48

«Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el primero y el último»

—Jubal, eres una mala influencia.

—Viniendo de ti, Lafe, eso es un cumplido. Pero eso me hace pensar en… ¡Front! ¿Me disculpas unos pocos minutos?

—«Nuestra casa es tuya» —respondió Lazarus. Cerró los ojos; dejó que su silla lo reclinara.

—Gracias, señor. Título de trabajo: «Tío Tobías». Empieza: «Manteníamos a tío Tobías en un cubo». —Jubal Harshaw se interrumpió—. ¿Dónde están todas esas chicas? ¡FRONT!

—Yo soy «Front» —llegó una voz femenina de la nada—. Habla aprisa; estoy tres párrafos por delante de ti. Tú dejaste ir a todas esas chicas de vacaciones: Anne, Miriam, Dorcas… todas fuera de servicio.

—No lo hice. Le dije a Anne que no esperaba trabajar pero…

—… «si se necesita una amanuense —continuó Atenea, en una perfecta imitación de la voz de Harshaw—, espero que alguna esté a distancia de tiro». Yo estoy a distancia de tiro; siempre lo estoy.

—Si yo estoy en la casa. Podría no estar.

—Díselo, Papi —dijo Atenea—. Deja de jugar a «hacerte el muerto»; no estás durmiendo.

Lazarus abrió un ojo.

—Es un artilugio que Jake perfeccionó cuando empezamos a tener demasiados críos por aquí como para reunirlos fácilmente. Un radiofaro que Atenea puede activar. Excelente para chicos, y ha resultado ser útil para los huéspedes de la casa que pueden perderse. Tan ultramicrominiaturizado que no te das cuenta de él.

—Lafe, ¿estás diciéndome que hay un trazador enfocado sobre mí?

Harshaw sonaba escandalizado.

—En ti, y nunca llegarás a darte cuenta de él.

—Lafe, estoy sorprendido. Pensé que vosotros teníais un alto concepto de la intimidad.

—Un alto concepto de la nuestra, un poco menos alto de la de los demás; huronear ha salvado mi vida un par o nueve veces. ¿En qué forma ha sido invadida tu intimidad? Defínelo; yo corregiré.

—¡Un rayo espía! ¿Consideras que eso no es una invasión de la intimidad?

—Teena, elimina inmediatamente cualquier rayo espía que haya sobre el doctor Harshaw.

—¿Cómo puedo hacerlo, si no hay ninguno? P.S… Papi, ¿qué es un rayo espía?

—Una palabra comodín utilizada por escritores holgazanes. Jubal, hay un radiofaro implantado en ti a través del cual Teena puede enfocar un audio exactamente sobre ti… puede susurrar en tu oreja izquierda o en la derecha. O tú puedes activar el radiofaro desde tu extremo simplemente llamando su nombre. O puedes utilizar el circuito como un teléfono para y desde cualquier miembro de mi casa, o pedirle a Teena que te conecte con el sistema público. ¿Intimidad? Esta parte de Teena no graba a menos que se le solicite, en este modo de trabajo… lo que oye le entra por un oído y le sale por el otro, por decirlo así. Ya lo ha borrado completamente mientras aún está dando vueltas a tu cerebro. Ahora bien… sino te gusta este servicio, Teena lo desactivará inmediatamente… y muy pronto, mientras estés durmiendo, te será extirpado; ni siquiera te darás cuenta de ello, y jamás descubrirás la cicatriz. Tan sólo notarás dos cambios: no más servicio de secretaria, no más servicio telefónico sin ningún esfuerzo. —Lazarus cerró su ojo, considerando aparentemente liquidado el asunto. La computadora dijo:

—Mejor piénsatelo dos veces, Doc, antes de decirme que lo desactive, porque él no me va a dejar reactivarlo más tarde. Es testarudo, irascible, obcecado y… —Lazarus abrió de nuevo un ojo.

—He oído eso.

—¿Lo niegas?

—Nope. Por favor ajusta bien el audio, por ambos lados, a fin de que yo pueda dormir.

—Hecho. Doctor Harshaw, ¿volvemos al «tío Tobías», o debo borrar esos ocho párrafos? Mejor dejémoslos; entre nosotros, yo soy mejor escritora que tú.

—No discutiré eso —admitió Harshaw—. Yo simplemente exudo mis obras, según las palabras de mi colega Sam, «como la mofeta exuda su característico olor». Siempre he sabido que llegaría el día en que las máquinas reemplazarían a los escritores reales; Hollywood ha tenido durante años a sus científicos locos trabajando en ello. —Miró a través de la piscina al atrio norte de la casa de los Long, y pareció apenado—. Y ahora lo han conseguido.

—Doctor —respondió Atenea, en una severa advertencia—, retracta esta palabra o termina por ti mismo ese montón de disparates. He dicho.

—Señorita Atenea —dijo Jubal rápidamente—, no he utilizado la palabra «real» en ese sentido. Yo…

—Lo siento, Doc. Te interpreté mal. Por supuesto que no lo hiciste, puesto que el propósito de toda esta conferencia es definir la diferencia, si existe alguna, entre «real» e «imaginario». Pero yo no soy una máquina. Soy una persona transistorizada, exactamente como tú eres una persona proteínica. Soy Atenea Long, tu anfitriona mientras Tamara está ocupada. Es mi mayor placer ofrecerte todo lo que nuestra casa puede ofrecer. Le prometí a Anne que te ofrecería mis servicios de secretaria noche y día. Pero no le prometí escribir tus historias. De acuerdo con el doctor Rufo, a menudo se espera que una anfitriona duerma con su huésped… y eso se te puede proporcionar, aunque no yo, no este pseudosiglo… pero nunca mencionó la narración creativa como uno de los aspectos de la hospitalidad. He llegado por mí misma a esta conclusión; nosotros los Long nos sentimos orgullosos de nuestra completa hospitalidad. Así pues… ¿debo borrar esos once párrafos? ¿Me equivoqué?

—Señorita Atenea…

—Oh, llámame «Teena». Seamos amigos.

—Gracias. Teena, no pretendía ofenderte. Deseo vivir lo suficiente como para estar aquí cuando te retires profesionalmente y te unas a nosotros, la gente de carne. Pero en mucho menos de un pseudosiglo los gusanos ya se me habrán comido.

—Doctor, si no fueras «tan borrachín a tu manera, obstinado, terco y orgulloso…». Estoy citando a uno de tus empleados…

—Miriam.

—No. Si no fueras todo eso, podrías quedarte aquí y dejar que Ishtar hiciera su trabajo contigo. En menos tiempo del necesario para que te dieras cuenta, te dejaría tan vigoroso como Galahad y con la edad cosmética que tú eligieras…

—Me estás tentando, muchacha. Estas arrugas no aparecieron por casualidad; me las gané. Pero lo demás. No es que desee pasarme buenos ratos en la cama contigo…

—No tendrías elección; ¡saltaría sobre ti!

—… aunque eso no quiere decir que desprecie eso; la posición decúbito es la ideal para el Final y el Principio. Pero siento curiosidad, Teena. Eres una persona sorprendentemente compleja; no puedo dejar de pensar qué apariencia eligirías tú… como persona de carne y hueso.

—Yo tampoco. Cuando lo sepa, acudiré a iniciar el programa Turing mientras mi hermana Ishtar inicia la otra mitad. Jubal, ¡toma ese rejuvenecimiento! Hemos perdido tanto tiempo. ¿Debo borrar esos veintitrés párrafos?

—No me atosigues. ¿Cuál es nuestro título de trabajo? ¿Nuestro seudónimo? ¿Qué mercado? ¿Qué extensión? ¿Qué podemos robar?… —Jubal alzó la vista hacia la bandera de la Familia Long agitándose en la brisa, haciendo que el cráneo del Alegre Roger pareciera vivo—. Corrección. No «robar». Si copias de tres o más autores, es «investigación». Soy cliente de Anon, Ibid & Opcit, Investigaciones Ilimitadas… ¿están ahí?

—Estarán en mis listas; lo comprobaré. ¡Snob!

—Aguarda tu turno, Teena —dijo una voz masculina—. Adelante, te toca.

—¿Están registrados los señores Anon, Ibid y Opcit?

—Si lo están, tú tienes que saberlo. Estoy ocupado… ¡Fuera!

—Cree que está ocupado simplemente porque le han encargado demasiados contratos de concesión. Yo no sólo controlo todo este planeta, sino que tengo también ciento veintinueve clientes de rejuvenecimiento; soy ama de casa y ayudante de cocina de todos los demás Long… una errabunda multitud… y tengo más huéspedes de los que nunca tuve antes a la vez, y más de un millar de otros huéspedes fuera de casa…

»Y mientras tanto, aquí estoy, charlando contigo y escribiendo tus historias.

—Teena, no pretendía ser una carga para ti. No necesitas…

—¡Oh, me encanta! Me gusta el trabajo; a todos los Long nos gusta. Y tú eres la parte más interesante. Nunca antes me había encontrado con un santo.

—¡Teena!

—… y tú eres el menos convincente de los santos…

—Gracias. Si es oportuno.

—Bienvenido. Pareces ser casi tan santo como Papi; vosotros dos deberíais compartir un vitral. Ahora, volviendo a nuestro cubo…

—¡Espera! Estoy acostumbrado a observar las emociones que despierta lo que escribo; es por eso por lo que normalmente utilizo, ¡perdóname!, secretarias proteínicas. Así que…

—No hay problema.

Una mujer joven levitó fuera de la piscina, agraciada, esbelta, busto pequeño, largo cabello marrón ahora chorreante. Se arregló en el amplio reborde de la piscina, en una pose que a Jubal le recordó dolorosamente a la Pequeña Sirena. Él dijo como disculpándose:

—Dorcas sirvió la última vez que yo…

—No soy Dora y no serví la última vez. —Sonrió tímidamente—. Aunque todos me dicen que me parezco a Dora. Yo soy Minerva, una computadora profesional, pero retirada. Ahora ayudo a mi hermana-esposa Elizabeth con los cálculos genéticos.

—Yo me haré cargo, Min; estamos trabajando. Doctor Jubal Harshaw, mi hermana gemela la doctora Minerva Long Weatheral Long. Jubal se puso pesadamente en pie.

—A su servicio, señorita.

Minerva se puso en pie con un fluido movimiento y besó la mano de Jubal antes de que él pudiera detenerla.

—Gracias, doctor Jubal, pero yo estoy a su servicio, y no sólo nunca he sido virgen sino que soy una hermana-esposa dentro de la familia Long. Cuando mi hermana Atenea me dijo que usted me necesitaba, me sentí encantada.

