CUESTIÓN 177

Explicación del tabernáculo

1. Puesto que el libro del Éxodo termina con la construcción del tabernáculo, del cual se dicen muchas cosas también en otros lugares precedentes del propio libro, que presentan ciertas dificultades de comprensión, como suele suceder con toda narración sobre cualquier tema de topografía, es decir, de la descripción de un lugar, me ha parecido oportuno hablar separadamente de todo el tabernáculo para que se entienda, en cuanto sea posible, cómo era y qué era exactamente, según la propiedad de la narración, omitiendo y dejando para otro momento su significación figurada. Porque no podemos pensar que hubiera allí algo que por voluntad de Dios se hiciera sin tener el significado de algún gran misterio, cuyo conocimiento no contribuya a la edificación de la fe y a la formación de la piedad.

2. (Ex 26,1.6). Dios manda a Moisés hacer el tabernáculo con diez tapices de lino fino torzal, de jacinto y púrpura y escarlata torzal, y querubines bordados. Los latinos traducen por aulaea (tapices, telones) la palabra griega aulaías, que corresponde a lo que vulgarmente llamamos cortinas. Por tanto, Dios no mandó hacer diez atrios, como algunos por descuido han traducido, ya que el texto no dice aulás, sino aulaías. Mandó hacer en los tapices querubines bordados. Ordenó que la longitud de los tapices fuera de veintiocho codos, y la anchura de cuatro. Ordenó que los tapices estuvieran unidos y enlazados entre sí, cinco de una parte y cinco de otra, de modo que el espacio que cubrían fuera el espacio mismo del tabernáculo. Con las siguientes palabras ordena cómo debían unirse entre sí los cinco tapices de una y otra parte: Les harás lazos de jacinto en el borde del tapiz con que termina la serie primera; y harás lo mismo en el borde con que termina la serie segunda277. Esto quiere decir que los lazos estarán en donde un tapiz se une con el otro, esto es, el tercero con el segundo, porque el segundo ya está unido con el primero, unido y conectado con él, pues están cada uno frente a frente, uno enfrente del otro, porque se ordenó que se unieran de cinco en cinco, estando unos enfrente de los otros. Pero aún no aparece si el espacio que rodeaban era cuadrado o redondo. Aparecerá cuando se empiece a hablar de las columnas en las que se apoyan los tapices. Por tanto, el Señor no ha querido hablar más que de la unión de tres que se hace por dos junturas, del segundo al primero y del tercero al segundo, de modo que los demás están unidos entre sí por esta especie de regla. Por lo que se refiere a los lazos, el Señor mandó que se hicieran cincuenta en el primer tapiz por la parte que le uniría al segundo, y otros cincuenta lazos en el tercer tapiz por la parte que le uniría al segundo278. Con respecto a este segundo, que estaba en el medio, entre los cincuenta lazos de una parte y de la otra, el Señor ordenó que tuviera cincuenta argollas de oro por una parte, por medio de las cuales se uniría a los cincuenta lazos del primer tapiz. Por esto, era natural que también por la otra parte tuviera otras cincuenta argollas por medio de las cuales se uniera a los lazos del tercero. La Escritura describe todo esto brevemente de la siguiente manera: Y harás cincuenta argollas de oro y unirás un tapiz con el otro por medio de las argollas. Y el tabernáculo será un espacio único279. Así pues, las cincuenta argollas de oro del segundo tapiz se unían con los lazos de color jacinto del primer tapiz. Y así sucesivamente, se iban entrelazando los demás hasta completar los cinco, y por la parte contraria se unían de la misma manera los otros cinco.

3. Después dice: Y harás velos de pelos para cubrir el tabernáculo280. Estos velos debían venir por encima, pero no por la parte del techo, sino rodeando el tabernáculo por arriba. Pues también nosotros decimos que algo se pone encima, no como el techo de una casa, sino como el estuco de una pared. Por tanto, como si aquello estuviera sobre una banda de tela. Pues el Señor dice: Harás once velos. La longitud de cada velo será de treinta codos, y la anchura de cada uno será de cuatro codos. Los once velos tendrán la misma medida. Y unirás cinco velos por una parte y seis por la otra281. Como antes dijo que aquellos tapices deberían estar unidos cinco por una parte y cinco por otra, así ahora dice que estos velos deben estar cinco por una parte y seis por otra, porque los velos eran once, no diez. Y luego continúa: Y doblarás el sexto conforme a la fachada del tabernáculo, para que no se moviera, porque los velos se presentaban los unos ante los otros en número impar, seis y cinco. Después dice también cómo deben unirse entre sí estos velos de pelos. Y dice lo mismo que antes, pero quizá más claramente. Pues continúa así. Y harás cincuenta argollas en el borde del velo que está frente al del medio —es decir, frente al segundo, porque éste estará en medio entre el primero y el tercero— según la juntura282, esto es, la unión, y harás cincuenta argollas en el borde del velo que está unido al segundo, es decir, sobre el borde del tercer velo, porque está unido al segundo. Y harás cincuenta aros de bronce y unirás los aros en las argollas; y unirás los velos y resultará un espacio único283. El Señor ha querido, pues, que los aros se colocaran en el velo de en medio, es decir, en el segundo, de modo que quedara unido al primero y al tercero por las cincuenta argollas de cada lado. Aquí no hay ninguna otra diferencia, sino que ahora se manda que los aros sean de bronce en vez de oro. Con respecto a las argollas de los tapices se había ordenado que fueran de color jacinto. En los velos de pelos, en cambio, dado que no se dice cómo eran las argollas, debemos pensar como más probable que eran de pelo.

4. Lo que sigue a continuación es tan difícil de entender, que temo que resulte más oscuro con la explicación. Dice así: Y extenderás la parte que sobre de los velos del tabernáculo; la mitad del velo que sobre la extenderás; lo que sobre de los velos del tabernáculo lo extenderás detrás del tabernáculo; un codo por una parte y otro codo por la otra parte de lo que sobre de los velos a lo largo de los velos del tabernáculo penderá sobre los lados del tabernáculo por una parte y por otra de modo que lo cubra284. Puesto que había ordenado que el sexto velo debía doblarse conforme a la fachada del tabernáculo, ¿quién podría entender fácilmente lo que significa sobrar en los velos la mitad del velo y lo que significa: un codo por una parte y otro codo por la otra parte, cuando la mitad del velo son quince codos, puesto que se ordenó que cada velo tuviera treinta codos? O si sobra algo en la longitud de los velos precisamente porque se ordenó que el primer tapiz de lino fino y de escarlata y de púrpura y de jacinto tuviera veintiocho codos de largo, en cambio, estos velos de pelos tenían que tener treinta codos, y así cada uno de estos velos de pelos sobrepasaban en dos codos la longitud de cada uno de los tapices. Sumados todos estos velos, menos el undécimo, que debía doblarse, dan veinte codos, que es la cantidad que sobra de la superficie de los velos de pelos en relación a la superficie de los tapices. Porque dos veces diez codos de los velos que eran más largos que los tapices hacen veinte codos. De esos veinte codos, podían sobresalir por ambos lados diez por una parte y diez por la otra, no un codo por un lado y otro codo por el otro lado, como dice la Escritura.

Por lo cual me parece que hay que dejar para otro momento la exposición de este pasaje, es decir, hasta que se explique totalmente el tabernáculo con todas las columnas que hay en el atrio que lo rodea. Porque quizá se diga algo por anticipación acerca de los velos de pelos que sirva para explicar aquello de lo que aún no se ha hablado. Porque no sabemos si las palabras: Y harás velos de pelos para cubrir el tabernáculo285, se refieren a que hay que cubrir con estos velos todo el tabernáculo junto con el atrio, de cuya construcción alrededor del tabernáculo se va a hablar después o sólo este tabernáculo interior que mandó hacer de diez tapices. Pues a continuación se dice: Harás también una cobertura para el tabernáculo de pieles de carnero teñidas de rojo286. Es igualmente incierto si esta cobertura debe hacerse para todo lo que rodea al tabernáculo o sólo para el tabernáculo interior... La frase siguiente: Y encima otra cobertura de pieles de color jacinto, hay que entenderla en el sentido de que la cobertura no estaba alrededor, sino desde el techo, como si fuera una habitación.

5. Y continúa: Y harás para el tabernáculo columnas de madera incorruptible. Cada columna tendrá diez codos de larga y codo y medio de ancha. Cada columna tendrá dos ancones colocados uno frente al otro. Harás lo mismo con todas las columnas del tabernáculo287. No veo con claridad por qué se manda hacer estos ancones, que ya dije antes lo que eran. Porque si se hicieran para transportar las columnas, tendrían que ser como mínimo cuatro. Si eran para que se apoyaran en ellos los travesaños, tendrían que ser también varios, porque se asignaron a cada columna cinco travesaños. A no ser que estos ancones no tengan uso alguno, y tengan únicamente un significado, como en el undécimo velo de pelo. Porque una columna con dos ancones, como si fueran dos brazos, colgando por una y otra parte, tiene la forma de una cruz. Veamos ahora ya el número de columnas para conocer por medio de ellas si la forma del tabernáculo era cuadrada o redonda o si tenía forma rectangular con los dos lados laterales más largos y los dos lados frontales más cortos, como se construyen muchas basílicas. Porque esto es lo que se expresa más bien aquí con cierta evidencia. Pues la Escritura dice así: Y harás columnas para el tabernáculo: veinte columnas por el lado que mira al norte; y harás cuarenta basas de plata para las veinte columnas: dos basas para cada columna a uno y otro lado. Para el segundo lado, hacia el sur, harás veinte columnas con cuarenta basas de plata: dos basas para cada columna a uno y otro lado288. La repetición no debe plantear problemas, porque se trata de una locución por la cual se entiende lo mismo de todas las demás que no menciona. Ya dijimos antes por qué cada columna tiene dos basas. Aquí se llama basas a los capiteles.

6. Vemos, pues, que dos lados del tabernáculo, el del norte y el del sur, tienen veinte columnas cada uno a lo largo. Quedan los otros dos, el del este y el del oeste, los cuales, si tuvieran el mismo número de columnas, sin duda formarían un cuadrado. Pues bien, se dice cuántas columnas tiene el lado oeste, pero no se dice cuántas tiene el lado este. Yo ignoro el motivo, si es porque no tenía columnas y los tapices se extendían allí solos sin columnas, desde la última columna de un lado hasta la última columna del otro, o si se omite su mención por alguna razón, incluso que se sobrentienda tácitamente. Porque después, por la misma parte oriental, se mencionan diez columnas, pero son columnas del atrio, del cual se habla a continuación, que el Señor ordenó poner alrededor del tabernáculo. Mencionados, pues, los lados norte y sur del tabernáculo con sus veinte columnas cada uno, el texto continúa diciendo: Y para detrás del tabernáculo, por la parte que mira el oeste, harás seis columnas; y para los ángulos del tabernáculo, en su parte posterior, harás otras dos columnas, que serán iguales de arriba abajo y estarán unidas entre sí, siendo iguales desde los capiteles hasta la primera unión. Harás así con las dos columnas para los dos ángulos: han de ser iguales. Serán, pues, ocho columnas con sus dieciséis basas de plata: dos basas para una columna y otras dos basas para la otra columna a cada uno de sus lados289. Acerca de las basas se da la misma razón y se emplea la misma expresión. El lado oeste, por consiguiente —éste es el lado que se dice que da hacia el mar—, consta de ocho columnas: seis en la parte central y dos en los ángulos, que, como dice el texto, deben ser iguales en dirección al sitio donde se unen. Yo creo que el ángulo une en sí dos lados y la columna del ángulo es común a cada uno de los lados, una al lado oeste y norte, y otra al lado oeste y sur. Con respecto a lo que se dice que además deben ser iguales de arriba abajo, se dice, evidentemente, para que se mantuvieran en equilibrio perpendicularmente, de modo que no fueran más gruesas abajo que arriba, como suelen ser la mayoría de las columnas.

7. Luego continúa: Harás también travesaños de madera incorruptible: cinco para una columna a un lado del tabernáculo y cinco travesaños para la columna al otro lado del tabernáculo y cinco travesaños para la columna del lado posterior del tabernáculo, que mira hacia el mar290. Llama la atención que pueda dudarse que el lado oriental de este tabernáculo interior, en torno al cual luego se puso el atrio, no tuviera columnas. Pues se ordena que cada columna de los tres lados tenga cada una cinco travesaños. El texto dice: El travesaño central pasará a media altura de las columnas de un extremo al otro291. Parece querer decir que el travesaño debería llegar de una columna a otra y debería prolongarse por en medio de las columnas desde el extremo de una hasta el extremo de otra; y por eso, una de todas esas columnas no debía tener sus propios cinco travesaños. A esta última columna llegaban las cinco, procedentes de la columna próxima a ella. El texto dice: Revestirás de oro las columnas y harás anillas de oro en las cuales meterás los travesaños, y revestirás de oro los travesaños292. Para que las columnas no estuvieran llenas de agujeros a través de los cuales se metieran los travesaños, se ordena hacer anillas, en las que se sujetaran los extremos de los travesaños por una y otra parte. Por tanto, hay que pensar que estas anillas colgaban de pequeñas argollas, fijas a la madera, para que pudieran coger y contener la extremidad de los travesaños.

8. Luego continúa: Levantarás el tabernáculo según el modelo que se te ha mostrado en el monte. Harás un velo de color jacinto y de púrpura y de escarlata torzal y de lino fino. Lo harás bordado con querubines. Lo colgarás de cuatro columnas de madera incorruptible revestidas de oro. Sus capiteles serán de oro y sus cuatro basas de plata. Y pondrás el velo sobre las columnas, e introducirás allí, detrás del velo, el arca de la alianza. Y el velo os servirá para separar el santo del santo de los santos. Y cubrirás con el velo el arca de la alianza en el santo de los santos293. Todo esto pone de manifiesto que el arca de la alianza estaba en el interior, detrás del velo colocada sobre cuatro columnas. Y se ordena cubrir el arca con el velo, pero no debe hacerse de modo que el velo esté colocado sobre la tapadera del arca, sino que debe ponerse enfrente. Después se añade: Y pondrás la mesa fuera del velo y el candelabro frente a la mesa en la parte del tabernáculo que mira al mediodía. La mesa la pondrás en la parte del tabernáculo que mira al norte294. Esto también está claro. Luego se dice: Y harás una cortina de color jacinto y de púrpura y de escarlata torzal y de lino fino torzal, obra de recamador. Y harás para el velo cinco columnas y las revestirás de oro. Sus capiteles serán de oro. Y fundirás para ellas cinco basas de bronce295. Más adelante aparecerá a qué uso se destinaba este velo extendido sobre cinco columnas, pues aquí no se dice. Parece que se trata del velo de la entrada del tabernáculo, es decir, del tabernáculo interior, alrededor del cual se situaba el atrio. Después se manda hacer el altar de los sacrificios y de los holocaustos, y se dice cómo ha de hacerse. Pero aún no se dice dónde hay que ponerlo. Pero también esto aparecerá más adelante.

9. A partir de aquí hasta el final se habla ya del atrio, que ha de ponerse alrededor de aquel tabernáculo sobre cuya construcción se habló antes. El texto dice así: Harás también el atrio296. En griego se llama ailén y no ailaían. Algunos de nuestros traductores no distinguen entre este atrio y aquellos tapices, que los griegos llaman ailaías, no ailás y traducen esa palabra por «atrios», diciendo: Harás también el tabernáculo con diez atrios297, en donde debieran decir con diez tapices. Otros, mucho más ignorantes aún, tradujeron por ianuas (puertas), no sólo ailás, sino también ailaías. Ahora bien, como en latín tenemos las aulaea (los tapices), que los griegos llaman ailaías, así también nuestros autores llaman aulam (aula, palacio) a lo que los griegos llaman ailén. Pero en latín con esta palabra ya no se indica el atrio, sino el palacio real: en griego, en cambio, se indica el atrio. El texto dice: Harás también el atrio para el tabernáculo en el lado que mira al mediodía, y el cortinaje del atrio será de lino fino torzal. Su longitud será de cien codos a uno de los lados. Sus columnas serán veinte y sus basas de bronce serán veinte, y sus aros y sus argollas serán de plata. El lado que mira al norte tendrá también un cortinaje de cien codos de largo. Sus columnas serán veinte y sus basas de bronce serán veinte. Sus aros y las argollas de las columnas y las basas estarán revestidas de plata. La anchura del atrio por la parte que mira hacia el mar tendrá un cortinaje de cincuenta codos. Sus columnas serán diez y sus basas serán diez. La anchura del atrio por la parte que mira hacia el oriente tendrá cincuenta codos. Sus columnas serán diez y sus basas serán diez298.

10. Aquí vemos ya que se mencionan las columnas de la parte oriental, al hablar del atrio. Y que esas columnas eran diez con diez basas de bronce, como se dijo también acerca de las del lado oeste. De aquí surge una cuestión dificilísima. Porque es fácil entender que por la parte oriental hubiera un orden de columnas correspondientes al atrio, que rodea por sus cuatro lados al tabernáculo interior, porque este tabernáculo interior no tenía columnas por aquella parte. En cambio, por la parte del oeste, en donde se hallaban ya las ocho columnas del tabernáculo interior, ¿cómo se han de entender estas diez columnas también del atrio exterior, que ahora se menciona, como si por el lado oeste hubiera dos órdenes de columnas, ocho en la parte interior y diez en la parte exterior? Y si la realidad es así, entonces los lados del atrio exterior serían también más largos que los del tabernáculo interior, para que hubiera un espacio a partir del cual el otro orden de columnas se dirigiera de un extremo al otro y no fuera a dar en el orden anterior correspondiente al tabernáculo interior. Y si esto es así, sería lógico que aquellas veinte columnas de los dos lados del tabernáculo interior, por el lado sur y por el lado norte, estuvieran separadas por distancias más cortas que las de aquellas otras veinte que tiene el atrio exterior por esos mismos lados. Y puesto que aquellos órdenes exteriores de las veinte columnas, como dice la Escritura, tienen cien codos, estos órdenes interiores de tantas columnas como se quiera tendrían menos codos. Dado que la Escritura no lo ha dicho, será lógico pensar que aquellas ocho columnas del tabernáculo interior, situadas en el lado oeste, estarían más separadas que las veinte del lado sur y del lado norte del propio tabernáculo, de modo que pudiera abarcarse el espacio suficiente para extender alrededor aquellos diez tapices, con los cuales el Señor mandó construir al principio este tabernáculo. Pues cada uno de esos tapices tiene veintiocho codos, que hacen en total doscientos ochenta codos. Ahora bien, si hubiera cien codos en los lados sur y norte, en donde están los órdenes de las veinte columnas, tendríamos, evidentemente, cuarenta codos por los otros dos lados, el del este y el del oeste, y proporcionalmente habría en las ocho columnas cuarenta codos, como en las veinte columnas hay cien codos. Pero los lados del atrio exterior no serían más largos, porque están delimitados por los cien codos, y, por tanto, no habría modo de que aquel orden de diez columnas, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte, incluyera el orden de las ocho columnas interiores.

