Esta es la historia que Hansen me contó cuando salió tambaleándose de aquella jungla negra y repugnante de Indochina, se derrumbó a mis pies y se retorció murmurando sonidos inarticulados. Cuando hubo recobrado un poco de lucidez, se quedó tumbado en mi jergón de campaña y entrecortó sus frenéticos gemidos con grandes tragos de whisky que bebía directamente de la botella. Y esto es lo que me dijo:

—¡Amigo mío, yo salí en busca de orquídeas! ¡Orquídeas... Señor! ¡Encontré el horror y la demencia! ¡Por el amor del cielo, no dejes que se me acerque!

—¿Impedir que se te acerqué qué?

—¡La jungla! Esa obscenidad oscura, fétida, ciega y monstruosa... ¡en este mismo momento extiende sus tentáculos de serpiente para alcanzarme! ¡Me busca a tientas en las tinieblas!

Su voz se transformó en un grito penetrante, y uno de mis soldados gurkha se despertó sobresaltado y empezó a disparar a tontas y a locas contra las sombras, convencido de que estábamos siendo atacados por las tribus de las colinas. Conseguí tranquilizar a mis hombres no sin cierto esfuerzo, porque el campamento estaba sobresaltado desde que Hansen salió de la espesura en aquel lamentable estado; sus gritos no ayudaron a arreglar las cosas.

Sin embargo, los disparos parecieron tranquilizar ligeramente a mi amigo, medio loco de terror.

—Vamos, muchacho —dijo, jadeando y tiritando—. No sirve de nada acribillarlas a balazos... pero de ese modo uno se siente mejor.

»Sí, Haldred y yo partimos en busca de orquídeas. En el seno de esa horrible jungla... lejos, muy lejos... en una región donde nunca se había aventurado ningún hombre blanco. Tuvimos algunos problemas con los indígenas, pero nada serio. Maldita sea, hubiera preferido que nos masacraran a los dos antes de que...

»Nos adentramos tanto en la jungla que nuestros porteadores indígenas se atemorizaron y salieron corriendo. Nos abandonaron, en dos palabras.

Nos dirigimos hacia el río más cercano con la intención de construir una balsa y dejarnos llevar por la corriente y así volver a la civilización. Construir una balsa de fortuna, ya sabes, con cañas de bambú sólidamente atadas con lianas... \ah, Dios mío, lianas!

»A costa de muchas dificultades, nos abrimos camino a través de aquella obscenidad oscura y supurante. Finalmente, llegamos a un curso de agua, maloliente y sin nombre... aparecía y desaparecía entre las raíces de unos árboles gigantescos, corriendo sinuoso como si fuera una enorme serpiente.

»En aquel lugar había muchos bambúes y no nos quedaba más que encontrar las... lianas. ¡Puagh! Había muchas plantas en las orillas del río, naturalmente, pero no eran las adecuadas. Necesitábamos un tipo de lianas que fueran flexibles, sólidas y que no se rompieran. Unas lianas que fueran lo bastante elásticas como para poder anudarlas y, sin embargo, lo suficientemente resistentes como mantener juntos los tallos de bambú, como si fueran cuerdas.

»Nos adentramos en la jungla negra y asquerosa, como dos condenadas ratas extraviadas en la madriguera de una serpiente, en busca de lianas. Y al fin las encontramos! ¡Oh, Dios mío!

»Los árboles son gigantescos en aquella parte de la jungla y las ramas se entrelazan de tal manera que en ella reina una oscuridad eterna. Al principio creí que había puesto la mano encima de una serpiente, porque era fría, lisa y viscosa. Di un salto hacia atrás y lancé un grito. Haldred se volvió.

»Eran lianas, en increíble profusión, y era en una de ellas sobre la que había apoyado la mano. Parecían profundamente enraizadas en la tierra y se retorcían entre las ramas de uno de los enormes árboles. Retorcerse... sí, es la única palabra que sirve para describirlas. Eran lisas y negras, y muchas eran tan gruesas como la pierna de un hombre. Haldred se mostró muy interesado y encantado por aquel descubrimiento. Siempre le habían interesado nuevos ejemplares de la vida vegetal, ¡y la verdad era que aquella era una forma desconocida y única!

