pueden ayunar los hijos del esposo cuando está con ellos el esposo? Pero vendrán días en que se les quitará el esposo, y entonces ayunarán148. El holocausto será la Iglesia, que el santo Apóstol llama virgen casta149, cuando en la resurrección de los muertos se hará en todas las cosas lo que está escrito: La muerte ha sido absorbida en la victoria. Entonces entregará el reino a Dios y al Padre, reino que es la Iglesia, cuya figura representaba el mismo que hacía el voto. Pero como sucederá cuando se haya cumplido la sexta edad del mundo, por eso se pidió un plazo de sesenta días para llorar la virginidad. La Iglesia se congrega naturalmente de todas las edades. La primera es la que va desde Adán hasta el diluvio; la segunda, desde el diluvio —desde Noé— hasta Abraham; la tercera, desde Abraham hasta David; la cuarta, desde David hasta el destierro de Babilonia; la quinta, desde el destierro de Babilonia hasta el parto de la virgen; la sexta, desde ese hecho hasta el fin del mundo. A lo largo de estas seis edades, como si fueran sesenta días, lloró su virginidad la santa Iglesia virgen. Porque aunque se tratara de su virginidad, había pecados que llorar. Y a causa de estos pecados, esa virgen, totalmente íntegra, extendida por todo el mundo, dice todos los días: (Y) perdónanos nuestras deudas150. Y a mí me parece que el autor prefirió llamar dos meses a esos sesenta días por motivo de dos hombres: uno, por quien ha venido la muerte; otro, por quien ha venido la resurrección de los muertos. A causa de estos dos hombres se habla también de dos Testamentos.

El texto continúa: Se convirtió en norma en Israel que de tiempo en tiempo se reunían a lamentar la hija de jefté el galaadita cuatro días al año151. Pienso que estas palabras, después de realizado el holocausto, no significan nada relativo a la vida eterna, sino que se refieren a los tiempos pasados de la Iglesia, en los que había bienaventurados que lloraban. En los cuatro días está figurada la universalidad de la Iglesia, a causa de las cuatro partes del mundo por las que está extendida la Iglesia a lo largo y a lo ancho. Pero, según la exactitud histórica, pienso que los israelitas no decretaron esto más que porque entendían que en este asunto se había producido el juicio de Dios para castigar al padre, a fin de que nadie se atreviera en lo sucesivo a ofrecer un sacrificio como éste. Pues ¿por qué habría que establecer un tiempo de luto y lamentación, si aquel voto fue un voto de alegría?

Pero si también hay que referir152al juicio final de Dios el hecho de que el pueblo de Efraím fuera vencido por Jefté de acuerdo con aquellas palabras del Señor: Pero a aquellos que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí153, entonces aquellos cuarenta y dos mil que perecieron en la batalla, no se mencionan aquí sin alguna razón154. Pues bien, como aquellos dos meses, a causa de los sesenta días, significan el número seis de las seis edades del mundo, también aquí el número siete multiplicado por seis significa esto mismo, referido a las seis edades del mundo; porque siete multiplicado por seis son cuarenta y dos. Y el propio Jefté no en vano juzgó al pueblo durante seis años.

50 (Jc 13,4). Podemos preguntar por qué el ángel dijo a la madre de Samsón, al anunciarle a ella, que era estéril, que iba a tener un hijo, las siguientes palabras: Pero ahora guárdate de beber vino y bebida fermentada y no comas nada impuro. ¿Qué es una cosa impura? Quizá se trate de una relajación de la disciplina, que había comenzado a extenderse en Israel y que habría llevado a la gente a comer cosas prohibidas por Dios, relacionadas con los distintos animales155. ¿Por qué no hemos de creer que el pueblo ha podido ser mucho más proclive a hacer estas cosas precisamente porque cometían también pecados relacionados con el culto de los ídolos?