Por tanto, para que el atrio rodee por todos los lados al tabernáculo interior es necesario que éste sea también de menor longitud. Y así sería preciso que sus veinte columnas, por medio de las cuales se extiende a lo largo en los dos lados, estuvieran colocadas más cerca unas de otras de lo que están las veinte columnas del atrio exterior. Y las ocho columnas del tabernáculo interior por el lado del oeste deberían estar más separadas que las diez de la misma parte del atrio exterior, porque la cantidad menor de codos que tienen aquellos tapices que se extiende a lo largo de las veinte columnas de los dos lados, hacia el sur y hacia el norte, hay que compensarla con la anchura de los lados este y oeste, para completar la medida de los doscientos ochenta codos que tienen los tapices. Porque el Señor no ordenó que se doblara algo de estos tapices, como lo hizo con respecto a los velos de pelos, entre los cuales hay uno más. Por lo tanto, si sólo se aminora la longitud del tabernáculo interior, que podría incluirse desde el atrio exterior, de modo que en sus columnas no se extendieran los cien codos de los tapices, sino sólo, por ejemplo, un mínimo de noventa y seis codos, y así tuvieran cuatro codos menos, estos mismos cuatro codos, que en total serían ocho, habría que ponerlos naturalmente en los otros dos lados, el lado este y el lado oeste. Y así aquellas ocho columnas del oeste del tabernáculo interior no medirían cuarenta codos, sino cuarenta y cuatro, y otros cuarenta y cuatro por el lado este. Por consiguiente, como entre las diez columnas del atrio exterior miden una longitud de cincuenta codos, y entre las ocho del tabernáculo interior miden una longitud de cuarenta y cuatro codos, los intervalos de las ocho columnas interiores son más espaciados que los de las diez columnas exteriores, porque si fueran iguales, en las ocho columnas habría cuarenta codos, como habría cincuenta codos en las diez columnas, porque lo que son proporcionalmente ocho a diez, son también cuarenta a cincuenta, y cinco por ocho son cuarenta, y cinco por diez cincuenta.

11. Y no nos plantearía problema alguno que los intervalos de las columnas fueran distintos, es decir, que estuvieran más juntas en los lados en que hay veinte columnas a lo largo, y estuvieran más separadas en el lado en donde hay ocho columnas a lo ancho, si no hubiera otra razón que nos obligara a cambiar de opinión. Pues una vez que se ha dicho que el atrio tenía cortinajes de cincuenta codos de largo hacia el oeste y diez columnas y diez basas299y que la anchura del atrio hacia el este era igualmente de cincuenta codos y tenía diez columnas y diez basas, parecería que, dichas estas cosas, se habría terminado de describir la forma del tabernáculo con el atrio que lo rodeaba por todas partes, pero se añade otra cosa que resulta dificilísimo saber dónde estaba y cómo debe entenderse.

El texto dice así: La altura del cortinaje por un lado será de quince codos; sus columnas serán tres y sus basas serán tres. La altura del cortinaje por el segundo lado será de quince codos; sus columnas serán tres y sus basas serán tres. La cobertura de la puerta del atrio tendrá una altura de veinte codos; será de color jacinto y púrpura y escarlata fina y lino torzal, obra de recamador. Sus columnas serán cuatro y sus basas serán cuatro300. No veo dónde podrían ponerse estas cosas una vez terminada la construcción del tabernáculo. Pero veo claramente que se trata del mismo número de columnas, que son diez, distribuidas en grupos de tres y de tres y de cuatro, es decir, tres en los lados y cuatro en medio. Y por eso aquellos cortinajes de cincuenta codos no estarán unidos, para que pueda haber una entrada al atrio, pero los veinte codos de en medio estarán separados por los quince codos, para que formen la cobertura de la puerta del tabernáculo, esto es, el velo, que cuelgue de un adorno y de una cobertura y ocupe el espacio de cuatro columnas, destinado para la puerta del atrio y que está separado. Por eso el Señor estableció que este mismo velo, dividido por los lados de quince codos y separado, se distinguiera también por su belleza, y resaltara por aquellos cuatro colores, obra de recamador.

Pero aquellos lados de quince codos por una parte y por otra, que tenían tres columnas cada uno, si se unieran en la línea recta a partir de la puerta del atrio, no habría espacio entre las diez columnas del atrio exterior y las ocho del tabernáculo interior, en donde estaría el altar cuadrado de cinco codos, que ocupa el espacio que hay no sólo delante del altar, en donde se serviría al altar, sino entre el propio altar y la entrada del tabernáculo interior en donde estaría la pila de bronce. Pues el Señor mandó que se pusiera allí para que los sacerdotes se lavaran las manos y los pies al entrar en el tabernáculo o al acercarse a servir al altar. Porque si esto no estuviera fuera del tabernáculo, en el atrio, ¿cómo podrían lavar las manos y los pies antes de entrar en el tabernáculo? Pero no podemos poner el altar fuera del atrio, porque estaba mandado que el tabernáculo y el altar estuvieran rodeados por el atrio. Queda, pues, que aquellos lados de quince codos por una parte y por otra y de las columnas triples los tomemos a partir de los lados, de modo que esos lados formen un intervalo del mismo número de codos entre la puerta del atrio y la entrada del tabernáculo interior: la puerta abierta a la altura de los veinte codos en las cuatro columnas con un velo recamado por obra del recamador, de veinte codos; y la entrada del tabernáculo para que se pusiera aquel velo extendido sobre las cinco columnas, cosa que, evidentemente, no podemos creer que estuviera puesta dentro de aquel orden de ocho columnas, sino fuera, junto al atrio.

Entonces se encontrará el velo de la entrada. Esta entrada se abrirá como una puerta de dos hojas. Y allí los tapices no se unían entre sí por las argollas y por las anillas. O en el caso de que estuviera dentro de aquel orden de ocho columnas del tabernáculo interior, este velo se pondría delante de las cinco columnas a la entrada del tabernáculo para que cuando se abriera, no quedara al descubierto el interior y así no lo vieran los espectadores. Y ese velo, ya estuviera colocado dentro de aquel orden de columnas, ya estuviera fuera —cosa que no está clara—, sin duda se hallaba algo alejado de aquel orden de columnas para que las cinco columnas colocadas más cerca de las cuatro columnas no cerraran la entrada, sino que más bien la ocultaran.

12. Así pues, según este modelo y esta forma del tabernáculo, ya no hay necesidad alguna de colocar más cerca aquellas veinte columnas de los lados sur y norte del tabernáculo interior ni de colocar aquellas ocho, que miraban al oeste, más separadas. Porque aquellas diez del atrio exterior de la parte oeste no constituyen un orden largo de columnas, en el que se incluyan las ocho interiores, sino que, colocadas por un lado y por otro tres y cuatro cierran el espacio en la puerta en donde estaría el altar de los holocaustos, dentro de la puerta del atrio, delante de la entrada del tabernáculo, y la pila, entre la entrada del tabernáculo y el altar, y el espacio necesario para el ministerio, entre el altar y la puerta del atrio. Y así, todo aquel espacio del atrio se cierra con diez columnas, tres por el norte y tres por el sur y cuatro por el oeste, como si se trazara la letra griega pi. Y así al orden más largo de columnas del tabernáculo interior se añadía el mismo espacio, como si a la letra mencionada, por la parte que no tiene nada, se le añadiera el trazo de la letra que se llama iota; y así, por la parte de en medio se cierra por aquel lado y quedan por una parte y por otra las restantes partes de la iota. En aquella fila larga de la parte oeste del tabernáculo interior podían contarse, por consiguiente, diez columnas, con tal de añadir a aquellas ocho las dos últimas de las filas norte y sur de los lados del atrio. Pues aquellas diez que pertenecerían propiamente al atrio por la parte del oeste, por donde se entraba al tabernáculo, tenían tres columnas en los lados y cuatro en la fachada, en donde estaba la puerta, y así comprendía el espacio necesario para hacer los sacrificios dentro del atrio, delante del tabernáculo. Y en las tres columnas que había por los lados, había toldos de lino de quince codos. En las cuatro columnas, en donde estaba la puerta, había un velo de veinte codos recamado por obra de recamador.

13. No debe plantear problema lo que dice la Escritura: La altura de los cortinajes por un lado será de quince codos: sus columnas serán tres y sus basas serán tres. La altura de los cortinajes por el lado segundo será de quince codos: sus columnas serán tres y sus basas serán tres. El tapiz de la puerta del atrio tendrá una altura de veinte codos301. Porque el texto dice que la altura es la misma que había sido la largura de los cortinajes. En efecto, la altura, cuando se tejen, es la misma que la largura, cuando se extienden. Y para que no parezca que lo sospechamos, la Escritura recuerda esto mismo en otro sitio, cuando dice: Hicieron también el atrio que mira hacia el sur: los cortinajes del atrio eran de lino torzal, de cien codos por cien codos302, es decir, cien codos de los cortinajes por los cien codos del espacio que sostenían las veinte columnas. Y luego continúa: Y sus columnas eran veinte y sus basas, de bronce, eran veinte. El lado que mira al norte era de cien codos por cien codos: y sus columnas eran veinte, y sus basas, de bronce, eran veinte. Y el lado que mira al mar tenía un tapiz de cincuenta codos: sus columnas eran diez y sus basas eran diez303. —Aquí se llama tapiz a lo que antes se llamaba cortinaje—. Y el lado que mira al oriente tenía cortinajes de cincuenta codos304. Después de estos datos se vuelve a hablar de la parte posterior del tabernáculo para mostrar cómo aquellas diez columnas abarcaban el espacio del atrio mencionado. El texto dice así: Quince codos por la parte de atrás305. Se llama parte de atrás, porque era la parte posterior del tabernáculo, la parte del oeste. Y continúa: Y sus columnas eran tres y sus basas eran tres. Y por la parte segunda de atrás, a uno y otro lado de la puerta del atrio, había un tapiz de quince codos: sus columnas eran tres y sus basas eran tres306. Está totalmente claro que lo que aquí se denomina partes de atrás, cuando se describe el modo como están hechas todas las cosas, corresponde a lo que se llamaban lados, cuando el Señor dio la orden de hacerlos. Son lados, porque unidos por una y otra parte cerraban el espacio del atrio de la puerta occidental, o son partes de atrás, porque eran por la espalda del tabernáculo, esto es, por la parte occidental, esta parte del atrio. Luego el texto continúa: Todos los tapices del atrio eran de lino torzal. Las basas de las columnas eran de bronce, y las anillas de plata, y sus capiteles revestidos de plata, y todas las columnas del atrio estaban revestidas de plata307. Y luego añade lo que aún no se había mencionado en este lugar: Y el velo de la puerta del atrio, obra de recamador, era de jacinto y púrpura, y escarlata pura y lino torzal, y tenía una longitud y una altura de veinte codos308. Aquí es donde aparece que la altura mencionada antes es la misma que había sido la longitud de los tapices extendidos. Por último añade: Y la anchura de cinco codos. Efectivamente, los cortinajes del atrio exterior tenían tantos codos de anchura como los cuatro codos del atrio interior. Pues antes se había dicho así: ha longitud del atrio será de cien codos por cien codos, y la anchura de cincuenta codos por cincuenta codos y la altura de cinco codos. Será de lino torzal309. Ahora se llama altura a lo que después se denomina anchura, porque lo que es anchura para los que están extendidos es altura para los que están de pie. Pues, como acabo de decir, lo que es altura cuando se tejen es largura cuando se extienden.

14. Veamos ahora ya lo que yo había dejado de lado, es decir, cómo se resuelve aquella dificultad de los velos de pelos, una vez que he explicado, como he podido, la forma del tabernáculo, poniéndola ante los ojos. Esta cuestión quizá era más abstrusa, porque el autor dijo por anticipación algo que sería útil para la obra de la que iba a hablar después, al describir el atrio que había que edificar alrededor del tabernáculo. Veamos ahora, pues, las propias palabras del texto: Extenderás lo que sobre de los velos del tabernáculo; la mitad que sobre del velo la extenderás; lo que sobre de los velos del tabernáculo lo extenderás detrás del tabernáculo310. Todo lo dicho tiene un solo sentido: «la mitad que sobre del velo», esto es, «lo que sobre de los velos del tabernáculo hay que extenderlo detrás del tabernáculo». Ahora hay que investigar cómo sobra, cómo excede y queda la mitad del velo de aquella serie de velos unidos, puesto que el Señor mandó unir cinco entre sí y otros seis entre sí311, como había dicho antes que el sexto velo había que doblarlo delante del tabernáculo, es decir, por el lado del oriente. Y como el Señor dijo que eran los mismos los de la parte de atrás del tabernáculo, por el lado del oeste, que es el lado del mar, ¿cuál es, pues, la parte delantera del tabernáculo, sino el lado que mira al oriente?

Por tanto, aquella parte por la que están unidos los cinco velos tiene ciento cincuenta codos, esto es, cinco veces treinta —pues cada velo tenía treinta codos, tal como Dios había ordenado que se hicieran—. Pero aquella parte en la que no había cinco, sino seis velos, unidos entre sí de la misma manera, tenía ciento ochenta codos, esto, seis veces treinta. Y por eso, al doblar uno de estos velos, como estaba mandado, perdían con el doblez quince codos delante del tabernáculo. Y quitando estos quince codos, quedaban ciento sesenta y cinco. En consecuencia, a partir de aquellos ciento cincuenta codos, por medio de los cuales también esta parte de los seis velos se igualaba con aquella parte de los cinco velos, sobraban y quedaban aún quince codos. Pues por el lado de la parte de los cinco velos había ciento cincuenta codos. Y por el lado de la parte de los seis velos, doblando uno delante del tabernáculo, había ciento sesenta y cinco codos. Este lado, por consiguiente, tenía quince codos más que el otro. A esto lo llama el autor la mitad del velo, que manda extender detrás del tabernáculo. Por eso, dado que aquello está doblado delante, este medio velo sobrante por la parte posterior del tabernáculo no se doblaba, sino que se extendía. Es decir, todos aquellos quince codos colocados debajo se extendían, y por eso esos mismos se restaban a aquella longitud. Y también se restaban, por el doblez de uno de los velos, aquellos quince codos delante del tabernáculo. De este modo, a los ciento cincuenta codos de los cinco velos se les contraponían por la otra parte los ciento cincuenta codos de los seis velos, es decir, a los treinta codos restados de los ciento ochenta que había delante del tabernáculo, con el velo doblado, y de las partes traseras del tabernáculo, con la mitad del velo extendido por debajo.

15. Lo que sigue ya es otra cosa y plantea otro problema, a causa del cual, sobre todo, pensé que había que retrasar la explicación de este pasaje, para que viéramos primero la forma del tabernáculo que se iba a construir y lo que está escrito acerca del atrio que había que construir alrededor. Sigue, pues, el texto: Lo que sobra a los velos de la longitud de los velos del tabernáculo —un codo por una parte y otro codo por la otra— se extenderá sobre ambos lados del tabernáculo, a un lado y a otro, para cubrirlo312. Una cosa es que una parte de los seis velos superara a la otra parte de los cinco velos a causa del mayor número de velos, de lo cual ya hemos hablado, y otra cosa es que sobrara algo de la longitud de los velos, de lo que ahora se ha hablado. Según esto, no se compara una parte con otra ni se descubre que una es mayor que la otra, es decir, la que tiene seis velos es mayor que la que tiene cinco velos. Porque para que los dos lados fueran iguales entre sí, se dobló un velo por delante del tabernáculo, y por detrás se extendió la longitud de medio velo. Pero los propios velos de pelos, comparados con los tapices, de los cuales el Señor mandó hacer diez para el tabernáculo interior, tejidos con cuatro colores, son dos codos más largos, porque cada tapiz tenía veintiocho codos, y los velos tenían treinta codos.

Por eso, aquí no se dice: de lo que sobra de los velos, sino de lo que sobra a los velos de la longitud de los velos. Y la frase: Un codo por una parte y otro codo por la otra se extenderá sobre ambos lados del tabernáculo, significa que aquella longitud en la que los velos de pelos superan en dos codos a cada uno de los tapices —cada uno de ellos, no todos—, ha de recogerse hacia una parte, es decir, lo que sobra ha de recogerse hacia la parte trasera del tabernáculo, pero distribuyéndolo por igual y que se dé la misma cantidad a la parte anterior del tabernáculo que a la parte posterior. Esto quiere decir que, como los dos codos en cada uno de los velos tienen la misma longitud que les sobra, una parte debe quitar de allí un codo y la otra parte, otro codo. Así, ésta parte tendrá diez codos de cada uno de sus velos y aquella otra parte otros diez codos de cada uno de los suyos, porque los diez velos, cada uno con dos codos de más, tienen una longitud de veinte codos, por la cual parecen exceder en su serie a la serie de los tapices.

16. Ahora hay que ver qué espacio sirven para cerrar estos veinte codos que sobran de la longitud de los velos. Porque si el tabernáculo interior está cubierto alrededor por los velos de pelos, no hay absolutamente nada que sobre para que pueda cubrirse con ellos. De donde resulta que ellos mismos han de ser cubiertos por debajo, y al cubrirlos por debajo, hay que quitarles algo, cosa que no dice la Escritura. En efecto, los diez tapices, que tienen cada uno veintiocho codos, con los cuales se cubre el tabernáculo interior, cubren un espacio de unas dimensiones que pueden abarcar doscientos ochenta codos. Por lo cual, los lados más largos, que son el sur y el norte, que tienen cada uno veinte columnas, pierden de esos codos cien codos cada una. Quedan ochenta para distribuir, cuarenta en cada uno de los otros dos lados más cortos, el lado oriental, que carece de la fila de columnas, y el lado occidental, en donde había ocho columnas. Por eso, a los velos de pelos les sobrarían veinte codos, que no tendrían nada que cubrir, si con los trescientos codos de los velos de pelos se cubrieran los doscientos ochenta codos de los tapices, puesto que al quitarles a los velos treinta codos, les quedarían aún trescientos. Por tanto, aquellos dos codos que tienen de más cada uno de los velos de pelos, y cuya suma de veinte codos, hay que distribuirlos así: un codo por una parte y otro codo por la otra. Esto quiere decir que no hay que recogerlos todos en una sola parte para que cubran los lados del tabernáculo, sino que deben cubrir los lados del atrio exterior.