—Señorita… Madam. Yo simplemente acostumbro a observar las emociones mientras escribo una historia. No tengo derecho a robarle su tiempo.

—¿Qué es el tiempo sino algo para saborear? Yo estaba simplemente echada en el fondo de la piscina, meditando, cuando Atenea me llamó. Su historia: EL TÍO TOBÍAS. ¿Desea usted las emociones de Teena o las mías? Puedo ofrecerle ambas.

—Las suyas, Min…, sólo su rostro, sin ningún comentario.

Repentinamente Minerva estuvo envuelta en una larga capa blanca. Jubal se sintió tan sólo ligeramente sorprendido, pero tomó nota de preguntar algo al respecto… más tarde, más tarde.

—¿Es un Testigo Inocente?

—No —respondió Atenea—. Es otro nuevo truco de Snob; él tiene el contrato de los vestidos ilusorios. Esta convención tiene delegados de tantas culturas, casi la mitad de ellas libres de tabúes sobre asuntos de vestidos, que Lazarus empezó a sentir dolor de barriga ante el hecho de que no se podía hacer nada debido a que la mitad de ellos iban a sentirse ofendidos, la otra mitad iban a babear, y la otra iban a sentirse ofendidos y a babear. De modo que Tamara alquiló esa engañifa para proporcionar la ilusión del Vea-Lo-Que-Usted-Esperaba, con el contrato limitado a delegados en peligro de shock emocional. ¿Le ha producido algún shock la apariencia de mi hermana?

—Por supuesto que no. Admitido: provengo de una de esas culturas morbosas… y no me di cuenta de que era morbosa hasta que salí de ella. Pero he pasado por experiencias que me han curado de todas estas alteraciones emocionales. Cuando me encontré a mí mismo siendo un Forastero en Tierra Extraña, saboreé las diferencias antes que sufrir un shock. La Belleza en la Diversidad, como diría Gene. La casa de los Long no me parece extraña; en una ocasión viví en un enclave que funcionaba de muchas maneras bajo esta misma línea… y me sentí allí en casa. ¿«Shock»? Minerva no sólo se parece mucho a una de mis hermanas adoptivas, sino que su pose también es encantadora. Desearía que no estuviera cubierta.

—¡Snob! ¡Quita ese guardarropa de Minerva! ¡Pronto!

—¡Atenea, estoy ocupado!

—Y yo estoy comprobando tres veces cada una de tus notas de cargo, no sólo por vestuario ilusorio sino también en los apartados de provisiones, guardarropa, bar, y todas las demás cosas que tienes contratadas o subcontratadas. Así que muévete. —La capa blanca desapareció.

—Muévete y ve a que te zurzan. ¿Debo parar el motor e irme a casa? ¿O deseas que esta convención tenga éxito?

—Recuerda esa cláusula de compromiso, sabihondo. Rompe con nosotros ahora, y será mejor que te encamines hacia la Nebulosa de Lundmark; la de Iskander no está lo bastante lejos. ¡Corto!

Minerva sonrió tímidamente.

—Mientras estaba tapada, descubrí que no podía hablar. Extraño. Desagradable.

Jubal asintió seriamente.

—Eso tiene sentido… si la ilusión estaba centrada en una auténtica capa de Testigo Inocente. Anne me dijo en una ocasión que la inhibición contra hablar con la capa puesta era tan grande que se consideraba como un acto de voluntad el testificar así en un tribunal. ¿Damas? ¿Seguimos adelante? ¿O lo dejamos correr? Ser un huésped puede que me haya hecho retener.

—Doc, Maureen y Tamara firmaron ambas su aprobación respecto a ti. Ni siquiera Lazarus puede, o se atreve, a poner el veto a ninguna de las dos. Eso hace de ti no sólo un huésped, o un huésped de la casa, sino un huésped de la Familia. Así que compórtate como lo harías en tu casa. ¿Empiezo por el principio, o por donde nos interrumpimos?

—Esto, mejor empezar por el principio.

—Muy bien. Título: EL TÍO TOBÍAS.

»Empieza. Manteníamos a tío Tobías en un cubo.

»Aparte. Él lo prefería así, por supuesto. Después de todo, era necesario, vistas las circunstancias. Puesto que una vez oí a Andrew —ese es mi hermano desaparecido— decir: «La vida consiste en acomodarse uno mismo al universo». Aunque el resto de nuestra familia nunca compartió ese punto de vista. Creemos en forzar al universo a acomodarse a nosotros. Siempre hay una cuestión en la que uno debe mantenerse el dueño.

»Aparte. Aquel fue el Año de la Gran Sequía. Un fenómeno natural, podríamos decir…, pero estaríamos equivocados. Tía Alicia. Sí, por supuesto. Tía Alicia cada vez. «Horus», me dijo al principio de aquella primavera, «voy a practicar un poco de magia antagónica. Ve a buscarme esos libros». Me tendió una lista y yo me fui precipitadamente. Era una mujer muy severa.

»Aparte. Una vez fuera de su vista eché una mirada a la lista que me había dado. Pude ver inmediatamente con qué tenía que enfrentarme… un austero montón de libros como nunca se habían publicado: Pensamientos al atardecer de Roberta Thistleswaite Smithe, publicado por la autora; El libro del año del Departamento de Agricultura de 1904; Pintura autodidacta china; los volúmenes 8, 9 y 11 de la serie de Elsie Dismore; y un fajo de tesis titulado Un estudio de la flora menor de Clay County, Missouri, que el primo Julius Farping había presentado para su licenciatura. El primo Julius eran un Stonebender sólo por matrimonio. Pero el abuelo siempre ha dicho: «Stonebender una vez, Stonebender por siempre».

»Aparte. Quizá sí, pero la obra maestra del primo Jules no tenía nada capaz de mantenerme despierto leyendo toda la noche. Sabía dónde podía encontrarla: en la librería de la habitación de los huéspedes. Ma decía siempre que la tenía allí para asegurar los profundos sueños de los invitados que cruzaran nuestra puerta, pero Pa la importunaba con la acusación de que era una baja y no selectiva venganza por todas las cosas con que había tenido que enfrentarse en las casas de otras personas.

»Aparte. En su conjunto, un puñado de libros que podían haber desecado Reno, Nevada, y el lago Superior en una tarde, y luego haber desconectado las Cataratas del Niágara como una…

Atenea se interrumpió.

—La presencia de los doctores Harshaw y Hubert es requerida urgentemente en el salón principal de la convención. Lazarus abrió un ojo.

—Oh, no, Teena. No capto la urgencia. ¿Quién? ¿Por qué?

—¿«Por qué»? Para sacaros a cada uno un trago. ¿«Quién»? La doctora Hazel Stone.

—Eso es diferente. Dile que estaremos allí tan pronto como termine unos asuntos…, cuestión de cinco minutos.

—Ya se lo he dicho. Papi, me has hecho perder una apuesta. Me hiciste pensar que nada podría sacarte de esta hamaca…

—No es una hamaca.

—… porque tú estabas organizando esa convención, no participando en ella.

—Dije que no pensaba participar en las sesiones plenarias. No espero nada de esa convención excepto un arrendamiento gratuito de las tierras para el Gran Circo. Tamara dice que nos tocará pagar, Hilda piensa que deberíamos ganar un poco, arriesgando mil o dos mil millones. Yo no te hice ninguna promesa. Si te hubieras molestado en preguntar, te hubiera podido decir que Hazel Stone no ha perdido una apuesta desde que Jess Willard noqueó a Jack Johnson. ¿Cuánto has perdido?

—¡Eso no es asunto tuyo! Papi, has hecho que me doliera en lo que me falta.

—Yo también te quiero, querida. Pásame las fotos de las estrellas invitadas y las últimas revisiones del programa de la convención. —Lazarus añadió—: Minerva, no vas armada. Teena, no la dejes salir de casa desarmada.

—Lazarus, ¿es necesario? Tamara no va armada.

—Tamara lleva un arma oculta. Algunas de las personas más sanguinarias del Espacio Reconocido asistirán a esta convención. Autores femeninos. Críticos. Harlan. Ambos Heinlein. No sólo insisto en que vayas armada, sino que espero que te mantengas cerca de alguien rápido en sacar. Justin. Zeb. Mordan Clauda. Galahad. O mejor aún, quédate en casa. Teena puede pasar aquí en imagen todo lo que pase allí, de modo que podrás verlo mejor que mezclándote con toda aquella chusma. Recuerda eso. No voy a repetirte que tengas cuidado, y tú tampoco a mí. Arriesgarte a ser secuestrada, raptada o asesinada son algunos de los privilegios por los que optaste cuando decidiste el camino proteínico. Estoy hablando egoístamente, querida; perdóname.

—Lazarus, tendré cuidado. Galahad me invitó a que fuera con él.

—Perfecto. Teena, ¿dónde está Galahad?

—En la mesa con Hazel Stone.

—¡Estupendo! Ven con nosotros, Min. Pero armada.

Lazarus sintió de pronto algo frío apoyado contra su riñón izquierdo. Miró cautelosamente hacia abajo y hacia su izquierda, observó los siguientes hechos: a) se trataba de un atomizador de señora, pequeño pero mortal (de eso estaba seguro, puesto que cobraba royalties por ese modelo); b) el dial señalaba plena carga; c) la intensidad estaba puesta a «arrasar»; y d) el seguro estaba quitado.

—Minerva —dijo suavemente—, por favor, aparta esa cosa de mi costado… ¡suavemente!… y apúntala al suelo, luego pon el seguro, luego dime de dónde la has sacado. Has salido de la piscina vestida con nada excepto unos chorreantes cabellos. Ahora sigues vestida con una cabellera ya seca. ¿Cómo? Y no te hagas la chistosa; en tu caso no lo acepto.

—Prenda. Un beso.

—Adelante y mátame.

—Tacaño.

Minerva apartó el arma, puso el seguro y la hizo desaparecer.

Lazarus parpadeó.

—Jubal, ¿has visto eso?

—Sí. Quiero decir: no, no he visto dónde ha ocultado Minerva ese igualador.

—Doctor Jubal, por «igualador», ¿se refiere a esto? —Repentinamente, el arma (con el seguro puesto, observó inmediatamente Lazarus) estaba en su mano derecha—. ¿O esto? —Su gemela apareció en su mano izquierda.

Jubal y Lazarus se miraron mutuamente, volvieron a mirar a Minerva. De nuevo parecía estar desarmada y totalmente carente de posibilidades de ocultar ningún arma. Lazarus dijo:

—Jubal, ¿no hay días en los que te sientes completamente inútil?

