Notas
1_ En agosto de 1924, Émile Lebrun finaliza su novela La saga de los Ledrú-Rollin. Le ha tomado 45 años escribirla, casi una vida (Lebrun muere en 1935, en Alise Sainte-Reine, a los 53 años). Esperanzado, en setiembre viaja a París y presenta su obra al ya poderoso editor Jacques Malleville quien le dice que, por ser la obra de un principiante, parece la de un escritor terminado. Y que se trata de un libro demasiado largo (7945 folios). Le aconseja luego que pruebe suerte en otros ámbitos, como ser la escultura, sugerencia que Lebrun (ya enfermo) no alcanza a comprender en toda su dimensión; o bien, agrega Maileville, que intente en la Bolsa de Valores de Londres donde ciertos papeles alcanzan elevada cotización. Herido y confuso, el escritor nacido en Reims, bajo un ataque de furia y pese a la desesperada oposición de su sufrida esposa Anne, quema íntegramente su trabajo. Sin embargo, dos años después y ante el pedido de su mujer (que lo advierte ansioso y desasosegado) decide volver a escribirla. Paradójicamente, en esta segunda ocasión finalizar su novela le lleva sólo 9 años, ayudado quizás por el conocimiento previo de la trama y el desenlace. Sin embargo, la inclusión de un nuevo personaje (el delicioso Pierre Turenne du Barry) hará más extensa aun la obra, alcanzando esta vez los 8674 folios. Una vez más Lebrun visita al editor Malleville quien directamente no lo recibe. Desalentado, Lebrun se alista en la Legión Extranjera para servir en el Rif, Vuelve tres años después, agravada su extraña enfermedad y casi completamente ciego de un ojo donde se le ha enquistado presumiblemente un fragmento de dátil. En París, lo recibe (por fin) una buena noticia. La publicación La Entente Cordiale —revista popular que alterna la difusión de nouvelles con ofertas de carricoches accionados por vapor— le ofrece publicar La saga… levemente resumida en un máximo de ocho carillas. Lebrun considerándose agraviado, amenaza con recurrir a sus ex compañeros de milicia. Pero Anne, más práctica (y urgida por la pobreza) acepta. Sintiéndose traicionado por su propia esposa, Émile Lebrun cae en cama y no vuelve a levantarse más hasta el día de su muerte, sin dejar de rogar un solo instante ser incinerado junto con su obra. Anne, con un pragmatismo aprendido en el manejo de las economías de la casa, se ocupará, entonces, de reducir la novela hasta ceñirla al pedido de La Entente Cordiale. Es esta versión, la de Anne de Lebrun, la que reproducimos hoy para deleite de nuestros lectores.<<
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