Así pues, aquellos trescientos codos de velos de pelos deben rodear el tabernáculo por la parte exterior. Añadidos, pues, los lados del atrio exterior de cien codos, que son los lados sur y norte, sobran cincuenta codos por los lados del este y del oeste, todos los cuales juntos hacen trescientos codos, para cubrir los cuales bastan los trescientos codos de los velos de pelos. Esto es lo que significa: un codo por una parte y otro codo por la otra. Se trata de la distribución de los dos codos que tienen de más cada uno de los velos de pelos, es decir, de lo que sobra a los velos de la longitud de los velos se extenderá a ambos lados del tabernáculo, los lados, evidentemente, exteriores, que pertenecen al atrio, para que cubra por una y otra parte, y no los lados del propio atrio, que se extienden a lo largo de cien codos cada uno y veinte columnas cada uno. Estos lados, en efecto, no se han hecho más largos que los del tabernáculo interior, que se extienden a lo largo de los diez tapices, y ellos mismos tienen también veinte columnas cada uno. Pues como los dos lados del tabernáculo interior, por el norte y por el sur, tienen cien codos cada uno, eso mismo tienen los del atrio exterior.

Por tanto, la longitud con que superan a la longitud de los tapices no sirve para cubrir los propios lados exteriores de otras tantas columnas de los velos de pelos. Porque hacia los lados exteriores miden lo mismo que medirían hacia los interiores, es decir, cien codos cada uno, que hacen doscientos. Pero, como a los lados este y oeste les bastarían lados de cuarenta codos cada uno si sólo se rodeara el tabernáculo interior con los velos de pelos, por eso aumentó la anchura del tabernáculo una vez añadidos los lados del atrio, de modo que ya no sean necesarios los cuarenta codos para cubrir los lados del este y del oeste, sino los cincuenta codos. Para cubrirlos pudo servir la longitud de los velos de pelos mayor que la de los tapices, de modo que no se emplearan por una parte los dos codos que sobran a cada uno de ellos, sino que se empleara un codo por una parte y otro codo por la otra; y así el lado oriental tuviera por lo que le sobraba diez codos, y el lado occidental, otros diez. Porque veinte corresponde a dos veces diez, ya que los treinta codos del velo undécimo se restan de esta longitud, al doblarlo y extenderlo por abajo.

17. Pero como la traducción latina dice: Un codo por una parte y otro codo por la otra de lo que sobra a los velos de la longitud de los velos del tabernáculo se extenderá a ambos lados del tabernáculo,313 en donde el griego tiene plágia, término que algunos traductores latinos traducen no por «lados» (latera), sino por «oblicuos» (obliqua), surge la cuestión de saber por qué no pueden llamarse plágia aquellos lados, de los cuales uno está delante y otro detrás, que son los lados del este y del oeste, sino que pueden llamarse plágia por la derecha y por la izquierda, que son los lados del norte y del sur, aunque aquí no aparezca nada oblicuo, puesto que todos los ángulos de los cuatro lados son rectos. Por consiguiente, no siendo plágia aquellos lados que tienen cincuenta codos cada uno, para cubrir los cuales dijimos que habría podido servir la longitud de los velos de pelos que sobraba, ¿cómo puede ser verdad que un codo por una parte y otro codo por la otra de lo que sobra a los velos de la longitud de los velos del tabernáculo se extenderá a ambos lados del tabernáculo? Es evidente que el autor habla de cubrir aquellos lados —que llama también partes de atrás—, de quince codos cada uno y de tres columnas cada uno, los cuales, junto con la puerta del atrio, que tiene veinte codos y cuatro columnas, hacen cincuenta codos y diez columnas. Estos lados dejan en medio la puerta del atrio a partir de estos límites suyos propios, y dejan la entrada del tabernáculo a partir de aquellos límites. Entre la puerta del atrio y la entrada del tabernáculo hay un espacio que cierran aquellos veinte codos a partir de la puerta y quince codos cada uno por la derecha y por la izquierda. En ese espacio está el altar de los holocaustos más adentro de la puerta del atrio delante de la entrada del tabernáculo. Entre el altar y la entrada del tabernáculo está la pila de bronce, en donde los sacerdotes lavaban las manos y los pies.

Examinadas, no obstante, las medidas con cuidado, quizá se encuentre incluso alguna oblicuidad en estos lados de tres columnas cada uno, que en griego se llaman plágia, de tal modo que con toda razón algunos de nuestros traductores han traducido por obliqua (oblicuos) la palabra plágia que encontraron en griego. En efecto, los velos de pelos, con sus quince codos cada uno, no pueden cubrir los quince codos de cada uno de los toldos de aquellos lados, a no ser que en las partes posteriores del tabernáculo no se empleen más de diez codos en cada uno, antes de que se doblen hacia aquellos lados. Por consiguiente, desde la línea recta de la parte posterior del tabernáculo, que es la parte del poniente —como esta línea tenía ocho columnas, correspondientes al tabernáculo interior, comenzó a tener diez cuando se le añadieron los lados del atrio exterior, y como tenía cuarenta codos, correspondientes a las ocho columnas, comenzó a tener cincuenta codos en las diez columnas—, desde esta línea, pues, como estaban cubiertos con los velos de pelos los diez codos que provenían de los dos ángulos, habrá en el medio treinta codos no cubiertos con los velos de pelos, pero sólo en aquellos tapices en cuya mitad, que tenía treinta codos y que se extendían por otros tantos codos, se hallaba la entrada del tabernáculo.

Por tanto, aquellos lados que tenían tres columnas y quince codos, si se consideran a partir de sus terminaciones, por las que se unían las puertas del atrio, estaban abiertos frente por frente en una distancia de veinte codos, porque sólo había una puerta que separaba aquellos lados. Pero a partir de las terminaciones, por las que estaban unidos a aquella línea posterior del tabernáculo, de la cual hemos hablado, había entre ellos treinta codos, sin duda oblicuos, porque se abrían más unos que otros, por esta parte, por donde tenían treinta codos, hasta el medio, que por aquella otra por la que tenían veinte codos, hasta el medio. Así, aquellos diez codos de los velos de pelos —que era la mitad de la longitud que sobraba—, que servían para la parte posterior del tabernáculo, la parte del oeste, como los otros diez servían para la parte anterior, la parte del este, con cinco codos llenaban la cobertura de aquellos lados, que en griego se llaman plágia, cinco por una parte y cinco por otra. Y si hubieran faltado esos codos, en esos mismos lados estarían cubiertos diez codos y cinco codos estarían descubiertos. Por eso, a mí me parece que se entiende mejor que se haya dicho: Un codo por una parte y otro codo por la otra de lo que sobra a los velos de la longitud de los velos del tabernáculo, no porque estaban allí, cinco por una parte y por otra, sino porque sobraban de aquella longitud, según la cual los velos de pelos superaban en dos codos a los tapices. Y de esos dos codos, el codo de cada uno de los velos servía para la parte del este. Y quedaba ciertamente otro codo para la parte del oeste, de modo que un codo por una parte y otro codo por la otra cubriera los plágia del tabernáculo. Por eso se dice: para que se extienda por una parte y por otra; puesto que no cubría todo, si hubieran faltado los cinco codos mencionados.

18. Ahora, como ya se ha discutido bastante acerca de cómo hay que entender todas aquellas cosas, que parecían oscuras en la construcción del tabernáculo, vamos a intentar mostrar brevemente, en cuanto nos sea posible, qué hemos sacado en limpio de esta discusión. Se entraba desde el poniente y había una primera puerta de entrada al atrio, que tenía veinte codos de anchura y cuatro columnas, de las cuales colgaba un velo, de veinte codos de ancho y de cinco codos de alto, de tela bordada y coloreada con aquellos cuatro colores mencionados tantas veces. Entrando por esta puerta, se pasaba al atrio, que tenía por la parte derecha y por la izquierda quince codos de largo y tres columnas en cada lado. En el medio se encontraba la entrada del tabernáculo interior en aquella parte adonde se llegaba. De la misma manera, en el medio estaba situada la puerta del atrio por aquella parte por donde se comenzaba a ir. Este atrio era más ancho que largo. Su longitud, desde la puerta del mismo hasta la entrada del tabernáculo interior, era de unos quince codos. Su anchura, en cambio, cerca de la puerta tenía veinte codos, y treinta codos cerca de la entrada. Así se comprende que aquellos lados fueran oblicuos. Y tenían, por la derecha y por la izquierda, tres columnas cada uno y quince codos cada uno.

En este atrio se encontraba el altar de los sacrificios, de forma cuadrada, de cinco codos de largo y de otros cinco codos de ancho. Entre la puerta y el altar había un espacio, en donde se movían los que ponían los sacrificios sobre el altar. Por la parte de dentro, entre el altar y la entrada del tabernáculo, estaba el lugar de la ceniza ante el altar y después la pila de bronce, en donde los sacerdotes se lavaban las manos y los pies, o porque iban a servir al altar en el atrio, o porque iban a entrar en el tabernáculo interior. Los toldos de este atrio en los lados de las tres columnas eran de lino de quince codos de ancho y de cinco codos de alto.

19. Desde este atrio se pasaba a la entrada del tabernáculo, una vez dejado atrás el altar y la pila de bronce. Se pasaba con los tapices abiertos, diez de los cuales, cinco por una parte y cinco por otra, rodeaban todo el tabernáculo interior, colocados unos frente a otros. Al entrar por la puerta se encontraba el velo que estaba frente a la entrada, colgado sobre cinco columnas, y adornado con aquellos cuatro colores. Cuando el Señor mandó hacer este velo lo llamó adductorium314 (cortinón), creo que porque se corría en una y otra dirección, cubriendo y abriendo la entrada. Pasado este velo venía la parte intermedia del tabernáculo, situada entre este velo y aquel otro velo interior, que colgaba de cuatro columnas, fabricado con aquellos cuatro colores y que separaba el santo, que estaba por la parte de fuera, y el santo de los santos, situado dentro. En este espacio intermedio, entre estos dos velos, había una mesa de oro, en la parte norte, que tenía los panes de la proposición, y frente a ella el candelabro de oro de siete brazos, en la parte sur. Hasta aquí podían entrar los sacerdotes de segundo rango.

20. En la parte interior, en el santo de los santos, más allá del velo que colgaba de las cuatro columnas, estaba el arca de la alianza, dorada, en la que se hallaban las tablas de la ley y la vara de Aarón, y la urna de oro con el maná, y encima el propiciatorio de oro, en donde estaban los dos querubines, cubriendo con sus alas el propiciatorio, uno frente al otro. Delante del arca, entre el arca y el velo, estaba colocado el altar del incienso, que la Escritura dice muchas veces que era de oro, y otras veces, que estaba dorado, llamando claramente de oro a una cosa que era dorada. A este lugar, el santo de los santos, sólo podía entrar el sumo sacerdote, todos los días para poner el incienso, y una vez al año con la sangre para purificar el altar, y si alguna vez quizá lo exigía la necesidad de ofrecer un sacrificio por el pecado del sacerdote o de toda la comunidad, como está escrito en el Levítico315. Se entraba en el tabernáculo por la puerta de poniente, es decir, por la puerta del atrio hasta el lado oriental, por la parte de dentro, en donde se hallaba el arca de la alianza.

21. Este tabernáculo interior, que comenzaba, no desde la puerta del atrio, sino desde la entrada que se llamaba entrada del tabernáculo, y que terminaba a lo largo en el lado oriental, en donde estaba el arca de la alianza, terminaba en los diez tapices que tenían cada uno veintiocho codos, cinco de una parte y cinco de otra, unidos entre sí por anillas y argollas, y que estaban colocados unos frente a otros, y en las veinte columnas en los lados más largos, del norte y del sur, y en las ocho columnas, en el lado oeste, y que en el lado este no tenía columnas, sino que terminaba en los tapices. Estos diez tapices tenían cuatro codos de alto y doscientos ochenta codos de largo todo alrededor. De éstos, cien codos correspondían a los lados más largos, del sur y del norte, a lo largo de las veinte columnas. Y cuarenta codos correspondían a los otros dos lados más cortos, uno al poniente, a lo largo de ocho columnas, y otro al oriente, en donde no había columnas, pues los tapices colgaban solos de las dos únicas columnas que había en los ángulos, no habiendo columnas en medio. Estos tapices eran diez tejidos con telas de aquellos cuatro colores. Este tabernáculo interior estaba, pues rodeado por el atrio de veinte columnas, por el sur, y de otras veinte, por el norte. Estos dos lados del atrio tenían igual longitud que los lados del tabernáculo interior, puesto que tenían veinte columnas y el mismo número de codos, que eran cien. Por el lado este, en cambio, el atrio terminaba en diez columnas y tenía cincuenta codos. Esta línea de columnas era recta y terminaba en aquellas dos columnas angulares del tabernáculo interior, que eran las únicas que había en el lado este. Con ellas se completaba, por consiguiente, el número de diez. Por el lado de poniente, en cambio, el atrio tenía, ciertamente, diez columnas, pero no en línea recta, sino, como ya hemos demostrado, en forma de pórtico triple, con cuatro columnas desde la puerta y tres desde los lados.

22. Todo el atrio que circundaba al tabernáculo estaba rodeado por toldos de lino fino, de cinco codos de altura. Sobre ellos caían los once velos de pelos de cabra, cinco de una parte unidos entre sí, y seis de otra. Los cinco velos unidos entre sí de una parte medían ciento cincuenta codos. Los seis velos unidos entre sí de la otra parte medían ciento ochenta codos, porque cada velo medía treinta codos. Pero para que una parte se igualara con la otra, se doblaba un velo delante del tabernáculo, es decir, por el lado este, y la mitad del velo estaba metida debajo por la parte de atrás, es decir, por la parte del oeste, y así se quitaban treinta codos, que era la longitud de un velo, y quedaban ciento cincuenta codos, los mismos que había también por la otra parte. La circunferencia, pues, de los velos de pelos de cabra, que rodeaba al atrio del tabernáculo, medía trescientos codos, como la circunferencia de los diez tapices del tabernáculo interior medía doscientos ochenta codos, pues cada tapiz medía veintiocho codos de largo, y, en cambio, los velos de pelos tenían treinta codos de largo. Por tanto, de la circunferencia de los tapices del tabernáculo interior, que medía doscientos ochenta codos, cíen codos estaban en los lados más largos, del sur y del norte, y cuarenta codos en los lados más cortos, del este y del oeste.

En cambio, de la circunferencia de los velos de pelos, que cubría el atrio exterior y cuya circunferencia medía trescientos codos, cien codos estaban en los lados más largos, del sur y del norte, porque eran iguales a los lados del tabernáculo interior, y cincuenta codos estaban en los lados restantes, del este y del oeste. Y por tanto, aquellos dos codos en los que el velo de pelo era más largo que el tapiz servían para los lados del este y del oeste y no para los lados del Sur y del norte, que eran iguales a los del atrio exterior y del tabernáculo interior. Y la razón es que en aquellos dos lados había aumentado la anchura del tabernáculo con relación al atrio colocado alrededor por la parte de fuera. Pero los cincuenta codos de los velos de pelos se extendían desde la parte oriental por la línea recta que formaban las diez columnas y les aprovechaba un codo de aquellos dos en que la longitud de los velos de pelos era mayor. En cambio, los otros cincuenta codos que correspondían al lado de poniente, a los cuales aprovechaba el otro codo de aquellos dos, no se extendían por la línea recta de las columnas. Porque allí se encontraba aquella especie de pórtico triple, que cerraba el espacio del atrio, en donde debía de estar el altar de los sacrificios, formado por cuatro columnas desde la puerta y por tres desde los lados. Y por eso aquellos cincuenta codos no podían cerrar también la puerta, sino que se extendían hasta cubrir aquellos lados oblicuos, formados por tres columnas y quince codos. Los velos de pelos medían cuatro codos de altura y con ellos se cubrían los toldos de lino del atrio, cuya altura era de cinco codos.

23. Las pieles teñidas de rojo venían a caer sobre los velos de pelos de cabra. Pero por encima, por la parte del techo, formando una especie de bóveda, el tabernáculo estaba recubierto de pieles de color jacinto. No está claro si lo estaba también el espacio aquel interior con el atrio. Pero es más verosímil que los espacios del atrio, que había entre las columnas exteriores e interiores, fueran cielo raso, sobre todo el espacio de poniente, en donde se hallaba el altar de los sacrificios.

CUESTIONES SOBRE EL HEPTATEUCO

Traducción: Olegario García de la Fuente

LIBRO III

Cuestiones sobre el Levítico

1 (Lv 5,1). Si una persona peca y oye la voz del juramento y ella es testigo, o lo ve, o lo sabe, si no lo declara y se carga con el pecado, es decir, si no lo declara, se carga con el pecado. La añadidura de «y» es un modo habitual de expresarse de la Escritura. Pero como el sentido es oscuro, hay que exponerlo. Parece que el texto quiere decir que un hombre comete un pecado si, oyendo que alguien jura en falso y sabiendo que jura en falso, se calla. Lo sabe, si ha sido testigo de la cosa acerca de la cual se hace el juramento o si la vio o la supo, es decir, si la conoció de algún modo, o viéndola con sus propios ojos o si se lo dijo el mismo que hizo el juramento. Pues pudo saber la cosa de ese modo. Ahora bien, entre el temor de este pecado y el temor a descubrir a los demás existe muchas veces una prueba no pequeña. Porque podemos evitar que el que está dispuesto a perjurar cometa un pecado tan grande, o bien reprendiéndole o bien prohibiéndoselo. Si no nos hace caso, y jura en falso ante nosotros acerca de algo que nosotros sabemos, es cuestión dificilísima de saber si tenemos que delatarle, si por delatarle incurre además en peligro de muerte. Como el texto no dice aquí a quién hay que decírselo, si es a aquel a quien se jura o al sacerdote o a cualquier persona que no sólo no pueda perseguirlo irrogándole el suplicio, sino que pueda incluso orar por él, a mí me parece que la persona se ve libre incluso del vínculo del pecado si se lo dice a aquellos que pueden aprovechar más que dañar al perjuro, o para Corregirle o para aplacar a Dios por él, si él mismo utiliza la medicina de la confesión.

