El sentido de la frase: Hará la expiación por los santos de las impurezas de los hijos de Israel, puede ser también éste: se trata de que se haga la expiación por ellos, para que se vean protegidos de las impurezas de los hijos de Israel. Pero hará la expiación no puede tomarse en otro sentido más que en el que significa el verbo hará propicio. Por eso se llama también propiciatorio a lo que otros traducen por ofrenda expiatoria, cosa que en griego se denomina ilastérion. Y lo que el autor latino traduce en este pasaje: hará la expiación (exorabit) por los santos, Corresponde al griego exilásetai, que sólo se aplica a los pecados. Por eso se dice en el salmo: Que es propicio en todas tus iniquidades102. Según esto, el sentido más exacto del pasaje es pensar que el sacerdote también hace propicio a Dios en favor de aquellos que son santos, libres de las impurezas de los hijos de Israel, y que, aunque sean tan santos que no consientan en las impurezas de los hijos de Israel y en las injusticias, sin embargo, tienen algo por lo que les es necesario tener a Dios propicio.
Pero en un texto griego encontramos: Y hará la expiación al santo, no por los santos, y la palabra «santo» está, ciertamente, en género neutro (sanctum), que corresponde al griego tò agion. En efecto, podría entenderse: Hará la expiación al Dios santo, y no habría problema alguno. Pero sería difícil decir cómo podría entenderse: para la expiación a esto santo, a no ser que se entienda aquello santo, sea lo que sea, que es Dios, porque es también Espíritu Santo, que ciertamente es Dios. En griego se dice, en género neutro, tò pneuma tò agion. Y quizá —si aquel códice que parecía más Correcto es más verdadero— la frase exilásetai tò agion equivaldría a tò pneuma tò agion, que en latín no puede decirse en género neutro. A pesar de todo, en otros tres códices, uno griego y dos latinos, sólo hemos encontrado lo que dijimos antes, es decir: Hará la expiación por los santos, y esta frase puede también interpretarse en el sentido de que no se refiera a los hombres santos, sino a las cosas santas, como el tabernáculo y cualquier otra cosa que estuviera consagrada al Señor en esas cosas santas. El sentido de la frase: Hará la expiación por los santos para librarlos de las impurezas de los hijos de Israel, seria: Hará propicio a Dios para con las cosas consagradas al Señor librándolas de las impurezas de los hijos de Israel, porque el tabernáculo estaba en medio de ellos. Pues el texto sigue así: después de decir: Hará la expiación por los santos de las impurezas de los hijos de Israel y de las injusticias de todos sus pecados, añade inmediatamente: Lo mismo hará con el tabernáculo del testimonio, que ha sido hecho entre ellos, en medio de sus impurezas103. Así, aquella propiación por las cosas santas parece necesaria para el tabernáculo y para todas las cosas que en él se llaman santas. Porque un poco más adelante se dice, acerca del altar, que el sacerdote debería purificarlo con la aspersión de la sangre y santificarlo librándolo de las impurezas de los hijos de Israel.
54 (Lv 16,20). Y plenificará expiando al santo. ¿Plenificará al santo? ¿O expiará al santo, de acuerdo con lo que dijimos antes? Pues también aquí se dice en griego tò agion en género neutro. Así pues, ¿haciendo la expiación al Señor, plenificará al santo, es decir, santificará perfectamente lo que ha santificado? ¿O plenificará expiando al santo, es decir, aquello santo que es tò pneuma tò agion (el Espíritu Santo)?
55 (Lv 16,8.10.19-20). Acerca de los dos machos cabríos, uno que había que inmolar y otro que había que enviar al desierto, llamado por los griegos apopompaion, suele haber discusión, y unos dicen que el que debía ser inmolado hay que interpretarlo en el buen sentido, y el que había que enviar al desierto hay que interpretarlo en el malo. Pero esta interpretación no puede sostenerse, precisamente porque cuando vuelve el hombre que llevó con su mano al macho cabrío al desierto, se le manda lavar los vestidos y su cuerpo con agua y entrar así en el campamento104—como si esto fuera también un indicio para interpretar en mal sentido el asunto del macho cabrío, de cuyo contagio había que limpiar al hombre; pero también se dice que debe lavarse quien tome las carnes del otro macho cabrío y del novillo y las queme fuera del campamento105—, porque se ordena que se haga esto mismo con el macho cabrío y con el novillo, y que una vez inmolados se haga la aspersión con su sangre106y se ofrezcan ambos como sacrificio por los pecados. Y por eso, la distinción entre estos dos machos cabríos hay que considerarla cuidadosamente desde el significado alegórico. De igual modo, cuando se establece el día décimo del séptimo mes como sábado de los sábados107para que aquel sacerdote único que sucede a su padre hiciera la purificación mencionada antes, la Escritura dice, al hablar de ese sacerdote: Hará la expiación al santo del santo. Y no sé si la frase hay que interpretarla de otro modo que éste: «Hará la expiación en el santo del santo», pensando que se trate de un modo de expresarse. La hará, pues, en aquel lugar santo en el que sólo entraba el sumo sacerdote, lugar que estaba más allá del velo, en donde se hallaba el arca de la alianza y el altar del incienso. Naturalmente, no hará la expiación de aquel lugar como si se tratara de Dios, sino que hará allí la expiación a Dios, por eso se dice: Hará la expiación al santo del santo. En griego, también esta frase está puesta en género neutro: tò agion tou agíou. ¿O se trata quizá del Espíritu Santo del Dios santo, es decir: tò agion pneuma tou agíou zeou? ¿O «hará la expiación» no estará más bien por «haciendo la expiación purificará»? Porque las palabras están unidas así: Y hará la expiación al santo del santo y al tabernáculo del testimonio y hará la expiación al altar y hará la expiación por los sacerdotes y por toda la asamblea108. ¿Y cómo hará la expiación al tabernáculo y al altar mas que, como hemos dicho, interpretando la palabra así: «haciendo la expiación purificará»?
56 (Lv 17,3.4). Hay un texto que dice: Quien mate un novillo o una oveja o una cabra dentro del campamento y quien los mate fuera del campamento y no los lleve a la entrada del tabernáculo del testimonio. En esto que se acaba de decir hay un pecado y se amenaza con un castigo a quien lo haga. Y no se refiere a los animales que se matan para comida o para cosas parecidas, sino para ofrecerlos en sacrificio. Se prohíben, pues, los sacrificios privados, para que nadie se atreva a ser en cierto modo sacerdote para sí mismo, sino que lleve las víctimas adonde sean ofrecidas a Dios por medio del sacerdote. De este modo evitarán hacer sacrificios a las vanidades, pues también esto se ha intentado evitar con aquella costumbre. Así pues, como no era lícito ofrecer sacrificios más que en el tabernáculo al que luego sucedió el templo —por eso, el rey de Israel, Jeroboam se atrevió incluso a hacer dos becerros para que el pueblo les ofreciera sacrificios, a fin de que, movidos por la necesidad de esta ley, no fueran seducidos por el templo los que pertenecían a su reino, mientras iban a Jerusalén para ofrecer sus sacrificios en el templo de Dios, y en esta acción fue condenado por el Señor109—, podemos preguntar con toda razón cómo Elías habría podido ofrecer sacrificios lícitamente fuera del templo de Dios, cuando no sólo impetró fuego del cielo, sino que venció a los profetas de los demonios110. Cosa que a mí me parece que no se defiende con ninguna razón más que con aquella con que se defiende también la acción de Abraham con la que pretendió sacrificar a su hijo por orden de Dios111. Porque cuando el que hace la ley manda hacer algo que ha prohibido en la propia ley, el mandato mismo se considera ley, pues es propio del autor de la ley. Además del sacrificio, no podrían faltar otros milagros por medio de los cuales serían superados y vencidos los profetas de los bosques sagrados. Pero el espíritu de Dios, que había estado en Elías con respecto a todo lo que hizo en este asunto, no puede ir contra la ley, puesto que él es el dador de la ley.
57 (Lv 17,10-12). ¿Qué significa lo que dice la Escritura al prohibir comer la sangre: El alma de toda carne es su sangre? Todo el pasaje lo explica así: Si un hombre cualquiera de los hijos de Israel o cualquiera de los prosélitos que viven entre vosotros come cualquier clase de sangre, y pondré mi rostro sobre el alma que come sangre y la exterminaré de su pueblo. Pues el alma de toda carne es su sangre. Y yo os la di para hacer expiación por vuestras almas; pues su sangre servirá de expiación por el alma. Por eso he dicho a los hijos de Israel: «Nadie de vosotros comerá sangre; ni el prosélito que vive entre vosotros comerá sangre». Si decimos que la sangre es el alma de un animal, ¿hay que admitir también que la sangre es el alma del hombre? De ningún modo. Entonces, ¿por qué no dice el texto: El alma de toda carne de un animal es su sangre, sino que dice: El alma de toda carne es su sangre? Es evidente que al decir «de toda carne» se incluye también la carne del hombre. Pero, dado que hay algo vital en la sangre, pues por medio de ella se vive, sobre todo en la carne actual, y la sangre se difunde por el cuerpo entero a través de todas las venas, ¿se llama tal vez alma a la propia vida del cuerpo, no a la vida que sale del cuerpo, sino a la que termina con la muerte? Con esta expresión decimos que esta vida es temporal, no eterna; mortal, no inmortal, siendo inmortal la naturaleza del alma, que es sacada por los ángeles del seno de Abraham112, y a la cual se dice: Hoy estarás conmigo en el paraíso113, y que ardía en los tormentos del infierno114. Según este significado por el que llamamos alma también a esta vida temporal, dijo el Apóstol lo siguiente: Pues no considero mi alma valiosa para mí115. Aquí quiere demostrar que estaba dispuesto hasta a morir por el Evangelio. Porque, según el significado por el que se llama alma a lo que sale del cuerpo, el Apóstol la hacía tanto más valiosa cuanto mayor mérito le conquistaba. Hay otras expresiones parecidas a éstas. Así, esta vida temporal se contiene sobre todo en el cuerpo por la sangre. Pero ¿qué significan estas palabras: Os la he dado junto al altar de Dios, para que haga la expiación por vuestra alma?116 Es como si el alma hiciera la expiación por el alma. ¿Hace tal vez la expiación la sangre por la sangre, como si tuviéramos que estar preocupados por nuestra sangre cuando queremos hacer la expiación por nuestra alma? Esto es un absurdo.
Pero es mucho más absurdo que la sangre de un animal haga la expiación por el alma del hombre, que no puede morir, cuando la Escritura dice expresamente en la epístola a los Hebreos que aquella sangre de las víctimas no sirvió de nada para hacer la expiación a Dios por los pecados de los hombres, sino que había significado algo que sí aprovecharía. El texto dice así: Pues es imposible que la sangre de los machos cabríos y de los toros quite los pecados117. Ahora bien, dado que por nuestra alma hace la expiación aquel mediador que era prefigurado por todos aquellos sacrificios que se ofrecían por los pecados, es claro que se llama alma a lo que significa el alma.
El signo suele designarse con el nombre de la cosa significada. Así, la Escritura dice: Las siete espigas son siete años. No dice: significan siete años. Y las siete vacas son siete años118, y otros muchos ejemplos parecidos. De acuerdo con esto, se dice: Y la piedra era Cristo119. No se dice: La piedra significaba a Cristo, sino que se dice como si fuera esto que evidentemente no era por esencia, sino por el significado. Así también la sangre, puesto que significa el alma, por una cierta materia vital, se llama alma misteriosamente. Por si alguno piensa que el alma de un animal es la sangre, no hay por qué discutir acerca de este asunto. Sólo hay que evitar con todo cuidado pensar que el alma del hombre, que da vida a la carne humana y es racional, sea considerada la sangre. Este error hay que refutarlo por todos los medios. Por otra parte, hay que buscar expresiones en las que lo contenido signifique al continente. Así, por ejemplo, como el alma se contiene en el cuerpo por la sangre —porque si la sangre se derrama, sale del cuerpo—, el alma está significada mejor por la sangre, y la sangre recibe de ella su nombre. Así, se llama iglesia al lugar en donde se reúne la iglesia, pues son iglesia los hombres, de quienes se dice: y presentándola como iglesia gloriosa120. Pero con este mismo nombre se designa la casa de oración. Y esto lo atestigua el mismo Apóstol, cuando dice: ¿No tenéis acaso casas donde comer y beber? ¿Es que despreciáis la iglesia de Dios?121 El uso cotidiano de hablar ha conseguido que no se diga: Ir a la iglesia o huir a la iglesia más que de aquel que haya ido o haya huido a aquel lugar y a sus paredes en las que se encierra la congregación de la iglesia. También está escrito: Derrama sangre quien quita el jornal al jornalero122. Aquí se llama sangre al jornal, porque el jornal sustenta la vida, que recibe el nombre de sangre.
Pero si el Señor dice: Si no comiereis mi carne y no bebiereis mi sangre, no tendréis vida en vosotros123, ¿qué significa que al pueblo se le prohíba con tanta insistencia tomar la sangre de los sacrificios ofrecidos por los pecados, si con aquellos sacrificios se significaba este único sacrificio que alcanza la verdadera remisión de los pecados? Pues bien, no sólo no se prohíbe a nadie tomar la sangre de este sacrificio como alimento, sino que incluso se exhorta a todos los que quieran tener vida a que la beban. Hay que investigar, por consiguiente, qué significa que en la ley se le prohíba al hombre comer la sangre y se le mande derramarla para Dios. Porque, acerca de la naturaleza del alma, porque está significada por la sangre ya hemos dicho ahora lo que hemos creído conveniente.
58 (Lv 18,7.8). No descubrirás la desnudez de tu padre ni la desnudez de tu madre; pues es la desnudez de ellos. Se prohíbe tener relaciones sexuales con la propia madre. En eso consiste la desnudez, del padre y de la madre. Porque después prohíbe también esto mismo con relación a la madrastra: No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre; pues es la misma desnudez de tu padre. Antes se expuso cómo en la desnudez de la madre estaba la desnudez de ambos, del padre y de la madre. Pero en la desnudez de la madrastra sólo está la desnudez del padre.
59 (Lv 18,9). No descubrirás la desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o nacida fuera de casa: es la desnudez de ellas. La nacida en casa se entiende hija del padre. La nacida fuera de casa se entiende hija de la madre, si acaso la madre la había tenido de un marido anterior y había venido con ella a casa cuando se casó con su padre. La Escritura aconseja no descubrir la desnudez de su hermana. Aquí parece no haber prohibido, y casi haber pasado por alto, el concúbito con la hermana nacida de ambos padres. Porque el texto no dice: No descubrirás la desnudez de tu hermana, hija de tu padre y de tu madre, sino: de tu padre o de tu madre. Pero ¿quién no ve que también eso está prohibido con mucha más razón? Porque si no es lícito descubrir la desnudez de una hermana, hija de cualquiera de los dos padres ¡cuánto menos la hija de ambos! ¿Por qué prohíbe también el concúbito con las propias sobrinas, diciendo acerca del hijo o acerca de la hija: No descubrirás la desnudez de la hija de la mujer de tu padre124. Si lo dicho se hubiera detenido aquí, entenderíamos que también hubiera estado prohibido el concúbito con la hija de la madrastra, dada a luz por ella de un marido anterior y no sería la hermana del individuo a quien se le prohíbe, ya fuera hija del padre, ya fuera hija de la madre. Pero al añadir: Hija de tu padre, que es tu hermana. No descubrirás su desnudez125, se demuestra que esta prohibición se hizo por motivo de la hermana, pues había sido hija del padre y de la madrastra, de la cual ya se había hablado anteriormente. ¿O el autor ha querido prohibirlo de nuevo más claramente, porque antes estaba muy oscuro? La Escritura hace esto muchas veces.
60 (Lv 18,14). No descubrirás la desnudez del hermano de tu padre y no te acercarás a su mujer. Se expone aquí lo que significa: No descubrirás la desnudez del hermano de tu padre, es decir, de tu tío, añadiendo: No te acercarás a su mujer. Naturalmente, en la mujer del tío el autor quiso que se interpretara la desnudez del tío, como en la mujer del padre quiso que se entendiera la desnudez del padre.
61 (Lv 18,16). No descubrirás la desnudez de la mujer de tu hermano: es la desnudez de tu hermano. Nos preguntamos si esto está prohibido, viviendo el hermano o cuando ya ha muerto, y el problema no es pequeño. Porque si dijéramos que la Escritura ha hablado de la mujer del hermano vivo, recurriendo a un precepto general, que prohíbe al hombre acercarse a la mujer del prójimo, evidentemente también se comprendería esto126. ¿Por qué distingue entonces de una manera tan cuidadosa con prohibiciones particulares a estas personas, que llama domésticas, de las demás? Porque lo que prohíbe acerca de la mujer del padre, es decir, de la madrastra, se refiere a mientras vive el padre y no a cuando ya ha muerto. Pues si vive el padre, ¿quién no ve que está mucho más prohibido, si a la mujer ajena de cualquier hombre se le prohíbe mancharse con el adulterio? Por consiguiente, parece que se refiere a aquellas personas que, no teniendo maridos, podrían unirse en matrimonio si no estuviera prohibido por la ley, como se dice que era la costumbre entre los persas. Pero entonces, si entendiéramos que, muerto el hermano, estaba prohibido casarse con la mujer del hermano, se nos presenta el precepto aquel que impone la Escritura cuando se trata de dejar descendencia a un hermano muerto sin hijos127. Y por eso, comparada esta prohibición con aquel mandato, para que no haya contradicción entre ellos, hay que pensar que existe una excepción, esto es, que no es lícito a nadie casarse con la mujer de un hermano difunto, si el muerto dejó descendencia. O también que estaría prohibido aquello, de modo que no fuera lícito casarse con la mujer del hermano incluso la que se hubiera separado por medio del repudio del hermano vivo. Porque entonces, como dice el Señor, Moisés, a causa de la dureza de los judíos, les habría permitido dar el libelo del repudio128. Y por motivo de este despido pudo pensarse que cualquiera podría casarse lícitamente con la mujer de su hermano, cuando no temiera el adulterio, puesto que se habría separado de ella por el repudio.