—Corrección, Lafe. Ocasionalmente hay algún día en el que no me siento completamente inútil. Últimamente han sido muy escasos. —Harshaw inspiró profundamente y exhaló—. Pienso que debería hacer que Mike me entrenara un poco. Pero este incidente me ha hecho decidirme; voy a solicitar los servicios de la doctora Ishtar. Minerva, ¿puedes indicarnos cómo hiciste eso?

—¿O estás dispuesta a dejarnos morir de frustración? —añadió Lazarus.

—¿Esto? —De nuevo aparecieron dos pistolas en sus manos, cubriendo cada una de ellas a sus compañeros. Esta vez se las tendió, una a cada uno—. Tomad una, son buenas. —Y peló la envoltura de una tercera, un caramelo moldeado para parecer un arma de bolso—. Son crujientes, casi todas de chocolate.

—Minerva, el atomizador que clavaste en mis costillas no era de caramelo.

—Era… —Se detuvo para masticar y tragar—. No puedo hablar con la boca llena. —Lamió el chocolate que había quedado pegado al envoltorio—. Era ésta. —Su estilizada mano izquierda mostró lo que Lazarus identificó inmediatamente como un arma, no de caramelo.

Minerva hizo una bola con el envoltorio de su caramelo, miró a su alrededor en busca de la papelera más próxima, la descubrió y lanzó la pelota… falló; rebotó en el borde. Fue a recogerlo, lo echó en la papelera. Durante toda aquella maniobra el arma desapareció.

—Lazarus —dijo seriamente—, cuando me adiestraste, me dijiste que nunca debía decirle a nadie cómo ocultaba un arma oculta. ¿Has suspendido esta regla?

Lazarus pareció desconcertado. Jubal dijo:

—Viejo amigo, sugiero que te mueras de frustración. La chica tiene razón.

—Lo admito —respondió Lazarus, con una agria mirada—. Todo menos la palabra «chica». Ese cuerpo tiene medio siglo de edad como proteína, y al menos dos siglos más como la computadora más lista jamás construida. Minerva, retiro todas las limitaciones. Eres capaz de protegerte por ti misma.

—¡Padre, no quiero decirlo!

—Han pasado treinta años desde la última vez que me llamaste Padre. Muy bien, no te obligaremos…, pero a partir de ahora tú me protegerás a mí. Eres más lista que yo; ambos lo sabemos. Mantén tus armas secretas; yo siempre lo he hecho con las mías.

—Pero tú me lo enseñaste. No los detalles, el método. Tú lo atribuiste al maestro Poe.

El Método de la Carta Robada, lo llamaste.

Lazarus se detuvo en seco.

—Si te comprendo bien, estoy contemplando tu escondite en este momento pero no puedo verlo.

Atenea susurró dentro del oído de ella:

—No le des más pistas. Lazarus no es tan estúpido como parece, y tampoco lo es Gordito.

—De acuerdo, Sis —subvocalizó Minerva; y luego, en voz alta—: No encuentro ningún fallo en tu lógica, señor. ¿Deseas otro caramelo?

Afortunadamente, el tema fue desviado por una de las extensiones de Atenea trayéndole a Lazarus la documentación: programas revisados para cada uno de ellos, y un informe reciente para Lazarus de las estrellas invitadas. Siguieron andando a través del peristilo este de la nueva ala, mientras leían. Lazarus preguntó:

—Teena, ¿algo nuevo de Isaac, Robert, o Arthur?

—Negativo, cero, no.

—Maldita sea. Házmelo saber en seguida. Jubal, aquí hay algo raro. Un doctorado no era una exigencia para la lista limitada…, hay varios miles de ellos, pero pese a todo sigue siendo limitada… de la gente invitada a participar en esta convención. Pero la mayoría deberían tener un doctorado o su equivalente cultural, incluso algo superior… Worsel, por ejemplo. En cambio, tengo una lista enormemente corta de la gente a la que me hubiera gustado ver de nuevo… Betsy y Patricia y Buz y Joan y así…, la mayoría de los cuales había considerado personajes de ficción hasta que el retorcedor de Jake nos abrió los demás universos. Tú, por ejemplo.

—Y tú. Lafe, siempre te consideré como un espectacular y poco verosímil personaje de ficción…, hasta que recibí tu invitación. Tuvo que ser extraordinariamente convincente tu correo para que la aceptara… puesto que aquello significaba perderme una cita muy importante.

—¿Quién era mi correo?

—Ondina.

—No hubieras tenido ninguna posibilidad. Sería capaz de venderle hielo a los esquimales, y exigir qué le pagaran en congeladores industriales. ¿Cuál era esa cita que te hice perder?

Harshaw pareció azorado.

—¿Bajo la Rosa?

—«Bajo la…». ¡No! Jubal, prometo guardar los secretos tan sólo por motivos muy particulares, los míos propios. Si no deseas decírmelo, entonces no me lo digas.

—Eh… Maldita sea, recuérdame, si es posible, que prefiero no discutir eso… Luego haz lo que te plazca; lo harás de todos modos… yo siempre lo hago. Lafe, cuando pasé los cincuenta, me hice a mí mismo la solemne promesa de que, si aguantaba lo mismo que había aguantado, cerraría la tienda el día en que pasara los cien. Hice todos los preparativos racionales necesarios para ello, incluido el distribuir todos mis bienes de modo que los pegajosos dedos de los publicanos no pudieran alcanzarlos…, y entonces llegó tu invitación…, cinco días antes de mi centenario. —Harshaw pareció avergonzado—. Y aquí estoy. Senil, obviamente. Pese a todos los cuidados que se tomaron otros médicos y gerontólogos haciéndome chequeos regulares a fin de que pudiera cerrar la tienda cuando lo había decidido.

—Jubal, si no has consultado a Ishtar, entonces no has consultado todavía a ningún gerontólogo.

—Eso es cierto —confirmó Atenea—. Ish puede dar marcha atrás a tu reloj y dejarte tan joven y fuerte que podrás andar sobre las manos.

—Atenea —dijo Lazarus firmemente—, repítete en voz alta tus programas mientras sostenemos conversaciones privadas.

—Abuelo, estaba actuando como secretaria de tu huésped estrella cuando me vi obligada a interrumpir mi trabajo para entregar un mensaje… interrupción necesaria puesto que iba dirigido a ambos. No he sido relevada, y el tío Tobías sigue aún en ese cubo. Cuatro mil trescientas palabras. ¿Instrucciones, por favor? ¿O debo dejar caer al pequeño monstruo?

—Probablemente sería lo mejor —respondió Jubal—. ¿Se está aproximando el clímax?

—Sí. O el final, o un «continuará la próxima semana».

—Hazlo de las dos maneras. Explótalo primero como cuento corto, luego como primer episodio de una serie interminable titulada Los Stonebender, una doble serie: una centrada en la aventura y la otra hacia el sensacionalismo; explota los derechos colaterales de acuerdo con el universo en el cual las vendas o cedas, registra el copyright siempre que sea posible, o de otro modo coge el dinero y corre. Lazarus, hay agentes de otros universos aquí, ¿verdad?

—Docenas, quizá centenares. Jubal, ¿cuán rico quieres ser?

—No sé. Por el momento soy pobre, vivo de tu caridad y de mis anteriores obras. Los Stonebender pueden cambiar eso. Teena, te di el título de «tío Tobías»…, pero estoy casi seguro de no haber mencionado a los Stonebender. Ni a tía Alicia. Ni al primo Jule. Mis notas de los Stonebender están archivadas en Anne… que se dejaría quemar en la hoguera antes que compartir alguna de sus grabaciones con nadie que no sea su dueño. ¿Y bien?

La computadora no respondió. Harshaw aguardó. Finalmente Minerva dijo tímidamente:

—Doctor Jubal, Teena no puede ayudar en eso. Pero es una computadora ética con un código tremendamente estricto… No tiene usted por qué preocuparse por eso.

—Minerva —interrumpió Lazarus—, deja de andarte con rodeos. ¿Estás diciendo que Teena lee en las mentes?

—¡Estoy diciendo que no puede ayudar en eso, señor! Una computadora grande con extensiones diseminadas por todos lados no puede hallarse enteramente protegida de las ondas cerebrales. Como autoprotección, a fin de evitar confusión, necesita centrarlas y clasificarlas. Tras unos pocos cuatrillones de nanosegundos descubre que puede leerlas como si fueran un film…, del mismo modo que un bebé aprende una lengua a base de oírla.

—Doctor Harshaw —dijo Lazarus rígidamente—, no sospechaba que te estuviera exponiendo a esto. Tomaré las medidas necesarias para repararlo. Mientras tanto, espero que aceptes mis más avergonzadas disculpas, y confíes en mi intención de reparar lo ocurrido.

—Lafe, no te lo tomes tan tontamente en serio.

—¿Perdón?

—Dos chicas encantadoras…, una de carne, la otra de otro tipo. Estoy convencido de que no pretendían causar ningún problema, y que no hubieran podido aunque hubieran querido. Déjame añadir que estoy plenamente convencido de que dejé de avergonzarme de mis pasados hace más de cincuenta años. No me importa quién lea mi mente puesto que mi vida es un libro abierto…, que debería ser quemado. Sin embargo, veo un negocio en eso. Yo proporciono ideas para historias, pero no me preocupo de ponerlas sobre el papel; en vez de ello, Teena registra mi cerebro mientras ronco. Minerva hace el trabajo sucio; es mi agente. Una colaboración perfecta a tres. ¿Qué os parece, chicas?

—Yo no necesito dinero; soy una computadora.

—¡Y yo no sé nada de negocios! —protestó Minerva.

—Puedes aprender —le aseguró Jubal—. Habla con Anne. Teena, no te hagas la estúpida. En sólo tres quintillones de nanosegundos o menos eres capaz de desear nuevos vestidos y joyas y Satanás sabe qué. Te encantará que tu hermana Minerva cuide e invierta tu parte de las ganancias.

—Minerva —añadió Lazarus—, además de Anne, habla con Deety. No con Hilda. Hilda te enseñaría cómo conseguir más dinero aún, pero exigiría control de voto. Apresurémonos; Hazel nos está esperando.

—Y yo estoy ansioso —admitió Harshaw—. ¿Qué estabas diciendo acerca de grados académicos?