2 (Lv 5,2-3). Después de mencionar este género de pecado, consistente en no denunciar el perjurio de una persona, la Escritura no manda ofrecer sacrificio alguno por ese pecado. Y luego añade: Quienquiera que toque cualquier cosa impura, ya sea de un cadáver, ya de un animal impuro capturado por una fiera, ya de las cosas que han muerto de las abominaciones impuras, el cadáver de los jumentos impuros, o toque cualquier cosa de las impurezas humanas, de cualquier impureza del hombre con la que se mancha, si la toca, y no se da cuenta, pero después se da cuenta y se hace culpable. Tampoco aquí se menciona el sacrificio que había que hacer por este género de pecado, sino que el texto añade aún lo siguiente: Quienquiera que haga un juramento distinguiendo con sus labios el hacer mal o el hacer bien según todas las cosas que el hombre distingue al jurar, y no se dé cuenta y lo sepa y cometa uno de estos pecados, y confiese el pecado con el que pecó contra él¹. Unidas y explicadas todas estas cosas sin mención alguna del sacrificio, el texto añade lo siguiente: Y ofrecerá al Señor por estos pecados que hizo, por el pecado que cometió, una hembra, una oveja de las ovejas o una cabra de las cabras por el pecado. El sacerdote hará la expiación por él, por su pecado, y se le perdonará el pecado².

¿Qué significa que por un perjurio oculto de una persona y por tocar un cadáver o algo impuro, la Escritura no mencione ningún sacrificio y, en cambio, por el pecado de hacer un juramento falso involuntariamente mande ofrecer en sacrificio una oveja o una cabra? ¿Hay que pensar que este sacrificio debe ofrecerse por todos los pecados mencionados anteriormente? En efecto, el autor prefirió enumerar antes todos los pecados y decir luego con qué sacrificio había que expiarlos. Pero en todos los géneros de pecados mencionados antes hay algo expresado de manera bastante oscura, debido a las expresiones que utiliza la Escritura, como, por ejemplo, cuando dice: el cadáver de los jumentos. Los griegos llaman kténe a lo que muchos de nuestros traductores llaman iumenta (jumentos). Ahora bien, esta palabra en el uso latino habitual designa a aquellos animales que suelen emplearse sobre todo como animales de carga, como son los caballos, asnos, mulos, camellos, y otros animales por el estilo. En cambio, lo que los griegos llaman kténe tiene un sentido tan amplio, que puede comprenderse bajo este nombre a todos o casi todos los ganados. Y por eso, en el texto griego se añadió con un nuevo género de expresión, a manera de pleonasmo, la palabra impuros, al mencionar a los jumentos, porque hay también ganados puros, que reciben el nombre de kténe. En cambio, los animales que la lengua latina habitual denomina jumentos, según la distinción que hace la ley, sólo son impuros.

3 (Lv 5,4). En relación al texto citado antes: Quienquiera que haga un juramento distinguiendo con sus labios el hacer mal o el hacer bien, puede uno preguntarse qué significa distinguiendo (distinguens), porque esta palabra aparece muchas veces en la Escritura. Así, por ejemplo: Cumpliré mis votos, que distinguieron mis labios³. En Ezequiel se dice también: Si yo digo al inicuo: «morirás sin remedio», y tú no distinguiste ni hablaste 4. Y en otro lugar se dice: Si una mujer, estando en casa de su padre, hiciera un voto, distinguiendo con sus labios contra su alma5. Esta distinción parece ser como una definición por la que se separa una cosa de las demás, las cuales no se sostienen por la sola palabra. Aquellas palabras hay que entenderlas como si se hubiera dicho: La persona que haga un juramento, definiendo con sus labios el hacer mal o el hacer bien según todas las cosas que define el hombre al jurar y no se dé cuenta —es decir, si jura hacer una cosa sin saber que hay que hacerla o no hay que hacerla— y lo sepa y cometa uno de estos pecados —o porque juró antes de saberlo o porque hizo lo que juró y supo después que no había que hacerlo ni había que haber jurado— y confiese el pecado con el que pecó —es decir, el pecado que cometió, pues se trata de una locución de la Escritura.

Lo que se dice a continuación: contra él, ¿qué significa sino que confesó el pecado contra sí mismo, es decir, confesando el pecado se acusó a sí mismo? Y ofrecerá al Señor por estos pecados que hizo, por el pecado que cometió, una hembra, oveja de las ovejas —utiliza la expresión habitual oveja hembra, como si pudiera existir una oveja no hembra— o una cabra de las cabras. Como dice una oveja de las ovejas, dice también una cabra de las cabras, como si pudiera existir una oveja que no fuera de las ovejas o una cabra que no fuera de las cabras. Plantean algún problema, un problema incluso no pequeño, las palabras que el texto repite con frecuencia: después de esto lo advierte y delinque, como si quisiera decir que el pecado se comete cuando se conoce. ¿No se trata más bien de que, si no se conoce, no se puede ofrecer la satisfacción? Pero el texto no dice: después de esto lo advierte y se arrepiente. ¿Qué significa, por tanto, después de esto lo advierte j delinque? ¿Se trata de que delinque después de advertirlo? De modo que se aplicaría la purificación por el delito si el hombre hubiera hecho a sabiendas lo que no debería haber hecho. Pero antes no dijo esto. Y así parece que el Señor castiga los pecados que cometen los que no se dan cuenta y, por ende, los que no quieren pecar. La Escritura ha utilizado quizá la palabra delinque para querer decir «supiera que es delito». ¿O se ha dicho en orden inverso —puesto que la Escritura emplea esta clase de expresiones— lo que se decía en orden Correcto en otros lugares parecidos? Porque, estando escrito tantas veces en otros lugares de este modo: Y delinque y lo advierte, sólo aquí, como dije antes, se dice primero, en orden inverso, lo advierte, y después se dice y delinque. Siguiendo su orden, sólo podría decirse así: Quienquiera que toque cualquier cosa impura, ya sea de un cadáver, ya de un cadáver impuro capturado por una fiera, ya de las cosas que han muerto de las abominaciones impuras, el cadáver de los jumentos impuros o toque cualquier cosa de las impurezas humanas, de cualquier impureza del hombre con la que se mancha, si la toca, y no se da cuenta y delinque, pero después se da cuenta6.

4 (Lv 5,7). Pero si su mano no tiene lo suficiente para dar una oveja, ofrecerá al Señor por el pecado que cometió dos tórtolas o dos pichones de paloma, uno por el pecado, y otro como holocausto. Aquí se aclara la cuestión acerca de la cual teníamos dudas anteriormente. Parece que se dice: Uno por el pecado y otro en holocausto, precisamente porque no se ofrecía un sacrificio por el pecado si no se hacía con un holocausto. Además, al hablar antes en particular de los holocaustos, el texto menciona tórtolas, pero no dice que se ofrecieran dos7. Ahora, en cambio, dice que se ofrezcan dos justamente, porque el sacrificio por el pecado no se ofrecía sin el holocausto. Por tanto, en relación con lo que antes se decía: Y lo pondrá sobre el holocausto8, no hay duda de que primero se hacía el holocausto, después se ponía encima aquello. Pero ahora se dice de distinta manera acerca de las aves: primero hay que ofrecer un ave por el pecado y después otra como holocausto.

5 (Lv 5,15). Una persona si se le oculta por olvido. Este texto hay que entenderlo así: si se hiciera algo por olvido de modo que se le ocultara a él, refiriéndose al hombre (eum), o a ella, refiriéndose a la persona. Anima (alma) significa aquí «hombre» (o «persona»).

6 (Lv 5,15.16). Y peca sin quererlo contra las cosas santas del Señor. Esta clase de pecado parece que se pone aquí de manera oscura. Pero se explica a continuación, cuando el texto dice, después de haber aludido al sacrificio de un carnero: Restituirá lo defraudado y añadirá un quinto más9. Por tanto, pecado por olvido contra las cosas santas significa allí «usurpar por olvido algo» que se debe a las cosas santas, ya sea a los sacerdotes, ya a las oblaciones de las primicias o de algo parecido.

7 (Lv 5,17-19). Quienquiera que peque y haga algo que no debe hacerse contra cualquier precepto del Señor y no se dé cuenta y se haga culpable y acepte su pecado, y ofrecerá un carnero del rebaño, sin defecto, según el precio del dinero, como sacrificio por el delito al sacerdote; y el sacerdote hará la expiación por él a causa del error que cometió sin darse cuenta y se le perdonará, pues, efectivamente, cometió un delito ante el Señor. Exceptuando la densidad inusitada de las expresiones, que ya deben ser totalmente familiares por la continua repetición de las mismas, todo el sentido de este pasaje es oscuro, porque podemos preguntar cómo se distingue esta clase de pecado de aquellos que el autor mencionó antes de una manera general. El sentido parece exigir que para cierta clase de pecados hay que emplear cierta clase de sacrificios para expiarlos. Pero esto que acabo de decir no expresa específicamente el pecado, sino que parece quedarse en aquella generalidad, según la cual, al hablar antes del tema, el Señor estableció que se ofreciera un novillo como sacrificio por el sacerdote, y un novillo también por toda la asamblea, un macho cabrío por el jefe, y una cabra o, si lo prefiere, una oveja, ganado de género femenino, por cualquier alma, es decir, por cualquier hombre10. Después se comenzó a exceptuar algunas clases de pecados y a decir expresamente qué sacrificio había que ofrecer por cada uno de los pecados, como, por ejemplo, el perjurio, oído y oculto, de alguien; el tocar un cadáver o una cosa impura; el juramento falso por inadvertencia, por los cuales había que ofrecer una oveja de las ovejas, o una cabra de las cabras, o un par de tórtolas, o un par de pichones de paloma, o la décima parte de una medida de flor de harina¹¹. Por el que había pecado, usurpando por olvido algo de las cosas santas, el Señor mandó ofrecer un carnero y la restitución de la cosa, añadiéndole un quinto más. Ahora, sin decir expresamente la clase de pecado, se añade de una manera general: Quienquiera que peque y haga algo que no debe hacerse contra cualquier precepto del Señor —en aquella afirmación general decía así: Algo que no se hará contra los preceptos del Señory no se dé cuenta y se haga culpable, es decir, peque por ignorancia sin querer, manda ofrecer un carnero, no una cabra o una hembra de las ovejas, como antes había ordenado, al hablar de los pecados de aquella manera general. ¿Qué significa entonces esta mezcla? Al decir aquí: Pues cometió un delito ante el Señor, la expresión ante el Señor quizá signifique el pecado que se comete en las cosas que se hacen ante el Señor, esto es, en las cosas mediante las cuales se da culto al Señor en el tabernáculo. Acerca de esto ya se había dicho algo antes, al afirmar: Pecó contra las cosas santas¹², y nosotros lo interpretamos en el sentido de que «usurpó algo de las cosas santas», puesto que el Señor había mandado también restituirlo. Por lo cual, en estas cosas no puede pecarse sólo de este modo, usurpando algo por olvido, sino que puede uno pecar además de otras muchas maneras, por ignorancia en las cosas que se emplean en el servicio de Dios. El autor quiso mencionar después esta clase de pecados de una manera general, y por eso, tanto allí como aquí, el Señor mandó ofrecer un carnero. Las Escrituras están repletas de expresiones como ésta: ante el Señor, y no significan más que lo que se ofrece al Señor, como el sacrificio o las primicias o algún servicio en las cosas sagradas.

8 (Lv 5,7). Se presenta también la cuestión de saber si las siguientes palabras: Si su mano no tiene lo suficiente para ofrecer una oveja, se han de tomar siempre en el sentido de que la persona debe ofrecer un par de tórtolas o un par de pichones de paloma, y, si ni siquiera pudiera hacer esto, que ofreciera una cierta cantidad de flor de harina. Porque, si se entiende que siempre es lícito hacer esto, no puede decirse en modo alguno que el sacerdote no tiene un novillo o que toda la asamblea o el jefe no tienen un macho cabrío o una oveja. Y si es así, ¿qué necesidad había de decir después que el perjurio oculto de una persona o el hecho de tocar algo impuro, y el perjurio hecho por ignorancia, se expiaban con el sacrificio de una oveja y de una cabra, siendo así que esos mismos sacrificios están preceptuados también en aquella indicación general del pecado a la cual pudieron pertenecer también estos pecados? Pero si aquí se distinguen estos pecados, porque era lícito ofrecer por ellos tórtolas o palomas, o incluso flor de harina si uno no tenía esas otras cosas, y allí, en donde nada se dice, no era lícito, entonces no parece que se haya ayudado a los pobres, porque podría haber muchos pecados no indicados explícitamente que se referirían a aquella indicación general, según la cual los pobres se verían abrumados si sólo fuera lícito ofrecer una cabra de las cabras y una oveja de las ovejas y aquellas aves y la flor de harina.

A no ser que uno diga que estos pecados exceptuados y expresamente mencionados se distinguen de aquellos que se mencionaron de manera general precisamente porque aquí se habla de una Codera y allí de una oveja, de modo que la edad de los animales presente alguna diferencia, con tal de que se entienda que a los pobres se les ha ayudado con total equidad, puesto que, si no tenían ningún animal cuadrúpedo, podían ofrecer las aves mencionadas o la flor de harina por los pecados cometidos por ignorancia. Pero si se plantea el problema de saber por qué, si antes englobó de manera general todos los pecados de ignorancia y no distinguió los sacrificios por la diferencia de los pecados, cosa que no se estableció, sino por la diferencia de las personas, después habría querido distinguir también los pecados y mandar los distintos sacrificios de acuerdo con su diferencia, como si no todos quedaran englobados en aquella generalización, debo decir que es preciso entender que la distinción se realizó después. Y así los pecados que quedaran, exceptuados los que el Señor mencionó expresa y nominalmente, debemos pensar que se hallan comprendidos en aquella generalización.

Este modo de expresión no se encuentra en ningún otro sitio. Pero en las Sagradas Escrituras se halla algo parecido, cuando el Apóstol dice: Todo pecado que comete el hombre está fuera de su cuerpo. Da la impresión de que aquí no se ha omitido ningún pecado, pues se dice: Todo pecado que comete el hombre. Pero después exceptuó la fornicación, cuando añadió: Pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo¹³. Esto, según nuestro modo de hablar, habría que expresarlo así: Todo pecado que comete el hombre, excepto la fornicación, queda fuera de su cuerpo; pero quien fornica, peca contra su propio cuerpo. Lo mismo sucede aquí: El autor habló primero de modo general, refiriéndose a todos los pecados de ignorancia y mencionando los sacrificios con los que deberían expiarse; después exceptuó aquellos pecados que, mencionados de manera expresa y distinta, necesitaban sacrificios especiales para ser expiados. Y así, exceptuando estos pecados, todos los demás que hubiera, entrarían en aquella generalización.

9 (Lv 6,6). Ofrecerá un carnero del rebaño, sin defecto, según su precio, por lo que pecó. No hay que separar la frase así: según el precio en el que pecó, como si significara: «en el precio que pecó», sino: «si ofrece un carnero, lo ofrecerá por un precio», es decir, será comprado. Parece que el Señor también quiso que esto tuviera algún significado misterioso, porque no definió el precio. Si lo hubiera establecido, podría parecer que mandó que no se ofreciera en sacrificio un animal de poco valor, de modo que, aunque el que lo ofreciera no lo comprara, ofrecería una cosa que tendría un valor. Pero, al añadir, no sólo el precio, de modo que se ofreciera un carnero comprado, sino al mencionar también los siclos, el siclo santo —pues el texto dice: Según el precio de siclos de plata, del siclo santo14—, el Señor quiso que el carnero se comprara por algunos siclos, no por uno solo. Con respecto a lo que significa «el siclo santo», ya lo he explicado en el sitio en que pareció oportuno. El texto dice: Y a causa de su delito ofrecerá al Señor un carnero del rebaño, sin defecto, por un precio. Y luego añade: Por lo que delinquió. Esto quiere decir que «lo ofrecerá por lo que delinquió», por aquella cosa, a causa de aquella cosa. Y retirará el holocarpoma a que haya reducido el fuego aquel holocausto de junto al altar15. ¿Qué retirará, si ha sido consumido? El Señor ordena que el sacerdote retire el holocarpoma, el holocausto que el fuego consumió, después de arder toda la noche. Y ¿qué significa aquella palabra: el holocausto, si holocarpoma significa lo mismo que holocausto? Quizá sea verdad lo que se encuentra en un texto griego, en el cual no se dice: quitará el holocarposis (el holocausto), sino: quitará el catacarposis (las cenizas del holocausto), es decir, los restos del holocausto que consumió el fuego. A estos restos, como son las cenizas y el carbón, el texto los llama holocaustosis (holocausto), utilizando el nombre de la cosa que ha sido consumida, llamándole restos de dicha consunción.

10 (Lv 6,9). El texto dice un poco antes: Esta es la ley del holocausto. Y luego, exponiendo en qué consiste esta ley, añade: Este es el holocausto que estará sobre el fuego encendido, sobre el altar, toda la noche hasta la mañana, y el fuego del altar arderá sobre él; no se apagará. Este pasaje estaría más claro, según nuestro modo de hablar, si no tuviera la «y», porque, quitando esta conjunción, el sentido sería: Este es el holocausto que estará sobre el fuego encendido, sobre el altar; toda la noche hasta la mañana el fuego del altar arderá sobre él, sobre el altar. Luego, para completar el sentido de la frase, añade: No se apagará. Aunque esto ya se había dicho con las palabras: toda la noche.

11 (Lv 6,11). Y se pondrá otra vestidura y llevará el holocarpoma (las cenizas) fuera del campamento a un lugar puro. Llama holocarpoma a lo que está consumido por el fuego. El texto griego dice katakárposis. Algunos textos latinos añaden: lo que está consumido por el fuego, y traducen así el pasaje: Llevará el holocarpoma, lo que está consumido por el fuego, fuera del campamento, a un lugar puro.