62 (Lv 18,17). No descubrirás la desnudez de una mujer ni de su hija. O sea, que nadie piense que le es lícito casarse con la hija de su mujer. Pues no es lícito descubrir a la vez la desnudez de la mujer y de su hija, es decir, tener relaciones sexuales con ambas, con la madre y con la hija.
63 (Lv 18,17.18). No tomarás a la hija de su hijo ni a la hija de su hija. El texto prohíbe también casarse con la nieta de la mujer, hija de un hijo o de una hija. No tomarás a una mujer junto con su hermana para producirle celos. Aquí no se prohíbe casarse con más de una mujer, cosa que les estaba permitida a los antiguos para aumentar la descendencia. Pero sí se prohíbe casarse con dos hermanas. Esto parece que lo hizo Jacob129, o porque aún no estaba prohibido por la ley o porque fue engañado, dándole otra mujer en sustitución de la que él quería, y la que consiguió después, le agradaba más. Pero era injusto despachar a la primera, para no ponerla en peligro de cometer adulterio. La frase final: para producirle celos, ¿se ha puesto para que no haya celos entre las hermanas, ya que el celo que existiera entre las que no fueran hermanas había que despreciarlo? ¿O se ha puesto más bien para que no se haga por esto, es decir, para que el matrimonio con dos hermanas no se haga con la intención de provocar celo entre ellas?
64 (Lv 18,19). No te acercarás a una mujer en la separación de su impureza para descubrir su desnudez. Es decir, no te acercarás a una mujer durante la menstruación. La mujer, en efecto, era separada, según la ley, por motivo de su impureza. ¿Qué significa que también aquí se haya querido añadir esto con los mismos preceptos con los que lo prohibió130ya bastante, más arriba? Como ya antes se dijo esto mismo, para que no se creyera que había que tomarlo en sentido figurado, ¿lo ha puesto también aquí, en donde se prohíben estas cosas, que, una vez abolida ya la observación de las antiguas sombras, hay que observarlas también sin duda alguna en el tiempo del Nuevo Testamento? La Escritura parece haber indicado también esto mismo por medio del profeta Ezequiel, quien menciona igualmente el pecado de acercarse a una mujer durante la menstruación entre los pecados que son claramente de iniquidad, no símbolos de algo. Y entre los méritos de la justicia el profeta pone no acercarse a tal mujer131. En este asunto no se condena la naturaleza, sino que se muestra el peligro que puede haber para la concepción de la prole.
65 (Lv 18,20). A. la mujer de tu prójimo no le darás el coito de tu semen, para contaminarte con ella. Aquí se vuelve a prohibir otra vez el adulterio que se comete con la mujer del prójimo, cosa que también la prohíbe el Decálogo132. Por aquí se demuestra que aquellas cosas están prohibidas de tal manera, que, muertos incluso sus maridos, los hombres no deben casarse con las mujeres cuya desnudez el Señor prohíbe descubrir.
66 (Lv 18,21). Y no darás de tu descendencia para servir al príncipe. Aquí no veo qué otra cosa pueda entenderse sino la adoración del príncipe, en lugar de Dios. Pues el texto griego no dice duleíein, sino latreíein, palabra que los traductores latinos no suelen traducir más que por serviré (servir). Pero el significado de una y otra palabra es muy distinto. Porque la Escritura no prohíbe servir a los hombres como sirven los esclavos, cosa que no es latreíein, sino duleíein. Pero, según el significado de latreíein, no se manda servir a los hombres, sino al único y verdadero Dios, como está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás133. Pero no sólo con la palabra latreíein? se indica suficientemente a quién se llama príncipe, es decir, a quien se da culto como a Dios, sino que aparece también con lo que viene a continuación: Y no profanarás el nombre santo. O es el nombre de Dios, cuyo pueblo puede servir de ese modo al príncipe, o el nombre santo del propio pueblo de Israel. Y por eso se dice: Sois santos, puesto que también yo soy santo134. Muy oportunamente se añade también aquí: Yo, el Señor. De esta manera advierte que a él sólo se le debe la latreía, la servidumbre con la que se sirve a Dios.
67 (Lv 18,25). La Escritura dice: Y la tierra se llenó de horror ante los que la habitan. Los llenó de horror por las malas acciones de los hombres que se mencionaron antes. Pero no hay que pensar que la Escritura dice esto porque la tierra tenga sentidos para experimentar esto y horrorizarse. Con el nombre de tierra se designa a los hombres que viven en la tierra. Por tanto, cuando los hombres hacen estas cosas malas, manchan la tierra, porque se manchan los hombres que imitan estas cosas. Y la tierra se horroriza, porque se horrorizan los hombres que ni hacen ni imitan esto.
68 (Lv 19,11). No hurtaréis ni mentiréis ni calumniará nadie a su prójimo. El precepto del hurto apareció en el Decálogo135. En cuanto a lo que sigue: Ni mentiréis ni calumniará nadie a su prójimo, sería raro que no se encerrase en aquel precepto que aparece allí: No dirás falso testimonio contra tu prójimo136, porque no puede existir una calumnia sin una mentira, cosa que se contiene en la afirmación general sobre el falso testimonio. Pero hay un grave problema acerca de si estas cosas pueden admitirse en algún caso. Con respecto a la mentira, como a casi todos les parece que puede decirse una mentira para salvar a uno cuando no se perjudica a nadie, ¿es posible afirmar también lo mismo acerca del hurto? ¿Acaso puede cometerse un hurto cuando no se perjudica a nadie? Al contrario, puede hacerse incluso cuando se mira por aquel a quien se le hace el hurto, como es el caso en que uno robara la espada de un hombre que quiere matarse. En realidad, la calumnia no sé si podría hacérsele a uno para su provecho. Cuando José calumniaba a sus hermanos acerca del vaso y les imputaba137además la falsa acusación de que eran espías, quizá lo hacía para conseguir un gozo mayor, con el que disfrutarían ellos después. Aunque si intentáramos determinar estas cosas con definiciones apropiadas, quizá no haya hurto más que cuando se causa daño al prójimo, quitando ocultamente lo ajeno. Y no existe calumnia más que cuando se causa daño al prójimo, acusándole de una culpa falsa. Pero mentira no podemos decir que exista sólo cuando se causa daño al prójimo. Cuando uno dice una cosa falsa a sabiendas, sin duda es una mentira, tanto si se le causa daño con ella a uno como si no se le causa daño a nadie. Por tanto, el grave problema acerca de la mentira, es decir, si podría ser lícita alguna vez la mentira, se resolvería probablemente con facilidad si contempláramos únicamente los mandamientos, y no los ejemplos. Porque ¿qué hay más tajante que este mandamiento: No mentiréis? Está enunciado igual que: No te harás ídolos —cosa que nunca puede ser lícita— e igualmente lo que dice la Escritura: No cometerás adulterio —¿quién se atrevería a decir que el adulterio podría ser lícito alguna vez?—. Y lo mismo que: No robarás —según aquella definición del hurto nunca puede ser lícito el hurto—. Y: No matarás138, porque cuando un hombre es matado lícitamente, lo mata la ley, no tú. ¿Puede decirse que cuando un hombre miente lícitamente, miente la ley? Los ejemplos hacen dificilísima la cuestión: Mintieron las comadronas egipcias y Dios las recompensó con bienes139. Mintió Rahab en favor de los espías del país y por eso fue liberada140. ¿Es desde lo que se dice en la ley: No mentiréis, desde donde hay que entender el tema, y no es lícito decir una mentira en la circunstancia en la que la dijo Rahab? Es más verosímil pensar que la mentira se prohibió porque era ilícita que no que se hizo ilícita porque estaba prohibida. Por eso quizá, como hemos dicho sobre las comadronas, no se les premió porque dijeron una mentira, sino que se les premió por el hecho de liberar a los niños Hebreos, de tal modo que esta misericordia habría hecho que aquel pecado fuera venial, pero no podríamos dejar de pensar que fue pecado. Acerca de Rahab hay que pensar también que se le premió la liberación de los espías, de tal manera que se le perdonó la mentira por haberles concedido la libertad. Pues bien, donde se otorga el perdón es que ha habido un pecado. Hay que evitar, de todas formas, pensar que también puede concederse el perdón a los demás pecados si se cometen para liberar a los hombres. Porque de este error se seguirían muchos males intolerables y absolutamente detestables.
69 (Lv 19,13). No harás daño al prójimo. Si los hombres supieran con facilidad qué es hacer daño y no hacerlo, quizá bastaría este precepto general para conservar la inocencia. Porque todo lo que se prohíbe hacer al prójimo puede reducirse a estas palabras de la Escritura: No harás daño al prójimo. Lo que sigue a continuación: No lo despojarás, si no se refiere al hecho de no hacer daño al prójimo, despojándolo, puede llevar a veces a que uno haga daño a otro no despojándolo, porque a un loco, por ejemplo, hay que quitarle la espada, y si uno no lo hiciera cuando fuese preciso, le causaría más daño.
70 (Lv 19,17.18). ¿Qué significa el hecho de que, habiéndose dicho antes: No odiarás a tu hermano en tu ánimo; pero Corrige en serio a tu prójimo y no cargarás con un pecado por causa suya, se añada a continuación: y no se venga tu mano? ¿Significa quizá «y no es castigada»? Porque, cuando impones un castigo al prójimo que comete un pecado, los haces con buena intención, para no cargar con su pecado por negligencia. A esto se refiere lo que se ha dicho antes: No odiarás a tu hermano en tu ánimo. Porque al que se le Corrige, podría parecerle que le odias, cuando en realidad no es esa tu intención. La frase: No se venga tu mano, ¿significa quizá que no tienes que vengar tu mano ni debes dejarte arrastrar por el deseo de venganza? Porque ¿qué es querer vengarse, sino alegrarse y complacerse del mal ajeno? Y por eso se ha dicho: No te encolerices con los hijos de tu pueblo. La ira se define Correctamente diciendo que es el deseo de venganza. Algunos códices tienen: Y no se vengará tu mano. Esto significa: no quieras vengarte reprendiendo, sino busca más bien el bien de aquel a quien reprendes.
71 (Lv 19,28). No haréis incisiones en vuestro cuerpo por el alma. Por el alma significa «por el cadáver de un muerto». En efecto, se sufre por la persona que murió. A este dolor pertenece el duelo. Y durante el duelo algunas gentes tienen la costumbre de hacerse incisiones en el cuerpo. Dios lo prohíbe.
72 (Lv 20,5). De modo que los de su pueblo forniquen tras los príncipes. El sentido no es: «los príncipes de su pueblo», sino: los de su pueblo forniquen. Se entiende aquí por príncipes a los que eran venerados como dioses, tal como dice el Apóstol: Según el Príncipe del poder del aire141. Y en el Evangelio dice el Señor: Ahora el Príncipe de este mundo ha sido arrojado fuera142. Y: He aquí que vendrá el Príncipe de este mundo y no encontrará nada en mí143.
73 (Lv 20,10). Cualquier hombre que cometa adulterio con la mujer de otro o quien cometa adulterio con la mujer de su prójimo, morirán sin remedio. El texto dice en plural: morirán sin remedio, refiriéndose al adúltero y a la adúltera. Y ha querido señalar aquí alguna diferencia entre un hombre cualquiera y al prójimo, aunque la Escritura ponga muchas veces prójimoporcualquier hombre. Pero ¿qué quiere decir esta expresión, que habla primero de un hombre cualquiera y repite luego lo mismo acerca del prójimo, siendo natural que, si hay que abstenerse de la mujer de un hombre cualquiera, haya que abstenerse mucho más de la mujer del prójimo? Si se hubiera hablado primero del prójimo, tendría que añadirse luego algo acerca de cualquier hombre, para que no se creyera que podría cometerse adulterio con la mujer de uno que no fuera prójimo. Ahora bien, si no es lícito el mal menor, ¡cómo va a ser lícito el mal mayor! Porque si no es lícito cometer adulterio con la mujer de un hombre cualquiera, ¡cuánto menos lo será cometerlo con la mujer del prójimo! ¿Trata tal vez esta repetición como de explicar lo que se dijo primero, para que se comprenda el mal tan grande que es cometer adulterio con la mujer de un hombre cualquiera, porque, si uno lo hiciera, cometería adulterio con la mujer del prójimo? En realidad, todo hombre es prójimo de otro hombre.
74 (Lv 20,16). Y si una mujer se acerca a una bestia para unirse con ella, mataréis a la mujer y a la bestia. Morirán sin remedio: son culpables. Podemos preguntar cómo puede ser culpable un animal, siendo un ser irracional y no sujeto a la ley en modo alguno. ¿Se trata quizá de que, como en la figura retórica se trasladan las palabras —cosa que en griego se llama metáfora—, pasando de un ser animado a otro inanimado —y así se dice, por ejemplo, viento ímprobo y mar airado—, así también aquí se ha trasladado de un ser racional a uno irracional? En efecto, podemos pensar que se ha mandado matar a las bestias precisamente porque, contaminadas con un pecado tan grande, renuevan el recuerdo de un hecho indigno.
75 (Lv 20,17). Quienquiera que tome por esposa a su hermana, hija de su padre o hija de su madre, viendo así la desnudez de ella y viendo ella la desnudez de él, es una ignominia. Serán exterminados en presencia de su descendencia. Ha descubierto la desnudez de su hermana. Cargarán con su pecado. ¿Qué significa aquí viendo sino conociéndola mediante la relación sexual? Es lo mismo que se dice en la ley: Conoció a su mujer144, para indicar que realizó el acto sexual con ella. Cuando se dice: Cargarán con su pecado, como se está hablando del castigo que se les aplicará, se llama aquí pecado al castigo por el pecado.
76 (Lv 20,20). Quien se acueste con su pariente, descubre la desnudez de su pariente: morirán sin hijos. Podemos preguntar hasta qué grado hay que entender este parentesco, puesto que cuando es distante, ciertamente es lícito tomar esposa y siempre lo ha sido. Pero hay que entender que no es lícito tomarla dentro de los grados que la ley prohibió y de acuerdo con los cuales se dijo: Quien se acueste con su pariente. Probablemente ha dejado sin mencionar algunos, como la hermana, hija de ambos padres, o la mujer del hermano de la madre, es decir, del tío materno. Porque primeramente se prohibió casarse con la mujer del tío paterno, aunque esto no se llame parentesco, sino afinidad. ¿Qué significa: Morirán sin hijos, dado que de tales uniones han nacido hijos antes y nacen también ahora? ¿Hay que pensar que está establecido por la ley de Dios que los nacidos de estas uniones no se consideren hijos y, por tanto, que no suceden vivos a sus padres en ningún derecho?
Y no haréis abominables vuestras almas ni con las bestias, ni con las aves ni con lo que se arrastra por la tierra, cosas que yo os he separado como impuras145. Parece que aquí se indica que estas cosas no son impuras por naturaleza, sino por alguna señal misteriosa, pues se dice: Cosas que yo os he separado como impuras, como queriendo decir que no serían impuras para ellos si Dios no se las hubiera separado.
77 (Lv 20,27). El hombre o la mujer que tuviera un ventrílocuo o un hechicero, morirán sin remedio. Los lapidaréis. Son culpables. ¿A quién se refiere? ¿Al hombre y a la mujer, o al hombre y al ventrílocuo, o a la mujer y al ventrílocuo o hechicero? Lo más probable parece esto: no sólo quien tiene, sino también aquel a quien tiene.
78 (Lv 21,7). No se casarán con una mujer prostituta ni profanada, ni tampoco con una mujer repudiada por su marido, porque es santo para el Señor su Dios. Antes se había dicho: No se casarán. Ahora se dice: Porque es santo, no porque son santos. Utilizando su modo habitual de expresarse, la Escritura se refiere a muchos que son sacerdotes al mismo tiempo, y hablando a cada uno de ellos en particular les dice: Porque es santo. Porque al sumo sacerdote, que entraba en el santo de los santos, lo menciona después. Luego concluye, diciendo en plural: he tendrás por santo: él ofrece los dones del Señor vuestro Dios. Es santo, porque santo soy yo, el Señor, que los santifico146. Por lo que respecta a los dones aludidos con estas palabras: El ofrece los dones del Señor vuestro Dios, hay que advertir que no sólo los ofrecía el sumo sacerdote, sino también los sacerdotes de segundo rango. La prohibición expresada así: No se casarán con una prostituta ni con una profanada, ni con una repudiada por su marido, se refiere también a los sacerdotes de segundo rango. Porque del sumo sacerdote habla después y dice de él que sólo podrá casarse con una virgen.