51 (Jc 13,6). La madre de Samsón narra de la siguiente manera a su marido cómo le anunció el ángel el nacimiento del hijo: Yo le pregunté de dónde era, y su nombre, y no me lo dijo. Con respecto a esto puede preguntarse si esta mujer dijo la verdad, puesto que esto no se lee en la escena en que el ángel le habló. Hay que pensar que la Escritura lo omitió allí y dijo aquí lo que allí había omitido. También hay que notar que la madre no dice: le pregunté cómo se llamaba y no me dijo su nombre; sino que dice: le pregunté de dónde era. Y esto parece una incongruencia con lo que sigue: y no me dijo su nombre. Porque la mujer, al preguntarle de dónde era, no le había preguntado el nombre, sino el lugar o la ciudad de dónde era, pensando que era un hombre. Ella dijo que era un hombre de Dios, pero parecido a un ángel por el aspecto o por el vestido, es decir, porque le vio tan esclarecido como ella dijo. Pues bien, si la frase se divide así: Yo lo pregunté de dónde era y su nombre, sobrentendiendo: «le pregunté», y luego se añade: y no lo dijo, desaparece todo el problema. En realidad, las palabras: y no me lo dijo, pueden referirse a ambas cosas, es decir, no le dijo ni de dónde era ni su nombre.

52 (Jc 13,7.5). Tampoco se lee que el ángel dijera a esta mujer lo que dice que le dijo: Porque el niño será nazir de Dios desde el vientre (de su madre) hasta el día de su muerte. Y, en cambio, la mujer no menciona lo que sí se lee que le dijo el ángel: El comentará a salvar a Israel de la mano de los filisteos156. Y ella tampoco dijo algo que oyó y, por otra parte, no hay que pensar que dijera algo que no se le hubiera dicho. En realidad, la Escritura no ha dicho todas las palabras del ángel cuando lo introduce en la narración hablando con la mujer. Se dice: Desde el vientre (de su madre) hasta el día de su muerte, precisamente porque en la ley se le llamaba nazir a quien hacía un voto durante un tiempo, según lo preceptuado en la Escritura por Moisés157. De aquí se deriva lo que se le ordena a Samsón que no pase una navaja por su cabeza y que no beba vino ni bebida fermentada. Samsón observó durante toda su vida lo que observaban en ciertos días los que habían hecho el voto de nazireato y lo cumplían.

53 (Jc 13,16). La Escritura dice que Manoé no sabía que era el ángel del Señor. Es claro que su mujer también creía que era un hombre. Al decirle Manoé: Deja que te retengamos por la fuerza y preparemos un cabrito en tu presencia, le invita como si fuera un hombre, pero para comer con él el sacrificio que había preparado. Porque no suele decirse que se prepara un cabrito más que cuando se ofrece un sacrificio. El ángel le responde así: Si me retienes por la fuerza, no comeré de tu pan. De aquí se deduce que había sido invitado a comer. Luego añade: Si preparas un holocausto158, precisamente porque Manoé había dicho: Preparemos un cabrito en tu presencia. No todo sacrificio era un holocausto. Del holocausto no se comía nada, porque se quemaba entero; por eso se llamaba holocausto. Pero el ángel, que incluso no iba a comer, le aconseja que prepare un holocausto, no para él, sino para el Señor. Y esto lo hizo principalmente porque el pueblo de Israel en aquel tiempo estaba acostumbrado a ofrecer sacrificios a cualquier dios falso159; y entonces mismo había ofendido a Dios de tal manera, que fue entregado en manos de sus enemigos durante cuarenta años.

54 (Jc 13,15-23). ¿Qué significa lo que dice Manoé a su mujer: Moriremos sin remedio, porque hemos visto a Dios160, después de que el ángel, que habló con Manoé y su mujer, les dijera quién era? Efectivamente, de acuerdo con aquellas palabras de la ley, que dice: Nadie puede ver el rostro de Dios y continuar viviendo161, ellos opinaron, como hombres, que habían visto a Dios a través de un milagro tan grande, porque el ángel, que poco antes había hablado con ellos, como un hombre, se paró en el fuego del sacrificio.