12 (Lv 6,12). Y el fuego arderá sobre el altar a partir de él y no se apagará. Esto quiere decir que arderá a partir de aquel fuego en el que se quemó el holocausto hasta la mañana. El Señor no quiere que el fuego se apague en ningún caso. El fuego no debía apagarse ni siquiera después de quemarse el holocausto hasta la mañana, una vez quitados de allí los restos de la cremación. Había que renovarlo de nuevo de aquellas cenizas para que así se quemaran las demás cosas que se ponían encima.

13 (Lv 6,12-13). Y luego el texto continúa: El sacerdote quemará sobre él leña de mañana y colocará encima el holocausto, y pondrá sobre él la grasa del sacrificio salvador; y el fuego arderá siempre sobre el altar, sin apagarse. Hay que investigar si de mañana significa diariamente, de modo que no pudiera pasar ningún día sin que se encontrara allí presente el holocausto y la grasa salvadora, o bien de mañana significa que en cualquier día en que se pusiera el fuego sólo debería ponerse por la mañana. Si lo entendiéramos como que significa «diariamente», ¿qué sucedería si nadie aportaba con qué? Pero si los sacerdotes procuraban los holocaustos diarios, trayéndolos o bien de los bienes públicos o bien de sus propios bienes, sobre ellos se colocaban las cosas que el Señor mandó poner sobre los holocaustos ofrecidos por el pueblo por sus pecados, y no había necesidad de que el que ofrecía sacrificios por el pecado ofreciera también el holocausto sobre el cual se colocara aquello, a no ser cuando se ofrecían un par de tórtolas o dos pichones de paloma. Porque allí se dice de manera absolutamente clara que es preciso ofrecer un sacrificio por el pecado y otro como holocausto, y primero hay que ofrecer el sacrificio por el pecado y luego el sacrificio como holocausto16. Podemos preguntar, además, si el holocausto que se mandó ofrecer de mañana debía arder también durante toda la noche hasta la mañana siguiente, o si el holocausto aquel que se dice que debe arder durante toda la noche es el holocausto vespertino y a partir de allí se comienza a hablar de la ley del holocausto, de modo que se comenzara a partir del holocausto vespertino, cosa que sería llamativo que se omitiera y no se dijera que esos holocaustos debían ofrecerse por la tarde.

14 (Lv 6,19-20). Y el Señor habló a Moisés diciendo: «Esta es la ofrenda que ofrecerán al Señor Aarón y sus hijos en el día que lo unjas». Una cosa son los sacrificios que se mencionan en el Éxodo, por medio de los cuales se consagran los sacerdotes durante siete días para que comiencen a desempeñar sus funciones sacerdotales, y otra cosa es lo que ahora se recuerda sobre lo que tiene que ofrecer el sumo sacerdote cuando es ordenado, es decir, cuando se le unge17. Por eso el texto dice: En el día que lo unjas. No dice: cuando los unjas, puesto que también manda ungir a los sacerdotes de segundo rango. Después el texto recuerda el sacrificio que deben ofrecer: La décima parte de una medida de flor de harina como sacrificio sempiterno. Podemos preguntar cómo puede ser sempiterno un sacrificio que se ofrece el día en que es ungido el sumo sacerdote y lo ofrece el mismo que es ungido. La explicación es que debe ofrecerse siempre el día en que es ungido el sumo sacerdote, es decir, durante las sucesiones de los sacerdotes. Aunque también podría entenderse sempiterno de aquel modo, no esto, sino lo que significa.

15 (Lv 6,20-21). El texto sigue diciendo: La mitad de ella por la mañana y la otra mitad por la tarde. El griego tiene deilinón. Y continúa: Será preparada con aceite en la sartén. La ofrecerá partida en trozos, hecha pedacitos, la flor de harina. El texto dice fresa (hecha pedacitos), si es que esta palabra está bien traducida del término griego eriktà, que está en plural y en género neutro. Pues el traductor latino no dice que esa flor de harina está molida, como antes había dicho que estaba partida en trozos. El término fresa alude a un sacrificio hecho de pedacitos. Pero no está claro si el autor llama fresa a los propios pedacitos, a los trozos, o a los granos de la flor de harina.

16 (Lv 6,21-22). Luego continúa: Como sacrificio de olor agradable al Señor. Lo hará el sacerdote ungido que le suceda de entre sus hijos. Quizá por esto se había dicho antes que el sacrificio sería sempiterno, es decir, que debería hacerlo todo sumo sacerdote cuando sucedía al que había muerto en el día en que fuera ungido. El texto añade: Es ley eterna. Pudiendo entenderse, a su vez, eterno según lo que significa esta palabra.

17 (Lv 6,23). Y luego continúa: Será quemado totalmente. El griego tiene epiteleszésetai. Algunos traductores han traducido: será puesto todo. El traductor quiere decir que se trata del holocausto, porque no quedará nada de él. Finalmente añade: Y todo sacrificio de sacerdote será holocausto y no se comerá18. Antes se había dicho: Será quemado totalmente.

18 (Lv 6,26). Acerca del sacrificio por el pecado el texto dice: El sacerdote que lo ofrece, lo comerá. No comerá lo que ofrece —porque esto será consumido por el fuego—, sino lo que quede, pues no se trata de un holocausto, que debía arder todo en el altar. Después dice: No se comerá ninguna de las víctimas ofrecidas por el pecado, cuya sangre haya sido llevada al tabernáculo del testimonio para la oración en el santo, sino que será consumida por el fuego19. Entonces, ¿cómo pertenecen a los sacerdotes las cosas que se pueden comer, que quedan de los sacrificios por los pecados? Esto hay que entenderlo en el sentido de que quedan excluidas las víctimas con cuya sangre se toca el altar del incienso, situado en el tabernáculo del testimonio. Pues la Escritura ordenó anteriormente que se hiciera así con el novillo que el sacerdote ofrecería por su pecado, y del novillo que se ofrecería por el pecado de toda la asamblea, de modo que las carnes que sobraran deberían quemarse en la parte exterior, fuera del campamento20. También esto se recuerda ahora brevemente.

19 (Lv 7,1). Esta es la ley del carnero que se ofrece por el delito: son cosas santísimas, por eso, son los sacerdotes los que pueden comerlas.

20 (Lv 7,7). Cuando la Escritura expone y habla de la ley del sacrificio del carnero ofrecido por el delito, ¿qué significa lo que dice a continuación: Como es el sacrificio por el pecado, así es también el sacrificio por el delito: su ley es la misma. Surge la pregunta de saber qué diferencia hay entre el pecado y el delito, porque si no hubiera ninguna diferencia, no se diría: Como es el sacrificio por el pecado, así es también el sacrificio por el delito. Pues, aunque la ley y su sacrificio no difieran en nada, ya que para ambos rige una misma ley, no obstante, estas dos cosas que tienen un mismo sacrificio, el pecado y el delito, si no se diferenciaran en nada y fueran dos nombres para una misma cosa, la Escritura no se preocuparía tanto de decir que el sacrificio de ambos es el mismo.

Pues bien, el pecado quizá sea la ejecución del mal, y el delito, el abandono del bien. Y como en una vida digna de alabanza una cosa es apartarse del mal y otra hacer el bien, cosa que nos recomienda la Escritura con estas palabras: Apártate del mal y obra el bien²¹, así también, en una vida digna de vituperio, una cosa es apartarse del bien y otra hacer el mal, y aquello sería el delito, y esto sería el pecado. Por lo demás, si discutimos el propio vocablo, ¿qué otra cosa suena delictum (delito) sino derelictum (dejado)? ¿Y qué deja el que delinque sino el bien? Los griegos han puesto también dos palabras usuales para designar esta peste. Porque delictum (delito), en griego, corresponde a paráptoma y a plemméleia. En este pasaje del Levítico aparece plemméleia. Cuando el Apóstol dice: Si alguno incurriera en algún delito²², en el griego aparece paráptomati. Ahora bien, si analizamos el origen de estos términos, vemos que en paraptomate se entiende como que cae quien delinque, de donde viene cadáver, palabra que los latinos derivaron de cadendo (caer), y en griego ptoma viene de apò tou píptein, es decir, de caer. Por eso, quien hace el mal pecando, antes cae del bien delinquiendo. Por otra parte, plemméleia es un término que designa algo semejante a la negligencia. Porque negligencia se dice en griego améleia, ya que a uno le tiene sin cuidado aquello hacia lo que se muestra negligente. Por eso en griego se dice: ou méléi moi: «no me importa». Y la partícula plén, que se añade para formar plemméleia, significa «fuera de». Y así améleia, que significa «negligencia», parece como que equivale a «sin cuidado», y plemméleia «fuera de cuidado», que es casi lo mismo. Por eso, algunos de nuestros traductores prefirieron traducir plemméleian por negligencia y no por delito. Y en la lengua latina, ¿qué otra cosa es negligitur (se mira con negligencia) sino lo que non legitur (no se elige), es decir, non eligitur (no se elige)? Por eso también los autores latinos han dicho que la ley (legem) viene de legendo (eligiendo), es decir, eligendo (eligiendo). A través de estas pistas se deduce en cierto modo que delinque (delinquit) quien deja (derelinquit) el bien y dejándolo cae del bien, porque se muestra negligente (neglegit), es decir, no elige (non eligit). Con respecto a la palabra pecado, que en griego se dice amartía, no se me ocurre de momento, en ninguna de estas dos lenguas, de dónde viene.

Puede parecer también que delito es lo que se hace imprudentemente, por ignorancia, y pecado, lo que se hace conscientemente. Esta diferencia parece apoyada por los siguientes textos de la Escritura: ¿Quién conoce sus delitos?²³ Y este otro: Pues tú conociste mi imprudencia. Y el autor añade inmediatamente: Y mis delitos no te son desconocidos24, como repitiendo de otro modo la misma idea. Y no está en desacuerdo con esto la sentencia del Apóstol mencionada antes: Si alguno incurriera en algún delito. Al hablar aquí de que «si alguno incurre», quiere decir que ha caído imprudentemente. Que el pecado pertenezca a la esfera de la consciencia lo dice el apóstol Santiago, dando una especie de definición del mismo: El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete un pecado25. Pues bien, sea aquella o sea esta o sea cualquiera otra la diferencia entre el pecado y el delito, si no hubiera entre ellos ninguna diferencia, la Escritura no diría lo que dice: Como es el sacrificio por el pecado, así es también el sacrificio por el delito: su ley es la misma26.

A pesar de lo dicho, esas dos palabras se emplean muchas veces indistintamente, de forma que al pecado se le llama delito, y al delito, pecado. Así, cuando se dice que en el bautismo se perdonan los pecados, no hay que entender que no se perdonan también los delitos. Y a pesar de todo no se utilizan las dos palabras, porque en el término pecado están comprendidos ambos conceptos. En este mismo sentido, el Señor dice que su sangre será derramada por muchos para el perdón de los pecados27. Como no menciona los delitos, ¿hay alguien que se atreva a decir que por su sangre no se perdonan los delitos? Hay que decir lo mismo del texto del Apóstol cuando dice: Porque el juicio, partiendo de uno solo, lleva a la condenación; pero la gracia, partiendo de muchos delitos, conduce a la justificación28. Evidentemente, bajo la denominación de delitos se comprenden también los pecados.

En el propio texto del Levítico, en el que nos vemos obligados a encontrar o a ver alguna diferencia entre delito y pecado, se lee lo siguiente, cuando Dios habla de los sacrificios que hay que ofrecer por los pecados: Pero si toda la asamblea de los hijos de Israel peca por ignorancia y queda el hecho oculto a los ojos de la asamblea y hace algo que no debe hacerse contra cualquier precepto del Señor y delinque y les fuera conocido el pecado que cometieron29. Cuando aquí dice: y delinque, inmediatamente añade: el pecado que cometieron, es decir, el mismo pecado que antes se llamaba delito.

Luego continúa: Pero si peca un jefe y hace sin quererlo algo que no debe hacerse contra cualquier precepto del Señor su Dios y delinque30. Y lo mismo a continuación: Pero si una persona cualquiera del pueblo de la tierra pecara sin quererlo, haciendo algo que no debe hacer contra cualquier precepto del Señor y delinque y advierte el pecado que cometió³¹. Lo mismo en otro pasaje: Quienquiera que haga un juramento distinguiendo con sus labios el hacer mal o el hacer bien según todas las cosas que el hombre distingue al jurar y no se dé cuenta y lo sepa y cometa uno de estos pecados y confiese el pecado con el que pecó contra él, y ofrecerá un sacrificio por las cosas que delinquió contra el Señor, por el pecado que cometió³². Y poco después añade: Y el Señor habló a Moisés diciendo: Si una persona defrauda por olvido y peca sin quererlo contra las cosas santas del Señor, y a causa de su delito ofrecerá al Señor un carnero del rebaño, sin defecto, por un precio, según el precio de siclos de plata, del siclo santo, por el delito que cometió, y por el pecado que cometió contra las cosas santas, restituirá lo defraudado y añadirá un quinto más, y lo dará al sacerdote; y el sacerdote hará la expiación por él con el carnero del delito y se le perdonará³³. El texto sigue diciendo: Quienquiera que peque y haga algo que no debe hacerse contra cualquier precepto del Señor y no se dé cuenta y se haga culpable y acepte su pecado, y ofrecerá un carnero del rebaño, sin defecto, según el precio del dinero, como sacrificio por el delito al sacerdote; y el sacerdote hará la expiación por él a causa del error que cometió sin darse cuenta, y se le perdonará, pues efectivamente cometió un delito ante el Señor34. Y continúa diciendo: Y el Señor habló a Moisés diciendo: «Quienquiera que peque y desprecie con desdén los preceptos del Señor y mienta en relación a lo que se refiere al prójimo acerca de algo encomendado o depositado o robado, o haga alguna injuria al prójimo o encuentre algo perdido y mienta acerca de ello y jure injustamente acerca de cualquier cosa que el hombre suele hacer, pecando en esas cosas, sucederá que cuando haya pecado y delinquido y devolverá lo que ha robado o la injuria que causó o lo que se le encomendó o se le entregó en depósito, o el objeto perdido que encontró o todas las cosas por las que juró injustamente; lo restituirá íntegramente y añadirá un quinto más, devolviéndolo a quien lo tenía en el día en que fuera convencido. Y por su delito ofrecerá al Señor un carnero del rebaño, sin defecto, por un precio, por lo que delinquió, y el sacerdote hará la expiación por él ante el Señor y se le perdonará cualquiera de todas las cosas que hizo y el delito que cometió35. En conclusión, casi siempre que la Escritura menciona los pecados, dice también que esos pecados son delitos. Por tanto, es evidente por muchos pasajes de la Escritura que, por un lado, esos dos términos se emplean indistintamente, y por otro, que existe entre ellos alguna diferencia, cuando el texto sagrado dice: Como es el sacrificio por el pecado, así es también el sacrificio por el delito.

21 (Lv 7,23-25). No comeréis grasa de vaca ni de oveja ni de cabra. La grasa de animales muertos o destrocados por las fieras podrá servir para cualquier cosa, pero no podrá comerse como alimento. Todo el que coma grasa de los animales que suelen ofrecerse como víctimas para el Señor, ese individuo será exterminado de su pueblo. Acerca de la grasa, la Escritura había dicho antes: Toda la grasa es para el Señor36. Y nosotros nos habíamos preguntado si se referiría sólo a la grasa de todo animal puro —pues acerca de la grasa de los animales impuros no hay problema alguno— y qué había que hacer con la grasa, que la Escritura prohíbe comer. Ahora dice qué hay que hacer con la grasa de un animal muerto y de un animal destrozado por las fieras, y dice que puede servir para cualquier cosa. Para cualquier cosa, evidentemente, para la cual sea necesaria la grasa. Por tanto, queda la cuestión de saber qué se hace con la grasa de los demás animales que son puros y que pueden comerse. Al decir que toda persona que coma la grasa de los animales que se ofrecen al Señor será exterminada de su pueblo, parece que sólo se dice que está prohibida comer la grasa de los animales puros ofrecidos en sacrificio, a pesar de que hayamos oído decir que los judíos no comen ninguna grasa. Pero aquí no indagamos lo que opinaron los judíos, sino lo que prescribe la Escritura. Por último, no saben qué hacer Correctamente con la grasa, de la que se privan, ni cómo se han de deshacer de ella, puesto que se dice: Toda la grasa es para el Señor, si quieren que se entienda aquí no sólo la grasa de los animales sacrificados, sino también la de los animales que no se ofrecen en sacrificio, aunque sean impuros.

22 (Lv 7,29-31). ¿Qué significa el hecho de que, al hablar de los sacrificios de salvación, el texto advierta de nuevo y diga que el que ofrece el don del sacrificio de su salvación debe dar a los sacerdotes el pecho y la pierna de la víctima, pero de tal modo que la grasa del pecho se ofrezca al Señor con la parte que recubre el hígado, y, en cambio, al hablar antes de los sacrificios de salvación, la Escritura ordenó que se ofreciera al Señor la parte que recubre el hígado junto con la grasa del vientre y de los riñones y de los lomos37, y omitió lo relativo a la grasa del pecho? ¿Menciona tal vez aquí lo que omitió allí? Pero ¿por qué habla aquí y allí de la parte que recubre el hígado? ¿Hay quizá alguna diferencia entre lo que se dijo antes sobre el sacrificio de salvación y lo que se añade aquí de su salvación, como si una cosa fuera salvación y otra su salvación?

23 (Lv 8,2). Cuando la Escritura hablaba antes de los sacrificios por los pecados dijo que había que ofrecer un novillo por el pecado del sacerdote que hubiera hecho pecar al pueblo. Después también, cuando la Escritura describe cómo se realizaron con Aarón y sus hijos las cosas que ordenó el Señor, dice que se ofreció un novillo por el pecado38. Pero antes mandó que se ungieran con la sangre del novillo los cuernos del altar del incienso, que se asperjara además con esa misma sangre en dirección al velo santo, y que el resto de la sangre se derramara junto a la base del altar de los holocaustos39. Pero después, cuando Aarón es consagrado, no se dice nada de la aspersión de la sangre en dirección al velo. De los cuernos del altar sí se habla, pero no se añade del incienso. Se dice que la sangre se derrame junto a la base del altar40. El texto no dice: junto a su base, como si fuera necesario pensar que se trataba de aquel altar, cuyos cuernos habían sido ungidos con la sangre. Por tanto, aunque el texto se exprese de forma ambigua, sin embargo, es uno libre de pensar que se hizo como se había ordenado antes acerca del novillo por el pecado. Y así no nos vemos obligados a pensar que fueron ungidos los cuernos de aquel altar junto a cuya base se derramó la sangre, sino que fueron ungidos los cuernos del altar del incienso, y la sangre se derramó junto a la base del altar de los sacrificios.

