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Xul Solar
A.: Borges, usted fue una de las personas que más frecuentaron a Xul Solar. Usted fue uno de sus amigos más íntimos. ¿Podemos evocarlo? ¿Cómo era Xul?
B.: Yo guardo los más lindos recuerdos de Xul. Pero empecemos esta evocación de Xul Solar, si usted me permite, con una afirmación. Por supuesto, discutible como toda afirmación. Creo que nuestro país, en el breve decurso de su historia, ha producido tres hombres de genio: el primero de ellos, indiscutiblemente, ha sido Domingo Faustino Sarmiento; y luego, a pesar de sus hosquedades, el poeta Almafuerte; ya en este siglo, el pintor Alejandro Xul Solar, del que tuve el honor de haber sido amigo. Yo siempre que pienso en Xul, siento la necesidad de compararlo con William Blake, y podría hacerse, me parece, un estudio entre «las diferencias y simpatías» de los dos, como dijo alguna vez Alfonso Reyes.
A.: Xul Solar tenía lo que podríamos llamar el culto por Blake y las similitudes que usted encuentra me parecen correctas.
B.: Sí. Xul lo sentía a Blake como un hermano suyo. Blake era un visionario y un poeta como él. Y además, un artista como él. Xul era un hombre de una curiosidad universal; le interesaban sobre todo los idiomas. Él inventó dos idiomas. Uno de ellos era la Pan Lengua, que hacía juego con el Pan Juego y estaba basado en la astrología. El Pan Juego es una especie de ajedrez, mucho más complicado que el ajedrez, que se juega astrológicamente con doce casillas de cada lado; es decir que tiene ciento cuarenta y cuatro casillas y no sesenta y cuatro como el ajedrez. El movimiento de las piezas es, además, mucho más complicado que en el ajedrez, porque si una pieza comía a otra, asumía las propiedades de la que había devorado. Si la Reina, por ejemplo, se comía un caballo, esta podía asumir los movimiento del caballo. Ahora ese juego tenía ciertos inconvenientes: cuando Xul lo explicaba se le ocurrían innovaciones y así lo iba enriqueciendo e invalidando muchas cosas anteriores. De esta forma creo que no llegó a explicarlo nunca del todo, porque siempre se le ocurrían modificaciones.
A.: ¿Se llegó a jugar alguna vez el Pan Juego?
B.: Sí, por supuesto, a pesar de las infinitas modificaciones que le hizo Xul. Yo recuerdo que una vez pasábamos por una confitería que estaba ubicada en la esquina de Santa Fe y Pueyrredón, y había dos discípulos de Xul que, según él, estaban jugando al Pan Juego. Ese juego, sin embargo, no se llegó a popularizar debido, creo yo, a esos cambios que se le ocurrían a Xul.
A.: Ahora, ¿dejó discípulos Xul Solar?
B.: En realidad no lo sé. Es decir, no sé qué ha pasado con los discípulos que dejó Xul. En una época eran muchos los jóvenes que lo rodeaban y que seguían sus invenciones; sobre todo en pintura, donde se lo consideraba un maestro —y aún hoy se lo sigue considerando—. Xul tuvo siempre muchos seguidores, pero actualmente no estoy informado sobre lo que ha ocurrido con ellos.
A.: ¿El otro idioma inventado por Xul Solar fue el creol, no?
B.: Sí, ese idioma era el español enriquecido por neologismos y por el uso de palabras monosilábicas inglesas, que se usaron como adverbios. Xul hablaba continuamente en creol. En una oportunidad, caminábamos por un barrio orillero de Buenos Aires, el barrio de Chacarita. Y él me propuso entrar a un almacén que se llamaba «La Tapera» para tomar una ginebra. Allí abundaban los cuchilleros, los carreros, en fin, toda clase de personajes orilleros. Yo sentía cierto temor por ese ambiente, pero Xul estaba acostumbrado a frecuentarlo, y recuerdo que habló con ellos en creol. A mí me resultaba extraño todo eso; sin embargo, Xul se manejaba con toda comodidad y los otros lo respetaban. Xul Solar era un hombre que imponía cierta autoridad. Uno de esos parroquianos fue muerto a tiros por la policía unos meses después. Ese hombre de avería lo respetaba a Xul y tenía amistad con él. Era un caso extraño el de Xul Solar; yo nunca vi un hombre con tanta cortesía y que, a su vez, impusiera tanto respeto. Una autoridad que era aceptada hasta por los malevos.
A.: Usted dijo alguna vez que Xul Solar tenía una capacidad muy grande para la escritura. ¿Hubiera podido ser un gran escritor?