—Oh. —Mientras caminaban, Lazarus echó una ojeada a sus papeles—. Resulta que el grado de doctor es tan común en esa lista de mis huéspedes especiales que no significa nada. Escucha esto: Asimov, Benford, Biggle, Bone, Broxon, Cargraves, Challenger, Chater, Coupling, Coster, Dorosin, Douglas, Doyle, Dula, Forward, Fu, Giblett, Gunn, Harshaw, Hartwell, Haycock, Hedrick, Hoyle, Kondo, Latham, MacRae, Martin, Mott, Nourse, Oberhelman, Passovoy, Pinero, Pournelle, Prehoda, Richardson, Rothman, Sagan, Scortia, Schmidt, Sheffield, Slaughter, Smith, Stone (Hazel y Edith), Taine, Watson, Williamson… hay más; esa es sólo la primera lista. Y hay otra doble paradoja: los doctores Hartwell y los doctores Benford llegarán mañana, y con ello se perderán la aburrida sesión plenaria de apertura; obviamente están acostumbrados a las convenciones. Jubal, ¿por qué el conferenciante que sabe menos es el que habla más?

—¿No es ese el corolario de Dirac a la ley de Murphy? Pero Lazarus, de acuerdo con este programa, no sólo has invitado a críticos, sino que les has dado facilidades especiales. ¿Puedo preguntar por qué? No me importa comer con editores…, con la mayoría de los editores. Los directores de colección tienen también su lugar…, aunque nunca aceptaría que mi hermana se casara con uno de ellos. ¿Pero no es esto demasiado extremado?

En vez de responder inmediatamente, Lazarus dijo:

—¿Dónde ha ido Minerva?

—Estamos dándole los últimos toques al tío Tobías —respondió Atenea—; vendrá más tarde. Se lo he dicho a Galahad.

—Gracias, Teena. Modo de intimidad. Jubal, dos pistolas, tres caramelos… ¿Dónde?

—Lafe, antes estaba descansando en el fondo de esa piscina. ¿La ha visitado últimamente un joven llamado Mike?

—¿Tu hijo adoptivo? ¿El predicador marciano? No. Bueno, creo que no.

—Una de las cosas que aprendí de él fue posponer indefinidamente todo lo que no pudiera explicar…, aceptando el hecho. Estábamos hablando de críticos. Te preguntaba por qué los estabas mimando.

Caminaron a lo largo del atrio en la vieja ala sur antes de que Lazarus respondiera:

—Jubal, supón que hubiera negado la asistencia con pleno derecho a los críticos. ¿Qué hubiera ocurrido?

—¡Bueeeeeeno! Hubieran empezado a minar todo el andamiaje.

—De modo que en vez de ello les he proporcionado pases gratuitos. Y un maravilloso salón de reuniones lleno de máquinas de escribir. Una decoración magnífica, deberías verla. Con un enorme cartel hecho por Atenea: «No entre en este salón; usted no es crítico». El señor Hoag estará allí comprobando las credenciales; sólo los críticos podrán pasar. Así que no lo intentes.

—¡No me gustaría ser hallado muerto allí!

—No serías hallado. Evítalo. Esta claramente señalizado, tanto en la puerta como en el plano de los programas, y podrás reconocer a Hoag por su aspecto remilgado y sus uñas sucias. Observa además los peldaños: los críticos están encima de todos los demás: hay trece peldaños hasta su salón de reuniones.

—¿Trece? Lafe, ¿no huelo algo?

Lazarus se alzó de hombros.

—No sé por qué el que hizo el diseño puso este número. Moybas Toras, ¿lo conoces?

—Esto… ¿Marte?

—Sí, pero no tu Marte o el mío. Otro universo distinto, y uno de los más excitantes.

Barsoom. Moybas es matemático de la Corte del Señor de la Guerra, y tomó un interés muy especial en este trabajo debido a la forma en que los autoproclamados «críticos» trataron a E. R. B. ¿Te he dicho alguna vez que Moybas es topólogo?

—No.

—Posiblemente el mejor. El universo de E. R. B. no es más difícil de alcanzar que cualquier otro, y Marte se halla en su órbita habitual. Pero eso no significa que tú vayas a encontrar a los alegres gigantes verdes y a las espléndidas princesas rojas vestidas sólo con joyas. A menos que seas invitado, lo más probable es que encuentres un ilusorio Poblado Potemkin edificado por tu subconsciente. Jubal, el interior de la Sala de Reuniones de los Críticos es algo parecido a una copa de Klein, según he oído… Nunca he estado en ella. Su singularidad no es aparente, como verás por las fotos de Teena, puesto que fue decorada por un gran gran artista. Escher.

—¡Ajá!

—Sí, él y Mobyas son viejos amigos… Dos inmortales de gustos similares; han trabajado juntos varias veces. Prometí a los críticos entrada libre; no mencioné la salida. Les prometí máquinas de escribir y grabadoras; no prometí cintas para máquinas de escribir ni cintas para grabadoras. Les prometí su propio bar privado, gratuito. Difícilmente podría cobrarles nada, puesto que el bar no contiene ningún tipo de licores. Hay un espléndido comedor, pero ninguna cocina.

—Lafe, ¿no hubiera sido más humanitario simplemente liquidarlos?

—¿Quién ha dicho que yo deseo ser humanitario con ellos? No van a morirse de hambre; su delegado sigue los métodos de los Gatos de Kilkenny. Debería gustarles; están acostumbrados a comer carne humana y les gusta beber sangre… Sospecho que algunos se comen a sus propios hijos. Pero Jubal, hay una salida muy fácil…, para cualquier crítico que sea tan sólo la mitad de listo de lo que él piensa que es.

—Adelante.

—¡Tiene que ser capaz de leer! Tiene que ser capaz de leer su propio idioma, comprenderlo, no distorsionar el significado. Si puede leer, puede salir inmediatamente. —Lazarus se alzó de hombros—. Pero hay tan pocos críticos que hayan aprendido a leer. Aquí está el Gran Circo.

Harshaw miró a lo lejos a la derecha, luego a la izquierda.

—¿Cuán grande es?

—He temido preguntarlo —admitió Lazarus.

—Este letrero es mayor que el de la mayoría de las carpas.

Jubal se detuvo para leerlo:

LA PRIMERA CONVENCIÓN DEL CENTENARIO

de la

SOCIEDAD INTERUNIVERSAL

para el

SOLIPSISMO ESCATOLÓCICO PANTEÍSTA MULTIEGO

—¡Hermoso, Lafe! ¿Cómo pensaste en ello?

—No pensé, simplemente fue creciendo. Y no lo comprendo en absoluto.

—No importa, mi querido anfitrión. Encontrarás aquí a diez mil que se sentirán orgullosos de explicártelo. Solecismos Escatológicos Panhedonistas Multiplicados.

—¿Qué? Jubal, no es eso lo que dice.

—Si no lo comprendes, ¿cómo lo sabes?

—Porque he comprendido lo que tú has dicho. Pero las palabras no concuerdan.

—Entonces las dispondremos de otro modo. Solecismos Múltiples Escatológicos Panhedonismos. «Persuadidos de…». Como digo… «Diferente a…».

—No blasfemes; vamos a tomar una copa.

Lazarus ignoró la cola; penetraron por un orificio que se dilató de pronto en la lona, luego volvió a cerrarse tras ellos. Se encontraron frente a una larga mesa; sentado ante ella había un hombre trabajando en un libro de registro. No alzó la vista, simplemente dijo:

—Apártese de la luz. Primero los tickets, sin excepciones. Luego las tarjetas con los nombres. Después busque a un empleado para localizar su universo. El departamento de reclamaciones está fuera. Tickets… Está haciendo pararse la cola.

—Snob.

El hombre alzó la vista, saltó en pie.

—¡Director ejecutivo Long! ¡Me siento honrado!

—Y es usted lento. Necesitaría al menos otros dos recogiendo tickets.

El oficial agitó tristemente la cabeza.

—Si supiera usted lo difícil que es contratar ayuda en estos días. No para usted, por supuesto; para nosotros, gente común. La directora general Hilda tiene el mercado del trabajo tan preocupado que… Director ejecutivo, ¿podemos hacer un arreglo?

—Cállese, denos nuestras placas. ¿Cómo funciona esa identificación de universos? —Lazarus se giró hacia su huésped—. Esto es una identificación de su mundo natal, Jubal; no ponemos números a la gente. Snob, échele una buena mirada al doctor Jubal Harshaw. Allá donde lo vea, significa trato preferente. ¡Pronto!

—¡Sí, señor! Aquí están sus placas y sus universos.

—Jubal, no hace falta que las lleves exhibiéndolas, pero no las tires; alguien podría hacer mal uso de ellas. Claro que ahorran presentaciones y se pegan a cualquier cosa, desde la epidermis a las cotas de mallas.

—Ahora caballeros observen encima mío la representación brillantemente iluminada con colores auténticos del espectro visible del infrarrojo al ultravioleta con cada ligero matiz convertido en una precisa onda de luz asistida además por líneas Fraunhofer simuladas representando los principales planetas habitados de los universos explorados mientras que este folleto que tienen en sus manos es una clave para identificar su onda de luz. Por ejemplo si ustedes son de origen francés pueden buscar alfabéticamente Francia cuyos principales datos clave son la conquista de las Galias 58-50 A. C. la conversión de Clodoveo 496 D. C. la batalla de Tours 732 pero puesto que no son ustedes franceses tengan en cuenta los años cumbre de la historia norteamericana 1000 1492 1535 1607 1619 1620 1664 1754 1765 1783 1789 1803 1820 1846 1882 1912 1946 1965 todas esas fechas y muchas otras pueden llevarles a distintas Tierras-análogo el método más útil es la comparación de presidentes si procede usted de una historia que incluye la así llamada Revolución Americana ¿el director Long le ilustrará tal vez nombrándole los presidentes norteamericanos de su primer siglo?

—Woodrow Wilson, mi nombre proviene de él, Harding, Coolidge, Hoover, Roosevelt, Truman, Eisenhower, Kennedy, Kennedy, Kennedy, Kennedy, Kennedy, Kennedy…

—Lo cual nos lleva a 1984, ¿correcto? Y déjeme adivinar que pasó usted por el Interregno de Nehemiah Scudder y posiblemente por la así llamada Segunda Revolución Americana. Doctor Harshaw, ¿pasó su mundo por el Interregno?

—Pasé por algo peor, un gobierno mundial.

—Para mí todos los mundos son igualmente malos. Pero eso me dice dónde se separaron sus dos mundos: 1962… Y aquí están sus colores por los cuales puede identificar algunos otros de sus propios mundos si lo desea. Ha venido un delegado hace un rato para quien la escisión se produjo en 1535 y San Francisco se llama Nueva Petersburgo. Nov Petrograd debería decir, pero…

—Snob. El trato preferente.

—¡Inmediatamente! Doctor Harshaw…, mi tarjeta. Cualquier cosa, en cualquier momento.