Anteriormente, la Escritura ordenó que, si el sacerdote pecaba, el propio sacerdote ungido y consagrado, que sin duda hay que entender que se refiere al sumo sacerdote, ofreciera estos sacrificios, porque la Escritura hablaba entonces de un modo general. Ahora, cuando es consagrado Aarón, Moisés ofrece y él mismo recibe el pecho de la imposición, el cual, como dijo antes la Escritura, había que entregarlo al sacerdote41. Pienso que se le llama pecho de la imposición, porque se ponía la grasa de él, como recordó antes la Escritura, al hablar del sacrificio de salvación42. Pues bien, como parece que el sumo sacerdocio comenzó con Aarón, ¿qué pensamos que fue Moisés? Si no fue sacerdote, ¿cómo pudo realizar todas aquellas cosas? Si lo fue, ¿cómo afirmamos que el sumo sacerdocio comenzó con su hermano? Aunque hasta el salmo aquel, en el que se dice que Moisés y Aarón estaban entre sus sacerdotes43, quite la duda de que Moisés fuera sacerdote, sin embargo, Aarón y sus sucesores, los sumos sacerdotes, reciben la orden de aceptar aquella vestidura sacerdotal que encierra un gran misterio44. En el Éxodo, antes de que se mandara nada acerca de la consagración y, en cierto modo, ordenación de los sacerdotes, cuando al subir al monte se le manda a Moisés que no suban los sacerdotes45, que no pueden ser otros que los hijos de Aarón, no porque ya lo fueran, sino porque habían de serlo, la Escritura ya los llamó así entonces por anticipación. Hay muchos ejemplos de tales expresiones, como, por ejemplo, cuando al hijo de Nave se le llama Josué46, cuando la Escritura dice que se le impuso este nombre mucho después47. En conclusión, los dos, Moisés y Aarón, eran entonces sumos sacerdotes. ¿O quizá lo era Moisés, y Aarón le estaba sometido? ¿O quizá lo era Aarón por la vestidura pontifical y Moisés por su ministerio más excelso? ¿Pues no se le dice a Moisés desde el principio: El será para ti en relación a las cosas que se refieren al pueblo, y tú serás para él en relación a las cosas que se refieren a Dios?48

Puede preguntarse también, ¿quién, después de morir Moisés, ungía al sumo sacerdote, dado que nadie podía sucederle hasta que no hubiera muerto? O porque ya estaba ungido entre los sacerdotes de segundo rango —puesto que el aceite con que se ungía al sumo sacerdote y a los sacerdotes de segundo rango era el mismo—, ¿tomaba únicamente aquel pontífice la vestidura que pusiera de manifiesto su suprema categoría? Si la realidad es ésta, ¿tomaba él mismo la vestidura o se la daba otro, como, después de su muerte, Moisés se la dio también al hijo de su hermano? Si la vestidura se la ponía otro, ¿podía ser sumo sacerdote el vestido por uno que era sacerdote de segundo rango, pensando sobre todo que se trataba de una vestidura que era necesario que se la pusiera otra persona? ¿O se ponía antes esta vestidura, como se la ponía también después? Efectivamente. Pues una vez vestido no es que no se la pusiera; o una vez puesta, no se la volviera a poner. Podía suceder quizá que los sacerdotes de segundo rango vistieran al primero, por obediencia, no para destacar. Pero ¿a través de qué se demostraba cuál de los hijos debía suceder al sumo sacerdote? La Escritura, en efecto, no dice que deba ser el primogénito o el mayor. Cabría pensar que solería saberse por alguna señal divina manifestada a través de algún profeta o de cualquier otro modo con que suele actuar Dios. Aunque parece ser que el asunto era motivo de una discusión, de tal modo que después hubo muchos sumos sacerdotes precisamente porque, discutiendo entre sí los más conspicuos para dirimir la cuestión, este honor se daba a muchos.

24 (Lv 8,35). ¿Qué significa lo que dice Moisés a Aarón y a sus hijos cuando son consagrados para ejercer el sacerdocio: Estaréis sentados siete días, día y noche, a la entrada del tabernáculo del testimonio para no morir? ¿Es creíble que se les haya mandado estar sentados en un lugar en esa situación corporal durante siete días, de día y de noche, de tal modo que no se movieran en absoluto de allí? De este texto no se sigue que nos veamos obligados a admitir que se nos haya indicado algo en sentido alegórico, que no debería hacerse, pero que debería entenderse. La realidad es que se trata más bien de reconocer un modo de expresarse de las Escrituras, según el cual «sentarse» equivale a «habitar» o «permanecer». Así, por ejemplo, por el hecho de que la Escritura diga que Semei estuvo sentado en Jerusalén durante tres años49, no es necesario pensar que durante todo ese tiempo estuvo sentado en una silla sin levantarse. Así se llama también asiento al sitio en donde tienen su residencia los asentados. A esto se le llama también lugar de habitación.

25 (Lv 9,1). Y sucedió que el día octavo llamó Moisés a Aarón y a sus hijos y al senado de Israel. Lo que algunos de nuestros traductores llaman senado (senatum), el griego lo llama gerousían. El traductor latino siguió literalmente esa palabra, porque senatus (senado) parece venir de senium (vejez). En latín no se diría Correctamente: llamó a la vejez de Israel en lugar de: llamó a los viejos o los ancianos. Aunque sería la misma expresión si se dijera: llamó a la juventud de Israel en lugar de: llamó a los jóvenes. Pero esta expresión se usa en la lengua latina y aquella otra no. Porque se diría con propiedad esto si se dijera: llamó a la vejez de Israel. Por eso algunos, pensando que a veces también se traduce por senado, tradujeron: el orden de los ancianos. En definitiva, quizá se diría mejor: llamó a los ancianos de Israel.

26 (Lv 9,3.4). Moisés dice a Aarón: Habla al senado de Israel, diciendo: «Tomad un cabrito de las cabras para el sacrificio por el pecado y un carnero y un novillo y un Codero de un año, sin defecto, para el holocausto; y un novillo de las vacas y un carnero para el sacrificio de salvación ante el Señor y flor de harina amasada con aceite; porque hoy os aparecerá el Señor». La Escritura menciona aquí cuatro especies de sacrificios de animales: el holocausto, el sacrificio por el pecado, el sacrificio de salvación y el sacrificio de consumación. Pero el sacrificio de consumación pertenece a la santificación del sacerdote. Por consiguiente, se mandan aquí ofrecer las otras tres clases de sacrificios y se les dice esto a los ancianos de Israel, de modo que Corresponda a todo el pueblo. En este texto, el sacrificio por el pecado tiene tres animales: el cabrito, el carnero y el novillo. El Codero pertenece al holocausto. El novillo y el carnero pertenecen al sacrificio de salvación. Por tanto, no hay que distinguir, afirmando que en el sacrificio por el pecado sólo hay que entender que se ofrecía un cabrito, mientras que los otros tres animales se ofrecían en el holocausto, esto es, el carnero, el novillo y el Codero. Sino que se trata más bien de que los tres primeros se ofrecían en el sacrificio por el pecado. Y por eso, las palabras de la Escritura: Tomad un cabrito de las cabras para el sacrificio por el pecado y un carnero y un novillo, se refieren al sacrificio por el pecado, y queda el Codero para el holocausto.

La razón de que hayamos hecho esta observación es que también puede hacerse la siguiente distinción: Tomad un cabrito de las cabras para el sacrificio por el pecado. Y el resto del pasaje se referiría al holocausto. Las palabras que se añaden luego: sin defecto, pueden referirse a todos. Ahora bien, como hay duda sobre cuál es la mejor manera de separar las palabras, viene a cuento la solución que hemos dado de que los tres primeros animales se refieren al sacrificio por el pecado, puesto que antes se mandó ofrecer un cabrito por el pecado del jefe50. Por el pecado de cada una de las personas cuando pecan ante el Señor haciendo algo de lo que no se debe hacer mandó ofrecer un carnero51. Y por el pecado de toda la asamblea, un novillo52. Por tanto, era conveniente que, al decir al senado lo que debía ofrecer todo el pueblo, fuera lógico que se mandara ofrecer un cabrito por los jefes y un carnero por el pecado propio de cada persona, y un novillo por el pecado de toda la asamblea. Porque una cosa es que en el pueblo tenga cada uno su pecado y que todos puedan tener los suyos propios, y otra cosa distinta cuando el pecado es común, que se hace con una sola intención y se comete algo con una sola voluntad, congregada la comunidad.

Pero el hecho de que la Escritura mande ofrecer un novillo y un carnero como sacrificios de salvación, es que manda lo principal, por motivo de todo el pueblo. Pero al hablar antes de los sacrificios de salvación, mandó que se ofrecieran indistintamente o un macho o una hembra, con tal de que fueran o vacas y ovejas o cabras53. Si se indagara por qué mandó que se ofrecieran dos animales, un novillo y un carnero, es difícil saberlo. A no ser que se diga que mandó ofrecer un novillo, como sacrificio de salvación por todo el pueblo, y un carnero por cada uno, como si se tratara de todos y cada uno, porque parece que también antes mandó ofrecer como dos especies de sacrificios de salvación: uno, que fuera como de todos y que llamó sacrificio de salvación54, y otro cuando dijo: Si alguien ofreciera el sacrificio de su salvación55. En este texto encontrábamos también diferencia, porque en aquel lugar en donde habló del sacrificio de salvación no se mencionó la grasa del pecho, que había que ofrecer al Señor y decía que había que darle al sacerdote el pecho y la pierna derecha56. Pero en aquel pasaje mandó que se hiciera lo que después se llama sacrificio de su salvación, sacrificio que quizá sea privado, de cada uno de los fieles, y no público, de todos. Porque hasta Moisés ofreció sacrificios de salvación, y no se dijo allí (sacrificios) de su salvación. Yo pienso que ofreció el sacrificio por todo el pueblo, porque donde están todos, está también allí cada uno; pero donde está cada uno, no necesariamente están allí todos. Pues cada cosa puede existir sin la totalidad; pero todas no pueden existir más que a partir de cada uno en particular; ya que cada uno unido a los demás o tomado como una suma hacen la totalidad.

Hay que advertir, naturalmente, que, cuando los sacrificios se ofrecen por el pueblo, se manda ofrecer no sólo sacrificios por el pecado, sino también holocaustos y sacrificios de salvación. En cambio, por el sacerdote se ofrecen sacrificios por el pecado y holocaustos y sacrificios de consumación, pero no sacrificios de salvación. El sacrificio de consumación se ofrecía cuando eran consagrados los sacerdotes para ejercer el sacerdocio, y éstos son los sacrificios que ofreció Moisés por Aarón y por sus hijos57. Pero luego, el propio Aarón, una vez consagrado y desempeñando ya las funciones sacerdotales, recibió la orden de ofrecer por sí mismo un novillo como sacrificio por el pecado y un carnero como holocausto58. No recibió la orden de ofrecer por sí mismo el sacrificio de consumación, porque éste fue ofrecido entonces precisamente para que se consumara con la consagración y pudiera desempeñar las funciones sacerdotales, y, puesto que ya las desempeñaba, no era preciso que se consumara de nuevo.

27 (Lv 9,7). Y Moisés dijo a Aarón: «Acércate al altar y ofrece el sacrificio por tu pecado y tu holocausto y haz la expiación por ti y por tu casa». Llama la atención que primero diga que debe ofrecer el sacrificio por el pecado y después el holocausto, cuando poco antes manda que los sacrificios por los pecados se pongan encima de los holocaustos59, excepto cuando se trata de aves60. ¿O es que aquí se menciona después lo que se hacía antes, es decir, el holocausto? Pues aquí no se dice como cuando se habló de las aves: haz primero esto y luego aquello, sino que se dice: haz esto y aquello. La instrucción expuesta más arriba indica lo que hay que hacer antes. En ella se dice que el sacrificio por los pecados debe ponerse encima del holocausto. El hecho de que la Escritura diga, además que Aarón hizo lo que se le mandó, plantea un serio problema, pues primero se le recuerda que debe hacer el sacrificio por el pecado y después el holocausto. Pero no sería seguro que él hubiera hecho primero o la Escritura hubiera narrado primero lo que se hizo después, como suele suceder en muchos lugares, a no ser que se leyera en el texto lo que he dicho antes, cuando el autor trataba del sacrificio por el pecado. Pues el texto dice así: Y el sacerdote lo pondrá sobre el altar sobre el holocausto del Señor. Y el sacerdote hará la expiación por él, por el pecado que cometió y se le perdonará61. ¿Cómo podría ponerse esto sobre el holocausto, si el holocausto no se ponía encima antes? Pero acerca del sacrificio de salvación se ordenó además que se pusiera encima del holocausto62. Y como esto no se dice en todos los lugares, ni para todos los sacrificios de salvación, ni para todos los sacrificios por el pecado, puede decirse tal vez que eso no estaba preceptuado regularmente, sino que se dijo allí sólo para que se hiciera en el sacrificio de salvación, cuando se ofrece un novillo —pues allí se ordenó así— y en el sacrificio por el pecado, cuando se ofrece una hembra de las ovejas. En cambio, no es necesario que se coloquen sobre los holocaustos los demás sacrificios, ya sean de salvación, ya por el pecado.

Se plantea también la cuestión de que, al hacer Aarón la ofrenda del pueblo63, mencionada más arriba, no se dice que se inmolaron todas las cosas que se mandaron, sino sólo el cabrito por el pecado y el holocausto. Y allí no se habló expresamente del Codero. Y se omitieron las otras dos cosas que dijimos que pertenecían más bien al sacrificio por el pecado que al holocausto, es decir, el carnero y el novillo. A no ser que el autor haya querido referirse al todo por la parte, de modo que, mencionando únicamente el cabrito, consideráramos que habían tenido lugar las demás cosas.

Cuando la Escritura describe cómo hizo Aarón los sacrificios de salvación del pueblo, dice lo siguiente acerca del novillo y el carnero: Inmoló también el novillo y el carnero del sacrificio de salvación del pueblo. Y los hijos de Aarón le trajeron la sangre y la derramó toda alrededor del altar. Y le trajeron también la grasa del novillo y del carnero, el lomo y la grasa que cubre el vientre, y los dos riñones y la grasa que hay sobre ellos, y lo que queda junto al hígado. Y puso estas grasas sobre los pechos de las víctimas y puso encima las grasas junto al altar. Y Aarón quitó el pecho y la pierna derecha, como cosa quitada ante el Señor, según había mandado el Señor a Moisés64. Al hablar de los dos animales, el novillo y el carnero, la Escritura habla unas veces en singular y otras veces en plural. Así, cuando habla de los dos riñones, hay que entender que se trata de los dos animales y, por tanto, son cuatro los riñones. Y así de lo demás. Pero ¿qué significan las palabras: Y puso las grasas sobre los pechos de las víctimas, siendo así que no mandó colocar los pechos sobre el altar —porque había que dárselos al sacerdote con las piernas derechas? ¿O hay que entender el texto así: Y puso las grasas que hay sobre los pechos? Porque éstas las puso para colocarlas sobre el altar una vez quitadas de los pechos. En efecto, así lo había mandado antes. Luego sigue: Y puso las grasas sobre el altar, y Aarón quitó el pecho y la pierna derecha como cosa quitada ante el Señor. Ahora habla en singular y menciona, ciertamente, el pecho de los dos animales, cosa que antes había llamado en plural pechos.

28 (Lv 9,22). Y continúa: Y Aarón, levantando las manos hacia el pueblo, los bendijo y bajó, después de haber ofrecido el sacrificio por el pecado, y los holocaustos y el sacrificio de salvación. ¿Qué significa esto? ¿Dónde hizo esto sino sobre el altar, estando de pie junto al altar y sirviendo al altar? Por consiguiente, bajó de donde estaba. Parece claro que la solución de aquella cuestión que nos habíamos planteado en el Éxodo sobre el modo como habría podido servir al altar, que tenía tres codos de alto, puede beneficiarse de este testimonio. Allí se nos prohibía admitir que se tratara de gradas, porque Dios lo había vedado, para que no quedaran al descubierto sobre el altar las partes pudendas del oficiante, cosa que sucedería si la grada fuera una parte del altar, es decir, si estuviera unido en forma compacta. Por último, se prohibió esto allí en donde se trataba de un altar fabricado con varias piezas. Pues el altar sería una cosa con la grada, y la grada sería una parte del altar, y por eso se prohibió. En cambio aquí, en donde la altura del altar había sido tan grande que si el sacerdote no hubiera estado de pie sobre alguna cosa, no podría oficiar adecuadamente, hay que entender que fuera lo que fuera aquello que se ponía y quitaba durante el tiempo de los oficios, no era una parte del altar y, por tanto, no iba en contra del precepto que prohibía que el altar tuviera gradas. La Escritura omitió hablar de esto, fuera lo que fuera, y por eso ha surgido el problema. Pero ahora, al decir que el sacerdote, cuando ofrecía los sacrificios, bajaba, después de haber colocado sobre el altar las cosas inmoladas, se pone de manifiesto, evidentemente, que el sacerdote tenía que estar en algún lugar para que pudiera bajar de allí. Y puesto que había estado allí, por eso podía servir y oficiar en un altar de tres codos de alto.

29 (Lv 9,24). Y lo contempló todo el pueblo y se volvió demente. Otros traductores han dicho: se espantó (expavit), tratando de reproducir lo que dice el griego exéste, de donde viene éktasis palabra que en la Biblia latina aparece muchas veces con el sentido de «pérdida del juicio» (mentís excessus).

30 (Lv 9,24). Y salió fuego de parte del Señor y devoró lo que había sobre el altar, los holocaustos y las grasas. Podemos preguntar qué significa a Domino (de parte del Señor). Quizá se trate de que eso se hizo por indicación o por voluntad del Señor, o porque salió fuego de aquel lugar en donde estaba el arca de la alianza. Es claro que el Señor no está en un lugar como si no estuviera en otro.