79 (Lv 21,10). El sacerdote superior a sus hermanos, el que es grande entre sus hermanos, es el único sumo sacerdote. Sobre cuya cabeza fue derramado el óleo ungido. La Escritura llama christum (ungido) al óleo.
80 (Lv 21,10). Que recibió la investidura para vestir, las vestiduras. Se trata sin duda de las vestiduras que se describen con todo detalle al hablar de la vestidura sacerdotal147.
81 (Lv 21,10.11). No quitará de su cabera la mitra y no rasgará sus vestidos y no se acercará a ninguna alma muerta. Se entiende que le está prohibido hacer lo que antes se dijo acerca del duelo, es decir, descubrir la cabeza, quitándose la mitra y rasgar las vestiduras. Rasgar las vestiduras era una costumbre de los antiguos cuando hacían duelo, como, por ejemplo, en el caso de Job, cuando sus hijos le anunciaron que les había sobrevenido la ruina148. Descubrir la cabeza, quitándose la mitra, pudo ser un gesto de duelo precisamente porque era quitarse un adorno. En relación a la frase: Y no se acercará a ninguna alma muerta, es difícil entender cómo se llama alma muerta al cuerpo muerto. Pero hay que decir que ésta es una expresión frecuente en las Escrituras que para nosotros resulta rarísima. En efecto, el cuerpo privado del alma recibe también el nombre de quien lo gobernaba, porque se le ha de devolver en la resurrección. Como, por ejemplo, el edificio que se llama iglesia, sigue llamándose iglesia, aunque la iglesia, que son los hombres, haya salido de allí. Pero como el cuerpo no recibe el nombre de alma en un hombre vivo, nos sorprende que se le llame alma cuando carece de alma. Ahora bien, si entendiéramos que se trata del alma muerta, separada del cuerpo, de modo que pareciera que se había llamado muerte a la propia separación, es decir, que el alma muerta había sido arrancada del cuerpo sin perder su naturaleza —pues ni siquiera cuando se dice que estamos muertos al pecado149, se afirma que la naturaleza ha perecido, sino que ya no pecamos, de modo que se entienda así que el alma está muerta, muerta para el cuerpo, porque ha dejado de usarlo, dado que vive en su naturaleza—, ¿cómo puede uno acercarse a un alma muerta, cosa que se le prohibió a este sacerdote, puesto que quien se acerca, se acerca a un cuerpo muerto, no a un alma que se ha separado del cuerpo? ¿O se designa con el nombre de alma a la propia vida temporal, la cual ciertamente está muerta en un cuerpo muerto, puesto que emigró aquella alma que no puede morir? No se trata de que el alma haya sido la propia vida, sino que por la presencia del alma, que le daba la subsistencia, haya recibido su nombre. Es algo parecido a la distinción que hicimos al hablar de la sangre, acerca de la cual se dijo: El alma de toda carne es la sangre150. Porque la sangre está muerta en un cuerpo muerto, y no se retira con el alma que se retira. La Escritura prohibió, pues, al sumo sacerdote acercarse incluso al cadáver de su propio padre o de su madre. Cosa que no prohibió al sacerdote de segundo grado, pues sigue diciendo: Ni por su padre ni por su madre se hará impuro151. El orden de las palabras es el siguiente: Por su padre no se hará impuro ni por su madre.
82 (Lv 21,12). Y no saldrá de los santos. Se refiere sin duda al tiempo en que se celebraban los funerales por los suyos, como también se le prohibía152salir de los santos durante los siete días en que era consagrado, pero no por siempre. Si a los sumos sacerdotes no se les prohibía, ciertamente, entonces casarse ni tener hijos, se presenta un grave problema. Porque como la ley dice que un hombre queda impuro hasta la tarde incluso por el coito conyugal, aunque lave su cuerpo con agua153, y al sumo sacerdote se le manda que entre dos veces al día todos los días al otro lado del velo154, en donde estaba el altar del incienso, para que el incienso continúe ardiendo siempre, y se dice que a ninguna persona impura le era lícito acercarse al santo, ¿cómo podía cumplir esto diariamente el sumo sacerdote, si engendraba hijos? Porque si uno preguntara quién le supliría en el caso de que cayera enfermo, puede responderse diciendo que por el favor de Dios no caía enfermo. ¿Puede responderse también lo mismo acerca de la procreación de los hijos? De aquí se sigue, o que guardaría la continencia, o que durante algunos días se interrumpía el incienso, o, si no podía interrumpirse, eso que solamente el sumo sacerdote podía realizar, entonces que no se haría impuro por el coito conyugal en razón de su especial estado de santidad. O si se refiere también a él lo que se dice a continuación acerca de todos los hijos de Aarón, que ninguno de ellos se acercase al santo si le sobreviene alguna impureza155, queda como solución pensar que algunos días no se ponía el incienso .
83 (Lv 21,11). En relación al hecho de que al sumo sacerdote se le prohíba acercarse al cadáver de su padre, puede preguntarse cómo podía ser ya sumo sacerdote si todavía no había muerto su padre, cuando la Escritura ordena que los sumos sacerdotes sucedan a sus padres. Por motivo de que continuara siempre encendido el incienso, que tenía que poner diariamente el sumo sacerdote, era necesario que inmediatamente se sustituyera al sacerdote, aunque no estuviera aún enterrado el sumo sacerdote anterior. Aunque la cuestión aquella de la enfermedad del sumo sacerdote permanece aún, si pensamos que pudiera estar enfermo algunos días antes de morir. A menos que también esto se resuelva diciendo que los sumos sacerdotes solían morir repentinamente, sin preceder una enfermedad, como dice la Escritura acerca de Aarón156.
84 (Lv 21,15). Hay que señalar que la Escritura dice muchas veces: Soy yo, el Señor, quien le santificó, hablando del sumo sacerdote, y que esto mismo se le dice a Moisés: Y le santificarás. ¿Cómo santifica Moisés y el Señor? Moisés no lo hace en vez del Señor, sino por su ministerio, a través de ritos visibles. El Señor lo hace por su Espíritu Santo, a través de su gracia invisible, en quien reside todo el fruto de los propios ritos visibles. Porque ¿qué aprovechan los ritos visibles sin esta santificación de la gracia invisible? Podemos preguntar con toda razón si también esta santificación invisible, sin ritos visibles, por los cuales el hombre es santificado visiblemente, no sirve igualmente para nada, cosa que naturalmente es un absurdo. Porque alguien más aceptablemente diría que ésta sin ellos no existiría, antes que decir que no aprovecharía si existiera, cuando en la santificación reside toda la utilidad de los ritos. Pero hay que ver también cómo puede decirse correctamente que sin los ritos la santidad no podría existir. Porque, en efecto, de nada le sirvió el bautismo visible a Simón Mago a quien le faltó la santificación invisible157. Pero aquellos a quienes aprovechó esta santificación invisible, porque la tenían, habían recibido también los ritos visibles, pues habían sido bautizados igual que él. Con relación a Moisés, que santificaba visiblemente a los sacerdotes, no se dice dónde fue santificado él mismo por los mismos sacrificios o por el óleo. Pero ¿quién se atrevería a negar que fue santificado invisiblemente, él que destacaba por una gracia tan grande? Lo mismo puede decirse también de Juan el Bautista, pues apareció antes como bautizador que como bautizado158. Por lo cual no podemos negar en absoluto que también él fue santificado. Pero en ningún lugar encontramos que se haya hecho esto con él de manera visible antes de que llegara él mismo al ministerio de bautizar. Esto mismo se puede decir de aquel ladrón a quien el Señor le dijo cuando estaba crucificado con él: Hoy estarás conmigo en el paraíso159. Porque este hombre no pudo recibir el don de una felicidad tan grande sin la santificación invisible. Por tanto, hay que concluir que algunos tuvieron y les aprovechó la santificación invisible sin los ritos visibles, que fueron cambiando por el transcurso del tiempo, de tal modo que antes fueron unos y ahora son otros. Pero la santificación visible que se verificaría por los ritos visibles, podría existir sin esta santificación invisible, pero no podría ser provechosa. Sin embargo, no por esto hay que despreciar el rito visible. Porque el que lo desprecie no podrá ser santificado invisiblemente. De aquí se deduce que Cornelio y los que estaban con él, a pesar de que ya aparecían santificados invisiblemente por la venida del Espíritu Santo, sin embargo, fueron bautizados160. Y esta santificación visible no se juzgó superflua, a pesar de que ya había precedido la santificación invisible.
85 (Lv 22,1-3). Y habló el Señor a Moisés diciendo: «Di a Aarón y a sus hijos que cuiden de los santos de los hijos de Israel; no profanarán mi santo nombre con las muchas cosas que ellos me consagran; yo, el Señor». Y les dirás: «Cualquier hombre, quienquiera que sea de toda vuestra descendencia, en vuestras generaciones, que se acerque a las cosas santas que consagran al Señor los hijos de Israel y haya en él impureza, aquella alma será exterminada de mi presencia, yo, el Señor vuestro Dios». Desaparece, pues, toda duda de que ningún sacerdote, ni de los sumos sacerdotes ni de los de segundo rango, podía acercarse a las cosas santas teniendo alguna impureza. Se exigía al sacerdote la continencia, no fuera que por la procreación de los hijos no se continuara poniendo el incienso en algunos días. El incienso solían ponerlo dos veces al día, por la mañana y por la tarde161. Y lo hacían únicamente los sumos sacerdotes. Y se les exigía la continencia, porque después del coito conyugal, aunque el sacerdote se lavara el cuerpo, quedaba impuro hasta la tarde162, y era él quien tenía que poner el incienso. La frase: «Las cosas que consagran los hijos de Israel», significa que los fieles las ofrecían a los sacerdotes para que ellos se las ofrecieran al Señor. Y hay que señalar el género de consagración, pues se hace por un voto y por la devoción del oferente. Pero es necesario prestar atención a si también se dice en las Escrituras que los hombres se consagran a sí mismos de este mismo modo, cuando por algún motivo se consagran a sí mismos haciendo un voto, tal como se consagran de esta manera las cosas que los hombres ofrecen.
86 (Lv 22,4). Y quien toque cualquier impureza de alma. Quiere decir cualquier cadáver, porque el tocar un cadáver produce una impureza según establece la ley.
87 (Lv 24,15-16). Cualquier hombre que maldiga a su Dios, cargará con su pecado. Quien pronuncie el nombre del Señor, morirá sin remedio. Parece como que una cosa es maldecir a su Dios y otra pronunciar el nombre del Señor. Y parece que aquello es un pecado, y esto, un crimen tan grande que merece hasta la pena de muerte. Aunque en este texto las palabras: el nombre del Señor, hay que entenderlas en el sentido de que se haga eso con una maldición, es decir, que se diga el nombre de Dios maldiciéndolo, ¿qué diferencia hay entre aquel pecado y este crimen de tanta gravedad? ¿Se ha querido demostrar, quizá, repitiendo lo mismo, que aquel pecado no era pequeño, sino una maldad tan grande que debía ser castigado con la pena de muerte? La cosa resulta muy oscura, porque el texto introduce una distinción. No dice: «Pues el que pronuncie» (nominans enim), sino que dice: «El que pronuncie, en cambio» (nominans autem). Por eso, si entendemos esto Correctamente, hay que prestar atención también al género de expresión.
88 (Lv 24,17). Quien hiera a [toda] alma de hombre y éste muere, ése morirá sin remedio. No se dice: «Quien hiera a un hombre y éste muere», sino que se dice: al alma del hombre, cuando, en realidad, es más bien el cuerpo del hombre el que es herido por el que produce la herida, como dice el Señor: No temáis a los que matan el cuerpo163. Como suele hacer la Escritura, llama alma a la vida del cuerpo que le viene por medio del alma, y con esto ha querido poner de manifiesto al homicida, que hiere el alma del hombre, que priva al hombre de su vida, hiriéndole mortalmente. ¿Por qué se añade: Y éste muere, si ya se señala el homicidio por el hecho mismo de que uno haya herido el alma del hombre, es decir, el hombre haya sido privado de la vida por el asesino? ¿Se ha querido decir, tal vez, cómo hay que entender lo que dice el texto: «el alma del hombre herida», y por eso se dice: Y éste muere, como si se dijera: ha muerto? Porque esto es lo que significa que el alma del hombre ha sido herida.
89 (Lv 25,2-4). Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os voy a dar y haya descansado la tierra que yo voy a daros los sábados del Señor, seis años sembrarás tu campo y seis años podarás tu viña y recogerás su fruto; pero el séptimo año será sábado: la tierra tendrá su descanso, sábado para el Señor. ¿Cómo hay que entender la frase: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os voy a dar y haya descansado la tierra, «seis años sembrarás tu campo», etc.? Parece como que se hubiera mandado hacer eso cuando la tierra hubiera descansado, siendo así que la tierra descansa precisamente porque se hace esto. Pues el texto se refiere al descanso de la tierra en el séptimo año, en el que el Señor mandó que nadie trabajara en ella por medio de la agricultura. Pero, evidentemente, el largo hipérbaton hace oscuro el sentido del texto. Parece ser que el orden de palabras sería el siguiente. Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os voy a dar y haya descansado la tierra que yo voy a daros, es sábado del Señor: has cosas que brotan por sí mismas de tu campo no las segarás, y la uva de tu santificación no la vendimiarás. Será el año de descanso para la tierra. Y el sábado de la tierra será comida para ti y para tu siervo y para tu sierva y para tu jornalero y para tu huésped que reside junto a ti. También para tus ganados y para tus animales que hay en tu tierra servirá de comida todo lo que nazca de ello164. Para explicar cómo descansa la tierra, interpuso las siguientes palabras: Seis años sembrarás tu campo y seis años podarás tu viña y recogerás su fruto; pero el año séptimo será sábado: la tierra tendrá su descanso, el sábado del Señor. No sembrarás tu campo y no podarás tu viña. Al decir: No podarás, debemos entender que ese año está prohibida toda la agricultura. Porque si no se puede podar, tampoco se podrá arar ni sostener con estacas ni emplear ninguna otra cosa que sirva para la agricultura. Ahora bien, como suele tomarse la parte por el todo, así también por la poda se indica toda clase de cultivo. Y al mencionar el campo y la viña, como se prohibió sembrar aquel campo y podar esta viña, hay que entender que se trata de toda clase de campos. Porque está claro que no se puede trabajar en un olivar o en otro campo cualquiera, que no se ha mencionado. En cuanto a la frase: Y el sábado de la tierra será comida para ti y para tu siervo y para tu sierva, etc., está claro que con ella no se ha prohibido al dueño del campo alimentarse de lo que la tierra produzca espontáneamente aquel año sin que se la haya cultivado. Pero sí está prohibido recoger los frutos. Se permite, pues, tomar algo de allí para comer, como de paso, cogiendo sólo lo que se puede consumir inmediatamente comiéndolo, no lo que se recolecta para usarlo en otros momentos.
90 (Lv 25,23). Y la tierra no será vendida para profanación. Otros códices dicen: para confirmación. Pienso que el error se produjo en unos y otros, primero en griego por la semejanza de sonido de la palabra; porque bebélosis significa «profanación» y bebaíosis, «confirmación». El sentido de profanación está claro: Y la tierra no será vendida para profanación, es decir, que nadie se atreva a vender la tierra que recibió de Dios, a los profanos, que la usen para la impiedad y el culto de los dioses extranjeros y falsos. En cambio, es muy oscuro el sentido de: Y la tierra no será vendida para confirmación. Pienso que no hay que entenderlo más que en el sentido de que la venta no debe hacerse firme, de modo que el vendedor no la reciba en el tiempo establecido para ser devuelta, como está mandado. Pero lo que sigue, puede estar de acuerdo con ambos sentidos, ya se lea: Y la tierra no será vendida para profanación, ya se lea: para confirmación, pues el texto añade: Porque la tierra es mía, ya que vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes165.
91 (Lv 25,24). Y por toda la tierra de vuestra posesión daréis la recompensa (mercedem) a la tierra. Otros códices tienen: Daréis el rescate (redemptionem) a la tierra. El sentido es éste: No será vendida la tierra para profanación, es decir, no se venderá a aquellos que la usen como injuria al Criador, o para confirmación, esto es, para que el comprador la posea perpetuamente y no la devuelva al vendedor en el tiempo establecido según el precepto de Dios. Y la razón es: Porque la tierra es mía, por tanto, debéis usar de ella según mi precepto. Y para demostrar que la tierra es suya y no de ellos y decir qué son ellos en la tierra, el texto añade a continuación: Puesto que vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes. Es decir, aunque para vosotros sean forasteros los que se unen a vuestro pueblo de entre los extranjeros, y aunque sean huéspedes, o sea habitan en tierra propia, no obstante, todos vosotros sois también ante mí como forasteros y huéspedes. Dios dice esto, no sólo a los israelitas, porque les dio la tierra de las demás gentes que él expulsó, sino a cualquier hombre, porque ante Dios, que permanece eternamente y que llena el cielo y la tierra con su propia presencia, como está escrito, todo hombre es un forastero al nacer y huésped al vivir, porque es impulsado a emigrar con la muerte.
