espués de andar toda la tarde del domingo corriendo y jugando en el parque, Confuso y el caniche buscaron un lugar para echarse a dormir. El mejor que encontraron fue un hueco entre dos puestos de libros. El parque era muy grande y en un sector funcionaba una feria de libros usados.
Confuso se echó sobre el pasto y el caniche prefirió acurrucarse contra la pared de un puesto de artesanías. Su amigo se durmió de inmediato, pero Confuso no estaba acostumbrado a hacerlo al aire libre y por eso tuvo dos pensamientos: «lleno de peligros» y «un año».
Cuando los dos pensamientos se juntaron, resultó el siguiente: «el parque es un lugar lleno de peligros. En un parque puede haber leones, monstruos, seres humanos y mucha oscuridad. Y yo sólo tengo un año. Soy enorme de tamaño, pero pequeño de edad. Podría decirse que soy casi un bebé. Alguien debería cuidarme mientras duermo».
Finalmente, resolvió dormir pegado a su amigo. De esa manera se sentía más protegido.
—¡Me estás molestando! —se quejó el caniche—. ¿Qué ocurre?
—¿Yo?
—¡Sí, me estás aplastando!
—Fue sin querer.
—¿No te viene el sueño?
—No.
—Bueno. Podemos leer un libro.
—Yo no sé leer. Los perros no sabemos leer.
—Yo sí —dijo el caniche—. Acá atrás dejan una bolsa con restos de libros viejos o rotos. Vamos a revisarla.
Los dos metieron sus cabezas adentro de la bolsa. Confuso no sabía con qué criterio elegir. Pensó que los libros de aventuras debían de tener olor a mar o a caminos; los de terror, olor a miedo, y los de humor, olor a cosquillas en las patas.
—Están un poco rotos, pero sirven —dijo el caniche—. Yo siempre los leo. Te puedo leer uno hasta que te duermas.
—Sí, me gustaría.
—Acá hay uno que se llama…
—Qué linda tapa.
—Se titula Confuso contra los marcianos.
—¡El mismo nombre que yo!
—¿Ese es tu nombre?
—Sí.
—El mío es Nerviosa.
—¿Nerviosa? ¡Es nombre de perra!
—Claro. Soy perra.
—Guau. Pensé que eras perro.
—El autor se llama… Dimitri Dimitrovich… —agregó Nerviosa.
Confuso le arrebató el libro brutalmente y lo dio vuelta, para mirar la contratapa.
—¡Bruto! —se quejó Nerviosa.
—¡Mi dueño! La cara que está en la contratapa es la de mi dueño. ¿Escribe libros? ¿Qué dice ahí?
—A ver… —dijo Nerviosa. Arrastró el libro hasta una parte más iluminada y leyó:
Esta vez, Confuso viaja a Marte para rescatar a un grupo de niños que fue raptado por un malvado marciano que quiere apoderarse de la Tierra. El increíble perro debe apelar a todas sus destrezas y poner de manifiesto una vez más su inigualable valentía para enfrentar a enemigos más poderosos.
Otra de las grandes aventuras del autor de Confuso en la Prehistoria, Confuso en el lejano Oeste, Confuso contra los mutantes, Confuso en el fondo del mar y Confuso salva a los niños, entre otros éxitos.
—¡Es mi dueño! ¡Confuso soy yo! ¡No lo puedo creer! ¡Y yo que pensé que estaba todo el tiempo sin hacer nada! ¡Escribe sobre mi vida! ¡Qué persona maravillosa! ¡Y qué maravillosa vida la mía! En la Prehistoria, en lucha contra los marcianos, salvando a los niños y…
—¿Qué?
—¿Mi vida? ¿Cuándo luché yo contra los marcianos?
—Podemos leerlo…