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Carlos Mastronardi

A.: Borges, alguna vez le oí decir que hay poetas que no aceptan la manera natural que tienen para expresarse. Los ejemplos que usted daba eran los de Leopoldo Lugones y Ezequiel Martínez Estrada. El primero era más bien sencillo, pero quería parecer complejo; el segundo era complejo, pero quería parecer simple.

Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre;

sus costas están solas y engendran el verano.

Quien la mira es influido por un destino suave

cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado.

A.: Borges, hay otra estrofa memorable en ese poema que yo siempre la recuerdo; es aquella que refiere el duelo a cuchillo entre dos paisanos.

B.: Ah, pero por supuesto, esa estrofa es admirable. Hay otros versos, de un poeta de San Nicolás, Horacio Rega Molina, en los que —de una manera vulgar, diría yo— intenta referirse al duelo a cuchillo. Pero esa manera no es tan feliz. Dice así:

Ahí se quedaron dos, brava pareja,

de alpargata plegada en el tobillo,

que se quitan de la ceja el rulo

con la punta del cuchillo.

Esos versos son poco convincentes, ya que el cuchillo es un arma poderosa y no es fácil aceptar que en un duelo se lo use para peinarse.

Una vez se miraron y entendieron dos hombres.

Los vi salir borrosos al camino, y callados,

para explicarse a fierro: se midieron de muerte.

Uno quedó: era dulce la tarde, el tiempo claro.

¡Qué lindos versos!, ¿no?

Una vez se miraron y entendieron dos hombres.

Es decir, sabían que tenían que batirse, sabían que uno mataría al otro, o que los dos morirían.

Los vi salir borrosos al camino, y callados,

Borrosos porque no querían llamar la atención; nadie tenía por qué saber que esos hombres iban a matarse.

Para explicarse a fierro: se midieron de muerte.

La última, se midieron de muerte, es una frase literaria, pero muy hermosa. Y luego:

Uno quedó: era dulce la tarde, el tiempo claro.

La tarde, el tiempo claro, cumplen con lo suyo, cumplen con su naturaleza, tal vez indiferentes a esa tragedia. ¡Son versos admirables!, y, como dice usted, casi sin decirlo, lo dicen todo.