92 (Lv 25,24). Luego añade lo siguiente: Y por toda la tierra de vuestra posesión daréis la recompensa a la tierra, como inquilinos, o el rescate. Si no me equivoco, aquí se refiere a lo que devolvían de la tierra en cierto modo cuando interrumpían su cultivo cada siete y cada cincuenta años166, cosa que la Escritura denomina año de remisión. Así el descanso de la tierra, como recompensa por la habitación, o el rescate fuera de aquel de quien es la tierra, esto es, de Dios su creador.
93 (Lv 26,11). Y pondré mi tabernáculo en medio de vosotros y mi alma no os abandonará. Dios dice que su voluntad es su alma. Porque Dios no es un ser animado que tiene cuerpo y alma. Ni su sustancia es como la de la criatura, que se llama alma, que él hizo, como el propio Señor atestigua por medio de Isaías, diciendo: Y yo he hecho todo soplo167. Lo que el texto dice a continuación pone en evidencia que se trata del alma del hombre. Pues como cuando Dios habla de sus ojos y de sus labios o cita otras palabras relativas a los miembros corporales, nosotros, naturalmente, no pensamos que Dios está definido por una forma corporal, sino que todos aquellos términos referentes a los miembros corporales sólo los consideramos como efectos de las actuaciones y potencias de Dios; de la misma manera, cuando Dios habla de su alma, debemos entender que se trata de su voluntad. Efectivamente, aquella naturaleza perfecta y simple, que se llama Dios, no consta de cuerpo y espíritu, ni es mutable por el propio espíritu como lo es el alma. Pero Dios también es espíritu, y es siempre el mismo, él en quien no hay cambio alguno168. De aquí sacaron su argumentación los apolinaristas para decir que el hombre, Cristo Jesús169, mediador entre Dios y los hombres, no tuvo alma, sino que fue únicamente Verbo y carne, al decir aquellas palabras: Mi alma está triste hasta la muerte170. Pero de su actuación, que se nos manifiesta por la verdad del Evangelio, aparecen las actuaciones del alma humana tan claras que es una demencia ponerlo en duda.
94 (Lv 26,33,34). ¿Qué significa el hecho de que, al amenazar Dios con las penas debidas a la desobediencia, diga, entre otras cosas: Y os consumirá la espada desenvainada. Y luego añade: Y vuestra tierra quedará desierta, y vuestras ciudades quedarán desiertas. Entonces sentirá bien la tierra sus sábados durante todos los días de su desolación y vosotros estaréis en el país de vuestros enemigos. ¿Cómo los devorará la espada, si estarán en el país de sus enemigos? ¿Los devorará quizá en el propio país, porque con el estrago de las muertes no sucederán allí los hechos? ¿O dice: Os consumirá, queriendo decir: «os matará», de modo que pertenezcan a esta ruina los que caerán a espada, pero no todos, porque poco después añade: A los que queden de vosotros, les infundiré pánico en su corazón?171 ¿O la expresión: Os consumirá es una hipérbole, como es una hipérbole decir que su número será como la arena del mar?172De acuerdo con este mismo modo de expresarse se dice también lo que viene a continuación: Y el ruido de una hoja caída los perseguirá. Esto quiere decir que su temor será tan grande, que hasta las cosas más pequeñas se lo infundirán.
CUESTIONES SOBRE EL HEPTATEUCO
Traducción: Olegario García de la Fuente
LIBRO IV
Cuestiones sobre los Números
1 (Nm 1,1-44). ¿Qué significa que se mande que los jefes sean elegidos para cada una de las tribus y se les llame jiliárjous? Algunos traductores latinos los llaman «tribunos». Pero el nombre de jilíarjoi parece derivarse de mil. Cuando Jetró dio a su yerno Moisés el consejo, aprobado también por Dios, de organizar al pueblo bajo los jefes, de manera que no todas las causas de todos los ciudadanos gravaran sobre Moisés arruinando sus fuerzas, Jetró llamó jiliárjous a los que mandarían sobre mil hombres, ekatontárjous a los que mandarían sobre cien, pentakontárjous a los que mandarían sobre cincuenta y dekadárjous a los que mandarían sobre diez, llamados así por el número de personas sobre las que mandaban¹. ¿Hay que tomar también aquí el número jilíarjoi en el sentido de que cada uno de ellos mandaba sobre mil hombres? Ciertamente no. Porque todo el pueblo de Israel, en su totalidad, no estaba entonces formado por doce mil hombres. Eligió, en efecto, a cada uno de ellos de cada una de las tribus. Esas doce tribus no comprendían, naturalmente, mil hombres, sino muchos miles. Por tanto, se les denomina igual que a los que en el Éxodo se les llamaba jilíarjoi, porque cada uno de ellos era jefe de mil hombres. Pero cada uno de éstos era jefe de mil, porque el significado del nombre es el mismo, ya venga de mil (mille), ya del millar (milibus), de modo que efectivamente se llamen jilíarjoi.
2 (Nm 1,20.21). Podemos preguntar con razón qué significa el hecho de que, cuando se computan para cada una de las tribus los hijos de Israel en edad militar, se diga para cada una de ellas: según sus parentelas, según sus pueblos, según las casas de sus familias, según el número de sus nombres, según su cabeza. Estas cinco cosas se repiten de manera absolutamente igual hasta terminar el cómputo de todas las tribus, como si una cosa fuera según sus parentelas, y otra, según sus pueblos, y otra, según las casas de sus familias, y otra, según el número de sus nombres, y otra, según su cabeza, cuando en realidad parece más bien que se indica la misma cosa con palabras distintas. Pero llama la atención que se repitan las mismas cosas con tanto cuidado para todas las tribus. Y así cualquiera puede opinar que esto no se hace sin razón, aunque no sepa el motivo. Sin duda existe uno, pues el propio número insinúa algún misterio, y así ese número se repite cinco veces seguidas. Este número, que es el mismo de los cinco libros de Moisés, el número cinco se recomienda sobre todo en el Antiguo Testamento. Pero aquellas cuatro cosas que luego se relacionan, a saber, los varones, de veinte años para arriba, todo el que aventaja en valor el recuento de ellos, aunque también estas cosas se repitan casi de la misma manera para cada tribu, tienen, no obstante, la necesaria diferencia. Porque cuando se trataba del número de toda la gente perteneciente a una tribu, había que distinguir el sexo. Por eso se dice: todos los varones. Y para que no se contaran también los niños, se añadió: de veinte años para arriba. Para que no se contara la juventud con los viejos, se añadió: todo el que aventaja en valor. Y termina todo con la referencia a lo que se estaba haciendo, y por eso se dice: el recuento de ellos. Porque el recuento se hacía para contar estos miles de hombres. Ahora bien, aquellas cinco cosas: «parentelas, pueblos, casas de familias, número de nombres y cabeza», y estas otras cuatro: «sexo, edad, fuerza y recuento», quizá insinúen algo con ese número. Porque si estos dos números, el cinco y el cuatro, se multiplican uno por otro, por ejemplo, cinco por cuatro, o cuatro por cinco, son veinte. Con este número se indica también la edad de los adolescentes. Y este número se recuerda también cuando el pueblo entra en la tierra de promisión y se recuerda aquella edad de veinte años que no había declinado ni a la derecha ni a la izquierda. Me parece que aquí están significados los fieles santos de ambos Testamentos, que tienen la verdadera fe. Porque el Antiguo Testamento sobresale principalmente por los cinco libros de Moisés, y el Nuevo, por los cuatro evangelios.
3 (Nm 1,51). Cuando la Escritura habla de desmontar, trasladar y levantar el tabernáculo, dice: Y el extranjero que se acerque, morirá. Este extranjero se refiere también a los hijos de Israel que no pertenecían a aquella tribu que tenía la misión de servir en el tabernáculo, es decir, quien no fuera de la tribu de Leví. Pero sorprende que se llame aquí extranjero abusivamente a quien más propiamente es hombre de otra raza, esto es, allogenés y no allófulos, que significa hombre de otra tribu. La Escritura emplea aquel nombre más bien para designar a los hombres de otros pueblos, de modo que se llaman alófilos como si fueran hombres de otras tribus.
4 (Nm 3,5-7). Y habló el Señor a Moisés, diciendo: «Toma la tribu de Leví y los pondrás delante del sacerdote Aarón y le servirán y guardarán sus guardias y las guardias de los hijos de Israel ante el tabernáculo del testimonio». Algunos de nuestros traductores llaman «guardias» (custodias) y otros, «centinelas» (excubias) a lo que el texto griego designa como fulakás. En realidad, sería mejor llamarlas «vigilias» (vigiliae), porque tenían la misión de vigilar el campamento cada tres horas. Por eso dice la Escritura: Y a la cuarta vigilia de la noche vino hacia ellos caminando sobre el mar². Esto corresponde a después de las nueve de la noche, o lo que es lo mismo, después de tres vigilias. Y en muchos otros lugares de las Escrituras nuestros traductores tradujeron también por vigilias (vigiliae) lo que los griegos denominan fulakás. En esos textos no cabe duda alguna de que se trata de espacios de tiempo durante la noche. Y esto es lo que creo que significa aquí. Los levitas, en efecto, reciben la orden de guardar las guardas de Aarón y las guardas de los hijos de Israel, es decir, las fulakás. Y esto quizá se les manda para que no pensaran que estaban exentos de guardar las vigilias que propiamente suelen guardarse en el campamento por el honor que tenían de servir en el tabernáculo, cuando también ellos debían observar, a su vez, no menos que los demás, por motivo de los trabajos que realizaban en el tabernáculo, las vigilias que había que guardar en los demás campamentos que hubiera todo alrededor de los hijos de Israel.
5 (Nm 3,10.38). El extranjero que lo toque, morirá. Hay que indagar por qué el Levítico dice: Quien toque el tabernáculo, quedará santificado³, cuando aquí se dice: El extranjero que lo toque, morirá. Y este texto se refiere a los que no eran de la tribu de Leví. ¿Se refiere aquí el verbo «tocar» al obsequio del servicio, cosa que solamente los levitas debían prestar al tabernáculo, según estaba mandado? El texto, en efecto, hablaba de ellos.
6 (Nm 3,12-14; 41-47). Dios destina para sí a los levitas en lugar de los primogénitos de los hijos de Israel, y lo hace de modo que, contados los primogénitos del pueblo, los que superaran el número de los levitas serían rescatados por dinero a razón de cinco siclos por cada uno. Esto, desde luego, no se hizo con los ganados. Dios quiso que los ganados de los levitas fueran para él en lugar de los primogénitos de los ganados de Israel. ¿Cómo podrían pertenecer a Dios después los primogénitos de ellos y los ganados de ellos, puesto que mandó que los primogénitos impuros de los hombres fueran cambiados también por ovejas? ¿Cómo no se computaban también después por estos primogénitos los hijos de los levitas? —pues permanecía en la descendencia la misma tribu, que podría computarse por los primogénitos que siguieran—. La razón es que fue justo que los que nacieran de aquellos que ya pertenecían a la porción del Señor, constituida por los primogénitos que salieron de Egipto, Dios ya los tendría como propios suyos, descendientes de los suyos, y no podrían computarse justamente por los que deberían darse después a Dios como primogénitos. De todo el pueblo y de todos los ganados del pueblo se dio a Dios la porción correspondiente a los primogénitos. Y esta porción eran los levitas y sus ganados. Si engendraban algo, esto ya era de Dios. Pero esto no podía darse como proveniente del pueblo, puesto que ya no era del pueblo. Y por eso, los primogénitos que se debían dar después, había que darlos a Dios y no se podían computar en su lugar ni los descendientes de los levitas ni sus ganados.
7 (Nm 4,7). Cuando el Señor ordenó quitar la mesa, ordenó quitar también con ella los panes, diciendo: Y los panes que siempre estarán sobre ella. Evidentemente, no estaban siempre los mismos panes sobre la mesa, sino otros parecidos, puesto que se quitaban todos los días y se ponían recientes diariamente. La condición era que la mesa no quedara nunca sin panes. Por eso se dijo: Que siempre estarán sobre ella. Siempre estarán allí los panes, pero no siempre los mismos panes.
8 (Nm 4,11). Y sobre el altar de oro cubrirán un paño de púrpura y lo cubrirán con una cubierta de piel de color púrpura. Podría parecer que la frase: Y sobre el altar de oro cubrirán un paño de púrpura, que los traductores latinos no quisieron traducir como si se tratara de algo absurdo e incompleto, debería decir como que el altar de oro lo deberían cubrir con un paño de púrpura. Porque la frase: Cubrirán un paño de púrpura parece significar que el paño sería cubierto con otra cosa, no que el altar sería cubierto con un paño. A mí me parece que no se trata tanto de un género especial de expresión cuanto de un sentido oscuro. Puede entenderse así: Y sobre el altar de oro cubrirán un paño de púrpura, es decir, se habría mandado cubrir el paño de púrpura con otra cosa. El paño ese ya estaría sobre el altar. Y así se aludiría brevemente a las dos cosas: a que el altar debería estar cubierto con un paño de púrpura, y a que el paño de púrpura debería ser cubierto con otra cosa. Finalmente, se aludió al objeto con que debería cubrirse el paño de púrpura, al decir: Y lo cubrirán con una cubierta de piel de color púrpura.
9 (Nm 5,6-8). Cualquier hombre o mujer que cometa cualquier pecado humano y mirando con desdén desprecie y cometa un delito, aquella alma confesará el pecado que cometió y restituirá el delito, la totalidad, y añadirá sobre ello un quinto más y se lo devolverá a aquel contra quien delinquió. Pero si el hombre no tuviera prójimo para devolverle el delito, a él mismo, el delito que se devuelve al Señor será para el sacerdote, además del carnero de la propiciación por medio del cual hará la expiación por él. Aquí se trata de aquellos pecados cometidos en cosas que pueden restituirse con dinero. Porque de otro modo no se diría el modo como deberían ser restituidas las cosas si no se tratara de daños pecuniarios. Se ordena devolver la totalidad y un quinto más, es decir, todo, sea lo que sea, y otro quinto, además del carnero que había que ofrecer como sacrificio para expiar el delito. Se manda también que lo que se restituya sea para el sacerdote. Debe ser para él la totalidad y esa quinta parte si no está el prójimo contra quien se cometió el delito. Y se entiende que hay que entregar al Señor lo que pertenezca al sacerdote si el hombre que sufrió el daño no sobrevive, ni tampoco su prójimo, quien, según creo yo, debe entenderse su heredero. La Escritura no dice nada acerca del propio hombre. No obstante, cuando se dice: Si no tuviera prójimo, se insinúa con este modo conciso de hablar que hay que buscar al prójimo si no se encuentra al perjudicado. Si tampoco existe el prójimo, hay que restituirlo al Señor, para que no quede impune el pecado cometido. Pero la cosa no se destina al sacrificio, sino que será para el sacerdote. Así hay que separar las palabras de la Escritura: Pero si el hombre no tuviera prójimo para devolverle el delito, a él mismo. El final de la frase: a él mismo, es un modismo de la Escritura. O quizá dijo: a él mismo, o sea, que le pertenece a él, que él lo posee. Después continúa: El delito que se devuelve al Señor será para el sacerdote. Se llama «delito» a la cosa quitada por medio del delito, que se devuelve.
10 (Nm 5,6-7). Podemos preguntar por qué en el Éxodo se dice que, si uno roba un buey o una oveja, debe restituir cinco bueyes o cuatro ovejas, si los mató o los vendió, pero si lo que robó, lo tiene todo en su poder, debe restituir el doble4; en cambio, aquí se manda restituir la totalidad y un quinto más, cosa que está lejos incluso del doble, mucho más lejos del cuádruplo y más aún del quíntuplo. La explicación pudiera estar en que aquí se dice: Cualquier hombre o mujer que cometa cualquier pecado humano, entendiendo por pecados humanos los pecados de ignorancia. Porque puede suceder que uno, prestando poca atención por negligencia, haga propia una cosa ajena. Lo cual es pecado precisamente porque, si se prestara atención, no se cometería. Y el autor ha querido que esto se restituya, devolviendo la totalidad y un quinto más, y no ha querido castigarlo como los hurtos. Porque si pensáramos que aquí se trata de hurtos y fraudes, que se cometen, no por la ignorancia de la negligencia, sino con ánimo de robar y defraudar, y se les llama pecados humanos, porque se hacen contra los hombres, la solución de este problema consistiría, si no me equivoco, en que el que cometió el pecado, no devolvería ni siquiera el doble, precisamente porque no es sorprendido ni convencido, sino que él confiesa su delito a los que no saben quién lo hizo ni si se hizo. La Escritura, en efecto, dice así: Cualquier hombre o mujer que cometa cualquier pecado humano y mirando con desdén desprecie y cometa un delito, es decir, cometa estas cosas con desprecio. Y luego añade: Aquella alma confesará el pecado que cometió y restituirá el delito, la totalidad y un quinto más5. Quizá se impone esto solo, porque él mismo confesó el pecado y, por tanto, no debería ser castigado con la misma pena con que se debería castigar al ladrón sorprendido y convicto.
11 (Nm 5,21). La Escritura afirma que el sacerdote deberá decir a la mujer que el marido lleva bajo sospecha de adulterio las siguientes palabras: Que el Señor te ponga como maldición y execración. Con respecto a estas palabras hay que decir que el griego tiene enórkion. Esta palabra parece significar «juramento por execración». Es como si uno dijera: Que no me suceda esto o aquello. O como si uno jurara: Que me suceda esto o aquello si hiciera o no hiciera esto o aquello. De esta misma manera se dice aquí: Que el Señor te ponga como maldición y execración. Es como si se dijera: Como juran respecto a ti lo que jurarán por execración, de igual manera no les acontezca, o les acontezca esto si no hicieran aquello.