»Aquellas plantas se elevaban del suelo y cubrían las gruesas ramas del árbol, enredándose y entrelazándose formando una masa espesa, y parecían serpientes de algún modo aterrador. Temblé, y un sudor frío perló mi frente. Intuía una entidad maléfica en el seno de aquella masa, una forma de vida dotada de sentidos y monstruosa, un tipo de vida inferior pero que sobrepasaba el entendimiento humano. Era como si, enroscándose alrededor de aquel árbol gigantesco, se ocultasen el alma y el corazón de aquella jungla tenebrosa. Me parecía que podía percibir por todas partes el pulso de un cerebro repugnante e inhumano.

»Sabía que, cuando mi mano tocó aquella planta reptilesca, esta se movió... se apartó de mí con un movimiento rápido y sinuoso... como una serpiente asustada.

»Pero Haldred no era consciente de semejantes sensaciones. Pese a mis protestas, se acercó a las plantas para examinarlas más detenidamente. Le vigilé con la mirada, y una mano helada se cerró sobre mi corazón, porque, al tiempo que se acercaba, las largas lianas negras empezaron a vibrar, a ondular, a balancearse lentamente, como si fueran serpientes ciegas.

»Ni el menor soplo del viento penetraba en aquella horrible fortaleza; no obstante, las lianas se retorcían y azotaban el aire, y sus extremidades iban de un lado para otro. Haldred no se dio cuenta de aquella advertencia... permaneció sordo a la voz interior que le susurraba lo que me estaba susurrando a mí... que teníamos ante los ojos una cosa monstruosa y anormal que encubría una amenaza inmunda.

»Haldred siguió avanzando... y las plantas se volvieron ligeramente hacia él... parecían inclinarse y descender hacia el suelo, como una serpiente que se enroscase. Haldred apoyó una mano en una de las lianas que tenía a su lado... ¡ah, Señor! ¡Con la velocidad del rayo, la cosa se enroscó alrededor de su muñeca y empezó a tirar de él hacia la masa que se retorcía de un modo repulsivo! Las lianas se enroscaron alrededor de sus miembros formando un millar de vueltas; se dejaron caer de las ramas superiores y oscilaron en el aire a su alrededor. Un segundo antes podía ver a Haldred como un hombre en el seno de una masa de lianas que se retorcían y se contorsionaban de una manera abominable y obscena; al segundo siguiente, el hombre había desaparecido. En su lugar, vi una cosa sin nombre y sin forma, en carne viva y palpitante... ¡triturada, mutilada y que había perdido cualquier aspecto humano!

»Cubriendo aquella cosa innombrable y retorciéndose a su alrededor, ondulando con un movimiento frenético, los horribles tentáculos de aquellas plantas, ralea del infierno, absorbían la sangre y la carne palpitante del mismo modo que las plantas normales beben el agua de lluvia y el rocío... ¡sorbiendo y aspirando por medio de millones de bocas invisibles!

»Luego, mientras miraba horrorizado, con la mente dominada por un vértigo cercano a la demencia, aquella escena abominable y antinatural, sentí que algo frío me aferraba por el tobillo. ¡Una de las plantas, estirándose en toda su longitud, había reptado por el suelo con un movimiento sinuoso para envolverse alrededor de mi tobillo! Tiraba con fuerza, y sus semejantes ondulaban y se retorcían frenéticamente, atrayéndome hacia su masa central... ¡y hacia la muerte! Lanzando un grito desesperado, saqué el cuchillo todo lo deprisa que pude y empecé a cortar la planta para liberarme. De las partes seccionadas exudó un líquido pringoso y terrible que se derramó perezosamente.

»Huí de aquel lugar y, cuando eché un último vistazo por encima del hombro, vi que las plantas se retorcían, se balanceaban y se contorsionaban en una danza demoníaca. ¡Y vi que ya no eran negras! Estaban embadurnadas y manchadas con una inmunda savia escarlata que caía en gotas atroces sobre el suelo embarrado, de un negro intenso, que había bajo ellas. Lo demás parece una bruma sanguinolenta; ¡cómo conseguí sobrevivir y llegar hasta aquí, no sabría decirlo!

»¡Enredaderas, enredaderas serpiente! ¡Sus raíces se hunden hasta el infierno! ¡Desde hace eras inconcebibles han crecido allí, aferrándose a esa monstruosidad que es la jungla que las dio nacimiento! ¡Qué Dios se apiade de nosotros si alguna vez abandonan esa jungla infernal para lanzarse contra el mundo del hombre! 3?