31 (Lv 10,1.2). Después de morir los hijos de Aarón, devorados por un fuego salido de parte del Señor, por haberse atrevido a poner en sus incensarios fuego profano, colocando encima incienso para ofrecerlo al Señor —cosa que estaba prohibida, porque todas las cosas que había que encender en el tabernáculo había que encenderlas del fuego que había venido por voluntad divina al altar y que luego se guardaba—, después de muertos, pues, Moisés dijo: Esto es lo que el Señor ha declarado diciendo: «Entre los que se acercan a mí mostraré mi santidad, y ante toda la asamblea manifestaré mi gloria»65. Los que se acercan al Señor son los que desempeñaban en el tabernáculo las funciones sacerdotales. Mostrar la santidad en ellos quiere decir también aplicarles el castigo, como sucedió. Pero lo que no sabemos es si dijo esto para que de aquí sacáramos la conclusión de que si a ellos no los perdona, cuánto menos ha de perdonar a otros —y en este sentido dice la Escritura: Si el justo apenas se salvará, ¿en qué pararán el pecador y el impío?66—, o si lo dijo más bien según el sentido de aquel otro texto: A quien más se da, más se le exige, y de aquel otro: El siervo que no conoció la voluntad de su señor y hace cosas dignas de azote, recibirá pocos azotes; en cambio, el siervo que conoció la voluntad de su señor y hace cosas dignas de azotes, recibirá muchos azotes67, y de aquel otro: Pues al pequeño se le concederá misericordia; en cambio, los poderosos sufrirán grandes tormentos68. Pero en los textos de la Escritura anteriores a éste no se encuentra dónde dijo el Señor lo que Moisés dice que le dijo el Señor. Sucede aquí lo mismo que en el Éxodo, cuando Moisés dice al Señor: Tú has dicho: «Yo te conozco más que a todos»69, cosa que sabemos con certeza que le dijo el Señor, pero más tarde. Ahora bien, como Moisés nunca diría una mentira sobre este asunto, se comprende que también le había dicho esto antes, aunque no esté escrito. Lo mismo hay que decir en el caso presente. Por este ejemplo se demuestra que no está escrito todo lo que Dios les dijo a aquellos por medio de los cuales su santa Escritura se nos ha transmitido.

32 (Lv 10,6). ¿Qué significa lo que Moisés dice a Aarón y a sus demás hermanos, al prohibirles que lloren la muerte de aquellos otros dos hermanos: No quitaréis de vuestra cabeza la cídara, en donde aparece claramente que las cídaras eran objetos para cubrir la cabeza? La explicación es que los que lloraban, harían lo que era contrario a la costumbre del adorno. Como según nuestras costumbres se suele llevar la cabeza descubierta y se cubre por motivo de duelo, así también los que lloraban, debían descubrir la cabeza, pues aquellas gentes se adornaban cubriendo la cabeza. Y Moisés les prohíbe llorar a aquellos con cuyo castigo fue honrado el Señor, es decir, fue recomendado su temor. Y no se lo prohibió porque no fueran dignos de llanto —pues permite que otros los lloren—, sino porque ellos entonces no debían hacer duelo, puesto que estaban celebrando los días de su consagración, ya que aún no habían pasado los siete días en los que les mandó no abandonar el tabernáculo. Y como habían sido consagrados por aquel aceite, podría parecer que se dijo esto porque no deberían llorar nunca a nadie. Pues el texto dice: Pero vuestros hermanos, toda la casa de Israel, llorarán por el fuego con que fueron abrasados por el Señor. Y no saldréis de la entrada del tabernáculo del testimonio, no sea que muráis; pues está sobre vosotros el óleo de la unción de parte del Señor70.

33 (Lv 10,8-9). Y el Señor habló a Aarón, diciendo: «No beberéis vino ni otra bebida fermentada, ni tú ni tus hijos, cuando entréis en el tabernáculo del testimonio o cuando os acerquéis al altar, no sea que muráis». Según esto, ¿cuándo podían beber, ya que tenían que entrar todos los días en el tabernáculo y acercarse al altar a causa de los continuos servicios? Y si alguno dice que no solían ofrecerse sacrificios todos los días, ¿qué puede decir de la entrada en el tabernáculo, que tenía lugar todos los días para poner el candelabro y los panes de la proposición sobre la mesa? Y si se responde que lo que ahora se dice, se refiere al tabernáculo del testimonio, en donde estaba el arca de la alianza, hay que responder que también allí tenía que entrar el sumo sacerdote a causa de la perpetuación del incienso. Pues no entraba una vez al año, sino que entraba una vez al año con la sangre de la purificación, y todos los días por motivo del incienso. ¿O hay que entender que el Señor les mandó que no bebieran vino nunca? ¿Por qué entonces no se lo ordenó más bien de un modo breve, diciendo: No beberéis vino, sino que añadió: Cuando entréis en el tabernáculo o cuando os acerquéis al altar? ¿Se trata quizá de que no había razón para callar la causa del no beber, sobre todo sabiendo Dios de antemano que habría de haber posteriormente tantos, incluso sumos sacerdotes, a la vez, es decir, no por sucesión, quienes oficiarían por su turno en el tabernáculo, y en los sacrificios, y en el incienso y en todo aquel ministerio, cuando ciertamente no bebían los que estaban oficiando, pero sí bebían los demás? ¿O qué otra cosa significa este texto? Porque, después de prohibir a los sacerdotes beber vino y bebidas fermentadas, el texto añade: Este es un decreto eterno para vuestros descendientes71. Pero es dudoso si estas palabras hay que unirlas a la frase anterior, al asunto del no beber vino, o a la siguiente, que dice: Para distinguir entre lo santo y lo profano y entre lo puro y lo impuro y enseñar a los hijos de Israel todos los preceptos que el Señor les ha dado por medio de Moisés72. Este sería el decreto eterno para sus descendientes, Correspondiente al oficio de los sacerdotes. Con respecto a la palabra eterno ya hemos dicho muchas veces cómo debe entenderse. Pero también es ambiguo el sentido de la frase: Distinguir entre lo santo y lo profano y entre lo puro y lo impuro. La duda es si el autor ha querido decir que los sacerdotes se deben distinguir entre las cosas santas y puras o profanas e impuras, o entre los santos y puros o los manchados e impuros, es decir, si se trata de las cosas sagradas, que se harían bien o mal o de los hombres que había que aprobar o reprobar, o más bien hay que referir el texto a las dos cosas, es decir, a los hombres y a las cosas sagradas.

34 (Lv 10,14). El pecho separado y la pierna reservada los comeréis en lugar sagrado. A pesar de que cada cosa se da a cada uno de los sacerdotes, no obstante, es evidente que ambas cosas podrían denominarse separadas, porque ambas se separaban para el sacerdote y ambas podrían denominarse también reservadas o quitadas —palabra que en griego Corresponde a????????—, porque ambas se apartan y se quitan a aquellos por quienes se hace el sacrificio para darlas al sacerdote. Ya antes hemos oído hablar del pecho de la imposición y de la pierna que había que quitar, porque de la pierna no se ponía nada sobre el altar; en cambio, la grasa del pecho sí se ponía sobre él73.

35 (Lv 10,14). ¿Qué significan las palabras: Los sacrificios de las salvaciones, cuando en otro lugar los llama: Los sacrificios de salvación, e incluso en singular: El sacrificio de salvación, refiriéndose siempre a la misma cosa? ¿Se trata quizá de que en este lugar en donde el autor habla de los sacrificios de las salvaciones, debió decir más bien de las sanidades? Porque en el salmo que dice: Óyenos, Dios de nuestras sanidades74, el griego tiene esta misma palabra soteríon en este lugar. Ahora bien, este genitivo de plural en la lengua griega es dudoso si se deriva de salute (salvación) o de salutari (acción de salvar), porque sotería significa salvación y sanidad, y su genitivo de plural es ton soteríon. Salutare, en cambio (acción de salvar), se dice en griego sotéríon y su genitivo de plural es el mismo. Por tanto, si puede entenderse también Correctamente como sacrificio de salvación lo que es sacrificio de la acción de salvar, porque la salvación se da por la acción de salvar y la acción de salvar es aquello por lo que se recibe la salvación, no es preciso que pensemos que aquí, en donde se habla de los sacrificios de las salvaciones, se trata de los sacrificios de muchas salvaciones, sino tal vez de los sacrificios de muchas sanidades, que se reciben de una única acción de salvar. La fe cristiana sabe que se trata de la salvación de Dios, de la que se dice: Tomaré el cáliz de la salvación75, y de la cual Simeón dice en el Evangelio: Porque mis ojos han visto tu salvación76. En definitiva, los sacrificios de salvación pueden llamarse perfectamente o denominarse también sacrificios saludables.

36 (Lv 10,15). Y será para ti y para tus hijos y para tus hijas tu porción legitima para siempre. La añadidura: para tus hijas, no es inútil, porque algunas cosas relacionadas con el alimento de los sacerdotes, la Escritura las prohíbe a las mujeres, que no pueden tomarlas, y, en cambio, sí pueden los varones.

Cuando Moisés preguntó acerca del cabrito sacrificado por los pecados del pueblo y no lo encontró, porque ya había sido quemado, se airó porque el Señor había mandado que aquellas cosas que debían ser ofrecidas por el pueblo como sacrificio por el pecado tenían que comerlas los sacerdotes, quitándoles las grasas y los riñones. Moisés se encolerizó, no contra su hermano, sino contra sus hijos77. Y creo que lo hizo porque Correspondía a su ministerio amonestarlos. Aarón le respondía diciendo: Si hoy ofrecieron sus sacrificios por el pecado y sus holocaustos ante el Señor y me sucedieron tales cosas, y yo comeré hoy la víctima por el pecado, ¿agradará esto al Señor? Moisés lo oyó y le agradó78. Parece ser que Aarón dice que, en el mismo día que los hijos de Israel habían ofrecido por primera vez el sacrificio por su pecado, este sacrificio no debía haber sido comido por los israelitas, sino quemado en su totalidad, sin convertir esto en una regla para los demás sacrificios, porque posteriormente los sacerdotes comían los sacrificios por los pecados. Pero, dado que esto fue ofrecido por primera vez en el primer día, hay que pensar que el sacerdote Aarón dijo esto por inspiración divina, para que después los sacerdotes observaran lo que había mandado el Señor a Moisés; y lo que Aarón dijo, como inspirado por Dios, Moisés lo aprobara.

¿Qué pasó, pues, con los demás sacrificios de aquel día, es decir, con el carnero y con el novillo, los cuales, como dijimos, también debían considerarse como ofrecidos por el pecado? ¿O es que no hay problema alguno acerca del novillo, ya que había que hacer el sacrificio de manera que se introdujera dentro parte de su sangre, como estaba ordenado, para tocar con ella los cuernos del altar del incienso, y era natural que se quemara todo el animal?79¿Y qué había que hacer con el carnero? Como Moisés preguntó primero por el cabrito, ¿hay que aplicar también al carnero lo que se le respondió sobre el cabrito, acerca del cual tenía que preguntar, como se le había mandado, si la respuesta del sacerdote no le hubiera satisfecho? Acerca del novillo, ¿qué iba a preguntar, dado que había podido hacerse el sacrificio según la ley, que había mandado Dios acerca del novillo sacrificado por el pecado de toda la asamblea, lo mismo que se había mandado acerca del novillo sacrificado por el pecado del sacerdote, es decir, que había que quemarlo íntegramente fuera del campamento?80Pues estas son las palabras que dijo Moisés, encolerizado contra los hijos de su hermano, por no haber encontrado el cabrito ofrecido por el pecado, que él había buscado; no lo había encontrado, porque había sido quemado íntegramente. Les dice así: ¿Por qué no habéis comido en lugar sagrado la víctima del sacrificio por el pecado? Puesto que son cosas sacratísimas, esto os dio a comer a vosotros para que quitarais el pecado de la asamblea e hicierais la expiación por ella ante el Señor. Pues su sangre no había sido introducida al interior del santuario, comeréis la víctima en lugar sagrado, como me lo ordenó el Señor81. Cuando dice: Pues su sangre no había sido introducida al interior del santuario en su presencia, distingue, sin duda, lo que se hace así por el pecado del sacerdote o por el pecado de toda la asamblea, no del cabrito, que no debió quemarse del todo, puesto que no se había mandado introducir su sangre para tocar los cuernos del altar del incienso, sino para ser consumido por los sacerdotes. Aarón le dice a Moisés por qué se hizo esto así, esto es, por qué se quemó también totalmente el cabrito, y Moisés quedó satisfecho.

Ciertamente, la Escritura mandó a los ancianos del pueblo que se ofrecieran por el pueblo seis animales. De esos seis animales mencionó primero cuatro, el cabrito, el carnero, el novillo y el Codero de un año. —El cabrito, naturalmente, como sacrificio por el pecado; y el Codero, de un año, evidentemente, también, como holocausto—. En cuanto a los dos animales de en medio, es decir, el carnero y el novillo, hemos visto que se mencionan de un modo un tanto ambiguo, porque no sabemos si pertenecían al sacrificio por el pecado y habría que añadirlos al cabrito, o más bien al Codero, para ofrecerlos como holocausto —sobre esta cuestión ya he expuesto en su lugar lo que opino—. Pero luego, para completar la lista de los seis animales, la Escritura menciona al novillo y al carnero, como sacrificio de salvación; y a continuación, cuando se inmolan y se mencionan del mismo modo, no se mencionan los mismos animales, el carnero y el novillo, que antes se habían colocado entre el cabrito y el Codero, sino que sólo se mencionan aquel novillo y aquel carnero que se habían mandado ofrecer como sacrificio de salvación. De este modo ya no tenemos que pensar que se trataba de seis animales, sino sólo de cuatro. Podemos pensar quizá que aquellos dos que primero se habían colocado entre el cabrito y el Codero, se mencionaron de nuevo y no hay otro novillo ni otro carnero como sacrificio de salvación, de modo que al decir que el cabrito era como sacrificio por el pecado y al no decir para qué eran el carnero y el novillo, esto es, para qué sacrificio servían, y al decir que el Codero de un año era como holocausto, después habría querido decir qué es lo que había que hacer con el novillo y con el carnero, los cuales ni se habían mandado ofrecer como sacrificio por el pecado, como el cabrito, ni como holocausto, como el Codero, sino como sacrificio de salvación. Si el texto lo entendemos de esta manera, queda la cuestión de saber por qué se ofreció un cabrito por el pecado de la asamblea, cuando, hablando desde el principio de los sacrificios que había que ofrecer por los pecados, el Señor mandó que se ofreciera un novillo por el pecado de la asamblea. Y por el pecado del sacerdote mandó que se ofreciera, no un cabrito, sino un novillo —acerca de este novillo mandó también que su sangre se introdujera dentro, lo mismo que la sangre de la víctima por el pecado del sacerdote, para tocar con ella los cuernos del altar del incienso82.

Podemos preguntar qué razón podía haber para que por el pecado de Aarón, no sólo Moisés ofreciera un novillo83, sino el propio Aarón ofreciera otro novillo84, como había que ofrecerlos por el pecado del sacerdote, según el precepto de Dios. Y en cambio, por el pecado del pueblo no se ofrecía un novillo, como estaba mandado, sino más bien un cabrito. Al plantearnos este problema, nos pareció, como dijimos antes, que no sólo estaba mandado ofrecer un cabrito por el pecado del pueblo, sino también un carnero y un novillo. De este modo, estos tres sacrificios hay que entender que son sacrificios por el pecado, puesto que los jefes forman parte del pueblo, y por ellos había que ofrecer un cabrito. Y además, cada persona podía tener sus propios pecados, y por ellos se ofrecía un carnero. Y por fin, todos tenían algún pecado, y por ellos se ofrecían un novillo. Por el pecado de toda la asamblea había que ofrecer un novillo, como estaba mandado desde el principio. Por eso, una vez que se han inmolado, sólo se menciona el cabrito, pero entendiendo tácitamente también los demás, como cuando se toma la parte por el todo, porque todos esos sacrificios eran por los pecados.

37 (Lv 11,33-34). Al tratar de los cadáveres de los animales impuros, la Escritura dice: Todas las cosas que estén dentro de una vasija de barro en la que haya caído alguno de esos cadáveres serán impuras, y la vasija será rota. Y toda cosa comestible sobre la que caiga agua será impura para vosotros. No se trata de que cualquier agua que caiga sobre la comida la haga impura; sino la que cae de aquella vasija que se hace impura a causa de los cadáveres impuros, si por casualidad dicha vasija contiene agua.

38 (Lv 11,47). Enseña a los hijos de Israel la diferencia entre los animales que pueden comerse y los animales que no pueden comerse. La palabra griega dsoogonounta algunos traductores latinos prefirieron traducirla por vivificantia (que vivifican), término que el uso de nuestra lengua acepta de algún modo, antes que inventar una palabra insólita, como podría ser vivigignentia (que engendran seres vivos). Pues bien dsoogonounta no son los seres que vivifican, que hacen vivir, sino los que engendran seres vivos; no huevos, sino pollos.

39 (Lv 12,4). ¿Qué significa lo que dice la Escritura sobre la mujer que ha dado a luz: No tocará ninguna cosa santa y no entrará en el santuario? ¿A qué santuario se refiere, cuando sabemos que en el tabernáculo únicamente solían entrar los sacerdotes, y hasta el velo interior segundo, más allá del propio velo, en donde estaba el arca de la alianza, sólo podía entrar el sumo sacerdote? ¿Se trata de que pudo llamarse santuario a lo que había delante del tabernáculo, en donde estaba el altar de los sacrificios? Efectivamente, muchas veces se llama lugar santo al propio atrio; por ejemplo, cuando se dice: En el lugar santo lo comerán85. Quizá hasta allí solían entrar las mujeres, cuando ofrecían sus dones, que se colocaban sobre el altar.

40 (Lv 12,2-8). ¿Qué significa el texto siguiente: Si la mujer da a luz un varón, será impura durante siete días; será impura según los días de su separación. Al octavo día circuncidará la carne del prepucio del niño; pero permanecerá inactiva treinta y tres días en su sangre pura. No tocará ninguna cosa santa ni entrará en el santuario. ¿Qué diferencia hay entre aquellos siete días en que es impura, según se dice, y los treinta y tres días que permanecerá inactiva en su sangre pura? Porque si ya no es impura durante los treinta y tres días, ¿por qué no puede tocar lo santo? ¿Existe aún esta diferencia, que está con sangre, pero con sangre pura? ¿Estaría la diferencia en que, cuando es impura, hace impuro hasta cualquier lugar en que está, y cuando ya está con la sangre pura, solamente no le es lícito tocar lo santo y entrar en el santuario? Pues esto es lo que dice: Según los días de separación de su purificación. Porque la Escritura dice en otro lugar que la impureza de la mujer que tiene la menstruación dura siete días, y durante este tiempo todo aquello sobre lo que se siente quedará impuro86. El texto habla de separación, porque la mujer se separaba un poco para no manchar todo, mientras pasaban aquellos días. La ley duplicaba estos días de impureza y los convertía en catorce, si la mujer daba a luz a una hembra. Los demás días que permanecía con su sangre pura la ley había mandado también que se duplicaran, pues eran sesenta y seis. Por consiguiente, los días en caso de nacimiento de un varón eran cuarenta, y en caso de nacimiento de una hembra, ochenta. No obstante lo dicho, algunos códices griegos no tienen con su sangre pura, sino con su sangre impura.