12 (Nm 6,14). Y presentará su ofrenda al Señor: un cordero de un año, sin defecto, como holocausto; una cordera de un año, sin defecto, como pecado. Algunos de nuestros traductores no quisieron traducir esto de este modo para evitar una expresión inusitada y dijeron: pro peccato (por el pecado) y no: in peccatum (como pecado), a pesar de tener esa expresión un sentido que no debía ser perturbado. En efecto, se dice: in peccatum (como pecado), porque lo que se ofrecía por el pecado, se llamaba pecado. Y para confirmarlo, tenemos lo que dice el Apóstol acerca de Cristo el Señor: Al que no había conocido pecado, lo hizo pecado por nosotros6. Dios Padre hizo de Dios Hijo pecado por nosotros, esto es, sacrificio por el pecado. Por consiguiente, como el cordero era ofrecido como holocausto, de modo que el propio animal era holocausto, así también la cordera era ofrecida como pecado, de modo que el propio animal fuera pecado, se convirtiera en sacrificio por el pecado. De esta misma manera, más adelante se dice que el carnero será para la salvación, como si el propio animal fuera salvación, cuando en realidad era sacrificio de salvación. Cosa que luego se pone de manifiesto, repitiéndola, porque dice también que es pro peccato (por el pecado) lo que antes había llamado in peccatum (como pecado). Y se llama sacrificio de salvación7 lo que antes se había llamado sacrificio para la salvación.
13 (Nm 8,23-24). Y habló el Señor a Moisés, diciendo: «Esto hay acerca de los levitas». Otros han traducido así: Esta es la ley acerca de los levitas. Pero las palabras: Esto hay acerca de los levitas, significan: Esto establezco acerca de los levitas.
14 (Nm 8,24-26). Después sigue: Desde los veinticinco años para arriba entrarán a otorgar el servicio de las obras en el tabernáculo del testimonio; y a partir de los cincuenta años se retirará de la administración y no trabajará más —y servirá su hermano— en el tabernáculo del testimonio para guardar las guardias, pero el servicio no lo desempeñará. El hipérbaton hace oscuro el sentido, y está tan confuso que parece referirse al hermano, cuando dice: para guardar las guardias. Pero en realidad se refiere al que cesará en los trabajos. A éste le quedará como misión guardar las guardias en el tabernáculo del testimonio; pero no desempeñará el servicio. Este servicio lo realizará su hermano, el que no ha llegado aún a la edad de cincuenta años, comenzando el servicio a partir de los veinticinco. Por tanto, hay que dividir el texto de la manera siguiente: A partir de los cincuenta años se retirará de la administración y no trabajará más y servirá su hermano. Después vuelve a hablar de aquel levita de cincuenta años, de quien había hablado antes, y acerca de él explica las demás cosas diciendo: Guardar las guardias en el tabernáculo del testimonio, pero el servicio no lo, desempeñará. Al verbo guardar hay que anteponerle «comenzará», como si dijera con un solo verbo «guardará las guardias», pues en las frases latinas suele ponerse habitualmente el verbo en infinitivo en lugar de en un tiempo finito.
15 (Nm 9,6-12). Como, en tiempo de Pascua, algunos que estaban impuros a causa del alma del hombre, es decir, por motivo del contacto de un cadáver, preguntaran cómo podrían celebrar la Pascua, puesto que, según la ley, tenían que purificarse de la impureza durante siete días, Moisés consultó al Señor y recibió esta respuesta: «Si a alguno le sucediera eso, o estando en un lugar muy alejado, no pudiera acudir, debería celebrar la Pascua en otro mes cerca del día catorce del mes», de acuerdo con la observación de la fecha de la luna. Pero si casualmente se le presentara esa misma impureza también en torno al segundo mes, pienso que habría que retener como cosa regular lo que se dice acerca del segundo mes, es decir, que celebraran la Pascua en el tercer mes o por lo menos que no tuviera culpa quien no celebrara la Pascua impedido por una necesidad semejante.
16 (Nm 9,15-23). El día en que se erigió el tabernáculo, la nube cubrió el tabernáculo, la casa del testimonio. Y por la tarde había sobre el tabernáculo algo como fuego hasta la mañana. Así sucedía siempre: la nube lo cubría de día y algo como fuego por la noche. Cuando se levantaba la nube de encima del tabernáculo, y después levantaban el campamento los hijos de Israel. Y en el lugar en que se paraba la nube, allí colocaban el campamento los hijos de Israel. A la orden del Señor colocarán el campamento los hijos de Israel y a la orden del Señor lo levantarán. Todos los días que la nube da sombra sobre el tabernáculo, los hijos de Israel estarán en el campamento. Y cuando la nube se hubiera detenido sobre el tabernáculo un número de días, y guardarán los hijos de Israel la guardia de Dios y no levantarán (el campamento). Y sucederá que cuando se haya detenido la nube pocos días sobre el tabernáculo, a la voz del Señor estarán en el campamento y a la orden del Señor levantarán el campamento. Y sucederá que cuando haya estado la nube desde la tarde hasta la mañana y haya subido la nube por la mañana, y levantarán el campamento de día o también levantarán el campamento de noche, si subiera la nube. Durante el día o durante el mes del día, cuando la nube lo cubra abundantemente, los hijos de Israel estarán en el campamento y no levantarán el campamento, porque a la orden del Señor levantarán el campamento. Guardaron la guardia del Señor, según la orden del Señor por medio de Moisés.
Todo este pasaje hay que explicarlo con esmero, porque está oscurecido por un lenguaje inusitado. Dice así: El día en que se erigió el tabernáculo, la nube cubrió el tabernáculo, la casa del testimonio. Al tabernáculo se le llama casa del testimonio. Y por la tarde había sobre el tabernáculo algo parecido al fuego hasta la mañana. Así sucedía siempre. Luego dice detalladamente lo que sucedía siempre: La nube lo cubría de día y algo como fuego de noche. Y cuando se levantaba la nube de encima del tabernáculo, a continuación levantaban el campamento los hijos de Israel. Esta frase no sería oscura si no fuera por el modismo que añade y. Pues el orden de palabras sigue perfectamente, aunque falte aquella conjunción. La frase discurriría así: Y cuando se levantaba la nube de encima del tabernáculo, después levantaban el campamento los hijos de Israel. La frase tendría sentido cabal, aunque faltara incluso la palabra después. Luego continúa diciendo: Y en el lugar en que se paraba la nube, allí colocaban el campamento los hijos de Israel.
Una vez relatado todo esto que hacían, según la orden del Señor, el texto continúa: A la orden del Señor colocarán el campamento los hijos de Israel y a la orden del Señor lo levantarán. Se llama orden del Señor a la señal que se producía en la nube, ya estuviera quieta, dando sombra al tabernáculo, para que también el campamento estuviera parado; ya cuando subía y se movía hacia otro sitio, para que los hebreos la siguieran, levantando el campamento. En esta frase cambia el modo del narrador, y como quien predice y preanuncia algo, comienza a pronunciar las palabras del tiempo futuro. Pues no dice: A la orden del Señor «colocaban» el campamento los hijos de Israel, sino colocarán. No dice tampoco: A la orden del Señor «levantaban», sino levantarán. Y conserva este mismo modismo también en lo que sigue, modismo muy poco usado en las Escrituras. Porque sabemos que se han predicho muchas veces cosas futuras con palabras de tiempo pasado, por ejemplo: Han taladrado mis manos y mis pies8; y: fue llevado como oveja al matadero9, y muchísimos otros ejemplos. Pero muy difícilmente se puede encontrar en las Escrituras que el narrador de cosas pasadas use palabras de tiempo futuro.
Por consiguiente, después de decir a qué señal del día o de la noche levantaba el pueblo el campamento o lo colocaba, para no hacernos pensar que solían caminar de noche y descansar de día y que hacían esto mismo todos los días, el texto sigue diciendo: Todos los días que la nube da sombra sobre el tabernáculo, los hijos de Israel estarán en el campamento. Y cuando la nube se hubiere detenido sobre el tabernáculo un número de días. A continuación se advierte que esto no sucede por necesidad de ellos, sino por voluntad de Dios. Y se añade: Y guardarán los hijos de Israel la guardia de Dios, la guardia que ordenó Dios. Y no levantarán (el campamento). Y como si uno preguntara: ¿Y cuándo levantarán (el campamento)? se dice: Y sucederá que cuando se haya detenido la nube un número de días sobre el tabernáculo —un cierto número de días, los días que Dios quiera, naturalmente—, a la voz del señor estarán en el campamento y a la orden del Señor levantarán el campamento. Parece ser que llama voz del Señor a la señal que Dios da acerca de la parada o la marcha de la nube, porque también la voz del que habla es sin duda la señal de su voluntad. Con respecto a lo que sigue: Y a la orden, pienso que se trata de la misma señal. Aunque la voz y la orden del Señor podría también equivaler a la frase, frecuente en la Escritura: «Habló a Moisés» y «mandó que se hiciera esto». Porque los hebreos no sabrían que deberían levantar el campamento, al levantarse la nube, ni que deberían quedarse, al quedarse la nube, si no se les hubiera mandado esto de antemano.
Por lo que llevamos dicho hasta ahora todavía no aparece si los hebreos sólo andaban de día o andaban también de noche, según la señal que les daba la nube con su movimiento. Porque tal vez, aunque se quedaran muchos días en el campamento, al no levantarse la nube, pudieron creer que la nube no solía subir del campamento ni dar la señal de salida más que de día. El texto sigue diciendo: Y sucederá que cuando haya estado la nube desde la tarde hasta la mañana y haya subido la nube por la mañana, y levantarán el campamento de día. Aquí se ha vuelto a poner la conjunción copulativa «y», según la costumbre de la Escritura. Quitándola, queda perfecto el sentido del modo siguiente: Y sucederá que cuando haya estado la nube desde la tarde hasta la mañana y haya subido la nube por la mañana, levantarán el campamento de día. Puesto que si la nube subía de noche, levantaban también el campamento y realizaban el viaje de noche, si recibían aquella señal, se añade después lo siguiente: O también levantarán el campamento de noche, si subiera la nube. La expresión es bastante inusual, porque no sólo se ha puesto el et (también), sino que está puesto de la manera que no suele ponerse. Por eso, a mí me parece que el orden de palabras está invertido, como suele suceder muchas veces también en las expresiones latinas. Y este modo de expresión se llama anástrofe. Por tanto, el sentido sería clarísimo si se dijera así: «O también de noche, si subiera la nube, levantarán el campamento», o por lo menos si se dijera así: «Si también de noche subiera la nube, levantarán el campamento».
Sin embargo, todavía podría ocurrírsele a uno que quisiera saber si, como sabemos que solían caminar durante el día o durante la noche o estar parados en el campamento durante el día y durante la noche, de acuerdo con la señal de la nube, también acostumbrarían a quedarse quietos solamente durante aquellos días en cuyas noches también salieran de camino. Y yo creo que la Escritura da la respuesta en el texto siguiente: Durante el día o durante el mes del día, cuando la nube cubra abundantemente, los hijos de Israel estarán en el campamento y no levantarán el campamento. Puesto que había dicho: O también levantarán el campamento durante la noche, si subiera la nube, es como si quedara por decir: «de día, si no subiera, no levantarán el campamento», cuando casi parecía que debían levantarlo. Pero como muchos días podía suceder incluso que anduvieran durante las noches, al levantarse la nube, y no anduvieran durante los días, al permanecer la nube, por eso, se dijo: Durante el día o durante el mes del día. No se dice «durante el mes», para que no se incluyeran allí también las noches del mismo mes, sino que se dice: durante el mes del día, esto es, durante el mes por la parte que es de día, no por la parte que es de noche. Así, durante el día o durante el mes del día, cuando la nube lo cubra abundantemente —si la nube es amplia al cubrirlo o si lo cubre ampliamente—. Lo cubra —se refiere al tabernáculo—, los hijos de Israel estarán en el campamento y no levantarán el campamento. Por último, se repite que todo esto se hizo por la autoridad de Dios, a la que naturalmente no es lícito oponerse. Dice así: Porque a la orden del Señor levantarán el campamento. Guardaron la guardia del Señor, según la orden del Señor por medio de Moisés. Vuelve de nuevo a poner el verbo en tiempo pasado, diciendo: Guardaron. La frase final: Por medio de Moisés, es una expresión frecuentísima en las Escrituras, puesto que Dios mandaba estas cosas por medio de Moisés.
17 (Nm 10,7). Cuando congreguéis la asamblea, tocaréis la trompeta, pero no como señal. Por tanto, mandó que no se cantara para reunir a la asamblea —porque si se hace así, es una señal—. Así pues, congregada ya la asamblea, se manda entonces tocar la trompeta, como si esto ya correspondiera al canto, y no para dar la señal, con la que se amonesta a hacer algo. Por consiguiente, como una vez reunida ya la asamblea, tocaban las trompetas, cualquier persona del Nuevo Testamento interpreta esto en sentido espiritual, y por eso es una señal para el que entiende el motivo por el cual se hace. Y, en cambio, no es señal para los que no lo entienden. Y únicamente lo sería cuando se hacía para indicar que era necesario hacer alguna cosa.
18 (Nm 11,17). Y tomaré parte del espíritu que hay en ti y lo pondré sobre ellos. Y llevarán contigo la carga del pueblo, y no los llevarás tú solo. Muchos traductores latinos no tradujeron este texto como está en griego, sino que lo hicieron así: Y tomaré parte de tu espíritu que hay en ti y lo pondré sobre ellos o lo pondré en ellos, y nos transmitieron un sentido difícil de entender. En efecto, puede uno pensar que se trata del espíritu del hombre, que forma, junto con el cuerpo, la naturaleza humana, la cual consta de cuerpo y espíritu, llamado también alma. El Apóstol dice lo siguiente acerca de este espíritu: Porque ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie sabe lo íntimo de Dios sino el Espíritu de Dios. Lo que dice a continuación: Pero nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que procede de Dios10, demuestra claramente que el espíritu de Dios es algo distinto, de lo cual participa el espíritu del hombre por la gracia de Dios. Pero, como han traducido otros, en las palabras siguientes podría entenderse también el Espíritu de Dios: parte de tu espíritu que hay en ti. El autor habría dicho tu espíritu, porque el Espíritu de Dios, cuando lo recibimos, también se hace nuestro. Es como lo que la Escritura dice acerca de Juan: en el espíritu y en el poder de Elías¹¹. Evidentemente, el alma de Elías no había pasado a él. Y si esto lo piensan algunos con herética perversidad, ¿qué dirían acerca de aquel texto que afirma: El espíritu de Elías descansó sobre Eliseo?¹² Es claro que Eliseo tenía ya su propia alma. Por eso, el texto se refiere al Espíritu de Dios, que había de obrar también por medio de él lo mismo que había obrado por medio de Elías, no porque el espíritu se hubiera marchado de él para poder llenar a Eliseo, ni porque estuviera menos repartido en Elías para que pudiera estar también en Eliseo alguna parte de él. Dios es el único que podría estar en todos en quienes quisiera estar por aquella gracia. Ahora bien, como se dice: Y tomaré parte del espíritu que hay en ti, y no se dice: de tu espíritu, la solución del problema es más fácil, porque entendemos que Dios no quiso significar ninguna otra cosa más que ellos tendrían también la ayuda de la gracia procedente del mismo espíritu, del que participaba Moisés. Y que por eso tendrían la cantidad de espíritu que Dios quisiera, pero no de modo que Moisés tuviera menos.