Pero ¿creían que estaba Dios en el ángel o creían que el ángel era Dios? La Escritura dice: Y Manoé tomó el cabrito de las cabras y el sacrificio lo ofreció sobre la piedra al Señor, que hace cosas maravillosas. Y Manoé y su mujer esperaban. Y sucedió que mientras subía la llama del altar hacia el cielo, subió el ángel del Señor en la llama. Y Manoé y su mujer esperaban. Y cayeron rostro en tierra. Y el ángel del Señor no continuó apareciendo más a Manoé y a su mujer. Entonces Manoé conoció que era el ángel del Señor, y Manoé dijo a su mujer: «Moriremos sin remedio, porque hemos visto a Dios»162. Como en las palabras anteriores Manoé no dijo: moriremos sin remedio porque hemos visto a un ángel del Señor, sino porque hemos visto a Dios, surge la cuestión de saber si pensaban que Dios estaba en el ángel o llamaban Dios al ángel. La hipótesis de que hayan creído que era Dios el que era un ángel no puede afirmarse, puesto que la Escritura dice expresamente: Entonces Manoé conoció que era el ángel del Señor. Pero ¿por qué temían morir? La Escritura en el Éxodo no había dicho: nadie ve el rostro de un ángel y vivirá, sino que Dios había dicho, hablando él mismo: mi rostro. ¿Se trata quizá de que Manoé, al reconocer a Dios en la presencia del ángel, quedó tan perturbado que temió morir? Su mujer le responde: Si el Señor hubiera querido matarnos, no habría recibido de nuestra mano el holocausto y el sacrificio ni nos habría dado a conocer todas estas cosas, ni nos habría hecho oír todo esto163. ¿Creyeron, pues, que el ángel había recibido el sacrificio, pues le vieron estar en la llama que subía del altar, o pensaron que el Señor aceptó el sacrificio porque el ángel lo hizo para mostrarse como ángel? Cualquiera que sea la explicación, el ángel ya había dicho: Pero si preparas un holocausto, se lo ofrecerás al Señor164, no a mí, sino al Señor. El hecho de que el ángel estuviera en la llama que subía del altar parece que significa más bien a aquel ángel del gran consejo en forma de siervo165, es decir, en el hombre en quien recaería el sacrificio, no quien lo recibiría, sino que sería él mismo el propio sacrificio.

55 (Jc 15,8-15). ¿Qué significa lo que dice la Escritura que Samsón golpeó a los extranjeros la tibia sobre el fémur? Porque ¿quién tiene la tibia sobre el fémur puesto que la tibia va desde la rodilla hacia abajo hasta el talón? Además, si se quisiera indicar el lugar del cuerpo en el que Samsón los golpeó, ¿habrían sido golpeados en la misma parte del cuerpo todos los que habían sido golpeados? Si esto es creíble, entonces podríamos sospechar que Samsón peleó contra sus enemigos con la tibia de algún animal a modo de estaca y con ella los habría golpeado en el fémur, parecido a lo que está escrito acerca del mismo Samsón, que mató a mil hombres con la quijada de un asno. Pero, como he dicho, no es creíble que en la refriega Samsón sólo se hubiera fijado en un sitio para golpear a sus enemigos. Pues la Escritura no dice: Los golpeó con la tibia sobre el fémur, sino golpeó la tibia sobre el fémur. Es evidente que esta expresión inusitada presenta una cierta dificultad. Se dice, como si hubiera querido decirse, que los golpeó de una manera verdaderamente admirable, esto es, como si, estupefactos de admiración, pusieran la tibia sobre el fémur; la tibia, naturalmente, de un pie sobre el fémur del otro pie, como suelen sentarse los que están estupefactos de admiración. Es como si hubiera dicho: Los golpeó la mano contra la mejilla, es decir, con tal golpe que pusieron la mano en la mejilla con triste admiración. La traducción hecha sobre el hebreo demuestra bastante claramente que éste es el sentido, pues dice así: Los golpeó con un gran golpe, de tal manera que estupefactos pusieron la sura sobre el fémur. Es como si se dijera: pusieron la tibia sobre el fémur, porque la sura está por la parte de atrás con la tibia.

56 (Jc 15,12). ¿Qué significa lo que Samsón dice a los hombres de Judá: Juradme que no me mataréis vosotros, entregadme a ellos, no sea que salgáis vosotros al encuentro contra mí? Algunos han traducido la frase así: No sea que vengáis vosotros contra mí. Pues bien, esto que dijo Samsón, que no le mataran ellos, significa lo mismo que está escrito en el libro de los Reyes, cuando Salomón mandó que se diera muerte a un hombre con estas palabras: Vete y sal a su encuentro166. Esta frase no la comprendemos porque no es una expresión habitual entre nosotros. Así, cuando las autoridades militares dicen: Vete y quítalo, queriendo significar: «mátalo», ¿quién entiende esa expresión sino quien conoce su uso? Suele también decirse vulgarmente entre nosotros: le abrevió el camino, para indicar que le mató. Y esta frase tampoco la entiende nadie sino quien está acostumbrado a oírla. Esta es la característica común a todas las expresiones: como las lenguas no se comprenden si no se aprenden con el oído y la lectura. Amén.