NOEMI PRANA DE TETUAN (1923-986)

UNA POETISA DE NUESTRO TIEMPO

Alguien dijo que cuando muere un poeta, una estrella se apaga. Pero alguien sostuvo asimismo, que cuando muere un poeta una estrella se enciende, porque el alma del artista sube hasta el firmamento y alimenta con su resplandor dicho cuerpo astral. También se afirma que una estrella, despojada del reflejo solar, constituye solo un meteoro inerte, una masa antropomorfa, un asterisco muerto. Se llegó a afirmar en el Quinto Congreso de Estudios Cósmicos Comparados, en 1979, en Plymouth, Massachusetts, que una estrella supernova de la Nebulosa Trífida genera una reacción termonuclear que puede transformar el hidrógeno en helio. Pero abundar en esos detalles sería alejarnos del tema que hoy nos moviliza y que no es otro que el de recordar la memoria de Noemí Prana de Tetuán, la querida poetisa de Noetinger, Pcia. de Santa Fe, tempranamente desaparecida. Y qué mejor, para recordar un espíritu sensitivo, que hacerlo con sus poemas, aquellos poemas que nos regocijaran más de una vez y que hoy nos acerca (como siempre) nuestro amigo y colaborador, Ernesto Esteban Etchenique. Ambos trabajos han sido tomados por Etchenique del libro póstumo de Noemí, Azaleas, que ya desde el título nos remite a su entrañable amor por sus flores y sus plantas, a quienes dedicara largas horas de su tiempo en el amplio y fresco caserón de calle Uribe. Dos cariños signaron su existencia pródiga: el ya mencionado por la jardinería y el otro, profundo y sublime, por Blas Autarco Tetuán, su compañero de toda la vida. No era difícil suponer (amarga deducción) que desaparecido aquel severo y noble jefe de Correos que era Blas, corta sería la sobrevida de Noemí, privada ya de ese vínculo estrecho y simbiótico. Y así fue, lamentablemente. Muerto su esposo tras una fastidiosa y prolongada dolencia la lluviosa tarde de un 15 de enero de 1968, Noemí Prana también optó por apagarse, como la desvaída llama de un quinqué, el 23 de enero de 1986.

«Donde digo»

En mi tercer poema; aquel que titulara «Encuentro con Esteban»

En la segunda estrofa; allí donde yo digo con atildada prosa y tono sugestivo:

«en la esquina con alguien

apenas conocido»

habrá de recitarse:

«de engalanado porte

amable

y bien vestido».

En la segunda parte donde aludo al saludo y escribo puntillosa:

«la gracia de un

requiebro

quitándose el sombrero»

deberá interpretarse:

«un ósculo aguachento

de la mano en el dorso

donde termina el brazo

donde comienza

el cuello».

Y allí donde gozosa describiera el recuerdo del cauto caballero poniendo:

«una guedeja

tierna

un rulo

de su pelo

un bucle vaporoso

que inútilmente

intenta

proyectar una sombra

delgada

sobre el suelo»

ruego al lector que lea:

«un rizo oscuro

y terco

de la región más suya

la del rincón

umbroso

nacarado

sapiente

púbico

mágico

triangular

y

ajeno»

«Yo te hablo»

Begonia

iridiscente

de mi vieja maceta.

Yo te hablo

y tú

me escuchas

con silente belleza.

Te cuento

de mis penas

de mis horas

amargas

de mi rezo constante

por esa hermana enferma.

Te hablo de mis males

de mi dulce

tristeza

ante la vaga anemia

del crepúsculo

cerca.

Del permanente

llanto

por mi madre

ya muerta

que

quizás

desde el Cielo

mi soledad observa.

Te cuento

del trabajo

forzado

de la casa

del patio

la cocina

y las otras macetas.

Del frío

del rencor

el blanco azulejado

la verde enredadera

del agio

de la usura

la estafa

el peculado

la envidia

y la escalera.

Y de la amiga aquella

a quien el falso crup

llevara

por su senda.

Te hablo

fiel begonia

incluso de este riego

con que a ti

te bendigo

y del perro

que un día

partió

con su ladrido.

De la molesta tos

del dolor en mi oído

y de esta puntada

acá

que arruga

mi vestido.

Y te hablo de aquel hombre

que quise y no me quiso

aquél del primer beso

aquél del ansia vana y al que sigo esperando

pese a que hace ya

treinta años

de la tarde

famosa

en que

con voz canora

dijera

«Hasta mañana»

Y tú

bella begonia ufana

en tu maceta

me escuchas

me comprendes

recedes tu corola

te vences

te reclinas

te amustias

y te secas.