19 (Nm 11,21-23). Y dijo Moisés: «Son seiscientos mil de a pie entre los que estoy, y tú has dicho: Yo les daré carne, y comerán durante un mes de los días». ¿Se matarán acaso para ellos ovejas y bueyes y les bastará? ¿O se juntarán para ellos todos los peces y les bastarán? Suele preguntarse si Moisés habría dicho esto por desconfianza o investigando. Si pensamos que lo dijo por desconfianza, entonces surge la cuestión de saber por qué el Señor no le reprendió por ello, como le reprendió porque parece que dudó del poder del Señor junto a la roca de la que manó agua. Pero si decimos que Moisés dijo esto queriendo saber el modo como se llevaría a cabo, la respuesta del Señor, cuando le dice: ¿No bastará acaso la mano del Señor?¹³, parece que son palabras de quien le recrimina el que no hubiera creído en ello. Pero yo pienso que hay que entender que el Señor le respondió así, como si no hubiera querido decir el modo como se iba a realizar ese hecho futuro, que Moisés deseaba conocer, sino que Dios pretendió más bien demostrar su poder con la propia obra que realizaba. Los calumniadores podían objetar también a María cuando dijo: ¿Cómo sucederá esto, pues no conozco varón?, que había creído menos. Al preguntar el modo, no había dudado del poder de Dios. Con respecto a la respuesta que recibió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra14, podía también habérsele respondido como aquí: ¿Hay algo imposible para el Espíritu Santo, que vendrá sobre ti? De este modo se conservaría el mismo sentido. Y, sin embargo, diciendo Zacarías una cosa parecida, se le reprende por su incredulidad y se le castiga con la mudez15. ¿Por qué? Porque Dios no juzga las palabras, sino los corazones. Porque, si no, podían también haber hallado excusa las palabras de Moisés junto a aquella roca de la que manó agua, si no hubiese sido clara la sentencia divina contra él en el sentido de que había dicho aquellas palabras por desconfianza. En efecto, las palabras tienen el siguiente tenor: Escuchadme, incrédulos: «¿Os sacaremos agua de esta roca?» Y luego continúa: Y levantando Moisés su mano, golpeó la roca dos veces con la vara y salió mucha agua, y bebió la comunidad y sus ganados16. Evidentemente, para esto reunió al pueblo, para esto tomó aquella vara con la que había hecho tantos milagros y con ella golpeó la roca, y de allí se siguió el efecto del poder que solía tener. Por consiguiente, las palabras que dijo: ¿Os sacaremos agua de esta roca?, podrían tomarse en el sentido de que hubiera querido decir: evidentemente, según vuestra incredulidad, de esta roca no puede sacarse agua, para demostrar al fin, golpeándola, que había podido salir agua por intervención divina, cosa que ellos, por su incredulidad, no creerían, sobre todo después de haberles dicho: Escuchad, incrédulos. Así podrían interpretarse estas palabras, si Dios, que ve los corazones, no indicara con qué intención se dijeron17. Pues la Escritura sigue diciendo: Y dijo el Señor a Moisés Y a Aarón: «Puesto que no habéis creído, honrándome en presencia de los hijos de Israel, por esto no llevaréis vosotros a esta asamblea hasta la tierra que les he dado18. Ahora se comprende que Moisés dijera aquellas palabras como golpeando la roca con duda, de manera que, si no se seguía el efecto, la gente pensara que había predicho eso, al decir: ¿Os sacaremos agua de esta roca? Y esto sería una cosa totalmente oculta en la intención de Moisés, si la primera sentencia de Dios no la hubiera puesto de manifiesto. Por el contrario, en este pasaje las palabras de Moisés acerca de la carne prometida debemos entenderlas más bien en el sentido de que fueron unas palabras para preguntar el modo de realización de la cosa, y no surgidas de la desconfianza, puesto que no sigue ninguna sentencia del Señor reprendiéndole, sino más bien unas palabras para instruirle.
20 (Nm 12,1). Suele preguntarse si la mujer etíope de Moisés es la misma hija de Jetró o si Moisés se casó con otra o con más. Es probable que sea la misma mujer. Esta mujer era madianita. Y los madianitas aparecen en los libros de los Paralipómenos bajo el nombre de etíopes, cuando Josafat luchó contra ellos. En estos textos se dice que el pueblo de Israel los persiguió en el sitio en donde habitan los madianitas19, y que ahora se llaman sarracenos. Ahora casi nadie los llama etíopes, pues suelen cambiarse muchas veces con el tiempo los nombres de los lugares y de los pueblos.
21 (Nm 13,18-26). Y les dijo: «Subid por este desierto y subiréis al norte y veréis cómo es la tierra y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si son pocos o muchos». Cuando dice: Si es fuerte o débil, se entiende que ha querido decir: Si son pocos o muchos. Porque ¿cómo se podría conocer la fortaleza de las fuerzas humanas mirando desde un monte? Pero podría haber también otro sentido mucho más congruente con la realidad. Al decir: Subiréis al monte, quiere indicar el propio país que iban a explorar. Porque no podrían presentarse fácilmente como espías cuando miraban todas las cosas como peregrinos. Porque si pensáramos que habían visto el país desde la cumbre de una montaña y lo habían explorado, ¿cómo podrían haber indagado todo lo que Moisés les había ordenado indagar? ¿Cómo habrían podido entrar en las ciudades en las que entraron, según dice la Escritura? ¿Cómo habrían podido coger en aquel valle un racimo de uvas, que dio nombre a aquel lugar, de tal modo que se le llamara el valle del Racimo de uvas? Según esto, el país se exploraba en el propio monte, pues él era el que debía ser explorado. Y había allí un lugar más bajo, de cuyo valle se había cogido un racimo de uvas.
22 (Nm 13,33). Y extendieron el pavor del país que habían explorado. «El pavor del país» no se refiere al miedo que tenía el propio país, sino al que habían cogido a aquel país.
23 (Nm 14,9). Caleb y Jesús, hijo de Nave, cuando hablaron al pueblo para que no temieran entrar en la tierra prometida, dijeron entre otras cosas: Pero vosotros no temáis a la gente del país, porque son para nosotros como el alimento. Pues se les ha pasado su tiempo; en cambio, el Señor está con nosotros. No los temáis. La frase: Son para nosotros como alimento, quiere decir: «los consumiremos». En cuanto a la frase siguiente: Pues se les ha pasado su tiempo; en cambio, el Señor está con nosotros, hay que advertir con todo cuidado que no dijeron: El Señor se ha apartado de ellos —porque fueron impíos desde antiguo—, sino que, como hasta a los impíos se les da la ocasión de florecer y reinar por una disposición misteriosa de la divina providencia, dijeron: Se les ha pasado su tiempo; en cambio, el Señor está con nosotros. Caleb y Jesús no dijeron: Se les ha pasado su tiempo, y ha llegado el nuestro, sino: El Señor está con nosotros, no el tiempo. Aquéllos tuvieron su tiempo; éstos tuvieron a Dios, creador y ordenador y distribuidor de los tiempos a quienes quiere.
24 (Nm 15,24-29). En relación al mandato de expiar los pecados que se cometen involuntariamente, surge espontánea la pregunta de saber cuáles son estos pecados involuntarios, si son los que cometen los que no se dan cuenta o si podría entenderse también correctamente como pecado de inadvertencia el pecado que uno es impelido a cometer, ya que también este pecado suele decirse que se hace en contra de la propia voluntad. Pero es claro que uno quiere aquello por lo que hace algo. Como, por ejemplo, si uno no quiere jurar en falso y lo hace, porque quiere conservar la vida, si alguien le amenaza con la muerte si no lo hace. Quiere hacer ese juramento, puesto que quiere vivir, y, por tanto, no desea por sí mismo jurar en falso, sino vivir jurando en falso. Y si esto es así, no sé si estos pecados podrían llamarse involuntarios, como son los que aquí se dice que hay que expiar. Porque si se presta atención, se concluye que quizá nadie quiere pecar, sino que el pecado se comete por otra cosa que quiere el que peca. Porque todos los hombres que a sabiendas hacen lo que no es lícito, quisieran que aquello fuera lícito. Evidentemente, nadie quiere el pecado por el pecado mismo, sino por lo que se consigue con el pecado. Y siendo esto así, no hay pecados involuntarios, sino pecados de inadvertencia, distintos de los pecados voluntarios.
25 (Nm 15,30.31). Cualquier alma que peque con mano de soberbia, tanto de los indígenas como de los forasteros, exacerba a Dios, y esa alma será exterminada de su pueblo, puesto que despreció la palabra del Señor y quebrantó sus mandamientos; aquella alma será destruida totalmente; su pecado recaerá sobre ella. Cuando la Escritura dice: Puesto que despreció la palabra del Señor, expone con suficiente claridad a continuación lo que entiende por pecados cometidos con mano de soberbia, es decir, con soberbia. Porque una cosa es despreciar los preceptos, y otra apreciarlos, pero obrar en contra de ellos, o por ignorancia o por pasión. Y estos dos pecados quizá pertenezcan a aquellos que cometen los que no quieren cometerlos. La expiación de estos pecados, para que Dios los perdone, quedó expuesta más arriba, y el texto añadió luego los pecados de soberbia, cuando uno obra mal por soberbia, es decir, despreciando el precepto. Con relación a este género de pecado, la Escritura no dice que haya que expiarlo con algún género de sacrificio, considerándolo como imperdonable sólo por el medio aquel que consistía en acudir a los sacrificios que manda hacer la propia Escritura. Pues estos sacrificios, si se consideran en sí mismos, no pueden perdonar ningún pecado; pero si se atiende a las cosas que representan misteriosamente, podría hallarse en ellos la purificación de los pecados.
Con respecto al texto que dice: El pecador, cuando llega a lo profundo de los males, desprecia20, hay que advertir que está representado aquí el pecador que la Escritura describe en este pasaje como el que comete un pecado con mano de soberbia. Este pecado no puede perdonarse sin la pena del que lo comete. Y por eso no puede quedar impune, y se perdona con la penitencia. Porque la misma aflicción del penitente es la pena del pecado, aunque sea una pena medicinal y saludable. Con razón, pues, se considera grande el pecado que desprecia con soberbia el precepto. Pero que este pecado puede perdonarse lo sabemos por el texto que dice: Dios no desprecia un corazón contrito y humillado²¹. Y como esto no se hace sin pena, por eso se han dicho aquí estas cosas: Este exacerba a Dios, porque Dios resiste a los soberbios²². Y esta alma será exterminada de su pueblo —porque esta persona no está de ninguna manera entre el número de los que pertenecen a Dios. Puesto que despreció la palabra del Señor y quebrantó sus mandamientos. Aquella alma será destruida totalmente. La razón de que será destruida totalmente se indica a continuación: Su pecado recaerá sobre ella. Ahora bien, si el pecador se aplicara a sí mismo la debida contrición por ese pecado, arrepintiéndose de él, Dios no desprecia el corazón contrito, como hemos dicho. Aunque en el texto griego no se ha dicho en este lugar: será destruida totalmente (contritione conteretur) sino: será desgastada totalmente (extritione exteretur) aquella alma. Esta afirmación puede tomarse en el sentido de que esa alma se consume por desgaste total hasta que deje de existir. Pero, en primer lugar, la naturaleza de la inmortalidad del alma prohíbe esta interpretación. En segundo lugar, si lo que se desgasta se desgastara totalmente hasta que dejara de existir, la Escritura no diría acerca del sabio: Que tu pie desgaste las gradas de su puerta²³. En realidad, hay que prestar la máxima atención a la distinción que hacíamos para saber si sólo peca el que lo hace por ignorancia o por haber sido vencido por la pasión o por desprecio. Pero sería muy largo discutir ahora de eso.
26 (Nm 16,12.13.14). ¿Qué significan las palabras que dijeron Datán y Abirón al sublevarse contra Moisés, y lo que le respondieron con soberbia y con injurias, cuando Moisés los llamó? A saber: ¿Te parece poco habernos sacado hacia una tierra que mana leche y miel para hacernos morir en el desierto?; porque estás al frente de nosotros, ¿eres el príncipe? ¿Y tú nos has introducido en una tierra que mana leche y miel y nos has dado la herencia del campo y las viñas? Añadiendo luego: ¿habrías sacado los ojos de aquellos hombres?; no subimos24. ¿A los ojos de qué hombres se refieren? ¿Quizá a los ojos del pueblo de Israel, como si quisieran decir: si hubieras realizado estas cosas, hubieras sacado los ojos de aquellos hombres, es decir, te amarían tanto que se sacarían los ojos y te los darían? Que esto sea una prueba de gran amor lo dice también el Apóstol con estas palabras: Porque, si hubiera sido posible, os hubierais arrancado vuestros ojos para dármelos25. Después demostraron su total contumacia, al decir: No subimos, es decir, «no vendremos», porque los había llamado. ¿O quizá los ojos de aquellos hombres son los ojos de los enemigos, que habrían sido presentados como demasiado crueles y terribles? Algo así como si dijeran: Aunque hubieras hecho esto, no te habríamos obedecido. En este caso, un modo del verbo está puesto por otro. De manera que no habrían dicho: No subiremos, sino: No subimos, utilizando este modismo.
27 (Nm 16,20-21). Y habló el Señor a Moisés y a Aarón, diciéndoles: «Apartaos de esa asamblea». Hay que advertir que el Señor manda separarse corporalmente de algo cuando ya es inminente el castigo a los malos. Por ejemplo, Noé con su familia es separado de los demás, que iban a perecer en el diluvio26. Lot con los suyos es separado de los sodomitas, que iban a perecer por el fuego enviado del cielo27. El propio pueblo de Israel fue separado de los egipcios, que iban a ser cubiertos por las olas del mar28. Así ahora son apartados de la comunidad Coré, Datán y Abirón, quienes primeramente quisieron separarse por sí mismos mediante una sedición. También ellos son separados de la comunidad. Pero los santos, que vivían y conversaban antes con ellos y con los demás, que reprueba Dios, según las palabras que dice para reprenderlos, no pudieron ser contaminados lo más mínimo por ellos. No se les mandó separarse, cuando el Señor difería el castigo o aplicaba uno que no pudiera poner en peligro ni causar daño a los inocentes, como las mordeduras de las serpientes, el estrago de las muertes que Dios aplicaba a quien quería y como quería, dejando intactos a los demás. No como el agua del diluvio o la lluvia de fuego o el agua del mar o la abertura de la tierra, castigos que podían alcanzar a todos indistintamente. Y esto sucedía así, no porque Dios no pudiera guardar allí a los suyos. Pero ¿qué necesidad había de probar el milagro en donde podía hacerse la separación de modo que o el agua o el fuego o la abertura de la tierra arrebatara a quienes encontrara? Así también, en el fin del mundo el trigo se separará de la cizaña, para que con las llamas que queman a los malos, los justos brillen como el sol en el reino de su Padre29.
28 (Nm 16,30). Lo que Moisés dice acerca de Coré, Abirón y Datán: El Señor lo manifestará en una visión y, abriendo la tierra su boca, los tragará, algunos lo han traducido así: En el abismo manifestará el Señor, pensando, creo yo, que el texto dice jásmati, cuando en realidad dice fásmati, que equivale a: «en la manifestación», pues aparecerá claramente a los ojos.
Efectivamente, la expresión en una visión no indica una visión como las visiones de los sueños o de cualquier figura vista en éxtasis, sino como acabo de decir, indica una manifestación. Algunos autores, que defienden otra opinión, han traducido: en el fantasma. Pero esta versión está tan alejada del uso de nuestra lengua, que casi en ningún caso se dice fantasma, a no ser que nuestros sentidos sean engañados por la falsedad de las cosas vistas. Aunque también esto puede decirse de la visión. Pero, como he dicho, la costumbre de decir otra cosa ha emitido de antemano el veredicto.
29 (Nm 16,33). Y bajaron vivos a los infiernos con todo lo que tenían. Conviene tener en cuenta que se habla de los infiernos, refiriéndose a un lugar terreno, es decir, a las partes inferiores de la tierra. En efecto, el nombre de infiernos tiene en las Escrituras varias acepciones y muchos sentidos, según exige el contenido de las cosas de que se trata. Pero esta palabra suele aplicarse sobre todo para referirse a los muertos. Ahora bien, como se dice que esos hombres bajaron vivos a los infiernos y por el relato aparece claramente qué sucedió, es evidente, como he dicho, que con la palabra «infiernos» se quiere aludir a las partes inferiores de la tierra, comparadas con esta tierra superior, en cuya superficie vivimos. La Escritura dice que los ángeles que pecaron, encerrados en la oscuridad de este aire, serán guardados para ser castigados en lugares que son como las cárceles del infierno, como comparando este sitio con el cielo superior, en donde está la morada de los ángeles santos. El texto dice así: Pues si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, encerrándolos en las cárceles tenebrosas del infierno, los entregó para ser guardados para el castigo en el juicio30. Y el apóstol Pablo llama al diablo príncipe del imperio del aire, que actúa en los hijos de la infidelidad³¹.
30 (Nm 16,36-38). Y dijo el Señor a Moisés y al sacerdote Eleazar, hijo de Aarón: «Tomad los incensarios de bronce de en medio de los abrasados y siembra allí este fuego profano, porque consagraron los incensarios de esos pecados en sus almas. Haz con ellos láminas dúctiles para ponerlas alrededor del altar, porque fueron ofrecidos ante el Señor y consagrados y se han vuelto una señal en los hijos de Israel». La razón que a mí se me ocurre, entretanto, para explicar que en este pasaje el Señor no haya hablado a Moisés y a Aarón, como en los textos anteriores, sino a Moisés y a Eleazar, hijo de Aarón, es la siguiente: Como el asunto se refería a la descendencia de los sacerdotes, diciendo a qué estirpe deberían pertenecer —por eso, los de otra estirpe, como se atrevieron a usurpar para sí el sacerdocio, perecieron en aquel suplicio tan horrendo y llamativo³²—, Dios quiso hablar, no a Aarón, que ya era sumo sacerdote, sino a Eleazar, que debía sucederle y ya desempeñaba la función de sacerdote de segundo rango, para recomendar de esa manera la serie de la estirpe que debería haber en las sucesiones de los sacerdotes. Por eso, dice también a continuación: Y tomó Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, los incensarios de bronce que habían presentado los que fueron abrasados y los añadió, poniéndolos alrededor del altar, como memorial para los hijos de Israel, para que no se acerque ningún extranjero que no sea de la estirpe de Aarón a ofrecer el incienso ante el Señor y no le suceda como a Coré y su cuadrilla, como dijo el Señor por medio de Moisés³³. Por consiguiente, Dios quiso de este modo enaltecer por medio de Eleazar, no el sacerdocio, que ya estaba en Aarón, sino la descendencia de la sucesión sacerdotal. En relación a la frase: Y siembra allí este fuego profano, hay que decir que «siembra» está en lugar de «esparce». La frase siguiente: Porque consagraron los incensarios de esos pecados en sus almas, contiene una idea expresada de un modo realmente inusitado. Pero hay que advertir que la pena de los que habían cometido este pecado se llama de un modo nuevo santificada, porque por medio de ellos se dio ejemplo a los demás para que temieran. Para explicar por qué quiso Dios que con los incensarios se hiciera algo para ponerlo alrededor del altar, se añade lo siguiente: Porque fueron ofrecidos ante el Señor y consagrados y se han vuelto una señal en los hijos de Israel.