El texto continúa: Al cumplirse los días de su purificación, sea por un hijo o por una hija, presentará al sacerdote un Codero de un año, sin defecto, como holocausto, y un pichón de paloma o una tórtola como sacrificio por el pecado a la entrada del tabernáculo del testimonio. El sacerdote lo ofrecerá ante el Señor y hará la expiación por ella y la purificará del flujo de su sangre. Esta es la ley para quien da a luz un varón o una hembra. Pero si no encuentra lo suficiente para ofrecer un Codero, tomará dos tórtolas o dos pichones de paloma, uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado. El sacerdote hará la expiación por ella y quedará purificada87. Por tanto, la lectura Correcta del texto anterior no es: Ofrecerá un Codero de un año, sin defecto, como holocausto o un pichón de paloma o una tórtola como sacrificio por el pecado, como leen algunos códices, sino, según hemos puesto: Y un pichón de paloma o una tórtola como sacrificio por el pecado, pues luego añade: Si no encuentra lo suficiente para ofrecer un Codero, y tomará dos tórtolas. Aquí parece que sobra y (tomará), porque quitando esa conjunción, sigue perfectamente el sentido: Tomará dos tórtolas o dos pichones de paloma, un ave como holocausto y la otra como sacrificio por el pecado.

Pero ¿por qué pecado? ¿Es pecado dar a luz? ¿O es que se muestra aquí aquella descendencia de Adán, de la que dice el Apóstol: De uno solo para la condenación, y en otro lugar: Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado, la muerte, y por eso pasó a todos los hombres?88 También en el texto siguiente aparece suficientemente claro por qué se ha dicho: Pues yo he sido concebido en iniquidades y en pecados me crió mi madre en el vientre89. ¿Por qué entonces la Escritura dice que se debe purificar por medio de ese sacrificio, no lo que nació, sino la que da a luz? ¿Hay que relacionar tal vez la purificación, a causa del flujo de sangre, con aquella de quien provenía aquel origen? ¿Es que no podía hacerse sin la purificación del propio feto, que nació de la misma sangre? Porque ¿a qué se refiere lo que dice antes: Por un hijo o por una hija ofrecerá un Codero de un año, sin defecto, como holocausto y un pichón de paloma o una tórtola como sacrificio por el pecado, si por medio de este sacrificio no se hacía nada en favor de los que nacían?

Y si alguno intenta hacer una distinción, diciendo que no hay que unir la frase así: Por un hijo o por una hija ofrecerá un Codero de un año, sin defecto, como holocausto, y un pichón de paloma como sacrificio por el pecado, sino así: Y al cumplirse los días de su purificación por un hijo o por una hija. Es decir, que los días de purificación se habían cumplido por él o por ella, por el hijo o por la hija. Y luego seguiría el texto con el otro sentido: Ofrecerá un Codero de un año, sin defecto, como holocausto, y un pichón de paloma como sacrificio por el pecado, es decir, por su pecado, al cumplirse los días de su purificación por su hijo ó por su hija. Quien crea que hay que hacer esta separación, será refutado por el Evangelio, pues cuando nació el Señor de la Virgen e hicieron una cosa parecida, más por la costumbre de la ley que por necesidad de expiar y purificar algún pecado en él, el texto dice: Cuando sus padres introdujeron al niño Jesús para hacer según prescribía la ley sobre él90. El texto no dice «sobre su madre», sino «sobre él», aunque se realizaron las cosas presentes en este lugar acerca de las dos tórtolas o los dos pichones de paloma. Pues también el Señor se dignó ser bautizado como los demás con el bautismo de Juan, que era un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados91, a pesar de que él no tenía ninguno. Por eso, algunos de nuestros traductores traducen también con toda razón el texto del Levítico de la siguiente manera, no diciendo: sobre (super) el hijo o sobre la hija, sino por (pro) el hijo o por la hija. Pues han pensado que éste era el valor de esta preposición en el pasaje que nos ocupa y en donde el griego dice: ef uio e epì zugatrí. Hay que advertir, naturalmente, con qué pobreza quiso nacer el Señor que por él no se ofreció un Codero o un pichón de paloma o una tórtola, sino un par de tórtolas o dos pichones de paloma, como se lee en el Evangelio92. Esto es lo que mandó entonces ofrecer el Levítico diciendo: Si no tuviera la mano del oferente lo necesario para ofrecer un Codero93.

41 (Lv 13,2). Si a un hombre se le hiciera en la piel de su cuerpo una cicatriz de una señal, blanca, y hubiera en la piel de su color un toque de lepra. El texto dice después, a modo de exposición, lo que había dicho antes para que se entendiera. Había dicho así: Si a uno se le hiciera en la piel de su cuerpo una cicatriz blanca. Para que no pensemos que se refiere a una cicatriz, como suele ser la señal de una herida curada, nos indica que se refiere al color cuando añade: Y hubiera en la piel de su color un toque de lepra. Prescindiendo ahora de lo que el autor entienda por cicatriz, se trata de un vicio del color. Con respecto a lo que se denomina toque de lepra, hay que decir que no se trata de que el color se sienta por el tacto, sino que se llama toque de lepra como si la persona o su cuerpo estuviera tocado por la lepra, estuviera manchado o viciado. Es como suele decirse: «La fiebre le atacó o no le atacó». Por último, se llama toque a la propia mancha y siempre se la designa así. Por eso, algunos de nuestros traductores no han traducido «toque», sino «mancha». Naturalmente, utilizando esta palabra, el texto parece tener un sentido más claro. Pero el texto griego pudo no tener afén, es decir, toque, sino?, es decir, mancha. Por eso, amomon significa inmaculado. Aunque la Escritura no suele llamar amomon solamente a lo que se refiere al color, sino a lo que está limpio de todo victo. Por tanto, la Escritura no quiere que se entienda por momon la mancha del color, sino la mancha de todo vicio. Podría llamar spílon a lo que se refiere solamente al color. El Apóstol usó esta palabra, cuando dice de la Iglesia: No tiene mancha ni arruga94. Pero el autor del Levítico no utilizó ni momon ni spílon, sino afén, toque, palabra que hasta en la lengua griega se emplea poco para los colores y, no obstante, los Setenta no tuvieron dificultad en emplearla. ¿Por qué habrían de tenerla los traductores latinos? En cuanto a la frase: Cicatriz de una señal, o se llama así porque significa algo, o más bien porque distingue a la persona de las demás por una señal, pues la hace llamativa.

42 (Lv 13,3). ¿Qué significan las palabras: El sacerdote lo verá y lo manchará? ¿No es a él a quien debe venir el enfermo para que lo cure? Manchará equivale a «declarará que está manchado», si el sacerdote ve en él las cosas que la Escritura dice acerca de la mancha de la lepra.

43 (Lv 13,4-7). Pero si en la piel de su color hubiera un blanco brillante y su lugar visible no estuviera más hundido que la piel. En las palabras blanco brillante hay que sobreentender «toque» (tactus), es decir, que se trata de aquella mancha del color, no del pelo. Después dice: Pero si otra vez se ha cambiado la significación en la piel. Ahora se llama significación a lo que antes el texto latino llamó signum (señal)95. El texto griego, tanto antes como ahora, usa la misma palabra semasían.

44 (Lv 13,5-6). El sacerdote lo separará durante siete días por segunda vez, y el sacerdote lo examinará el séptimo día por segunda vez, y si el toque es oscuro y el toque no se ha extendido en la piel, el sacerdote lo purificará, pues es una señal. Esto quiere decir que «el sacerdote lo declarará puro», pues no se trata de lepra, sino de una señal.

45 (Lv 13,7-8). Pero si se cambiara otra vez la significación en la piel, después de haberlo examinado el sacerdote para purificarlo, y apareciera otra vez al sacerdote y el sacerdote lo examinara y comprobara que se cambió la significación en la piel, y el sacerdote lo manchará: es lepra. También aquí «lo manchará» equivale a «lo declarará manchado». «Y» (en la última frase) es una añadidura propia del lenguaje de la Escritura. Parece que el texto aconseja que, cuando se haya visto el color blanco solo y brillante, distinto del color sano, el sacerdote lo examine de nuevo para declarar que es lepra, es decir, que manche al hombre declarándole leproso, pero sólo si se comprueba que también el pelo se ha vuelto blanco y el lugar de la piel en donde está el color blanco se halle más hundido. Y continúa: Pero si en la piel de su color hubiera el blanco brillante —es decir, si el toque aquel fuera blanco brillante: llama así a la mancha— y su lugar visible no estuviera más hundido que la piel y el pelo no se hubiera vuelto blanco, sino que es oscuro —es decir, el pelo, que no es blanco— y el sacerdote separará durante siete días al afectado. Y el sacerdote comprobará el día séptimo el toque —la mancha aquella—, y si el toque permanece ante él, pero el toque no se ha extendido por la piel — o sea, no tiene color distinto ni es distinto de la piel. Luego ha sanado lo que estaba enfermo.

Pero el texto manda examinar aún la salud durante otros siete días, y por eso dice a continuación—: Y el sacerdote lo separará durante siete días por segunda vez —otros siete días—y el sacerdote lo examinará el día séptimo por segunda vez y si el toque es oscuro —puesto que no es blanco y brillante y por eso del mismo color que el color sano— no se ha extendido el toque por la piel —como se dijo esto mismo un poco más arriba, es decir, que no es diferente del resto de la piel— y el sacerdote lo purificará96, o sea, declarará que está libre de la sospecha de lepra; no porque haya tenido lepra, que ya no tiene, sino porque no ha existido, ya que en aquel color brillante y blanco del toque, de la mancha aquella que había aparecido, al esperarse que el lugar se hubiera hundido más y el pelo de aquel sitio se hubiera vuelto blanco, no sucedió así, sino que el toque, que antes había sido brillante y blanco, se volvió más bien oscuro, semejante al resto del color de la piel, no brillante. Por tanto, no era lepra. Lo que aparecía es una señal, no es lepra. No obstante, aunque por esto esté libre de la sospecha de lepra, «lavará sus vestidos», porque en aquella señal hubo también algo que motivara el que se lavaran los vestidos. Y quedará limpio97.

46 (Lv 13,7.8). Después continúa: Pero si se extendiera de nuevo la significación en la piel después de haberle examinado el sacerdote para purificarlo —es decir, si después de examinarle el sacerdote al séptimo día y verlo sano, para declararle puro, se extendió aquella significación en la piel, la mancha aquella en la piel— y fuera examinado por segunda vez por el sacerdote —después de otros siete días—, y le examinara el sacerdote y comprobara que se había extendido la significación en la piel —o sea, que no continuó con aquel estado de salud en que le había visto después de los siete días primeros— y el sacerdote le manchará: es lepra. En este caso, como lo que se había visto sano después de los siete primeros días no permaneció en su estado, sino que se cambió hacia el mal primero, se declara ya que es lepra. Ya no se espera en este caso, o a que el lugar esté más hundido o a que el pelo se haya vuelto blanco. Puesto que la lepra no es llamativa ni viciosa, sino que sólo lo es su cambio, el hecho de pasar del color enfermo al sano y volver del color sano al color enfermo es tan llamativo que en este caso no habría que esperar lo que en el primer caso se había ordenado esperar acerca del lugar de la piel que estuviera más hundido y de la blancura del pelo. Pues por el solo hecho del cambio ya no habría duda de que sería lepra.

47 (Lv 13,9-10). Después sigue: Si en un hombre hubiera un toque de lepra, vendrá al sacerdote, y el sacerdote lo examinará, y si hubiera una cicatriz blanca en la piel, y ésta cambió el pelo haciéndolo blanco y a partir de lo sano de la carne viva hubiera cambiado en la cicatriz. Si quitamos la «y» (de la última frase) del texto anterior, puesta ahí según el modo de expresarse de las Escrituras, tenemos el sentido siguiente: El sacerdote lo examinará, y si hubiera una cicatriz blanca en la piel y ésta cambió el pelo haciéndolo blanco a partir de lo sano de la carne viva en la cicatriz. El orden es: Cambió el pelo blanco en la cicatriz a partir de lo sano de la carne viva, es decir, como la carne viva y sana tiene el pelo oscuro y negro, así esta cicatriz lo tiene blanco. Y continúa: Una lepra arraigada hay en la piel de su color; y el sacerdote lo manchará —lo declarará manchado—, no lo separará, puesto que es impuro98. El texto parece querer decir que cuando se encuentre pelo cambiado en blanco con el mismo color que el pelo blanco por enfermedad de la piel, ya no es necesario separar el paciente para examinarle, ni hay que esperar a que el lugar de la piel esté más hundido. Por el solo hecho de que la piel es blanca, de distinto color que la restante y que tiene el pelo blanco, de distinto color que los demás que hay en la carne viva y sana, se declara que hay una lepra arraigada. Es lepra arraigada, porque ya no hay que examinarla durante aquellos catorce días. Y continúa: Pero si fuera restituido el color sano y se volviera blanco. Se dice esto porque se había dicho que todo el color blanco extendido por toda la piel ya era puro por esta misma razón, dado que no habría habido allí cambio. Y continúa: Pero en cualquier momento en que se viera color vivo en él, será manchado99. Aquí está claro que el cambio se reprueba. Y por eso, en relación a lo que se acaba de decir: Pero si fuera restituido el color sano y se volviera blanco, y vendrá al sacerdote, y el sacerdote lo examinará y si el toque se hubiera vuelto blanco, y purificará el sacerdote al afectado: es puro100, no debemos creer que el color sano fue restituido para que resultara color sano; pues ya lo era el color por el que se hacía impuro a causa del cambio. Así, dice que su color sano fue restituido de manera que fuera lo que había sido, es decir, color blanco, una vez perdido el color sano. En este caso será puro otra vez, al haber sido todo blanco, porque no habrá allí ningún cambio. Pero entender «restituido» como «perdido» es algo inusitado. Parece que debería más bien haber dicho: Pero si hubiera sido restituido el color blanco. Ahora, en cambio, dice: si hubiera sido restituido el color sano y se hubiera vuelto blanco, como si quisiera decir: si el color sano hubiera sido restituido haciéndose blanco.

48 (Lv 13,30). Al hablar de la lepra de la cabeza, ¿por qué se llama también golpe, cuando depende solamente del color de la piel o de los cabellos y si su aspecto aparece más hundido que el resto de la piel se hace sin dolor y sin molestia alguna? ¿Ha querido llamar golpe en vez de llaga a esto que es impuro, como si el hombre fuera golpeado por esta impureza?

49 (Lv 13,47-48). Al hablar de la lepra de los vestidos y de otras cosas pertenecientes a los usos humanos, ¿qué significan estas palabras de la Escritura: O en un vestido de lana o en un vestido de estopa o en el estambre o en la lana o en las cosas de lino o en las cosas de lana, cuando ya había dicho antes: en un vestido de lana o en un vestido de estopa? Porque una cosa de estopa es también de lino. ¿O quiso el autor hablar allí de vestidos y aquí de cualquier otra cosa de lana o de lino? Los cobertores de los jumentos no son vestidos, aunque sean de lana; ni las redes son vestidos, aunque sean de lino. Por consiguiente, primero habló de una manera concreta acerca de los vestidos, y luego de una manera general acerca de todas las cosas de lana y de lino.

50 (Lv 13,48). Preguntamos por qué dice la Escritura: En toda piel de trabajo. Otras autores traducen: En toda piel confeccionada. Pero el texto griego no dice: ergasméno dérmati, sino: ergasimo, palabra que también aparece en el Libro de los Reyes, en donde Jonatán dice a David: Estate en el campo en un día de trabajo101, en un día en que se hace un trabajo. Y por eso también aquí debemos pensar que la piel de trabajo es aquella en la que se hace un trabajo, acomodada a algún trabajo. Pues hay pieles que sólo sirven para adorno, no para el trabajo.

51 (Lv 13,49). ¿Qué significa: en cualquier objeto de trabajo de piel, sino lo que está hecho de piel, todo objeto de piel? El autor llama aquí objeto a lo que los griegos llaman skeuos. Y éste es un término general para indicar cualquier utensilio. Cosa distinta es lo que se llama aggeion, porque en latín también esta palabra se traduce por objeto. Pero aggeion Corresponde más bien a un objeto que contiene algo líquido.

52 (Lv 15,11). ¿Qué significan estas palabras: Y a quienquiera que toque el que padece flujo de semen, sin haberse lavado las manos en agua, lavará sus vestidos y lavará su cuerpo en agua y quedará impuro hasta la tarde? Porque la frase: sin haberse lavado las manos en agua, está colocada de forma ambigua, como si quisiera decir que le hubiera tocado después. El sentido es éste: A quienquiera que toque, sin lavar las manos, el individuo a quien haya tocado lavará sus vestidos, etc.

53 (Lv 16,16). ¿Qué significan las siguientes palabras, cuando el Señor ordena cómo debe entrar el sumo sacerdote en el santo, que está detrás del velo: Y hará la expiación por los santos de las impurezas de los hijos de Israel y de sus injusticias [y] de todos sus pecados? ¿Cómo hará la expiación por los santos, si la hace de las impurezas de los hijos de Israel y de las injusticias de todos sus pecados? Como no dice en favor de (pro) las impurezas de los hijos de Israel, sino De (ab) las impurezas, ¿habrá que entender que hará la expiación por los santos de las impurezas de los hijos de Israel? Es decir, por los que son santos, libres de las impurezas de los hijos de Israel, que no consienten en sus impurezas; no porque hubiera que hacer la expiación sólo por ellos, sino porque había que hacerlo también por ellos, pero que nadie creyera que eran tan santos, que no había nada en ellos por lo cual se debiera hacer la expiación, aunque fueran ajenos a las impurezas de los hijos de Israel y de sus injusticias. La frase: De todos sus pecados, significa las injusticias que provenían de todos sus pecados.