B.: Creo que sí. Yo trabajaba en el suplemento del diario Crítica y le encargaba artículos a Xul. Esos artículos él no los firmaba por una especie de pudor, ya que le parecían indignos de él por estar escritos en español corriente y no en los idiomas que había inventado. Una vez le entregué un libro sobre Tamerlán para que lo comentara y a las pocas horas, Xul se apareció con una crítica magistral; era un resumen con juicios propios y originales del personaje hecho con una facilidad extraordinaria.
A.: Volviendo a los idiomas inventados por Xul, ¿qué sucedió con ellos? ¿Logró por ejemplo, que alguien hablara o escribiera en creol?
B.: No, lamentablemente, no. Una vez me dijo a mí, con gran ingenuidad de su parte, por qué yo no escribía en creol. Le contesté que ese idioma era una invención suya y que yo no tenía derecho a escribir en creol. Él me contestó entonces: «No, si fuera solo una invención mía no tendría ningún valor; las invenciones deben ser colectivas. Cualquier libro que usted encuentre en creol tráigamelo, aunque sea un libro de cocina; tráigamelo, porque sería muy raro que yo sea el único que está descubriendo este idioma».
A.: ¿Y en el trato cotidiano? ¿Cómo era Xul, Borges?
B.: Bueno, era un hombre de una extraordinaria modestia. Conversar con él era para mí una gran experiencia; Xul siempre decía cosas interesantes e inteligentes. Yo, además, lo admiraba mucho como pintor y cuando cobré mi primer sueldo en el diario Crítica, lo primero que hice fue correrme hasta la casa de Xul para comprarle un cuadro. Había cobrado 300 pesos y el cuadro que a mí me gustaba él lo vendía en 100 pesos. Xul me dijo que iba a hacerme precio de amigo. Me cobró el cuadro 50 pesos y me regaló como yapa otro mucho más grande. Xul no comerciaba con su obra; lo que a él menos le interesaba era vender, lo cual es raro entre los pintores.
A.: ¿Qué piensa usted de la obra pictórica de Xul Solar?
B.: Que era una obra genial. A Xul no le interesaba la obra de Picasso ni la de Bracque. Él se acercaba más a Paul Klee; pero luego me han dicho que la obra de Klee es posterior cronológicamente a la de Xul. Cuando él lo descubrió al pintor suizo se quedó deslumbrado con su obra: era una confirmación a lo que venía haciendo, quizá desde mucho antes. Yo una vez le pregunté a Xul cómo definía su propia pintura, y él me dijo que se consideraba un pintor realista, ya que lo que pintaba era lo que veía en sus propias visiones.
A.: Según Lita, la esposa de Xul, esas visiones que él alguna vez refirió, están en sus manuscritos.
B.: Sí, y esos manuscritos están escritos en creol y con ciertas claves no sería difícil para el lector descifrarlos. La revista Sur, de Victoria Ocampo, podría haberlo publicado, pero se lo veía a Xul como un hombre voluntariosamente extravagante. Recuerdo que una vez estábamos invitados a la quinta de Victoria Ocampo, y cuando llegó Xul se puso de pie y exclamó: «¡Ha muerto el adverbio!». Él se basaba en una persona que había encontrado en la calle y le había dicho al despedirlo: «¡Que te vaya lindo!» y no: «lindamente». Es decir, la palabra «lindo» se usaba en ese caso como adverbio. Entonces Victoria Ocampo, que no entendía nada de gramática, lo interrumpe y le dice: «Pero Xul, ¿qué es eso del adverbio? Yo no entiendo nada de gramática ni me interesa tampoco». Claro, Victoria Ocampo era una mujer autodidacta que sabía muchas cosas, pero que era ignorante de otras tantas, como lo somos todos.
A.: Borges, ¿qué es lo que usted más gratamente recuerda de su amigo Xul Solar?
B.: Su capacidad para hacer que toda conversación con él fuera siempre interesante. A mí me deslumbraba su manera de hablar. Xul era un hombre de genio con una simpatía extraordinaria. Tenía el don de la simpatía. Personas que lo han tratado una sola vez a Xul Solar, tienen un excelente recuerdo de él, un feliz recuerdo de ese buen amigo alegre y afectuoso cuyo nombre verdadero era Alejandro Oscar Schulz Solari. Ese nombre él lo abrevió: Xul Solar, pero muchas veces en sus cuadros firmó con las dos primeras iniciales: AO, que recuerdan a TAO que es el camino en chino. El libro de TAO es El libro del camino. Y mi amigo Xul fue un camino que es nuestra obligación seguir descubriendo.