Dios no ha querido que se reprobara en ellos el haber sido presentados por esos hombres, sino que se pensara y se atendiera más bien ante quién se habían presentado —esto es, que habían sido presentados ante el Señor—, de tal modo que valiera en ellos más el nombre del Señor ante quien habían sido presentados que el gran demérito de los que los habían presentado. Esto ya lo había recordado también la Escritura en el Éxodo, al describir la construcción del altar34. Por tanto, se comprende que los distintos acontecimientos se distribuyeran por libros, no el orden exacto de los tiempos. Pues la Escritura describió35también en el Éxodo cómo sucedió que la vara de Aarón, al florecer y germinar, indicase por deseo divino la elección del sacerdocio de Aarón. Y sin embargo en el Éxodo se dice de esta misma vara que debía colocarse en el arca con el maná en el Santo de los Santos, cuando el Señor mandó construir el tabernáculo36. Y esto, naturalmente, se mandó mucho antes de que el propio tabernáculo estuviera construido y terminado. Estuvo terminado en el mes primero del segundo año después de la salida de Egipto37. Y el Éxodo comienza en el mes segundo del mismo año segundo, el primer día del mes. Por lo tanto, es claro que estas cosas, si se atiende el orden de los libros, se recuerdan por recapitulación, es decir, por recuerdo del pasado. Y los que prestan poca atención piensan que se hicieron en el mismo orden en que se narran.
31 (Nm 18,1). Y el Señor habló a Aarón, diciendo: «Tú y tus hijos y la casa de tu padre contigo cargaréis con los pecados de los santos; y tú y tus hijos cargaréis con los pecados de vuestro sacerdocio». Estos son los pecados que se llaman sacrificios por los pecados. Por tanto, los pecados de los santos no son los pecados que cometen los santos. Son los pecados que se cometen en relación a las cosas santas. Porque los sacrificios se ofrecen en las cosas santas, y los pecados se llaman sacrificios por los pecados. Por eso se les llama pecados de los santos y pecados de vuestro sacerdocio, o sea, los mismos que se ofrecen por los pecados. Esto es igual que lo que se dice en el Levítico y se afirma que deben ser para el sacerdote38.
32 (Nm 18,13). Todos los primogénitos de todas las cosas que hubiera en su tierra, que ofrezcan al Señor, serán para ti. La palabra primogénitos (primogénita) no se refiere aquí a los primogénitos de los ganados; porque éstos se denominan, en griego, protótoka, y allí se habla de protogenémata. Pero en latín no hay dos palabras para designar estas dos cosas. Y por eso, la palabra protogenémata algunos la han traducido por «primicias» (primitias). Pero las primicias se llaman en griego aparjaí y son otra cosa. Por consiguiente, estas tres cosas se distinguen de la siguiente manera: protótoka son los primogénitos de los animales y también del hombre; protogenémata son los primeros frutos de la tierra tomados de los árboles o de la vid. Las primicias, en cambio, se tomaban de los frutos, pero una vez recogidos ya del campo, como si fueran las cosas que se tomaban en primer lugar, procedentes de la pasta de harina, del granero, de la tinaja, de la cuba.
33 (Nm 19,9-11). Acerca de la vaca roja, cuyas cenizas mandó la ley que sirvieran para preparar el agua de la aspersión y para hacer puros a los que hubieran tocado un cadáver, no puedo callar —pues hay prefigurada en ella una señal evidentísima del Nuevo Testamento—, ni soy capaz de hablar de una manera suficientemente digna de un misterio tan grande, debido a la prisa que tengo en terminar. Porque siendo la primera vez que la Escritura comienza a hablar así de este asunto, ¿a quién no le movería ni le haría prestar la máxima atención a la profundidad del misterio? El texto dice así: Y habló el Señor a Moisés y a Aarón, diciendo: «Esta es la distinción de la ley que estableció el Señor»39. Es evidente que no existe distinción más que entre dos o más cosas, pues la singularidad no requiere distinción. Y el Señor no mencionó la distinción de una cosa cualquiera, sino que añadió: (La distinción) de la ley. Y no de una ley cualquiera. La Escritura, en efecto, dice muchas veces lo siguiente acerca de cada una de las cosas que se mandan legítimamente: Esta es la ley referente a esta o aquella cosa, no la ley universal, que contiene todas las cosas que se mandan legítimamente. Al decir aquí: Esta es la distinción de la ley, añadió en seguida: Todo lo que estableció el Señor, mandando, no creando. Algunos traductores han traducido también: Todo lo que mandó el Señor. Ahora bien si ésta es la distinción de la ley, todo lo que mandó el Señor, se trata sin duda de una distinción muy grande. Y se piensa con toda razón que se distinguen aquí los dos Testamentos. En efecto, lo mismo hay en el Antiguo que en el Nuevo Testamento; allí en sombra, aquí al descubierto; allí prefigurado, aquí manifestado. Porque no sólo son distintos los misterios, sino también las promesas. Allí parece que se proponen cosas temporales, que significan misteriosamente el premio espiritual; aquí se prometen clarísimamente premios espirituales y eternos. ¿Y qué distinción más elevada y cierta puede haber entre los honores temporales y carnales, y los espirituales y eternos, que la Pasión de nuestro Señor Jesucristo? Con su muerte demostró suficientemente que no hay que esperar ni desear del Señor Dios esta felicidad terrena y transitoria por un don tan grande; ya que con una distinción clarísima manifestó en su Hijo Unigénito, que quiso soportar tantísimas cosas, que había que pedir y esperar de él algo totalmente distinto. Así pues, lo que se dice acerca del sacrificio de la vaca roja prefigura de manera bastante conveniente esta Pasión de nuestro Señor Jesucristo como distinción entre los dos Testamentos.
Y habló el Señor a Moisés y a Aarón, diciendo: «Esta es la distinción de la ley, que estableció el Señor». Y después comienza a dar los preceptos, añadiendo lo siguiente: Diles a los hijos de Israel40. Los textos pueden separarse también del modo siguiente: Y habló el Señor a Moisés y a Aarón, diciendo: Esta es la distinción de la ley, todo lo que estableció el Señor, diciendo. No que estableció el Señor, creando, como cuando hizo el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, sino que estableció el Señor, diciendo, naturalmente en los dos Testamentos. Y luego seguiría: Diles a los hijos de Israel y que te traigan una vaca roja sin defecto. La vaca roja significa la carne de Cristo. El sexo femenino designa la debilidad carnal. Es roja por la pasión sangrienta. La frase: Que te traigan, pone de manifiesto en el propio Moisés la figura de la ley, porque según la ley les pareció que habían matado a Cristo, porque, según ellos, quebrantaba el sábado y, según pensaban, profanaba las normas legítimas. No tiene nada de extraño que se diga que la vaca no tenga defecto alguno. También las demás víctimas significaban esta carne y acerca de ellas se dice igualmente que los animales que se sacrificasen no tuviesen defecto alguno. Aquella carne era a semejanza de la carne de pecado41, pero no carne de pecado. Sin embargo, aquí en donde Dios quiso poner más claramente de relieve esta distinción de la ley era poco decir: sin defecto, si no se dijera: que no tiene en sí defecto. Y esta frase, si se dijo para repetir lo mismo, quizá no se dijo inútilmente; pues la propia repetición puso más de relieve la realidad. Aunque tampoco estaría lejos de la verdad quien entendiera que se habían añadido las palabras: que no tiene en sí defecto, cuando ya se había dicho: una vaca sin defecto, precisamente porque la carne de Cristo no tuvo en sí defecto, y, en cambio, lo tuvo en los demás, que son sus miembros. Porque ¿qué carne hay sin pecado en esta vida, sino sólo aquella que no tiene en sí defecto? Y que no se haya puesto sobre ella yugo. En efecto, no está sometida a la iniquidad aquella que, encontrando a los hombres sometidos a la iniquidad, los libró y rompió sus ataduras, para que se pueda decir de ella: Has roto mis cadenas, te sacrificaré una víctima de alabanza42. Sobre su carne no se ha puesto el yugo. Pues él tuvo el poder de entregar su vida y de volver a recuperarla43.
Y continúa: Y la darás al sacerdote Eleazar44. ¿Por qué no se la dio a Aarón, sino porque quizá se prefiguró así que la Pasión del Señor llegaría, no al tiempo de entonces, sino a los sucesores de aquel sacerdocio? Y la echarán fuera del campamento. El Señor también fue echado fuera de la ciudad durante su Pasión. Las palabras: a un lugar puro, significan que el Señor no tuvo una causa mala. Y la matarán en su presencia. La carne de Cristo fue sacrificada a la vista de los que ya habían de ser sacerdotes del Señor en el Nuevo Testamento.
Y Eleazar tomará su sangre y asperjará siete veces con su sangre en dirección a la entrada del tabernáculo del testimonio. Este es el testimonio de que Cristo, según las Escrituras, derramó su sangre para el perdón de los pecados45. La asperjará en dirección a la entrada del tabernáculo del testimonio precisamente porque no se declaró de otro modo distinto del que había sido preanunciado por el testimonio divino. Y lo hizo siete veces, porque ese número se relaciona con la purificación espiritual.
Y la quemarán en su presencia46. Pienso que la combustión está como signo de la resurrección. La naturaleza del fuego es moverse hacia arriba. Y lo que se quema se convierte en fuego. La propia palabra cremare (quemar), introducida en el latín a través del griego, se deriva de un término que significa «colgar». Las palabras: en su presencia, en presencia del sacerdote, me parece que insinúan que la resurrección de Cristo apareció a los que habían de ser sacerdocio regio. Lo que sigue: Y su piel y su carne y su sangre, junto con su estiércol, serán quemados, indica ya cómo ha de quemarse y significa que no sólo la sustancia del cuerpo mortal de Cristo, indicada con la mención de la piel y de la carne y de la sangre, sino también la afrenta y el desprecio de la plebe, significadas, como yo pienso, por la palabra estiércol, se convertirían en la gloria que significa la llama de la combustión.
Y tomará el sacerdote leña de cedro, hisopo y grana y la echará en medio de la hoguera de la vaca47. La leña de cedro es la esperanza, que debe habitar firmemente en las alturas. El hisopo es la fe, pues siendo una hierba humilde se adhiere con sus raíces a la piedra. La grana es la caridad, pues atestigua con su color de fuego el fervor del espíritu. Estas tres cosas debemos ponerlas en la resurrección de Cristo como si las echáramos en aquella hoguera, para que nuestra vida esté escondida con él, como dice el Apóstol: Y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios48.
Y el sacerdote lavará sus vestidos y lavará su cuerpo con agua y después entrará en el campamento; y el sacerdote será impuro hasta la tarde49. El lavado de los vestidos y del cuerpo, ¿qué significa sino la pureza exterior e interior? Esto hará el sacerdote. Y luego continúa: Y el que la queme, lavará sus vestidos y lavará su cuerpo con agua y será impuro hasta la tarde. Pienso que en la combustión están prefigurados los que enterraron la carne de Cristo, mandándola a la resurrección como si fuera a una combustión.
Y un hombre puro recogerá las cenizas de la vaca y las depositará fuera del campamento en un lugar puro50. ¿A qué llamamos cenizas de la vaca, los restos de aquel sacrificio y de aquella combustión, sino a la fama que se siguió a la Pasión y resurrección de Cristo? Porque hay restos para el hombre de paz51. Era ceniza, porque los infieles los despreciaban como a un muerto. Pero purificaba, porque los fieles creían que había resucitado. Y como esta fama se extendió sobre todo entre los que estaban entre las demás gentes y no pertenecían a la comunidad de los judíos, pienso que por eso dice la Escritura: Y un hombre puro recogerá las cenizas de la vaca. Hombre puro, porque no intervino en la muerte de Cristo, que había hecho culpables a los judíos. Y las depositará en un lugar puro, es decir, las tratará con decoro, pero fuera del campamento, porque el decoro evangélico floreció fuera de las celebraciones de la costumbre. Y servirán a la comunidad de los hijos de Israel para la conservación. El agua de la aspersión es una purificación52. Después se explica más claramente cómo se hacía de esta ceniza el agua de la aspersión, con la que quedaban limpios del contacto con los muertos, lo que significaba ciertamente que quedaban purificados de la iniquidad de esta vida moribunda y mortecina.
Pero resulta extraño lo siguiente: Y quien recoja las cenizas de la vaca, lavará sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde53. ¿Cómo puede quedar impuro por esto quien se había acercado puro, sino porque también los que se creen a sí mismos puros, en la fe cristiana se reconocen a sí mismos que todos pecaron y necesitan de la gloria de Dios, justificados gratuitamente por su sangre?54A este hombre se le manda lavar sus vestidos, no su cuerpo. Creo que con la recogida de aquellas cenizas y la colocación en un lugar puro, si se entiende espiritualmente, el autor quiere ya que se comprenda que se trata de un mandato interior. Como le pasó a Cornelio, quien, oyendo y creyendo lo que Pedro había predicado, fue purificado. Y ya antes de recibir el bautismo visible, recibió el don del Espíritu Santo55junto con los de su casa presentes allí. Pero tampoco pudo despreciarse el sacramento visible, de modo que el que estuviera limpio, hasta exteriormente lavara en cierto modo sus vestidos. Y continúa: Y será porción legítima por siempre para los hijos de Israel y para los forasteros que se les sumen56. ¿Qué otra cosa demuestra esto sino que el bautismo de Cristo, que significaba el agua de la aspersión, aprovecharía a los judíos y a los gentiles, es decir, a los hijos de Israel y a los forasteros, como ramas naturales y olivo silvestre injertado en la savia de la raíz?57¿A quién no llamaría la atención el hecho de que después de la purificación se diga de cada uno: y será impuro hasta la tarden? Y no sólo aquí, sino en todas o casi todas las purificaciones se dice lo mismo. Por eso, no sé si podría entenderse otra cosa sino que todo hombre, después del perdón completo de sus pecados, estando en esta vida, contrae algo que le hace impuro hasta el fin de la vida, cuando para él se cierra en cierto modo este día, que es lo que significa la tarde.
Después comienza la Escritura a decir y termina de explicar cómo se purifican con aquella agua de aspersión los hombres que se hicieron impuros. El texto dice así: El que toque a un muerto, toda alma de hombre será impura durante siete días; éste se purificará el día tercero y el día séptimo, y será puro58. Y creo que aquí no hay que entender ninguna otra cosa sino que el contacto con un muerto es la iniquidad del hombre. Pienso que se ha dicho que será impuro durante siete días a causa del alma y a causa del cuerpo; a causa del alma, por el número tres; a causa del cuerpo, en el número cuatro. Es largo explicar por qué es esto así. Pienso que, de acuerdo con este simbolismo, el profeta dijo: En tres y en cuatro iniquidades no cederé59. El texto añade: Pero si no se hubiera purificado el día tercero y el día séptimo, no quedará puro. Todo el que toque a un muerto, si es un muerto de cualquier alma humana, y no se hubiera purificado —es decir, si hubiera muerto después de haber tocado a un muerto, antes de haberse purificado— mancha el tabernáculo del Señor: aquella alma será exterminada de Israel60. Hay que advertir que muy difícilmente se encuentra escrito en los Libros Sagrados algo más evidente que aquí acerca de la vida del alma después de la muerte. Pues bien, cuando aquí se dice que «si hubiera muerto antes de purificarse, permanece en él la impureza y aquella alma debe ser exterminada de Israel, de la compañía del pueblo de Dios», ¿qué otra cosa pretende la Escritura que se entienda sino que el castigo del alma permanece incluso después de la muerte si, mientras vive, no se hubiera purificado con este misterio que representa al bautismo de Cristo? Pues el texto dice: Porque el agua de la aspersión no ha sido derramada sobre él; todavía está en él su impureza61. Todavía quiere decir incluso después de la muerte. Antes se dijo: Mancha el tabernáculo del Señor. Ciertamente lo mancha en cuanto de él depende; el Apóstol dijo: No extingáis el Espíritu62, cuando en realidad el Espíritu no puede extinguirse. Si el Señor hubiera querido que entendiéramos que el tabernáculo se hace impuro por esto, ciertamente hubiera mandado que se purificara.