El trato preferente se puso en funcionamiento. Poco después, una plataforma los llevaba a ambos a la velocidad media de 10 km/h hacia el interior de la enorme carpa.

Jubal echó un vistazo a la tarjeta:

SEDE DEL SINDICATO DE SERVICIOS SINIESTROS «Los villanos siempre tienen éxito». Reputaciones arruinadas — Competidores a la bancarrota — Dragones apolillados — Sótanos inundados — Pozos desecados — Contratos ejecutados con toda rapidez — tarifas especiales sobre madres políticas — Soborno de jurados — Postes — travesaños & horcas — Servicio especial sábados noche — Casas encantadas (poltergistas hábiles por un pequeño sobreprecio) — Servicio a domicilio a medianoche de espíritus, vampiros & hombres-lobo — íncubos y súcubos en alquiler para una noche o para toda la semana — Polvos comezón garantizados siete años.

P. S. También envenenamos perros.

—Lafe, ¿esa es la gente a la que contratas?

—Déjame ver eso.

Lazarus estaba leyendo la lista de servicios cuando Snob llegó corriendo, saltó sobre la plataforma, se inclinó sobre el hombro de Lazarus para coger la tarjeta mientras decía casi sin aliento:

—¡Me he equivocado de tarjeta! Aquí está… Esta es. Esa primera es un elemento de sabotaje de una firma que compramos, incluyendo su buen nombre…, y que luego resultó que no tenía buen nombre. Entablamos demanda, ellos se vengaron… Entre otras cosas mezclando sus viejas tarjetas de negocio con las nuevas nuestras…, infectándolas completamente. La ley de la contigüidad, ya saben. Ahora, si me devuelven esa infectada, la quemaré…

Lazarus la mantuvo fuera de su alcance, mientras aceptaba la de reemplazo.

—Guardaré esa vieja… Es un souvenir interesante.

—¡Director Long…, por favor!

—Fuera de la plataforma, amigo. Vuelva a su trabajo ahora mismo. ¡Aprisa!

Esas palabras se vieron acompañadas por un arremolinarse de gente que hizo que Snob bajara un pie de la plataforma…, lo cual dio como resultado un inesperado pas à seul que lo dejó cincuenta metros más atrás antes de que recuperara el equilibrio.

Mientras tanto, Jubal y Lazarus leyeron el reemplazo:

CUALQUIER COSA, ILIMITADA

Thorne, Hernia, Lien & Snob

Seiscientos sesenta y seis sonrientes siervos suministran supremo servicio.

Reputaciones restauradas — Horadamos dientes & pozos — Filtros para agua — Filtros de amor — Virginidades renovadas — Cinturones de castidad de Gödel — Afilamos tijeras — Aguzamos categóricamente viejas sierras — Balas de plata — Ajos frescos — Fresas silvestres — Vinos de marca — Marcas vinosas para herederos perdidos.

P. S. También paseamos perros.

—Late, no encuentro esta tarjeta mucho más tranquilizadora que la primera.

—No te preocupes por ella. Verás más cosas de las que dice aquí.

—¿Dónde he visto esa cara antes? Este Snob…, ¿quién es?

—Jubal, nadie parece saber qué nave lo trajo hasta aquí. Estoy investigándolo para Zeb… ¿Conoces a Zebadiah?

—Ligeramente.

—Zeb cree que lo ha visto en algún otro lugar bajo otro nombre distinto… Y Zeb y yo no hemos estado siempre en el mismo eje temporal, y mucho menos en la misma serie de análogos. Pero no importa; aquí está nuestra anfitriona.

Lazarus saltó de la plataforma, se acercó por detrás a una pequeña y anciana mujer sentada a una mesa del bar, se inclinó sobre ella y la besó.

—Hazel, la edad no puede marchitarte ni enranciarte. Estás más encantadora cada década. —Ella se giró y le miró enfurruñada.

—Tonterías. Me tiño el pelo, y tú lo sabes. ¿Quién es tu gordo amigo? ¡Hola, Jubal! Ven a sentarte un rato. Toma una silla. —Se puso dos dedos en los labios, silbó, rompiendo un par de vasos—. ¡Camarero!

—Veo que llevas revólver —dijo Lazarus, mientras los dos hombres se acercaban a la mesa.

—¿Qué hay de malo en ir armada? Soy una ciudadana libre. ¿Conoce todo el mundo a todo el mundo? Si no, enseñad vuestras placas; maldita sea si me entretengo en hacer presentaciones. Mientras estaba esperándote me junté con unos amigos…, algunos viejos, otros nuevos.

—Conozco a algunos… Hola, Jake; hola, todo el mundo. Mencioné la pistola como una aprobación, Hazel; aquí hay tigres. Pero observo también que estás alojada en un hotel; después de una copa… Bueno, dos… Bueno, tres, cuando salgamos…, voy a empezar a sentirme mortalmente ofendido. Tu suite te está aguardando, y tú lo sabes. ¿Por qué?

—Por dos razones. Bueno, tres. Nunca me ha gustado sentirme obligada.

—¿Por qué, malditos sean tus hermosos ojos inyectados en sangre?

—… Aunque soy perfectamente capaz de gorrearte a ti. Es por eso por lo que pagué la primera ronda; luego la fiesta siempre va en aumento. Esta ronda es tuya. ¿Dónde está ese malnacido de camarero?

—Aquí, madam.

—Lo mismo para todos, y no me llames «madam». Jubal, ¿lo de siempre? ¿Lafe?

—Sé lo que toman los caballeros. Gracias, madam. —El camarero desapareció.

—Presuntuoso. —Hazel hizo un rápido gesto sacando su arma—. Deberíamos haberlo hecho bailar. —La hizo girar en su mano y volvió a enfundarla—. Hilda, ¿dónde he visto yo esa escurridiza cara antes?

—Jacob y yo estábamos discutiendo eso. Me recuerda un falso guardia forestal… Pero eso fue en un país muy lejano y, además, la bestia está muerta.

—Puede ser una semejanza de familia. Pero, montañesa, me refiero a hoy. —Hazel continuó—: Otros gemelos idénticos son mis primeras dos razones, Lazarus. Mis nietos. Yo no voy a hacer agujeros en tus espejos o a grabar mis iniciales en los muebles de Tamara, pero no garantizo nada respecto a Cas y Pol. En un hotel pueden incluir los daños en la factura; la pagaré y haré que mis nietos deseen no haber nacido nunca. Pero tú no me dejarías pagar. Y aquí estamos los tres; mi nuera la doctora Edith ha decidido que necesita un par de años bajo la doctora Ishtar. ¿Ha visto alguien a un par de chicos gemelos…, del tamaño de hombres pero chicos…, de pelo rojizo…, no mi color de ahora; el mío ha salido de una botella…, el color que acostumbraba a ser antes?

—Hazel, aquí gemelos y pelo rojo son algo tan común como los magos en Atlantis; Gilgamesh debió haber llegado esta noche pasada.

—Los vi hablando con Calec Catlum —dijo Maureen.

—Bien, eso debe haber sido una prueba para ellos…, aunque no apostaría nada al respecto. Lazarus, ¿está representada Atlantis?

—Por parte de trece universos. Han tenido una disputa jurisdiccional. Que hagan lo que quieran…, si alguno de ellos se siente disgustado y se marcha, no tendrá derecho a ningún reembolso.

—Tus nietos puede que hayan estado con Caleb, pero yo sé dónde…, no, con quién…, sé con quién están ahora —dijo el profesor Burroughs—. Laz y Lor.

—¡O-ho! Hazel, le diré a Atenea que se haga cargo de tu factura y traslade tus maletas.

Ya tenemos un antídoto para Cas y Pol.

—Optimista. Sirva, camarero, y déle a él la nota. ¿Qué antídoto?

El camarero empezó a tender la nota a Lazarus antes de mirarle…, luego se detuvo bruscamente y se fue con el papel en la mano.

—¿Estarían Cas y Pol interesados en convertirse en piratas?

—Lazarus, son piratas. Esperaba que se moderarían cuando crecieran…, pero ahora tienen dieciocho años, cálculo de la Tierra, y cada uno de ellos es dos yardas de engaño y trapacería. El doctor en derecho detrás de mi nombre significa que estudié leyes en una universidad que libraba esos títulos en vez de licenciado en derecho… Mis bribones son también doctores en derecho. Pero no abogados. Bueno…, «abogados del espacio».

—Hazel, tú obtuviste tu primer doctorado en derecho mucho antes de estudiar leyes, ¿no?

—«El acusado permaneció mudo y la corte ordenó que constara en acta un alegato de nuez vómica».

—Mis gemelas son dos veces mayores que tus chicos pero no lo aparentan; parecen un año o dos más jóvenes… Y son unas delincuentes juveniles permanentes. Desean aventurarse como piratas… Lo cual deploro, habiendo probado la profesión. Tus chicos…, ¿respetan la buena maquinaria? ¿Pueden cuidar de ella? ¿Hacer reparaciones fuera del astillero?

—Lazarus, pueden reparar cualquier cosa, tictaquee o no. Me tienen una pizca preocupada, porque son un poco lentos en darse cuenta de que existen chicas. Pero se curarán de este síntoma con la edad, sin que lo otro se vea afectado.

—Deberías decirles que mis hermanas clónicas poseen una espacionave más rápida y mucho más poderosa que cualquier otra de nuestro período de origen y análogos, una que puede ser pertrechada como corsaria. Puede dar como resultado el que los cuatro mueran felices. Pero yo no interfiero en las vidas de las demás personas.

Hilda juntó sus palmas, cerró sus ojos y dijo:

—Querido señor, no lo golpees a muerte; no quería decir lo que ha dicho. Tuya atentamente, Hilda Burroughs Long. —Lazarus la ignoró.

—Ni yo tampoco, Lazarus. Tan sólo ocasionalmente, con una fusta. Olvidé mencionarlo… No están castrados.

—Hazel, Laz-Lor están vacunadas, y pueden venir aquí en cualquier momento a ver a Ishtar e invertir el proceso. En cuanto a lo que estás insinuando, cualquier macho que intentara violar a una de mis clones sería castrado. Informalmente. De inmediato. Sin instrumentos. Sin anestesia. Yo mismo las estrené. Olvídalo. Aparentemente ya se han encontrado; ellas llevan sus propios asuntos, si los tienen, a su manera. Deja a Cas y Pol en ese hotel si lo deseas… Incidentalmente, yo soy el propietario…, pero tú ven a casa o llamaré a Tamara.

—Fanfarrón. No me impresionas con eso, Lazarus.