Luego manda que los que se han hecho impuros a causa de los muertos, es decir, a causa de las obras muertas, que son todas las iniquidades, se purifiquen. Dice así: Y tomarán para el impuro ceniza de la víctima quemada de la purificación y derramarán sobre ella —sobre la ceniza— agua viva en una vasija. Un hombre puro, tomando el hisopo, lo mojará y rociará todo alrededor la casa y los objetos y las almas que hubiera allí, y al que haya tocado huesos humanos o a un asesinado o a un muerto o una sepultura. Y el hombre puro rociará al impuro el día tercero y el día séptimo, y se purificará el día séptimo y lavará sus vestidos y se lavará en agua y será impuro hasta la tarde63. Una cosa es el agua de la aspersión y otra, ciertamente, el agua con que se lavará los vestidos. La frase: Y se lavará con agua, pienso que ha de entenderse en sentido espiritual, no en sentido propio. Pues sin duda era una cosa visible, como todas aquellas sombras de las cosas futuras. Por tanto, quien se purifica debidamente con el sacramento del bautismo, que representaba aquella agua de la aspersión, se limpia también espiritualmente, es decir, de manera invisible en la carne y en el alma, de modo que quede limpio no sólo de cuerpo, sino también de espíritu. En relación a lo que se dijo que el agua de la aspersión se rociaba con el hisopo, y que esa hierba, como dijimos antes, simbolizaba la fe, ¿qué otra cosa puede ocurrírsenos sino lo que está escrito: purificando sus corazones con la fe?64 Porque el bautismo no sirve de nada si falta la fe. Y se ordenó que esto lo hiciera un hombre puro. Aquí se indican los ministros que representan a la persona de su Señor, quien es un hombre puro de verdad. A continuación se dice lo siguiente sobre estos ministros: Y quien rocíe con el agua de la aspersión lavará sus vestidos —observará la pureza también en su cuerpo—y quien toque el agua de la aspersión será impuro hasta la tarde. Y todo lo que haya tocado el impuro, será impuro. Y el alma que le toque a él será impura hasta la tarde65. Ya dije antes cuál me parecía el significado de hasta la tarde.
34 (Nm 19,16). Todo el que toque, sobre el campo, a un herido o a un muerto o huesos de hombre o una sepultura. Podemos preguntar por qué se habla de un herido o un muerto. Si el autor quiso que se entendiera que una cosa era un herido y otra un muerto, hay que evitar pensar que es impuro también quien toca a un herido vivo, cosa que sería un absurdo. Ahora bien, como los muertos pueden también haber sido heridos, es evidente que aquí se ha hecho una distinción entre los muertos. Puede, en efecto, tratarse de un muerto herido, esto es, de un muerto matado a espada o de un muerto sin ser matado a espada.
35 (Nm 20,11). El apóstol Pablo expuso qué significaba que se hubiera sacado agua de la roca, cuando dijo: Y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía, y la roca era Cristo66. Con estas palabras se indica la gracia espiritual que sale de Cristo, que sacia la sed interior. El hecho de que la roca sea golpeada con la vara significa la cruz de Cristo. Pues esta gracia manó al acercarse el leño a la roca. Y el que la roca sea golpeada dos veces significa más claramente aún la cruz, pues dos leños hacen una cruz.
36 (Nm 20,13). Acerca del agua que salió de la roca se dice: Esta es el agua de la contradicción, pues hablaron mal los hijos de Israel ante el Señor, y manifestó su santidad en ellos. Sobre este hecho se dice, primero, que los israelitas hablaron mal cuando hablaron contra el favor del Señor, que los había sacado de Egipto. Y, segundo, que Dios mostró en ellos su santidad cuando su santidad fue declarada a través del milagro aquel de la fuente de agua. ¿Se trata quizá de dos clases de hombres, los que se oponen a la gracia de Cristo y los que aceptan esta gracia, de modo que para unos sea agua de contradicción y para otros agua de santificación? Porque hasta del propio Señor se lee en el Evangelio: Y se convertirá en señal de contradicción67.
37 (Nm 20,17-19). Las palabras que Moisés dice al rey de Edom: No beberemos agua de tu lago, hay que completarlas con el término gratis, es decir, «que no beberemos gratis agua». Esto ya aparece claramente después, cuando se afirma: Pero si yo y mis ganados bebemos de tu agua, te pagaré el precio.
38 (Nm 20,17). No torceremos ni a las cosas de la derecha ni a las cosas de la izquierda. Se dice en plural: a las cosas que están a la derecha o a la izquierda.
39 (Nm 20,24). No entraréis en la tierra que he dado en posesión a los hijos de Israel, porque me habéis exacerbado en el agua de la maldición. A la que antes llamó agua de la contradicción, ahora la llama agua de la maldición. El texto griego no dice antilogías, sino loidorías.
40 (Nm 21,2). E Israel hizo un voto al Señor y dijo: «Si me entregas sometido a ese pueblo —si me lo sometes, entregándolo en mi mano— lo anatematizaré a él y a sus ciudades». Hay que resaltar aquí el significado de «anatematizar», que es objeto de un voto y se considera como una maldición, tal como se dice aquí respecto a este pueblo. Tal es el significado del texto: Si alguno os evangelizara algo distinto de lo que habéis recibido, sea anatema68. De aquí se deriva el que a esto se le llame vulgarmente «imprecación», porque casi nadie dice que él ha imprecado a uno, a no ser quien maldice.
41 (Nm 21,3). Y lo anatematizó a él y a sus ciudades; y aquel lugar recibió el nombre de Anatema. De aquí se deduce que el anatema parece algo detestable y abominable. El verbo anatematizar, que vulgarmente se traduce por imprecar, significa que el vencedor no tomaría nada para su uso de las cosas del vencido. Todo se consagraba a borrar la pena. En esto consistía el anatematizar que vulgarmente se dice imprecar. La palabra viene del griego. Y se decía de aquellas cosas que, ofrecidas y ofrendadas, prometidas y entregadas, se ponían de nuevo en los templos: apó tou ano tizénai, volver a poner una cosa clavándola o colgándola.
42 (Nm 21,13-14-15). Al describir el viaje en el que los hijos de Israel levantaban y fijaban los campamentos, se dice, entre otras cosas, lo siguiente: Partieron de allí y colocaron el campamento más allá del Arnón en Ermón, que está a partir de los confines de los amorreos. Pues el Arnón es la frontera de Moab entre los moabitas y los amorreos. Por eso se dice en el libro: La guerra del Señor: Inflamó a Zoob y los torrentes del Arnón, e hizo que los torrentes habitaran en Er. No se dice en qué libro está escrito esto. No hay ningún libro llamado así entre los libros de la divina Escritura que llamamos canónicos. Los hombres que intentan introducir los libros apócrifos en los oídos de los incautos y curiosos encuentran motivos en tales libros para difundir impiedades fabulosas. Aquí se dice que está escrito en un libro. No se dice en el libro sagrado de tal profeta o patriarca. No se puede negar que hubo libros, o entre los caldeos, de donde salió Abraham, o entre los egipcios, en donde Moisés había aprendido toda la sabiduría de los egipcios69, o en cualquier otro pueblo, en alguno de cuyos libros pudo estar esto escrito. No obstante, no por esto hay que colocar este libro entre las Escrituras que gozan de autoridad divina. Como tampoco tiene esa autoridad el profeta aquel cretense que menciona el Apóstol70, ni los escritores o filósofos o poetas griegos de quienes el propio Apóstol asegura que dijeron algo ciertamente grande y verdaderamente manifiesto, hablando así a los atenienses: Pues en él vivimos, nos movemos y somos71. En efecto, la autoridad divina puede tomar de donde quiera un testimonio que haya encontrado verdadero. Pero no por eso confirma que hay que aceptar todo lo que se halla escrito en ese lugar. A pesar de todo, no aparece claro por qué se ha mencionado esto en este pasaje. Quizá quiera decir que se hizo una guerra para establecer allí las fronteras entre dos naciones. Y a esa guerra, a causa de su magnitud, las gentes del lugar comenzaron a llamarla guerra del Señor, de tal modo que en alguno de sus libros se encontraron escritas estas palabras: La guerra del Señor inflamó a Zoob, o porque esta ciudad ardió en esa guerra, o se enardeció para la guerra, se excitó, o cualquier otra cosa que se oculte en la oscuridad de este pasaje.
43 (Nm 21,16). Este es el pozo acerca del cual dijo el Señor a Moisés: «Reúne al pueblo y les daré agua para beber». La Escritura menciona este hecho como si en algún sitio anterior se hubiera dicho que el Señor dijo esto a Moisés. Pero como no se halla en ningún otro sitio, hay que entender aquí que también allí bebió el pueblo que se quejaba de la sed.
44 (Nm 21,24.25). Pero Israel lo hirió a filo de espada, y se apoderaron de su tierra desde el Arnón hasta el Yabboq, hasta los hijos de Ammón, porque Yazer son los límites de los hijos de Ammón. E Israel tomó todas aquellas ciudades. Y habitó Israel en todas las ciudades de los amorreos en Esebón. Según esto, Israel poseyó ciertamente las ciudades de los amorreos, que conquistó mediante la guerra, porque no los anatematizó. Si los hubiese anatematizado, no le hubiera sido lícito poseer las ciudades ni utilizar nada del botín para usos particulares. Hay que prestar atención a cómo se hacían las guerras justas. Porque en el caso concreto que nos ocupa, se había negado el paso pacífico, que debía estar abierto por derecho justísimo de la sociedad humana72. Pero, para que Dios cumpliera sus promesas, ayudó ya aquí a los israelitas, a quienes era conveniente que se diera la tierra de los amorreos. Como Edom les había negado igualmente el tránsito, no lucharon con aquella gente los israelitas, es decir, los hijos de Jacob contra los hijos de Esaú, los dos hermanos gemelos. Como Dios no había prometido aquella tierra a los israelitas, por eso se fueron por otro camino.
45 (Nm 21,27). Por eso dirán los trovadores: «Venid a Esebón», etc. No se sabe quiénes son los trovadores, porque no son personajes habituales de nuestra literatura y en las propias divinas Escrituras casi nunca aparece este nombre en otros lugares. Pero, dado que parece que cantan como una especie de cántico en el que ensalzan la guerra entre los amorreos y los moabitas, durante la cual Seón, rey de los amorreos, venció a los moabitas73, no parece inverosímil que se llamara entonces trovadores a quienes nosotros llamamos poetas, porque es costumbre y licencia de los poetas mezclar en sus páginas fábulas enigmáticas a través de las cuales se piensa en algún significado. Porque no serían enigmas si no hubiera en ellas una expresión figurada, con cuya explicación se llegara a entender lo que se oculta en el enigma.
46 (Nm 22,2-6). La Escritura dice que, después de haber vencido Israel a los amorreos y haber conquistado todas sus ciudades, Balaq, rey de los moabitas, envió mensajeros para buscar a Balaam, a fin de que maldijera a Israel. Esto demuestra claramente que no todos los moabitas habían caído bajo la dominación de Seón, rey de los amorreos, cuando los venció en la guerra, pues hubo gente moabita hasta el tiempo aquel en que reinaba Balaq, rey de Moab. Con respecto a lo que Moab dijo a los ancianos de Madián, es decir, lo que dijeron los moabitas a los ancianos de los medianitas, a saber: Ahora devastará esta muchedumbre a todos los que están a nuestro alrededor74, hay que evitar creer que se trata de un solo pueblo, sino que un pueblo vecino dijo a otro pueblo vecino esas palabras. Pues Moab fue hijo de Lot por parte de una de sus hijas75. Y Madián fue hijo de Abraham por parte de Quetura76. Por tanto, no era un solo pueblo, sino dos pueblos vecinos y con fronteras comunes.
47 (Nm 22,7). ¿Qué significa: Y las adivinaciones en sus manos, cuando se habla de los enviados por Balaq para llevar a Balaam a maldecir a Israel? ¿Eran tal vez adivinos? ¿O llevaban algo con que actuara Balaam para poder adivinar, como, por ejemplo, alguna cosa que se quemara en los sacrificios o se empleara de cualquier otro modo y se le llama adivinaciones, porque a través de esas cosas Balaam podía adivinar? ¿O qué otra cosa podía ser? Es algo oscuro. Hay que advertir, en primer lugar, que vino Dios a Balaam y le dijo: ¿Qué son esos hombres que están en tu casa?77, etc. No se dice si esto sucedió en sueños, aunque es evidente que tuvo lugar de noche, puesto que la Escritura dice a continuación: Levantándose Balaam de madrugada78. Puede plantear problema saber cómo pudo hablar Dios con un hombre tan malo. Y este problema no dejaría de plantearse por la propia indignidad del sujeto, aunque constara que se realizó en sueños. Nuestro Señor Jesucristo dice también lo siguiente de aquel rico que se disponía a destruir sus viejos graneros y a hacer unos nuevos más grandes: Dios le dijo: «¡Necio! Esta noche te será reclamada el alma; y las cosas que has preparado, ¿para quién serán?»79Que nadie se gloríe de que Dios le habla del modo con que él sabe hablar a tales personas, porque puede hacerlo también con los réprobos, ya que cuando Dios habla por medio de un ángel, habla Dios mismo.
48 (Nm 22,18). Balaam dice lo siguiente a los mensajeros más ilustres que se le enviaron: Aunque Balaq me diera su casa llena de plata y de oro, no podré prevaricar la orden del Señor Dios de hacerlo en mi mente, ni poco ni mucho. Estas palabras no suponen pecado alguno. Pero lo que sigue, no carece de un gran pecado. Porque Balaam ya debió ser consciente una vez oído lo que el Señor le había dicho: No irás con ellos ni maldecirás a ese pueblo, pues es un pueblo bendito80. Y no debió darles esperanza alguna de que el Señor podría cambiar de decisión en contra de su pueblo, del cual había dicho que era un pueblo bendito, como hizo Balaam doblegado por los regalos y los honores. Balaam fue vencido por la avaricia cuando quiso que el Señor le hablara otra vez sobre el asunto, respecto al cual ya conocía la decisión divina. Por tanto, ¿qué necesidad tenía de añadir lo que sigue: Y ahora quedaos aquí también vosotros esta noche y sabré qué volverá a decirme el Señor?81 Viendo el Señor que la avaricia de Balaam había sido conquistada y vencida por los regalos, le permitió marchar para dominar su avaricia por medio del jumento que le transportaba, confundiendo su demencia por el hecho mismo de que la burra no se atreviera a transgredir la prohibición que el Señor le hizo por medio del ángel, prohibición que él intentaría transgredir movido por su avaricia, aunque por miedo evitara esa misma avaricia. El texto continúa: Vino Dios a Balaam de noche y le dijo: «Si han venido unos hombres a llamarte, levántate y síguelos; pero cumplirás la palabra que yo te diga». Levantándose Balaam de mañana, preparó su burra y se fue con los jefes de Moab82. ¿Por qué no consultó de nuevo a Dios después de este permiso y pensó que debía consultarle de nuevo después de aquella prohibición, sino porque aparecía su maligna avaricia, aunque fuera atormentado por temor del Señor? Por último, la Escritura sigue diciendo: Y Dios se encendió de ira porque él iba; y el ángel de Dios se levantó para no permitirle ir por el camino83, y lo demás que se dice allí, hasta que habló la burra84. Aquí, ciertamente, no hay nada más admirable que el hecho de que Balaam no quedara aterrado al ver hablar a la burra. Antes, al contrario, como si estuviera acostumbrado a tales prodigios, y continuando en su enfado, le respondió a la burra. Después le habla también el ángel y le corrige y le reprende por haber emprendido el viaje. Pero, al ver al ángel, cae en tierra aterrado y le adora. Después se le permite ir para que por su medio se hiciera una profecía clarísima. No se le permitió decir lo que quería, sino lo que se veía obligado a decir por la fuerza del Espíritu. El, sin embargo, permaneció siendo un réprobo. La santa Escritura habla después de él, diciendo que algunos hombres dignos de reprensión y réprobos han seguido el camino de Balaam: Han seguido el camino de Balaam, hijo de Beor, que amó una paga de iniquidad85.
49 (Nm 22,22). La Escritura dice lo siguiente acerca del ángel que habló con Balaam en el camino, cuando la burra, al verle, no se atrevió a caminar: Y Dios se encendió en ira porque él iba; y el ángel de Dios se levantó para no permitirle ir por el camino. Aquí hay que prestar atención en primer lugar a cómo dice la Escritura que Dios encolerizado dijo: Y el ángel de Dios se levantó, sin decir que Dios, irritado, envió al ángel; pero en cierto modo simbolizó en el ángel a Dios irritado, pues la verdad y la justicia de Dios hicieron que él se irritara. La expresión: se levantó (insurrexit) hay que entenderla en el sentido de una sacudida. Después dice: para retrasarle en el camino. El griego tiene el verbo diabalein, y a continuación dice el ángel: Yo he salido para tu retraso86. Esto en griego corresponde a diabolén. En este caso quizá signifique más propiamente acusación. Y por eso la frase: para retrasarle en el camino quizá signifique: «para acusarle». De este término griego se deriva la palabra «diablo», que en latín podría llamarse «acusador», no porque nadie pudiera acusar bien y correctamente, sino porque el diablo se complace en acusar, movido incluso por los estímulos de la envidia, como se dice en el Apocalipsis acerca de él87. Esta palabra aparece también en la comedia. Por lo tanto, no hay duda alguna de que es una palabra latina con la misma significación o por lo menos parecida a la griega, cuando se dice al hijo de parte del padre, airado: «Espera haber encontrado un discurso por medio del cual te haga cambiar de idea». La palabra differat suele entenderse aquí en el sentido de «llevar de una parte para otra por el ímpetu de las palabras», algo así como «desgarrar y disipar»; cosa que él parecía que iba a llevar a cabo, acusando. Pero aunque la frase: para retrasarle en el camino, la entendiéramos en el sentido de que el ángel difirió su prisa, retrasándolo, para demostrarle y decirle lo que debía hacer, no es absurda la utilización de esta palabra, incluso con este significado.