—Ni lo pretendo. Tamara nunca fanfarronea. Ella simplemente sigue su camino. ¿Cuál era esa tercera razón?

—Bien… no me delates. Ishtar es una chica encantadora, pero no tengo deseos de quedarme aquí donde ella pueda encontrarse conmigo y venderme su rejuvenecimiento. —Lazarus pareció horrorizado.

—¿De dónde has sacado esta estupidez?

—¿Eh? Es una empresa comercial, ¿no?

—Por supuesto, Tanstaafl. Un negocio como cualquier otro. Pero no somos unos monstruos; aceptamos pagarés a cuenta de las futuras ganancias del cliente sin más seguridad que su palabra y tan sólo al interés normal… Luego le dejamos que se tome todo el tiempo que quiera hasta darse cuenta de que no vale la pena engañarnos. Pero Hazel, Ishtar nunca solicita; la clínica nunca ha recurrido a ninguna agencia de publicidad. Pero si tú se lo pides, pasarás a la cabecera de la lista como amiga mía. O si quieres, puede proporcionarte un suicidio indoloro con la misma facilidad. Puedes obtener una u otra cosa hoy mismo, un poco más tarde. Sin ningún recargo. Gentileza de la casa.

—Lafe, no comprendo cómo tus esposas te soportan.

—No lo hacen; me hacen pasar por el embudo. De alguna forma aprendieron antes que yo, creo.

—Bien, no pretendo suicidarme. Tengo menos de doscientos años terrestres, con una prolongada estancia en la Luna para alargarlos aún más. Esta es la primera vez que estoy en un planeta de alta gravedad desde la última vez que te vi; estaré un tiempo en él. Pero, Lazarus, no siento deseos de ser una chica joven.

—Hazel…

—¿Eh? Jubal, no te metas en esto. Dime, ¿has visto alguna vez a alguno de esos hombres jóvenes de nuevo? ¿Ha resucitado de la forma en que algunos proclaman haberlo hecho?

—No por lo que sé. Aunque vi algo hace poco que me hizo pensar. Hazel, yo voy a tomar el rejuvenecimiento…, y quedarme con mi actual apariencia. Nariz roja incluida. Hazel se giró bruscamente para enfrentarse a Lazarus.

—¿Es eso cierto? ¿Puede hacerse?

—Hazel —respondió Maureen—, yo trabajo en la clínica, al nivel de cambiar orinales y cosas así…, con la esperanza de convertirme en una técnica en rejuvenecimiento en los próximos diez años. He visto cómo funciona. Un cliente firma por escrito la edad aparente que prefiere. El tratamiento se produce muy dentro de la piel, es fácil de hacer, fácil de mantener. Pero, a menos que sea un contrato poco habitual, en general transformamos a los biológicamente maduros en jóvenes adultos. Digamos unos dieciocho años standard.

—¡Paso a Ponce de León! ¿Quieres decir que puedo seguir siendo yo…, pero verme libre de los dolores matutinos y las punzadas de la artritis y las cuarenta y pico de otras cosas que son los problemas reales de vivir demasiado?

—Exactamente.

—Esto… ¿Qué tal si me lo pienso un poco? No lo he hecho mucho últimamente. O no he deseado hacerlo.

—Lo desearás —le contestó Lazarus—. A menos que firmes un contrato para un equilibrio endocrino anormal. Pero, Hazel, hay muchos hombres que prefieren una madurez reposada, establecida, que les dé confianza.

—Esto… Me decidiré si no me siento azorada por ello, una emoción que no había sentido en más años de los que estoy dispuesta a admitir. ¿Dices que puedo adoptar cualquier edad aparente? ¿Podría ser, digamos, el final de la madurez? ¿Con mi pelo de su auténtico color pero estriado en gris? ¿Con una depresión bajo mi barbilla en vez de este colgajo? ¿Con tetas que un hombre pueda agarrar y gozar con ellas? ¿Una «madurez reposada, establecida»…, pero no decrépita?

—Evidentemente —dijo Lazarus.

—Hazel, puedo llevarte a la clínica ahora —ofreció Maureen—. Siempre hay alguien en las oficinas. Discute el tipo de contrato. Decide lo que deseas y cuándo. Incluso hazte efectuar el examen físico preliminar hoy, y fija una fecha de admisión.

—Esto… Sí, estoy interesada. Pero no hoy; me encontraría con amigos que ya habrán entrado en los asaltos preliminares de la sociedad de anacronismos creativos.

—Además —intervino Jubal—, ellos necesitarán tiempo para comprobar tu crédito, ver qué pueden sacarte. En estos momentos seguro que Lafe le está enviando a Atenea algún tipo de señal para que empiece a explorar tu bolso con rayos X.

—Él no —negó Hilda—. Yo. Hazel, nosotros no atraemos a los clientes; dejamos que sea el cliente quien lo haga todo. Maureen recibe un uno por ciento del trato. Y no Lazarus.

—No veo qué importancia tiene esto —dijo Jacob—. ¡Hey! ¡Camarero! ¡Aquí, por favor!

Nosotros los Long hacemos bolsa común con nuestras ganancias, y Deety nos dice lo que tenemos, lo que podemos gastar…, pero no quién lo ha traído.

—Jacob, se trata del principio. Hacer dinero es un pasatiempo. Maureen lo entendió así.

—Hazel también lo entendió así, Hilda —hizo notar Hazel Stone—. No me gusta levantarme por las mañanas sintiéndome temblorosa. Jubal, ¿cómo lo entiendes tú?

—Mi mente se recompuso y lo aceptó.

—Entonces toma una habitación doble conmigo, y podremos decirnos mentiras mutuamente mientras ellos nos hacen sentir jóvenes de nuevo. Hilda, ¿está esto autorizado?

—Tenemos montones de habitaciones dobles. Ish sabe que los dos sois amigos especiales de Lazarus y, ya que no puede corromper a Lazarus, le hará cualquier favor que sea razonable —les aseguró Hilda—. Creo que es igual por todas partes. Camarero…, carga esto a mi cuenta.

—Es mi turno —dijo Jubal.

—Camarero —dijo Hilda firmemente.

El camarero la miró, flexionó los músculos de su mandíbula, dijo:

—¡Muy bien, director! —y se esfumó.

—Creo que se me ha escapado algo —hizo notar Jubal.

—Creo que a mí no —dijo Hazel—. Aquel cajero de allá tiene una mirada desviada y codiciosa. Piensa demasiado. Tales hombres son peligrosos. Jubal miró a su alrededor.

—Ese cajero es nuestro camarero. Creo.

—Lo sé. Y el barman. Y el que recoge los billetes. A menos que su madre tuviera cuatrillizos, tiene dislocadores de Niven metidos en sus zapatos. Desearía poder recordar dónde lo he visto antes. No está complacido con Hilda o Lazarus.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Espera y observa. No va a venir ninguna otra cuenta a esta mesa… ¿Quieres apostar?

—No hay apuesta —interrumpió Lazarus—. El encargado sabe quién soy, quién es Hilda.

La gente que hay en esta mesa son huéspedes del cuerpo ejecutivo. Será mejor que lo recuerde, o azuzaré a Deety contra él. O incluso a Hilda. Y no creo que sobreviviera a eso. ¡Hey, ahí está Deety! —Lazarus se puso en pie y agitó una mano—. ¡Deety! ¡Aquí! —Deety llevaba consigo una manada de risas.

—No tengo tiempo de hacer esto como corresponde; queremos estar en el campo del lienzo de oro antes de los preliminares… Además, la mayoría de nosotras tenemos maridos esparcidos por aquí, así que ya somos conocidas. De todos modos, éstas son Ginnie y Winnie y Minnie, y Ginnie es una bruja y Winnie una enfermera y Minnie una computadora retirada, hermana gemela de Teena, y estas son Holly y Poddy y Libby y Pink, y Holly es una ingeniera de diseño, dedicada a estructuras de naves espaciales, y Poddy es una terapista empática, y Libby ya la conocéis todas, y Fuzzy es una artista de las computadoras como yo y la primera en calcular el Número de la Bestia hasta su última cifra significativa, y ahora será mejor que desfilemos pues hemos reservado asientos reservados para VIPs porque hay un caballero enmascarado en el primer combate y estamos casi seguras de quién es, y ¿alguien ha visto a Zebadiah?

—Estoy segura de quién es —dijo Ginnie—. Me trajo a la vida y, además, lleva los colores de Karen.

—He visto a Zeb allá en la distancia —respondió Lazarus.

—No —negó Jake—, viene ahora ahí, por este lado. Ishtar va con él. Todos vestidos de etiqueta.

—No —dijo Jubal—. Es Anne quien va con él.

—A alguien le falta un tornillo. Lazarus está en lo cierto. Conozco a mi primer marido incluso desde lejos. Ahora se aproxima a esas tres secciones reservadas en el lado opuesto de la gran pantalla encima del bar. ¡Zebadiah! ¡Aquí!

La otra artista de computadoras añadió:

—Y ésa no puede ser Anne, así que tiene que ser Ishtar. Anne está en el campo, lo sé, porque Larry está ayudando a Jerry a prepararlo todo y me lo ha dicho. Anne aceptó disfrazarse y ser el tercer juez cuando Jerry le dijo que el señor Clemens había aceptado. Bonforte está sentado como rey aunque dice que no sabe mucho de asuntos reales y menos aún sobre justas.

—¿Es cierto que hoy están utilizando armas auténticas? —preguntó Jubal.

—Y caballos auténticos —confirmó Lazarus—. Conseguí tomar prestados percherones Anheuser-Busch.

—Lazarus, ¿es eso prudente?

—El doctor Bone se encarga de los caballos. Si uno resulta herido, nos ocuparemos de él. Esos caballos serán devueltos a la vieja tierra natal a su año y segundo correspondientes en mejor forma de lo que estaban. Con talentos añadidos. Toma tiempo convertir a un percherón en un caballo de monta para caballeros con armadura, aunque eso es lo que son precisamente. Pero ¿se sentirán felices de sentir de nuevo las cinchas?

—Lazarus —dijo Podkayne seriamente—, hablaré con el doctor Bone. Si un caballo no se siente feliz, lo consolaremos.

—Poddy, eres una chica lista.

—Según la media de aquí, supongo. Pero si alguno no se siente feliz, he aprendido qué hacer. Nunca he visto un caballo, pero han vivido con la gente durante tanto tiempo que no puede ser muy distinto.

Jubal suspiró.

—Me alegra que os cuidéis tanto de los caballos, pero Lazarus…, yo me refería a los hombres. ¿No va a resultar nadie herido? ¿O quizá muerto?

—La mayoría de ellos heridos, algunos muertos. Pero lo hacen por divertirse. Aquellos que resulten heridos no seguirán heridos; estamos apenas a un salto del mejor hospital de este planeta. Si un hombre pierde un brazo o una pierna o un ojo, o incluso los testículos, sólo tendrá que ser un poco paciente mientras es donado un nuevo miembro. Pero estamos aprendiendo a fabricar este clonaje directamente para que crezca en el lugar de la mutilación, como en el caso de un lagarto o una salamandra. Mucho más rápido. Mucho más eficiente.

»Si resulta muerto, tiene dos elecciones: ser devuelto a la vida por el equipo de Ishtar…, siempre que el cerebro no haya resultado dañado; sus cascos son la parte más reforzada de su armadura. O pueden ir directamente al Valhala; hemos arreglado las cosas para que el Bifrost se extienda hasta este campo hasta el final del torneo. Seis valkirias montando guardia y el «sargento» Smith en la parte superior del Bifrost comprobándolo todo se encargarán de reunirlos y llevarlos a casa. —Lazarus sonrió—. Créeme, la sociedad está pagando caro por esos servicios, y por anticipado; Deety redactó el contrato.

—Lafe, ¿me estás diciendo que las valkirias wagnerianas están aguardando ahí para llevar a los muertos por encima del arco iris hasta Asgard?

—Jubal, esas amazonas no son cantantes de ópera; son las legitimas, velludas y sudorosas. Recuerda la finalidad de esta convención. Snob. El camarero apareció.

—¿Desea algo, señor?

—Sí. Dile a tu jefe que deseo que esta mesa, sólo esta mesa, tenga una visión general del Bifrost, desde el campo hasta el Valhala. Sé que no está en el contrato de vestidos ilusorios pero que lo haga de todos modos…, y lo tendremos en cuenta cuando luego vayamos a los tribunales: pienso pedir compensaciones por algunos de sus deficientes servicios. ¡Largo!

—Será mejor que nos larguemos todos —dijo Libby—. No van a exhibir esto sólo para nosotros. Esa armadura es pesada y calurosa. ¿Deety?

—Vete. Yo te alcanzaré. Aquí llega mi primer esposo.

—Lafe, si son muertos, ¿cómo sabréis cuáles enviar a la clínica y cuáles enviar al puente?

—Jubal, ¿cómo lo harías tú? Sobres cerrados, destruidos si un caballero vence, abiertos si pierde…, y puede que haya algunas viudas sorprendidas esta noche, incapaces de creer que sus amados esposos eligieron cazar durante todo el día, luego darse un banquete con los verracos asados, engullir hidromiel y retozar con mujeres durante toda la noche, en vez de ser devueltos a la vida en sus respetables hogares. ¿Pero te he dicho lo que recibirán los ganadores? Además del aplauso y una posibilidad de arrodillarse ante el «rey» John y la «reina» Penélope. Su recompensa será dorameras.

—¿Dorameras?

—¡No, no! Hay demasiado ruido aquí. Dos rameras para cada vencedor. La sociedad hizo un trato. Las artes están en su infancia aquí; Boondock tiene aún mucho de frontera, de modo que no hemos desarrollado todavía una prostitución de calidad. Pero algunas de las más celebradas hetarias de Nueva Roma han prestado voluntariamente sus servicios a cambio del transporte y el privilegio de asistir a esta convención. Zebadiah fue impactado por un misil teledirigido; femenino, desde cinco metros. Consiguió mantenerse sobre sus pies, condujo a su primera mujer hasta la mesa, se sentó junto a Hilda, la pellizcó fuertemente, tomó su vaso, lo bebió de un trago, dijo:

—Eres demasiado joven para beber, chiquilla. ¿Es éste tu padre?

—Soy su hijo —respondió Jake—. ¿Conoces a Hazel Stone? Si no, deberías. Creíamos haberte visto venir desde el otro lado.

—No deberías beber durante el día, Jake. ¡Camarero! A tu servicio, madam. He seguido tus series en la 3-D desde que era un niño, y me siento honrado de conocerte. ¿Estás cubriendo este acontecimiento para el Lunaya Pravda?

—¡Cielos, no! La exclusiva la tiene LOCUS bajo la razonable teoría de que sólo LOCUS es competente para informar de esta convención. Jerry y Ben la están cubriendo para sus distintos periódicos…, pero deben hacerlo a través de Charles. Yo estoy aquí como una experta, lo creas o no…, como una autora de fantasía popular. ¿El Señor Galáctico de mis series es acaso real o imaginario, y representa esto alguna diferencia? Ved el apasionante episodio de la próxima semana; la familia Stone tiene que comer. Lo mismo que todos los demás de por aquí, supongo. Puedes ir con el cuento si quieres, doctor Zebadiah, pero no hay letrero encima de la mesa del director.

—Y tampoco cuentos —gruñó Lazarus—. Dale de nuevo mi mensaje al jefe y dile a ese bicho zumbante que tiene exactamente tres minutos antes de que yo invoque el párrafo nueve, sección «c». Aquí viene tu doble, Zeb.

Por detrás de la pareja que, a medio kilómetro, habían sido confundidos con Zebadiah e Ishtar, apareció rápidamente un hombre bajito, viejo, ancho de espaldas. Los tres iban vestidos al estilo de Robin Hood y sus alegres bandidos; borceguíes, calzones, chaquetas de piel, gorros con plumas, largos arcos y carcajes de emplumadas flechas, espadas y dagas, y avanzaban con ceremonioso estilo.

El hombre más bajo se apresuró unos pocos pasos en cabeza, se giró hacia los otros dos, se quitó el sombrero e hizo una profunda reverenda.

—Paso a su sabiduría, emperatriz de los ochenta y tr…

La mujer, como por accidente, dio un revés con la mano al criado. Éste se inclinó, lo evitó, dio una voltereta, saltó sobre sus pies y prosiguió:

—… mundos, y su consorte el héroe Gordon.

Lazarus se puso en pie, se dirigió al criado.

—¡Doctor Rufo! ¡Qué alegría que haya podido venir! ¿Es esta su hija Star?

—Su abuela —corrigió su sabiduría, haciendo una rápida reverencia a Lazarus—. Sí, soy Star. O la señora Gordon; este es mi esposo, Oscar Gordon. ¿Cuál es el tratamiento correcto aquí? Es la primera vez que vengo a este planeta.

—Señora Gordon, Boondock es tan nuevo que sus costumbres aún no se han calcificado. Casi cualquier comportamiento es aceptable si sus intenciones son buenas. Cualquiera que ocasione auténticos problemas es llevado ante nuestro presidente Ira Weatheral y los consultores seleccionados por él. Puesto que a Ira no le gusta ese trabajo, tiende a demorarlo, confiando que el problema se resuelva por sí mismo. Como resultado de todo ello, no tenemos mucho gobierno, y muy pocas costumbres.

—Un hombre de mi agrado. Oscar, podríamos vivir aquí si ellos nos admiten. Mi sucesor está preparado; podría retirarme.

—Señora Gordon…

—¿Sí, doctor Long?

—Nosotros… nuestro presidente Ira especialmente…, todos sabemos muy bien quién es «su sabiduría». Ira la recibiría con los brazos abiertos y firmaría de inmediato la renuncia en su favor… Decisión que sería aclamada unánimemente, y usted sería nuestro jefe de por vida. Mejor confiar en el demonio al que ya conoces. Pero es igualmente bienvenida aunque sólo elija visitarnos.

Ella suspiró.

—Tiene razón. El poder no se entrega fácilmente; probablemente aguardaré al asesinato.

—Zebadiah… —susurró Deety— ese barman. ¿A quién se parece?

—Hum… ¿Al brigadier Iver Hird-Jones?

—Bueno, quizás. Un poco. Estaba pensando en el coronel Morinosky.

—Hum… Sí. No tiene importancia, puesto que no puede serlo. ¿Señor Gordon?

—Llámeme «tranquilo». U Oscar. ¿Doctor Carter?

—Yo soy Zeb. ¿Es ésa la auténtica lady? ¿La espada que llevaba usted en la búsqueda del huevo del Fénix? —Gordon pareció encantado.

—¡Sí! La lady Vivamus.

—Uno no puede pedirle a un hombre que desenvaine una espada sin una causa justificada… ¿Pero está la inscripción lo suficientemente cerca de la empuñadura como para que yo pueda leerla con sólo asomar un poco la hoja?

—No hay problema. —Gordon mostró el grabado: Dum vivimus, vivamus!… Le dio tiempo para leerlo, volvió a encajar el acero, y preguntó—: ¿Y esa es la espada que mató al boojum?

—El boo… ¡Oh! El monstruo al que nosotros llamamos «Tipo de Negro». Pero en nuestro caso no se «desvaneció suave y silenciosamente».

—No, no lo hizo. Ese será el tema que discutiremos en el seminario «técnicas de la caza del snark». Usted y yo y el doctor Jacob y la doctora Hilda, con algunos otros. André. Kat Moore. Fritz. Cliff… ¡Oh, cielos! ¡Oh, Dios, qué hermoso! —El «cielo» se había abierto, para su mesa, y se hallaron contemplando el campo del lienzo de oro, a medio kilómetro de distancia y a pocos metros por encima de ellos, frente a ellos y alzándose alto, alto en el cielo, con las brillantes torres y palacios del Valhala, con el puente del arco iris uniendo el campo del honor con la distante puerta del eterno hogar de los héroes.

En vez del boscoso horizonte que normalmente se veía en aquella dirección, el paisaje se elevaba en terrazas, cada una de ellas más coloreadamente hermosa que la anterior, hasta que la más alta se perdía entre nubes rosas y azafrán…, y por encima de ella, mucho más alto, el Valhala en Asgard.

—¡Papi!

—¿Sí Atenea? —dijo Lazarus suavemente—. Localízame. Sólo a mí. Tengo a bastante gente a mi alrededor.

—¿No es mejor? Ningún problema, sólo es para avisarte. Arthur, Isaac y Bob están llegando a la vez. Doce minutos, más dos, menos cero.

—Eres una chica lista, Teena.

—Ponlo por escrito. Blandjor.

Lazarus dijo al resto de la mesa:

—Mis huéspedes para esos lugares reservados están llegando. No estaba seguro de Isaac; cada año se hace mayor y más reacio a viajar de algún otro modo que no sea por mar. Arthur tenía tanta distancia que recorrer, y las comunicaciones eran siempre tan inseguras. Sabía que Bob estaba aquí, pero que tenía tareas que interferían. ¿Escuchamos algo de la sesión de apertura mientras contemplamos las bellezas de las lejanas tierras nórdicas? No creo que ninguno de nosotros desee ver la sesión inaugural. Pero podemos escucharla. Cuando empiece el torneo, dirigid toda vuestra atención al holograma, excepto durante la carrera de las valkirias. ¡Snob! Tráenos el sonido de la sesión plenaria.

Lo obtuvieron inmediatamente, sonido y furia sin ningún significado. Bajo ese estruendo, Jubal Harshaw le dijo a Zebadiah:

—Antes de que sigan adelante con esa sesión inaugural frente al público, piensa en esto. ¿Cuántos «hombres de negro» o «Boojums» hay aquí?

—¿Eh? No tengo forma de decirlo. Más de veinte puede ser una buena apreciación, pero ese exceso puede ser de varios millones, y seguirá siendo una buena apreciación.

—¿Pero cuántos de ellos puedes ver? —insistió Harshaw.

—Oh. En mi vida sólo vi a uno. Pero evidentemente debe de haber más.

—¿Sí? Eso es algo que nunca podrás testificar ante un tribunal. ¿Qué daño te hicieron?

—¿Eh? Intentaron matarnos. Nos bombardearon. Mataron a mi primo. Nos arrojaron fuera de nuestro planeta natal. Nos arruinaron a todos. ¿Qué es lo que quieres? ¿Plagas de langosta? ¿Los Cuatro Jinetes?

—No. Tú viste a uno. Lo mataste. Él nunca te arrojó un guante. Piensa sobre ello. Antes de testificar. Escucha.

—Si habéis leído correctamente, todo está en la Biblia. «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios». ¿Puede alguien pedir una afirmación más simple del hecho evidente de que nada existe a menos que alguien lo imagine y con ello lo haga realidad? La distinción reside tan sólo en la diferencia entre «ser» y «llegar a ser», una distinción que queda anulada cuando cualquier ficción-realidad es examinada desde distintos extremos del error entrópico…

—El obispo Berkeley es quien preside —comentó Lazarus—, y hubiera debido hacer callar a esa ficción, pero el obispo tiene laringitis, imaginaria, por supuesto, y su portavoz, el reverendo mister Dogson, es demasiado benévolo como para hacer callar a nadie. Los mansos heredarán la Tierra, un metro de ancho por dos de largo.

—Si Dios desplaza al Demonio, debemos asumir los atributos del Demonio. ¿Por qué no darle al Demonio igualdad de oportunidades? Dios posee los mejores agentes de prensa. ¡Lo cual no es justo ni lógico!

—Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

—¡La navaja de Occam no es la última hipótesis! Es la hipótesis menos probable. La verdad…

—Hay tres escuelas de magia. Una: afirma una tautología, luego rodea los cambios en sus corolarios: eso es filosofía. Dos: registra varios hechos. Intenta hallar un esquema. Luego hace una suposición equivocada respecto al próximo hecho: eso es ciencia. Tres: toma consciencia de que vives en un universo malevolente controlado por la ley de Murphy, a veces compensado en parte por el factor de Brewster: eso es ingeniería.

—¿Por qué tuvo que morir Mercurio? Resuelve eso, y te conducirá a las fuentes de Mark Twain. Ésa es tu respuesta.

—¿Quién es más real? ¿Homero o Ulises? ¿Shakespeare o Hamlet? ¿Burroughs o Tarzán?

El debate se interrumpió, la gigantesca pantalla holográfica se iluminó heroicamente, toda profundidad y color, y las tediosas voces fueron cortadas por otra voz, fuerte y vibrante:

—Mientras aguardamos a que los primeros dos campeones alcancen sus líneas de salidas, he aquí la hermosa canción «El gran canal», cantada por la encantadora Anne Passovoy y acompañada por Estruendoso y su piano Estruendoso no está en su mejor forma hoy; esta última noche lo mordió una serpiente imaginaria.

—Jerry está en buenas facultades —susurró Deety—. Siempre lo está. ¿No van a darnos ningún primer plano?

La cámara hizo un zoom hacia Anne Passovoy, tomó una panorámica de la otra Anne, vestida de blanco, se detuvo por un momento en el «rey» John y la «reina» Penélope, luego tomó un plano de un vigoroso hombre de edad avanzada con un halo de pelo blanco, que se sacó un puro barato de la boca y saludó.

—A mi derecha está sir bajos fondos el brutal, y a mi izquierda el caballero negro, los escudos sin blasonar, los yelmos cerrados. Bien por Holger, amigos; Jear tiene todas las de perder. Dane puede ser nuestro campeón. Su divisa…

Zebadiah oyó un estrépito, giró su cabeza.

—Están entrando una gran plataforma Corson. Ha aplastado algunas sillas. —Miró de nuevo y anunció—: No puede verse mucho, las tribunas de este lado están llenas con gente llevando uniformes verdes. Boinas negras. Parece un grupo bastante sanguinario.

—Asprin…

—Estupendo, dame diez granos. Deety, has permitido que mezclara mis bebidas.

—Asprin, no «aspirina». Bob Asprin. Comandante de los muy irregulares Dorsai —le dijo Lazarus—. ¿Pero puedes ver a Arthur?

—¿Lleva una gorra con visera? ¿Fuma una pipa de espuma de mar? El alto de ahí, hablando con el hombre que parece un gorila.

—Te va a desafiar por eso. Su temperamento es violento. Es el grupo de Arthur, sí. El doctor Arthur Conan Doyle. El doctor Watson debería estar ahí también. ¡Buf! Ahí viene Isaac. Y ahí se van al diablo otro montón de sillas.

—¡Ya han salido! El desafiador enmascarado está ganando velocidad, sir bajos fondos está teniendo problemas en lograr que su montura se mueva: Es un día maravilloso aquí en Sales de Epsom, y el Bifrost nunca lució tan encantador. —Lazarus se puso en pie.

—Debo ir a darle la bienvenida a Isaac. Zebadiah, ¿te ha sido presentado? Ven conmigo. Tú también, Deety. ¿Hilda? Por favor, querida. ¿Jake?

—¡Hey, un momento! —Zeb miró al que les había interrumpido, y se sintió impresionado. Había visto ese rostro, ese uniforme, junto a una rústica piscina. El «guardia forestal» se dirigió a Lazarus—. Usted es el que llaman el director ejecutivo, ¿no? Soy el agente especial L. Ron O’Leemy, de la patrulla interespacial. Tengo órdenes de detención para Beovulfo Shaeffer, Caspol Jones, y Zebadiah John Carter. Director, solicito su cooperación. Artículo cuarenta y seis, sección sesenta y cinco, párrafo seis del Código Criminal Interuniversal.

—¡Descabalgado! ¡La lanza del caballero negro lo ha atravesado! Ahí vienen las valkirias. ¡Hoyotoho!

Hilda se levantó, tomó las órdenes de detención, las hizo pedazos.

—Te has equivocado de planeta, chico. —Sujetó a Zeb por el brazo—. Vamos, Alfred; tenemos que conocer a Isaac.

Pasaron junto a los Dorsai, alcanzaron la gran plataforma Corson. Llenándola completamente había un enorme dragón venusiano. El dragón giró un péndulo hacia ellos; sus zarcillos tocaron su voder.

—Saludos, doctor Lazarus Long. Saludos, nuevos amigos. ¡Que todos muráis hermosamente!

—Saludos, sir Isaac. Sir Isaac Newton, ésta es la doctora Hilda Burroughs Long, el doctor Jacob Burroughs Long, la doctora Deety Carter Long, y el doctor Zebadiah John Carter Long, todos de mi familia.

—Me siento honrado, queridos amigos. Que vuestras muertes inspiren un millar de canciones. Doctora Hilda, tenemos un amigo común, el profesor Wogglebug.

—¡Esperen, esperen! No rompan sus apuestas. Las valkirias están teniendo un problema. Sí, los jueces lo han confirmado. ¡No ha habido contienda! ¡El Dane ha «matado» a una armadura completamente vacía! Más suerte en el próximo encuentro, chi… Holger.

—¡Oh, qué encantador! Zebadiah y yo lo vimos precisamente la semana pasada, cuando llevamos a nuestros chicos a Oz mientras durara esta convención. ¿Cómo lo vi a usted?

El dragón respondió, con un ligero acento cockney:

—Oh, sólo somos colegas de pluma. Él no puede abandonar Oz; yo nunca esperé abandonar de nuevo Venus…, hasta que su artilugio…, quizá debiera decir el artilugio del doctor Jacob…, lo hizo fácil. Pero mire lo que nuestro amigo el profesor Wogglebug me dio… —El dragón rebuscó en una bolsa bajo su voder.

El agente de la patrulla interespacial O’Leemy tocó a Zeb en el hombro.

—He oído esas presentaciones. ¡Venga conmigo, Carter!

—… gafas para mis pedúnculos anteriores, que pueden ver a través de la más espesa niebla. —Se las puso y miró a su alrededor—. Clarifican cualquier… ¡Hey! ¡Aquí! ¡Cójanlo! ¡Esa bestia! ¡Cojan su número!

Sin perder un instante, Deety, Hilda y Lazarus rodearon al «agente»… y se quedaron con unas ropas arrugadas y unas tablillas de plástico entre las manos mientras la cosa se liberaba y escapaba. El «agente especial» saltó por encima del bar, fue visto casi instantáneamente en su extremo más alejado, saltó sobre la barra, se agarró a la lona que había encima, saltó hacia el Bifrost y lo alcanzó.

—¡Maldita sea! —se quejó sir Isaac Newton—. El peor buscalío de todos los mundos.

Lazarus, nunca esperé encontrar a esa bestia en su tranquilo retiro.

—Ni yo tampoco hasta que oí toda la historia de Zeb. Esta convención fue convocada especialmente para atraerlo. Y lo consiguió. Pero lo hemos perdido, ¡lo hemos perdido!

—Pero he obtenido su número —dijo Hilda, y mostró su placa: «666».

La figura que huía, una sombra contra el puente del arco iris, se hizo más pequeña a medida que ascendía. Lazarus añadió:

—O quizá no lo hayamos perdido. Nunca logrará pasar al Sarge Smith.

La figura parecía hallarse a varias unidades de altura ahora, cuando la ilusión se rompió bruscamente. El arco iris había desaparecido, las terrazas se fundieron, las nubes no estaban, las torres y castillos de Asgard ya no podían verse. A media distancia, a mucha altura, una figura estaba cayendo girando, retorciéndose.

Zeb dijo:

—El Sarge no tendrá que preocuparse. Hemos visto lo último de todo ello.

—Amigo Zebadiah… ¿está usted seguro? —respondió el voder.